Sus palabras no hicieron que el capitán moviera ni el más mínimo músculo de su cara, ni si quiera les miró antes de que se fueran de su barco, lo cual hacía ver que, o estaba avergonzado por lo que había pasado en el viaje o simplemente era un capullo.

—Lo lamentamos mucho, lo siento.

Riko agradeció las palabras del rubio con un gesto con la cabeza y descendió al bote, sentándose donde pudo mientras se preguntaba si Mae sería capaz de llevarlos a puerto ella sola o si iba a necesitar de su ayuda en algún punto del viaje.

—¿Podemos preguntarte algo? Ya sabes, no es que precisamente no tengamos dudas de ningún tipo. Oye Riko, ¿No crees que es raro que tuviesen dos hitai-ate shinobi? Encima tenían uno de cada aldea, y queda claro que la opción de que fuesen shinobi queda descartada.

El peliblanco miró entonces a su compañero, tenía toda la razón, ¿de dónde habían sacado aquellas bandanas? Justamente de las mismas aldeas que ellos.

— La verdad que yo tampoco me lo explico, sobre todo porque tener una bandana de una aldea ninja sin pertenecer a dicha aldea es un delito grave. — Realmente no estaba seguro de esto último, pero había captado la idea de tratar de picar a la pelirroja para que les contara más sobre el viaje.

Claro que tenía razón. Por la cabeza del monje solo se le había pasado como curiosidad, pero no había pensado en ningún momento el delito que ello correspondía. Si estaban al tanto de eso serían cómplices de algo grave, y si no lo sabían era que no están del todo bien informados sobre esos tres.

—Además sabían quiénes éramos, de dónde somos, de qué trabajamos. Eso todavía no me lo explico muy bien, es como si alguien les hubiese contado sobre nosotros.— sus palabras eran bastante obvias, tenía que estar seguro de que Mae captara sus intenciones al igual que su compañero.

Una ligera mirada al frente y pudo ver como la pelirroja desviaba sus ojos para el costado, tratando de escapar de esa conversación. Karamaru no pudo más que sonreír a Riko.

«Un poco más...»

Todo esto también es bastante raro, ¿No? No sé, estamos bastante lejos de la costa y para colmo es de noche.

—Además sabían quiénes éramos, de dónde somos, de qué trabajamos. Eso todavía no me lo explico muy bien, es como si alguien les hubiese contado sobre nosotros.

Según iban hablando las cosas iban complicándose cada vez más y, como esperaba, la pelirroja prefería evitar la confrontación y apartaba la vista para evitar responder a los jóvenes que, con este simple gesto, supieron que estaban yendo por el buen camino.

— Realmente todo esto tiene muy mala pinta, ¿sabes? Parece que este pequeño viaje hasta el puerto no es lo que parece, simplemente... ¿tratáis de deshaceros de nosotros?

La voz de Riko no sonaba asustada, pero por dentro no podía estar más asustado de la situación, lo único que le caalmaba era que estaba rodeado de agua y allí podría desenvolverse bien si tenían que defenderse.

Segundos que se hicieron largos pasaron tras la palabras del uzujin. Los ojos de la pelirroja pasaban una y otra vez por los ojos de Riko, del horizonte, de Karamaru, y vuelta a empezar. Su rostro serio como siempre, pero era ese cambio de vistas el que le daba la pauta de que tenía dudas.

—A ver si se callan un poco.— contestó por primera vez, ya con su inigualable voz más gruesa que la mujer promedio.

—Esos hitai-ate son recompensas y las guardan con recelo, traten ustedes de sacárselas si quieren. Sus nombres lo saben porque hace mucho tiempo esos tres realizaron complicadas investigaciones en las academias de las tres aldeas, o al menos eso supongo. Tal vez tienen más memoria de lo que imaginamos.

Las palabras de Mae, a pesar de su tono neutro, no parecían tener una gran connotación de sinceridad. Era difícil, al menos para el calvo, distinguir entre un cuento bien contado con la realidad pero lo que más lo comía era de que a pesar no estar muy seguro no tenía manera de refutar su historia.

—¿Investigaciones complicadas en la academia? Eso no tiene sentido, esas cosas deben de tener altos niveles de seguridad. ¿Cómo?

—¿Tal vez son desertores con más información de la que deberían tener? No lo sé, ni me importa, ¿Acaso piensas que me se los detalles de sus historias? Ya cállense.

Y así como así la mujer parecía escudarse en su ignorancia para defender su cuento. Al menos, y con lo que el calvo estaba muy contento, era que esa pregunta de Riko había calado a la perfección.

«Si claro, es nuestra oportunidad.»

Y por fin, con el paso del tiempo y el buen uso de sus palabras consiguieron hacer que Mae se irritara lo suficiente y es respondiera, contándoles una historia que, a pesar de poder ser cierta, el peliblanco no terminaba de creer y, a juzgar por las palabras de su compañero cenobita, éste tampoco las tenía todas consigo, por lo que tenían que seguir presionando.

— Bueno, imagino que supondrás que, con esta información, tendremos que informar a nuestros respectivos superiores para informar de que una bandana de nuestra aldea anda perdida por ahí, ya sea robada o, como bien dices, propiedad de unos desertores que seguro estarán encantados de capturar, todo esto por supuesto si lo que nos dices es cierto y no nos estáis ocultando nada.

Allí estaba la bomba en la que había estado pensando, sabía que aquello podía tener dos posibles reacciones, que los intentara agredir, lo cual delataría claramente que les mentía o por el contrario que se alarmara y entonces solo tenían que presionar un pelín más para conseguir lo que querían, o eso al menos pensaba el Senju.

Riko habló y lanzó el ultimátum a la pelirroja. Era hablar o hablar, porque sino habría un reporte con consecuencias bastante grandes y complicadas para los implicados. Aunque lo primero que se le cruzó por la cabeza al monje era el combate que seguramente iba a existir en el medio en el cual Mae se resistiría a ello. En ese caso, la vida de los gennin estarían en riesgo.

Sin embargo, el devenir de los hechos parecía resistirse un poco más y buscar otros caminos.

—Ay, dios, es que no se callan ni un segundo.— miró al cielo largando un suspiro de agobio, pero sin dejar de remar.

—Les voy a ser completamente clara, ¿Si? Vamos a callarnos todos hasta llegar al puerto de Yamiria, y vamos a dejar de hablar. No voy a responder más preguntas y me van a tener que creer, y se van a tener que callar. ¿Por qué?— se inclinó hacía delante para acercar su cara a la de los shinobi.

—Porque yo tengo órdenes de matarlos a ambos aquí mismo, y no lo estoy haciendo. Así que por tan inmenso favor, porque está claro que no tienen ni un poquito de chance contra mí, espero que se callen de acá hasta que lleguemos al puerto y no hablen del tema nunca más.

No me importa si me creen o no, si tienen dudas o no. Quiero silencio, ¿Entendido?

El calvo se quedó en su asiento sin saber que responder, mirando con dudas a la remera, quién ya estaba con la mirada seria fija en el horizonte. Por lo que se veía, todavía no había mostrado ni un ápice de posible cansancio ante el trabajo de moverlos a los tres. ¿Atacar sería una solución? Tal vez ese curso de acción tuviera sentido tras un tiempo de viaje, cuando estuviese cansada si es que en algún momento alcanzase ese estado.

«¿A Yamiria? ¿Dijo el puerto de Yamiria?»

El peliblanco sabía que, de un modo u otro, sus palabras influirían en la pelirroja que tendría que reaccionar de alguna manera ante ellas.

—Ay, dios, es que no se callan ni un segundo. Les voy a ser completamente clara, ¿Si? Vamos a callarnos todos hasta llegar al puerto de Yamiria, y vamos a dejar de hablar. No voy a responder más preguntas y me van a tener que creer, y se van a tener que callar. ¿Por qué? Porque yo tengo órdenes de matarlos a ambos aquí mismo, y no lo estoy haciendo. Así que por tan inmenso favor, porque está claro que no tienen ni un poquito de chance contra mí, espero que se callen de acá hasta que lleguemos al puerto y no hablen del tema nunca más. No me importa si me creen o no, si tienen dudas o no. Quiero silencio, ¿Entendido?

Tal y como Riko había sospechado desde el momento uno de aquel repentino viaje a puerto en bote, la intención no era realmente la de dejarlos en tierra, si no la de deshacerse de ellos y al parecer la pelirroja no parecía querer hacerlo por lo que les iba a dejar en tierra, a lo que Riko sonrió y asintió.

— Entendido.

El resto del viaje el Senju haría exactamente lo que Mae había pedido y no habló en ningún momento, esperando llegar a tierra y ver si era cierto que la mujer tenía pensad dejarles a buen recaudo en vez de matarlos allí mismo.

Karamaru tomó la respuesta del peliblanco como suya y calló con la cabeza gacha entendiendo el mensaje de la pelirroja. Si tenían o no una chance en un combate se podría ver, pero siendo innecesario era mucho mejor no tentar a la suerte. Sobretodo porque después tendrían que buscar la manera de orientarse para llegar a tierra firme, y ese trabajo lo estaba haciendo sobresalientemente bien Mae.

Fueron unas cuantas horas agobiantes las que pasaron bajo la luz de la luna acompañados solamente por el sonido del oleaje, hasta que por fin pudieron divisar unas pocas luces apenas visibles. Para quién supiera, las gaviotas que volaron sobre ellos hacía minutos ya se lo confirmaban. Estaban cerca de la costa, y aún así tras horas de viaje la pelirroja seguía sin mostrar cansancio. La opción de no pelear probablemente había sido un éxito.

«Ua, que bonito...»

Un pintoresco paisaje de barcos iluminados, luciendo sus mástiles sin velas, y un puerto con muy poca gente dando vueltas a esas horas comenzó a hacerse más nítido a medida que se acercaban. Unos cuántos pocos edificios yacían en tierra, y menos aún los que se veían iluminados por el fuego.

Por su parte, la guía del ya pasado viaje decidió acercar el bote a una parte baja y lejana de aquel puerto. Un lugar donde no había nadie y nadie los podría ver.

Vamos, abajo. Más les vale que no pasen por el puerto si no quieren que el capitán los vea, hasta acá compartimos camino.

Y sin un adiós se alejó a paso rápido en dirección a las luces, dejando a los dos gennin solos junto a un bote ya encallado sobre la arena. El gran problema que tenía el calvo ahora es que ni siquiera tenía un mapa para saber a donde ir, o por lo menos saber donde estaba.

—Esto...— empezó nervioso una vez bajado del pequeño bote— ¿Y ahora qué? ¿Dónde estamos?

Si tenía un poco de suerte el peliblanco tendría una mejor orientación que él, o tal vez ya conocía el terreno donde se encontraban.

El resto del viaje pasó tal y como Mae había pedido, bajo el más absoluto silencio, nadie dijo la más mínima palabra, por lo que lo único que podía hacer Riko era mirar la inmensidad del mar, ver el reflejo de la luna sobre el agua e intentar vislumbrar algún animal como un delfín o algo similar.

Tras varias horas que se le hicieron eternas en aquel pequeño bote, a lo lejos comenzaron a ver luces que indicaban que estaban cerca de tierra firme, lo cual provocó un gran suspiro de alivio del albino, que no las tenía todas consigo sobre si llegarían vivos o no.

Vamos, abajo. Más les vale que no pasen por el puerto si no quieren que el capitán los vea, hasta acá compartimos camino.

Y sin más palabra se fue, dejando a los dos genin allí sin nada más que hacer o decir.

—Esto... ¿Y ahora qué? ¿Dónde estamos?

El peliblanco calvó sus ojos violáceos en el calvo antes de contestar.

— Pues según nos han dicho, estamos en Yamiria, por lo que estamos en mi país, más o menos me sé orientar aquí, de todas formas deberíamos buscar un sitio para pasar la noche antes de volver cada uno a nuestras casas, ¿no?

Karamaru soltó un suspiro de alivio al ver que al menos uno de los dos sabía donde estaban parados. Estaba seguro que con un mapa y las preguntas correctas podría volver a su casa desde Yamiria a pesar de tal vez tardar unos cuantos días de más. Si Riko lo podía llevar hasta allí, la mitad de la pelea estaba ganada.

—Pues sí, supongo que lo mejor sería partir al amanecer— respondió el calvo.

—Aunque siendo que no podemos ir hacia allí— señalo con su dedo el puerto—Tendremos que encontrar algo por Yamiria.

No estaba seguro de si la amenaza de Mae era cierta, pero Karamaru prefería no ponerla a prueba y arriesgarse a sumar complicaciones a un viaje que ya había dado demasiados problemas. Probablemente tendrían que cruzar algún lugar menos poblado de los alrededores del puerto y la ciudad hasta poder incursionar en algunas calles y encontrar una posada pasando desapercibidos.

«Tal vez que ni siquiera sería correcto quedarse mucho tiempo en esta ciudad...»

—Entonces sabes cómo moverte por acá, ¿No? Porque si es así yo te sigo a ciegas.

—Pues sí, supongo que lo mejor sería partir al amanecer. Aunque siendo que no podemos ir hacia allí. Tendremos que encontrar algo por Yamiria.

Riko asintió prefería no arriesgarse y hacer caso de lo que Mae les había dicho y evitar cualquier tipo de problema por lo que irían a Yamiria a pasar la noche y a conseguir lo que necesitaran para volver a casa.

—Entonces sabes cómo moverte por acá, ¿No? Porque si es así yo te sigo a ciegas.

El joven asintió, No dejaba de ser una zona cercana a su aldea, por lo que no le era muy complicado orientarse por allí, así que no habría mayor problema en situarse.

— Sí claro, sígueme, la ciudad está por ahí, prácticamente se ve desde aquí, lo único que tenemos que hacer es rodear un poco el puerto para evitar que nos vea nadie... por si acaso. — Explicó el joven. — Venga vamos, sígueme. — Diría antes de emprender la marcha.

Tal como había dicho, el calvo comenzó a caminar junto a el uzujin tras asentir con la cabeza a su pedido de seguirlo. Ocultos en la noche, lejos de las luces del puerto, pudieron avanzar sin problemas hasta las primeras casas, y luego calles, de la gran ciudad.

—Por casualidad.... ¿Tendrás un mapa de Oonindo? Porque tomé un barco cerca de mi casa, y no sabría cómo volver por tierra.— preguntaría mientras caminaban, antes de llegar a Yamiria.

La calles, al igual que el puerto, estaban casi vacías. Podrían cruzarse de vez en cuando a un par de personas, podrían ver algunas luces que denotaban actividad dentro de algunos edificios, pero en general, todo estaba muy oscuro y vacío. Pudieron ver algunos locales abiertos de venta de bebidas y algún que otro de comida, que era donde la mayor cantidad de esa poca gente se reunía.

Guiado por el peliblanco, caminando unos cuántos minutos, se cruzaron con un edificio grande, variopinto y bien iluminado. Afuera del mismo, un pequeño cartel iluminado recitaba la simple palabra: "Posada".

—Mira.— fue lo único que alcanzó a decir el pelado, señalando con el dedo, al distinguir que era lo que decía en el cartel.

Ambos genin comenzaron la marcha por la zona, evitando el puerto y dirigiéndose a la ciudad para pasar la noche y descansar después de aquel viaje que tantos quebraderos de cabeza les había dado.

—Por casualidad.... ¿Tendrás un mapa de Oonindo? Porque tomé un barco cerca de mi casa, y no sabría cómo volver por tierra.

Riko no se detuvo, pero sí que miró hacia la posición del amenio por unos segundos.

— Pues... no, lo siento, pero seguro que mañana en la ciudad podemos encontrar uno, no te preocupes.

El Senju daba por hecho que dormirían allí, al menos él iba a hacerlo por lo que al día siguiente, con todos los comercios abiertos seguro que podrían encontrar una tienda donde poder comprar un mapa para que Karamaru se orientase para volver a casa. Mientras caminaban apenas se cruzaron con nadie debido a las horas que eran y en un momento dado se cruzaron con un edificio que parecía ser una posada.

—Mira.

Riko asintió y cambió el rumbo de su marcha para entrar al lugar.

— ¿Qué te parece? Yo no me complicaría mucho más y entraría aquí a pasar la noche y mañana será otro día, ¿qué opinas? — Preguntaría ya en la puerta, antes de abrir.

Tras la decepción de enterarse que su compañero no tenía mapa para prestarle, el calvo se internó junto a Riko en el bello edificio. Cruzaron una puerta doble, gruesa y de madera, pero a la vez bastante ligera, para encontrarse con un gran y amplio salón. Varias mesas y sillas decoraban el lugar junto a alfombras y cuadros todo acompañado de una perfecta iluminación. En el fondo, frente a una pared blanca, un señor vestido de traje los esperaba tras un pequeño escritorio.

—Buenas noches, niños, ¿Qué los trae por aquí?— saludó mientras agitaba su mano en el aire. Al acercarse, todavía sorprendido por la cantidad de detalles y brillos del lugar, Karamaru fue el primero en hablar.

—Andamos buscando una habitación para pasar la noche. Andamos un poco perdidos y preferimos emprender el viaje a casa con la luz del día.— no tenía muchos problemas en admitir que no estaban en la mejor de las situaciones.

El posadero los miró a ambos durante un rato y tras un rato se dio media vuelta y tomó una de las tantas llaves que tenía colgadas en la pared. La misma tenía pegada una pequeña etiqueta que decía "912".

—Bienvenidos al Cabalino Brillante entonces— contestó con una gran sonrisa— Noveno piso, habitación 12. Tomen las escaleras de aquí a la derecha y no tendrán perdida, es al final del pasillo.

Espero que tengan una hermosa estancia.

Su silencio y su sonrisa dejaba en claro que no esperaba nada más de los dos jóvenes quienes tenían vía libre para incursionarse en los caminos de la posada. En silencio, el calvo- quién había ya tomado la llave- se dirigió a las escaleras para seguir las indicaciones del buen hombre. Si alguno era observador, podría ver perfectamente el pequeño cartel que yacía sobre el escritorio, junto al anotador del posadero.

Ambos entraron al lugar y su sorpresa fue enorme al ver que les recibía un amplio salón perfectamente iluminado, amueblado con muy buen gusto lo cual le dio a Riko en la nariz de que no iba a ser un sitio barato pero al menos tenía que preguntar.

—Buenas noches, niños, ¿Qué los trae por aquí?

Un hombre al fondo de la sala les recibió con alegría, lo cual también sorprendió al joven, el hombre estaba perfectamente vestido con un traje elegante lo cual le iba dando cada vez más pistas sobre el precio del lugar al que estaban entrando.

—Andamos buscando una habitación para pasar la noche. Andamos un poco perdidos y preferimos emprender el viaje a casa con la luz del día.

Mientras Karamaru se explicaba y hablaba con el recepcionista, el peliblanco miraba a todos lados en busca de algo que le dijera el precio, y si no lo encontraba, preguntaría directamente antes de aceptar la habitación.

—Bienvenidos al Cabalino Brillante entonces. Noveno piso, habitación 12. Tomen las escaleras de aquí a la derecha y no tendrán perdida, es al final del pasillo. Espero que tengan una hermosa estancia.


Y en ese momento lo vio un cartel que daba información sobre la gran oferta que tenían sobre el precio de la noche en el hotel.

«¡¿2.800 ryos!?»

Rápidamente agarró del hombro al calvo y se acercó a su oreja para hablarle en susurros.

— ¿Tú tienes 2.800 ryos para pasar la noche aquí? Porque yo no. — Y tras sus palabras le señalaría cautelosamente el cartel que acababa de leer.