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Escándalo, luces neón, vendedores ofreciéndote a su abuela al mejor precio, un día normal en el distrito comercial. Si bien existía mucha mercancía variada para los gustos de los mayores; desde discotecas, bares y demás, parecía ser un lugar donde no había mucha diversión para los pequeños y dulces prospectos de asesinos de las fuerzas militares de Amegakure. En efecto, ser niño y shinobi a la vez es duro, pues no existe demasiado entretenimiento al que se pueda optar de forma regular, o al menos eso parecía.
En algún callejón amparado bajo la lluvia y las paredes de concreto, un local un tanto peculiar atraía la atención de niños y adolescentes por igual, prometiendo una novedad tecnológica nunca antes vista: las arcadias.
—¡Qué me parta un mal rayo!— Se escuchó gritar en la sala por parte de cierto niño de peinado femenino. —Tch.— Chasqueó la lengua molesto al ver que muchos de los presentes se le quedaron viendo, más no les prestó más atención.
Le bastaba dedicar una mala mirada y darse la vuelta mientras metía otra ficha a la máquina, en algo tenía que gastarse el sueldo de la última misión. Además, ya llevaba un buen récord en el Otsusuki Invaders y no deseaba arruinar el puntaje. Podía presumir en ser de los mejores a la hora de disparar shurikens contra los aliens ojiblancos, ya quisiera él tener esa puntería en la vida real, pero la discapacidad que poseía era una limitante fuera de sus manos. Aún así le agarró vicio al juego, era una de las pocas ventajas que tenía al vivir en la aldea más avanzada de Ōnindo.
"Por fin algo de beneficio. Además acá puedo descansar y no tengo que soportar al pesado de Kaido. Sólo ruego que nunca descubra este lugar."
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~Ausente los fines de semana~
Amegakure, la aldea que le devolvió a la vida.
Había estado algunos buenos meses recluído en el hospital de la aldea, después del incidente con su pasado. Fueron meses difíciles los que tuvo que soportar durante su recuperación, pero las quemaduras en su cuerpo serían testigos de lo que había vivido. Bontenmaru pudo salir adelante gracias a la persona que le salvó, quien ahora se había convertido en su padre adoptivo, su maestro.
Pasaron los meses para que su recuperación fuera oficial. Ya había aprendido como era la aldea de Ame, pero no había socializado con nadie que no fuera su maestro. Obviamente, los buenos días los daba por cordialidad. Los vecinos y amigos de su maestro lo conocían por ser "el sobreviviente". Sin embargo, Bontenmaru no tenía amistades o rivalidades, nadie conocido de su edad. De momento se la había pasado viviendo introvertido, observando las apariencias y actitudes de los que le rodeaban. ¿Aburrido? Quizás.
Dejando de lado esas historias...
Era un día normal en el distrito, y Bonten se había adentrado a la arcadia. Todavía no había reunido sus propios ryos porque no había salido de misión, así que no tuvo de otra que ir a pedirle dinero a su maestro.
-¿En serio me estás pidiendo dinero para eso? - Preguntó con la ceja arqueada.
-Si. - Respondió con una simple respuesta. Con sus mejillas infladas y mirando para otro lado.
Y así fue que consiguió el dinero. Bontenmaru se había estado viciando en un juego que se llamaba "Ninja Fighter" (Versión de Street Fighter pero con ninjas). Para llegar a ser bueno, tuvo que aprender a conocer los personajes, tuvo muchas derrotas y otras victorias, y ahora no había nadie que lo quitara de la bendita maquinita que estaba cerca de la de Otsusuki Invaders. Salvo que, llegó el gerente y pidió que le dieran espacio en la máquina. Era muy popular y tenían que sacar todas las monedas que habían hechado.
Así que Bontenmaru se estiró y salió caminando del lugar para ver que otras máquinas habían y se fijó en aquella llamada Otsusuki Invaders. Había una chica jugando, o al menos, eso pensó Bontenmaru porque vió a Kagetsuna de espaldas.
El muchacho del parche decidió acercarse a la máquina y ponerse a un lado, respetando el espacio de la peli-violeta. De momento, la llamaría como "mujer" porque no se había fijado en su rostro. La mirada del pelinegro estaba concentrada en el juego y en como jugaba la persona de la máquina.
Debía admitir que le daban ganas de trollearla rompiéndo el silencio para sacarla de su concentración, o haciéndo alguna otra cosa para verla fallar. No sería mala idea, kufufufu. ~ Pero él entendía muy bien el sentido del "gaming". ¡Era un pecado, un sacrilegio interrumpir los "Scores" de los demás! Y como a Bonten no le gustaba que le hicieran eso... Pues se mantendría respetando el espacio personal de Kagetsuna, y también el espacio que tenía "ella" con el juego. Solo observando en silencio, animándola con la mente para que terminara el juego, o el juego terminaba con ella... Y ver si jugaba él, kufufufu. ~
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21/04/2017, 11:31
(Última modificación: 21/04/2017, 11:40 por King Roga.)
Sus niveles de concentración superaban los límites. En esos momentos estaba totalmente desconectado de lo que dijeran o pensasen de él. Ni siquiera se había percatado de la presencia del otro tuerto que le observaba a sus espaldas. Lo único que tenía en mente ahora era eliminar las oleadas de enemigos pixelados con sus shurikens mal graficadas. En todo caso, como ya estaba en un nivel muy avanzado del juego le sacaban extraterrestres hasta debajo de las piedras. Presionaba los botones con un ritmo atronador y ya casi desencajaba la palanca de su sitio por tanto forzarla al moverla de un lado para otro. Simplemente acción sublime.
"Ya, sólo un poco más y romperé el récord de puntaje..."
Hipnotizado por el deseo de una victoria ficticia, se relamió al casi saborearla. Sin embargo, poco a poco las hileras se fueron incrementando y no existía manera humanamente posible de hacer frente a ello. Fue ahí, que llegó el desastre y el castigo de pasar seis horas en la misma posición: un calambre en el brazo.
—¡Vergkkkkkkkk!— Ya para que completar el insulto. La repentina sensación eléctrica invadió su brazo, impidiéndole reaccionar a tiempo y permitiendo que su hasta ahora perfecta defensa se derrumbase. Arruinando su esfuerzo mientras en la pantalla de la máquina se leía un letrero de "GAME OVER".
Kagetsuna no dijo nada, somató ambas manos en el tablero de la arcadia por pura frustración. Volteándose luego de forma extremadamente brusca, como para terminar dándole un codazo al que estuviese cerca de él.
—¿Uh?— Bufó al darse cuenta de la presencia del niño de cabellos oscuros. Este tenía algo peculiar, no pudo evitar pasar por alto el hecho de que poseyera la misma discapacidad física que él. Carecían exactamente del mismo ojo. Sin embargo, el humor del joven Isa no estaba para ponerse a contemplar casualidadades de la vida. —¿Se te perdió algo?— Bramó mientras intentaba cruzarse de brazos. Más, el mismo calambre no se lo permitió, teniendo que dejar su extremidad diestra colgando mientras lo sujetaba con el otro. De igual forma, no le agradaba que se entrometieran en sus asuntos, así que seguía mostrando mala cara.
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~Ausente los fines de semana~
Era interesante lo que estaba pasando por aquella pantalla. La "muchacha" parecía tener bajo control el juego, pero el destino le jugó en contra. Sumándose nuevas hileras que iban a la velocidad de la... ¿luz? Ahora parecía que algo le había pasado en el brazo al la idiota, que no pudo aguantarse el picor de mosquito o el corrientazo del juego -o eso pensó él- y tuvo que soltar la palanca para que le dieran "Game Over". Aquellas acciones habían sido una decepción, al menos para él, porque tuvo que rendirse llegando el momento interesante del bendito juego. ¡Eso era... Imperdonable!
No obstante, pude ver como ella cedía ante la frustración de ser una gamer caída en batalla. Es probable que ella ya estuviera muerta si eso hubiera pasado en vida real. Todo era cuestión de un descuido para que... ¡Boom! Perdieras la cabeza dentro del juego y... Bueno, fuera del juego también. O al menos eso pensaba, dada la actitud tan explosiva de la muchacha.
Tras lo ocurrido, a "damicela" se le ocurre girar con brusquedad, dándole un codazo en su brazo derecho. -Bruta... - Bonten murmuró la dichosa palabrita, con intenciones de que lo escuchara, aunque no le iba a importar si no lo hacía.
—¿Uh?— - Se quedó serio con su expresión de "meh", mirándola al único ojo que tenía con su... único ojo. Parecía que los dos se iban a quedar allí parados a ver quien demonios decía la primera palabra para formar una conversación, quien sabe. Lo que sucede es que, la "jovencita" -mira quien habla- decide escoger una hermosa pregunta, con un tono bastante agradable.
—¿Se te perdió algo?—
-El poco respeto que te tenía por pura cortesía. - Mencionó el pelinegro, con sus manos dentro de los bolsillos de su hakama blanca y azul. Claro, no le tenía respeto o algo así, apenas la conocía. Simplemente había dicho aquellas palabras para molestarla. Dicho esto le pasó por el lado, dirigiéndose hacia la maquinita e insertando una moneda. Sinceramente, poco le importaba aquel juego. Él donde tenía sus ojos y pasión era en el de "Ninja Fighter", un juego de pelea de ninjas pixeleados, con personajes samurais desbloqueables.
Igualmente hechó la moneda para probar aquel juego, ver por que se le había hecho tan frustrante a la chica, y en caso de que ella fuera territorial: Hecharle leña al fuego de que él era quien ahora estaba jugando en lugar de la pelimorada.
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"Simplemente no entiendo a las personas. Él se pone atrás mía y luego se queja."
No, si él siempre era el villano. Que ahora que lo pensaba, recordaba que el otro tuerto se había referido a él con un adjetivo despectivo en género femenino. Aunque quizás fueron imaginaciones de él, tampoco era algo que le importara en realidad. Según el Senju, el único culpable era el otro por andar de shute espiando su juego, hasta merecido se tenía el golpe. Lo gracioso fue cuando el otro le habló de respeto, cuando lo último que le interesaba al de ojos turquesa era la opinión de los demás. Le espía, le insulta y luego le reclama, todo muy bonito.
—Uy, pues disculpe usted mi insolencia, capitán pijama—. Dijo sarcásticamente con su cara seria, burlándose de los ropajes del otro. Si bien tenía conocimiento de que eran prendas tradicionales, nunca le habían agradado por considerarlas poco prácticas bajo el clima lluvioso de Amegakure. Aunque lucían confortables para una siesta.
El otro le pasó al lado para meterse a jugar en SU máquina, mientras Kagetsuna le seguía su único ojo mostrando indignación total. Si no fuese porque tenía el brazo entumecido, quizás le hubiese recriminado por la osadía de poner sus inmundas manos en el tablero.
—Apresúrate y muérete pronto, que no tengo todo el día—. Amenazó mientras aún se sujetaba la extremidad, abriendo y cerrando el puño para ver si tenía movilidad.
"A ver cuando dura este inútil"
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