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¿Qué hacia yo allí? Aquella era una interesante pregunta, pero la verdad es que no hacia nada en especial. supongo que disfrutar de un momento de libertad. Precisamente en el mismo lugar donde a alguien le fue robada la libertad. Aunque claro, yo era desconocedor de aquel dato.
Allí estaba yo, remojandome la cara con la fresca agua de aquel lago en el que flotaban, imponentes, las estatuas de los 3 primeros kages de aquella era. Ya estaban las 3 en perfecto estado. El cantar de los pájaros, la melodía de las hojas de los árboles que producía la brisa a su paso y el silencio de aquella jodida araña me acompañaban en lo que se antojaba en un escenario idóneo para desconectar y meditar.
Había estado empezando a necesitar de verdad aquel momento de tranquilidad como el aire que respiraba. Habían sido semanas intensas por distintos motivos. Pero ahora estaba disfrutando de aquel momento. Fue como un bálsamo. Una necesidad imperiosa.
Algunas gotas descendían por mi rostro y, tras ello, dejé caer mi trasero hasta la hierba de la superficie, dejando caer mi cuerpo a peso muerto para terminar dedicando una sonrisa al cielo con la mirada completamente perdida. Segundos más tarde, cerré los ojos y agudicé mis oídos. Era como si aquella suave y deliciosa brisa me susurrase lo que debía hacer...
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«Lo suyo es puro masoquismo, señorita.»
Ayame no pudo evitar sobresaltarse, aunque lo cierto era que ya debería estar acostumbrada a las puntuales y fugaces intervenciones de Kokuō.
— ¿Ocurre algo? —le preguntó Kōri, pero ella negó enérgicamente con la cabeza.
— No. Nada. Me había parecido escuchar algo, pero ha debido ser una ardilla...
«No puedo quitarte la razón, pero... necesitaba venir.» Le respondió al fin al Bijū, para sus adentros. Suspiró. Aquello de comunicarse por dos vías diferentes podía resultar terriblemente caótico a veces. Y más si además debía mantener en secreto su relación con el Bijū. Sólo esperaba no equivocarse y responder en voz alta algo que pretendiera dirigirle a Kokuō, o en pensamientos a una persona.
Desde que se había enterado de que la estatua de Sumizu Kouta había sido al fin reparada había deseado acudir a aquel lugar para contemplar el resultado. Aunque no era la única razón, pero eso era algo que jamás admitiría en voz alta. Y, pese a todo, su corazón se estremecía de terror con cada paso que daba. Por supuesto, a su padre no le había hecho ninguna gracia cuando le expresó su deseo, y se negó en redondo a que Ayame abandonara la aldea y acudiera precisamente al lugar donde le habían revertido el sellado sin la compañía de su hermano mayor. Ella no se negó, de hecho se sentía más segura si alguien la acompañaba. No era algo que hubiera confesado en voz alta, pero le aterraba la idea de alejarse sola de su hogar y que volviera a aparecer uno de aquellos Generales frente a sus narices.
No tardaron mucho más en llegar. Las eternas llanuras de las Tierras de la Llovizna se abrieron de repente a la base de unos escarpados acantilados y las tres estatuas de los tres Kage que se alzaban sobre las aguas del lago les dieron la bienvenida. Pero Ayame cerró los ojos con un terrible estremecimiento y a duras penas consiguió reprimir las lágrimas. Sus ojos, húmedos se alzaron hacia la silueta de Sumizu Kouta, el primer Arashikage de Amegakure, y repararon en su cabeza ya reconstruida. Pero lo que Ayame estaba viendo era otra cosa. Su mente, incapaz de estarse quieta, rememoraba el momento en el que se había encontrado con Kuroyuki en aquel mismo lugar. Y se echó a temblar sin poder evitarlo.
Kōri debió percibir sus sentimientos, porque apoyó la mano sobre su hombro y lo apretó con gentileza.
— ¿Fue aquí?
Ella asintió, sin palabras.
Los gélidos de Kōri destellaron apenas un instante.
— Ya pasó. Lo importante ahora es que nos fortalezcamos para que algo así no vuelva a pasar.
— Sí...
Ayame desvió la mirada de la estatua y la devolvió al suelo. Y se sorprendió al descubrir que no estaban solos. Cerca de la orilla del lago un muchacho yacía tumbado sobre la hierba. Desde su posición le costó algunos instantes, pero aquella trenza rubia y aquella combinación de ropas negras y rojas eran inconfundibles...
— ¿Cota-san?
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—¿Cota-san?
Abrí mis ojos de forma totalmente instintiva. No hacia mucho que había escuchado aquella voz. Fue a finales del año pasado.
«Como no... Ya decía yo que estaba demasiado tranquilo» me dije a para mis adentros.
De pronto recordé lo que me dijo el Morikage, así como lo que me dijo Juro no hacia mucho. Ladee la cabeza a medida que me iba incorporando, buscando a la muchacha que había pronunciado mal mi nombre. Allí estaba, junto a un tipo de cabellos blancos y aspecto gélido.
«¡Joder, no!»
Había maldecido cada una de las células de mi cuerpo por mi mala suerte. Al parecer ese era mi turno para toparme con aquel engendro del mal. Y ese tipo... ese igual era uno de esos generales de Kurama. Supuse que querrían que les llevase hasta Juro y así obtener al Nanabi. De nuevo recordé la petición del Morikage. Debía proteger lo que se me había encomendado, incluso a costa de mi vida.
Mi mano zurda se posó sobre la hierba y mi mano diestra había activado el mecanismo de debajo de la manga para expulsar el kunai que rápidamente agarraría con el puño.
— No sé que es lo que pretendes, Gobi, pero no sacarás nada de mí — le dije, haciendo acopio de la valentía que residía en mi cuerpo.
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Cota pareció realmente alarmado al verla. Se reincorporó con el cuidado de una presa ante su depredador, con sus extraños ojos dorados fijos, paseándose nerviosos de ella a Kōri, y de Kōri de vuelta a ella. De un momento a otro, el shinobi extrajo el kunai que llevaba escondido en el interior de su manga.
Junto a ella, Kōri entrecerró los ojos ligeramente.
—No sé que es lo que pretendes, Gobi, pero no sacarás nada de mí —les advirtió el de Kusagakure.
Y Ayame parpadeó, completamente confundida.
—¿Gob...? Ah, ya veo... las noticias se mueven realmente rápido en este mundo... aunque no lo suficientemente rápido —añadió, con una risilla nerviosa. Alzó ambas manos, en señal pacífica—. No soy Kokuō, Cota-san. Eso ya pasó, vuelvo a ser Ayame. He regresado a la normalidad —entonces señaló a su acompañante—. Él es mi hermano, Aotsuki Kōri, Jōnin de Amegakure.
De hecho, si se fijaba un poco, podría ver el metal de la bandana en la bufanda del albino, cubriendo su cuello y el triángulo dorado en su hombro derecho.
—¿Dónde te has dejado a tu araña?
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Inicialmente, ante mi advertencia, el albino había entrecerrado los ojos, dedicandome una mirada que por decirle de forma suave, no me la había hecho para entablar amistad. Eso hizo que me levantase y fuese dando pasitos de seguridad hacia atrás, alejándome temporalmente de ambos. Ayame, o el Gobi, o lo que fuera, se estaba mostrando confundida y la tensión se fue adueñando del lugar.
—¿Gob...? Ah, ya veo... las noticias se mueven realmente rápido en este mundo... aunque no lo suficientemente rápido
Me temblaban las piernas de puro terror. Incluso la frente se iba empapando de un desagradable sudor frío.
«Ahora es cuando me aniquilan con un simple chasquido de dedos»
Fui a morderme el dedo para solicitar ayuda a mi manera, pero entonces..
No soy Kokuō, Cota-san. Eso ya pasó, vuelvo a ser Ayame. He regresado a la normalidad —entonces señaló a su acompañante—. Él es mi hermano, Aotsuki Kōri, Jōnin de Amegakure.
— ¿Qué..?
¿Cómo que había vuelto a la normalidad? Es más, ¿Era eso posible? ¿Acaso Kurama no había puesto mecanismos de defensa para evitar tal cosa? Entonces vi la bandana en la bufanda del tipo, y otra en el antebrazo de la chica.
—¿Dónde te has dejado a tu araña?
En mi cabeza quería creer a la chica y, de hecho, tenían sentido sus explicaciones. así que quise creerla. Mi corazón deseaba creerla, incluso mi cabeza. Era mejor así, supongo.
— Esto... ¿Cómo lo hiciste? Según tenía entendido Kurama revirtió el sellado, un sellado muy potente, ¿fuiste capaz de romper ese fuinjutsu?
De ser así, aquella muchacha aparentemente inocente y frágil era más poderosa de lo que uno pudiese imaginar inicialmente.
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Afortunadamente, Cota pareció ir relajándose conforme Ayame hablaba, aunque seguía igual de confundido, pero no podía culparle de ello si lo último que había escuchado de ella era que había sido poseída por su Bijū. Sus ojos dorados vagaron una vez más de la figura de Kōri, que se mantenía como una estatua gélida e inamovible, a la suya y, tras unos breves instantes de vacilación, habló:
—Esto... ¿Cómo lo hiciste? Según tenía entendido Kurama revirtió el sellado, un sellado muy potente, ¿fuiste capaz de romper ese fuinjutsu?
Ayame bajó al fin las manos, al considerar que la situación de peligro y tensión había pasado, y le dirigió una mirada cargada de pesar.
—No, que va. Mucho me temo que soy una completa negada para las técnicas de sellado... Ni siquiera los expertos de Amegakure fueron capaces de encontrarle una solución —Ayame respiró hondo, alzando los hombros—. Supongo que te enterarías de que hace poco nuestros Kage se reunieron en el Valle de los Dojos para pactar una nueva Alianza y unirse contra la amenaza de los Generales. Bueno, Yui-sama se vio obligada a pedir ayuda a los sabios Uzumaki de Uzushiogakure. Es gracias a ellos que ahora estoy aquí.
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Pero lejos de ser así de poderosa, la kunoichi mostró debilidades. Así lo indicaba su mirada, pesada y, como decirlo, parecía sentirse culpable por algo.
—No, que va. Mucho me temo que soy una completa negada para las técnicas de sellado... Ni siquiera los expertos de Amegakure fueron capaces de encontrarle una solución
— Oh... — balbucee con cierta sorpresa.
Acto seguido, devolví el kunai al interior del mecanismo.
Supongo que te enterarías de que hace poco nuestros Kage se reunieron en el Valle de los Dojos para pactar una nueva Alianza y unirse contra la amenaza de los Generales. Bueno, Yui-sama se vio obligada a pedir ayuda a los sabios Uzumaki de Uzushiogakure. Es gracias a ellos que ahora estoy aquí.
«Así que a Kenzou-sama le ha ido como a anillo al dedo el asunto...»
— Te envidio, Ayame-san — le dije con total sinceridad y una sonrisa conciliadora — Quiero decir, dudo muchísimo que Amegakure quisiese aliarse con Uzushiogakure després de lo sucedido en aquel estadio el año pasado. No obstante... Accedieron para devolverte a la normalidad. Ya me gustaría a mí ser tan querido
Me acerqué un poco más, apenas un par de metros nos separaban, puede que algo menos e hice una reverencia poniendo mi rodilla diestra en la hierba.
— Ruego disculpes mi comportamiento de antes. Según parece toda precaución es poca en los tiempos que corren y bueno, no tenía conocimiento de lo que hicieron los Uzumaki por ti
Alcé la cabeza y de nuevo, miré al acompañante de Ayame.
— Discúlpame tu también, Kori-san. Lamento habernos tenido que conocer de este modo
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7/02/2019, 20:13
(Última modificación: 7/02/2019, 20:13 por Aotsuki Ayame.)
—Te envidio, Ayame-san —dijo Cota.
—¡¿EH?! —preguntó Ayame, tan estupefacta como sorprendida. ¿En qué exacta parte de su relato alguien podría envidiarla?
Afortunadamente, Cota no tardó en explicarse:
—Quiero decir, dudo muchísimo que Amegakure quisiese aliarse con Uzushiogakure después de lo sucedido en aquel estadio el año pasado. No obstante... Accedieron para devolverte a la normalidad. Ya me gustaría a mí ser tan querido.
—Ah... —Suspiró ella, pero terminó por encogerse de hombros—. Pero dudo mucho que haya sido cuestión de que me quieran o no, Cota-san... Soy su Jinchūriki, ya sabes lo que eso significa. Estoy segura de que Kenzou-dono o Hanabi-dono habrían hecho lo mismo por Puro-san o ese Uchiha...
Cota se acercó un par de pasos tras haber devuelto el kunai a su lugar de origen; y, de golpe y porrazo, hincó la rodilla en la tierra.
—Ruego disculpes mi comportamiento de antes. Según parece toda precaución es poca en los tiempos que corren y bueno, no tenía conocimiento de lo que hicieron los Uzumaki por ti. Discúlpame tu también, Kori-san. Lamento habernos tenido que conocer de este modo.
—¡No, pero...! ¡No te arrodilles, por favor! —exclamó Ayame, haciendo bruscos aspavientos con las manos, completamente azorada.
—No hay nada que perdonar —habló Kōri, con aquel habitual tono de voz completamente carente de sentimientos—. Es normal, en los tiempos que corren. Es más, ojala a Ayame se le pegara un poco de esa precaución tuya.
—¡Oye! —protestó la muchacha. Fue entonces cuando se acordó de algo, y se volvió de nuevo hacia el de Kusagakure—. Oye, ¿y cómo está Puro-san? ¿Ha tenido algún problema con su Bijū o algo?
La última vez que le había visto había sido a través de los ojos de Kokuō, y no había sido precisamente en las mejores condiciones que se podrían desear. Y menos estando acompañado de Uchiha Datsue.
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La chica continuaba ninguneandose, quitandole la importancia que le estaba dando a lo que hizo Amegakure por ella. Y evidentemente tenía su parte de razón. a fin de cuentas era jinchuriki de la lluvia, pero también es verdad que uno no escoge su jinchuriki al tun tun. El mero hecho de convertirse en eso es una muestra de confianza o de creencia en alguien. Pero bueno, no estábamos allí para discutir aquel tipo de cosas. Aunque resultaba un alivio ver que Ayame había vuelto a su estado normal y el Gobi volvía a estar encerrado.
De hecho, cuando hice aquella reverencia, la kunoichi se esforzó en que no hiciese aquello, aunque en vano. Tuve la necesidad de expresar una disculpa. Incluso su hermano, jounin de Amegakure insistió en que la disculpa no era necesaria, añadiendo que no estaria de más que se le pegase algo de mí en la muchacha.
Y entonces, bajo la atenta mirada de alos primeros tres kage...
—¡Oye! —protestó la muchacha. Fue entonces cuando se acordó de algo, y se volvió de nuevo hacia el de Kusagakure—. Oye, ¿y cómo está Puro-san? ¿Ha tenido algún problema con su Bijū o algo?
— ¿Puro? ¿quién narices es Puro, Ayame? — contesté, confuso — ¿o te refieres a Jurete?
De pronto recordé que Juro se encontró con Ayame, o mejor dicho, con el Gobi. Seguramente en ese momento se dio cuenta de su condición de jinchuriki...
— Por cierto, me llamo Yota, no Cota
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—¿Puro? ¿quién narices es Puro, Ayame? —contestó Cota, visiblemente confuso—. ¿O te refieres a Jurete?
—¡Ah, eso! ¡Gracias, Cota-san!
—Por cierto, me llamo Yota, no Cota.
Kōri se cruzó de brazos y ladeó la cabeza hacia la muchacha, que se había quedado petrificada en el sitio. Varios mechones de cabello blanco como la nieve cayeron sobre sus ojos.
—Deberías cuidar esa memoria con los nombres.
—¡Ay, lo siento! —exclamó ella, juntando ambas manos con tal fuerza que se hizo daño en las palmas, pero se esforzó por no dar muestras de ello—. Juro-san y Yota-san, eso es. Lo tengo —asintió varias veces para sí, aunque era muy probable que volviera a olvidarse en cuestión de días, si no horas—. Entonces... ¿Cómo está él?
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Resuelta la confusión, resultaba divertido ver como el tal Kori arengaba a Ayame por aquellos despistes tan particulares producto de la mala memoria de la que hacia gala la muchacha, al menos en lo que recordar nombres se refería.
Pero ella insistía en como le iban las cosas a Juro. Como si hubiese algún tipo de conexión entre jinchurikis. Era, cuanto menos, curioso el interés de la chica por el kusajin.
— Pues no le van nada mal las cosas según lo veo yo
Oh, qué va. Las cosas le iban bastante bien. De hecho, de poco podía quejarse.
— No solo le convirtieron en Jinchuriki, sino que tras todo lo sucedido en el estadio de Uzushiogakure, le hicieron jounin, aprobando el examen con distinción de honor — respondí, supongo que disipando las dudas de la gennin — Ya me gustaría a mí que las cosas me fueran tan bien como a él. Además, todavía no ha perdido el control, así que supongo que todo marcha viento en popa
Con aquella última parte sentí que quizás me la jugaba a herir sensibilidades. Me había dejado llevar al estar hablando de Jurete.
— Esto... lo siento, Ayame-san. No quería hacerte recordar esos momentos... Quería decir que, bueno, le está yendo bien. Ahora suelo estar a su lado para ayudarle en su nueva tarea como guardián
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—Pues no le van nada mal las cosas según lo veo yo —respondió Yota al fin, satisfaciendo la curiosidad de Ayame, quien soltó un suspiro de alivio.
—Menos mal...
—No solo le convirtieron en Jinchūriki, sino que tras todo lo sucedido en el estadio de Uzushiogakure, le hicieron Jōnin, aprobando el examen con distinción de honor —continuó él—. Ya me gustaría a mí que las cosas me fueran tan bien como a él. Además, todavía no ha perdido el control, así que supongo que todo marcha viento en popa. —Yota pareció reparar en algo con aquellas últimas palabras, porque se apresuró a añadir—: Esto... lo siento, Ayame-san. No quería hacerte recordar esos momentos... Quería decir que, bueno, le está yendo bien. Ahora suelo estar a su lado para ayudarle en su nueva tarea como guardián.
Pero ella sacudió una mano en el aire, restándole importancia.
—No pasa nada. Además, esas pérdidas de control son cosa del pasado, no volverán a ocurrir más —respondió, con tal convicción que incluso Kōri giró la cabeza hacia ella, entre sorprendido e interrogante. Pero ella no añadió nada más sobre el tema, simplemente se sentó sobre la hierba y cruzó las piernas—. Pero me alegra saber que está bien. Si le ves, por favor, mándale recuerdos de mi parte.
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—No pasa nada. Además, esas pérdidas de control son cosa del pasado, no volverán a ocurrir más
La jinchuriki parecía estar demasiado segura de aquello que estaba diciendo y, a decir verdad, conociendo su historial más reciente, seguramente se estaba tirando a una piscina sin agua. Incluso aquel jounin albino parecía sorprenderse.
Pero me alegra saber que está bien. Si le ves, por favor, mándale recuerdos de mi parte.
Hice un ademán con la mano como si le estuviera diciendo que si.
— Sí, sí, no te preocupes, yo se lo digo. Es genial también ver que has vuelto a la normalidad, Ayame-san -- decía mientras pensaba como abordar lo que tenía en la cabeza. Seguramente lo mejor era ir directamente al grano — Pero... osea, no te lo tomes a mal, es bueno verte tan segura, ¿pero como narices puedes saber con tanta convicción que no vas a volver a perder el control?
«Joder, dios no lo quiera, quien sabe qué podría pasar una próxima vez»
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— Sí, sí, no te preocupes, yo se lo digo. Es genial también ver que has vuelto a la normalidad, Ayame-san —respondió Yota—. Pero... osea, no te lo tomes a mal, es bueno verte tan segura, ¿pero como narices puedes saber con tanta convicción que no vas a volver a perder el control?
«Oh, oh...»
Y la voz de Kokuō, cargada de sarcasmo, inundó su cabeza.
«Eso ha sido realmente inteligente... señorita.»
«Sh. Calla.» Le chistó para sus adentros, ignorante del hecho de que Kōri, tras ella y con los brazos cruzados, esperaba la respuesta con casi tanto anhelo como Yota.
— Digamos que... confío en ello —respondió simplemente, encogiéndose de hombros—. Bueno, siempre y cuando no me vuelva a cruzar con uno de esos Generales, que crucemos los dedos porque algo así no ocurra de nuevo... —añadió, con un terrible escalofrío.
Fue entonces cuando se acordó de algo relacionado con el tema, y que al mismo tiempo le permitiría desviar la atención hacia otro punto:
— ¡Por cierto! Un compañero tuyo estuvo conmigo cuando me crucé con esa General —dijo, y sus ojos se desviaron inevitablemente hacia la cabeza de Sumizu Kouta, donde se había desarrollado el comienzo de aquella terrible pesadilla. Ayame se quedó pensativa unos instantes—. ¿Cómo era su nombre? Caigo... Dango... Un chico con el pelo de color verde brillante.
— ¿No estabas sola? —intervino Kōri.
Y ella negó con la cabeza.
— No. Nos encontramos los tres al mismo tiempo —explicó ella, señalando la estatua del primer Arashikage—. Él intentó crearme una coartada para que pudiera escapar pero... no lo conseguí... —añadió, súbitamente sombría. Entonces volvió la mirada hacia Yota—. Siento abusar de tu generosidad, pero si le ves, ¿podrías darle las gracias por mí?
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—Digamos que... confío en ello
Confianza. Igual aquel era el peor mal del que podían padecer en el mundo shinobi.
Bueno, siempre y cuando no me vuelva a cruzar con uno de esos Generales, que crucemos los dedos porque algo así no ocurra de nuevo...
— ¿Confianza? ¿Vas a fiarte de un bicharraco de esos de chakra? — pensé en voz alta.
Pero Ayame rápidamente hizo un cambio en la conversación.
—¡Por cierto! Un compañero tuyo estuvo conmigo cuando me crucé con esa General —dijo, y sus ojos se desviaron inevitablemente hacia la cabeza de Sumizu Kouta, donde se había desarrollado el comienzo de aquella terrible pesadilla. Ayame se quedó pensativa unos instantes—. ¿Cómo era su nombre? Caigo... Dango... Un chico con el pelo de color verde brillante.
— Daigo, se llama Daigo. Es un tipo particular y un buen amigo. Parece que les debes unos cuantos favores a mis amigos — bromee.
Kori parecía empezar a interesarse por aquel encuentro desafortunado con el general de Kurama. Cabía la posibilidad que incluso Ayame no hubiese contado los detalles de todo aquello a los suyos a juzgar por las reacciones del albino, quién había dicho anteriormente ser su hermano.
Siento abusar de tu generosidad, pero si le ves, ¿podrías darle las gracias por mí?
— Claro, como no — respondí, sonriente.
«Al final voy a tener que cobrarle los intereses de tanto encargo»
— Me pregunto qué narices haría Juro con ese indeseable Uchiha cuando te lo encontraste... Ese tio es peligroso
— HOSTIAS, ES LA JINCHURIKI, COLEGA
Siempre tan discreta como de costumbre. al parecer ya me había encontrado.
— Ah... Ya estás aquí — dije mirando hacia mi retaguardia, desde donde provenía la voz de Kumopansa.
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