—¿Ayame? Anda, anda, ¡no digas tonterías! —exclamó el Uchiha, ofendido.

¿Cómo podía hacer una broma de tan mal gusto? Ayame le había arruinado la vida. Por ella, había perdido su posición en la Villa, su cargo, la confianza de su Kage… Todo. Incluso, aunque hasta entonces no se había parado a pensar en ello, había abierto una posible grieta entre los Hermanos del Desierto.

Sí, hermanos… Unos iguales. Pero, ¿cómo iban ahora a ser unos iguales, con una diferencia tan grande de rango? Sacudió la cabeza. Era mejor no pensar en ello.

—Claro que las hay, Riko. Pásate por la mansión Sakamoto y dime si a ti tampoco te llama ninguna la atención. —Aquella familia siempre le había parecido sacada de una revista erótica. Más después de sentirlo en sus propias carnes. Primero Noemi; y especialmente Sakamoto Nagisa, quien sin apenas conocerle le había pedido follar un día antes de rescatar a su hermana para relajarse. Datsue, en honor a la verdad, era igual de culpable. Había aceptado a su particular petición, algo que nunca se sacaría de la cabeza. Un día después, tanto ella como Koko estaban muertas. Una bofetada de realidad que todavía hoy le dolía—. Pero si te refieres a algo más… —le costaba decir la palabra—, sentimental, sí tengo a alguien —respondió, sin entrar en más detalles.

Y no pudo hacer más que reír ante la reacción del Uchiha, quien se había ofendido con solo mencionarlo.

—Está bien, está bien, lo siento. — Diría aún con los restos de la risa.

Luego Datsue confirmó que había varias, y que algunas se encontraban en la casa Sakamoto. Riko se paró a pensar y, lo cierto era que la mayoría de las integrantes de aquella familia eran bastante atractivas, por así decirlo, como sacadas de un relato hecho para gustar a los hombres, y no pudo hacer más que asentir, con una sonrisilla tontorrona que delataba sus pensamientos, y antes de que pudiera contestarle, siguió, desvelando un dato del todo importante. ¡Datsue estaba enamorado!

—Para, para. ¿Qué? ¿Quién? — Tenía los ojos abiertos como platos. —¿Quién es la mujer capaz de cautivar a Uchiha Datsue, El Intépido? — Preguntó, imitando la voz de Datsue al decir su apodo.

Rápidamente la cabeza de Riko empezó a maquinar, tratando de descubrir quién sería la chica que había encandilado al Uchiha, pensando en todas las chicas que conocía.

Riko se disculpó por la broma, pero a Datsue no le hizo falta mirarle a la cara para saber que lo sentía tanto como él cuando hacía una broma sobre kusajines y alguien se lo tomaba a mal. Es decir, nada en absoluto.

El peliblanco no se detuvo ahí, y preguntó, incrédulo, quien era esa chica capaz de cautivarle. Incluso hizo alusión a su apodo, con guasa.

—¿Por qué quieres saberlo tanto? No estarás pensando en robarme la idea de Corazón Uzureño y escribir algo sobre mí, ¿eh? —bromeó, eludiendo un poco la pregunta—. Ella es… Es una kunoichi, pero no de Uzu. Es complicado, Riko. Y eso es todo lo que necesitas saber.

Riko se encogió de hombros ante la pregunta del Uchiha, realmente no era algo en lo que le fuera la vida, pero le causaba intriga saber quien había podido llegar al corazón de Datsue.

—No es que quiera... pero ahora tengo curiosidad. — Se limitó a responder. —No, no, que Susano'o me libre, la última experiencia que tuve con Corazón Uzureño no fue del todo buena, ya sabes, tú y Akame... Yo en medio... Una espada... — Recordó el peliblanco sin alegría, había sido una situación complicada, para que al final aquellos dos fueran como hermanos.

Datsue intentó cortar el tema, pero Riko no podía no intentarlo, aunque fuera un poco más, si veía que aquella conversación no era del agrado de su compatriota no le obligaría a contarle nada, pero si conseguía que cediera...

—Así que no es de Uzu, ¿eh? — Preguntó, llevándose la mano al mentón, pensativo. —¿De Kusa quizás? Sé que no te gustan mucho los kuseños pero... conocí a una que era bastante guapa y simpática, Rika se llamaba, quizás haya alguna que te llamara la atención...

Ah, sí, lo recordaba. Sonrió de manera inconsciente. Pese a que en el momento se había cagado vivo —especialmente cuando Akame había desenvainado una katana en dirección a su garganta—, ahora lo recordaba con cariño. Con morriña incluso. Aquellos habían sido buenos tiempos. Tiempos de risa, de emoción, de cotilleos. Tiempos en los que estaban todos juntos, como una piña. Tiempos en los que sus mayores preocupaciones eran una revista del corazón y algún combate para la galería. Sin riesgos.

Nada que ver con lo que le sucedía ahora.

Riko, sin dejar escapar el tema de su enamorada, volvió a la carga, apostando a que era de Kusa. La cara que puso Datsue lo dijo todo.

—No, no es de Kusa. —Ya no quedaban más opciones, así que…—. Es de Amegakure, Riko. Una chica indomable como el viento y con el carácter de una tormenta. Esa es ella, ni más ni menos, y me la han… —Datsue apretó los dientes, desviando la mirada. No, por el momento era mejor no contárselo. Por el momento solo había una persona en la que confiar…

Y tendría que esperar a encontrársela en el Valle del Fin para revelárselo todo.

El Senju vio como, al recordar el momento que habían vivido en la residencia que le habían asignado a los shinobi de Uzushiogakure en el Torneo de los Dojos y no pudo evitar fijarse en aquella sonrisa, recordaba aquello y se alegraba.

«Está loco, no hay de otra.» Pensó, divertido.

Riko escuchó a Datsue, escuchó como negaba que fuera de Kusagakure, pero como le informaba de que era una amenia, indomable y de gran carácter pero algo le hizo frenar, algo le había pasado a la chica de la que él estaba enamorado y quedó bastante claro que no quería hablar de ello, por lo que el peliblanco prefirió dejar correr el tema.

—Está bien, creo que es mejor que cambiemos de tema, ¿no? Además solo conozco un par de kunoichis de Ame, no creo que acertara. — Confesó el genin, que vio como Datsue apretaba los dientes en señal de ira o rabia al hablar de ella.

Hubo un breve silencio, y al poco Riko habló.

—Oye, ¿sabes algo del resto de los de la Villa? Ya sabes, los que participamos en el Torneo, si no recuerdo mal eres el único al que he vuelto a ver, y ya ves la de tiempo que ha pasado...

—Hmm… —Algo contrapuesto todavía por recordar a Aiko, pero definitivamente contento por cambiar de tema, el Uchiha le costó unos segundos volver a la realidad y procesar las palabras de Riko—. Pues… Joder —su rostro cambió al darse cuenta—, ¿en serio soy el primero al que ves desde el torneo?

¡Iba a hacer un año de aquello! Y se suponía que la mayoría eran de la promoción del Senju. Definitivamente, aquel grupo no era tan unido como el suyo. Datsue hacía unos meses también que no veía a Nabi, ni Eri, o Plum… pero desde luego no llevaba tanto como él. Habían quedado expresamente para verse, de hecho, tras el torneo, por mucho que después la fiesta acabase de la peor manera posible.

—Pues a ver —extendió los dedos de una mano. De primeras, encogió el pulgar. Eso iba por Koko—. Bueno, de Eri y Nabi… Ya sabes lo que les pasó, imagino —Ahora hablaba de la Eri y Nabi de la promoción de Riko, no de la suya. Ambos habían ido al torneo, y ambos habían encontrado una trágica muerte cuando sucedió lo de Zoku. «Zoku… Nunca hablé con Riko de eso… Tengo que preguntarle, a ver qué piensa». Fuese como fuese, encogió dos dedos más—. Akame… Akame está bien. Ya sabes, jōnin y todo eso. En su salsa. Entrenar, misión, entrenar… y si se acuerda a dormir por las noches —encogió otro dedo—. Y luego… ¿Quién más había? Bueno, creo que del torneo no vi a más —concluyó. Sabía que le quedaban un par, como mínimo, pero no recordaba sus nombres.

»¿Tú cómo viviste todo lo de Zoku, por cierto? —preguntó, sin preparar el terreno ni conducir la conversación por aquel tema. Simplemente, la lanzó, directo y al grano.

Riko asintió ante la pregunta de Datsue, no había visto a nadie de Uzu desde hacía un buen tiempo, y lo cierto era que le extrañaba, pero era cierto que últimamente no había estado mucho tiempo en la Villa, por lo que era complicado coincidir con compatriotas.

Y Datsue le empezó a relatar, contando con los dedos de la mano según iba hablando de cada uno, aunque el pulgar lo encogió sin hablar de nadie, y el Senju supuso que sería por Koko, y asintió. Luego habló de Eri y Nabi, aquellos dos que habían encontrado la muerte cuando pasó lo de Zoku, y el peliblanco cambió su rostro por uno que denotaba la tristeza.

«No quedamos muchos de la promoción...»

Y por último, Akame, que como imaginaba estaba bien, con su recién adquirido cargo, entrenando e imaginaba que estudiando, como había hecho desde que le conocía, no en vano era el mejor de su promoción.

—Pues tampoco había muchas opciones para encontrarme con gente del Torneo, ¿eh? — Su tono denotaba algo de tristeza. —De mi promoción... quedamos pocos, la verdad.

Y la pregunta que le lanzó el Uchiha a continuación le pilló por sorpresa, era algo que no había hablado con nadie y aquello le hizo pensar.

—Bueno... El clan desde un principio apoyaba a Yakisoba, todos creían que era el mejor candidato, a mi en cambio me gustaba más Gouna, aunque he de reconocer que el numerito que se montó durante la ''coronación'', por así decirlo, no me gustó mucho. — El Senju quería empezar desde el principio con aquello. —Luego, el que Zoku estuviera vivo, y todo lo que pasó... — Dudó un momento. —Creo que al final fue lo que tuvo que ser, ese tipo no era el indicado para ser Uzukage, por las historias que he oído creo que era bastante guerrero y creo que hubiera removido la situación actual de las grandes Villas pensando que hacía lo correcto, pero se equivocaba, creo que no hay guerra que tenga un buen motivo. — Hizo una breve pausa. —En resumen, lo viví con miedo a lo que pudiera pasar, pero me alegro de que todo acabara como acabó.

Datsue miró a un lado y a otro para asegurarse de que no había nadie en el camino. Luego, bajó la voz:

—En resumen, que te alegra que los Hermanos del Desierto le matasen —habló de ellos en tercera persona, solo por si acaso—. ¿Hubieses hecho tú lo mismo? —preguntó, intrigado. Sabía que era una pregunta que difícilmente se podía responder sin haber pasado por una situación como aquella, pero aún así quería ver su reacción—. ¿Hubieses matado a un Kage? ¿Lo hubieses hecho llegado el momento, como ocurrió?

Datsue sabía que en la Villa tenía tan buena fama como mala. Algunos le consideraban un héroe. Otros —que ahora encontrarían más combustible del que alimentarse gracias al incidente que Datsue había provocado—, les veían con malos ojos. No les perdonaban haber entrado con la mano de Zoku en la Villa, como aliados. El hecho de ser jinchurikis tampoco ayudaba a tranquilizar sus corazones.

Riko asintió ante el resumen que Datsue hizo sobre todo lo que acababa de decir, era más o menos lo que había querido expresar, lo que no supo cómo responder, al menos al principio fueron las preguntas que el Uchiha le lanzó, quedando unos segundo pensativo.

—¿Quieres que te sea sincero? — Empezó mientras terminaba de pensar su respuesta. —Creo... Creo que no lo hubiera hecho, desgraciadamente, con el nivel que tenía entonces era imposible, de hecho lo seguiría siendo con el nivel que tengo ahora.

El Senju hizo una breve pausa.

— Además, aunque piense que estuvo bien hecho, no dejaba de ser el Kage en ese momento, definitivamente, creo que no hubiera sido capaz de hacerlo, así que... os agradezco que lo hicierais vosotros. — Concluyó con una gran sonrisa.

De no ser por ellos, Los Hermanos del Desierto, no sabía que hubiera podido pasar en la aldea, y no solo eso, si no lo que hubiera pasado en el resto de Oonindo.

Datsue asintió. Por lo que podía ver —y aunque ya se lo esperaba, no dejaba de ser reconfortante— Riko estaba en el bando de los que le agradecían haber matado a Zoku. Aseguró que él no hubiese sido capaz de hacerlo, algo de lo que el Uchiha no estaba tan seguro. El propio Datsue, si días atrás al incidente con Zoku le hubiesen preguntado lo mismo, también habría asegurado que ni loco lo hubiese hecho. Tan seguro como que el cielo era azul.

Pero una cosa era contemplarlo desde la lejanía, analizarlo con la mente fría desde fuera, y otra muy distinta vivirlo.

—El nivel no lo es todo, Riko. —Ni por un momento Datsue se había hecho falsas ideas. Ni Akame ni él mismo tenían nivel suficiente como para derrotar a un Kage. Pero juntos, y habiéndole pillado desprevenido… «Además de la ayuda de Shukaku, que no es poca cosa»—. No importa lo fuerte que seas, un tropiezo en el momento inoportuno, bajar la guardia cuando menos debías hacerlo… y adiós.

»En fin. ¿Una carrera hasta las lindes del bosque? —sin previo aviso, empezó a correr—. ¡Quien pierda invita a helado!

Datsue concluyó con una frase digna de un libro de autoayuda, el nivel no lo es todo, y en parte, tenía razón, a veces primaba más la situación, los actos, y tal y como dijo, si te pillan desprevenido o en un mal momento, el nivel que tengas no es algo que importe en exceso.

Riko asintió.

—Tienes razón, lo tendré en cuenta en el futuro.

Y de repente, como si nada, el Uchiha echó a correr incitándolo a una carrera y no solo eso, si no que quien perdiera invitaría a helado al otro.

«¡Que cabrón!»

Y echó a correr detrás del pelinegro, a toda la velocidad que sus piernas le permitían, tratando de aguantar el ritmo de su compañero, aunque cada vez se alejaba un poquito más de él, Riko no se iba a dar por vencido.

—¡Yo lo quiero de chocolate blanco! — Le gritó desde atrás, dejando caer que iba a ganar aquella carrera.

Riko y Datsue caminaban por las amplias calles de los Herreros, cuyo ambiente, contaminado, nada tenía que ver con el aire puro del Bosque de la Hoja. Allí, las forjas trabajaban a pleno pulmón, y las columnas de humo que salían de todas y cada una de las chimeneas llenaban el cielo de una gran nube gris. Datsue —entretenido saboreando su helado con sabor a plátano—, nunca terminaba de acostumbrarse a aquella corrupción en la atmosfera.

—¿Qué tal ese helado de chocolate blanco? —preguntó, interesado. Nunca en la vida le había gustado el chocolate blanco, por lo que dudaba enormemente que un helado con sabor a él sí—. Por cierto, será mejor que solo entre yo a la forja. El descuento de verdad me lo hacen solo a mí, y no creo que a Soroku le siente bien que te regale el arma con precio rebajado. Esos chanchullos no le van. Era una wakizashi, ¿verdad?

Habían llegado a su destino, Los Herreros, y no solo podían saberlo por la ingente cantidad de herrerías y el sonido de los martillos repiqueteando, se sabía antes de llegar por el ambiente, un aire cargado con el que costaba respirar, humo negro por todas partes y un calor impropio incluso en verano.

Pero allí estaban, cada uno con su helado, Datsue uno con sabor a plátano, y el Senju con su preferido, el de chocolate blanco.

—¡Buah! Esto está de muerte. — Exclamó relamiéndose.

Y, antes de llegar, el Uchiha sugirió entrar solo pues el descuento no era aplicable a cualquiera, por lo que seguro que no le gustaba a Soroku que el chico fuera haciendo favores, y entendiéndolo a las mil maravillas, Riko asintió.

—Sí, una wakizashi. Yo te espero fuera. — Dijo antes de pegarle un bocado al helado.

E instantáneamente su cerebro se congeló, teniéndose que llevar las manos a la cabeza instintivamente para paliar el frío que sentía.

El sonido del martillo golpeando en el yunque. Los cascos de los caballos repiqueteando en el suelo empedrado, azuzados por sus jinetes mientras transportaban un carro lleno de cargamento. Gente hablando a voces. Y, en medio de todos ellos, dos chicos tranquilos que se terminaban su helado.

Sin lugar a dudas, aquella era la ciudad más ruidosa en la que el Uchiha había estado nunca. Datsue, que ya se conocía aquellas calles como la palma de su mano, condujo a Riko hasta la herrería en la que él ya había estado: un lúgubre galpón, santuario de Soroku.

—Imagino que tendrás la pasta… —comentó, mirándole de reojo.