— En general prefiero lo dulce, pero para una cena como Shiona-sama manda, primero salado y de postre algo dulce. ¿Qué te parece si cenamos un ramen calentito y después nos pasamos a por unos dangos de postre? — y no tenía nada que ver con que tuviesen un puesto de ramen enfrente y un puesto de dangos a la vuelta de la esquina. — O lo que tú quieras.

— Oh, un buen ramen caliente después de tanto frío bajo la lluvia tiene que ser casi divino — soltó su mano para dar una suave palmada, ilusionada por la idea; no tardo ni un instante en señalar uno que estaba casi al lado de ellas. — Aunque si por mí fuera, seguía metida en el agua hirviente de aquella bañera; me ha sabido a tan poco esa media hora... — se cruzó de brazos, y comenzó a caminar hacia el local.

— Oh, un buen ramen caliente después de tanto frío bajo la lluvia tiene que ser casi divino. Aunque si por mí fuera, seguía metida en el agua hirviente de aquella bañera; me ha sabido a tan poco esa media hora...

— ¿Quieres que al volver preguntemos si nos dejan entrar otra vez? Aunque yo te miro desde fuera, no me apetece meter el tobillo en agua caliente de nuevo, ya me arde de por sí. — comentó mientras se acercaba al puesto con Ren, aceptando en doloroso silencio que le hubiese soltado la mano.

Al pasar la tela que separaba la calle del interior del puesto de ramen el olor les daría un golpe que ni el más salvaje de los kusajines. Olía a carne, a huevo y a ramen caliente, se podía percibir todas las especias que usaban en ese olor.

Enfrente de la entrada estaba la barra, con cinco taburetes, todos ocupados. A la izquierda quedaba la cocina, la cual estaba rodeada por la barra, a la derecha había hasta cuatro mesas, cada una para una pareja. Como si Shiona-sama la hubiese bendecido, Hana contempló las mesas, todas vacías. Las personas que estaban sentados en los taburetes ni se inmutaron por la presencia de las kunoichis, comiendo tranquilamente.

Un hombre calvo atendía el lugar mientras una mujer joven con el pelo marrón y una breve coleta baja se encargaba de la cocina. El hombre sí que reaccionó, dedicandoles una sonrisa y haciendo un gesto hacia las mesas. Hana asintió en silencio devolviendole la sonrisa.

— Parece que hemos tenido suerte, no parece que nadie nos vaya a quitar el sitio. ¿Dónde quieres sentarte? — anduvo lentamente hacia las mesas esperando que Ren se adelantara y eligiera.

— ¿Quieres que al volver preguntemos si nos dejan entrar otra vez? Aunque yo te miro desde fuera, no me apetece meter el tobillo en agua caliente de nuevo, ya me arde de por sí. — comentó mientras se acercaba al puesto con Ren, aceptando en doloroso silencio que le hubiese soltado la mano.

— No hace falta, ya aprovechare mañana todo lo que pueda

El puñetazo de especias a la nariz de Ren fue más que certero, pero este se vio acompañado por otro directo a su estómago, que se quejó segundos después de entrar en el local; la barra entera estaba llena, y un hombre pelado les sonrió, señalando a las mesas. Ren le devolvío una sonrisa también.

— Parece que hemos tenido suerte, no parece que nadie nos vaya a quitar el sitio. ¿Dónde quieres sentarte? — anduvo lentamente hacia las mesas esperando que Ren se adelantara y eligiera.

Se sentó sin pensar mucho en la silla más al interior, de la penúltima mesa. Posada en su lugar, acarició su estomago, que seguía protestando, y no pudo evitar ruborizarse por ello.

— N-No esperaba tener tanta hambre la verdad... — finalizo con su característica y risa tonta que ya comenzaba a ser habitual en ella.

— No hace falta, ya aprovechare mañana todo lo que pueda

Hana miró de reojo a Ren, esperando que no fuese a hacerla madrugar únicamente para bañarse. No es que la rubia fuese perezosa pero prefería dormir todo lo que fuera posible.

La amejin se sentó en una mesa, aparentemente aleatoria, y Hana se sentó enfrente de ella sin pensarselo dos veces. Entonces, la tripa de Ren gruñó y la pobre muchacha, ruborizada, se disculpó.

—N-No esperaba tener tanta hambre la verdad...

— No te preocupes, pide lo que quieras. Y no tienes que excusarte, te pones muy adorable cuando te ruborizas, con eso me contento. — le soltó Hana con una sonrisa, apoyando los codos en la mesa y sus manos en las mejillas para mirar fijamente a la morena.

— Buenas noches, señoritas. ¿Qué os sirvo? — preguntó el hombre que acababa de aparecer a tomarles nota.

— Yo tomaré un miso ramen. — pidió la uzujin sin apartar la mirada de la morena.

Tras apuntar en la pequeña libreta que portaba el pedido, se giró a Ren, esperando que ella también pidiese.

— No te preocupes, pide lo que quieras. Y no tienes que excusarte, te pones muy adorable cuando te ruborizas, con eso me contento. — le soltó Hana con una sonrisa, apoyando los codos en la mesa y sus manos en las mejillas para mirar fijamente a la morena.

— Buenas noches, señoritas. ¿Qué os sirvo?

— Yo tomaré un miso ramen. — pidió la uzujin sin apartar la mirada de la morena.

Ante la contestación de Hana, se sobresaltó con sorpresa en su silla y no pudo evitar sentirse un poco más avergonzada.

— Y-Yo tomaré uno de pato — añadió con un suave tartamudeo, mientras jugaba con sus propios dedos bajo la mesa.

Tras anotar el pedido, el hombre se marchó a prepararlo sin decirles nada más. Hana le siguió con la mirada unos segundos antes de volver a Ren.

— Y... ¿qué haces en tu tiempo libre? Es decir, fuera del entrenamiento y las obligaciones. Mi madre tocaba el arpa y me enseñó lo básico, así que de vez en cuando practico para distraerme, pero lo cierto es que se me da de pena. — rió por lo bajo antes de seguir. — Ni te imaginas lo que se puede desafinar con un arpa.

Después de un buen rato de escrutinio, apartó la mirada de la morena, algo echada hacia atrás por su propia sinceridad. Sentía tanta confianza por Ren que le era difícil detenerse cuando empezaba a hablar, quería contarle todo lo que pensaba y lo que sabía, siempre que no comprometiese a la villa, claro. Lo último que quería era acabar las dos muertas por traición.

— Puees... Leer algunos libros, ver series y poco más. — dijo con una falsa risa al final, con la esperanza de desviar el tema.

Decir que lo único que hacia era leer mangas, ver series y jugar juegos; o hacer el payaso en su habitación con una espada de cartoné, y que incluso tienes una armadura de samurai a medio hacer, echa con cartones que iban sobrando de las cajas; no era de las mejores cualidades de las que podía presumir. Y dormir la mona hasta medio día para luego engullir un caja de galletas ella sola, tampoco era un logro del que sentirse orgulloso, aunque de tener la puntuación más alta en el Metal Ninja Slug 2 de un local cercano, era algo de lo que si que sacaba pecho.

— Pero generalmente ayudo a Nanashi con su local — recalcó algo más contenta en aquello último, pensando en que debía haber empezado por allí.

— Puees... Leer algunos libros, ver series y poco más.

— Pero, ¿qué libros? ¿qué series? — la mirada de Hana se intensificó sobre Ren, no podía decirle las cosas a medias y a la morena le encantaba hacerlo. — Siempre me dejas a medias, con todo tu misterio.

Y es que la amejin no le daba nunca respuestas largas, todo era breve e inconcreto con ella. ¡Con lo que se llegaba a enrollar ella explicandole detalladamente todo! No esperaba que le hiciese un resumen de su vida y se pasase quince horas dando un simposio, solo que se abriese un poco más. Algo tenía que hacer con todas las horas que tenía el día.

Al contrario de lo que ella esperaba, se interesó por la vaga descripción y contenido que Ren le proporciono, pensando en si al decirlo, no le resultaría extraño.

— Roonin: La leyenda de Hoshimaru — añadió finalmente siendo casi un susurro, mirando a la mesa avergonzada sin querer devolverle la mirada, queriendo que la tierra le tragase.

Se trataba de un manga que marraba la historia de Hoshimaru. En una realidad futurista llena de cliches, coches voladores, armas laser pero en las que se mantenía los conceptos sobre el camino del Bushido. Hoshimaru, un samurai veinteañero se volvió rōnin al asesinar a su señor, bajo la influencia de un demonio el cual fue atraído por la sangre y la muerte, en una cruel guerra en la que participó. Tras el asesinato, consiguió escapar y se vio forzado a reemplazar parte de su cuerpo por partes mecánicas ya que el demonio se apoderó de su cuerpo. Viaja por la galaxia intentando deshacerse de aquel ser, mientras la Federación Galáctica lo busca para ajusticiarlo.

Solo esperaba que no supiera nada sobre aquel manga; muy poca gente lo conocía y salvo muy pocos, mucha gente odiaba dicha serie, defendiendo en que estaba sobrecargada, forzada y llena de cliches. Pero tenia samurais, y espadas, eso ya era más que suficiente para llamar su atención. Aunque podría ser peor, pensaba ella, podría estar enganchada a todas a novelas románticas como su maestro.

— Roonin: La leyenda de Hoshimaru

Hana solo sonrió.

— Lo que me sorprende es que no me lo esperase. Quiero decir, tiene espadas y samurais. A mi padre le encantaba, pero a mi no me gustaba el rollo de lobo solitario. ¿Por qué nunca acepta ayuda? ¡Es que ni cuando está a punto de morirse! ¿Así son todos los samurais?

Aún recordaba a su padre llegar a casa con el capitulo recién salido y ponerse a leerlo sin dar ni los buenos días. Y por no hablar de los personajes femeninos de la historia, a cada cual más encoñado del protagonista. Tampoco es que hubiese leído demasiado, solo los primeros tomos por curiosidad, tras la tercera mujer que se lanzó a sus brazos a suplicarle ayuda y cariño y él la rechazaba con el rollo de lobo solitario lo dejó.

Pero la expresión de Ren cuando estaba avergonzada era demasiado adorable, le daban ganas de saltar la mesa y agarrar esos mofletes.

— Y-Ya bueno. T-Tiene sus motivos; sobretodo después de que la Aldea de los Cerezos le ocultase y solo por eso diezmaran a sus habitantes. Por eso rechaza la ayuda de todos e intenta hacerlo por su cuenta, para no meter en problemas a otros — en un principio empezó a hablar de forma reacia, pero poco a poco se fue soltando e incluso movía un poco las manos cuando explicaba. — ¡E-Es una cuestión de principios! ¿Si no eres capaz de protegerte a tí mismo? ¿Como vas a proteger al resto? Y el haber matado a su señor, es un golpe muy duro que todavía no ha superado.

Cuando se quiso dar cuenta, se quedó congelada un instante, con las manos en alto y algo ruborizada; bajo las manos de golpe y cerró un puño llevándoselo a la boca, mirando hacía un lateral, y carraspeando.

— B-Bueno o eso tengo entendido

— Y-Ya bueno. T-Tiene sus motivos; sobretodo después de que la Aldea de los Cerezos le ocultase y solo por eso diezmaran a sus habitantes. Por eso rechaza la ayuda de todos e intenta hacerlo por su cuenta, para no meter en problemas a otros. ¡E-Es una cuestión de principios! ¿Si no eres capaz de protegerte a tí mismo? ¿Como vas a proteger al resto? Y el haber matado a su señor, es un golpe muy duro que todavía no ha superado.

Al principio parecía reticente, pero poco a poco la pasión que sentía por aquella historia la embriagó del todo y empezó a expresarse fervientemente. Hasta darse cuenta de que se había puesto incluso a gesticular con las manos bajo la atenta y divertida mirada de la rubia.

— Entiendo por qué lo hace pero está claro que al final solo va a conseguir ponérselo más fácil a la Federación. Es decir, mientras siga solo, no supone tanto riesgo como si fuera uniéndose cada vez a más gente, ¿no lo ves? Está haciendo justo lo que quiere el Coronel, aislarle para así poder vender el cuento de que es un asesino enloquecido.— replicó tan seria como podía permitirse en aquella situación, no podía evitar sonreír al ver a Ren desmelenarse un instante y ruborizarse al siguiente.

— ¿Qué harías tú? ¿Abandonarías Amegakure y te volverías una exiliada si matasen a tu Arashikage? No, te quedas en la villa para hacer grupo y ser más fuertes. — no era la analogía más precisa, pero era lo mejor que se le había ocurrido.

— Ya, si le está saliendo genial en ese ámbito, en Alfa Centauri y en el sistema de Orión, lo consideran un criminal y después de... — De repente, Ren se calló sin previo aviso, generando un incomodo silencio durante varios segundos; se había quedado hasta con los brazos en la misma posición, como si se hubiera detenido el tiempo para ella; no por la última pregunta de Hana, sino porque se sabia toda la historia y al principio le había dado la sensación de no gustarle o que no le prestase demasiada atención. En el rostro de Ren se dibujó una sonrisa con los ojos entrecerrados

— Espera, para el carro; tú también estás enganchada ¿o que? — dijo con un tono gracioso; apoyando una de sus mejillas sobre la parte posterior de la mano, y con la otra que señalando a Hana sin extender el brazo.

Parece que no soy la única con esos gustos tan raros y variopintos, pensó

Ren paró en medio de su arranque, gesticulación incluida para hacerle la pregunta.

— Espera, para el carro; tú también estás enganchada ¿o que?

Hana sonrió de nuevo, esta vez con una sonrisa triste. Bajó la mirada a la mesa y apoyó los codos en ella.

— Mi padre compraba cada sábado el capítulo semanal y, mientras yo desayunaba, me contaba lo que pasaba, normalmente quejándose cuando eran capítulos de diálogos o exageradamente animado si eran combates. Así que me sé algo de la historia, pero no porque lo haya leído yo. — levantó la mirada a Ren, para ver qué expresión tenía — Además, yo tengo la sensación que acabará teniendo una emboscada en cada planeta que pise, como le paso en Alfa Centauri.

Intentó cambiar sutilmente de tema a exactamente el mismo tema. Aunque ahora estaba pensativa, ahora no sabía si ponerse al día con el comic o no. Su curiosidad y Ren eran motivos de peso para hacerlo, pero ...

El tono de Hana se fue apagando poco a poco por el recuerdo de su padre; incluso bajo la mirada durante un rato antes de volver a conectar sus miradas, su sonrisa también se esfumó durante un tiempo. El entusiasmo de Ren se fue entonces apagando poco a poco, viendo que estaba sufriendo aunque no en exceso, por lo que pese a que la rubia parecía querer mantener el mismo tema, Ren decidió que a lo mejor solo le haría más daño.

— S-Si, seguramente — respondió algo nerviosa, acariciándose su propio hombro, y mirando a un lado; pensando en lo primero que se le ocurriera para cambiar de tema. — Y... ¿Cual es tu propósito, Hana? Quiero decir, a nosotros en la academia de Amegakure nos enseñaron que debíamos de tener un camino del ninja, un objetivo ¿tú tienes alguno?

Volvió a conectar sus miradas, con plena confianza y un suave brillo en su iris azulado.