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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
La brisa acariciaba el cabello de las dos mujeres y el hombre mientras un artilugio metálico les elevaba hacia las nubes. Yubiwa veía la textura del tronco moverse a toda velocidad, mientras meditaba con ambos brazos cruzados tras la espalda, como si no mirándolas las estuviera intentando hacer pensar a ellas también. Puede que no le vieran, pero en sus labios, extravagantes y traviesos, estaba forjada una sonrisa de suficiencia. La sonrisa de alguien a quien no se le puede guardar un secreto. La sonrisa de alguien que conoce más de lo que le conocen.

Suspiró y dio la vuelta. Shiona le miraba con cara de pocos amigos, seguramente preguntándose todavía de dónde había salido aquella aldea de la que ni sus espías habían tenido constancia. Yui estaba de espaldas a él y contemplaba el gran pueblo que se cernía bajo el Árbol Sagrado. Yubiwa no lo sabía, pero tenía los labios fruncidos. Chocaba el pie contra el suelo, inquieta, y eso sí que lo sabía, y también sabía por qué, y eso sólo hizo que su sonrisa se volviese más amplia. Y Shiona le miró de nuevo, con cara de menos amigos todavía.

Yui-dono —Llamó su atención, poniéndole la mano en el hombro, y hasta en sus hombros notó la tensión. Una tensión que era innecesaria por naturaleza, pero siguió sonriendo y disfrutando de aquella tensión como si de verdad tuviera algo que importarle a la Arashikage. Importamos este ascensor de un mercader que venía de tu aldea. Te tengo que felicitar, esta tecnología es... asombrosa.

Gracias, Yu... ¿Cómo te llamabas, novato?

Yubiwa —dijo el del pelo azul y extraños ojos anulares. Y entonces volvió a darle la espalda a las dos mujeres—. Pero no soy ningún novato, Arashikage. Mira a tu alrededor.

Yui lo sabía, porque aquella aldea era sin duda mucho más grande y avanzada de lo que había sido Kusagakure jamás.

¿Y para qué quieres nuestra presencia aquí? ¿Por qué no te has pronunciado antes? ¿A qué juegas? —espetó Shiona.

Siempre me han inquietado las conversaciones serias en este ascensor, Shiona-dono. No quisiera que nos pusiéramos nerviosos y alguien acabe cayéndose. El ascensor es bastante grande, pero yo tengo un paso muy torpe, querida Uzukage. Paciencia, en el despacho del estadio les contaré los detalles de esta reunión.

Shiona resopló a sus espaldas, pero permaneció en silencio el resto del trayecto. Pronto les envolvieron las ramas y las hojas a su alrededor, y el canto de los pájaros en invierno muy pegados entre sí encima de los entramados del árbol. Después apareció el muro de piedra, frío, resistente e imponente, y el ascensor se detuvo al filo de un estadio gigantesco, construido encima del árbol, que por supuesto era mucho más gigante que el estadio más gigantesco que jamás habían visto Shiona y Yui.

Siguiendo al Kawakage, las dos bajaron del ascensor y se echaron miradas de desconfianza. Eran más las miradas de Shiona a Yui que de Yui a Shiona, porque aunque Yui solía ser valiente lo cierto es que las pupilas de la pelirroja eran severas y de reprimenda, porque ambas sabían lo que Yubiwa sabía, y estaban a punto de descubrirlo. Era algo que se olía en el ambiente, que se oía en el sonido de la tierra del estadio al pisarla tras bajar las escaleras de las gradas, que se oyó en la puerta que abrieron en la otra parte del estadio, y en el crujir de las escaleras de madera que les llevarían a otra torre más.

Era una mezcla de observatorio y de despacho, todo de madera, muy rústico, apenas decoración. Sólo unos cuantos muebles: una mesa al fondo con una silla, delante de un gran ventanal de vidrio, y dos sillas más de madera enfrente, preparadas para que ambas dos tomaran asiento. Sin preguntar lo hicieron, porque ambas suponían que se les iba a pedir, pero no estaban sentadas como se sentaría un invitado para comer y beber de un huésped, sino en tensión, echadas hacia delante, preparadas para cualquier cosa.

Yubiwa estaba tan relajado como parecía, y avanzó hasta colocarse todavía de espaldas a ellas mirando por el gran ventanal. Dejó de cruzar los brazos tras la espalda el tiempo justo para apartarse y señalar un pequeño peñón, a lo lejos, que podía verse desde allí.

No miró hacia atrás, pero la silla de Yui acababa de crujir.

Estaba aquí, de noche, aquella noche —dijo, sereno—. La noche en la que aquél bastardo hijo de puta se destruyó a sí mismo y a los suyos con el Kyuubi.

»Puede que no lo sepáis, es más, dudo que lo hagáis, pero este país fue arrasado por el País del Bosque junto al demonio que lideraba Kusagakure. Me apena poco que haya desaparecido. Hemos reconquistado nuestras tierras, y ahora vivimos más o menos en paz.

Yo sí que lo sabía.

Por supuesto, Shiona-dono, tú has vivido muchas cosas, has visto y oído otras... Y has hecho también la vista gorda, ¿no?

No lo entiendes, quería estabilidad. No podía inmiscuirme en un conflicto lejos de mi país.

Ya, ya, te entiendo, no te preocupes... Sólo lo comentaba de pasada. No os he traído aquí por ese motivo. Y además, acabo de salir de una guerra, no voy a hacer enemigos por algo que no hiciste. A mí me gusta más hablar de las cosas que se hacen...

Otra vez el ruido de la silla. Un carraspeo incómodo. Sonrió.

Bueno, sigo: como sin duda entenderéis, aunque yo haya reconquistado la tierra del País del Río, no puedo relajarme. Mi intención no es hacerle más daño al señor del Bosque, pero tampoco puedo fiarme de que él no quiera volver a hacernos daño a nosotros. Sobretodo al inicio de la reconquista, cuando Kusagakure todavía estaba en pie, subía muchas noches aquí arriba para mirar, simplemente. Eso me relajaba.

»Esa noche no fue muy relajante, aunque desde luego no os voy a mentir. Que Kusa desapareciera del mapa me alegró la noche. El caso es que, no sé si debería comprarme unas gafas nuevas, porque... Yo no conté exactamente «nueve» colas. ¿Entendéis?

Ahora sí, Yubiwa se dio la vuelta y se sentó en la silla, apoyando la barbilla en sus dos manos, cruzadas con la misma suficiencia que mostraba en el rostro. Aquella sonrisa y aquellos ojos perspicaces que ahora se habían clavado en Yui.

Yui, por su parte, estuvo a punto de levantarse para pelear contra él. Pero Shiona extendió el brazo en horizontal y le clavó encima una mirada de una crudeza abismal.

No, Yui. Ya te precipitaste lo suficiente con esto. Déjame ahora a mí. —Trató de observar a Yubiwa con detenimiento, como intentando averiguar lo que se proponía—. ¿Qué es lo que quieres?

Yubiwa dejó escapar una tenue carcajada.

¿Qué? Vaya, vaya, sí que pensáis mal de mí. Tranquilas, esto quedará entre nosotros. Las tres grandes aldeas tienen que ayudarse mutuamente, y ninguno de los tres queremos algo que no sea la paz. Mi objetivo ya está cumplido. El país ha sido liberado. Ahora sólo quiero que nos dejéis jugar al juego de ser ninjas tranquilamente.

¿Las tres grandes aldeas? ¡Si acabas de aparecer de la nada!

Oh, querida, ¿crees que se reconquista un país con una fuerza militar pequeñita? ¿Crees que os habría reunido aquí y os habría desvelado la localización de este santuario fortificado que es Takigakure si no pudiera haceros frente? He dicho que no quiero guerra, pero no penséis que no soy rival para vosotros.

¡¡Basta!! No habrá conflicto alguno. ¿Si no quieres un soborno ni nada a cambio de tu silencio, para qué nos quieres aquí?

Eso es lo mejor de todo. Os quiero aquí para advertiros de algo que me preocupa y que nos afecta a todos.

Suspiró, y con los ojos cerrados incluso notó la impaciencia con la que Shiona clavaba la mirada en él.

No te habría contado esto a ti, Shiona, antes de que Yui soltara el bombazo en Kusa, porque he oído cosas, y existía un Pacto. Pero sabéis lo que el viejo iba a hacer y lo que hizo nuestra amiga la de la máscara de gas. A estas alturas no debería ser una sorpresa que, si yo me enterase de que Kenzou estaba investigando un rubí con un bijuu sellado dentro, tendría interés en sabotearle y en conseguir dicho artefacto.

»Si yo quisiera también conquistar el País del Bosque, y tuviera mucha confianza en mí mismo, intentaría sustraer ese rubí y usarlo para asaltar rápidamente el territorio y acabar con Kusa. Afortunadamente no me vi en disquisición de decidir si utilizar el poder del bijuu, poderoso pero peligroso, porque alguien acabó con el viejo antes de tiempo. Y sin embargo...

Abrió un cajón de la mesita y sacó de él un colgante con un extraño rubí enganchado. En el rubí se podía leer "nueve". Ahora fue Shiona la que casi salta a agarrar a Yubiwa del cuello, pero logró contenerse. Sin embargo, el Kawakage se dio cuenta.

Por favor, por favor, mantengamos la calma. Si yo hubiera querido quedarme este poder para mí solo y abusar de él, ya lo habría hecho. Además...

»Está vacío.

¿¡Cómo que está vacío!? —espetó Yui—. ¿Nos estás intentando embaucar, Kawakage?

Podéis leerme la mente o cualquier cosa con un cacharro tecnológico de esos tuyos, Yui-dono, pero te aseguro que no te estoy mintiendo. Envié dos hombres a por el colgante. El colgante es el auténtico, pero el chakra no está. Está vacío.

Entonces... —dijo Shiona.

Entonces, Shiona-dono. Entonces. ¿Qué pasa entonces? Hay dos posibilidades, la primera es que el colgante estuviera vacío de antemano. Entonces habríais destruido Kusa sin motivo, porque el viejo no suponía amenaza alguna. Aunque traicionar, os había traicionado. De eso no hay duda.

»¿Comprendéis lo que pasa aquí? Es un asunto muy grave, señoritas. Si el Kyuubi no está en este colgante, ¿dónde está y quién lo tiene?

Ambas kage comprendieron la gravedad de la situación. Asintieron y se miraron intentando encontrar una respuesta, pero ninguna de las dos la sabía. Y todo parecía indicar que ninguno de los tres estaba engañando a los demás.

Tenemos un problema.

Tenemos varios problemas, me temo. —Yubiwa se levantó y se dirigió al ventanal, donde volvió a cruzar los brazos tras la espalda—. Envié dos hombres. Sólo volvió uno.

¿Estás diciendo que ese hombre podría haberse llevado el chakra del colgante?

Señoritas. Se llamaba Warau. Estoy hablando de un hombre de unos cuarenta años, con el pelo gris plateado violáceo, ojos dorados y cara de zorro. Melena lisa, con coleta. Era el mejor torturador de la aldea. Siempre encontraba las respuestas que quería encontrar. Tiene cuchillo curvo de oro que utiliza para ese fin. Dicen que no se separa de él ni para dormir. Lo sé, un perturbado, por eso lo envié. Ya sospechaba de él, pensé que estando cerca de nuestro mejor espía y haciéndole creer que era importante para mí averiguaríamos algo más sobre él y si nos estaba traicionando.

»Y ahora ya no está, como el chakra del Kyuubi. Desapareció de la noche a la mañana en medio de la confusión. No estoy insinuando nada, pero...

Lo entiendo. Criminal de rango S, búsqueda y captura vivo o muerto. ¿Qué delitos le atribuimos?

¿Alta traición? ¿Posesión de zorros? —rió Yubiwa.

Sé que no soy la más apropiada para decir esto, pero esta vez deberíamos decir la verdad, aunque sea sólo una media verdad. Ese tipo podría tener el Kyuubi que Kenzou liberó en Kusa. El zorro no está muerto. Ese debería ser el mensaje para ANBU.

Shiona carraspeó.

Me siento sucia. Debería decirles la verdad a mis shinobi.

¡Entonces provocarías un guerra entre nuestras aldeas, Shiona, ya hablamos de esto! No podemos...

Shiona cerró los ojos.

Lo sé, lo sé... En fin, que así sea. Yubiwa, si quieres que confíe en ti plenamente, tendrás que enseñarme las calles de tu aldea y a algunos de sus shinobi. Quiero conocerlos. Y voy a hablarle a todo el mundo de esto, también. No queremos que nuestros ninjas tengan malentendidos.

Claro que sí a lo primero y claro que no a lo segundo, Shiona-dono. Venid, bajemos del árbol y os invito a una copa. Hay que hablar de otro asuntillo que tampoco nos conviene. Pero sobretodo a vosotras.

¿De qué hablas ahora?

Warau se llevó a un superviviente.
[Imagen: MsR3sea.png]

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