La genin de Amegakure no pudo evitar una jovial y cálida risa ante la reacción de Hana; ahora si que podía respirar completamente aliviada al ver a la rubia nuevamente sonreír ampliamente con los ojos llenos de alegría.

— Oh si, por supuesto. — intentó alcanzar una mochila con la mano, pero luego se recostó sobre la cama para poder cogerla para posteriormente volver a erguirse. — Hay una que siempre uso para dormir o cuando hago la vaga por casa; es varias tallas más grande pero es que además esta algo dada de sí — dijo mientras rebuscaba, sacando algo de ropa sobre la cama.

Finalmente pareció dar con la que quería; era una camisa de mangas cortas negra, en la parte delantera se podía ver un dibujo completamente descolorido y al que comenzaba a faltarle pequeñas líneas, aunque eso hacía que quedara incluso mejor. Se trataba de medio torso de un samurai difuminado en lo que parecía un campo de flores de loto; llevaba un casco y una mascara de un Oni con cuernos y largos colmillos en ambas partes de la mandíbula; todo ello sobre un circulo rojo que ahora tenía un rojizo muy apagado.

En el rostro de Ren se notó la duda al contemplarla completamente abierta frente a ella; realmente quería dársela pues pensaba que aquello era una buena idea, además, también se llevaría una que le recordara a Hana cuando la usara.

— Oh si, por supuesto. Hay una que siempre uso para dormir o cuando hago la vaga por casa; es varias tallas más grande pero es que además esta algo dada de sí

Hana la observó desde la cama con la avidez de un gato. En cuanto la sacó y la enseñó, la rubia saltó sobre la camisa, llevandosela con ella a la cama.

— ¡Es mía! — dijo mientras se revolvía sobre la cama con ella.

Se la echó por encima de la cabeza tapandose el pelo y asomando la cara y riendose por lo bajo.

— Mía.

Ya se pararía más tarde en casa a observar con detalle el dibujo desgastado en su nueva camisa favorita, pijama predeterminado y prenda de andar por casa.

Apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando Hana se ma arrebató de las manos; le gustaba mucho aquella ropa y Nanashi ya había intentado deshacerse de ella en más de una ocasión. Cuando la estuvo usando como un trapo viejo, estuvo tres días seguidos para intentar sacarle la mugre, y parte del dibujo comenzó a difuminarse, tampoco me importó eso último, porque pensaba que le daba un toque bastante cool.

— ¡Oye, no me dejes así! — dijo entre risas al ver como se tiraba en la cama. — Se supone que es un intercambio ¿no? ¿Donde está la mía si se puede saber?

— ¡Oye, no me dejes así! Se supone que es un intercambio ¿no? ¿Donde está la mía si se puede saber?

Hana alzó la mirada un segundo, recordando que aquello era reciproco.

— Sí, cierto, jeje. — se rió por lo bajo mientras se levantaba de la cama hacia su bolsa, sin soltar su nueva reliquia.

Empezó a rebuscar, sacando camisas, algunas de manga corta, alguna que otra más gruesa y de manga larga, pero la rubia las iba descartando a un lado.

— Ésta no, ésta no, ni de broma, no, no, no. Ésta... — se paró en una que tenía una enorme espiral en el centro — mejor no.

Siguió así un rato, empezando a rebuscar en lo más profundo, habiendo sacado casi todo el contenido en busca de una en especifico. Finalmente, sacó la prenda con aspecto victorioso.

— Aquí está. — sostuvo la camisa abierta ante ella y se sonrojó — Bueno, que si quieres otra, tengo otras, claro, no tienes que cogerla si no quieres.

Se la enseñó a Ren, sosteniendola ante ella, agarrando con cada mano un hombro de la camisa. Era la antitesis de la morena, que vestía completamente en negro. Era una camisa de manga corta, rosa palido, seguramente en su epoca buena había sido rosa brillante, en una esquina de abajo tenía pequeñas estrellitas plateadas dibujadas, que no brillaban, pero seguramente lo hubiesen hecho, y un arcoiris atravesando de una punta a otra. Todo ellos desteñido del uso, y por la parte de atrás, un unicornio levantando un pulgar. No podía ser más surrealista.

Había varias manchas por toda la prenda, de liquidos derramados y comida escurridiza. El sonrojo y la vergüenza de Hana aumentaban exponencialmente.

— No, no, mejor... mejor no, no creo que quieras llevar esto. Es muy infantil.

Parecía que se iba a tomar su tiempo deliberando cual sería la indicada; Ren estiró los brazos y se dejó caer sobre la cama, el cansancio comenzaba a invadir su cuerpo y poco después lo haría el sueño. Se descalzo y se tumbó de lado detrás de Hana mientras esta seguía rebuscando entre su ropa. No pudo evitar sonreír y reír junto a ella cuando mostró una camisa con una gigantesca espiral que la ocupaba casi por completo.

Cuando pareció finalmente dar con una, Ren estaba mirando algunas de las que había dejado amontonando. La habitación empezaba a ser un caos con tanta ropa por todos lados.

— Realmente solo podía ser tuya— dijo con una carcajada observando la camisa. — Me encanta, es totalmente tu. Y esta también — en su mano tenía una de un color azul apagado, con un estrella descolorida de cinco puntas que ocupaba toda la parte delantera.

— Realmente solo podía ser tuya. Me encanta, es totalmente tu. Y esta también

— Bu-bueno, al menos no te rias. — avergonzada, empezó a guardar la ropa en la bolsa dejando fuera solo la camiseta que había cogido Ren y la que tenía ella misma.

Tambien era muy tipico de Ren contestar sin contestar.

— Entonces ¿cual quieres? ¿Y qué quieres decir con que es muy yo? — preguntó sonrojada mientras aún tenía entre sus brazos la camiseta negra de samurai de Ren

— ¿Yo? Nada nada— añadió con otra risa, teniendo ahora ambas camisas en las manos, con un pequeño rubor y una dulce sonrisa. — Tu tienes el oso ¿no? Pues yo me quedo con estas dos entonces

Se reincorporó con ambas en las manos, dispuesta a guardar lo que había amontonado anteriormente de su equipaje. Quitándose también de una vez el kimono con el que habían estado paseando, y dejándolo sobre una silla cercana. Decidió utilizar la camisa rosa "nueva" y unos pantalones anchos pero cortos, dirigiendo una mirada hacia el final de esta; también le estaba más grande de lo que era su talla real, pero eso era con lo que realmente estaba cómoda. Estiro un brazo por encima de su cabeza mientras lo agarraba con la otra mano y daba un largo bostezo.

— ¿Yo? Nada nada. Tu tienes el oso ¿no? Pues yo me quedo con estas dos entonces

— Pero... pero...

Ren cogió sus dos camisetas y se dio la vuelta, dispuesta a recoger y a cambiarse. Sería entonces cuando recibiria un golpe muy blando en toda la nuca, para ver como la almohada caía al suelo tras haber impactado contra ella. Hana ya estaría cambiándose de espaldas a Ren cuando ésta se girase, silbando inocentemente mientras se ponia aquella camiseta negra con un recuerdo de samurái en ella y la olía disimuladamente.

Normalmente se hubiese puesto pantalones largos para dormir, pero aquel dia tenía la sensación que con unos cortos negros tendría suficiente y así iba a conjunto.

— Mira, soy Ren-chan, el terror de los colores. Apuesto siempre al negro. — imitó un tono mucho más grave, como si fuese un justiciero enmascarado.

Acto seguido, se echó a reir sobre la cama como una loca.

- Mira, soy Ren-chan, el terror de los colores. Apuesto siempre al negro. — imitó un tono mucho más grave, como si fuese un justiciero enmascarado. Acto seguido, se echó a reir sobre la cama como una loca.

— Pero serás... — se agachó un poco para poder coger la almohada que le había tirado para acercarse hasta ella. — ¡Primero soy un panda y ahora un monstruo de color oscuro! ¡Y me lo dice la princesa desvalida en el bosque de los colores pasteles! — subió a la cama descalza para golpearla con suavidad con la almohada, pero poco después volvería a bostezar incontrolblemente e iría deteniendo su movimiento poco a poco, para volver a bostezar después de acabar la frase.

—Vamos a dormir por favor. Que me voy a quedar frita de pie a este ritmo.

— ¡Primero soy un panda y ahora un monstruo de color oscuro! ¡Y me lo dice la princesa desvalida en el bosque de los colores pasteles!

No tardó en lanzarse a la cama a por la pobre e indefensa kunoichi de Uzu que solo pudo bloquear los golpes de almohada con sus brazos mientras se reía.

— Oh, no, es el monstruo de los almohadazos, socorrooo...

—Vamos a dormir por favor. Que me voy a quedar frita de pie a este ritmo.

— Lo dices como si fuese yo la que está pegandote a tí. A dormir.

Aprovechando la debilidad de la morena le arrebató la almohada, la puso en su sitio y levantó la sábana para meterse debajo.

Miró a Ren, somnolienta, con su camiseta más empalagosa, y era TAN adorable que Hana sentía que se le derretían las corneas. La idea de dormir abrazando una cosa tan mona le estaba provocando una subida de azúcar. Negó con la cabeza, no quería seguir dandole a Ren la sensación de que era una niña pequeña con su habitación pintada de rosa y llena de peluches.

"Mierda" pensó al recordar que su habitación estaba pintada de rosa y llena de peluches. Pero no había sido decisión suya, ¡había estado así desde que nació!

— Pu-pues eso, a dormir. — sentenció tras acomodar la cabeza en la almohada, mirando a la pared pero esperando a ver qué hacía Ren.

Agradeciendo en su interior tanto a su cuerpo como a su alma que por fin iba a poder descansar, se acomodó entre la pared y Hana.

— Espero que no te importé; siempre duermo pegada a la pared porque tengo la ventana al lado, y el sonido de la lluvia contra el cristal en Amegakure para muchos es realmente tranquilizador — dijo mirando a la pared, aunque bajo esta no tuviera ventana; la cama no era excesivamente ancha pero tampoco se incomodaban la una a la otra. Volvió a mirar a Hana, ahora con la cabeza sobre la almohada dirigiéndome una sincera sonrisa.

— Menudo día de locos— dijo tras una pausa. — ¿Ya no te duele el tobillo? Uuuh, que rápido te cura— añadió con un sarcástico tono en la voz.

Ren le explicó que normalmente dormía contra la pared para escuchar el ruido de la lluvia y Hana se hizo a un lado dejándole el lado de la pared, la cama daba para ambas, pero la rubia era de moverse bastante así que no podía evitar viéndose despertando a Ren del golpe que se daría contra el suelo.

— Menudo día de locos¿Ya no te duele el tobillo? Uuuh, que rápido te cura

Estaban cara a cara, con apenas unos centímetros de distancia y Hana empezaba a relajarse y adormilarse, cosa que solo podía salir mal.

— Seguramente sea porque alguien me lo ha cuidado muy bien. — contestó con una sonrisa.

Busco la mano de Ren con la suya bajo las sábanas, esperando poder entrelazar sus dedos de nuevo.

— Aunque sí que ha sido un poco de locos porque... — la interrumpió un bostezo bastante poderoso que acabó con ella cerrando los ojos y sin continuar lo que estaba diciendo.

Para cuando cogió su mano, la capacidad de razocinio había abandonado su cuerpo. Entre cerro los ojos intentando mantenerse despierta para escuchar lo que quería decirle, pero sus ojos se desplomaron y pareció haberse quedado completamente dormida. Sin soltar su mano, se giró para mirar el techo una ultima vez.

— Oyasumi nasai, nee-chan — susurró antes de quedarse dormida ella también entre la sabanas.

Al principio, cayó en un profundo sueño, se pasó gran parte de la noche totalmente quieta, descansando de la forma más normal del mundo. Entonces, unos minipandas aparecieron, claramente ofendidos por como había tratado la rubia a su hermano. La empezaron a acosar, ella huía pero en cada esquina aparecía un par más de minipandas, cada cual con una katana más larga o un mazo con pinchos más gordo.

Siguió así durante un rato, huyendo descontrolada, hasta que se encontró con el panda maestro. Era un panda gigante con una katana del tamaño del edificio del Uzukage, cuando el oso se agachó pudo ver que no era un panda, ¡era Ren disfrazada de panda! Se agachó y agarró a la rubia de la camisa para levantarla y ponersela en el hombro.

Ren le confesó que se había tenido que disfrazar para infiltrarse y Hana le decía que para qué, si era gigantesca, entonces se paraba y decía, pues es verdad. Sin venir a cuento, le daba un golpetazo con el dedo y tiraba a Hana a tomar por culo.

Ahí fue cuando la rubia se despertó, del costalazo que se acababa de dar contra el suelo. ¿Qué mierdas acababa de pasar? Subió a la cama rápidamente, somnolienta, sin recordar que había otra persona en ella, se abrazó con fuerza a lo que pilló y volvió a dormirse con un olor dulzón en su nariz, un olor que la relajaba y le recordaba la lluvia, el olor de Ren.

Para suerte de Hana, la amejin siempre dormía largo y tendido cuando en algún momento del día había llorado. Era como si una pequeña parte de estrés en su cuerpo desapareciera, aunque dicho ansiedad fuera de forma subconsciente. Ren durmió toda la noche a pierna suelta, sin ningún incidente remarcable salvo el de aferrarse a la rubia después de que atropelladamente hubiera caido al suelo. Tal vez murmuró algo en sueños, pero seria imposible de comprender.

Solo cuando la luz del día comenzó a molestar su sueño, se despertó. Tras acariciarse los ojos y gimotear en señal de protesta porque apagasen el sol, se incorporó somnolienta, para contemplar la habitación. Miro a Hana, que todavía estaba dormida de espaldas a ella y después miro al frente; preguntándose dónde estaban los pescados de anoche, todavía le quedaba uno de fresa.