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—Entendido, la enciclopedia cuesta cincuenta ryous.— Aquellas palabras caerían como plomo sobre los hombros de la joven, puesto que su temor más grande, o bueno uno de sus temores, se hizo realidad, gastar más de lo pensado en un tomo de anatomía, por si no lo sabía, todos los libros de medicina serían igual o incluso más de costosos... No obstante, Karma al parecer iba bien preparada para la ocasión e hizo gala de un billete en perfectas condiciones y con un valor suficiente para pagar su compra. —Siempre a la orden, gracias por su compra.— Añadió el joven mientras le facilitaba una bolsa plástica con asas para el libro.
—Llevo unos folletos de cocina, hay algunas recetas interesantes.— Agarré uno de ellos y lo empecé a hojear mientras me dirigía a la puerta.
Una vez en el exterior, yo me encontraría caminando con cautela pues mis ojos estaban concentrados en la receta del pollo al horno con patatas y ciento de ingredientes más, nada más ver la imagen abrió mi apetito, era por ello que me encontraba con mayor atención en el folleto, pero trataba de no tropezar con nadie ni con algo.
No obstante, las miradas se posaban en nosotros, varios ojos nos seguían, incluso algunas personas se detenían a vernos caminar, algunos murmuraban, era tan descarado el acto que no fue difícil para Karma notarlo.
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La enciclopedia ya era de su propiedad, objetivo cumplido. Una pena que pesase como un buey gordo y tuviese que cargar con ella. Al menos la bolsa de plástico le haría el ejercicio más llevadero.
—Muchas gracias —murmuró la muchacha al cajero, para entonces guardar el libro dentro de esta y agarrarla del par de asas.
«Entre lo que pesan y valen estas enciclopedias me va a resultar más sencillo estudiar en la biblioteca de la aldea...», sopesó, algo descorazonada. Al menos ya disponía de una respetable cantidad de información que ingerir y digerir gracias a su nueva adquisición.
—¿Te gusta la cocina, Keisuke-san? —disparó como respuesta a la afirmación del médico.
Los ninjas salieron al exterior, dejando atrás la humilde librería. El pelirrojo continuó leyendo su recetario, manteniendo la única y necesaria atención en la calle como para no producir un choque o cualquier otro tipo de accidente —y bien que hacía, o sería el segundo del día—. Karma lo siguió, sosteniendo la bolsa con ambas manos. Iba un poco rezagada.
Minutos más tarde, la fémina se percató de algo que le erizó los cabellos de la nuca. «¿Qué demonios le pasa a esta gente...?». La incomodidad se apoderó del semblante de la kunoichi.
—Keisuke-san... —llamó su atención—. ¿Llevo algo en la cara? La gente no para de mirarnos y cuchichear...
La pelivioleta viró su campo de visión a izquierda y a derecha, observando al resto de viandantes con una mueca de sumiso disgusto.
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—¿Te gusta la cocina, Keisuke-san?
—Me toca cocinar de vez en cuando, entonces con estas recetas podré cambiar un poco el menú y no ser tan repetitivo jeje.— Respondí mientras consideraba mi situación, o cocinaba Hazegawa o lo hacía yo, y últimamente habíamos estado recalentando comida, pidiendo comida para llevar o comiendo en la calle...
Ajeno a la situación de nuestro alrededor, seguí caminando por las calles de Yamiria hasta que la chica llamó mi atención entonces me detuve y le vi el rostro, luego negué con la cabeza ante su incógnita, miré a mi alrededor y caí en cuenta que Karma tenía razón, topé mis ojos con más de un par que nos miraban, las personas que se habían detenido siguieron andando los otros disimularon más su cuchicheo, pero no dejábamos de ser el centro de atención...
—No sé que pasa.— Me detuve del todo y miré hacia atrás. —No me gusta, será mejor que vayamos para otra parte de la ciudad.— Murmuré para que solamente ella me escuchase. Seguí mi caminar como sí nada sucediera, hice que estaba leyendo el folleto, pero esta vez no era así, estaba observando todo a mi alcance. —Creo que alguien nos sigue.— Revelé a la pelimorada para que estuviese atenta, con la guardia en alto.
Y efectivamente era como yo decía, sí Kojima prestaba la atención necesaria vería como una niña pelinegra de unos ocho años de edad, vestida con ropa sucia y vieja, caminaba detrás de nosotros, giraba en dónde girábamos y no dudaba en perdernos de vista.
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La uzujin no se estaba imaginando cosas: la gente a su alrededor les estaba prestando una atención que era, por decirlo con un eufenismo elegante, anormal. Al pelirrojo no le gustó la situación y le indicó a la muchacha que sería buena idea cambiar de dirección y andar por otros caminos. Temiendo más peligro, Karma asintió y no perdió de vista a su inesperado "camarada".
A partir de ese momento la pelivioleta se aseguró de avanzar con la guardia bien alta, o lo más alta que una genin inexperta como ella podía.
—Creo que alguien nos sigue.
La kunoichi sintió un estridente escalofrío en la espalda. De forma frenética —aunque trató de disimularlo— se puso a buscar algún tipo de viandante sospechoso o indicio de actividad preocupante. No tardó en dar con una pequeña de cabellos azabache, vestida con harapos, que parecía más que empeñada en tomar la misma dirección que la pareja y doblar las mismas esquinas.
—Keisuke-san... esa niña... ¿la ves? —susurró, mirando al frente, queriendo hacer como que no pasaba nada.
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—Perfectamente.— Aseguré a la kunoichi mientras seguíamos caminando sin rumbo fijo, realmente no conocía todas las calles de Yamiria, por lo que hace un par de cruces se podría decir que había perdido la ubicación inicial y ahora nos encontrabamos en una zona no explorada por mi. —¿Sabes dónde estamos?— Consulté con Karma.
Aunque después de un par de minutos de estar rondando en mi cabeza me detuve del todo. —Es estúpido que huyamos de una niña tan pequeña.— Admití a la pelimorada ya cansado de dar tantas vueltas queriendo perderla, ciertamente estaba ahí, siguiéndonos y no solamente ese era su único objetivo...
Ahora nos encontrábamos en un sector aislado, sólo; podría describirse como oscuro, peligroso, no se escuchaba el ruido de los vendedores de las calles principales, incluso estas calles eran un poco más estrechas y el último cruce fue la peor decisión porque esa vereda en dónde estábamos no tenía salida, estaba rodeada de grandes paredes. —Sólo... Volvamos por donde vinimos.— Sugerí mientras me disponía a retomar el camino de regreso.
La figura de la niña se posó en el medio de aquella angosta calle, nos miró a ambos y finalmente dijo algo por primera vez. —Son malos! muy malos! ¿Cómo se atreven a entrometerse entre los planes de Hana-sama!— Recriminó la chiquilla mientras nos señalaba con su dedo índice.
—No sabemos quien es ella, debe ser un malentendido, ya nos vamos, con permiso.— Respondí para luego retornar la caminata hacia la única salida, pero tras dar dos pasos más la figura de la niña se vio opacada por varias sombras más, no estaba sola...
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Continuaron deambulando por los intestinos de Yamiria, dejando atrás, lenta pero inexorablemente, la vivacidad y seguridad de las calles principales.
—No tengo ni idea, solo he venido a la capital un par de veces... —le contestó, nerviosa.
Finalmente Keisuke se hartó de la situación y argumentó que tratar de evitar a una infante de aspecto inofensivo como era la perseguidora resultaba estúpido. En condiciones normales Karma le habría dado la razón, pero tras lo ocurrido con el par de matones, la médica ya no sabía qué pensar...
En cualquiera de los casos, el pelirrojo no contuvo su avance, a pesar de sus firmes palabras. Esto les llevó a cometer un error que en breves se decidiría si iba a resultar fatal o no: terminaron internándose en su tenebroso callejón sin salida. El ambiente de la zona en la que se habían metido no era bueno, pero esa terminación de la vía se llevaba la palma.
—Sólo... Volvamos por donde vinimos.
—Vale...
Pero la salida estaba bloqueada por una figura: la de la misteriosa niña harapienta. La susodicha aseguró, bien descontenta, que se habían entrometido en los planes de un tal "Hana-sama". «¿De qué demonios está hablando?», pensó la fémina. ¿Tendría que ver con la dichosa cadena robada?
Karma solo quería salir de allí y volver a la villa como alma llevada por el diablo. El último inciso de Keisuke la llevó a asentir. Quiso seguirle y abandonar el callizo, mas un número indeterminado de individuos hizo acto de presencia, bloqueando la única salida.
—No, joder, no... —farfulló.
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—¿Que no saben quién es Hana-sama?— Resonó una voz detrás de la joven que ambos conocíamos bien; las personas que estaban apoyando a la chiquilla finalmente se hicieron visibles, eran tres personas, y entre una de ellas se encontraba Keigo, el de la maza. —Díselos Kyo.
La niña que nos seguía se aclaró la voz y se infló un poco orgullosa por lo que diría a continuación. —Hace unos años ocurrió un asesinato en una de las familias más queridas, aquí en Yamiria, esas personas no eran exageradamente adineradas, pero tampoco eran pobres, esas personas no tuvieron problema alguno en tender su mano a quienes lo necesitaban, ofrecer un poco de comida, un poco de ropa, cualquier tipo de apoyo que estuviera a su alcance.— Hizo una breve pausa. —El señor y la señora Yoshikawa y la pequeña Hana eran los integrantes de esa familia, cualquiera que los veía decía que eran felices y que todo era perfecto...— Entonces su tono de voz sonó un poco más melancolico, agregándole drama al asunto. —Lejos de ello, el señor Yoshikawa tenía un pasado no muy apreciado a la vista de los demás... Antes de unirse en matrimonio con la madre de Hana, él había tenido otra familia, dos hijos más...—
Keigo tosió para llamar la atención de la niña —Lo necesario, sólo lo necesario.
—Claro claro!— Miró con un poco de miedo al de la maza y entonces se mantuvo firme. —El punto de la historia es que ustedes han ayudado a los ladrones que arrebataron el único recuerdo familiar que le quedaba a Hana, una cadena que tiene un dije con la foto de sus padres, una cadena costosa.— Sobó su indice con su pulgar para hacer un ademan referente al costo de la joya. —Y si por si no fuera poco, las personas que le robaron fueron las mismas que asesinaron a sus padres, LAS MISMAS QUE USTEDES AYUDARON HACE POCO!!— Gritó mientras nos volvía a señalar con su índice.
—Ya les dijimos que no tenemos ninguna cadena.— Aseguré serio, pero con un tono cansado al repetir lo mismo.
—Eso ya lo sabemos.— El hombre tomaría las riendas del asunto de ahora en adelante, por lo que se plantó más adelante que todos los que le seguían, y que la mismisma Kyoto, la niña. —Venimos porque tienen la oportunidad de ayudar a Hana-sama. Prácticamente deshacer el daño ocasionado.—
—Es un muy buen trato, yo que ustedes lo aceptaría sin dudar.— Dijo Kyoto desde detrás de Keigo como sí de una sugerencia se tratase.
Miré a Kama con un poco de confusión por el cambio repentino de la situación, quería saber que pensaba al respecto, después de todo ambos estábamos envuelto en el mismo paquete.
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Karma veía venir otra pelea, pero en lugar de ello se topó con una exposición digna de novela. No alcanzó a comprender todos los detalles de la historia, pero a efectos prácticos no le importaba. Era un relato que no tenía nada que ver con ella. Cruzada de brazos, ocultando una mezcla de miedo y excitación por el —posible— enfrentamiento venidero, la kunoichi permitió que la niña se explayara hasta el final.
Todo aquello finalizó con una petición, una oferta que no podían rechazar, quizás. «Soy una kunoichi de Uzugakure no Sato, no puedo ser vista trabajando y codeándome con tipos así... no parecen legales, precisamente. Casi matan a alguien a sangre fría», reflexionó.
¿Huir, pelear o aceptar la tarea? Se trataba de una encrucijada con tres direcciones.
—¿Y qué se supone que tendremos que hacer? —interrogó en voz alta, queriendo sonar más segura de lo que en realidad era—. No estoy dispuesta a matar a nadie ni robar.
Keisuke la miró. La pelivioleta se aproximó a él con un solo paso y le susurró:
—Keisuke-san, es una calle muy estrecha. Podríamos usar un Ōkashō conjunto, tumbar el suelo y escapar antes de que se levantasen...
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—¿Y qué se supone que tendremos que hacer? No estoy dispuesta a matar a nadie ni robar. Aseguró Karma sin saber aún cual era la propuesta de sus hostigadores.
—La juventud de ahora no ha aprendido a no juzgar un libro por su portada...— Aquella voz resonó por un momento en la mente de Kojima, ¿dónde la había escuchado? ¿Porqué no se había percatado de la presencia de él en el callejón? Seguramente era porque no había prestado la atención suficiente o porque Keigo había tomado el protagonismo conjunto a la chiquilla, eso le haría detallar a la tercera persona, esa sí que no la conocía, era una mujer joven, pero poco más se podría saber a ciencia cierta. —La cadena ha vuelto con Hana, Ryu terminó devolviéndola, aún no sabemos exactamente porqué, pero ese no es el problema en sí.— Explicó brevemente mientras se ponía en un lugar en dónde fuese fácil prestarle atención. —El problema radica que al parecer alguno de nuestros colegas esta herido gravemente.— Dirigió una mirada nada disimulada a la pelimorada. —Como podrán deducir no es ningún favor turbio...
—Keisuke-san, es una calle muy estrecha. Podríamos usar un Ōkashō conjunto, tumbar el suelo y escapar antes de que se levantasen...— Sugirió
—No lo sé... Sinceramente pienso que tendré que volver a Yamiria en un futuro y no me gustaría tener ningún tipo de inconveniente cuando vuelva.— Admití haciéndole entender que podríamos considerarlo. —Podemos dar un vistazo a la situación que tiene.— Murmuré para ella. —Quizá lleguemos tarde para salvarlo, pero que no vean que no queremos colaborar...
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Intervino una inesperada voz que parecía venir de todas partes y ninguna al mismo tiempo. Karma alzó instintivamente la guardia. Poco después pudo comprobar que aquella voz pertenecía a una mujer, una integrante más de esa variopinta banda de sospechosos personajes.
Además de replicar la reticencia de la kunoichi con un comentario astuto, la señorita señaló de forma concisa lo que necesitaban del par de médicos. Karma se mordió el labio inferior. «Supongo que se refiere al tipo con el pulmón perforado, ese al que YO herí...». Había sido en defensa propia, no podían juzgarla, ¿verdad...? Independientemente de que lo hubiera disfrutado o no...
Keisuke parecía dispuesto a echarle un vistazo y tratar de enmendar el daño causado; no deseaba buscarse problemas con el inframundo de Yamiria —o lo que quisiera que fueran esas personas—, un hecho bastante comprensible. La genin suspiró, derrotada. Mejor que ella no se buscase líos tampoco.
—Vale, hagámoslo... —sentenció.
«Espero que no sea una trampa y luego nos intenten apuñalar por la espalda o algo...», se encomendó así a los dioses.
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Karma se mantuvo ensimismada en sus pensamientos y preocupaciones como para darse cuenta que la persona que dio las últimas declaraciones había sido el muchacho al que le había pagado en la librería el tomo de anatomía, ¿quien diría que alguien como él estaría estuviera envuelto en todo ese enrollo? Eso solo daba a pensar que no era una organización común y corriente, cualquiera persona podría ser miembro de la misma... Hasta la más inesperada...
Después de unas pocas palabras de mi parte, Kojima cambió de opinión y pensó que era mejor tratar de solventar el daño hecho. —Los seguimos.
La niña tomó la delantera mientras el resto se quedaba atrás para asegurarse de que no fuéramos a ningún otro lugar, era evidente que estaban tomando las medidas necesarios para evitar una huida, no confiaban nada en nosotros.
La travesía transcurrió en silencio, a excepción de la chica desconocida, quien no paraba de negarse ante la ayuda al herido, alegando que se lo merecía por pervertido y quien sabe que otra cantidades de cosas más. La voz de la muchacha era chillona lo suficiente como para desconcentrarnos a los dos, el camino se veía repetitivo y no lograba asegurar exactamente sí avanzábamos o caminábamos en circulo o sí realmente nos dirigíamos a algún lugar, pero nuestros escoltas se mantenían firmes sin dudar de su paso.
El trayecto duraría alrededor de unos diez minutos, lo único que pudimos notar era que las calles seguían siendo igual de estrechas y que en ningún momento salimos de lleno a las principales de Yamiria, por lo que era fácil deducir que nos encontrábamos en una zona no tan transitada.
El grupo terminaría topandose finalmente con un edificio de roca que se alzaba orgulloso, tenían buen aspecto exterior, aunque la puerta que los recibía no daba la talla para el tamaño del recinto en sí, una vez en el interior la niña seguiría guiandoles hasta las escaleras, subiríamos y subiriamos hasta que llegasemos al último piso, el lugar es taba un poco oscuro, el interior era de roca igual y era difícil no notar los objetos de calidad y algunas piezas valiosas tanto metales como pinturas y más... No parecía ser la casa de ningún delincuente ni la pocilga de vándalos.
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Una de las voces se le había antojado familiar en todo momento, pero no lograba ubicarla. Así fue hasta que cayó en la cuenta de que uno de los miembros de la poco amigable comitiva era, nada más y nada menos, que el cajero de la librería. La muchacha alzó una ceja tras realizar la conexión. ¿Hasta dónde llegaba la madriguera del conejo?
Se pusieron en marcha. La pequeña iba al frente, ellos en el centro y los demás en la retaguardia, aunque resultaba obvio que no eran sus espaldas lo que les preocupaba, si no el par de ninjas que tenían delante.
«Nos llevan bien atados, como un par de corderos al matadero...»
El grupo se desplazó sin perturbar el silencio, a excepción de la chiquilla harpienta, que parecía dispuesta a hablar por todos los demás. Karma trató de ignorarla, pero su verborrea la terminó irritando. Necesitó desconectar de la realidad, abandonarla, despreocuparse de la situación y dejar que la guiasen sin más. Por ello acabó con la cabeza gacha, mirando sus propias sandalias, que caminaban y caminaban con rumbo desconocido. Estaba cometiendo un error de novata al no preocuparse por sus alrededores, pero la médica iba ya sobrecargada mentalmente.
Se mantuvo así hasta que llegaron a un edificio y se pusieron a subir escaleras. Fueron unos cuantos pisos, era casi como si estuvieran escalando una torre. Es más, el aspecto del lugar no tenía nada que ver con la imagen mental de la kunoichi: ella esperaba algún tipo de antro infernal. «Supongo que así es como viven los delincuentes con dinero», consideró tras echarle un vistazo a un cuadro de aspecto valioso.
«¿Y dónde está el herido?».
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La oscuridad llegó a su fin cuando la chiquilla movió un interruptor y vario haces de luz se manifestaron por todo el lugar dejando ver una amplia sala, de frente había un gran ventanal que daba a una de las calles de los comercios de Yamiria, por lo que sería fácil concluir que estaban cerca de la zona principal. Justo antes del ventanal había un gran sofá en dónde descansaba el cuerpo de la persona que motivó a los sirvientes de Hana a buscarnos, aquel que por suerte del destino recibió una herida mortal.
La sala no terminaba ahí, tenía varios muebles más, de calidad, algunos cuadros en las paredes con ciertos adornos brillantes que recordaban que no se trataba de un lugar meramente vulgar, y habia algo más... Un cuadro de dimensiones mucho más grandes que los demás, en el mismo se veía una pareja relativamente joven y con una chiquilla descansando en su regazo.
—Cada segundo que pasa es crucial.— Agregó una vez se aseguró que hubiéramos visto a Hikari. —Aunque ustedes ya saben es, ¿no?— Recalcó mientras él mismo se acercaba al sofá en dónde deberíamos cumplir nuestra misión.
Me acerqué para actualizarme y ver la situación actual del enfermo. —Bien ustedes ya retiraron la aguja.— Afirmé al ver que hicieron algo sin causar consecuencias peores. —Todo dependerá de su voluntad por vivir...
Mi palma empezó a brillar, a irradiar la energía que sanaría la herida de aquel pervertido...
La niña regresó por las escaleras y Keigo y la otra mujer no se moverían de los escalones hasta que Karma se pusiera a trabajar como yo lo estaba haciendo, cuando ésta lo hiciera, ambos tomarían asiento en los muebles aledaños.
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Se hizo la luz.
La sala era más amplia de lo que le había parecido a Karma en la penumbra. Toda ella rezumaba un olor a poderío económico que constataba lo que ya vieron durante el ascenso. Frente a ellos había un poderoso ventanuco y un sofá; sobre el segundo estaba tendida la "víctima". La kunoichi le dedicó una fugaz mirada al descomunal cuadro con la pareja.
Entonces se les apremió. Era cierto, el tiempo era un lujo del que no disponían.
La Kojima se aproximó a Hikari con zancadas apresuradas, a la par que Keisuke. Al igual que su compañero, la pelivioleta examinó al hombre, buscando hacerse una idea generalizada de su estado. «Esto no pinta bien...», caviló.
El pelirrojo se puso manos a la obra de inmediato, haciendo uso del Ninjutsu Médico más conocido. Pero ella no había dominado esa técnica todavía, así que no podía colaborar con los esfuerzos del amejin. En cualquiera de los casos, le parecía que la situación era demasiado seria como para que ese tratamiento bastase...
—Keisuke-san, ¿crees que habrá que operar? Si de verdad tiene el pulmón perforado... —declaró con la boca pequeña, insegura—. Podría hacerte de enfermera si lo necesitas, pero no llevo mi kit médico conmigo... siento ser tan inútil...
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—No, sólo detendremos la hemorragia y luego sacaremos el veneno que se ha esparcido por su cuerpo, con eso debería bastar.— Murmuré para Karma, después de todo teníamos un par de ojos verificando nuestro trabajo, se trataba del chico de la librería, quien miraba nuestros movimientos sin perderse ninguno de ellos.
—Tranquila, no eres inútil, solo no sabes lo necesario aún.— Aseguré con tono consolador mientras seguía prestando la atención necesaria que necesitaba el herido. —Y sí dudas sobre sí hacemos lo correcto o no, recuerda que somos, o seremos, médicos y nuestro objetivo es salvar vidas, no acabar con ellas, para eso nos preparamos.— Agregué en caso de que la chica tuviese alguna controversia moral.
—Necesitaremos un par de ollas con agua estéril, cuando terminemos con esto tendremos que hacer otro proceder, empezaremos cuanto antes.— Exigí a nuestros captores.
Keigo fue el único que se levantó y bajó, tras un par de minutos volvió asegurando que lo tendríamos cuanto antes.
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