Apenas debía de ser mediodía cuando Nande puso por fin el primer pie en la pintoresca Taikarune, internándose bajo la agradable sombra que proyectaba aquel enorme arco que se elevaba sobre la villa. Era la primera vez que el chico se internaba tanto en el país del fuego suelo, al igual que la primera ocasión en la que sus ojos contemplaban aquel lugar. Y la verdad es que tenía su encanto, no era muy diferente a Uzushiogakure salvando las distancias pero el estilo arquitectónico tenía algo familiar para él. Quizás fuese la madera o las formas de las construcciones, que aunque con tejados más pronunciados, guardaban cierto parecido con los de su villa de procedencia. Lo cierto es que tampoco era algo tan disparatado, según tenía entendido en un pasado remoto ambos territorios estuvieron fuertemente ligados por relaciones comerciales y militares.
El chico de ojos azules paseaba su mirada de un lugar a otro, la villa era bastante bulliciosa a pesar de que su tamaño no era excesivamente grande. En los márgenes de la calle principal, por la que transitaba en aquel momento Nande, aparecían de vez en cuando algún que otro puesto callejero apenas compuesto por un par de maderos, telas y unas tablas, a veces simplemente telas en el suelo y otras tiendas con su propio local en un edificio. La oferta era bastante variada, aunque nada que ver con la de las grandes ciudades pero aún así había productos de todo tipo, incluso algunos que no había visto en su vida.
Sin embargo, el joven no se detuvo en ninguno de ellos puesto que estaba ansioso por llegar hasta el museo de armamento del lugar, ubicado en un viejo castillo sobre el arco que proyectaba su larga sombra sobre la ciudad. Nande había escuchado que poseía una formidable colección de armamento antiguo, lo que le venía que ni pintado para tomar referencias a la hora de desarrollar armamento para sus queridas marionetas, las cuales llevaba selladas en un pequeño pergamino que guardaba con sumo cuidado en su portaobjetos.
Nande caminaba con rapidez, o al menos con toda la que podía puesto que su escasa altura le hacia difícil caminar entre tanta gente. Los viandantes distraídos apenas reparaban en él y se veía obligado a serpentear entre ellos para no ser arrollado.
—Perdón— iba repitiendo aquí y allá más para hacerse notar que para disculparte, aún así sus modales le impedían expresar su exasperación por vivir al limite del atropello permanentemente
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— ¡Vamos Gen, otro día más de visita al museo!
La marioneta la devolvió la mirada, inerte, sobre la silla de su habitación. Un pequeño títere más pequeño aún que su dueño, que portaba una capa violácea, y tenía el pelo totalmente tintado de negro. Ese era Gen: la marioneta que había heredado de su madre, y que le había acompañado en un par de batallas.
— Si, ya sé que no es la primera vez que vamos. Pero la otra vez saque una buena idea para Remu. Quizá hoy consiga algo para ti — dijo, señalado el pergamino que colgaba en su cintura. Ahí estaba su segunda marioneta. Hacía nada había hecha de sus grandes creaciones: una enorme cola metálica retraible, para su otra marioneta —. No te enfades por eso. La siguiente irá para ti, de verdad.
La marioneta continuó mirándole, con sus ojos vacíos e inexpresivos.
— ¿Qué? Claro que no. Te voy a sellar. No quiero problemas de espalda — La marioneta seguía mirándole inexpresivamente. Quizá en la mente del titiritero estuviese haciendo un puchero —. Lo siento amigo, otra vez será.
Juro sacó un rollo y con un par de sellos, generó una pequeña explosión. Luego, se guardó el otro pergamino en su cintura, paralelo al otro.
— ¡Perfecto!
Felizmente, el chico se fue. Lo que no sabía es que en la habitación de al lado, una mujer de treinta años, que había venido a ver a su novio, había estado escuchando toda la conversación. Esa mujer luego vería como el chico salía completamente solo de su habitación. También había sido testigo de como había llegado hace un día, también solo.
Y así, los cotilleos empezaban...
Juro avanzaba por la calle principal, la cual era enormemente transitada. Aunque un año antes eso le habría sorprendido, el chico había desarrollado cierta costumbre por el bullicio. En Kusagakure no ocurría eso, pero ya había visto mundo. Y había visto esa parte del mundo exactamente.
«Es como la segunda vez que estoy aquí. No debería de perderme »
... Y efectivamente, media hora después, Juro se perdió.
«Si el sol esta por esa dirección, eso quiere decir que el norte estará por...¡Mierda! » — Juro estaba en mitad de la enorme calle, llena de gente, sin sentido de la orientación.
Al final, pasó lo que tuvo que pasar. Un individuo muy bajito, con aspecto infantil, se le cruzó. Siendo tan bajo — más bajo que él incluso — fue incapaz de verlo a tiempo, y acabó provocando que ambos cayeran al suelo, tanto por el impacto como por la falta de equilibrio.
— ¡Ah! — exclamó. Al caer, el pergamino que tenía anudado en su costado izquierdo se cayó, pero el chico fue capaz de pillarlo al vuelo. Solo durante unos segundos se podría distinguir perfectamente el pergamino ninja, que generalmente Juro llevaba escondido bajo su camisa. Después, se volvió hacia el chico con el que había tropezado —. ¡Lo siento mucho! ¿¡Estas bien!? ¿Puedes levantarte?
Afortunadamente, la gente no les paso por encima, sino que les evitaron. Juro era más grande — aunque no mucho — y al menos le veían bien.
Juro le tendió una mano amiga, esperando que dijese algo.
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Esquivar constantemente era verdaderamente cansado, obligaba al chico a estar constantemente de un lado a otro sin poder distraerse ni un solo segundo. Y lo cierto es que la tragedia se venía mascando desde hacia rato, aunque siempre la había terminado esquivando en el último segundo. Sin embargo, esta vez, ya no pudo esquivar más. Tras la última finta a un viejo gordo, el chico se encontró de golpe y porrazo con un inesperado viandante. El choque provocó que Nande cayese hacia atrás sobre su trasero, pegando un buen culetazo que hizo vibrar su columna vertebral hasta la nuca además de dejarle un intenso dolor justo en la rabadilla
—Discúlpeme— fue lo primero que alcanzó a decir mientras dolorido se llevaba la mano hasta la rabadilla aún en el suelo
Una voz joven se apresuro también a disculparse a la vez que se interesaba por su estado
—No se preocupe, creo que solo ha sido el golpe— Enfocó con sus pequeños ojos azules al obstáculo que lo había tumbado y se encontró con una chico joven, seguramente un adolescente con ropas de verano y piel de quién ha estado todo el invierno a la sombra. Lo primero que le llamó la atención fue la bandana que el chico llevaba en su cuello
(Un shinobi de Kusagakure)
Nande cogió la mano que le tendía el muchacho para levantarse
—Gracias— dijo una vez levantado —Y disculpe de nuevo, me resulta bastante complicado caminar entre tanta gente adulta— hizo una reverencia a modo de disculpa
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Juro no pudo evitar fijarse en el niño que acababa de tirar por accidente. No debía tener más de diez años, como mucho. Su cabello era negro, un poco rizado, con un gran flequillo que tapaba parte de su frente. Tenía la piel blanca, y sus ojos eran de un azul intenso.
Y en su cuello, había algo. Una bandana. Juro se sorprendió mucho al ver el símbolo del remolino.
« No puede ser... ¿Tan joven?» — Vale, él tenía doce años. Pero es que ya estaba acostumbrado a los comentarios de los adultos de: ¿No eres un poco joven para esto?. Se preguntó que clase de cosas le dirían a el pobre.
Aun así, era un shinobi, así que no podía considerarle un niño inválido. Quizá, incluso aparentase menos edad de la que tenía realmente. Quién sabe.
—No se preocupe, creo que solo ha sido el golpe.
El chico tomó la mano de Juro y se levantó. Juro sonrió.
— Me alegro.
—Y disculpe de nuevo, me resulta bastante complicado caminar entre tanta gente adulta.
Un ramalazo de ternura le sacudió de pronto. El pobre ni si quiera podía caminar bien. Juro lo entendió. Lo entendió perfectamente. Y por primera vez, sintió la necesidad de ayudar a alguien más joven que él.
— ¿Te diriges al museo, shinobi-san?— preguntó Juro, con una sonrisa. Aunque era una suposición lanzada al azar, era más que probable. Después de todo, los ninja generalmente visitaban esa clase de cosas —. Yo tampoco soy muy alto, pero me gustaría ayudarte a llegar a tu destino como compensación por el golpe. Yo me dirijo ahí.
Esperaría a que contestase, y después de eso, le volvería a tender la mano. Esta vez, de igual a igual.
— Soy Eikyu Juro — dijo, guiñándole un ojo.
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Tras disculparse con el otro shinobi, Nande procedió a sacudirse un poco el trasero para quitar los restos de polvo que pudiesen haberse adherido a su hakama por la caída.
—Así es, he venido para buscar modelos en los que inspirarme para fabricar nuevos prototipos de armas— al uzureño le sorprendió con la facilidad que habían averiguado sus intenciones, aunque pensándolo bien tampoco es que hubiese muchas más cosas que visitar en Taikarune si eras un shinobi —No tiene nada por lo que compensarme aunque le estaría verdaderamente agradecido si me acompañase, es la primera vez que visito esta villa— el chico volvió a hacer una nueva reverencia en señal de agradecimiento
(Parece una persona bastante agradable aunque no debo olvidar que es un miembro de otra aldea... "mantener la cordialidad pero evitar la amistad" recuerda lo que dice el abuelo Nande) pero la verdad es que había algo en aquel muchacho que le agradaba, quizás fuesen sus buenas formas o que no parecía extrañado por su manera de expresarse, además parecía un tipo bastante alegre
—Nishikawa Nande— hizo una reverencia justo en el momento en que el otro chico le alargaba la mano, lo que le descolocó un poco durante un instante, lo justo para recuperar la compostura y alargar la mano para estrechar la de su interlocutor —Encantado—
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Juro parecía verse con suerte ese día. A pesar del pequeño tropezón, acertó de lleno con su suposición del museo.
—Así es, he venido para buscar modelos en los que inspirarme para fabricar nuevos prototipos de armas. No tiene nada por lo que compensarme aunque le estaría verdaderamente agradecido si me acompañase, es la primera vez que visito esta villa — Y el chico hizo una reverencia para demostrarlo. Juro no pudo evitar sonreírle.
« Es un chico muy curioso. Habla muy formalmente » — Quizá, si fuera el primer uzujin que conociese, podría haber pensando que era algo normal en la villa. Incluso lo compararía con la formalidad de Uchiha Akame. Pero después de haber conocido a Nabi y a Eri, tenía claro que eso no era así. Generalizar era malo.
El chico parecía bastante pensativo. Quizá fuese poco hablador, o igual simplemente fuese tímido. Juro entendía que ver a un ninja de otra aldea era extraño. Hasta antes del torneo, él también se hubiera cortado mucho. Pero ya estaba acostumbrado. Si el chico no daba señas de ser peligroso para él, no tenía porque temerle.
—Nishikawa Nande — El chico hizo una reverencia que Juro interrumpió con su tendida de mano. Él, algo sorprendido, se la estrechó —. Encantado.
— Veo que eres una persona muy respetuosa, Nande-san — dijo Juro, sonriente. Pronunció su nombre con todo el respeto que pudo, esperando no fastidiarla —. ¿Por qué no vamos yendo? Con suerte, la gente no nos comerá.
Aunque no tenía mucha idea de cómo llegar, Juro supuso que solo con terminar la calle principal llegarían. Era un camino empinado, puesto que el museo se encontraba en lo alto del risco. Así que en cuanto el genin se prepararse, los dos empezarían a echarse el camino.
— La verdad es que no es la primera vez que vengo por aquí. Si buscas inspiración, te puedo decir que has elegido un buen sitio. Yo salí con muchas ideas para crear la primera vez que estuve. Supongo que por eso he regresado. — comentó Juro, alegremente. No se atrevió a meterse más en el tema, puesto que no sabía a qué se refería con "prototipos de armas", aunque se prometió así mismo preguntarle más tarde. Le recordaba mucho a lo que él solía decir para evitar preguntas incómodas sobre sus armas —. ¿Tuviste un buen viaje hasta llegar aquí?
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—Espero no estar incomodandolo— el chico había tenido problemas en el pasado por su forma de relacionarse con el resto, debido a sus modales —Usted primero— le cedió el primer paso al otro chico ambos chicos comenzaron a caminar, Nande un paso por detrás por culpa de sus cortas piernecitas en comparación con las de su compañero —Oh vaya, ¿también es un admirador de las armas antigüas?— interrogó bastante emocionado, era raro encontrarse con alguien que tuviese como afición el estudio de las armas —La verdad es que el viaje fue más fácil de lo esperado, como es la primera vez que salía solo de la aldea esperaba tener algún que otro problema en el camino... pero debo de reconocer que todo ha ido bastante bien—contestó el chico con tranquilidad —Además he tenido la suerte de conocer algunas personas interesantes y alguna que otra bastante peculiar, incluso excéntrica podría decirse—
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Nande y él comenzaron a caminar. A Juro no le pasó desapercibido el hecho de que el pobre estuviera sufriendo por seguirle. Juro redujo el ritmo un poco, sin dejarse llevar.
—Oh vaya, ¿también es un admirador de las armas antigüas?— dijo el chico, casi emocionado.
—¡Si! — afirmó Juro —. Las armas de ahora están bien, pero las antiguas, no sé... ¡Son geniales! Antes tenían una forma diferente de hacerlas. Y como fabricante de armas que soy, me gustaría volver a ese modo.
Juro tuvo que frenarse en seco, antes de que un hombre enorme — le sacaba tres o cuatro cabezas — le arrollase. Pasaba sin ningún cuidado, apartando a la gente de lado a lado. Miró atrás, para comprobar si Nande estaba bien.
—La verdad es que el viaje fue más fácil de lo esperado, como es la primera vez que salía solo de la aldea esperaba tener algún que otro problema en el camino... pero debo de reconocer que todo ha ido bastante bien. Además he tenido la suerte de conocer algunas personas interesantes y alguna que otra bastante peculiar, incluso excéntrica podría decirse.
— Ya veo. La verdad es que hasta hace un año, mi hermana no me habría dejado irme solo a ver mundo. Eres muy valiente — reconoció Juro —. Pero viajar es genial. La gente más curiosa que he conocido han sido ninjas de otras villas, la verdad. ¿Tú estuviese en el torneo de los dojos?
Juro pensó en que era demasiado pequeño. Pero había sido un genin, después de todo. Desde luego, Juro no lo había visto, porque le habría recordado.
El camino ya empezaba a empinarse. Ambos — bueno, quizá Nande si se ponía de puntillas — podrían ver que a lo lejos, se alzaba un enorme edificio, que debía de ser el museo. En él, había una gran cola, y dos figuras parecían estar controlando la entrada de la gente. Juro recordó a los guardias que vio la última vez, y se preguntó si serían los mismos. La otra vez había habido más gente — había sido un día de celebración en el museo — y aun así, habían entrado rápido, así que esperó no tener que esperar mucho.
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—¡Vaya casualidad!— la respuesta de Juro entusiasmo al pequeño —¡Yo también soy fabricante de armas! Mejor dicho mi familia se dedica a la fabricación de las mismas, quizás conozcas a la forja Nishikawa— comentó Nande —La verdad es que me interesan las técnicas antiguas, pero creo que hemos avanzado mucho y algunas ya han quedado obsoletas, mi interés es más por identificar las necesidades a las que se enfrentaban en el pasado y observar como respondieron a ellas para aprender. Un arma suele ser la respuesta a un problema, como por ejemplo las espadas cortas. En tiempos remotos las hachas dominaban los campos de batalla, por lo que los guerreros de mayor envergadura se veían beneficiados. Los herreros de aquellos tiempos diseñaron las espadas cortas como respuesta, permitiendo que guerreros de menor envergadura pudiesen enfrentar a los más grandes con ventaja— cuando el pequeño Nande se emocionaba no había quién lo parase.
Ambos chicos comenzaron a subir por una pendiente que poco a poco se iba pronunciando
—Me temo que no, yo aún estaba inmerso en mis estudios de academia— respondió el chico —y la verdad es que no estoy muy informado sobre lo ocurrido en el torneo, creo que paso demasiado tiempo encerrado en mi taller—
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El pequeño genin de pronto pareció emocionarse ante las palabras de Juro, y soltó un chorro de información que trató de asimilar como pudo.
Al parecer, era un fabricante de armas. Su familia, al igual que la de Juro, se dedicaba a eso, en la forja Nishikawa.
— La verdad es que no oí hablar de ella — se disculpó Juro. Tampoco se molestó en preguntar por la tienda de su hermana. Después de todo, no tenían sedes más allá del país.
También le habló acerca de como un arma responde ante las necesidades del pasado, y cómo de esa forma podría saber a lo que se enfrentaban antaño los guerreros. Puso el ejemplo de las hachas junto a las espadas cortas, y las guerras que se libraban en esos tiempos. Juro creyó entenderlo.
— Vaya, no esta mal. Te interesa mucho la historia — admitió Juro —. Pero estoy de acuerdo. Los diseños pueden decirte mucho de la época en la que se hicieron. Es como las armaduras y las vestimentas.
Juro sonrió más. La conversación era interesante. Le recordó a la discusión que había tenido con Eri sobre las armas antiguas. Era interesante. Y que un niño tan pequeño supiese tanto de ese tema le resultaba muy curioso. No pudo evitar pensar en él a esa edad y como se lo tomaría.
Aun así, cuando respondió a su otra pregunta, Juro comprendió lo que le decía.
—Me temo que no, yo aún estaba inmerso en mis estudios de academia y la verdad es que no estoy muy informado sobre lo ocurrido en el torneo, creo que paso demasiado tiempo encerrado en mi taller—
— Bueno, supongo que al menos, sabrás que ganasteis — comentó Juro, sin poder evitar reír ante aquella ocurrencia —. Yo participe, y tuve el privilegio de conocer al ganador. Y a muchos otros genin, a decir verdad. El taller esta bien, pero lo que puedes encontrar en el exterior es increible. Ya me comprenderás cuando lleves un tiempo viajando.
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