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16/04/2018, 23:55
(Última modificación: 16/04/2018, 23:58 por Eikyuu Juro.)
El Morikage suspiró ante las respuestas de Juro. Juro sintió como el pecho le ardía. ¿Le había decepcionado? ¿Esperaba otra cosa? ¿Sus dudas estaban mostrando que no era fiel a su aldea?
«Esto es una locura... Solo un loco no dudaría... » — pensó. Pero... ¿Era cierto? La cabeza le dolía. Ya ni si quiera podía pensar racionalmente.
—Estoy seguro de que es algo difícil de asimilar, pero tu vida tampoco cambiará tanto. Vivirás como un ninja de Kusagakure y te encargarás de servir de jaula para ese monstruo. Será tu misión, y te entrenarás para que sea todo un éxito todos los días de tu vida. Lo que haces ya. Pero con una gran responsabilidad. Más... que la mía.
Juro aspiró y dejó escapar el aire, con fuerza.
« ¿Una jaula? ¿Eso voy a ser a partir de ahora?» — No se le escapó el tono con el que hablaba. Lo que había sido camuflado como una sutil petición indirecta, ahora era claramente una imposición. Juro lo será, aunque él no quiera.
Y ahí, se sintió pequeño. Muy pequeño. Era solo un genin atrapado en aquel juego de guerra y poder político. Y con su poder, no podía decir nada. Por mucho que se negase, su Kage estaba ahí delante. Esa era la razón por la que le había citado ahí, solo, durante la noche. La pelea solo había sido una farsa.
« Quizá... quizá solo quiso probarme » — Pero algo en él lo dudó. Después de todo, la decisión parecía haber estado tomada desde el momento en que le había llamado. ¿Reafirmarse, quizá?
El hombre continuó hablando, aunque omitió muchas de las dudas de Juro. No le contestó nada acerca del Bijuu al que se supone que tendría que custodiar
—En cuanto a por qué tú...Es porque no puede ser nadie más. Tú eres la apuesta segura. Tiene que ser alguien joven, por necesidad, a más joven mejor. Y de los jóvenes ninjas de esta aldea, tú eres el mejor de todos, Juro-kun.
Los halagos ya no le hicieron tanta gracia. No en ese momento.
— Ya veo — dijo, con un tono carente de la felicidad que antes había tenido, cuando le habían alabado. Aunque tampoco supo si creerlo. Por un lado, explicaba el por qué le había tocado a él. Aunque nunca se había considerado el mejor de nada —. Pero... ¿De verdad es seguro? ¿Esa cosa... no intentará escapar de mi? ¿No podrá hacerme nada?
No es que se lo estuviese pensando, ni mucho menos. No estaba comprando frutas en la verdulería o una nueva espada ninja. Ya que no había más opción, quería saber a qué se estaba enfrentando.
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—Oh, por supuesto que, si pudiera, intentaría escapar de ti —dijo—. Pero ahí es donde termina tu trabajo de hacerte fuerte y poderoso y empieza el nuestro de retenerla. No te preocupes. Haremos que ni siquiera pueda comenzar a intentarlo.
Kenzou se agachó y movió el mango de la espada hacia adelante y hacia atrás, desprendiéndola del tatami. Realizó una serie de sellos y volvió a hacer desaparecer el arma en una pequeña nube de humo blanco.
—No te voy a engañar: tienes poca elección en esto —dijo—. Es una orden, evidentemente. Pero ya que vas a ser nuestro jinchuuriki y yo voy a seguir siendo tu kage hasta mi vejez me impida pegarle palizas a mis genin... Será mejor que nos llevemos como un padre y un hijo.
Se acercó a las escaleras y comenzó a bajar por ellas.
—¿Tal vez podríamos seguir hablando de esto en mi despacho, con una taza de té?
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—Oh, por supuesto que, si pudiera, intentaría escapar de ti —dijo, y Juro volvió a tener un escalofrío. No solo iba a ser una jaula. Iba a tener al enemigo de la villa dentro de él, luchando por salir—. Pero ahí es donde termina tu trabajo de hacerte fuerte y poderoso y empieza el nuestro de retenerla. No te preocupes. Haremos que ni siquiera pueda comenzar a intentarlo.
— Entiendo — murmuró. A decir verdad, sintió algo de alivio. Supo que el hombre estaba siendo sincero con él. Bien podría haberle engañado —. Eso me alivia. Al menos un poco.
¿Pero cómo será? quiso preguntar, pero no sintió fuerzas de hacerlo. Porque era un genin inexperto y por mucho que preguntase, no iba a entender mucho.
« Fuinjutsu. Todo se resume en esto. Quizá Furui supiese algo del tema » — reflexionó Juro. Su abuela era bastante buena al respecto. Ella le había enseñado lo poco que sabía. Pero desde luego, dudaba que su habilidad llegase a tales extremos. ¿Cómo podría sellar a una cosa tan grande en un cuerpo tan pequeño?
Las dudas no se quedaban ahí. ¿Cómo sería el proceso? ¿Dolería? ¿Cómo sería tener una cosa... dentro de él, permanentemente? ¿Lo notaría de alguna forma?
Juro tuvo un escalofrío muy peligroso. El solo pensar en las posibilidades era aterrador.
—No te voy a engañar: tienes poca elección en esto —dijo, y mientras lo hacía, liberó al genin, volviendo a guardar la espalda en su interior—. Es una orden, evidentemente. Pero ya que vas a ser nuestro jinchuuriki y yo voy a seguir siendo tu kage hasta mi vejez me impida pegarle palizas a mis genin... Será mejor que nos llevemos como un padre y un hijo.
Juro asintió. Sin embargo, la sonrisa que probablemente habría esbozado por su comentario, se vio eclipsada por una mueca de dolor.
« Desde luego, espero que no seas como mi anterior padre » — pensó, sombrío. La palabra "padre" no había sido la mejor elección de palabras por su parte.
Pero la familiaridad con la que le habló no le pasó desapercibida, aun con lo dolido que estaba. Como había imaginado, él solo era un genin: quisiera o no, esa cosa iba a ser sellada por él. Por mucho que montase una pataleta o tratase de escapar, no tenía salida. Se había decidido así.
Suya era la decisión de llevarse bien con su Kage, o incluso odiarlo por lo que estaba a punto de hacerle.
Mientras se levantaba, y su mente se debatía, el Morikage avanzó hacia las escaleras. Volviendo al tono de familiaridad, le habló, esta vez de forma más calmada.
—¿Tal vez podríamos seguir hablando de esto en mi despacho, con una taza de té?
Dudó durante unos segundos. Pero al final, hizo lo que siempre había hecho.
— Está bien, Morikage-sama — Juro asintió, y trató de sonreír de nuevo —. Creo que un asiento y algo de beber me vendrá bien.
Y fue detrás del hombre, esperando que tras la conversación que estaban a punto de tener, pudiera calmar aquella vorágine emocional que le estaba arrasando en ese instante.
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Una inusual pareja de ninjas compartían un curioso momento con sendas tazas de té en el despacho del Morikage. Una de ellas era el Morikage mismo, que en esos momentos se encontraba dándole un buen sorbo al suyo. El otro era Eikyuu Juro, un joven genin marionetista cuya vida iba a dar un giro inesperado de ciento ochenta grados.
Kenzou depositó la taza sobre la mesa y observó a Juro con una sonrisa.
—Debo de pedirte disculpas, Juro-kun. Creo que me excedí en el... ímpetu con el que te comuniqué la decisión de que fueras jinchuuriki —dijo—. Quiero que sepas que para mi seguirás siendo un ninja de kusagakure más. Es decir, parte de nuestra gran familia.
»Y un miembro muy importante, cabe decir.
Kenzou dio otro sorbo a su taza de té.
—Son tiempos difíciles, joven Juro. Uzushiogakure tiene ahora dos jinchuuriki, obra de un traidor o no, no se puede negar que ahí están. Junto con Amegakure, nos dejan en una posición complicada. —Acarició el borde de la taza, trazando un círculo con el dedo índice—. No creo que a nadie se le ocurra volver a utilizar a un bijuu como un arma... Habría que ser un loco demente, pero un loco demente casi toma el mando en Uzushiogakure y nos manda a todos a la mierda.
»Hace unos meses, detectamos un... curioso incidente en el País del Rayo. Afortunadamente, fuimos los primeros en tener a algún shinobi cerca para darse cuenta. Enviamos refuerzos y conseguimos capturar a uno de esos engendros antes de que llegase al País del Bosque. No quiero ni imaginarme el destrozo que hubiera podido causar.
»Y dados los recientes... acontecimientos, creo que será mejor que tengamos nuestro propio jinchuuriki. Sólo... por si acaso.
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Juro bebió a pequeños sorbos la taza de té que el Morikage le había ofrecido. Se encontraba sentado en su despacho, y podía decir, al menos, que aquello era más cómodo que estar tumbado en el suelo con una espada en el cuello.
El Morikage dejó la taza sobre la mesa, y volvió a mirar al genin. Esta vez, su sonrisa había vuelto.
—Debo de pedirte disculpas, Juro-kun. Creo que me excedí en el... ímpetu con el que te comuniqué la decisión de que fueras jinchuuriki. Quiero que sepas que para mi seguirás siendo un ninja de kusagakure más. Es decir, parte de nuestra gran familia. Y un miembro muy importante, cabe decir.
— No pasa nada — murmuró Juro. Mientras estaba sentado ahí, bebiendo, pudo al menos tranquilizarse —. La noticia me pilló de golpe y no supe encajarla bien. Gracias por su comprensión, Morikage-sama.
El hombre dio otro sorbo al té. Juro se sintió con la necesidad de hacerlo también. No supo si eso era a lo que llamaban una pausa dramática, o simplemente el hombre tenía sed.
—Son tiempos difíciles, joven Juro. Uzushiogakure tiene ahora dos jinchuuriki, obra de un traidor o no, no se puede negar que ahí están. Junto con Amegakure, nos dejan en una posición complicada.No creo que a nadie se le ocurra volver a utilizar a un bijuu como un arma... Habría que ser un loco demente, pero un loco demente casi toma el mando en Uzushiogakure y nos manda a todos a la mierda.
Juro se encogió al escuchar aquello. Claro que sabía algo de lo que había ocurrido en Uzushiogakure — lo que sabía cualquier ninja que no hubiera estado involucrado en el conflicto, al menos. Había un jinchuuriki en Amegakure, y dos en Uzushiogakure.
« Estamos en desventaja entonces » — Un pensamiento que le pareció lógico, y a la vez, aterrador. Él iba a ser el jinchuuriki de la villa. Y de esa forma, se consideraba como un arma a utilizar.
¿Qué iba a ser él? ¿Un peso que inclinase la balanza de las tensiones entre las villas?
»Hace unos meses, detectamos un... curioso incidente en el País del Rayo. Afortunadamente, fuimos los primeros en tener a algún shinobi cerca para darse cuenta. Enviamos refuerzos y conseguimos capturar a uno de esos engendros antes de que llegase al País del Bosque. No quiero ni imaginarme el destrozo que hubiera podido causar. Y dados los recientes... acontecimientos, creo que será mejor que tengamos nuestro propio jinchuuriki. Sólo... por si acaso.
« Ahí lo tienes » — Eso solo le dejó con más preguntas. ¿De dónde salían en realidad los bijuu? ¿Por qué su sello se estaba rompiendo? ¿Qué podría pasar en adelante?
Habían capturado el bijuu antes de que llegase al país. Pero igualmente, lo habían introducido dentro de la villa. Juro esperó que nada saliese mal, porque entonces...
— Entonces, el convertirme en jinchuuriki dará seguridad a la villa. — Y peligro, claro. Era todo tan paradójico —. Será un peso en la balanza en caso de que... algo ocurra.
Iba a convertirse en el "arma secreta" de Kusagakure. Quiso negarse. Por supuesto que quiso negarse. Pero se vio incapaz de abrir la boca para hacerlo. Pensó en lo que le había dicho el Morikage, y se dio cuenta de que tenía razón. Era cruel, muy cruel. Pero tenía razón. Si ahora mismo, algo... sucediese. ¿Por qué no decirlo? Si una guerra sucediese, Kusagakure sería la primera en ser destruida.
Habían derrocado a un bijuu. Pero eso no era suficiente. No quiso preguntar cuántos habían caído intentado calmar a la bestia que le iban a introducir.
Juro tragó saliva. No podía simplemente darle la espalda a la villa en la que se había criado. Pensó en los amigos que había conocido, en su familia, que ahí residía. En su villa estaba su vida.
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Kenzou negó con la cabeza. Le dio un nuevo sorbo a su taza de té y la depositó con cuidado, de nuevo, sobre la mesa. Hasta ahora, el hombre había estado pendiente del brebaje, pero ahora miraba a Juro. Su sonrisa, enigmática, estaba guardando un secreto que estaba deseando revelar.
—Juro-kun, las guerras se ganan antes de entrar al campo de batalla —dijo—. No es un peso en la balanza en caso de que algo ocurra. Cuando las cosas ocurren, es porque la balanza se ha roto.
»Serás un peso en la balanza PARA que nada ocurra.
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El Morikage negó con la cabeza, lentamente. Le miraba, con una sonrisa que invitaba a Juro a preguntar, mientras bebía aquella sustancia.
—Juro-kun, las guerras se ganan antes de entrar al campo de batalla. No es un peso en la balanza en caso de que algo ocurra. Cuando las cosas ocurren, es porque la balanza se ha roto.Serás un peso en la balanza PARA que nada ocurra.
Juro se sorprendió ante aquella respuesta. Y creyó ver un poco más del hombre que tenía delante.
« El tener un jinchuuriki hará ver a Kusagakure como una potencia más fuerte. Eso evitará que las otras villas se sientan con la seguridad suficiente como para atacarla » — le susurró una voz, en su mente.
De repente, se sintió estúpido. Él se había estado enfocando todo el tiempo en el conflicto bélico. En la destrucción y en la muerte que ocasionaban los bijuu. Y no había estado desencaminado. Pero quizá... quizá aquel hombre no buscase eso. Quizá solo buscase una manera de evitar el conflicto. Y esa manera era tener un arma, aunque no pensase utilizarla a menos que fuese absolutamente necesario.
Y entonces, se sintió un poco más aliviado.
— Tiene razón, Morikage-sama. Eso me tranquiliza — dijo Juro, asintiendo, con una sonrisa —. Creo que lo entiendo.
Juro tomó otro sorbo de té. Las preguntas aun seguían fluyendo en él.
— Cuando todo esto ocurra... ¿Qué sabrá exactamente el resto del mundo al respecto? — preguntó Juro, y pensó que, al igual que en Amegakure o en Uzushiogakure, nadie podía saber su identidad como el jinchuuriki. Sin embargo, se habían corrido rumores de la existencia de los mismos, y el mismo Morikage quería parecer utilizar esos rumores a su favor —. He de suponer que mi identidad como jinchuuriki será un misterio. Mis compañeros genins tampoco lo sabrán. ¿Es así?
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Kenzou asintió.
—Estás en lo cierto, Juro-kun —contestó—. Es importante que ninguno de tus compañeros sepa que eres el jinchuuriki. Si sólo las más altas esferas, y tu familia, lo saben, estaremos más seguros de que nadie va a ir contándolo por ahí. Sería una desgracia que algún villano se enterase y tratara de raptarte para obtener el poder de la bestia. Si ya pasó una vez, ¿por qué no otra? —Lo que Kenzou no dijo fue que la última vez no fue un villano extraño el que robó el poder de los bijuus, de hecho, ni siquiera lo robó nadie. Fueron las propias Grandes Aldeas las que utilizaron ese poder. Una pequeña gran hipocresía que se permitía para apoyar su argumento.
»Sin embargo, es obvio que tendremos que decirles a los demás que, desgraciadamente, tuvimos, no había otro remedio, que encerrar a un bijuu en un jinchuuriki de nuestra aldea. Los Arrozales del Silencio, al fin y al cabo, están mas cerca de nuestra villa que de ninguna otra. Lo cual, si me permites, es cierto y además entra dentro de los términos del antiguo pacto de no agresión... —explicó Kenzou—. Crear un jinchuuriki sin avisar de que lo tienes y pretender que eso sea un peso que equilibre la balanza es... una idea estúpida.
Kenzou miró el interior de su taza de té y pareció decepcionarse cuando vio que no le quedaba ni una gota. Retiró la silla y se levantó.
—Está bien. Creo que va siendo hora de bajar a la calle —dijo—. Además, Yubiwa-kun nos está esperando. Será mejor que hagamos esto rápidamente y con discrección. Estoy seguro que, como yo, estás deseando que todo vuelva de nuevo a la normalidad, Juro-kun.
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El Morikage asintió, confirmando las sospechas de Juro.
—Estás en lo cierto, Juro-kun. Es importante que ninguno de tus compañeros sepa que eres el jinchuuriki. Si sólo las más altas esferas, y tu familia, lo saben, estaremos más seguros de que nadie va a ir contándolo por ahí. Sería una desgracia que algún villano se enterase y tratara de raptarte para obtener el poder de la bestia. Si ya pasó una vez, ¿por qué no otra?
— Si. Seré discreto — murmuró Juro, mientras le recorría un escalofrío, pensando en las posibilidades.
De repente, se sintió muy importante. Como si fuese el hijo de un Kage o de un noble. Tenían que proteger su identidad. Iba a estar en peligro. Nadie podía saber qué era el jinchuuriki de Kusagakure — cuando lo fuese. Si llegase a pasar, tendría que hacerse más fuerte. Mucho más fuerte. Lo suficiente como para poder defenderse así mismo.
« ¿Cómo reaccionará mi hermana cuando sepa esto? No podrá soportarlo. Y mi abuela... » — pensó Juro, tristemente. No solo el peligro que tenía, ahora también iba a traer peligro a su familia. Probablemente Katsue lloraría, aunque trataría de ser fuerte por todos. Él solo imaginarlo...
»Sin embargo, es obvio que tendremos que decirles a los demás que, desgraciadamente, tuvimos, no había otro remedio, que encerrar a un bijuu en un jinchuuriki de nuestra aldea. Los Arrozales del Silencio, al fin y al cabo, están mas cerca de nuestra villa que de ninguna otra. Lo cual, si me permites, es cierto y además entra dentro de los términos del antiguo pacto de no agresión...Crear un jinchuuriki sin avisar de que lo tienes y pretender que eso sea un peso que equilibre la balanza es... una idea estúpida.
Juro asintió. Tal y como había imaginado. El guardar el secreto sería un arma de guerra. Pero lo que estaban buscando no era una guerra. Era evitarla.
El Morikage terminó su té. Juro dio el último sorbo, mientras veía como el hombre se levantaba.
—Está bien. Creo que va siendo hora de bajar a la calle. Además, Yubiwa-kun nos está esperando. Será mejor que hagamos esto rápidamente y con discrección. Estoy seguro que, como yo, estás deseando que todo vuelva de nuevo a la normalidad, Juro-kun.
— Si — Juro asintió, mientras terminaba de tragarse el contenido. Un hilillo de la bebida se le escapó por la boca, y el muchacho hizo lo que pudo para limpiarlo sin que el lider se diese cuenta —. Vamos, Morikage-sama.
Finalmente, después de tanta charla, Juro aceptó su destino sin darse cuenta. Se convertiría en jinchuuriki de la villa.
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Ya fuera, les esperaba un hombre de cabello turquesa y dos cualidades físicas bien extrañas: la primera de todas, la que más destacaba quizás, aquellas largas y enmarañadas cejas azules que se sobresalían incluso por fuera de ambos laterales de la cabeza. La segunda eran aquellos ojos: con forma de anillo, o quizás con una pupila blanca. Juro no habría notado la diferencia.
El hombre les saludo con una reverencia.
—Hola, Kenzou-sama. ¿Ya está todo aclarado, entonces? —Sonrió enigmáticamente. Juro no sabría si aquella sonrisa daba más miedo o menos que la del propio kage.
—Ya lo he hablado todo con el joven Juro. —Kenzou asintió—. Vamos. Tenemos una larga noche por delante.
Yubiwa asintió y se puso a la cabeza de la marcha. El Morikage prefirió quedarse a la altura de Juro.
La luz de la luna bañaba con su tenue luz blanca y azulada los tejados de madera y bambú de las casas de los kusajin.
—La aldea está preciosa a estas horas de la madrugada. ¿No es así, Juro-kun?
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Cuando salieron, Juro pudo ver bien la figura del hombre que les estaba esperando. Tenía el cabello de color turquesa, y unas largas y espesas cejas azules que sobresalían notablemente. No menos notable eran sus ojos: parecían tener una forma extra, como la de un anillo.
El hombre les saludó con una reverencia. Juro se inquietó, aunque supo que iba dirigida al lider y no a él.
—Hola, Kenzou-sama. ¿Ya está todo aclarado, entonces? — El hombre sonrió, y Juro se inquietó por su rostro. No supo porque, pero le recordaba a la del Morikage. Y no sabía distinguir cual de las dos era peor. Las dos eran una sonrisa de depredador.
—Ya lo he hablado todo con el joven Juro. Vamos. Tenemos una larga noche por delante. — dijo el Morikage, asintiendo.
Juro asintió también, pero menos convencido. La verdad es que la presencia del hombre no ayudaba. Estaba muy nervioso, y no del todo seguro de la decisión que había tomado.
« No es como si tuviera otra opción »
El hombre al que el Morikage había nombrado como Yubiwa minutos antes encabezó la marcha. El Morikage caminó al lado de Juro, dispuesto a darle conversación.
—La aldea está preciosa a estas horas de la madrugada. ¿No es así, Juro-kun?
— Así es, Morikage-sama. La luna le da un aspecto casi místico — asintió Juro. Luego, se sintió lo suficientemente cómodo como para ir más allá de darle la razón a su Kage —. La luna llena siempre me ha gustado, ¿sabe? La luna en todo su esplendor. Es como una noche dónde algo va a suceder. Igual es por las historias de miedo que me contaba mi abuela de niño: la luna llena era siempre cuando los monstruos aparecían.
Juro no pudo evitar reírse un poco de sí mismo. Se recordaba de niño, aferrado al borde de la cama, queriendo taparse con la manta, mientras su abuela le hablaba sin piedad de hombres que se convertían en animales fantásticos, fantasmas, brujas y demás criaturas.
Se preguntó, por unos momentos, si aquel hombre tan sabio e imponente, habría sentido algo parecido. Si también le habrían contado, de niño — hace cientos de años, claro — historias semejantes, y si había vivido esos sentimientos. De alguna forma, Juro se sentía muy feliz de tenerlos.
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Kenzou observó la luna llena junto a su genin y asintió. Dejó escapar una pequeña risa, sólo un monosílabo.
—Es curioso, ¿verdad? —dijo Kenzou—. Justo en la noche en la que vamos a encerrarlo. Espero, por nuestro bien, que ningún extra quiera hacer acto de presencia, ¿eh, joven Juro?
Se dirigieron hacia las puertas de la aldea, donde dos ANBU aguardaban, diligentes. Yubiwa les saludo con la cabeza, y se hicieron a un lado para dejarles paso.
Ya fuera, caminaron durante un largo trecho por el bosque. La frondosa arboleda que rodeaba Kusagakure era todavía más ominosa si se la iluminaba con la luz de la luna llena, de eso no cabía duda. Sombras que hasta ahora sólo habían sido sombras empezaron a parecer animales de metros de altura con garras y colmillos afilados. Los reflejos, a veces, recordaban a esos espectros de los que la abuela de Juro hablaba.
Finalmente, llegaron a una escalinata de piedra en unas extrañas ruinas. También estaba custodiada por hasta cuatro ANBU. Kenzou y Yubiwa se adelantaron entonces y comenzaron el ascenso.
Arriba, en una explanada pétrea, había un sello en el centro. Complicadas fórmulas oscuras que se unían en un círculo con el pictograma de "hombre". Las líneas salían de él y se encontraban más tarde en una enorme vasija con el pictograma "siete".
Kenzou se adelantó y se subió de un salto a la vasija. Yubiwa apoyó una mano en el hombro de Juro.
—¿Estás preparado, Juro-kun? No tienes por qué hacerlo si no quieres.
»Podría ser doloroso —susurró.
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El Morikage rió ante su comentario. Fue una pequeña carcajada, casi desapercibida. Pero Juro supuso que es lo máximo que podría sacarle en una noche como aquella
—Es curioso, ¿verdad? Justo en la noche en la que vamos a encerrarlo. Espero, por nuestro bien, que ningún extra quiera hacer acto de presencia, ¿eh, joven Juro?
— Eso espero... — murmuró Juro. Pensó que el sentido del humor del hombre era demasiado negro para su gusto.
Los tres se acercaron a las puertas de la aldea, donde dos AMBU esperaban. Se hicieron a un lado tras saludar al hombre que iba a la cabeza. Juro se sintió un poco más seguro de ver aquella protección. Pero sabía que lo que fuera a pasar pasaría, estando ellos o no.
Caminaron y caminaron por el bosque, bajo la luna llena. Esta a veces les iluminaba, y a veces, les mostraba las sombras más oscuras del camino. En más de una ocasión, Juro sintió como algo se removía entre los arbustos, esperando a que se despistase, para alcanzarle con sus garras y sus colmillos.
« Tranquilizate. Estas con el hombre más fuerte de la villa y un jounin. No corres peligro » — Aun así, el miedo era algo primitivo e irracional, que el chico no podía calmar, hiciese lo que hiciese.
No solo tenía miedo de lo que acechaba entre las sombras. Tenía miedo del camino al que avanzaban, sin pausa.
Pronto, llegaron a una escalinata de piedra muy sospechosa. Esta les condujo a unas extrañas ruinas, que suscitaron más preguntas en Juro. ¿Por qué había semejantes ruinas en mitad del bosque? ¿Quién las construyó? ¿Qué fue antaño? Frente a él, había un sello hecho de fórmulas oscuros. Un pictograma "hombre", y una enorme vasija con otro pictograma, denominado "siete". Aunque Juro no pudo descifrar aquellas formas, pudo entender bien lo que había en aquella vasija.
El resultado era un conjunto macabro: en las ruinas de lo que antes fue posiblemente un gran edificio, con la luna como fondo, tenía al demonio delante de él.
« Y pronto, ese jarrón seré yo » — El miedo seguía en aumento. ¿Cómo podría mantenerse tranquilo ante aquella situación?
Algo le sacó de sus pensamientos. Una mano de Yubiwa, quién se dirigía a él.
—¿Estás preparado, Juro-kun? No tienes por qué hacerlo si no quieres. Podría ser doloroso
El hombre fue amable. En aquel momento — como el tiempo antes de someterse a una importante operación o el recibir una fuerte noticia — el chico agradecía unas palabras que sonasen bien para él. Aunque fueran mentira. Y Juro estuvo más que seguro de que eso era una mentira.
El Morikage se lo había dejado claro. Él no tenía elección en realidad. ¿De verdad había vuelta atrás en aquel asunto? Desde que había salido de la aldea, había tenido claro que cada paso que daba era un paso en dirección al monstruo. No podía simplemente contrariar las ordenes del hombre.
Juro esbozó una sonrisa. Era temblorosa, como él.
— La verdad es que no sé si estoy preparado. No creo que pueda prepararme para algo así — dijo, y sintió ganas de reírse, de puro miedo —. Pero lo voy a hacer. Cumpliré con mi deber, por el bien de la villa y de todos.
Aun así, el dolor que podía procesar era tal que no pudo evitar preguntarlo.
— ¿Cree que dolerá mucho? — dijo, en el mismo tono. Después, un escalofrió le recorrió la nuca.
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—La verdad es que no sé si estoy preparado. No creo que pueda prepararme para algo así. Pero lo voy a hacer. Cumpliré con mi deber, por el bien de la villa y de todos.
Yubiwa asintió, y le dio un par de palmadas amistosas en el hombro.
—¿Cree que dolerá mucho?
—No lo creo, lo sé. Sé que te dolerá. Sé que gritarás y que te descompondrás de puro dolor.
Sin dar una razón, ni buena ni mala, de por qué le torturaba psicológicamente, Yubiwa se separó de él, se dio la vuelta y se alejó brincando.
—Muy bien. Al círculo, Juro. —Era lo que se esperaba de él. No había marcha atrás. No había un no que valiera. Juro lo sabía. Dos ANBU le tocaron la espalda y le dirigieron, amablemente pero firmes, hacia el sello—. Túmbate y cierra los ojos.
Cuando Juro obedeció, el Morikage se subió a la vasija de un salto, y tomó asiento con las piernas cruzadas, como si fuera a meditar. Comenzó a formular una larga serie de sellos.
—Muy bien, comencemos el ritual.
Juro pudo oír los pasos de los ANBU que le rodeaban y se colocaban en un círculo a su alrededor. Después, aún con los ojos cerrados, sintió el brillo intenso del sello que había debajo de él y en la vasija. Y su conciencia se fue apagando poco a poco, poco a poco...
No hubo dolor. No hubo absolutamente nada de dolor.
Pero antes de caer dormido, los párpados desobedecieron su voluntad y se le abrieron de par en par. Allí, en el cielo, en contraste con la circunferencia clara y grande de la luna llena, flotaba un extraño ser, una grotesca forma que, en el fondo, sabía que viviría a partir de ahora dentro de él, en el sello que a la mañana siguiente encontraría en su vientre.
· · ·
Juro despertó de un sobresalto en un sofá marrón. Aunque sentía unas náuseas terribles, terminaría por reconocer el lugar como el despacho de Moyashi Kenzou.
Estaba solo y los primeros rayos del sol comenzaban a bañar el despacho.
No sé sintió dolorido, de hecho, no sintió nada raro. Nada fuera de lo habitual.
Nivel: 22
Exp: 22 puntos
Dinero: 610 ryō
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· Per 40
—No lo creo, lo sé. Sé que te dolerá. Sé que gritarás y que te descompondrás de puro dolor.
Juro sintió un escalofrío, mientras trataba de imaginar el castigo al que estaba a punto de someter a su cuerpo. Se imaginó su cuerpo descomponiéndose de puro dolor. El dolor de garganta de tanto gritar. Y su rostro, apagándose poco a poco, hasta el desmayo. Tras el desmayo, esa cosa podría hacer lo que quisiera con su cuerpo.
« Dios. ¿Por qué me metí en esto? ¿Por qué? Yo no tengo voluntad. No voy a aguantar ni si quiera el sellado »
Tras plantar la semilla de la discordía en la pobre mente del chico, Yubiwa se marchó dando saltos. Una voz, que sintió fría como el hielo, le llamó. Era su kage.
—Muy bien. Al círculo, Juro.Túmbate y cierra los ojos.
— Yo... — Juro titubeó, por unos momentos, pero de pronto, sintió la presión en su espalda.
Dos ANBU empezaron a dirigirle. No aplicaron mucha fuerza, pero Juro supo que en cuanto se detuviera o tratara de apartarse de ellos, no serían tan amables.
Juro sintió impotencia, y otra vez, miedo. Las palabras de Yubiwa le acompañaron durante el camino, que se le hizo eterno. "Te descompondrás de dolor". Eso le había dicho. ¿Podría aguantar de verdad? ¿No se rompería?
Antes de que pudiera si quiera pensarlo, ya estaba frente al círculo.
Tembloros, Juro se tumbó. Reprimiendo las ganas de llorar, cerró los ojos.
« ¿Por qué yo? ¿Por qué me tiene que pasar esto a mi?» — Por unos momentos, se permitió soñar. Pensar en que nada de eso era real, y que dentro de nada se despertaría en su cama. Todo habría sido un sueño. Saldría de su habitación, y su hermana le reprendería por haberse quedado dormido y no estar entrenando. Su abuela reiría y le prepararía algo para comer. Después, saldría a dar una vuelta por la villa, y probablemente se perdería por el camino.
Pero la firme voz del Morikage le sacó de sus ensoñaciones.
—Muy bien, comencemos el ritual.
Lo único que sintió fue un brillo intenso. Aun cerrando los ojos, su fuerza era tal que le inundó. Apretó los dientes, esperando aquel dolor intenso que le había prometido el hombre. Pero no llegó.
Fue como un sueño. Poco a poco, empezó a perder el conocimiento.
Y entonces, como un signo de rebeldía, sus parpados se abrieron, y se llenaron de lo desconocido.
« ¿Q-Qué... es eso? ¿Qué es eso? »— Frente a la luna, flotaba algo. Pero Juro no pudo entenderlo. Aquellas formas no pertenecían a nada que hubiese visto antes. Nada que una mente despierta y activa pudiese asimilar fácilmente.
Aquella imagen le acompañaría en sus futuras pesadillas. Y en más que eso. A partir de ahora, la tendría dentro de él.
Juro se despertó de un sobresalto. El corazón le latía a mil por hora.
Quiso gritar. Pero tenía la garganta seca. Y unas ganas de vomitar terribles. Juro se esforzó por contener las nauseas y no vomitar sobre el sofá marrón en el que reposaba.
Tras unos segundos, pudo empezar a darse cuenta de dónde estaba. Se encontraba en el despacho del Morikage. Estaba recostado sobre el sofá. Había perdido el conocimiento.
« Eso quiere decir que... » — Le habían sellado a aquella cosa. No había otra posibilidad. No había sido un malsueño. El estar ahí lo probaba.
— ¿Morikage-sama? — preguntó, dudoso. Salió solo un hilillo de voz —. ¿Qué ha pasado?
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
Sellos implantados: Hermandad intrepida- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60
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