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Todos tienen su rutina de entrenamiento y su lugar preferido para hacerlo, pero nunca está demás hacer algún cambio y buscar un sitio menos común, encontrarse con gente nueva e intentar trabar amistad o encontrar a ese rival con el que algunos tanto sueñan.
Ese día, curiosamente parecía que varios habían tenido esa mismo tipo de pensamiento. El torreón de pruebas se notaba bastante concurrido teniendo en cuenta de que no se estaba celebrando ningún tipo de evento oficial. En las gradas había algunos grupos de jóvenes ninjas, algunos carecían de bandana, otros la relucían orgullosamente en su frente u otra parte de su cuerpo.
Estudiantes y graduados por igual parecían disfrutar de la jornada ya sea observando o participando activamente de los entrenamientos que algunos estaban organizando de forma grupal, mucha camaradería en el aire.
En un rincón parecía que la cosa se ponía más seria, shinobi y kunoichi se amontonaban formando un perímetro, en su interior dos genin cruzaban miradas, se los notaba listos para pelear. Desde las gradas más cercanas a estos, otras personas parecían hacer comentarios sobre lo que sucedía.
Mogura, por su parte, formaba parte de aquellos espectadores en las gradas. La unica diferencia es que no estaba tan pendiente de los comentarios, a pesar de que podía escuchar perfectamente lo que la mayoría estaba cuchicheando. Él se había procurado un lugar cercano a las escaleras de las gradas y tenía su kit médico a mano.
Lejos de intentar entablar combate, estaba esperando lo que era obvio que iba a pasar, alguien resultaría herido. No era un banquero de la guerra ni nada parecido, simplemente era un genin médico que consideraba que cualquier tipo de experiencia venía bien.
Y este lugar ofrece una buena chance de darle uso a esas habilidades.
Pensaba el joven de cabello azabache, atento a lo que estaba pasando en aquel perímetro improvisado en la arena.
Nivel: 11
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El día lucía plácido y monótono bajo la constante lluvia, reina y señora de todo lo que había bajo el nublado cielo de Amegakure. La constante precipitación no parecía dispuesta a dar tregua a nada ni a nadie, pero por suerte o desgracia la tecnología había avanzado hasta el punto de saber hacerle frente. Un trozo de tela de colores rojo y blanco, sujetada en numerosos sitios por varillas, y un palo central al cuál se adherían las mencionadas varillas de metal, hacían por retener el agua en su fugaz intento de mojar a la gente. Bueno, los colores son por mencionar algunos, pues en su dantesca cantidad de géneros y tipos, los llamados paraguas tienen todo tipo de colores y formas; pero a fin de cuentas tienen la misma función.
La pelirroja andaba bajo el torrente de agua salvaguardada por su paraguas, de camino al torreón en pos de entrenar un poco. Pero obviamente, se entretuvo de buena manera... —¿Como no?— Había una maldita panadería en el camino al torreón. ¿A quién en su sano juicio se le había ocurrido tan maquiavélica idea? Sin duda, la mente creadora de tan alta tortura había acertado de lleno, seguro que a diario recaudaba un buen dinero de la gente que bien se dirigía a entrenar, o bien necesitaba un refuerzo de energía tras haberlo hecho.
La kunoichi no pudo resistir la tentación, y terminó por comprar al menos cuatro bollitos rellenos de crema pastelera.
De nuevo, continuó la marcha, con su bolsita rosa y su paraguas. Un reguero de olor tremendamente apetecible surgía desde la rosa mencionada, pero eso traía a la chica sin cuidado. A su paso, la gente quedaba mirando... pero eso tampoco era raro, lo que sí era cuestionable. ¿A quién miraban, a la chica o a la bolsa que olía tan bien? Fuere como fuere, eso no detenía su paso, así fue hasta que ésta llegó al fin a la entrada del torreón.
La puerta del recinto permanecía entre abierta, como si alguien hubiese pasado hacía relativamente poco, o simplemente era causa efecto del constante paso de la gente por el umbral de la misma. Sin preámbulo, la chica empujó un poco la puerta, haciéndose paso por el umbral que ésta formaba, y entrando hacia la sala principal. La recepción se presentaba bastante habitada, e incluso un buen numero de aspirantes al titulo se debatían en palabras con el pobre conserje. Al parecer, la recepcionista andaba en otro lado, y como consecuencia toda duda y disputa iba hacia el único presente adulto, el mencionado conserje. Sin embargo, éste poco mas que de reparaciones entendía, y a contramedida trataba de alejar los problemas a base de varios "Que soy el conserje, que me dejéis en paz! Busquen a la recepcionista, que no sé nada!"
Aiko se encogió de hombros, y terminó dejando el paraguas en el lateral de la puerta, concretamente en un cubo en el que descasaban varios artilugios mas de la misma índole. Sin mas, se dirigió hacia la primera instancia, la que normalmente andaba a medio llenar, y en la cuál solía haber numerosas dianas, estantes de armas, y público. La verdad, la cosa del público allí sobraba, sobre todo teniendo en cuenta que el propósito de la sala era entrenar... Aunque por otro lado, un público clasicista daba la opción moral de hacerlo lo mejor posible.
Para su sorpresa, la sala no andaba como podría denominarse "llena como de costumbre", en éste día tan poco señalado estaba hasta los topes. Había al menos un centenar de personas, distribuida en distintos grupos, pero que a fin de cuenta estaban allí. La verdad, era impresionante. ¿En serio cabía tanta gente allí? Pues si, e incluso más.
—Dios... cuanta gente... —Se dijo a si misma cuando caminaba taciturna hacia un lateral de la sala.
Llevó la vista por toda la instancia por unos segundos, buscando quizás algún reconocido, pero curiosamente hacía años que no tenía a uno de esos. ¿Quizás lo hacía por costumbre? Quizás si, meramente una costumbre absurda y estancada en su juventud. Dejó caer un suspiro al darse cuenta, y para apaciguar el bajón, tomó uno de los bollitos de crema. Antes de llevárselo a la boca, clavó su mirada en él, nostálgica.
«Al menos tú no me fallas...» Pensó, para segundos después atizarle un bocado al susodicho. Entre tanto, continuó su caminar hacia un hueco de la sala donde no había demasiada gente, en uno de los laterales de la misma.
Nivel: 32
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Raiyōbi, 19 de Primera Flor del año 217
Las clases se habían suspendido durante todo el día. Así se lo habían hecho saber los recepcionistas a Ayame cuando intentó, como todas las mañanas, acudir a la Torre de la Academia para seguir su instrucción. Extrañada ante aquel extraño acontecimiento, Ayame había preguntado el por qué pero no había recibido ningún tipo de respuesta en claro.
«Ya verás cuando se lo diga a papá. Se va a pensar que me he inventado una excusa, o algo así» Meditaba, con los hombros hundidos, mientras salía de la recepción para entregarse de nuevo al abrazo de la siempre presente lluvia de su aldea natal. «Y encima se me ha vuelto a olvidar el paraguas. Ahora sí que me va a matar.»
—¡Vamos, hombre! ¡Mueve ese culo, vamos a llegar tarde!
—¡Hiyoshi, el Torreón de Prueba no se va a mover del sitio!
Aquellas dos voces lograron sacarla de su ensimismamiento. Ayame ahogó un grito cuando dos chicos jóvenes pasaron a toda velocidad junto a ella, y de milagro no acabaron los tres en el suelo.
—¡Ay, perdona, no te he visto! —exclamó el primero, volteándose un instante para mirarla antes de reanudar su ritmo. El otro, más rechoncho y bajito, le seguía a duras penas entre resoplidos de angustia.
«¿El Torreón de Prueba?» Pensaba Ayame, confundida.
Justo entonces una sombra se cernió sobre ella, cubriendo la ya escasa luz ambiental.
—¿No deberías estar en clase? —preguntó una voz que ella ya conocía muy bien.
Rígida como una tabla, Ayame se volvió para encontrarse con los gélidos ojos de su hermano, observándola fijamente. Unos ojos faltos de emoción alguna, inexpresivos como una máscara de hielo, pero en los que Ayame supo ver el interrogante. La penumbra provenía de un paraguas blanco con el que la había puesto a cubierto.
—Las han suspendido —respondió.
Pero el semblante de Kōri no cambió ni un ápice. Levantó la mirada hacia la academia, y después la devolvió hacia ella.
—Entonces, vámonos.
Ayame estaba convencida de que se estaba refiriendo a volver a casa, pero sus pasos titubearon cuando Kōri tomó un camino muy distinto. Concretamente, en la misma dirección por la que habían desaparecido los dos chicos de antes.
—A entrenar. Vamos al Torreón de Prueba.
...
Pero Kōri no había sido el único que había tenido aquella idea, comprendió Ayame cuando llegaron al lugar.
A medida que se habían ido acercando al torreón, el acúmulo de gente en las calles había ido creciendo más y más. Y todos parecían dirigirse en la misma dirección. Al principio, Ayame había pensado que se trataba de una mera casualidad, pero cuando entraron en la recepción del torreón y después subieron a la última planta, se dio cuenta con horror de que no era así.
—¿Han organizado algún tipo de evento? —preguntó en voz alta, al tiempo que se ajustaba la cinta de tela sobre la frente.
—No, que yo sepa —respondió Kōri, y aunque su rostro seguía tan impertérrito como siempre, sus ojos recorrían el lugar y a cada una de las personas que se encontraba allí.
Era un lugar amplio, pero en aquellos instantes era casi asfixiante con tanta gente. Adultos, niños, ninjas y kunoichis con sus respectivas bandanas de metal relucientes y mojadas, estudiantes de la academia que daban torpes golpes al aire... Incluso algún que otro civil se había acercado al lugar a curiosear. Varias personas se congregaban en las gradas, observando el panorama, mientras otros tantos se repartían por el terreno en parejas o grupos que llevaban a cabo entrenamientos de todo tipo. En uno de los rincones, un auténtico corrillo de ninjas jaleaba a los combatientes que se encontraban en su centro y que Ayame no llegaba a ver.
—Vamos —la instó Kōri, antes de conducirla a un pequeño rincón que estaba más o menos libre.
—¿Aquí? ¿Con tanta gente? —preguntó Ayame, angustiada.
Pero Kōri ya estaba adoptando una pose defensiva.
—En una misión o en un combate no siempre vas a encontrarte a solas con tu enemigo. Muchas veces, incluso, tendrás que luchar en multitud —replicó, antes de alzar la mano hacia ella con el dorso por delante. Flexionó los dedos un par de veces, en una clara invitación—. Y ahora, golpéame.
Nivel: 16
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Me encontraba paseando por las calles de Amegakure, protegiendo mi cuerpo de aquella lluvia que atentaba contra mí, y contra toda la población. Aunque en un principio me había decidido a despejar la mente recordé que debía pasar por la academia averiguar algunas cosas y me dispuse a resolver aquellos asuntos.
No obstante no tuve la oportunidad siquiera de adentrarme en el territorio de la academia ya que una multitud de estudiantes y ninjas se abalanzaron sobre mí y prácticamente quede estampado contra las húmedas baldosas, adoloridamente me paré y miré al grupo. -¿Qué pasa?- Dije mientras me reincorporaba de forma dificultosa, movía mi cuerpo traqueando las articulaciones. “Cuan salvajes son... Era mi sombrilla nueva” Dije al ver como quedaba el esqueleto desarmado de madera.
-Rápido al torreón!!! Gritó una chica rubia a la cual seguían dos más, parecía que iban retrasadas o por algún motivo se quedaron atrás. ”¿El Torreon? No vi el anuncio de ningún evento u algo por el estilo”
Sin más recogí los restos de lo que alguna vez fue mi sombrilla y lo boté en los botes a la entrada de la academia, al llegar y intentar abrir las puertas no pude moverlas ni un milímetro, estaba totalmente cerrado, miré a mi alrededor y no había absolutamente nadie. ”Tocará ir al torreón a ver qué es lo que hay”
Me dirigí rápidamente a aquel lugar, había estado pocas veces ahí y tenía pocos recuerdos sobre el mismo, mientras caminaba venían a mi mente aquellos eventos a los cuales había asistido y las épicas batallas que se disputaron en aquel lugar, más no era consciente de qué se desarrollaría y la curiosidad me podía más.
Aunque ya estaba a pocos pasos de la infraestructura y podía verla, como se alzaba imponentemente, como la lluvia precipitaba a su alrededor, aquella vista que tenía en ese instante era el buen recuerdo de las buenas batallas que ahí visualice.
Finalmente llegué a la recepción y tras un intercambio breve de palabras me encaminé por los pasillos para salir a las gradas, la primera impresión que tuve fue la de una gran cantidad de personas, tanto en la arena como en las gradas. A todas estas noté que uno de mis tobillos estaba inflamado, evidentemente lo había pasado por alto por la velocidad a la que llegué al torreón, pero ya estaba empezándo a molestar, no hice nada más que sentarme y visualizar a mi alrededor en busca de algún conocido, aunque ya había visto a más de uno no teníamos una relación tan buena y preferí estar solo.
Una vez en mi asiento apoye mi tobillo lesionado sobre la rodilla contraria y apoyé mi diestra sobre el área que me aquejaba, la luz verdeazul se manifestó y el correspondiente alivio me merecía.
Nivel: 14
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Una fuerte tensión se respiraba en el salón mientras Nanashi y Len desayunaban lo habitual: Nanashi muy tradicional, algo de arroz, una pequeña sopa con verduras y un pescado muy simple y entre medias, un oloroso y fuerte café; mientras Len se inflaba lentamente a pan tostado y zumos como si se fuera a acabar el mundo.
— Esa es ya la quinta que te tomas esta mañana
— Es que estoy en época de crecimiento. Necesito nutrientes para mi desarrollo. — Respondió con la misma frialdad con la que Nanashi le reprimía su gula. Pasaron algunos minutos, y Nanashi dio un golpe en la mesa.
— ¡Ya está bien de comer! ¡¿Es que hoy no piensas largarte a clase o qué?! — Rechinó sus dientes en un gesto de ira, mientras Len se tapaba los oídos ignorando a su maestro.
— Hoy no hay clase ¿Que más te da que un día lo tenga libre? Terminare de desayunar y volveré a la cama.
El adormilado Len, seguía engullendo con un claro cansancio en su mirada y gestos; por su parte, Nanashi le observaba con una mirada completamente descolocada y confusa. No entendía como de verdad iba a ser capaz de hacer eso, y estaba deseando con todas sus ganas que el joven se marchara para comenzar su rutina en los días libres: Beber hasta altas horas y columpiarse por las más adulteras calles. Nanashi quien estaba en su mundo pensando que locales visitar ni se había percatado de la falta de su pupilo hasta pasado un rato; se levantó en su búsqueda por la casa hasta que finalmente le encontró, durmiendo. Volviendo su irritación como la de una madre que se desespera al ver a su hijo no mover un dedo, agarró le quito las sabanas mientras gritaba.
— ¡LEVANTATE Y BUSCA ALGO QUE HACER!
Len respondió con ojos llorosos mordiéndose levemente uno de los dedos con rubor en sus mejillas.
— P-Por favor... N-No sea duro conmigo senpai... — Contestó con una suave, tímida y melodiosa voz.
• • • •
— Hoy vamos a entrenar juntos en el Torreón.
— ¿Tantas ganas tienes de desfogarte por ser un adulto amargado que no ha triunfado en su vida? — Hoy el joven se había levantado con especiales ganas de molestar a Nanashi, seguramente fuera por fastidiarle el plan de estar todo el día en casa leyendo y durmiendo.
— ¿Todavía no has recibido suficiente? — Crujió sus nudillos con una sonrisa y un gesto aterrador en la mirada.
— ¡No senpai! ¡Otra vez no! ¡Y menos en público! ¡Todavía tengo dolores en zonas que no quiero mencionar! — Len se abrazó así mismo, mientras temblaba como un flan y gritaba a voces para que toda la calle le escuchara, cosa que hizo que Nanashi le propinara un buen golpe en la parte trasera de la cabeza.
— ¡¡¡QUE DEJES DE INVENTARTE ESTUPIDECES, CRIO DEL DEMONIO!!!
Caminaron cientos de metros por las inundadas calles de Amegakure en silencio, pues cada vez que Len intentaba abrir la boca para decir un comentario, Nanashi estaba remangándose la camisa negra que llevaba. Frente al gran torreón, se escuchaba un gran barullo en su interior, incluso había bastante gente todavía fuera cuchicheando.
— Vaya, parece que esta hasta los topes. Sera mejor que volvamos otro día. — Afirmó con una amplia felicidad en su tono de voz mientras se giraba para volver por donde había venido. Nanashi le agarró del cuello de la camisa en ese instante, arrastrándole por el suelo de manera humillante hasta el interior mientras Len lloriqueaba, pero su maestro ya estaba tan cansado de sus tonterías que le ignoraba.
Finalmente, ambos estaban sentados en las gradas uno al lado del otro; Nanashi se sentía muy curioso debido a la gran cantidad de gente en el interior del edificio, acariciaba su perilla con los ojos entrecerrados y algo dubitativo, mientras su pupilo miraba con prácticamente ningún interés lo que sucedía a su alrededor desde un ángulo algo inclinado, pues su cabeza reposaba sobre uno de los brazos de Nanashi con la intención de dormirse.
— Todo esto es muy aburrido. Compremos algo en la panadería que había de camino y volvamos a casa, que olía muy bien. — Ya no sabía ni porque renegar, pues Nanashi no le hacía ni el mas mínimo caso, y se aburría.
— Deja de hacer el tonto y atiende a los combates. Tal vez así aprendas algo nuevo.
Hablar (Royalblue) — Pensar (MediumOrchid)
¡Gracias a Ranko por el avatar!
Nivel: 9
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La kunoichi salio temprano de su casa, debía cumplir con un encargo de su madre el cual se trataba de comprar alimentos para la casa en el que su "misión hogareña" era comprar verduras. carne y pan.
Aquel dia estaba vestida con unos pantalones comodos de color azul marino y encima llevaba un hoodie de color blanco con detalles en un fucsia claro, antes de salir de su casa fue hacia el paraguero a tomar el suyo y colocarse el calzado que se encontraba justo al lado de la puerta.
Como era la costumbre, afuera llovia como todos los dias y aunque la villa tuviera un gran sistema de alcantarillas siempre se formaban grandes charcos justo en los bordes de la calle, los cuales debia estar saltndo para luego no entrar con los pies mojados a la casa. Nunca en la vida hasta el dia de hoy la chica se habia movido tan rapido como hoy para finalizar sus quehaceres, hoy tenia ganas de entrenar y muchas
-¡Volví!- dijo la kunoichi al entrar nuevamente en la casa y descalzarse, rápidamente se dirigió hacia la cocina y dejo todo donde debía: la carne en el refrigerador y el pan y la verdura en sus respectivos lugares de la alacena
-¡Falto dejar algo!- dijo la madre de Reika al verla salir corriendo nuevamente en dirección de la puerta, la chica pensó en que podría estar olvidándose dejar, el dinero lo había dejado en la mesa cerca de su madre y no sabia que otra cosa podría llegar a ser....fue entonces cuando ambas kunoichis sonrieron la una a la otra, Reika volvió hacia su madre a darle un beso en la mejilla -Volveré antes de la cena- le dijo a su madre a modo de despedida
Nuevamente salio a las calles de la villa, nuevamente esquivar charcos de agua a los saltos. Cualquier ninja de otro lugar se desanimaría con tantos días de lluvia, pero en Amegakure todos los días eran de lluvia y sus habitantes aprendieron a convivir con ella al punto de que se sentía verdaderamente desafortunados los raros días en los que ella no caía del cielo.
Noto que mucha gente se dirigía al mismo lugar que ellla: El torreón de pruebas, lugar en el cual se hacían presentaciones y retos y muy cada tanto se usaba para entrenar -¿Me parece a mi o a todos se les dio por entrenar en el mismo lugar?- se pregunto la chica al entrar a la recepción del edificio -¿Quizá algún evento y yo no me entere?- sus dudas se disiparon cuando se dirigió donde la recepcionista y pidió información, resulto como pensaba en un principio...solo fue una casualidad.
Dentro el predio camino mirando a un lado y el otro, intentando ver si se topaba con alguien conocido al menos, pero no lo consiguió entre tanta gente y se puso a buscar algún lugar donde practicar con sus shurikens o, al menos, alguien que quisiera compartir su diana con ella
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Conforme las manecillas de un reloj que no existía iban avanzando, más gente iba entrando a aquella sala principal del torreón. No había ningún torneo ni nada parecido, simplemente un montón de jóvenes entusiastas.
¡Esta vez no habrá ningún senpai o profesor que pueda venir a salvarte!
Gritó con ánimos de intimidar a su oponente, era uno de los dos ninjas que estaban siendo rodeados por el genterio cercano a las gradas. Un joven de una larga melena castaña recogida en una cola de caballo a efectos prácticos para el entrenamiento.
Al único que salvaron fue a ti.
Sin dejarse llevar por las palabras de su oponente, respondió con un tono que no parecía estar manejado por las a veces incontrolables emociones de los jóvenes reclutas. Seguidamente se acomodó la bandana que mantenía a raya una desmechada cabellera negra, se notaba en su atuendo que había largas horas de práctica más que nada por lo gastadas que estaban en algunas partes.
No demoraron mucho más en dar inicio al duelo de entrenamiento, golpes y patadas eran lanzadas, bloqueadas y desviadas por igual, no era mentira decir que en combate cuerpo a cuerpo estaban relativamente al mismo nivel.
Aiko, quien disfrutaba de su bocadillo, llegaría a una distancia que le permitiría tener una vista privilegiada del combate y del par que habían buscado un lugar cerca de ellos.
El par en cuestión serian Ayame y Kori quienes se preparaban para dar inicio a su propio entrenamiento. A menos que estuviesen sordos, habrían escuchado con claridad las palabras del par que estaban peleando.
Cercano al lugar donde había elegido Keisuke para descansar, había una diana de tiro que parecía haber sido dejada atrás momentos previos a su llegada, diana que sin duda algunas sería la mejor opción para Reika. Una diana para prácticar su lanzamiento de shuriken y un sujeto desconocido que tenia un tobillo luminoso ¿Qué podía salir mal?
Nivel: 11
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La chica caminó hasta llegar al extremo lateral del edificio, cerca de una de las gradas. Su primera intención fue alejarse de todo posible problema, pero justamente parecía haber logrado sacar a la perfección el efecto contrario. A su paso, no pudo evitar obviar una intensa conversación de rivalidad; un par de chicos parecían disputar algo, y no tenían pensamiento de dejar escapar ésta ocasión para zanjarlo todo a base de golpes. Al menos intentó disimular, y continuó con su paso un tanto mas ligero para alejarse lo mas que pudo. Llegó hasta casi el borde, donde parecía estar a salvo de algún golpe fuera de control, un lugar donde el pequeño bollito de crema parecía estar a salvo junto a su portadora. Allí, y una vez a salvo, dejó caer un suspiro de alivio.
—En fin... —Susurró para si misma.
De nuevo, le propinó al susodicho un bocado. Ni grande ni pequeño, suficiente para saborearlo. Entre tanto, su mirada no pudo alejarse demasiado de la acalorada disputa que mantenían a escasos metros de ella. Difícil sería obviarla. Una sucesión de golpes realmente calculados y elaborados se iban escalonando en fuerza y destreza con suma eficiencia. Sendos shinobis parecían estar a la misma altura en lo correspondiente al Taijutsu, parecían destinados al empate. Por otro lado, era fascinante verlos pelear, tenían una técnica limpia y realmente correcta.
En lo que canta un gallo afónico, la chica terminó de tomarse el primer bollito de crema. Tras ello, se decidió por volver a echar un vistazo a su alrededor. Antes de que pudiese terminar siquiera el vistazo, una cara le vino realmente familiar; bueno, mas que familiar conocida. Se trataba de la estudiante que conoció unos días atrás, Ayame. Ésta iba acompañada por un chico alto y fornido, con tez mas blanca que un suelo de mármol.
Ni lo pensó, dejó la bolsa con los bollitos en el sitio y caminó hacia la estudiante.
—Hey, Ayame. ¿Entrenando de nuevo? Cada vez buscas mejores entrenadores personales... qué gancho con los chicos. —Bromeó, guiñando un ojo y sacando la lengua. —Por cierto, soy Watasashi Aiko, un placer.
Claramente, no iba a desperdiciar la oportunidad de presentarse al chico.
Nivel: 32
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Ayame titubeó durante un breve instante. El tiempo suficiente para que Kōri decidiera tomar la iniciativa. Su hermano desapareció en un abrir y cerrar de ojos, y antes de que pudiera siquiera reaccionar un dolor punzante en el costado le hizo arquear el cuerpo con un débil gemido.
—No dudes. Eso sólo le dará la ventaja a tu enemigo. —La voz de Kōri sonó junto a ella, tajante y fría como el hielo.
A Ayame le costó unos segundos recobrar el aliento, pero en cuanto recuperó el aliento se revolvió sobre sí misma, giró sobre sus talones y lanzó el puño derecho con todas sus fuerzas. Pero él ya la había visto venir. Ayame chasqueó la lengua cuando sintió sus dedos cerrándose en torno a su antebrazo y bloqueando su movimiento como un auténtico muro. Un súbito tirón en las parte inferior de las piernas la sorprendió.
—¡Ah! —aulló, dolorida, al dar con sus huesos en el suelo.
Cerca de ella, e inamovible, Kōri la observaba con fijeza.
—Tienes que separar un poco más las piernas, tenías el centro de gravedad desplazado —dijo, y Ayame volvió a chasquear la lengua con irritación contenida. Él le hizo un gesto con la mano—. Vamos. Levántate y golpéame.
Ella se reincorporó. Pero en lugar de obedecer, se encaró a él.
—Jo... ¿Por qué estamos practicando el taijutsu? Eso lo aprobé en el examen... —protestó.
Y fue un craso error.
En otro abrir y cerrar de ojos, Ayame volvía a estar tumbada en el suelo.
—Que lo hayas aprobado no significa que no tengas que pulirlo. Además, tendrás que volver a pasar esa prueba, así que la próxima vez lo harás mejor aún. Y ahora deja de quejarte y golpéame.
Ayame se reincorporó de mala gana, pero cuando ya estaba flexionando las piernas para lanzarse al ataque, alguien la llamó.
—Hey, Ayame. —Para su sorpresa, se trataba de Anko. La chica de cabellos rojos como el fuego que había conocido hacía poco en la academia de Amegakure—. ¿Entrenando de nuevo? Cada vez buscas mejores entrenadores personales... qué gancho con los chicos —le guió un ojo, y ella volvió a tensarse como la cuerda de un arco—. Por cierto, soy Watasashi Aiko, un placer.
«Eso. Aiko.»
—E... en realidad él es mi hermano. Aotsuki Kōri —le presentó. Él había estado observando a la recién llegada con indiferente fijeza, pero inclinó la cabeza con respeto cuando su hermana pronunció su nombre.
—¿Qué haces por aquí, Aiko-san?
Nadie fue consciente del hecho, pero a espaldas de Aiko, un par de chicos había tomado la bolsa con los bollitos y ahora se largaban entre carcajadas mal disimuladas...
Nivel: 16
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Mantuve la concentración y mi palma seguía emitiendo un brillo tenue, algunas miradas se abalanzaron sobre mí mientras restauraba las alteraciones que aquejaban a mi tobillo, pero ninguna duro poco más de cinco segundos. Desde mi posición pude observar como el bululú de ninjas y estudiantes hacían de las suyas en la arena y como otros tantos nos limitábamos a observar.
Tras unos breves minutos terminé de sanarme y me puse de pie para rectificar que todo estuviese en orden, así que di unos cuantos pasos por los alrededores, visualizando nuevamente a los espectadores que se encontraban en mi vecindad.
Encontré un apartado que habría pasado por alto, por el afán o por quien sabe qué otra cosa, y detalle que era el lugar apropiado para practicar un poco la puntería. -Shurikens, Kunais y senbons.- Murmuré mientras recordaba mis armas arrojadizas. No obstante, aquel lugar no se encontraba solo, pude visualizar una figura femenina, una chica rubia de cabellera corta y contextura delgada, ojos azules y vestimenta morada, parecía que entrenaría su puntería también.
-Buenas buenas- Salude cordial mientras me acercaba unos pasos a ella.-¿Vas a practicar?- Quizá podemos competir y ver quien tiene mejor puntería.- Propuse para animar un poco la situación.
-¿Sabes por qué hay tanta gente aquí hoy?- Pregunté de manera directa mientras buscaba mis shurikens.
Nivel: 9
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Luego de un momento buscando una diana que estuviese desocupada, la solución se presento sola, unos chicos desocuparon la que estaban usando e inmediatamente decidi utilizarla. Mientras caminaba hacia ella comprobé mi portaobjetos, no tenia tantas armas arrojadizas como a ella le gustaría tener, pero eran suficientes.
Justo cuando la kunoichi llego a la zona elegida y estaba a punto de lanzar un shuriken en cada mano escucho la voz de un muchacho -Hola! Que tal?- saludo al recién llegado de buenas maneras, aunque la verdad era que le había faltado presentarse -Estaba por practicar lanzar y desviar mi propia arma para sorprender a algun enemigo, pero puedo hacerlo en otro momento, practiquemos si gustas le dijo invitandole a que se coloque en el lugar indicado para iniciar el entrenamiento entre ambos, tal vez pudieran aprender algo el uno del otro -Por cierto, Yamanaka Reika! mucho gusto! se presento al muchacho
-En principio pensé que había algún tipo de evento, pero luego caí en la cuenta de que seguro se le dio a todo el mundo por entrenar el mismo día y en el mismo lugar- dijo la chica sonriendo
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Mogura prestaba atención a lo que ocurría en aquella arena, puntualmente lo que pasaba en el combate de aquellos chicos. No era una persona que esperaba verse en ese tipo de confrontaciones muy seguido, era un médico, lo que observaba realmente era los golpes que se daban los oponentes.
Supongo que si son simples moretones será relativamente fácil tratarlos...
Especulaba el joven médico esperando no tener que vendar a nadie ni hacer un torniquete, con un poco de suerte tampoco tendría que amputar ningún miembro.
Como había pasado en otros puntos del torreón, nuevos grupos se iban formando, conocidos y desconocidos se reunian para socializar y enfrentar una jornada de entrenamiento juntos. La mortal e inmortal pelirroja se había encontrado con la joven Aotsuki y su hermano, el Aotsuki blanco. Por otro lado Keisuke habría dado el primer paso e invitaría a Reika a entrenar lanzamiento de armas arrojadizas.
Dentro del perímetro, donde se estaba llevando a cabo aquel entrenamiento-duelo, parecía que las cosas se empezaban a acalorar. Los golpes empezaban a tomar cierta contundencia, los oponentes optaban por desviar las patadas y puñetazos pues parecía que tenían mayor potencia de lo usual, posiblemente a causa de la intervención del chakra de los usuarios.
Llegado un punto se hizo una pequeña pausa, ambos ninja se encontraban separados por una distancia considerable pero aún se mantenían dentro del área delimitada por la gente. Uno de ellos, el de cabellera castaña, llevaría una de sus manos hasta su portaobjetos y tomaría tantas shuriken como pudiese. El otro chico deslizaría su palma dentro de la manga de su otro brazo y después de un sordo puff sacaría una espada corta. El fin de aquella wakizashi no era otro que el de bloquear las armas arrojadizas que su oponente le estaba lanzando mientras que a su vez avanzaba dando cortos pasos con la intensión de cerrar la distancia que los separaba.
Nivel: 11
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Para cuando la pelirroja interrumpió la conversación, o inicio de entrenamiento, la cosa parecía comenzar a caldearse bastante. El chico tenía un semblante realmente frío y de pocos amigos, pero tenía algo que realmente incitaba a quererlo. ¿Sería quizás ese aire de malote? ¿Quizás esa actitud rancia hacia su hermana? ¿Ese despecho? No lo comprendía del todo, pero realmente ya tendría tiempo en otro momento para labrar una hipótesis escrita de unas centenas de hojas. Antes de darse cuenta, ya había saltado a la presentación, interrumpiendo a ambos, y conociendo el nombre del ejemplar masculino de la familia Aotsuki. Por suerte o desgracia, era familiar de la chico, no cosa de que ésta joven tuviese mas dotes ligando que la pelirroja.
Por un momento casi deja caer un suspiro de alivio, delatandola en el acto, pero se resistió ferreamente. Sonrió, pareciendo algo avergonzada ante su comentario tan ridículo, pero poco tiempo le faltó a la pequeña para lanzarle una pregunta. Sin pelos en la lengua, indagó sobre la causa por la que ésta estaba allí.
—Pues... no sé. Comencé a andar, pillé unos bollitos, escuché a mucha gente por aquí, y una cosa llevó a la otra, la otra a la una... y en fin, aquí estoy. —Confesó algo avergonzada, mientras se llevaba las manos a la nuca.
»La verdad es que hoy hay bastante gente aquí. ¿Habrá algún tipo de competición o algo? —Inquirió la chica. —Por cierto, siento haber interrumpido la discusión... No era mi intención, pero tampoco pude evitar meterme en medio. No pensé que fuerais hermanos... sois tan diferentes... Casi te confundí con alguien que se metía con Ayame.
No demasiado lejos de éstos, la trifulca que había comenzado con duros golpes no siguió si no en aumento, llegando ahora a armas demasiado afiladas y mortíferas. Las amenazas no había caído en un balde roto, tenían verdaderas intenciones en cumplirlas. Pero ésta trifulca sin duda no llegaba a destacar tampoco demasiado, en todos lados habían de éstas, en mayor o menor grado.
«Mmmm... parece bastante mayor, quizás 20 años... ¿Será posible que me reconozca? Yo no le recuerdo... pero... ufff... Que polvo tiene...» La chica de pronto se puso mas roja que un tomate. Su mente divagó desde una esquina lógica y esquemática, hacia lo mas surrealista y alocado. «¡Idiota! ¡Deja de pensar esas tonterías! Aunque... si que lo tiene, ¿eh?»
—Vosotros... ¿Habéis venido a entrenar? —Preguntó con un tono algo menos confiado.
«Bien, pedazo de idiota... arreglado...»
¿Debía pegarse un tiro, o bien salir corriendo? Dios, las hormonas la estaban matando poco a poco...
Nivel: 32
Exp: 71 puntos
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—Pues... no sé. Comencé a andar, pillé unos bollitos, escuché a mucha gente por aquí, y una cosa llevó a la otra, la otra a la una... y en fin, aquí estoy —respondió la pelirroja, llevándose ambas manos a la nuca, y Ayame no pudo evitar sonreír a su vez. Mientras tanto, Kōri seguía igual de inmutable que al principio—. La verdad es que hoy hay bastante gente aquí. ¿Habrá algún tipo de competición o algo?
—Eso fue lo que pensé al ver a tanta gente reunida, pero...
—No. No hay ningún evento —completó su hermano por ella.
La verdad es que resultaba bastante extraño. E inquietante. Muchas veces el Torreón de Pruebas se llenaba de gente, pero Ayame nunca había visto algo similar. Como si a todos les hubiera dado el venazo de entrenar... al mismo tiempo.
—Por cierto, siento haber interrumpido la discusión... —añadió Mariko—. No era mi intención, pero tampoco pude evitar meterme en medio. No pensé que fuerais hermanos... sois tan diferentes... Casi te confundí con alguien que se metía con Ayame.
Ayame palideció súbitamente. Lívida como un bloque de hielo, le costó un tiempo responder. Incluso Kōri se dio cuenta de aquello, y durante un breve instante clavó sus ojos en ella.
—A... ¡Ah, no! ¡Claro que no! —se apresuró a responder, entre atropellados balbuceos. En un gesto inconsciente se llevó una mano a la cinta de tela que cubría su frente, asegurándola. Se rio, lago nerviosa—. Kōri sólo se había ofrecido a entrenarme, ya que hoy no hay clases. ¿Verdad?
Él asintió quedamente, pero sus iris seguían clavados en ella y Ayame terminó por estremecerse como si le hubieran echado un cubo de agua congelada por encima de la cabeza.
—Tranquila, no eres la primera persona que piensa que no nos parecemos —añadió, con una risilla.
Un súbito estruendo llamó su atención. Cerca de allí, dos chicos habían estado entrenando dentro del corrillo formado por la gente que se agolpaba alrededor de los dos combatientes, jaleándolos y abucheándolos a partes iguales. Pero parecía que el encontronazo estaba alcanzando cotas peligrosas. Hasta los oídos de Ayame llegó el sonido del repiqueteo en el metal al chocar contra varios objetos de forma rápida y consecutiva. Desde su posición no era capaz de ver qué era lo que estaba ocurriendo, pero Kōri entrecerró ligeramente los ojos y, tras pensárselo un instante, avanzó con paso lento hacia el corrillo. La bufanda que llevaba anudada en torno al cuello ondeaba tras su espalda como un estandarte.
—¿Dónde vas? —le preguntó Ayame, pero no recibió respuesta. Angustiada, miró a la pelirroja—. ¿Crees que deberíamos ir, Mariko-san?
Nivel: 16
Exp: 28 puntos
Dinero: 3500 ryō
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La euforia y los fritos de las gradas se podían oír claramente en aquel apartado de puntería, cualquiera podría decir que se hubiese programado un gran evento, pero por lo poco que había podido percibir nadie realizó ninguna convocatoria.
”Cuan animada está la gente por allá”
-Mucho gusto Reika, soy Keisuke, Inoue Keisuke. Me presenté estirando mi mano de una forma un tanto formal para la situación. -Así que veo que estás practicando algo un tanto complejo, yo aún no he intentado desviar mi shuriken con otra y así atacar a mi rival.- Confesé
-Ojala surja algo interesante, hay bastante gente, podríamos hacer una competencia pro grupos o algo así.- Dije mientras pensaba en algún tipo de gincana, pero a mi mente venían puros juegos infantiles, así que borré esa idea de mi mente.
-¿Estás lista?- Pregunté mientras sacaba 3 shurikens y adoptaba una posición cómoda para lanzarlos con la mejor precisión posible. Esperé a que la chica se acomodase y sacara sus armas. -Primero tú y luego yo- Expliqué y dije para lanzar mi estrella luego del arma de Reika.
Mi estrella volaría rápidamente en dirección blanco, quedando incrustada de una de las puntas metálicas, no obstante, no daría precisamente en el centro, sino que quedaría un tanto desviada a la izquierda, pero no estaba del todo mal.
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