—... Y también sin hielo, por favor —pidió amablemente la Uzumaki al hombre con bigote que la atendía, quien se fue con una amable sonrisa en sus labios—. Ah... Aquí es un buen sitio para repasar un poco.

Del pequeño bolso que llevaba sacó una libreta algo maltratada y un lápiz casi sin punta. Abrió por casi la mitad donde se podía vislumbrar que las páginas estaban llenas de letras, garabatos, borrones y tachones por todos lados. En esa página en particular, estaba la palabra Uzumaki marcada, el cual repasaba de forma inconsciente mientras releía lo que había escrito abajo.

Llevaba un par de días que se dedicaba a entrenar por las mañanas, pero había ciertas tardes que se dedicaba a pensar y organizar su mente para formar posibles estrategias en diversos escenarios que se había imaginado en su cabeza. Podían darse dos: que sucediera alguno de los que pensaba o que no sucediera ninguno, pero al menos así pensaba en todo lo que podía hacer durante el Torneo.

«Seguro que las cadenas las podré usar en esta ocasión... Sí, seguro»

—Aquí tiene su refresco —ofreció el mismo hombre que la había atendido con anterioridad, apartando su libreta para que lo dejase en la pequeña mesita que ocupaba en un pequeño café de Sendoshi donde se había sentado tras recorrer durante aquella tarde la ciudad, curiosa por lo que podría descubrir allí.

—Muchas gracias —agradeció con una sonrisa. Y de nuevo, a repasar información—. Y ahora, con Raiton...

Alguien se sentó en el sillón de enfrente, y puso su particular bebida de color marrón negruzco en la mesa con un ploc. Era un chico joven, que llevaba un particular peinado descuidado hacia la derecha y la miraba con una sonrisa. Más particulares sus ojos blancos y las marcas bajo el párpado. Eran particulares, pero eran conocidas.

Era Amedama Daruu.

—¡Eri! —la saludó—. Qué bien verte por aquí, ¿te han presentado para el torneo, eh?

La presencia de otra persona la sacó de su lectura y su intento de crear estrategias, haciendo que levantase su azulada mirada para encontrarse con unos ojos blancos que reconocería al instante, justo antes de...

—¡Eri! Qué bien verte por aquí, ¿te han presentado para el torneo, eh?

Dio un respingo cuando escuchó su nombre de los labios del chico, para luego formar una sonrisa algo nerviosa. ¡Pues claro que Daruu estaba allí! ¡Datsue le había comentado que tanto Ayame como él habían sido propuestos por parte de Amegakure!

—¡Hola, Daruu! —saludó ella, alegre, mientras cerraba su libro y cruzaba las piernas—. Sí, aunque espero no defraudarles, la verdad es que últimamente... —negó, no quería volver a hablar de él, y mucho menos delante de Daruu—. Era de esperar que a vosotros también, y sí, Datsue me comentó que Ayame también está por aquí, y que los tres sois amigos, ¡después de todo! —exclamó, todavía incapaz de creérselo.

Y pensar que su enemistad comenzase por unas cebollas...

—¡Hola, Daruu! —saludó ella, alegre, mientras cerraba su libro y cruzaba las piernas—. Sí, aunque espero no defraudarles, la verdad es que últimamente...

Daruu giró la cabeza, extrañado, esbozando una mueca de confusión.

—¿Eh? ¿Qué pasa, has descuidado un poco el entrenamiento? —preguntó—. ¡No te preocupes, estoy seguro de que eres fuerte! ¡Redujiste a un bijū! —«Es gracioso. Me pregunto qué reacción tendría Kokuō si pudiera hablar contigo. Espero que sepa perdonarte. Aunque el antecedente no es bueno.»

—Era de esperar que a vosotros también, y sí, Datsue me comentó que Ayame también está por aquí, y que los tres sois amigos, ¡después de todo! —exclamó Eri.

Daruu resopló.

—Entonces te lo ha contado él. Una cosa muy loca todo, sí —contestó Daruu, asintiendo con la cabeza. «Sí, sólo tuve que matarle, que volviese a la vida, arriesgar la mía intentando que hiciese las paces con Ayame, organizar una reunión de hermanos bijū y matar a un General de Kurama. ¡Todo sencillísimo!»—. A mí ya se me ha quitado todo el rencor que tenía por Uzushiogakure. Aunque el tiempo me ha dado la razón a mí.

Daruu se acomodó en el asiento, se cruzó de brazos, y dejó escapar un semblante sombrío.

»Si hubiera matado a la rata de Akame cuando la apuñalé, le habría hecho un favor a Oonindo.

—¿Eh? ¿Qué pasa, has descuidado un poco el entrenamiento? —preguntó—. ¡No te preocupes, estoy seguro de que eres fuerte! ¡Redujiste a un bijū!

—Bueno, no fue sola, y... Y bueno, ¡para algo me he entrenado en Fuuinjutsu! —exclamó ella, la verdad es que no había descuidado su entrenamiento, pero sí seguía dolida por haber vuelto con las manos vacías después de todo.

Aunque no podría sacarle ese tema a Daruu, pues no le apetecía nada mentar a Akame en su presencia sabiendo que, justo después de reducir al bijū de Ayame, Akame había sido la razón por la que él acabó esposado y cabreado con el Uchiha. «Y con razón...»

Por suerte, el tema de conversación fue en dirección a otra parte, más concretamente, a Datsue, el acaparador de temas de conversación. Y fue cuando, por fin, el ansiado momento de Eri había llegado: el rencor de Daruu hacia su villa había remitido, en cambio...

—Si hubiera matado a la rata de Akame cuando la apuñalé, le habría hecho un favor a Oonindo.

Eri suspiró.

—La verdad es que sí —dijo, al cabo de unos dos segundos—. Desde hace un tiempo, solo ha dado problemas, e incluso muerto no paró de darlos, es... Es una maldita rata escurridiza que nunca podré encontrar... —cerró las manos en puños que dejó sobre la mesa—. Pero bueno, al igual que con Ayame, seguro que necesitaré ayuda para darle caza, que, hablando de ello.... —miró a Daruu—. ¿Crees que hice daño a Ayame o a... ¿Kokuo? ¿Gobi? Perdón, todavía no sé cómo debería llamarlo, ¿o llamarla? La verdad es que solo quería que Ayame estuviera bien...

Decirlo en voz alta fue como quitarse un peso de encima, pero no dejaba de sentirse algo mal por ello.

Parecía ser que Eri había estado buscando a Akame por su cuenta. «Peligroso... pero entiendo que se sienta traicionada.» Ella más que nadie, como Datsue, como todos sus compatriotas de Uzushiogakure.

—Pero bueno, al igual que con Ayame, seguro que necesitaré ayuda para darle caza, que, hablando de ello... —miró a Daruu—. ¿Crees que hice daño a Ayame o a... ¿Kokuo? ¿Gobi? Perdón, todavía no sé cómo debería llamarlo, ¿o llamarla? La verdad es que solo quería que Ayame estuviera bien...

Daruu suspiró.

—No creo que esa pequeña emboscada a las afueras de la villa vaya a cambiar mucho la opinión que tenga Kokuō sobre ti —dijo—, o sobre los humanos en general. Son siglos de desconfianza. Con los únicos que parece tener algo más de cariño es con nosotros do... bueno, con Ayame. La muy hija de puta me trata como el culo.

Miró a Eri a los ojos.

»Pero, ¿sabes qué, Eri? He tenido tiempo de aprender mucho sobre los bijū. Y creo que no me trata muy distinto de lo que me trataría cualquier otro humano, incluso de mi villa. A veces creo que le gusta molestarme. Yo diría incluso que me trata mejor que Zetsuo. ¡Pero me duele!

»¡Yo también he arriesgado mucho para ayudarla! ¡Yo la apoyé cuando estaba secuestrando el cuerpo de Ayame! ¡No tenía por qué hacerlo! ¡Podría haberle confesado todo a Yui y no lo hice! ¡Arriesgué mi pellejo! ¡Y para qué, Eri, para qué! —Daruu le dio un buen trago a su refresco, como si fuera un borracho en un bar bebiéndose todo el botellín de cerveza de golpe. Solo que no era cerveza, era Ame-Cola—. ¡Para que me tire una bijūdama en la frente, que es lo que hizo, no! Psché, ella y Ayame parecen amigas de toda la vida ya, pero a mí me sigue llamando humano. —Y así como si nada, Daruu le decía a Eri que el Gobi le había lanzado una bijūdama. Pero Daruu estaba ahí, de pie, vivito y coleando. Claro que había omitido que el disparo midió menos de tres centímetros de diámetro y que se sintió como una picadura de mosquito.

Y fue el turno de Daruu para suspirar, comenzando a hablar sobre Kokuō, al parecer, aquel era su nombre. Gobi no dejaba de ser una denominación seguramente horrible para ella, ¿como llamar a alguien cinco colas? Es como si a ella la llamaran dos manos en vez de Eri. Claro que, aunque parecía razonable, a Eri la costaba. No por nada estaba acostumbrada a ello durante toda su vida.

También era normal que desconfiase de ella, y de Daruu, y de todos los que siempre estuvieron en su contra sin cuestionar nada. Ayame... Ayame era un caso muy especial, no sabía como, pero ella siempre lograba llegar a los corazones de todos.

Por muy difícil que fuera.

—Pero, ¿sabes qué, Eri? He tenido tiempo de aprender mucho sobre los bijū. Y creo que no me trata muy distinto de lo que me trataría cualquier otro humano, incluso de mi villa. A veces creo que le gusta molestarme. Yo diría incluso que me trata mejor que Zetsuo. ¡Pero me duele!

¿Acaso él también quería ser amigo de Kokuō? ¿O sentía celos porque Kokuō y Ayame, su novia; eran amigas? ¿Se sentiría desplazado?

Él explicó el porqué, y luego dio un largo trago a su bebida.

—¡Para que me tire una bijūdama en la frente, que es lo que hizo, no! Psché, ella y Ayame parecen amigas de toda la vida ya, pero a mí me sigue llamando humano.

Lo segundo no entró del todo en su cabeza, que repetía cual eco el bijūdama en la frente. Lo miró sin verle, parpadeando, procesando la información.

Y luego su rostro se desformó.

—¿Que, qué? ¿Bijū-qué? ¿A ti? Pero... Pero... —balbuceaba ella, apoyando sus dos manos en la mesa para inclinarse a él, mirándole fijamente sin creerse que estuviera ahí delante—. P-pero... ¡P-pero! ¡E-eestás... vivo! Bijūdama... —repitió, recordando como Datsue le había dicho que Daruu le había atravesado y no había dejado huella—. ¡Sois inmortales! ¡No hay otra explicación! —concluyó, casi en pánico.

La gente, alrededor, empezaba a mirarles con gesto preocupado. Daruu, con una mueca de agobio, le mostraba a Eri las palmas de las manos, intentando tranquilizarla un poco.

—Espera, espera, ssh —dijo—. Hay que decir que fue pequeñita pequeñiiita. —Hizo una seña con los dedos índice y pulgar, guiñando un ojo, como formando una canica invisible—. Fue como una picadura de mosquito en la frente. Nada más. Como te digo, estaba riéndose de mí la cabrona.

Se aclaró la voz.

»¿A quién te refieres con "sois"? —rio—. Yo creía que los inmortales érais vosotros, los Uzumaki. ¿Shiona no vivió más de doscientos años?

Daruu buscó tranquilizarla, pero ella seguía pensando en su supuesta inmortalidad, y en que había sobrevivido a una bijūdama de bijū que reposaba dentro de Aotsuki Ayame, hasta que, por fin, explicó que había sido una diminuta. «Era pequeña... Pero seguro que picó igual.»

Y Kokuō parecía tener sentido del humor, aunque era raro, pero no podía esperarse algo más viniendo de una criatura que había estado en cautividad por demasiado tiempo.

Daruu carraspeó.

—¿A quién te refieres con "sois"? —rio—. Yo creía que los inmortales érais vosotros, los Uzumaki. ¿Shiona no vivió más de doscientos años?

—¡Espera, espera! —le pidió, aunque volvió a tomar asiento normal y bajó la voz—. Cierto es que los Uzumaki somos más resistentes a la muerte, es verdad, pero... ¡Pero si nos clavasen una katana en el pecho nos moriríamos! Y yo sé, al igual que tú, Daruu, que Datsue sobrevivió a algo así, contra ti, ¡por eso sois inmortales! —concluyó, dándole un golpe a su cuaderno sin querer que hizo que cayese de la mesa.

Daruu soltó una risotada.

—Ah, que te lo ha contado. —Y el cabrón se había reído como quien dice "ahhh, jaja, sí, lo maté y resucitó". Y ya está, ¿sabéis?—. Pero lo de Datsue, tía... a ver, ¿no sois los Uzumaki expertos también en Fūinjutsu? ¡Esas técnicas son magia negra, te digo! ¡Magia negra!

»Algún día me encantaría aprender, pero la verdad es que tengo tantas cosas en las que centrarme que siento que me quedaría atrás si intentase abarcar todo lo que quisiera. ¿Sabes lo que te digo? Es como si tuviera un límite de puntos en la vida y tuviera que repartirlos entre las diferentes disciplinas... ¡No llego, Eri, no llego!

Y lo peor fue que Daruu se lo tomó exactamente igual que Datsue, haciendo que la uzujin entrecerrase los ojos y frunciera los labios.

—Pero lo de Datsue, tía... a ver, ¿no sois los Uzumaki expertos también en Fūinjutsu? ¡Esas técnicas son magia negra, te digo! ¡Magia negra!

—¡¿Cómo quieres que lo sepa si Datsue solo me dijo que le empalaste?! —tomó un largo sorbo de su bebida, que ya comenzaba a ponerse caliente—. El muy maldito es casi mejor en Fūinjutsu que yo aunque yo sea Uzumaki, pero ya le pillaré, ya...

Y Daruu le puso un ejemplo con una lógica que ella misma también sentía a veces, ya que por mucho que intentara aprender Genjutsu, siempre terminaba peor que con Fūinjutsu por mucho que lo intentara. ¡Y ni hablar de técnicas elementales!

—Tienes razón, Daruu, la verdad es que me siento así yo también, a veces —se encogió de hombros—. ¡Pero no me cambies de tema! —carraspeó—. ¿Cómo lograste no matar a Datsue?

—¡Pero no me cambies de tema! —protestó Eri—. ¿Cómo lograste no matar a Datsue?[/sub]

—Ah, sí. ¿Eso? Bueno, digamos que... esto... —Daruu se acercó a Eri, evitando mirarle a los ojos, y bajó la voz hasta que se convirtió en prácticamente un susurro—. Lo maté.

»Lo maté y el hijo de la gran puta resucitó. —Se echó hacia atrás, cruzándose de brazos. Adelantándose, le mostró la palma de la mano a Eri—. No me preguntes por qué, ni como. Ni por qué lo hice, ni cómo lo hizo él. Aquellos eran tiempos oscuros.

Él lo mató...

....Y Datsue resucitó.

Pero eso no le contestaba a su pregunta, ni si quiera saciaba su curiosidad a cerca de cómo el Uchiha había logrado volver a la vida después de recibir un apuñalamiento de tal calibre. Se dejó caer sobre la silla, desanimada. Tendría que hablar con Datsue de nuevo si quería saber de verdad de qué se trataba.

—Me tocará visitarle, otra vez, aunque antes de la primera ronda, lo veo crudo —comentó sus pensamientos con el amejin—. Cuando venía hacia el Valle, pensaba que estaba preparada, pero ahora que está tan cerca la fecha, no puedo evitar sentirme todavía algo verde en muchos aspectos, ¡por eso quiero entender todo lo que pueda! —exclamó, volviendo a su estado de humor habitual.

Luego agitó su cabeza, recordando otro tema que quería hablar con Daruu.

—He hablado algo sobre esto con Datsue, pero también quería hablarlo con vosotros, sobre lo de la alianza, o, mejor dicho, su ruptura —bajó la voz, por si acaso—. ¿Vosotros qué opináis?

—Me tocará visitarle, otra vez, aunque antes de la primera ronda, lo veo crudo —dijo Eri, abatida, dejándose caer en el asiento.

—No creo que te cueste mucho encontrarle, ambos estáis alojados en el mismo lugar —repuso Daruu, encogiéndose de hombros—. Además, yo estuve con él ayer.

—Cuando venía hacia el Valle, pensaba que estaba preparada, pero ahora que está tan cerca la fecha, no puedo evitar sentirme todavía algo verde en muchos aspectos, ¡por eso quiero entender todo lo que pueda!

—Ese es el espíritu. —Daruu sonrió, afable.

—He hablado algo sobre esto con Datsue, pero también quería hablarlo con vosotros, sobre lo de la alianza, o, mejor dicho, su ruptura. —comentó Eri, de pronto. Daruu echó aire por la nariz, serio—. ¿Vosotros qué opináis?

—Que tenía amigos en Kusagakure —contestó Daruu sin pensarlo—. Que todos los teníamos. Pero ahora es mejor que tengamos mucha, mucha cautela con ellos. Han amenazado con matar a mi novia y a un buen amigo. ¿Qué esperas que opine? —Daruu se llevó el vaso a los labios y dio un buen trago de su refresco—. Todo el que opine como la hija de puta de la Morikage e intente algo contra las personas a las que quiero recibirá el beso de mi acero.

»En cuanto a Uzushiogakure y Amegakure, es hora de mantenernos todo lo unidos que podamos. Creo sinceramente que la Alianza Tormenta-Espiral es uno de los mayores tesoros de Oonindo.

Daruu suspiró.

»Yui-sama quiso nombrarme Protector de la Alianza. De menudo marrón que me libré al rechazarlo. Bueno, a decir verdad, no hubiera durado mucho. —Daruu se encogió de hombros.

El problema no era encontrarle, sino que él quisiera hablar. Los últimos días se había dedicado a entrenar y no parecía tener tiempo más que para ducharse —ya había interrumpido un par de veces ese momento—, comer o dormir. Así que prefería esperar. Aunque el muy maldito había estado con Daruu.

Entonces tocó el tema. Kusagakure se había convertido en una palabra demasiado pronunciada en su villa últimamente, y no por buenos motivos. Ella misma se sentía en una encrucijada, por Juro, Yota, Ranko..., ¿qué podía hacer? ¿Y si ellos compartían los ideales de la Morikage? Solo de pensarlo le daban escalofríos.

Porque se imaginaba los rostros amables de Ayame y las sonrisas pillas de Datsue, y ella tenía que protegerlos, costara lo que costase.

—¿Protector de la Alianza? ¡Eso suena muy fuerte! —exclamó, dejando el vaso que acababa de coger para beber un poco, olvidándose de su sed—. ¿Por qué lo rechazaste? Yo creo..., bueno, perdón —se corrigió de inmediato, bajando la mirada.