Yuki pestañeó un par de veces, descolocada. ¿Qué quería decir con que ni siquiera le sale la técnica más básica de Fūinjutsu? Quizás Fuyu no tenía tanto potencial como Yuki se pensaba... o quizás simplemente no había tenido un buen maestro todavía.

Suspiró. Era muy improbable que lo segundo fuese cierto, pero no sería una buena maestra si no intentase enseñárselo.

— Porque la clave de la herrería Kurogane es el Fūinjutsu. —Le dijo—. Hoy pondré yo el sello, pero trabajaremos en eso otro día.

No era algo que quisiese decir en voz alta, pero Yuki tampoco era muy buena con los sellados. Sabía la teoría, igual que su alumna, pero no era capaz de realizar ninguna fórmula de sellado más allá del sello Kurogane. Tendría que pedirle ayuda a Tamao para que le enseñe lo básico.

El fuego se iba haciendo cada vez más intenso, pero todavía no parecía ser suficiente como para calentar el metal. Aún así, Yuki no pasó por alto la manera en la que Kinumi lo observaba.

—Tranquila. Nada se va a quemar. —Le dijo a su alumna, sin saber realmente cuál era su problema—. Puedes relajarte. Todavía le queda un poco.

Realmente cada vez parecía más que simplemente la quería hacer trabajar. ¿Donde estaba el problema en que no pudiese hacer fuinjutsu si Yuki sí podía? Podía forjar y que Yuki le colocase el sello después. No es como si fuesen a pudrirse en dos minutos las armas. Pero en vez de decir todo eso, Kinumi asintió.

—Tranquila. Nada se va a quemar. Puedes relajarte. Todavía le queda un poco.

— Sí, lo sé. Es solo que... bueno, no hay nada más que hacer supongo.

Su lado racional sabía que estaba controlado, todo estaba en orden. Aún así sus ojos iban de vez en cuando al fuego. Como si de un gato callejero se tratara. Le has visto muchas veces, has pasado por su lado, nunca ha hecho nada, pero esa mirada que tiene de maldito psicopata... En algún momento te saltará al cuello. O tal vez empezaba a rozar el PTSD y la paranoia.

Se acostumbraría, se dijo a sí misma.

Como ya se iba haciendo costumbre. Yuki miró a Fuyu durante unos segundos, antes de devolver su vista al frente. Estaba segura de que había algo más, pero si su alumna no quería hablar de ello, ella no sacaría el tema si no era nada serio.

Pasó casi un minuto durante el que fuego, con cuidado, fue tomando cada vez más potencia hasta estar en un punto aceptable para empezar con el trabajo.

— Ahora coge la barra de hierro y caliéntala en el fuego hasta que esté color rojo cereza. Quiero que entonces la saques inmediatamente y empieces a darle forma. —De un bote, se bajó de la fragua donde estaba sentada—. Voy a por un martillo.

— Ahora coge la barra de hierro y caliéntala en el fuego hasta que esté color rojo cereza. Quiero que entonces la saques inmediatamente y empieces a darle forma. Voy a por un martillo.

Cada vez veía más lejano este entrenamiento de cualquier cosa relacionada con ser ninja. Podía simplemente decirle que iba a usarla para forjar antes de entrenar, pero decir que esto era entrenamiento sonaba a manga barato donde hacer las acciones cotidianas te convierte en un super guerrero. Y ambas sabían que eso no pasaba.

— Voy. — decidió empezar a contestar verbalmente por el bien de sus orejas, que se acostumbrasen a oír algo.

Los silencios con Yuki eran lo normal. Cogió unas pinzas para coger la barra de hierro y la puso en el fuego, a la espera de que fuese de un color rojo cereza. Lo especifico del tono no le acababa de gustar. ¿Qué era exactamente rojo cereza? Entendía que era un rojo intenso y profundo, pero no había visto suficientes cerezas para saber distinguirlo ahora mismo. Clavó su mirada en la barra, mientras se distraía en sus propios pensamientos a la par que el hierro se calentaba.

Dicho y hecho: la Uchiha cogió unas pinzas no muy lejos y puso la barra de hierro en el fuego, distraída con sus propios pensamientos. La chica pudo observar cómo el metal cambiaba de color muy lentamente a medida que tomaba temperatura.

— Solía utilizar esta parte para meditar. Me ayudaba más que el método tradicional. —Explicó Yuki, mientras se volvía a sentar en la fragua de al lado, martillo en mano—. Toda tu atención debería estar en el metal. Si dejas que se caliente mucho, acabará haciéndose inútil.

Con total tranquilidad. Yuki continuaba explicando a medida que la temperatura subía y subía. Poco a poco, Fuyu empezaría a notar que el calor empezaba a ser casi insoportable, pero el metal no estaba ni cerca de ponerse rojo. De momento era más bien azul.

— No era algo que hiciese para entrenar, realmente. Solía hacerlo antes de entrenar con Kurogane-san. —Como buena maestra, Yuki iba contando sus historias, mientras su alumna trabajaba arduamente—. Él... solía decir que era el calentamiento. A mí siempre me ha parecido la parte más dura.

Antes de que su maestra pudiese seguir hablando. Fuyu pudo escuchar un sonoro ¡Pop! Seguido de una quemadura en su mano. Un trozo de carbón había saltado y ella no llevaba guantes.

Empezó a centrar su atención en el metal y ver cómo evolucionaba a medida que se calentaba. Al principio, ni siquiera parecía inmutarse por el cambio de temperatura, estaba ahí tranquilamente hierreando sin hacer caso al calor que pasaba por sus ferreas moleculas. De mientras oía a Yuki explicarle lo que solía hacer con su maestro.

En algún momento, sus ojos se tornaron rojos para poder distinguir con más precisión cuando cambiaba de color. De momento, estaba en un color azulado extraño que Kinumi nunca le hubiese atribuido a ningún metal siendo calentado.

Tan concentrada estaba en el color del metal y en las palabras de su sensei que ni se percató de que el carbón había saltado hacia ella y aterrizó sin problema en su mano. Kinumi soltó las pinzas de inmediato, con las consecuencias que eso tuviese.

— ¡Ah! Mierda. — se quejó apartandose del fuego y agitando la mano para aliviar el quemazón.

Yuki reaccionó de inmediato al ver que su alumna se había quemado. Dejó el martillo a un lado y se bajó de un salto de donde estaba sentada para dirigirse directamente hacia Fuyu para revisar su quemadura. Al alcanzarla, tomaría su mano para mirarle el dorso de la mano. Suspiró. Por suerte, no había sido nada grave.

Yuki inspiró, antes de soplar una corriente de aire helado con mucho cuidado directamente contra la herida, En casos como ese, lo mejor era aplicar frío lo antes posible.

— Tendría que haberte dado unos guantes. —Le dijo, antes de coger una bandana negra que había cerca—. Un momento.

Luego de soplar algo de escarcha en la bandana, se la ató hábilmente con su mano en la herida. Mientras tanto, tras ella, la pobre placa de hierro iba subiendo de temperatura, abandonada.

La reacción de su sensei fue inmediata. Sin embargo, Kinumi estaba más pendiente de su quemadura que de sus alrededores. Hasta que Yuki le arrebató su propia mano. El tacto gelido de la mano de la chica la hizo aliviarse al instante. Suspiró aliviada.

Entonces, Yuki le lanzó un soplido gelido sobre la quemadura. Kinumi se quedó mirandola mientras lo hacía, ensimismada. Era imposible mirar a Yuki sin acordarse de Toshio, ya que ambos llevaban el mismo peinado, sin embargo, al mirar a Yuki se veía el aire misterioso y maduro que los diferenciaba.

— N-no pasa nada.

Titubeó al ver la rapidez con la que Yuki había venido a su auxilio. A pesar de que se había recuperado rápido, aún recordaba las horas que había pasado en el acantilado usando todo el chakra que le quedaba para ocultarse. Jamás olvidaría ese frio. Junto con el agua se le iba calando en los huesos poco a poco. Ni todo el calor de su sangre que también la empapaba era capaz de superarlo.

Sin embargo, el frio de Yuki empezaba a sentirse... familiar. Acogedor. Era un frio de una noche invernal que pasas en casa viendo la lluvia desde la ventana. Se quedó mirandola fijamente como si acabase de descubrir una estrella en sus ojos.

— Perfecto. —Respondió Yuki, aliviada.

Durante un momento, la Jōnin se había preocupado mucho. Habría sido una desgracia si la Uchiha se lesionaba una mano al empezar su entrenamiento y no podía continuar con su entrenamiento.

Se quedó mirando a su alumna a los ojos durante un par de segundos, confundida. Fuyu se le había quedado mirando, pero no le decía nada. ¿Acaso le había dolido más de lo que parecía y no se lo quería decir? Aquella chica no era de hablar mucho.

— ¿Todo bien?

Tras ella, el hierro ya parecía estar de un color rojo bastante cereza.

— ¿Todo bien?

— Sí, sí, todo bien. Es solo que... — ¿qué? se preguntó a sí misma mientras apartaba la mirada avergonzada. — me ha aliviado mucho el frio. Gracias.

Apartó la mirada de sus ojos y fue bajando por el resto de su cuerpo lentamente sin procesar qué estaba viendo exactamente. Su cuerpo y su ropa exhibia una sencillez que a Kinumi le gustaría poseer. Al verse siempre rodeada de complejidades tanto físicas como sociales. Cada detalle contaba para todo, sin embargo, Yuki carecía de detalles. Era plana y eso despertaba incluso más admiración en la Uchiha.

— No esperaba que saltases así a ayudarme. Supongo que llevo demasiado tiempo a la defensiva. Perdona. — volvió a alzar la mirada, algo más calmada.

El corazón, en cambio, parecía que se le iba a salir del pecho sin motivo aparente. Estaría nerviosa por quedar como una inutil delante de su sensei.

— No hay de qué. —Respondió, con sencillez.

Aún así, la joven la seguía mirando fijamente, aunque ya no era directamente a sus ojos, sino a todo el cuerpo. Durante todos esos largos segundos, Yuki se había quedado quieta, observando a su alumna, que la estaba observando de vuelta.

Fue entonces cuando recordó que tenía un trozo de metal ardiendo justo detrás y que probablemente sería buena idea sacarlo, así que se dio media vuelta para hacerlo antes de que se acabase fundiendo.

— Por supuesto que salté a ayudarte. Te dije que te protegería y que te entrenaría. Es lo natural. —Le respondió, mientras sacaba la barra de metal con las pinzas y la colocaba encima de un yunque que estaba cerca de la fragua—. ¿Por qué ibas a estar a la defensiva?

Realmente, ni siquiera se había dado cuenta de que estaba a la defensiva. Simplemente pensaba que Fuyu era así.

— Por supuesto que salté a ayudarte. Te dije que te protegería y que te entrenaría. Es lo natural. ¿Por qué ibas a estar a la defensiva?

Se rascó la nuca.

— Han pasado muchas cosas en muy poco tiempo y aún no sé cómo procesarlo... supongo. — tenía pocas seguridades ahora mismo, y Yuki le había demostrado que su protección era una de ellas.

Seguro que por eso estaba tan acelerada. Ya sabía que Yuki era honesta, cómo lo era ella, en realidad. Solo que su sensei tal vez no era del todo consciente de lo que decía, mientras que ella muchas veces tenía que cargar con el peso de su honestidad por saber exactamente cómo iba a reaccionar la otra parte incluso antes de hablar. Pero todo eso parecía cosa de la Kinumi del pasado.

Ahora no tenía clara ni su personalidad, era como si estuviese viviendo la vida de una extraña. No estaba en su casa, no estaba con sus padres y la villa en sí no parecía la misma. Todo de un día para el otro. Todo era demasiado raro, tal vez por ello la confianza en Yuki le crecía por momentos. Aún con esa confianza, era dificil hablar con ella, ya que apenas le daba respuesta alguna a casi nada de lo que decía.

Se quedó mirando como Yuki arreglaba el lio que ella había liado sin decir nada más, sujetandose la mano herida con la sana.

Yuki no respondió durante varios largos segundos. En su lugar, se quedó mirando el pedazo de hierro incandescente de forma ausente. Tampoco hizo nada por empezar a forjarlo. Simplemente se quedó viendo cómo se enfriaba.

— Tranquila. Con el tiempo aprenderás a hacerlo. —Ella lo hizo, con el tiempo. Con mucho tiempo—. Yo tampoco sé como procesarlo todavía.

Y ahí se quedó, otro par de segundos más, sosteniendo con las pinzas el trozo de hierro. Si sentía algo especial en aquel momento, no sería por su expresión que Kinumi lo descubriría, pues no había cambiado especialmente. Aún así, sus palabras la delataban.

— Ni siquiera sé qué hacer.

— Yo tampoco sé como procesarlo todavía.

Las palabras no parecían casar con lo que Yuki había demostrado hasta ahora. Tal vez fuese por eso que Kinumi no reaccionó hasta que la morena habló de nuevo.

— Ni siquiera sé qué hacer.

Y entonces se dio cuenta de que Yuki seguía terriblemente triste. De que realmente no sabía expresar esas emociones y que aunque pareciese completamente calmada, estaba tan rota como ella. De hecho, ella también había intentado disimularlo tanto como había sido posible. Tal vez no eran tan diferentes.

Pero, ¿qué le iba a decir? Respiró hondo. Debía apoyarla tanto como fuese posible.

— No te preocupes, mientras sigamos luchando todo saldrá bien. — apretó la bandana con la que Yuki la había vendado. — Estaremos bien. ¿Quieres... que te ayude?

Se acercó un poco a Yuki, insegura de si ponerle una mano en el hombro para apoyarla o simplemente quedarse a la espera. De momento, se quedó un poco atrás esperando que le contestase, algo nerviosa.

"Mientras sigamos luchando todo saldrá bien" Esa era una asquerosa mentira. Yuki lo sabía y estaba segura de que Fuyu también. Las probabilidades de que todo fuese bien debían ser mucho menores a que fuese mal, seguro. Aún así, era algo que necesitaba escuchar, aunque esperaba escucharlo por parte de Tamao, no de una chica a la que acababa de conocer.

Además, al fin y al cabo, las cosas definitivamente no podían salir bien si dejaban de pelear ¿verdad?

— No hace falta. —Le dijo—. Ya no me apetece forjar. Vamos fuera, a correr.

De alguna forma, el ambiente había parecido cambiar. Yuki parecía más... ¿animada? Era difícil de decir, pues su manera de hablar y su expresión se había mantenido igual, pero parecía que las palabras de Fuyu habían sido suficiente, de momento.