Y cuando todo parecía estar en su clímax, sin saber muy bien que es lo que podria llegar a pasar o como avanzaría aquello, simplemente se acabó. Hana separó la mano de ella y volvió a coger distancia con Ren, y esta a su vez no entendió que estaba sucediendo. La morena Parpadeó un par de veces, incrédula al ver como aquel extraño ambiente desapareció con la misma facilidad que se rompía un cristal mientras todavía le quedaba algo de rubor en sus mejillas. Agazapó un poco la cabeza, e inflo sus mejillas visiblemente molesta arrugando su ceño.

— Vaaaaaaaaaale... — Dijo con una vocecilla molesta.

Y tras ello, volvió a su tarea original, dándole de comer como ella pidiera y quisiera. Su rubor no desaparecía, aunque no fuera excesivamente notorio, y se la veía todavía algo frustrada.

Aunque Hana se había separado, Ren parecía seguir molesta. ¿Tan lejos había ido? ¿Y si ahora la odiaba por avergonzarla en público? ¿O estaba todavía en el papel? Ay. En cuanto diesen por finalizada esa sesión le diría de no hacer eso más. No podía con los nervios de no saber qué estaba pensando Ren o qué significaban sus reacciones. ¿Le gustaba que la molestase? No podía preguntarselo y mantener la serenidad.

— No estás concentrada, ¿hay algo en tu mente, sirvienta? — le dijo con un tono que parecía neutro, frio, distante, aunque por dentro estaba dandole más vueltas que una peonza al tema.

— No estás concentrada, ¿hay algo en tu mente, sirvienta? — añadió con frialdad en su voz, y plantando la distancia entre las dos, algo que hizo enojar aun más a Ren.

— No, no pasa nada, Hime-sama — pero en su rostro era más que evidente que estaba mintiendo, mientras ponia una cara larga y morros cruzándose de brazos en el momento que lo dijo, para desviarle la mirada sonrojada. — B-Bueno, en cualquier caso. Termino en un par de horas mi turno, podemos salir a dar una vuelta o... Bueno, si quieres claro

Y acto seguido, procedería a seguir alimentando a Hana según sus peticiones. Seguramente no comería en demasía, pues era como alimentar a un periquito o un animal igual de pequeño, así que cuando se diera por satisfecha, recogería las pertenencias de la mesa para colocarlas en el carrito.

— B-Bueno, en cualquier caso. Termino en un par de horas mi turno, podemos salir a dar una vuelta o... Bueno, si quieres claro

Había estado tan contenta de tenerla allí sirviendola que no había caido en que estaba trabajando y su servicio iba a acabar en cuanto se acabase la comida.

— ¿D-dos horas? — miró los restos de comida, apenas quedaba nada, pero es que tampoco podía comer más — No, yo... Si pido algo más ¿no podrías quedarte conmigo?

Le hizo ojitos, a sabiendas de que estaba estirando demasiado del tiempo de Ren.

— No, da igual. Lo entiendo, estás trabajando. Eeee... esperaré por aqui. — se quitó la corona y la puso sobre la mesa.

Al final del día, la corona era de pega.

Tras recoger el resto de la mesa, Ren la sonrió con ternura al ver como deseaba que se mantuviera con ella el tiempo restante. Nada le gustaba más que ese sentimiento, ver como su amor era correspondido y Hana deseaba estar con ella tanto o más que ella. Acercó sus alargados dedos hasta una de sus mejillas, y subió la mano por estos para acariciar con la fina manicura que le habían puesto en sus uñas, unos mechones que le caían por delante a la rubia para colocarlos detrás de su oreja.

— No te preocupes princesa, siempre estaré para tí — le susurró posteriormente con una tierna voz, y posteriormente besándole la mejilla.

La morena le sonreía de oreja a oreja, con un rosado rubor en su rostro antes de desviar la mirada para ver por donde debía caminar hasta el interior del local. Su corazón latía con fuerza, y lo notaba con la mano izquierda sobre su corazón, dejando escapar un largo suspiro cuando ya se encontraba fuera del alcance de visión de la clientela.

— No te preocupes princesa, siempre estaré para tí

Hana se dejó hacer, no quería interferir más en el trabajo de Ren y notaba que si abría la boca no sería para nada más que para hacer eso precisamente. Pedirle que se quedase, que abandonasen ese cafe juntas para escapar al bosque y vivir ahí por el resto de su vida... Y no podía hacer eso.

Además, le parecía terriblemente hipocrita que le dijese que siempre estaría con ella justo cuando se iba. ¿Y ahora qué iba a hacer ella ahí sola? Sus ojos siguieron la estela imaginaria que dejó Ren hasta perderse por donde la sirvienta lo había hecho. Suspiró y se quedó allí sentada, esperando. Podría ir fuera y hacer algo, fuese lo que fuese, pero tal vez podría ver a Ren en acción y eso le valía más que cualquier cosa que pudiese ofrecerle el mundo exterior.

Tras un breve rato, Ren volvería hasta la mesa de Hana con un vaso de agua sobre su bandeja y un papel que era la cuenta de su servicio. Después, se acercaria de nuevo hasta ella, para susurrarle al oído.

— Esperame en el callejón de atrás. Cuando acabe podemos ir a donde quieras, princesa — dijo con la voz más melodiosa que puedo, intentando volver al papel que antes había actuado mientras ponía una mano sobre la suya.

Posteriormente, simplemente se iría con una sonrisa de oreja a oreja al interior tarareando algo a la vez que de la emoción simplemente casi daba saltitos con sus bonitos zapatos oscuros zarandeando la falda. No podía esperar a acabar esas horas para volver a estar con ella e ir a cualquier parte, hasta quedarse sentada en un banco cogida de su mano le parecía el mejor plan de toda la historia.

Ren se volvió a acercar a la mesa y Hana alzó la mirada, esperanzada. Sin embargo, Ren solo le traía un vaso de agua y la cuenta. Ni se acordaba que tenía que pagar.

— Esperame en el callejón de atrás. Cuando acabe podemos ir a donde quieras, princesa

En cuanto Ren le dijo eso, se levantó de su asiento, ansiosa por poder estar con ella. Y con esa misma rapidez volvió a sentarse, al darse cuenta de que hablaba después de que acabase de trabajar.

Tras pagar, se quedó allí parada con su vaso de agua. Cuando Ren estaba visible, la miraba con una leve sonrisa, y cuando no, estaba con la mirada perdida y una expresión neutra. ¿Cuánto le duraría ese embobamiento? Esperaba que tanto como a Ren.

Cuando el café empezase a cerrar, Hana saldría al callejón que le había dicho su novia. No pararía quieta, andando de un lado a otro con más nervios de los que debería.

Aquella callejuela era estrecha, había algun cubo de basura cerca de la puerta de los locales y poco más. No había ningun olor raro, ni manchas en el suelo aunque no estuviera excesivamente iluminada incluso de día. Cuando se acercara la hora, la puerta del café se abriria y Ren haría otra vez acto de presencia, llevando entre sus manos un par de bolsas y todavía su uniforme.

— ¿Mañana entonces tengo que volver a la misma hora? — diría mirando al interior, pero en cuanto vio a la rubia plantada allí en medio dejaría de prestar atención. Dejaría las bolsas incluso a un lado de la puerta, para acercarse hasta ella y abrazarla.

Soltó una pequeña risa nerviosa, mientras le daba un beso en el cuello, y después le sostenía el rostro con sus guantes blancos con volantes, recuperando el breve rubor que llevaba desde que Hana entró por la puerta.

El callejón estaba sorprendentemente limpio para una ciudad como Tane-Shigai. Estaba acostumbrada a que fuera de Uzushiogakure las cosas fuesen mucho menos pulcras, los callejones oliesen a orín de gato y los cubos de basura no fuesen limpiados tan a menudo. Pero ese callejón parecía bien mantenido.

En ese tipo de cosas era lo que estaba pensando Hana cuando Ren apareció de la nada. O más bien, de una puerta. A diferencia de lo que se había imaginado, no salió con ropa de calle, sino que aún iba uniformada. La visión de Ren con el traje de sirvienta fuera del café era más de lo que su pobre cerebro podía procesar y se quedó frito.

Correspondió el abrazo de Ren y posó su nariz en su cuello, simplemente disfrutandolo, hasta que sintió los labios de su novia en su cuello, temblando fuertemente. Su sonrojo casi podría iluminar todo el callejón. Abrazó todavía más fuerte a Ren para ocultarlo.

— R-Ren. Que nos pueden ver.

No sabía por qué exactamente le daba vergüenza, pero que otras personas la viesen temblando por los besos de su novia en público le daba bastante. Sentía que se derretiría en cualquier momento con sus caricias y prefería estar en un sitio medianamente discreto.

Ante su temblorosa respuesta, Ren soltó una breve carcajada y la miró directamente a los ojos.

— Bueno, pues que miren si quieren. Yo solo estoy disfrutando de un bello tiempo con mi chica — frotó ambas narices, dandole un beso esquimal, y posteriormente besandola con gentileza.

— Reeeeeeeen, se te ha olvida-¡Y has dejado aquí las bolsas de basura! ¡Pero...! — una de las chicas se asomó, también vestida con el uniforme y algo molesta, pero en cuanto las vió, se llevó una mano a la boca. — U-Uy, perdón. No quería interrumpiros

— No pasa nada, es que no me pude contener — dijo devolviendole la mirada a la otra chica, y sonriendo.

— ¡Vale, pero cambiate y tira esto! ¿Y te has probado lo de mañana? Por si tenemos que buscarte otra talla

—Eeeeh... Pues no, la verdad

— Bueno, pues que miren si quieren. Yo solo estoy disfrutando de un bello tiempo con mi chica

— Reeeen. — le reprobó Hana en apenas un susurro mientras correspondía a todos los besos de Ren.

Por mucha vergüenza que le diese, no podía resistirla. Lo último que se había imaginado aquella solitaria mañana era acabar el día entre los brazos de su novia, oyendola ser insoportablemente cursi. Se acurrucó en su abrazo, disfrutando del beso que compartían.

— Reeeeeeeen, se te ha olvida-¡Y has dejado aquí las bolsas de basura! ¡Pero...!

Hana se apartó de inmediato, empujando a Ren y deshaciendo el abrazo. De paso, apartaría la mirada para ocultar su sonrojo. Claro, por eso llevaba Ren todavía el uniforme, ¡no había acabado de trabajar!

Estuvieron hablando de las cosas que Ren tenía que hacer, pero Hana solo escuchaba su corazón bombeando más sangre de la que su cerebro era capaz de manejar.

— A-acaba de trabajar, anda, te-te espero aquí. — le dijo a Ren, aún incapaz de mirarla a los ojos.

— A-acaba de trabajar, anda, te-te espero aquí.

— Aaaaaiii — afirmó, caminando encantada de vuelta a la entrada, pero entonces se detuvo para volver de nuevo hacia Hana bajo la mirada de las dos. — Y uno para el camino.

Volvió a besarla, para posteriormente volver hasta la entrada y coger las bolsas. No necesitó alejarse mucho de allí para poder tirarlas a un contenedor y volver al interior caminando con alegría, jubilo y canturreando alguna canción. Se detuvo un segundo para saludarla antes de pasar al interior. La chica observó todo el proceso, algo ruborizada al ver a las dos seguir tonteando, aunque en este caso era algo más bien unidireccional.

— S-Saldra en un momento ¿V-Vale?

Tras un par de minutos, la morena volvería a hacer acto de presencia portando unos pantalones oscuros cortos con unas zapatillas de deporte blancas. Su camisa era negra también, y se abría un poco por delante hacia el lado de su corazón con varios botones que estaban abrochados. A su espalda, llevaba una mochila de un beis grisáceo debajo de su coleta baja.

— Ya estoy lista — añadió sonriente.

Ren se aprovechaba de ella como quería y sin ningún tipo de vergüenza, incluso delante de su compañera que la acababa de pillar escaqueandose del trabajo. Hana solo se quedó allí, helada, con el tenue calor de los labios de Ren sobre los suyos disipandose rápidamente.

— S-Saldra en un momento ¿V-Vale?

— S-Sí.

Fue lo único que dijo la rubia antes de centrar su atención en el callejón ocultando su rubor. Qué interesante era el callejón. Se quedó así hasta que volvió a aparecer Ren, intentando no llamar la atención de nadie.

En cuanto apareció, Hana se lanzó a por ella. Entrelazó su mano con la de su novia mientras con el brazo libre aseguraba el de Ren, agarrándola con fuerza.

— Has tardado mucho. — se quejó mientras acariciaba el hombro de Ren con su mejilla.

De la misma forma que se marchó volvió con una sonrisa en los labios y sin poder pensar en otra cosa que pasar el tiempo con su chica, Ren volvió a una vez más. Esta vez fue Hana la que se abalanzó sobre ella, transmitiendo un aura sensible y frágil. Aquello era algo que le gustaba a Ren; pero lo que más disfrutaba era del hecho de sentir que parte del amor que depositaba en ella, era correspondido y deseada por Hana con la misma intensidad. Rio ruborizada y le besó la frente buscando apoyar la barbilla en el hombro de la rubia.

— Jeje, ya sabes lo que dicen, lo bueno siempre se hace de esperar — y volvió a repetir el mismo patrón que la vez anterior, sosteniéndole la cara a Hana con ambas mejillas para después darle un dulce beso en los labios. — ¿Has pensado en este rato que vamos a hacer? — dijo separando un poco su rostro, pero sin despegar las manos de la cara.