Una persona alta para su edad, unos cuantos centímetros más que sus compañeros de cursada. Incluso unos más que personas unos años mayores. Destacando en su grupo más que nada por su altura, Karamaru es una persona flaca de poca musculatura y peso, con brazos y piernas largas. Posee una piel de color pálido, denotando una gran ausencia bajo los rayos dorados del Sol, con unos labios que siguen su estela siendo color rosa pálido. Sobre ellos una pequeña nariz, con una leve inclinación de su puente hacia dentro y punta redonda, bien del estilo tradicional de su continente.
Haciendo gala y resaltando sobre la blanca piel, oscuros, profundos, y vacíos orbes de color zafiro le regalan el don de la vista. Ojos con cejas finas, pestañas oscuras y una forma alargada, afilada y estrecha. Por la forma de cada parte de estos, pareciese que Karamaru siempre cuenta con una mirada seria y analítica en su rostro. Incluso intimidante.

Dos orejas pequeñas y poco vistosas se entremezclan con un alborotado cabello suave y liso. Combinado a sus ojos, mechones de cabello caen sobre la cara del shinobi hasta la altura de sus ojos y sus mejillas, otros se arrastran hasta la parte más baja del cuello y otros tantos le generan volumen en la parte de la nuca. Heredado de su padre, el pelo negro es una de las pocas cosas que cuida realmente sin ningún motivo. Tal vez para mantener una belleza estética de gusto propio, solo por deseos personales, para mantener cierto porte y elegancia.

Cubriendo su casi esquelético cuerpo, lleva unos pantalones negros ajustados y una camisa musculosa del mismo color. Sobre ella, una chaqueta de cuero sin mangas y bordes deshilachados y un collar de plata que llega hasta la mitad de su pecho. En él, un pequeño símbolo redondo con tres tomoe negros se ve acompañado de pequeñas esferas que terminan la estructura.

En sus extremidades, lleva unas botas ninja tradicionales y oscuras que lo cubren por encima de su pantalón hasta la mitad de sus pantorrillas, dejando sus dedos al descubierto. Del mismo color que el resto de su vestimenta, viste dos guantes que se alargan casi hasta sus codos. Están hechos de tela gruesa, con algunos tiras de cuero que giran alrededor de su antebrazo. Al igual que las botas, deja sus dedos al descubierto, solo cubriendo la primera falange de cada uno.

En los días invernales, suele llevar una capa negra, que se junta a la altura del cuello, y cubre su cuerpo desde la mitad de las pantorrillas hasta el mentón. A esa altura, se expande un poco para dejarle espacio de movimiento a su cabeza.

Aislado y sin compañía, viviendo solo en su pequeña casa. ¿Qué se podría esperar de una persona que crece de esa manera? Lo único que quedaba por convertirse era un ser oscuro, solitario, introvertido. La realidad que lo rodeaba le daba asco, diplomáticos, políticos, ladrones, asesinos y mercaderes. Un sistema corrupto y desconfiable era lo único que podía ver en sus rostros e ideales.

Vivía en un mundo sin esperanza para él, un mundo donde solo servía el dinero. ¿El honor? ¿El preciado honor que sus instructores trataron de enseñarle en la academia? Inservible, junto con muchas otras cosas. Amistad, valor, compañerismo, lealtad.

Pocas servían en esta vida, cosas que realmente ayudaban a uno. La falta de vínculos con otras personas, la soledad y la habilidad personal, la independencia de cualquier otro ser. Su poder, su inteligencia y él mismo era lo único que consideraba importante en su vida, el resto, inservible. Pensamientos turbios para ser solo un pequeño niño.

Karamaru se aisló de todo lo que le rodeaba, interactuando lo mínimo y necesario para obtener lo que quería. Sus pocas interacciones con otros humanos se limitan solo a lo justo y necesario, nunca una palabra demás, nunca una de menos. Sin embargo, siente curiosidad por conocer otras personas, sus personalidades, deseos, acciones e historia. O mejor dicho, lo que ocultan en esas cosas, lo que llevan en lo profundo de sí.

Puede, a veces, soltar un poco la lengua, cuestionar al otro, y tratar de llevar una conversación casi normal sin ningún otro objetivo que saciar su propia curiosidad por el mundo.

Es una persona sin temores, e ideales fijos. Una persona que no se arrepiente de lo que hace y que afirma con total seguridad que el fin justifica los medios. A cualquier costo, aún extremo.

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