12/04/2023, 18:47
Kaminari aseguró que le parecía bien el lugar propuesto por el titiritero. Por otro lado, también afirmó que si, le resultó raro todo el proceso. La verdad, no era de extrañar. ¿Quién no ha oído alguna vez del síndrome del miembro fantasma? Eso que les pasa a las personas que pierden una parte del cuerpo, y que por un tiempo siguen sintiendo como si esa extremidad siguiese allí con ellos, en una fantasmagórica sensación. Sentir eso, pero con una prótesis, y de manera tan rápida... debía haber sido raro no, lo siguiente.
La chica apresuró a tomar asiento, como si la vida le pendiese en ello. El titiritero sentó a su marioneta en la silla contigua, y casi tomó asiento también, cuando la chica detuvo su intención con una petición. La chica parecía querer que Arata pillase los refrescos, y quedó sentada de una forma para nada cómoda, casi ocultando su brazo y las chispas que de éste saltaban.
Arata sonrió. —Claro, señorita Kaminari, no tengo inconveniente.
Dejó a su títere allí, cortando los hilos que le manipulaban por un momento. Al hacerlo, la marioneta cabeceó hacia abajo, como si hubiese perdido la vida. Quedó inerte, aunque... realmente nunca tuvo vida. El titiritero dio media vuelta y se aventuró por el umbral de la puerta del local. Tardó un rato, no demasiado. No habían demasiados clientes, y eso menguó la espera. Arata aparecería entonces con dos refrescos de naranja en una mano, y en la otra con dos vasos.
—Espero que sea de tu agrado el de naranja, señorita Kaminari.
Dejaría uno de los refrescos en su proximidad, y tras ello uno de los vasos. Tras ello, dejaría el otro refresco en el sitio libre, donde tomaría él asiento. Así todo servido, tomaría —Ahora sí. — asiento el titiritero.
La chica apresuró a tomar asiento, como si la vida le pendiese en ello. El titiritero sentó a su marioneta en la silla contigua, y casi tomó asiento también, cuando la chica detuvo su intención con una petición. La chica parecía querer que Arata pillase los refrescos, y quedó sentada de una forma para nada cómoda, casi ocultando su brazo y las chispas que de éste saltaban.
Arata sonrió. —Claro, señorita Kaminari, no tengo inconveniente.
Dejó a su títere allí, cortando los hilos que le manipulaban por un momento. Al hacerlo, la marioneta cabeceó hacia abajo, como si hubiese perdido la vida. Quedó inerte, aunque... realmente nunca tuvo vida. El titiritero dio media vuelta y se aventuró por el umbral de la puerta del local. Tardó un rato, no demasiado. No habían demasiados clientes, y eso menguó la espera. Arata aparecería entonces con dos refrescos de naranja en una mano, y en la otra con dos vasos.
—Espero que sea de tu agrado el de naranja, señorita Kaminari.
Dejaría uno de los refrescos en su proximidad, y tras ello uno de los vasos. Tras ello, dejaría el otro refresco en el sitio libre, donde tomaría él asiento. Así todo servido, tomaría —Ahora sí. — asiento el titiritero.