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—Yo no subestimo a nadie, colega. Sólo resalto lo que me parece obvio, pero vamos; si tan empeñado estas en hacerme cambiar de opinión, hagamos lo siguiente: un combate, tú y yo, para ver qué tan lejos te puede llevar esa superdotación tuya de la que has de estar muy orgulloso. ¿Qué dices?
Las palabras parecían afectar bastante a aquel chico pez. No importaba si eran buenas o malas, daba igual el tono con el que las pronunciases. De hecho, yo estaba casi seguro que era más fácil engañarle solo con palabras que derrotarle en un combate físico. Sobre todo en un lugar como aquel. El mar seguro que le daba ventaja a alguien que parecía haber salido de allí.
Me puse en pie tranquilamente sin apartar la mirada de él. Suspiré y realice una serie de sellos. Terminé mordiéndome el dedo y plantando la palma de mi mano sobre el frio acero de la plataforma. Entonces, de una pequeña nube de humo surgió un cuervo Blanco como la nieve, con los ojos rojos como la sangre.
Yuki era un Cuervo albino. El único de la familia con esas características. Algunos miembros lo rechazaban por el color de sus plumas, pero la verdad es que era el más serio y tranquilo de casi todos los cuervos. Al menos no era adicto a las telenovelas ni se creía el más guapo de todo el bosque.
—¿Cómo habías dicho antes? —Dije llevándome una mano a la barbilla pensativo mientras Yuki se posaba sobre mi hombro. —A, sí “En fin, compañero, que lo de invocar es otra liga. Cuando llegues ahí, hablamos sobre combatir, ¿te parece?
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22/10/2017, 18:04
(Última modificación: 22/10/2017, 18:06 por Umikiba Kaido.)
Kaido, por lo general, era un tipo bastante diestro para hacer que otros perdiesen los estribos. Incontables fueron las ocasiones en que sus provocaciones obligaron al prójimo a dar el primer swing, lo que le daba total potestad para patearles el culo y declararse en defensa propia. Con Reiji, sin embargo, aquello no estaba funcionando. No, él no parecía querer caer en provocaciones. Quizás, porque su inteligencia le permitía detectar las intenciones del gyojin. Quizás se sabía tan inferior en tantos aspectos que pelear, desde luego; no era una buena opción.
Pero claro, él tenía sus trucos. Y allí, tuvo la oportunidad perfecta para sacarse un pequeño as de bajo la manga.
Una serie de sellos, un poco de sangre deslizándose por sus dedos y puff; una nube de humo cubriendo una pequeñísima área de la plataforma. De la cual emergió, no obstante, un animal alado de color blanquecino y con los ojos tan rojos como la mismísima sangre que había servido para invocarle.
—¿Cómo habías dicho antes? —Dije llevándome una mano a la barbilla pensativo mientras Yuki se posaba sobre mi hombro. —A, sí “En fin, compañero, que lo de invocar es otra liga. Cuando llegues ahí, hablamos sobre combatir, ¿te parece?
—Y... ¿se supone que debo impresionarme porque has invocado a un pajarraco albino que podría hacerlo desaparecer de un sólo mordisco? —dijo, sonriente—. no me jodas, Reiji-kun. ¿Eso es todo lo que tienes?
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—Y... ¿se supone que debo impresionarme porque has invocado a un pajarraco albino que podría hacerlo desaparecer de un sólo mordisco? —dijo, sonriente—. no me jodas, Reiji-kun. ¿Eso es todo lo que tienes?
Como tantas otras veces a lo largo de mi estancia en esa plataforma, el hombre pez intentaba una y otra vez de forma fallida llevarme hacia una pelea que, seguramente, estaba más que perdida. Aunque realmente me apetecía en aquel momento darle una patada en el trasero, no tenía intención alguna de que un pez me pescara.
—Se trata de ninjutsu de alto nivel, si tan buenos sois los de la generación de oro, deberías no solo conocer la técnica, sino también ser capaz de dominarla, así que si eres tan bueno como realmente dices ser, adelante, demuéstralo, haz una invocación.
De cualquier modo, no esperaba que fuera capaz de hacerlo. No hacía falta solo cierto conocimiento del nijutsu, por lo que yo sabía, había que firmar primero en el pergamino. Cualquier shinobi podía hacerlo, claro. Sin embargo yo creía fervientemente que Umikiba Kaido no era capaz de hacerlo. Podía llevarme una sorpresa, claro, entonces no me quedaría más remedio que cerrar la boca. Pero por el momento tenía que apostar a aquella carta.
—No creerás que soy tan idiota como para pelear con un tiburón en mitad del mar ¿verdad? Soy consciente de que en un lugar como este tienes bastante ventaja, y que aquí podrías ganar casi a cualquiera.
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—Se trata de ninjutsu de alto nivel, si tan buenos sois los de la generación de oro, deberías no solo conocer la técnica, sino también ser capaz de dominarla, así que si eres tan bueno como realmente dices ser, adelante, demuéstralo, haz una invocación.
El gyojin sonrió complacido, y volvió a tumbarse en la plataforma.
—Claro, ¡haz una invocación! como si tú y yo no supiéramos ese pequeño detalle necesario para poder ejecutar un Kuchiyose sin que la técnica por sí sola, no resulte ser una habilidad inútil, al menos hasta que tengas algo a lo qué invocar. Como ese cuervo tuyo, por ejemplo.
—No creerás que soy tan idiota como para pelear con un tiburón en mitad del mar ¿verdad? Soy consciente de que en un lugar como este tienes bastante ventaja, y que aquí podrías ganar casi a cualquiera.
—No, si idiota no eres, precisamente. O hace un buen rato ya habrías intentado romperme los dientes. Tengo que darte puntos por no caer en la tentación que me permitiera darte una paliza alegando algo tan factible como la defensa propia. Usualmente, me suele funcionar; pero tú...
Un molesto chasquido de dientes, y continuó.
—Así que cuervos, ¿eh? ¿Es tu única especialidad, o perteneces a algún clan? dime: ¿qué más sabe hacer el sabelotodo de Karasukage Reiji?
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—Claro, ¡haz una invocación! como si tú y yo no supiéramos ese pequeño detalle necesario para poder ejecutar un Kuchiyose sin que la técnica por sí sola, no resulte ser una habilidad inútil, al menos hasta que tengas algo a lo qué invocar. Como ese cuervo tuyo, por ejemplo.
Al menos el hombre pez no era solo musculo. Parecía que tenía algo de cabeza y algo de conocimiento. Tal vez cualquier otro idiota podía haber intentado invocar algo, quedando en ridículo, pero él… cada vez me resultaba más interesante. Aun así, tampoco me apetecía seguir tentando a mi suerte, tal vez ya había gastado demasiada.
—No, si idiota no eres, precisamente. O hace un buen rato ya habrías intentado romperme los dientes. Tengo que darte puntos por no caer en la tentación que me permitiera darte una paliza alegando algo tan factible como la defensa propia. Usualmente, me suele funcionar; pero tú...
—Pero yo no tengo ningunas ganas de pelear en desventaja, no numérica, claro, pero ni yo ni los cuervos respiramos bajo el agua. —Terminé la frase por él. Solo porque sentí que tenía que hacerlo. —Tú tienes pinta de poder hacerlo, aunque también puede que no, pero en lo personal, no me gusta jugármela, prefiero analizar primero las cosas, sin precipitarme. Estoy casi seguro que, incluso un jonin, estaría en problemas peleando contigo en el mar.
—Así que cuervos, ¿eh? ¿Es tu única especialidad, o perteneces a algún clan? dime: ¿qué más sabe hacer el sabelotodo de Karasukage Reiji?
—Me reservo mis trucos por si algún día nos vemos obligados a patearnos el trasero mutuamente.
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—Me reservo mis trucos por si algún día nos vemos obligados a patearnos el trasero mutuamente.
Kaido infló los cachetes, y sopló con desgano. Luego, miró fijamente al muchacho y su cuervo.
—No creo que suceda pronto, salvo a que te animes a quedar un día para entrenar como Ame no kami manda. En lo personal me vendría bien, ¿sabes? tener un muñeco de práctica que pueda invocar cuervos para hacerme los mandados mientras estoy ocupado. ¿Acatan órdenes, ellos? ¿o van a su bola?
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—No creo que suceda pronto, salvo a que te animes a quedar un día para entrenar como Ame no kami manda. En lo personal me vendría bien, ¿sabes? tener un muñeco de práctica que pueda invocar cuervos para hacerme los mandados mientras estoy ocupado. ¿Acatan órdenes, ellos? ¿o van a su bola?
Aunque tenia verdaderas ganas de asesinar al chico pez en aquel mismo momento, sabía por su comportamiento que estaba intentando picarme. Como un pescador que espera pacientemente que el pez muerda el anzuelo. Solo que Umikiba Kaido no parecía para nada paciente. De hecho parecía casi desesperado porque yo intentara atacarle. No iba a pasar. No era su día de suerte.
—Lo siento, pero yo soy un alma libre, no el muñeco de nadie. Con los cuervos pasa lo mismo, ellos hacen lo que quieren, cuando quieren y como quieren. Pero como somos una familia, peleamos por nuestros hermanos cuando es necesario.
No sé qué más necesitaba hacer para hacerle entrar en su, tal vez muy pequeño, cerebro que yo no tenía la más mínima intención de pelearme allí con él. Tal vez en una situación neutral o en una situación ventajosa para mí me lo hubiese planteado. Pero allí y en ese momento, bajo las circunstancias en las que me encontraba, la respuesta era clara: No.
—Tu sin embargo pareces desesperado por mostrar tus capacidades, supongo que es por la situación, sabes que el mar es tu territorio, que no puedes perder, y claro, te vuelves valiente.
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... tu sin embargo pareces desesperado por mostrar tus capacidades, supongo que es por la situación, sabes que el mar es tu territorio, que no puedes perder, y claro, te vuelves valiente.
—¿Otra vez con eso del mar? ¡qué cansino, joder! además, se supone que el mar no es sólo mi territorio. Es el territorio de todos los amejin, pues nos entrenan para ser más habilidosos que el resto siempre que haya agua rodeándonos. ¿O es que te saltaste esa clase de la academia?
Rodó los ojos casi poniéndolos blancos, y se levantó de nuevo de la plataforma.
—En fin, que si no nos vamos a pegar, realmente no me apetece seguir esta absurda conversación. Cuando te crezcan un par de cojones y quieras medirte conmigo, vivo en el sector Mizouku. Búscame y nos pegamos como debe ser.
Le pasó por al lado, y luego saltó de la plataforma, cayendo sobre el agua con sus pies por encima de la superficie. Alzó el brazo, y se despidió.
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—¿Otra vez con eso del mar? ¡qué cansino, joder! además, se supone que el mar no es sólo mi territorio. Es el territorio de todos los amejin, pues nos entrenan para ser más habilidosos que el resto siempre que haya agua rodeándonos. ¿O es que te saltaste esa clase de la academia?
Ya, los shinobis de ame entrenaban para convivir con el agua. Con el agua de la lluvia, con el agua del lago que los rodeaba. Sin embargo, y esperaba que el pez no pudiera leerme la mente, ese estúpido pescado estaba olvidándose de una cosa: Él era, literalmente, como un pez en el agua. Yo, sin embargo, aún era un pájaro que estaba intentando aprender a volar. No merecía la pena que me diera una paliza.
—En fin, que si no nos vamos a pegar, realmente no me apetece seguir esta absurda conversación. Cuando te crezcan un par de cojones y quieras medirte conmigo, vivo en el sector Mizouku. Búscame y nos pegamos como debe ser.
—Adiós, Umikiba Kaido, algún día te buscare, no te preocupes.
Pero ese día no sería pronto. No tan pronto como el hombre pez lo deseaba. Yo no estaba preparado. Me falta entrenamiento. Mucho entrenamiento. Y aún tenía que descubrir los entresijos del pacto con los cuervos. Aún tenía que aprender alguna que otra técnica de las de mi padre.
Sin embargo, tal vez el destino tenía otros planes para nosotros. Al menos, eso fue lo que pensé mientras volvía a casa. La verdad era que ya no me quedaban ganas de seguir por la calle.
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