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Maldito Juro. No debí darle las riendas de la situación, debí pensar que accedería a la invitación de aquella vieja endemoniada. el caso es que no había marcha atrás, la anciana nos guio una última vez y tras aquellos matorrales pudimos ver una puerta tan viejo como aquella mujer, la cual acabamos cruzando. Tenía cierto miedo ¿Qué nos esperaba tras aquella puerta desgastada por el paso del tiempo? Hubiese imaginado cualquier cosa menos lo que nos aguardaba.
Caminaba detrás de Juro, quién no dudó ni un solo segundo, era el que mostraba mayor seguridad de los dos, estaba empezando a ponerme realmente nervioso y aquello se notó por como manoseaba la punta de mi trenza.
La mujer cambió de repente. Ahora se mostraba muy familiar y amable, tratando de hacer reaccionar a sus familiares. Fue entonces cuando me puse al lado de Juro y vi lo que había. Había dos figuras masculinas, su marido y su hijo. Estaban sentados en una silla cada uno pero tenían un aspecto terroríficamente lamentable. Su piel estaba en un estado putrefacto y por mucho que la vieja se esforzase, no iban a articular palabra alguna y menos aún iban a moverse.
Aquella imagen nos permitió entrever por qué según aquella mujer el asalto de los bandidos había acabado bien tal y como dijo. ¡Se había negado a aceptar sus muertes! Y ahí estaban ambos en aquel estado. Lo primero que me pidió el cuerpo era abandonar aquel lugar tan deprisa como pude. Miré a mi compañero, tratando de buscar una salida. Teníamos que hacer algo.
-¡¿Cómo diablos pretendes que me presente ante un par de muertos?!- exclamé horrorizado.
*¿Acaso se ha vuelto loca de remate?*
Mi zurda seguía enganchada a mi trenza dorada. Los dedos cada vez se movían más rápido y mis constantes vitales cada segundo que pasaba eran más veloces.
-Dejate de tomar algo, vieja. Lo que tenemos que hacer es darles sepultura ¡Están muertos! ¡¡MUERTOS!! Déjalos descansar en paz..-
Mi voz estaba rota. Sentí mucha pena por aquella familia. Primero por los dos hombres. Hasta que no les diésemos la sepultura que se merecían no iban a descansar en paz y en segundo lugar por la anciana del bastón. Aquella pobre mujer sufrió mucho por las perdidas de sus seres queridos, tanto que se había negado a aceptar sus respectivas muertes.
*Tenemos que hacer algo..*
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Mientras que Juro se había quedado sin habla, Yota pareció quedarse muy afectado también. Pero él empezó a vociferar sobre la idea de que estaban muertos, mientras le daba una y otra vez a su trenza nuevamente.
El concepto estaba claro, pero la anciana no parecía pillarlo. Durante unos momentos, su rostro pareció mostrar vacilación, y quizá algo similar a la tristeza. Sus ojos seguían iguales, pero su sonrisa ya no estaba. Sin embargo, ese momento de presunta debilidad desapareció, y en su rostro se formaron numerosas arrugas, frunciendo el ceño.
- Te estas pasando jovencito - le regañó - Te he invitado a mi casa de buena manera, así que no insultes a mi familia. Y baja ese tono de voz, vas a a traer a alguien.
Acto seguido, la anciana se dio la vuelta y comenzó a caminar, seguramente hacia la cocina, no sin antes volver a mirar a los cadáveres, y sonreirles. Juro tuvo un escalofrío ante aquel comportamiento. Estaba claro, la anciana no iba a aceptar tan fácilmente que su familia estaba muerta. El joven se compadecía de ella.
- Podríamos destrozarla si lo supiese... - murmuró Juro con voz igual de rota, sin moverse del sitio. No iba a sentarse con los muertos, desde luego - No se que hacer...
Por primera vez, no estaba seguro de nada. ¿La hacían entrar en razón y la dejaban destrozada? ¿La dejaban vivir en el engaño, para continuar con la poca vida que le quedaba, llena de locura?
Juro exploro nuevamente la habitación. Al lado derecho había una puerta, por la que suponía que había ido la anciana, seguramente a la cocina. ¿Como conseguirían los suministros? No estaba seguro, y le daba igual en esos momentos. Había otra en frente suyo. Al fondo de esta, un brillo metálico le sobresaltó. Había un cuchillo, ensangrentado.
- ¿Crees que... ese es el cuchillo? - le preguntó a Yota, esperando que él también lo viese. Era un cuchillo común, pequeño. Quizá lo hubiesen dejado ahí, como provocación. ¿Por qué estaría si no?
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No esperaba que me respondiese con una sonrisa de oreja a oreja. Por supuesto que no. De hecho ¿Cuál era la respuesta de una demente como aquella mujer? Era toda una incógnita. Pero supongo que la más lógica fue la reacción que tuvo, mostrar todas sus arrugas en pleno esplendor y responder de forma seca y desagradable, siguiendo fingiendo que aquellos dos cadáveres estaban tan vivos como cualquiera de nosotros tres.
-¡Oh, ¿En serio? ¿Me estoy pasando?- respondí sarcásticamente a medida que dando unos pocos pasos me planté en sus morros -Siento estar causando tantos problemas, solo me preocupo por su marido y su hijo-
*Puta vieja de las narices*
No lograba separar mi mano de mi trenza, hasta el punto de que mis dedos estaban tan liados con mis cabellos que finalmente aquello acabó como tenía que acabar, con un fuerte tirón.
-¡Ostias!- exclamé en voz alta después de aquel ligero pero molesto dolor.
Juro parecía pasar de todo. Como si le diese igual lo que le estaba pasando. ¿Qué cojones tenía en sus venas? ¿Sangre u orxata? Estaba demasiado enfurecido para pensar en claridad. Incluso llegué a pensar que su actitud era la más normal. Quizás hacer como si nada, seguirle la corriente a esa loca era lo más sensato, más aún cuando estábamos en su casa y lejos de casa. Hasta que comprendí el por qué de su silencio. Estaba examinando el lugar. Buscaba una salida.
-¿De qué maldito cuchillo hablas?- pregunté sorprendido.
Hasta que miré en la dirección que lo hacia el gennin y vi aquel machete ensangrentado.
*Mierda.. ¿Es la sangre de estos dos?.. pensé horrorizado.
Lo que estaba pasando entre aquellas cuatro paredes tenía que ser una maldita pesadilla. O un genjutsu muy bien ejecutado y elaborado.
-Pero que mierdas... ¿Estás pensando lo mismo que yo? Ha sido ella, Juro. No entraron unos bandidos en busca de nada. Fue ella la que los mató y si no hacemos nada tratará de matarnos a nosotros también. Escucha; hay que enterrar a estos dos hombres y deshacernos de la vieja ¿Lo pillas? ¿Estás conmigo o no?-
Si, sin duda. Teníamos que estar muy atentos de nuestro alrededor, el más mínimo pestañeo podría tener consecuencias fatales. casi que hubiese preferido la emboscada a lo que nos habíamos encontrado.
-Si la vieja no entra en razón por las buenas, tendrá que hacerlo por la fuerza-
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Juro pestañeó, indeciso. Repentinamente, le empezaba a doler mucho la cabeza. No tenía ni idea de lo que debía hacer, la verdad. ¿Quién los había matado? ¿En serio una anciana podía hacer eso? No, no podía ser...
- Es una vieja, no puede ser... - murmuró Juro, atontado por la impresión - Mirala, no aguantaría ni un golpe...
O eso era lo que creía. Lo que había visto no era más que debilidad. La anciana era astuta, desde luego. Supo esconderse perfectamente del oso, camuflar su casa, y sobrevivir durante todo este tiempo sola. ¿Que haría si pretendiera matarlos? ¿Atacarles directamente? No, eso sería muy estupido. Entoncés su mente se iluminó.
"La bebida..." - había insistido en que entraran para beber algo tanto que le empezaba a inquietar. Ya no confiaba en ella, desde luego.
- Esta bien, si pretendes quedarte, no comas ni bebas nada de lo que te de. Solo por precaución - le susurró a Yota - ¿Que plan tienes?
Mientras, se escucharía de fondo el ruido de algo impactando contra el suelo, y el de una maldición. Juro supuso que se le había caido lo que quiera que estuviese cogiendo.
-¡Sentaos y ya de paso presentaos, ahora ire! - les gritó la anciana, ajena a la conversación.
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-Las apariencias engañan, Jurete- repliqué antes de que cerrase la boca.
No me fiaba ni un pelo y mi compañero haría bien de hacer lo mismo. De hecho, aquellos instantes mientras la anciana hacia vete a saber qué en una supuesta cocina eran segundos de oro para tramar algo, definir una estrategia que llevar a cabo pero por mucho que le diese al coco no se me ocurría nada concreto. Era una sensación extraña, como si mi cabeza funcionase más deprisa que el resto de mi cuerpo.
De hecho Juro estaba pensando lo mismo que estaba pensando yo.
*¿Qué cojones dice este de beber?*
-No, no tengo ningún maldito plan. Ya me gustaría tenerlo, lo único que sé es que hay que convencerla sea como sea. No es sano tener a dos malditos cadáveres en el salón...-
Joder, cada vez que los miraba se me rompía el alma. Ahí estaban mirándonos con esos ojos impasibles. En ocasiones parecía que pedían ayuda, seguramente paranoias mías. Pero un ruido fuerte me sacó de aquel trance.
Vale, veamos. ¿Y si cogemos cada uno a un cadáver y nos los llevamos de aquí y los enterramos en el bosque?- propuse -No... Nos alcanzaría antes de que hubiésemos podido salir siquiera. Joder.. ¿No se te ocurre nada a ti? a ti parece que te tiene más confianza-
Por supuesto que no tenía ni idea de si le tenía confianza, pero era una excusa perfecta para que Juro pensase algo rápido con aquella mentira que acababa de soltar. Esperaba que así fuera..
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24/09/2015, 23:13
(Última modificación: 24/09/2015, 23:14 por Eikyuu Juro.)
Juro se horrorizó ante las ideas de su compañero. Sólo pensar en coger uno de esos muertos y arrastrarlo, con la locura de la anciana pudiendo estallar en cualquier momento... Dios, era horrible. No quería.
¿Pero que harían? No iban a dejarlos así, y tampoco podían convencerla. Estaba la opción de agredirla, pero eso no serviría denada. Hasta el mas minimo golpe seria demasiado...
- ¿Mas confianza? Siempre te ha hablado a ti - le espetó, incrédulo. Algo de nervios afloraban en su voz, no era de piedra, ni mucho menos. Estaba conmocionado - Le recuerdas a su... A... ¡A él!
No se atrevió a señalar al cadáver, pero estaba ahí, más presente que nunca. No era momento de discutir. Juro respiro hondo, y trató de serenarse. Aun se escuchaba algo de ruidos en la cocina, no les quedaba mucho tiempo. Debían actuar ya. Empezó a pensar.
"Mierda... Si nos los llevamos, se dará cuenta y ira tras ellos. Pero no podemos dejarla así, puede ser una víctima, o una asesina... Que problemático"
Juro tomó aire y lo dejó escapar. Su mente no pensaba con claridad, no estaba seguro de lo que estaba a punto de decir. Pero no había más opciones.
- Mira...Queramos o no, no tenemos derecho a robarle los cadáveres de su familia sin saber que ha pasado. Tenemos que hablar con ella, seriamente. En un lugar donde no pueda huir. O la obligamos a confesar, o nos vamos ahora mismo. No veo más opciones.
Se movió, temblorosamente. Sus pasos eran dudosos, y le costo horrores no mirar al cadáver. Trató de no hacer ruido, pero antes de ir a por la anciana, tuvo una idea. Si Yota no mostraba indicios de querer irse, señalaría a la habitación.
- Quizás el cuchillo le refresque la memoria... .
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-No digas gilipolleces, Jurete. Es evidente que te tiene más confianza a ti después de los gritos que le di cuando lo del oso..
Joder, y encima me compraba con aquel maldito cadáver putrefacto. Pero no se lo tuve en cuenta pues seguramente aquella comparación era producto de los nervios de aquella extraña situación. Cuando salimos de Uzushiogakure me hubiese imaginado cualquier cosa menos la de estar en una sala de estar, con dos fiambres esperando a una mujer para hacerla entrar en razón de que aquellos dos cuerpos debían estar enterrados, o incinerados.
Tanto el uno como el otro tratábamos de hacer funcionar la maquinaria que teníamos reposando encima de los hombros, con al esperanza de dar con algo que pudiera servir para meterle en la maldita mollera a la vieja de que debía hacer lo correcto. Estaban muertos y debía aceptarlo, lo que no entendía era por qué nos estábamos tomando tantas molestias con aquella desconocida, ni siquiera sabíamos su nombre.
Hasta que Juro, empezó a moverse e hizo un comentario que me hizo despertar, abrir los ojos en un solo momento y verlo todo claro, o eso creía.
-Claro, eres un puto genio. Déjate de machetes y escucha. Esto es lo qué vamos a hacer. Ha pedido que nos sentemos, ¿Verdad? Pues nos vamos a sentar. Vamos a intentar una última cosa y sino usa el maldito cuchillo como último recurso. Vamos a preguntarle lo que pasó el día que entraron los bandidos, que nos expliqué qué sucedió, igual así comprende que los mataron y que no están vivos-
Debíamos intentarlo. Lo sugerido por Juro era algo demasiado precipitado. Lo que debíamos hacer era hacerla sentir a gusto con su visita. Joder, no debimos entrar en aquella maldita casa putrefacta, incluso las paredes estaban muertas.
-Hagamos que se sienta a gusto con nosotros, ganémonos su confianza- sugerí a medida que me sentaba en uno de las sillas vacías.
*Espero que esto funcione..*
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Juro estuvo a punto de protestar cuando Yota pareció creer que pensaba atacar a la vieja con el cuchillo.
"Es para que haga memoria, idiota..." - quiso contestar, pero no tuvo tiempo, ni ganas de que se cabrearse aún más con él.
Escuchó con atención lo que le decía. Su plan era lo contrario, en lugar de presionarla, la dejarían pensar que se encontraba segura, y le sacarían la información plácidamente. A Juro no le gustaba demasiado estar a su merced y sentarse, pero tuvo que asentir.
Se sentó lentamente, al lado de Yota. Los dos se encontraban justamente en frente de los cadáveres. Podían ver sus caras. El más adulto tenía una expresión de sufrimiento, el más joven, más bien de sorpresa. Juro no quiso interpretarlas, no quiso mirarlas, no quiso estar ahí. Pero tuvo que hacerlo.
- Espero que no dure mucho esto... - trató de contener las náuseas. El olor era apestoso, sobretodo estando al lado del causante. Se preguntó como la vieja podía aguantarlo.
Juro se sentó, miró a su compañero, a la puerta, a las paredes… Cualquiera es mejor que los cadáveres. Esperó, hasta que los inconfundibles pasos de la anciana se hicieron escuchar. Juro estaba nervioso. ¿Qué iba a hacer? Él no valía para intimidar al personal.
La anciana cargaba con una bandeja metálica, con muchos vasos. Cinco, en total, junto con un recipiente más grande, una tetera. No había que ser muy espabilado para darse cuenta de sus intenciones…
– Muy bien, he traído esto. Espero que estés más calmados - dijo secamente, mientras depositaba la bandeja en una pequeña mesa, entre medio de los cuarta, y cogía una silla para sentarse también – No es mucho, pero no tengo más.
Juro se atragantó, mientras vio como la vieja servía el té. Vertió de la misma tetera a los cinco vasos. Quizá no estuviese envenenado después de todo…
Se preguntó qué pasaría en cuanto viese que su marido y su hijo no bebían nada… Lo bloquearía, de alguna forma. Como tantas otras veces que le habrá pasado.
- Disculpe… Sentimos lo de antes – dijo Juro, tratando de ser convincentes – Me alegra que después de lo que pasó aquel día este… tan…bien.
Dejó de hablar en cuando dijo la palabra “bien”. No estaba sonando convincente, incluso estaba nervioso. Era mirar a los cadáveres y perder cualquier tipo de mascara que intentase ponerse. La anciana parecía percatarse de ello…
– Si, fue un día duro… - contestó, con el ceño fruncido – ¿Te pasa algo, chico?
Juro negó la cabeza, y articuló una sonrisa. Esperó que eso funcionase. Se maldijo por no haberle sacado nada. Quizá su compañero tuviese más suerte
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-El tiempo que sea necesario, este par de apestosos merecen su descanso eterno-
Estar sentados en el salón de una desconocida delante de un par de cadáveres no era lo que esperábamos de nuestra aventurilla hasta Konoha, ni en el peor de los casos no lo hubiésemos creído, pero así era y el olor a putrefacto era profundo y realmente molesto.
Hasta que oímos como la anciana se acercaba al hacer chirriar el suelo a sus pasos, los cuales se iban acercando hasta aquel salón de mala muerte.
Traté de esbozar la mejor de mis sonrisas, de verdad que lo hacia pues necesitaríamos parecer unos malditos corderitos amansados para calmar las cosas y hacer caer a la vieja en una falsa sensación de seguridad con la que poder aprovecharnos y llevar a cabo nuestro objetivo. Juro dio el primer paso al disculparse en nombre de los dos pero era incapaz de hacer nada con los dos muertos ahí postrados. Quizás fui demasiado optimista, así que debía echarme las responsabilidades a los hombros.
-Ya le he dicho que no quiero nada, tan solo llegar de una vez a Konoha- dije en cuanto nos ofreció aquel té.
Juro preguntó por el incidente, yendo directo al grano y sin rodeos. Era mi momento.
-Hablando de eso, antes no nos ha contado nada al respecto ¿Qué sucedió realmente? ¿Cómo se curaron de sus heridas y no morir en el intento? Cuesta creer que lo consiguieran estando tan lejos de toda civilización- pregunté con un tono de curiosidad -Me encantaría saber que sucedió-
Acto seguido me crucé de brazos, desviando la mirada a los muertos, los cuales, evidentemente, no hicieron siquiera el intento de agarrar una de aquellas tazas.
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Yota rechazó la taza, de malas maneras, pero la rechazó. En fin, no supo lo que la anciana pensaría de él, pero desde luego que peor no iba a ser. La dejó ahí y ni se molesto en decirle nada.
Yota siguió por donde Juro no había podido, pero este temió que hubiese sido demasiado directo, le preguntó acerca de aquel lugar, de que había pasado... Cosas que muy seguramente, no entraban dentro de sus típicas conversaciones de mesa, si es que había tenido alguna...
- Sois muy curiosos - resoplo la ancianas, acomodándose - No es un tema del que me guste hablar. Los bandidos aparecieron y nos atacaron. Les hirieron, y a mi también. No recuerdo mucho, perdí el conocimiento...
La anciana hizo una pausa, y bebió un sorbo de su taza de té, con total tranquilidad. La idea tentó a Juro, quien no había bebido desde que salieron... Se contuvo, sólo por si acaso.
- Recuerdo la voz de mi marido, diciéndome que todo iría bien, que no pasaría nada, que estaban bien. No se que soñé, pero desperté totalmente en calma, sin miedo, sin dolor - explicó, mientras dirigió una mirada de ternura al cadáver mayor - Y entonces los vi, sentados. Di gracias a los cielos cuando me devolvieron la mirada. Mi marido me hablo incluso. Estaban bien, vivos. Un milagro, llamado como quieras. Me da igual.
La anciana no vaciló en su relato. Estaba firmemente convencida. A Juro se le lleno el corazón de tristeza, no supo que hacer. Para ella estaban vivos, claro que creía en los milagros, ella los veía vivos, eran su prueba. Seguramente su mente ya estaba adaptada, y había buscado explicación a todo por necesidad.
- No han querido presentarse - dijo Juro, de repente - No han hablado desde que hemos llegado, ni unas palabra. Tampoco se han movido
- Eso es por el shock, querido. Mi hijo no ha vuelto a hablar. Mi marido me habla a veces, a solas. Siguiente asustado también. Tampoco se mueven de ahí. Pero se que se recuperaran pronto.
La anciana le puso una mano encima de la del cadáver, con una sonrisa. Juro sintió pánico. ¿Oia voces? Ni idea.
- ¿Y la comida? - insistió Juro - - No se les ve muy alimentados. Ni han bebido aún.
- No comen ni beben casi nunca, pero aquí están.Un día le pregunte por eso. Al parecer, lo hacen cuando no estoy. Les debo parecer pesada o algo - contestó, mientras apretaba la mano del cadáver y la alejaba, con algo de enfado.
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*Se acabó. No aguanto más esta maldita peste a muerto*
Y en vistas de que la vieja no hacia más que creerse su mentira lo más sensato sería cortar con aquello. Mientras Juro y la anciana se intercambiaban palabras, iba observando a mi alrededor, cruzándome de vez en cuando con la mirada con aquel machete ensangrentado. Estaba convencido que era la sangre de los dos cadáveres, quizás de aquel supuesto agresor. La verdad es que me importaba más bien poco.
Hasta que mis ojos se posaron en una de las ventanas y podía ver que la luz que se colaba a través de ella era cada vez más débil. No, no era por los copas de los arboles, sino que ya había empezado a anochecer así que había llegado la hora de partir. Sin mediar palabra me levante de mi asiento.
-Así que un milagro ¿Eh? Realmente interesante a la par que imposible- mascullé observando los dos cuerpos putrefactos -Supongo que algún día te darás cuenta de que están muertos. Espero que ese día les des la sepultura que se merecen, pero nosotros tenemos que irnos, ya ha empezado a anochecer. Vamos, Jurete, hora de irse, ¿No querrás meterte en el bosque de noche, verdad?-
Me di media vuelta y empecé a dirigirme hasta la salida
-Gracias por habernos ayudado a cruzar el bosque-
Fue un agradecimiento sincero pero ahora lo que me pedía el cuerpo era huir de aquel apestoso ambiente y llegar a nuestro destino de una maldita vez.
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Juro adquirió una expresión que pocos conocían de él. Sus dientes se cerraron con fuerza y sus brazo se cruzaron, tozudamente. Era ridiculo, pero estaban en un punto muerto. La vieja no iba a reconocer que su marido y su hijo estaban muertos, y él no iba a reconocer que los susodichos estaban vivos.
Así pues, todo dependía de Yota. Y este tomo su decisión.
Con paso firme, decidió decirle cuatro cosas a la anciana, soltar toda la rabia acumulada, y decir que ya era hora de irse del lugar. En parte, tenía razón. Se les iba a echar el tiempo encima.
La anciana no articuló palabras, solo observó a Yota, extrañada. Quizá estuviese teniendo otro momento del lucidez.
- Si.. Vamos - dijo Juro, levantandose apresuradamente.
... Con tan mala suerte que empujo una de las sillas al hacerlo, y uno de los cadaveres- el del hombre adulto - se cayó al suelo. La anciana respondió al instante, ignoró a los dos jovenes y se acercó al cadaver, con una expresión afligida.
-¡Hiroshi! ¿Estas bien? ¿¡Hiroshi!? - la anciana tocó el cuerpo, asustada.
¿Se había dado cuenta por fin? Ni Juro ni Yota lo sabrían nunca. Dando unos agradecimientos en vano, ambos se habían marchado de la casa, donde solo se escuchaban los llantos de la mujer de fondo.
Los jovenes descubrirían que la anciana no era tan mala. El camino que les decía les llevó hasta el famoso crater, donde pudieron comprobar los restos de Konoha. Lamentablemente, Juro no encontró mucho de ahí, más que restos de tierra. La onda expansiva lo había destrozado todo.
Sin embargo, en parte, se sintió mejor por haber estado ahí. Quizá por algo personal, pero lo hizo. Pasarían un rato y ambos volverían a casa. Ya fuese por la suerte o por la memoria, lograrían rehacer el camino justo cuando la noche se asomaba, y ambos terminarían por volver a casa.
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