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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#61
Kaido frunció el ceño, visiblemente molesto, y arrojó la mochila al suelo. «Oh, ¿así que quieres pelea, cabrón? La vas a tener. LA VAS A TENER.» Daruu apartó con el pie su propio equipaje para dejar espacio a la refriega, hizo un gesto de arremangarse —aunque el anorak fue imposible de arremangar, para su propio bien—, y se acercó a Kaido dispuesto a darle la tunda de su vida.

—Yo grito cuanto me salga de los cojones, jodido ojos de escroto venoso. Y no hablaba de ti, pero con gusto puedo patear tu culo hasta que caigas empinado hasta Yukio. ¿Eh? ¡¿Eh?! Ahora, ¿por qué no mejor activas tu podersito visual y me dices ¡en dónde coño está ese cabrón de Hibagon!?

—¡Oh, créeme, medio mierda, no necesito ningún podersito para pegarte una paliza, cara-anchoa! —vociferó.

Los muchachos se acercaron. Se detuvieron cuando estaban a un metro cuando detectaron un gran temblor a su alrededor.

—Kaido. Perdóname por lo que te he dicho. Ahora... ¿qué te parece si cogemos las mochilas y...?

Otro gran temblor. Un par de rocas cayeron del suelo. Una de ellas entre los dos.

¡¡CORREMOS!! —Daruu señaló a la entrada de la cueva. Las rocas empezaron a derrumbarse en su dirección, atrapándolos y amenazándolos con aplastar sus cabezas. La única escapatoria estaba hacia el interior de la cueva, una perspectiva que no agradaba a ninguno de los dos.

El muchacho se abalanzó sobre su mochila, dando una voltereta por el suelo y poniéndosela a medio levantarse. Salió corriendo hacia el interior de la cueva. Activó su Byakugan para asegurarse de que su compañero estaba bien y corría detrás de él. Las rocas fueron desprendiéndose, una tras otra, persiguiéndolos por un túnel que cada vez se hacía más estrecho. El último enorme pedazo de piedra estuvo apunto de chafarles. Daruu cogió la mano de Kaido y tiró de ella, saltando justo a tiempo de que cayera al suelo, llenando la estancia, totalmente a oscuras, de un polvo que llenaba e intoxicaba los pulmones.

—¡Mierda! ¡Joder! ¡Cof, cof! —Daruu se acercó a las rocas y les dio varias palmadas—. ¡Ayuda, ayuda!

Se dio la vuelta hacia Kaido.

—Estamos atrapados. Atrapados.

Volvió a mirar a la pared de rocas e hizo un esfuerzo con su Byakugan para mirar a través.

—No hay espacio ni de coña. Ni abriendo camino. Tardaríamos años —dijo. Luego ahogó un grito, y le enseñó la palma de la mano a Kaido—. Espera. ¿Hibagon? ¡HIBAGON! —Allá al fondo, una criatura enorme y peluda inspeccionaba con curiosidad la entrada de la caverna y acariciaba las rocas con el dedo sin comprender cómo había podido derrumbarse.

La enorme montaña nevada de pelo levantó el rostro y clavó la oreja a las piedras. Luego, se retiró y dio varios saltitos de alegría. Luego, puso las manos en la roca, haciendo un altavoz improvisado, y gritó:

—¡SEÑOR PELOPINCHO! ¡HIBAGON LLEVAR SEMANAS BUSCANDO SEÑOR PELOPINCHO Y SEÑOR AZUL! —La voz del abominable ser vibró a través de las piedras de la cueva—. ¿¡PERO QUE HACER AHÍ, HOMBRE!? ¿¡NO VER QUE CUEVA ROTA!?

Daruu se llevó una mano a la frente.
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#62
Y allí, en el climax de aquel enfrentamiento; la realidad les golpeó de lleno auspiciada por un fuerte temblor. A los muchachos no les quedó de otra que cortar por la tangente y empezar a preocuparse más por abandonar aquella cueva, en víspera de caerse en pedazos, que de patear el culo del otro.

Daruu se disculpó.

—No, por favor, perdóname tú. Ahora...

—¡¡CORREMOS!!

—¡¡NO ME LO PIDAS DOS VECES!!

Una maniobra evasiva y en apenas unos segundos, ambos se encontraban corriendo por sus vidas. Con sus mochilas rebotando a sus espaldas mientras las rocas que se iban precipitando amenazaban con aplastarlos como a una sandía. Corrieron y corrieron como nunca antes, y de no ser por el último esfuerzo en la recta final habrían sucumbido ante el derrumbe causado por ellos y sólo por ellos.

Entre polvo y nieve, los genin de Amegakure quedaron encerrados. Para siempre.

¿O... no?

—Espera. ¿Hibagon?

—¿Qué dijiste?

Kaido no podía verlo. Pero Daruu sí. Detrás de aquel muro contentivo, se encontraba la bestia que les había encomendado a ambos en aquella travesía. El Yeti del momento. La sensación de Yukio.

El inconfundible Hibagon, atizándoles con aquellas frases terriblemente compuestas y con la suspicacia de un mosquito. Pero se trataba de él, y Kaido no podía estar más feliz.

—¡Hibagon! ¡¿Cómo que qué hacer aquí? hemos venido a salvarte! —admitió sin ningún tipo de tapujo, luego se acercó hasta las rocas y trató de hablar a través de ellas—. escúchame, luego lo hablamos con más calma, pero tienes que sacarnos de aquí. ¿Puedes, verdad?

Esperaba que así fuera.
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#63
—¿¡SEÑOR AZUL TAMBIÉN AHÍ!? ¿¡PERO QUE HACER AHÍ, HOMBRE!? ¿¡NO VER QUE CUEVA ROTA!? —repitió Hibagon, con exactamente las mismas palabras—. SI YO SACAR DE AHÍ, NO SER EXACTAMENTE "SALVARME" A MI, EH.

Daruu suspiró.

—¡Como sea, Hibagon, por favor, ayúdanos!

—TRANQUILO. YO HACER PAM PAM A PIEDRA Y PIEDRA SER POLVO.

Hibagon hizo PAM. El suelo tembló. Hibagon hizo PAM. El suelo volvió a temblar. Una grieta apareció en la pared.

—¡N-no! ¡Hibagon! ¡Escucha! ¡Si haces pam pam a las piedras, las piedras nos hacen pam pam en el coco! ¿¡Entiendes!?

—¿¡ENTONCES QUERER SALVAR O NO!?

—¡Pero si nos matas en el proceso, no está tan claro! —Daruu dejó escapar un "aiss" y se dio la vuelta hacia Kaido—. ¿Crees que la caverna tendrá otra salida?

»¡Hibagon! ¿¡Esta caverna tiene otra salida!?

—¡TODAVÍA NO CONOCER MONTAÑA ENTERA!

—¡Bueno, intenta dar la vuelta a la ladera, por favor! ¡Nosotros vamos a caminar a ver si encontramos una!

—¿¡ENTONCES NO PAM PAM!? ¡SER CAMINO RÁPIDO!

—¡No, no pam pam! ¡Por favor!

—BUENO COMO TÚ QUERER.
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#64
Y si en algo tenía razón el abominable hombre de los Dojos, es que la retórica de aquella situación había torcido los papeles. Muy a pesar de que habían subido aquella montaña para salvar a Hibagon de las garras de los humanos, ahora eran ellos dos quienes necesitaban de su ayuda para escapar de un desenlace poco épico y con tan poco mérito como el de una muerte circunstancial y no premeditada.

La naturaleza de la bestia hizo que imperara la idea de romper, entonces, el bloqueo de rocas macizas que cubrían a mitad el túnel. Uno que tras cada pam pam, temblaba como si el resto de la montaña fuera a caerles encima. Un último pam y Daruu le pidió que no siguiera, mientras el escualo le echaba un ojo a los cimientos resquebrajados que componían el camino.

Hibagon replicó. Y Kaido suspiró junto a Daruu, porque... bueno. Hibagon era una cosa especial que tenía su forma particular de hacer las cosas.

»¡Hibagon! ¿¡Esta caverna tiene otra salida!?

—¡TODAVÍA NO CONOCER MONTAÑA ENTERA!

—¡Bueno, intenta dar la vuelta a la ladera, por favor! ¡Nosotros vamos a caminar a ver si encontramos una!

—¿¡ENTONCES NO PAM PAM!? ¡SER CAMINO RÁPIDO!

—¡No, no pam pam! ¡Por favor!

—BUENO COMO TÚ QUERER.


El gyojin rió.

—Bueno, ¿y qué le vamos a decir cuando salgamos de aquí? —indagó, mientras avanzaba hacia el otro costado del túnel—. asumo que no es buena idea decirle realmente qué es lo que va a pasar si el ayuntamiento decide declarar una cacería de brujas para con el ladrón, y lo último que nos conviene es que se le antoje bajar al pueblo a darle pam pam a todo Yukio para que aprendan a compartir su comida. Tampoco podemos decirle que regrese al Valle, va a sentirse muy ofendido...
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#65
Daruu se encogió de hombros.

—Pues sólo hay esas dos posibilidades. Que le intente dar pam pam a todo Yukio o arriesgarnos a que nos de pam pam a nosotros por desagradecidos y por malos amigos —dijo—. No lo sé, a lo mejor le podemos convencer de ir nosotros a visitarle de vez en cuando. Aunque sería ponernos en un compromiso muy malo.

Los muchachos continuaron por el túnel durante un largo trecho. De vez en cuando, Daruu oteaba más allá con el Byakugan, por si veían una salida o hallaban algún peligro, o simplemente por si se acercaba Hibagon haciéndole pam pam a las rocas. Afortunadamente, habían agujeros en el techo que, sin ser lo suficientemente grandes como para que subieran por ellos, iluminaban con luz tenue la estructura pétrea.

En una de esas ocasiones, el Hyuuga se detuvo, y puso una mano a Kaido en el pecho para que hiciese lo mismo.

—Alto, Kaido —susurró—. Ahí delante hay un grupo de personas alrededor de una hoguera. Tienen armas.
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#66
Convencer...

¡¿Convencer?!

No. Convencer era una palabra que no existía en el vocabulario de Hibagon, para el lamento de ambos shinobi que tendrían que lidiar con él una vez lograran salir de aquella cueva. Pero como si tener que ocuparse del abominable hombre de los dojos no era de por sí una tarea lo suficientemente titánica, ahora frente a ellos se volvía a presentar un nuevo obstáculo. O varios.

Porque al final de la cueva, Amedama divisó a un pequeño tumulto de gente rodeando una hoguera.

Y tenían armas. Eso sólo se podía significar una cosa.

—¿Han venido tan pronto a por él? ¿Tanto hemos tardado en subir que los gobernantes ya se han reunido? ¿o será algún grupo culoinquieto que quiere tomar la justicia por su propia cuenta? —frunció el ceño y arrugó los ojos, como si él también pudiese verlos—. sea lo que sea, van a toparse con Hibagon en cualquier momento, si es que te hizo caso cuando le pediste rodear la caverna.

Se le ocurrieron de pronto dos escenarios: el primero, que invocase un sendo Bakusui Shōha para que el agua se tragase a los cazadores y les quitase de en medio. O, por el contrario, hacer de kamizake y enfrentarlos a todos al mismo tiempo para crear una especie de señuelo que le diera a Daruu el tiempo suficiente como para advertir al yeti de que llegar hasta aquel costado de la montaña no era una buena idea. Después de todo, tenían que ser civiles de poca monta, ¿o no? no tendría que ser un riesgo per se.

—Uno de nosotros puede tratar de distraerlos mientras el otro busca a Hibagon, y le avisa. ¿Qué dices?

Era un tómalo o déjalo, lamentablemente. No se le ocurría otra cosa.
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#67
—Mmh... —meditó Daruu—. Me parece buena idea, pero no me gusta la pinta que tiene esa gente. Dudo que sean hombres del alcalde, ni tampoco ciudadanos de Yukio. No sé, Kaido, me dan mala espina. —¿Eran las armas? ¿O quizás la ropa desvalijada, las piezas de armadura martilleadas que no casaban unas con otras, como si alguien se hubiera dedicado a fabricarlas a partir de trozos de otros equipamientos que hubiera encontrado por ahí?

Descubrió algunos detalles más de los alrededores de aquél "claro" de la caverna.

—Hay unas cuantas rocas grandes cerca del campamento —explicó—. ¿Qué te parece si nos acercamos sigilosamente y descubrimos de quiénes se trata en realidad?

»Luego, podremos utilizar tu estrategia. Además, desde más cerca, al que le toque correr le será más fácil deslizarse entre ellos sin que se enteren.
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#68
Para el lamento del escualo, él no podía sentir aquel mal augurio que envolvía a Daruu. Y no porque no pudiese ver a los maleantes, sino porque Kaido no solía amedrentarse en ese tipo de situaciones aún y cuando el cúmulo de exploradores que aguardaban fuera de la caverna estuviesen armados hasta los dientes, o lucieran de muy mala pinta.

—Vale, ve tú delante para que me guíes —pidió—. —voy justo detrás tuyo

Si se hubiera encontrado él sólo con aquella disyuntiva, probablemente habría corrido despavorido hasta el exterior, secundando un enfrentamiento directo. El sigilo no era lo suyo. Pero las posibles represalias de un plan tan desinteresado como ese podría costarle mucho más a Daruu que a él mismo, por lo que no pretendía tener que volver a Yukio con la conciencia agobiada por haber sido el responsable de la muerte de dos buenos amigos.

Un pie tras otro, trató de avanzar con parsimonia a través de la cueva siguiendo los pasos de su segundo par de ojos. Tratando de no pisar alguna piedra, ni de respirar muy hondo, con las manos acariciándole las laderas de su cintura donde reposaban alguna de sus armas.

Esperaba no tener que desempolvar alguna.
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#69
Daruu asintió, y con cuidado, se escurrió entre las grietas. Kaido tendría su propio método, sin duda, pero él se bastó de su técnica del silencio para absorber todo el ruido que producía su cuerpo con una fina capa de chakra invisible. Se deslizó por el pasadizo y rodó detrás de la primera roca. Esperó a detectar con su Byakugan que nadie estaba mirando en su dirección y rodó hacia la siguiente, dejando la otra libre para Kaido. Una vez allí, aguardó.

—¿Os habéis fijado...? ¡Los disfraces están funcionando a la perfección! —dijo uno de ellos, uno calvo y rechoncho.

—¡Sí, tío! El plan está funcionando.

—Pero hasta ahora sólo hemos robado comida... No puedo esperar el momento de dar el golpe de verdad, desvalijar la ciudad y largarnos de allí más ricos que un magnate!

Daruu dirigió una mirada a Kaido, con los ojos entrecerrados.

—Calma, calma. Ya sabes, cuando organicen la batida, la mitad de las fuerzas armadas estarán fuera de la ciudad. Entonces, la asaltaremos.
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#70
Tras cavilar la cueva sigilosamente y lograr ocultar la presencia de ambos tras dos rocas de hielo, Kaido y Daruu contemplaron cara a cara la comprometedora conversación de los señalados. Eran tres, que intercambian información entre ellos con la animosidad del que se sabe vencedor. Kaido frunció el ceño, y oyó con atención.

—¡Sí, tío! El plan está funcionando.

—Pero hasta ahora sólo hemos robado comida... No puedo esperar el momento de dar el golpe de verdad, desvalijar la ciudad y largarnos de allí más ricos que un magnate!

—Calma, calma. Ya sabes, cuando organicen la batida, la mitad de las fuerzas armadas estarán fuera de la ciudad. Entonces, la asaltaremos.


De pronto, todo cobró sentido. A fin de cuentas se habían equivocado al pensar que se podía tratar de una opción o de otra, y no contemplar que, en efecto, se trataba de las dos. Que Hibagon realmente había ido a buscarles y que también, al mismo tiempo, un grupo de maleantes aprovechaba la situación para cometer sus fechorías. La reunión del ayuntamiento no era sino una oportunidad perfecta para dar el golpe final, cuando la guardia de Yukio se encontrase protegiendo el sitio en el que se discutiría la situación, y el resto del pueblo yaciera vulnerable.

Era un plan casi perfecto.

Ellos dos, Daruu y Kaido, eran ese casi.

—Bueno, ya que os he pillado con las manos en la masa —dijo, abandonando la seguridad de la roca que le cubría. Improvisando, víctima de la impulsividad que coordinaban sus acciones. Podría hasta decirse que estaba inmolándose, esperando evitar la posibilidad de que Hibagon llegase en cualquier momento y los ladrones pudieran verle—. y que yo también tengo mi propio disfraz —avanzó con las manos por delante, con una sonrisa nerviosa en el rostro—. me gustaría atracar Yukio con vosotros. ¿Qué dicen? seguro que no os importará compartir un mínimo porcentaje con uno más, ¿verdad?
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#71
Entonces, Hibagon había ido a buscarles, pero no era Hibagon el que estaba robando comida de Yukio... al parecer, el gigante colérico también era demasiado bonachón como para robarle a la gente. «Bien, pues si son estos hijos de puta los que han estado robando comida de Yukio, ya está claro, a ver cómo lo hacemos para... ¡no, idiota!». Daruu, atónito, asistió al intento de persuasión de un Kaido que acababa de salir detrás de las rocas.

«¡Pero Kaido, tu...!»

—Es un ninja. ¡Mierda, nos han descubierto! ¡Le han contratado para cazarnos! ¡Matadle!

«...bandana.»

El más grande de los tres se levantó de un salto y se dirigió hacia Kaido para pegarle un porrazo en la cabeza. Mientras, los otros dos flanqueaban para rodearle por los flancos. Daruu santó por encima de su roca y le agarró la cabeza a uno de ellos, estirando hacia atrás mientras ponía la zancadilla. Entonces liberó el kunai de su manga y lo hundió rápidamente en su cuello.

—¡Kaido, cuidado!

—¡Mierda, no, Atsu-kun! ¡Hijo de perra! —Bramó el ninja restante, que rodeó a Kaido por completo y se abalanzó sobre Daruu empuñando una navaja. El Hyuuga desvió el ataque con una ráfaga de chakra, y agarró el brazo para sujetarlo. Con la otra mano, clavó sus dedos índice y corazón en la muñeca, atacando a la articulación y haciéndole soltar el cuchillo.

—¿Hay más bandoleros con vosotros? —exigió saber Daruu. El bandolero respondió con un cabezazo, que lo arrojó al suelo.

Se agachó y cogió la navaja. Se abalanzó sobre Daruu dispuesto a hincársela en la tripa.

—¡Eramos cada vez menos y tú has matado a uno de los tres últimos, hijo de puta!
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#72
Si los dos seguían vivos en un par de años, y decidían sentarse a tomar una cerveza para rememorar viejas anécdotas, tendrían que hablar de aquella vez en Yukio, y de sus aventuras para rescatar a Hibagon. Y de cómo Kaido había tomado la grandiosa decisión de abandonar la seguridad de su roca, aún y cuando su frente vestía la bandana que le identificaba como ninja de Amegakure. Él, desde luego, abogaría por una versión épica y vangloriada de su persona: que era plenamente consciente de aquel detalle y que no era sino parte de su plan majestuoso de escape el que aquellos atracadores se percataran de su condición de ninja.

Pero lo cierto es que no tenía ni puta idea. Sí, no se acordaba de que la tenía en la frente. ¿Qué grande, no?

—Es un ninja. ¡Mierda, nos han descubierto! ¡Le han contratado para cazarnos! ¡Matadle!

«Por las tetas de Yui-sama, la bandana! jodido idiota» —se recriminó, mientras veía a uno de los maleantes aproximándose hacia él.

Los otros dos, al unísono, trataron de rodearle. De no ser por Daruu que dejó el subterfugio para echarle la mano al tiburón, probablemente hubiera recibido aquel porrazo, pero la limpia de aquel flanco izquierdo le permitió reaccionar con antelación ante el movimiento de la porra, y esquivarla. Cuando el brazo descuidado del atacante le pasó al lado del pescuezo, se lo cogió en llave inversa, dándole la vuelta y tumbándolo en el suelo mientras le hincaba las rodillas por encima de la espina dorsal y las muñecas, suprimiéndolo en una presa.

Daruu, que le había rajado la garganta a uno de ellos, ahora enfrentaba la ira del último en pie, que se abalanzó suicida hacia el ninja. Sabía que no tenía posibilidad aún y cuando le había ganado un la posición tras darle un cabezazo, y Kaido, a su costado, se vio obligado a echarle —literalmente— una mano.

—¡Eramos cada vez menos y tú has matado a uno de los tres últimos, hijo de puta!

Porque de forma súbita, el brazo derecho del Gyojin pareció desprenderse a nivel de su codo tras un potente estallido presurizado de agua, y se abalanzó cual flecha hasta el costado del rostro del maleante. El cañón en el que se había convertido su extremidad le impactaría cual torpedo, estallando en agua y dejándolo lo suficientemente aturdido como para que Daruu pudiese actuar.


¤ Suiton: Sentan Taihō
¤ Elemento Agua: Cañón de Extremidad
- Tipo: Ofensivo
- Rango: C
- Requisitos:
  • Hōzuki 25
  • Suika no Jutsu
- Gastos: 18 CK
- Daños: 30 PV
- Efectos adicionales:
  • Los brazos arrojados pueden sostener un objeto durante su trayectoria (sólo herramientas y consumibles) siempre y cuando cumpla con los requisitos de Inteligencia (sustituyendo a Destreza)
  • (Hōzuki 80) El usuario puede reducir un nivel de velocidad de la extremidad arrojada para lanzarla en una parábola
- Velocidad: Muy Rápida
- Alcance y dimensiones: La extremidad de agua alcanza los 10 metros antes de disiparse si no impacta contra algo
Gracias a las capacidades concedidas por el Suika no Jutsu, el usuario es capaz de arrojar una extremidad desde su cuerpo como si de un cañón de agua se tratase, la cual se separa a nivel del codo o las rodillas y sale disparado en un potente y rápido movimiento rectilíneo hacia el adversario. La extremidad mantendrá su forma durante el trayecto y se verá impulsada como un torpedo hasta impactar con su objetivo, momento en el que el golpe le hará estallar en agua, y finalmente, disiparse.
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#73
Un proyectil acuático golpeó por la espalda al último de los atacantes en pie, haciéndole soltar el cuchillo y arrojándolo hacia Daruu. El muchacho se apartó de en medio y el bandido pasó a toda velocidad por delante de él, chocando contra una piedra. Cayó al suelo, malherido. Daruu se agachó y le aplicó su particular clemencia también a ese.

«¿Cuándo se ha vuelto tan fácil?», dudó Daruu después de rajarle el cuello al segundo bandolero. Y es que el mundo ninja, tarde o temprano, te roba algo de humanidad.

Porque ellos no hubieran dudado en rajarles el cuello, quizás con más sarna. A Daruu le dio un escalofrío.

Guardó su kunai en el mecanismo oculto y se acercó a Kaido, que apresaba al último de los bandidos con vida. Tenía el brazo descompuesto a la altura del codo, y ahora se regeneraba poco a poco. Daruu quedó embobado, con la boca abierta y señalándole.

—Tío, ¿has disparado... el brazo?

»¡Mierda, cuidado!

El hombretón de la porra se levantó de golpe, resistiendo la presa y enviando a Kaido hacia el techo para golpearlo contra las rocas de la cueva. En esas, también cogió la porra. Ahora sonreía y se golpeaba la palma de la mano contraria con ella, dirigiéndose lentamente hacia Daruu.

El muchacho evitó mirar hacia arriba.

Si el gordo creía que iba a matar a un Houzuki estampándolo contra unas estalactitas... lo tenía muy crudo.

—Estás jodidísimo, amigo.

—¡Ja, ja, ja! ¡Eso me gustaría verlo, "amigo"!

—No, si verlo, no creo que lo veas venir. —Daruu se encogió de hombros.

—¿Huh?
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#74
—Tío, ¿has disparado... el brazo?

—Técnicamente, sí. ¿Guay, no? !aaaah!

»¡Mierda, cuidado!

Muy tarde. Estaba tan concentrado en recuperar la forma de su brazo que no se percató de la poca fuerza que aplicó a la llave con la que sostenía a su presa, y éste, al liberarse, le mandó a volar hasta el techo de la cueva tras un fuerte empujón ascendente. Para la suerte de todos, los genes que corrían por su adn le conferían una serie de habilidades particulares que en situaciones como aquella, se convertían en un salvaguarda bastante peculiar, digno sólo de los miembros del clan Hōzuki.

Y Daruu lo sabía perfectamente. Kaido desde luego que también. El maleante, muy a su pesar...

—Estás jodidísimo, amigo.

Cloc, Cloc. Dos gotas mojaron apenas la nieve sobre la que pisaban los reunidos, aún y cuando allí no había llovido.

—¡Ja, ja, ja! ¡Eso me gustaría verlo, "amigo"!

Cloc, cloc... cloc. Aquella última le mojó el cogote al malhechor y de pronto un cántaro se le echó encima.

—No, si verlo, no creo que lo veas venir —Daruu se encogió de hombros.

—¿Huh?

¡Clank! no habría porra más dura que la de su brazo hinchado, que aterrizó cual tempestad sobre el rostro del enemigo, noqueándolo en el acto. El tipo cayó al suelo, despotricado en la nieve, y Kaido le miró con credulidad. Luego le echó un ojo a los otros dos, que víctimas de la hoja de Daruu, habían tintado la nieve de un rojo muerte.

—Vaya, quién iba a decir que Amedama Daruu era un ninja de muñeca suelta —dijo, mientras le daba la vuelta al último de los caídos—. sería bueno dejar a éste con vida, igual y nos sirve en caso de necesitar un salvoconducto que exima a Hibagon de los robos. ¿Pero y con el resto, qué cojones hacemos?

Era una situación complicada. Ahora no sólo contaban con el peso del bienestar de Hibagon sobre sus hombros sino también el de un par de cadáveres. Que no por ello sus muertes no estaban plenamente justificada —así de crudo era el mundo ninja, o caes tú, o cae otro— aunque tampoco hacía de aquel meollo un asunto más sencillo, tampoco.

Kaido miró a Daruu a los ojos —quizás iba a ser la última que contemplaba su dojutsu—. con leve preocupación.

—¿habrán más de estos tipos aquí arriba? —indagó, en voz alta.
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#75
Una solitaria gota cayó en el cogote de bandido, que miró hacia arriba; su cara se desfiguró en una mueca de terror. El martillo Hozuki de Kaido golpeó contundentemente al bandolero, que dio un par de vueltas antes de caer, inconsciente sobre la nieve.

El tiburón aterrizó en el suelo de la cueva y observó los otros dos cadáveres. Como si estuviera pidiéndole explicaciones, Daruu se encogió de hombros, y evitó mirar el rojo carmesí que teñía el suelo de la cueva.

—Vaya, quién iba a decir que Amedama Daruu era un ninja de muñeca suelta —dijo Kaido, dándole la vuelta al hombre que había derribado—. Sería bueno dejar a éste con vida, igual y nos sirve en caso de necesitar un salvoconducto que exima a Hibagon de los robos. ¿Pero y con el resto, qué cojones hacemos?

Daruu negó con la cabeza.

—Nada, por supuesto, no hacemos nada. Y con ese, deberíamos hacer lo mismo. Matarlo y no hacer nada más. —Volvió a encogerse de hombros—. Yo creo que nuestra apuesta más segura es acabar con la amenaza de Yukio. Si se acaban los robos, se acaba el malestar de la gente. Y no vendrán a hacer un caza al yeti con Hibagon. ¿Es lo que queríamos, no?

»Ya sabemos que él no ha robado nada. De modo que si no hay más robos, no volverán a husmear aquí. Hibagon podría quedarse a vivir aquí, incluso, si él quisiera. Debe haber aprendido a cazar a la fauna local.

—¿Habrán más de estos tipos aquí arriba?

—Aquél tipo parecía bastante sincero cuando me maldijo por matar a su compañero. Dijo que sólo habían tres de ellos, y aquí están —dijo, y negó con la cabeza—. Así que no lo creo

»¿Puedes hacerlo tú? Ya he tenido suficiente sangre por hoy.
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