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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
El Valle de los Dojos, uno de los pocos lugares del mundo dónde quizás la palabra samurai aún inspiraba algo de respeto. "Sí que es un lugar anticuado." Claro, el Senju nunca desperdiciaba la oportunidad para tirar por suelo cualquier reflexión o simbolismo romántico que se encontrase en el camino, aunque fuese de manera inconsciente. "Me pregunto cómo era la época antes de la era ninja." Le costaba imaginarse un mundo con un sistema social distinto, pero ese no era el punto en esos momentos. Lo relevante es que estaba sin prestar atención a la demostración que tenía justo enfrente de sus narices.

—El acero de una espada, templado en la tundra, resguardando al guerrero.— Se le escuchaba decir a un viejo samurai al unísono que deslizaba su espada en el aire, con movimientos lentos que dibujaban trazos invisibles en el aire.

—Buah... Bostezó el genin, no era precisamente lo que esperaba ver cuando vio la leyenda de aquel letrero en la parte externa del dojo, el cual rezaba "Gran demostración de Iaido y apreciación de Katanas". "¿A qué hora empiezan las técnicas útiles? Todo ese sincretismo y devoción a las armas es totalmente innecesarios, bien decían que son arcaicos." Pensaba mientras se restregaba el ojo.

En el mundo ninja, la precisión y la perfección son una cuestión de efectividad y no de presunción. Él mismo era usuario de armas filosas, pero no tenía un sentido de veneración por las mismas. Eso sí, sus habilidades tampoco eran destacables en ese campo cómo para poder criticar la manera en que estaba enseñando el otro. Lo que sí podía alegar, era quizás el fanatismo que mostraban los que se decían seguidores del camino del guerrero. "Más no tengo muchas opciones tampoco."

Si había de celar a Kokuryū, era por las memorias de su anterior portador, nada más y nada menos. No se le pasó por la cabeza que podría ser un ninja especialmente destacado en la espada cómo lo habían sido sus abuelos. Al no tener ahora ya un guía que le encaminase en aquel exquisito arte de combate, los dojos eran una de sus pocas oportunidades que se le presentaban. Nunca se había visto a él mismo cómo un combatiente, sino alguien que prestaba soporte, aunque nunca estaba de más un poco de defensa personal. Así, pese a su dudar, seguía en aquel espectáculo dónde apenas se hallaban menos de una decena de asistentes, puesto que los que se aburrían simplemente dejaban la estancia.

—Es hora de una muestra de tameshigiri.— Anunció el anciano mientras caminaba hacia unas varas de bambú amarradas, dispuestas en el centro del tatami, alegrando así también al joven Isa que pensó que por fin vería algo interesante. —Las espadas sienten, porque las espadas son el alma de sus portadores.— Dijo mientras colocaba sus piernas en posición y respiraba lentamente.

"Este viejo tortuga me está desesperando." Recriminaba mentalmente por su inpaciencia ante el actuar del samurai.
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#2
Akame asistía a la presentación con la expresión más ceremoniosa que fue capaz de poner, y sus ojos azabaches no perdían detalle alguno de los movimientos del maestro. Aunque por el momento no estaba siendo muy dinámica, por decirlo de algún modo, el Uchiha no mostraba signo alguno de aburrimiento. Al contrario, parecía incluso ligeramente conmovido por la profundidad y ceremonia del acto; él nunca se había interesado por el Kenjutsu ni el arte de la lucha con espada, pero ahora que necesitaba conseguirse un buen acero para su próximo combate, estaba decidido a tomar algunos cursillos rápidos.

Llevaba una camiseta negra sin mangas, de cuello alto y con el símbolo del clan Uhiha a la espalda. Pantalones cortos color arena y sandalias ninja completaban el resto de su atuendo junto con la bandana del Remolino que lucía en la frente, anudada de forma que le ayudaba a mantener su melena negra recogida en una cola que le llegaba hasta un poco más abajo de los hombros. No podían faltar varias vendas en torno a sus manos, rodillas y tobillos, y su portaobjetos ninja bien sujeto en la cintura.

De repente, un muchacho al lado suya soltó un sonoro bostezo. Akame miró disimuladamente, sin girar el rostro, al atrevido que había mostrado una falta de respeto tan evidente hacia el maestro. «Pero será...» Aquello le molestó de sobremanera, y rápidamente decidió darle un escarmiento al chico. Con un discreto paso hacia su derecha se aproximó al tipo, y sin compasión ni duda le aplastó los dedos del pie con el talón de su propia sandalia.

Uhm, disculpa —musitó poco después, volviendo a su posición inicial tras asegurarse de que el pisotón había sido contundente.
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#3
Estaba pendiente del próximo movimiento del viejo, pues los bambués amarrados tenían un grosor bastante considerable incluso para el agudo filo de la katana promedio. "Joder, si no hace algo interesante en los próximos 5 minutos me largo de aquí." Cuando por fin tenía interés en el asunto, algo le hizo salir de concentración, algo parecido a un jodido pisotón en sus deditos.

—¡Argh!— Se quejó mientras trataba de retirar rápido su pie de debajo del calzado de su, ¿agresor?. —Hijo de la gran...— Masculló, pero justo en esos momentos pudo sentir cómo era el centro de las miradas, dónde todos loe miraban atónitos, o mejor dicho, indignados por la interrupción del joven Isa al alzar la voz. "Ah carajo, lo que me faltaba."

Uhm, disculpa —musitó.

—¡Que te disculpe tu abuela!— Le volteó a ver con la boca torcida y el ojo fijo en él. "Ese pisotón fue demasiado duro cómo para creerle que fue un accidente. Ahora, la pregunta, ¿por qué carajos hizo eso? Por la bandana veo que es un ninja de Uzushiogakure, no sé que mierdas tendrá en la cabeza, que no le he hecho nada." Pero con su última actuación, sólo logró que el resto de gente siguiera observándole de forma reprobatoria. "Oh claro, cómo no, siempre me toca ser el malo del cuento. Pero esto no se quedará así." Empezó a maquinar algo.

—Alto ahí, jovencito. ¿Tienes algún problema, muchacho? Lo mínimo que exijo es respeto a mí y al dojo. Si deseas quedarte, guarda silencio, si no te agrada, puedes largarte. No permitiré escándalos aquí adentro. — Dijo el viejo samurai que se había frenado al notar el pequeño incidente, señalando con su mano a la puerta.

—Tch.— Chasqueó la lengua, volteando a ver al anciano. Si su padre llegaba a enterarse de qu elo echaron del sitio, se ganaría un sermón olímpico. —Perdone usted, señor.— Dijo, desviando la mirada al lado. "Yo no hice nada joder, no debería estarme disculpando si no tengo la culpa."

El maestro no dijo nada, simplemente se giró sobre sus talones, regresando al centro del tatami para proseguir con el espectáculo. "Ya he de encontrar la forma." Maquinaba mientras se dedicaba a ver el resto de la demostración.

El samurai recuperó su postura, mano en la empuñadura y centrado en las cañas. De pronto, hubo un sonido extraño, pero el genin no fue capaz de distinguir que pasó exactamente. "¿Qué demonios?" Podría jurar que hace no menos de un segundo la espada estaba guardada, pero no, el anciano la sostenía extendida. Luego, le dio la vuelta con un giro de la muñeca, y volvió a colocarla en su saya con cadencia exquisita.

—¿Huh?, !Woah!— Exclamó en el momento que se escucho chocar al tsuba con el tsuka, pues justo en ese instante, las cañas de bambú cayeron al suelo, partidas en dos. "Eso fue jodidamente rápido". Tenía que darle méritos.
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#4
Akame esbozó una ligera y maliciosa sonrisa ante las quejas del maleducado, que más pronto que tarde había recibido su merecido. El Uchiha ni siquiera ladeó el rostro para encararle, sino que esperó lo inevitable; el maestro detuvo su ceremonia y le increpó personalmente al muchacho. «Amejin... Cómo si no», se dijo a sí mismo Akame tras ver la bandana de la Lluvia que aquel peculiar chico llevaba encima. En su experiencia, los de Amegakure no destacaban precisamente por ser respetuosos o disciplinados.

La demostración siguió su curso, y en un momento dado el maestro realizó un movimiento tan sublime que arrancó varias exclamaciones entre los observadores; Akame incluído. «La destreza de este anciano con la espada puede sobrepasar incluso a la de un chuunin... Creo que he venido al lugar adecuado». Sus ojos, rojos por el Sharingan, examinaban detenidamente los movimientos del espadachín con la esperanza de poder reproducirlos luego. Aunque Akame sabía bien que tanto importaba la fuerza y rapidez de su cuerpo como lo bien que hubiese aprendido un movimiento. «Probablemente debería entrenar durante años para poder alcanzar ese nivel de maestría...» No era algo que le interesase.

Así pues, el Uchiha continuó atendiendo a las demostraciones del maestro, a la espera de que terminase para poder acercarse y hacerle alguna que otra pregunta.
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#5
Trataría de concentrarse en el resto de la exposición, ignorando el dolor que aún le provocaba aflicción en sus pobres e inocentes deditos. El maestro continuó con el Enbu, esta vez repitiendo el procedimiento anterior pero con un nuevo material: Una vara de metal, gruesa. Incluso llegó a darle un par de toques al objeto para demostrarles que no era un truco. Además, por el sonido uno podía darse cuenta de su solidez, no era un tubo hueco cualquiera. Y sin embargo, al igual que las cañas, sufrió él mismo destino, siendo partido a la mitad cómo si fuese una simple barra de mantequilla.

"La la~. ¿Qué truco usara este sujeto para que esa cosa sea tan filosa?" En su mente, nació la ilusa idea de qué podría igualarle. Pero la inspiración no le duró mucho al acordarse de la falta de maestro que tenía a su disposición. "Papá no es una opción, es desesperante." Cualquier cosa menos ser entrenado por él, casi empezaba a arrepentirse de fugarse de Kurozuchi. "Aunque no sé que tan prácticas sean las técnicas samurai siendo un ninja, bueno, estarán bien para presumir." No es que fuera demasiado práctico.

Durante los últimos minutos de la presentación, el sensei hizo gala de algunos trucos más. El más llamativo, fue cuando pidió a uno de sus asistentes lanzar una hoja de papel al aire, la cual cortó no en horizontal, tampoco en vertical, sino que la partió en dos al punto de que en vez de una hoja ahora eran dos. El corte fue tan fino, como la translucidez parcial que ahora se podía apreciar en el blanquecino papel. "Joder, eso es precisión y lo demás son tonterías." Estaba convencido que ni en sueños llegaría a ese nivel y maestría con el arma. Sí, tenía espadas, pero no solía dedicarse al Kenjutsu precisamente.

Al finalizar la exposición, no podía ser de otra forma sino con la muestra de respetos hacía el arma. El hombre se sentó, dejando el arma en el suelo, para luego reverenciarla cómo si aquella katana se tratase de una persona. Ante la solemnidad, todo mundo decidió aplaudir. Eran pocas personas, pero la emoción de los presentes fue suficientemente sonoro para demostrar el entusiasmo. Todos menos Kagetsuna, que lo hacía con algo de desgano, sólo para no seguir quedando mal ante todos.

Poco a poco las personas se marcharon del sitio, murmurando con sonrisas y caras de admiración. Por su parte, el pelimorado tenía ganas de curiosear, por lo que no dudó en dirigirse al lugar dónde varias espadas se encontraban reposando.

—Cuidado con no tocar nada.— Se le escuchó decir al sensei, el cual desde su posición le había observado de reojo.

—Hmph.— Volteó a ver Kagetsuna, pues no le gustaba que le achacaran cosas o intenciones que no eran de él. Simplemente se quedó mirando mientras el sensei y sus ayudantes limpiaban el sitio.
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#6
Akame asistió a la demostración hasta el final, y en un par de ocasiones tuvo que contener alguna exclamación de sorpresa. Aquel anciano era realmente habilidoso con su arma, a quien además trataba mejor que a una amante. Cuando concluyó el espectáculo, Akame fue uno de los que aplaudió con más entusiasmo, totalmente ganado por la exhibición del anciano maestro.

Sin embargo, el muchacho del parche en el ojo no parecía impresionado ni entretenido en absoluto. Akame no pudo evitar que aquello le molestase; «¿para qué demonios vino entonces?» Sea como fuere, el Uchiha sentía que ya le había dado su merecido a aquel descarado, de modo que simplemente dejó de prestarle atención.

Se acercó al maestro, con su propio ninjato envainado entre las manos, y esperó la ocasión para abordarle.

Sensei-dono, permítame decirle que ha sido una demostración impresionante —empezó el gennin—. Mi nombre es Uchiha Akame, soy shinobi del Remolino. Verá, me preguntaba... Si quizás usted pudiera darme una opinión sobre esta espada que compré hace un par de días, en Sendoushi.
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#7
El sitio quedó completamente ordenado poco después que los espectadores se marcharan, menos el par de genins correspondientes a la Lluvia y al Remolino. El hombre mantenía sus brazos cruzados al frente, escondiendo sus manos en las mangas del haori. Al escuchar acercarse al pelinegro, se giró lentamente y sonrió con un gesto amable, cómo el de un abuelito complacido al cuidar a un nieto.

—Agradezco mucho el cumplido, jovencito. Siempre me es grato el escuchar que las personas disfruten el espectáculo, pero más grato me es que lleguen a aprender algo de ella.— En todo momento, mantenía el rostro apacible.

Se trataba de un hombre de unos sesenta años, sin rastro alguno de vellos en su rostro. Cabellos plateados, recogidos en una cola de estilo samurai y unos ojos de color miel relucientes cómo el oro. Poseía un mentón fuerte, e incluso bajo las prendas se podría apreciar que tenía un cuerpo medianamente sobresaliente. Todo en conjunto le daba una apariencia noble y sabia, pero que a pesar de ello su tranquila voz demostraba humildad en cada palabra.

No muy lejos de esos dos, el de pelos bicolores no pudo evitar parar la oreja para poner atención al diálogo entre el samurai y el Uchiha. "Vaya, el nene ahora también va de lamehuevos con el tipo aquel. Cómo detesto a los quedabien." Su propia naturaleza rebelde le hacía rechazar las muestras de buena conducta de los demás.

—Un gusto, Akame-kun. Yo soy Naoe Masakage.— Le informó. El maestro, en el preciso instante que le preguntaron por su opinión, le puso el ojo a la vaina, pues la funda del arma podía darle mucha información del contenido antes de desenvainarla. —Presta acá, déjame examinarla.— Dijo un poco más serio, extendiendo la mano en espera de que el muchacho se la entregase.

Por su lado, el Senju volteaba de reojo, tratando de observar la situación. "Desde aquí no puedo ver bien." Así que con pretexto de observar el resto del dojo, empezó a caminar por los bordes del mismo, intercambiando su vista entre los interiores del recinto y el otro par. Silbando, cómo él mejor de los clichés posibles.
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#8
El Uchiha le tendió su ninjatō al anciano sin pensárselo demasiado; incluso con cierta ansia. Había sospechado que la espada no era de buena calidad desde el mismo momento que la había comprado, pero su poco presupuesto y las prisas por hacerse con una antes de su combate de la segunda ronda le habían obligado a tomar la única que pudo encontrar.

«No puede ser tan mala, ¿no?», se cuestionó el Uchiha. Estaba a punto de darse cuenta de que se equivocaba.

Mientras tanto, por el rabillo del ojo captó cómo el shinobi de Ame, el que se había llevado toda la demostración bostezando y protestando, le observaba con pobre disimulo. Akame curvó sus labios en una sonrisa un tanto pilluela, y sin tapujos le gritó al gennin.

¡Eh, compañero! No tengas miedo, acércate si te interesa nuestra conversación. Tal vez aprendas algo más sobre espadas.
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#9
—¿Uh?— Volteó a ver el genin, incrédulo de que su magnifica actuación para pasar inadvertido fuese un fracaso. —Meh.— Alzó los hombros para dar a entender que no le importaba, para luego contradecirse él mismo caminando hacía ambos con paso lento mientras metía sus manos en la chaqueta. Obviamente, no quitó su cara plana en ningún momento, ni tampoco tuvo la más mínima intención de presentarse.

A la vez, el sensei se disponía a tomar la espada que el Uchiha le ofrecía. Aunque, su primera reacción fue la de fruncir el ceño cuando tocó el saya, al sentir una textura un poco rugosa, típica del paso del tiempo y el uso. Para continuar, desenvainó la hoja, la cual se apreciaba algo opaca por las mismas razones que la vaina. Negó con la cabeza, y luego la alzó frente a sí, sosteniendo el contrafilo con la palma de su mano izquierda mientras trataba de alinear el arma de forma recta con la vista de su ojo derecho. Cerró los ojos, y al abrirlos de nuevo guardó de nuevo la ninjatō.

—Puedo ver que se trata de una shinobigatana, arma propia de los de su oficio y no tanto del samurai.— Le tendió de nuevo el arma al joven Uchiha. —Sin embargo, también noté muchas cosas en ella, y no precisamente buenas— Su rostro serio mostraba desagrado. —Esta arma no sólo es vieja, sino que también estaba usada y probablemente su anterior dueño ni siquiera se molestase en darle el mantenimiento adecuado o guardarla cómo es debido. Además, muestra una leve curvatura en su hoja, imperceptible si no se le presta la atención necesaria, pero que de todas formas está presente. El mune está gastado, es usable, pero recomendaría que le des una afilada para que por lo menos tenga una utilidad decente.— Era difícil descifrar por qué motivo el hombre estaba tan molesto, pero quizás en su orgullo se le volvía doloroso ver una katana en tal estado.

—No sé si habrás pagado el precio regular por esta arma, pero, comparada incluso a las que se producen en serie, simplemente no lo vale. De ser así, te han estafado con creces.

—Kjg, kjg, kjg...— Un extraño ruido, que se hacía pasar por risa improvisada, provino de la dirección del de cabellos morados. Le divertía pensar que se habían bailado al muchacho de Uzushiogakure. No era muy de reírse, pero con tal de que el otro se enterase de su estado emocional, no dudó en emitir aquel sonido, aunque fuera por lo bajo.

—El que tuvo la osadía de comerciar con esto, no merece menos que una amputación de los dedos.— Sonaba muy drástico, pero para aquel hombre no era una exageración ni tampoco un sentido figurado.
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#10
Akame aguantó, estoico, el chaparrón de críticas y defectos que aquel anciano maestro arrojaba sobre su katana. No es que le sentara mal ni mucho menos, precisamente él mismo —con poco que sabía— ya había notado que aquella espada no se sentía igual de bien que su antiguo filo al blandirla, ni siquiera sujetándola con una mano.

Asintió con interés a todos y cada uno de los comentarios del maestro, que le indicaron la multitud de fallos que aquejaban al arma. La conclusión del anciano fue la misma que la suya, aunque él agregó una nota más severa. «Entiendo su enfado, para alguien que dedica su vida al arte de las espadas, ver una tan mal hecha y saber que se ha vendido como pieza única debe ser realmente doloroso...»

Akame agachó la cabeza, su orgullo ligeramente herido, y asintió dándole la razón al maestro. Le habían estafado y bien.

Muchas gracias por su valoración, sensei-dono. En efecto, yo sospechaba que esta hoja no era tan buena como me habían hecho creer... Pero esto...

Entonces escuchó la risa del gennin tuerto, y su gesto se torció. «Este amejin... Parece que viene buscando problemas», valoró el Uchiha. Tomó el ninjato que le extendía el maestro y se volvió hacia el gennin de la Lluvia.

Creo que no nos hemos presentado. Uchiha Akame, de Uzushiogakure —hizo una ligera inclinación de cabeza—. Veo que tú también llevas una espada.
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