2/04/2020, 13:31
(Última modificación: 2/04/2020, 13:32 por Uzumaki Eri.)
Reiji confiaba en ella, y ella atesoraría esa confianza e intentaría aprovecharla la vez que fuese a hacer la misión prometida. Sonrió ante el apoyo del Sasaki que afirmó que, en un futuro que ella no era capaz de ver, su ayuda sería necesaria, así que solo asintió, aunque se moría de ganas por preguntar de qué se trataba esa ayuda tan necesaria.
—Pasate alguna tarde por mi barco, el Mil y un Mares, en el puerto de Uzushio, y te contaré más y te presentaré a alguien.
«Ahí se resolverán mis dudas...», pensó de forma positiva la Uzumaki, sabiendo que su curiosidad se vería saciada el mismo día que se dejase caer por el barco de Reiji, «¿Desde cuándo tiene un barco, igualmente?»
Pero esa pregunta sería resuelta otro día.
—Estaré encantada, Reiji-san.
—Te acompaño a la salida, como la otra vez.
Eri asintió y siguió al joven herrero como la última vez, temiendo perderse si no era guiada por el chico. Y aunque el trayecto era un poco largo, se le hizo extrañamente corto, despidiéndose de Reiji y agradeciéndole de nuevo.
—Bueno, Reiji-san, prometo que entrenaré duro con mi Naginata, y la próxima vez, espero que nos midamos con armas de verdad, los dos, aunque me expongo a que me des una soberana paliza —bromeó—. Gracias por todo lo que has hecho por mí.
—Pasate alguna tarde por mi barco, el Mil y un Mares, en el puerto de Uzushio, y te contaré más y te presentaré a alguien.
«Ahí se resolverán mis dudas...», pensó de forma positiva la Uzumaki, sabiendo que su curiosidad se vería saciada el mismo día que se dejase caer por el barco de Reiji, «¿Desde cuándo tiene un barco, igualmente?»
Pero esa pregunta sería resuelta otro día.
—Estaré encantada, Reiji-san.
—Te acompaño a la salida, como la otra vez.
Eri asintió y siguió al joven herrero como la última vez, temiendo perderse si no era guiada por el chico. Y aunque el trayecto era un poco largo, se le hizo extrañamente corto, despidiéndose de Reiji y agradeciéndole de nuevo.
—Bueno, Reiji-san, prometo que entrenaré duro con mi Naginata, y la próxima vez, espero que nos midamos con armas de verdad, los dos, aunque me expongo a que me des una soberana paliza —bromeó—. Gracias por todo lo que has hecho por mí.