15/05/2017, 18:25
Había una gran expectación en la Villa Oculta del Remolino. Los rumores habían corrido como la pólvora, y cuando el anuncio oficial tuvo lugar, la plaza más grande de la aldea, que bordeaba al edificio del Uzukage, estaba ya casi llena. Incluso el puente tuvo que ser abierto para que más curiosos se arremolinaran alrededor.
Ya está. El Consejo de Sabios Uzumaki había elegido un nuevo kage. Todas las miradas estaban puestas ahora en uno de los grandes balcones, donde una cúpula gigantesca de chakra azul brillaba, imponente.
—¿Qué es eso, papá?
—Una cúpula de protección, y a la vez un amplificador de voz, hijo. El nuevo kage va a dar un discurso.
Alguien subió al estrado. Era un Uzumaki, viejo, con el pelo rojo entrecano y largo. Se aclaró la garganta, y poco a poco, el silencio sumió la plaza.
—Compañeros, compañeras —anunció—. ¡He aquí a vuestro nuevo Uzukage!
Se retiró, y la plaza entera estalló en vítores y en alegría. Al cabo de unos instantes, un hombre de gran volumen, de cabello castaño, corto, subió al estrado...
...y la mitad de la plaza calló. Se tejió un silencio tenso.
—Papá, no es Gouna, ¿verdad?
—No... no es Gouna. Es... Bueno, es un buen hombre, pero creía que iba a ser ella. La mayoría de los vecinos creían que...
—¡Bah! ¡Otra vez lo mismo! Queremos cambio. La muchacha Uzumaki era mejor, los tenía bien puestos.
El padre del chaval tragó saliva y dirigió la mirada al balcón.
—¡Vaya, vaya, vaya! —una tercera voz habló allá arriba. El rostro de Uzumaki Zoku, oculto hasta entonces, hizo acto de presencia. Su voz, amplificada por la técnica de altavoz, llenó la plaza con amargura. Cuchicheos y gritos ahogados—. Esperaba algo más de expectación, la verdad. A los kage les quiere la gente, ¿no? ¿Tienen el apoyo del pueblo?
—¡Zoku, maldito...! ¡Desactivad el jutsu!
Akimichi Yakisoba se dio la vuelta y hizo una señal para que se detuvieran.
—¡Para! Deja que hable. No quiero ser el líder de un pueblo que no conoce todos los puntos de vista. ¡La paz, ante todo!
Más cuchicheos.
—Ah... la paz, sí. ¡Eduquemos a nuestros nuevos ninja con esa ilusión tan bonita! Y dime, ¿qué pasará cuando el resto de aldeas nos ataque? ¿Crees que, porque nosotros estemos respetando este pacto, los demás lo van a hacer?
Akimichi Yakisoba balbuceó unas palabras, y luego agachó la cabeza. Más cuchicheos, gritos ahogados. Dudas.
Zoku apartó a Yakisoba de un empujón y subió al estrado.
—¡No vamos a quedarnos parados mientras los demás se arman con herramientas y técnicas cada vez más poderosas! ¡No vamos a permitir que otros ninjas extranjeros entren a nuestros territorios, nos espíen, vean nuestros puntos débiles! Es la hora de Uzushio. ¡Es la hora del poder del Remolino!
Un aplauso. Otros cuantos de otra parte de la plaza. Miradas, gestos de aprobación.
—Te faltan agallas. Yakisoba. Así es como te ganas al público. Así es como motivas a tu gente. No tienes madera de líder.
—Es cierto, le faltan agallas.
Una cadena de chakra brillante atravesó la espalda de Zoku. A varios metros, sobre una barandilla. descansaba la inconfundible figura de Uzumaki Gouna. La gente ahogó un grito. Hubo un poco de revuelo. Algunos ninjas de la plaza comenzaron a movilizarse. En el balcón, los guardias sacaron sus katanas y...
—¡¡¡QUIETOS!!!
Gouna proyectó su voz con una autoridad que jamás habían escuchado. Una autoridad que les resultaba familiar. La mujer estaba llorando, y sujetaba firmemente el otro extremo de la cadena, que provenía de la palma de su mano.
—A Yakisoba le faltan agallas, pero sus intenciones son cien veces más nobles que las tuyas. Tú sólo eres, y siempre fuiste, un lobo hambriento de poder. —Gouna bajó de la barandilla y dio dos pasos hacia el frente, lentamente—. Mi madre murió para protegeros a todos, ingratos de mierda. Murió para proteger esta villa, y sus ideas de paz y estabilidad para el continente. Es cierto, a veces se pasaba de buena, y sí, deberíamos ser más cautos con quién firmamos según qué tratados. Pero yo siempre creí en su manera de hacer las cosas. Y ella siempre creyó en mí, aunque sólo he sido... Una ingrata más, rebelde como una adolescente.
»Pero es cuando escucho discursos inflamatorios como el de este imbécil cuando recuerdo precisamente por qué mi madre quería establecer relaciones diplomáticas con todas las aldeas que pudiera. Veréis... Mi madre, al contrario de lo que intentaba aparentar, era vieja. Muy vieja.
El cuerpo de Zoku se mantenía lívido, como si alguien le hubiera robado el color. Las arrugas de su rostro comenzaron a marcarse más, y más, y apenas era capaz de mover la boca para hablar, no digamos ya lo demás.
—Mi madre ha visto a su familia morir. Ha visto a sus amigos morir. También a los que eran ninjas como ella. Y la mayoría mueren a edades muy tempranas. ¿De verdad alguno de vosotros quiere siquiera imaginar una guerra?
»Claro, como decía la sabandija esta, ¡más nos vale estar preparados para cuando vengan! Sí, pero, ¿sabéis a lo que se refería él, verdad? ¡Lo sabéis! ¡A utilizar a los bijuu! ¡A los BIJUU! ¿¡Nos estamos volviendo locos, o qué!? ¿¡Es que queréis escupir sobre el legado de Uzumaki Shiomaru-sama!? ¿¡Es que queréis que cualquier lobo hambriento como este loco declare la guerra con un bijuu a otra aldea!? ¿Cómo creéis que responderían? ¿Qué creéis que pasaría?
»Yo os lo diré: ¡el suelo que estáis pisando no sería nada más que un cráter, un golfo más de la costa, o un montón de ruinas acechadas por los fantasmas de vuestros hijos! Y vosotros, aldeanos de Uzushiogakure, que descendéis de familias que huyeron de Konoha: ¿¡Es esto lo que queréis!? ¿Contribuir a destruir otra aldea? ¿Hacer sufrir otra migración a vuestros descendientes? ¡Yo es que alucino!
Akimichi Yakisoba se aclaró la garganta.
—Es... un buen mensaje, Gouna, ¡pero eso no es excusa suficiente para lo que estás...!
Gouna estiró de la cadena y la separó de un cuerpo disecado que cayó al suelo y se deshizo en cenizas. Se acercó al estrado, y apartó los huesos de su camino. Uno de los guardias hizo un ademán de atacar, pero Akimichi volvió a pararle los pies.
—Un imbécil, un lobo hambriento de poder, y por si fuera poco, un traidor.
Gouna se dio la vuelta y encaró a los hombres de Yakisoba.
—Te preguntarás dónde estado todo este tiempo, Yakisoba-dono —dijo.
—Normalmente me lo hubiera preguntado, sí, pero dadas las circunstancias, hay otras preguntas que vienen antes que esa.
—Pero esta es la pregunta importante: tengo pruebas de que Uzumaki Zoku planeaba asesinar a mi madre desde mucho antes de que muriese por su propio pie. —Gouna lanzó un pergamino a Yakisoba, quien lo cogió, dudó unos instantes, y finalmente lo desenrolló.
La plaza estalló en rumores, y nuevos gritos ahogados. Los ninja de Uzushiogakure trataban de extender la calma y la cautela con moderado éxito.
Yakisoba recorrió con los ojos el pergamino, y cada vez los abría más y más. Mientras, Gouna se daba la vuelta y apoyaba las manos en el estrado, furiosa.
—¡Hace un tiempo, yo y un puñado de hombres fuimos enviados a asesinar a un traidor en los aledaños del cráter de la antigua Konoha! Era una misión de encubierto, y algunos de sus amigos quizás quieran ahora largarse de la aldea por habernos tenido que ocupar de él, pero ¡era un grandísimo hijo de puta, un machista y un traidor a Uzushiogakure! No me arrepiento de nada. Su nombre era Takeuchi Iwara.
»Esta sabandija ordenó a dos genin matar a un ninja de Amegakure que sólo había tratado de ayudar a una de los nuestros. Eso por sí solo ya podría haber sido un peligro: ¡podríamos haber originado un conflicto diplomático! Pero su verdadero propósito era el de matar a mi madre, junto a bastantes hombres más.
»Yo y mi grupo les rastreamos y les dimos caza, uno a uno, y cada vez más íbamos tirando del hilo y descubriendo una terrible verdad. El verdadero jefe de esos hombres era Uzumaki Zoku, y en ese pergamino que el mismo Yakisoba-dono tiene en sus manos se listan todas las indicaciones y pruebas que encontramos. Pruebas que mis hombres, si no me creéis a mí, estarán encantados de corroborar.
»La muerte de Shiona fue una oportunidad magnífica para Zoku. Era el momento de tratar de ascender a la cima, ¡y sin tener que mancharse las manos de sangre! Qué bien, ¿eh?
—Esto... Gouna-chan, yo... —Yakisoba se acercó a Gouna, despacio.
—¡Que se haga lo que sea conmigo, que se me acuse de matar a alguien de la villa sin consentimiento de ningún superior! Pero yo me iré a prisión con la conciencia tranquila, y...
Yakisoba le plantó el gorro de Uzukage en la cabeza.
—¡Yo creo que se lo ha ganado, chicos!
—¡¡GOUNA, GOUNA, GOUNA, GOUNA, GOUNA, GOUNA...!!
Los días siguientes fueron un poco agitados en Uzushiogakure. Se cazó al resto de traidores, se detuvo y destituyó a la mitad del Consejo de Sabios Uzumaki, que se descubrió habiendo recibido sobornos de Zoku, y Uzumaki Gouna se instaló finalmente como Yondaime Uzukage, con el beneplácito de prácticamente toda la población.
Ya está. El Consejo de Sabios Uzumaki había elegido un nuevo kage. Todas las miradas estaban puestas ahora en uno de los grandes balcones, donde una cúpula gigantesca de chakra azul brillaba, imponente.
—¿Qué es eso, papá?
—Una cúpula de protección, y a la vez un amplificador de voz, hijo. El nuevo kage va a dar un discurso.
Alguien subió al estrado. Era un Uzumaki, viejo, con el pelo rojo entrecano y largo. Se aclaró la garganta, y poco a poco, el silencio sumió la plaza.
—Compañeros, compañeras —anunció—. ¡He aquí a vuestro nuevo Uzukage!
Se retiró, y la plaza entera estalló en vítores y en alegría. Al cabo de unos instantes, un hombre de gran volumen, de cabello castaño, corto, subió al estrado...
...y la mitad de la plaza calló. Se tejió un silencio tenso.
—Papá, no es Gouna, ¿verdad?
—No... no es Gouna. Es... Bueno, es un buen hombre, pero creía que iba a ser ella. La mayoría de los vecinos creían que...
—¡Bah! ¡Otra vez lo mismo! Queremos cambio. La muchacha Uzumaki era mejor, los tenía bien puestos.
El padre del chaval tragó saliva y dirigió la mirada al balcón.
—¡Vaya, vaya, vaya! —una tercera voz habló allá arriba. El rostro de Uzumaki Zoku, oculto hasta entonces, hizo acto de presencia. Su voz, amplificada por la técnica de altavoz, llenó la plaza con amargura. Cuchicheos y gritos ahogados—. Esperaba algo más de expectación, la verdad. A los kage les quiere la gente, ¿no? ¿Tienen el apoyo del pueblo?
—¡Zoku, maldito...! ¡Desactivad el jutsu!
Akimichi Yakisoba se dio la vuelta y hizo una señal para que se detuvieran.
—¡Para! Deja que hable. No quiero ser el líder de un pueblo que no conoce todos los puntos de vista. ¡La paz, ante todo!
Más cuchicheos.
—Ah... la paz, sí. ¡Eduquemos a nuestros nuevos ninja con esa ilusión tan bonita! Y dime, ¿qué pasará cuando el resto de aldeas nos ataque? ¿Crees que, porque nosotros estemos respetando este pacto, los demás lo van a hacer?
Akimichi Yakisoba balbuceó unas palabras, y luego agachó la cabeza. Más cuchicheos, gritos ahogados. Dudas.
Zoku apartó a Yakisoba de un empujón y subió al estrado.
—¡No vamos a quedarnos parados mientras los demás se arman con herramientas y técnicas cada vez más poderosas! ¡No vamos a permitir que otros ninjas extranjeros entren a nuestros territorios, nos espíen, vean nuestros puntos débiles! Es la hora de Uzushio. ¡Es la hora del poder del Remolino!
Un aplauso. Otros cuantos de otra parte de la plaza. Miradas, gestos de aprobación.
—Te faltan agallas. Yakisoba. Así es como te ganas al público. Así es como motivas a tu gente. No tienes madera de líder.
—Es cierto, le faltan agallas.
Una cadena de chakra brillante atravesó la espalda de Zoku. A varios metros, sobre una barandilla. descansaba la inconfundible figura de Uzumaki Gouna. La gente ahogó un grito. Hubo un poco de revuelo. Algunos ninjas de la plaza comenzaron a movilizarse. En el balcón, los guardias sacaron sus katanas y...
—¡¡¡QUIETOS!!!
Gouna proyectó su voz con una autoridad que jamás habían escuchado. Una autoridad que les resultaba familiar. La mujer estaba llorando, y sujetaba firmemente el otro extremo de la cadena, que provenía de la palma de su mano.
—A Yakisoba le faltan agallas, pero sus intenciones son cien veces más nobles que las tuyas. Tú sólo eres, y siempre fuiste, un lobo hambriento de poder. —Gouna bajó de la barandilla y dio dos pasos hacia el frente, lentamente—. Mi madre murió para protegeros a todos, ingratos de mierda. Murió para proteger esta villa, y sus ideas de paz y estabilidad para el continente. Es cierto, a veces se pasaba de buena, y sí, deberíamos ser más cautos con quién firmamos según qué tratados. Pero yo siempre creí en su manera de hacer las cosas. Y ella siempre creyó en mí, aunque sólo he sido... Una ingrata más, rebelde como una adolescente.
»Pero es cuando escucho discursos inflamatorios como el de este imbécil cuando recuerdo precisamente por qué mi madre quería establecer relaciones diplomáticas con todas las aldeas que pudiera. Veréis... Mi madre, al contrario de lo que intentaba aparentar, era vieja. Muy vieja.
El cuerpo de Zoku se mantenía lívido, como si alguien le hubiera robado el color. Las arrugas de su rostro comenzaron a marcarse más, y más, y apenas era capaz de mover la boca para hablar, no digamos ya lo demás.
—Mi madre ha visto a su familia morir. Ha visto a sus amigos morir. También a los que eran ninjas como ella. Y la mayoría mueren a edades muy tempranas. ¿De verdad alguno de vosotros quiere siquiera imaginar una guerra?
»Claro, como decía la sabandija esta, ¡más nos vale estar preparados para cuando vengan! Sí, pero, ¿sabéis a lo que se refería él, verdad? ¡Lo sabéis! ¡A utilizar a los bijuu! ¡A los BIJUU! ¿¡Nos estamos volviendo locos, o qué!? ¿¡Es que queréis escupir sobre el legado de Uzumaki Shiomaru-sama!? ¿¡Es que queréis que cualquier lobo hambriento como este loco declare la guerra con un bijuu a otra aldea!? ¿Cómo creéis que responderían? ¿Qué creéis que pasaría?
»Yo os lo diré: ¡el suelo que estáis pisando no sería nada más que un cráter, un golfo más de la costa, o un montón de ruinas acechadas por los fantasmas de vuestros hijos! Y vosotros, aldeanos de Uzushiogakure, que descendéis de familias que huyeron de Konoha: ¿¡Es esto lo que queréis!? ¿Contribuir a destruir otra aldea? ¿Hacer sufrir otra migración a vuestros descendientes? ¡Yo es que alucino!
Akimichi Yakisoba se aclaró la garganta.
—Es... un buen mensaje, Gouna, ¡pero eso no es excusa suficiente para lo que estás...!
Gouna estiró de la cadena y la separó de un cuerpo disecado que cayó al suelo y se deshizo en cenizas. Se acercó al estrado, y apartó los huesos de su camino. Uno de los guardias hizo un ademán de atacar, pero Akimichi volvió a pararle los pies.
—Un imbécil, un lobo hambriento de poder, y por si fuera poco, un traidor.
Gouna se dio la vuelta y encaró a los hombres de Yakisoba.
—Te preguntarás dónde estado todo este tiempo, Yakisoba-dono —dijo.
—Normalmente me lo hubiera preguntado, sí, pero dadas las circunstancias, hay otras preguntas que vienen antes que esa.
—Pero esta es la pregunta importante: tengo pruebas de que Uzumaki Zoku planeaba asesinar a mi madre desde mucho antes de que muriese por su propio pie. —Gouna lanzó un pergamino a Yakisoba, quien lo cogió, dudó unos instantes, y finalmente lo desenrolló.
La plaza estalló en rumores, y nuevos gritos ahogados. Los ninja de Uzushiogakure trataban de extender la calma y la cautela con moderado éxito.
Yakisoba recorrió con los ojos el pergamino, y cada vez los abría más y más. Mientras, Gouna se daba la vuelta y apoyaba las manos en el estrado, furiosa.
—¡Hace un tiempo, yo y un puñado de hombres fuimos enviados a asesinar a un traidor en los aledaños del cráter de la antigua Konoha! Era una misión de encubierto, y algunos de sus amigos quizás quieran ahora largarse de la aldea por habernos tenido que ocupar de él, pero ¡era un grandísimo hijo de puta, un machista y un traidor a Uzushiogakure! No me arrepiento de nada. Su nombre era Takeuchi Iwara.
»Esta sabandija ordenó a dos genin matar a un ninja de Amegakure que sólo había tratado de ayudar a una de los nuestros. Eso por sí solo ya podría haber sido un peligro: ¡podríamos haber originado un conflicto diplomático! Pero su verdadero propósito era el de matar a mi madre, junto a bastantes hombres más.
»Yo y mi grupo les rastreamos y les dimos caza, uno a uno, y cada vez más íbamos tirando del hilo y descubriendo una terrible verdad. El verdadero jefe de esos hombres era Uzumaki Zoku, y en ese pergamino que el mismo Yakisoba-dono tiene en sus manos se listan todas las indicaciones y pruebas que encontramos. Pruebas que mis hombres, si no me creéis a mí, estarán encantados de corroborar.
»La muerte de Shiona fue una oportunidad magnífica para Zoku. Era el momento de tratar de ascender a la cima, ¡y sin tener que mancharse las manos de sangre! Qué bien, ¿eh?
—Esto... Gouna-chan, yo... —Yakisoba se acercó a Gouna, despacio.
—¡Que se haga lo que sea conmigo, que se me acuse de matar a alguien de la villa sin consentimiento de ningún superior! Pero yo me iré a prisión con la conciencia tranquila, y...
Yakisoba le plantó el gorro de Uzukage en la cabeza.
—¡Yo creo que se lo ha ganado, chicos!
—¡¡GOUNA, GOUNA, GOUNA, GOUNA, GOUNA, GOUNA...!!
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Los días siguientes fueron un poco agitados en Uzushiogakure. Se cazó al resto de traidores, se detuvo y destituyó a la mitad del Consejo de Sabios Uzumaki, que se descubrió habiendo recibido sobornos de Zoku, y Uzumaki Gouna se instaló finalmente como Yondaime Uzukage, con el beneplácito de prácticamente toda la población.
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