Eran más o menos las dos de la tarde de un frío día de invierno en el País del Bosque. Allí, en medio del bosque de hongos, el joven Kurogane se encontraba caminando de vuelta a casa después de un encargo, intentando mantener el calor en aquel frío día encendiendo ambas manos con lava y manteniéndolas cerca de su rostro.

«Este ha sido mi primer encargo solo...» Pensaba. «No sé cómo sentirme».

No es que hubiese vuelto a abrir la forja, realmente, pero hacía poco recibió una carta de un viejo amigo de su padre que encargaba armas para sus guardias. El hombre no se había enterado de la muerte de su padre y la conversación fue algo incómoda, pero el chico decidió tomar el encargo aún así, como un favor.

Ahora que había vuelto a forjar armas para alguien más, Toshio empezaba a pensar: ¿quizás debería volver a abrir la forja?

No. No podría hacerlo como su padre.

Todo iba bien en el Bosque de los Hongos. Hacía frio, corría una leve brisa que apenas llegaba a mover la espesa vegetación del lugar y la luz del Sol iluminaba parcialmente el lugar, pues el follaje no le dejaba dar más de su brillo a ese tupido bosque.

Por toda aquella tranquilidad fue más impactante cuando un grito la rompió en mil trocitos:

— ¡AYUDA! ¡POR FAVOR!

Si Toshio seguía la voz, no tardaría en encontrarse con una mujer apoyada en un arbol con una cesta de mimbre tirada a sus pies y un montón de hongos de diversos colores tirados por el suelo. La mujer, de extensa cabellera morena, se sujetaba con una mano la inflada barriga y con la otra mantenía el equilibrio contra el tronco.

Respiraba con dificultad y alzó la mirada a Toshio, si es que iba en su ayuda.

— P-por favor... — antes de acabar de suplicar ya caía de rodillas al suelo, justo al lado de una enorme raiz que sobresalía del suelo.

Todo estaba bien. Todo estaba tranquilo durante su camino de vuelta a casa. A su alrededor no sucedía nada y no había ningún problema...

— ¡AYUDA! ¡POR FAVOR!

Sobresaltado por el grito, el chico pegó un salto en el sitio, antes de apresurarse a seguir la voz que pedía ayuda. Al hacerlo no tardó demasiado en encontrar a una mujer con el estómago hinchado apoyada en un árbol.

El chico se detuvo un segundo y miró alrededor, buscando el origen del peligro.

«¿Habrá inhalado esporas, o se habrá comido algún hongo que no debía comerse?»

Se acercó a ella y se agachó a su lado para tomarle la mano. El aire parecía limpio, así que podía descartar las esporas, quizás.

—¿Qué sucede? —Preguntó, mientras la revisaba con prisas—. ¿Has comido algún hongo? ¿Estás bien?

—¿Qué sucede?¿Has comido algún hongo? ¿Estás bien?

El incauto Toshio se acercó a la pobre embarazada indefensa que estaba teniendo problemas y le tendió la mano. La mujer aceptó la ayuda del pelirrojo y le agarró hasta la muñeca. Antes de que el shinobi de Kusagakure pudiese darse cuenta, tenía una extraña pulsera en su muñeca. En cuanto reparase en ella percataría una perturbación en su flujo de chakra, no era algo completamente disruptivo, más bien era molesto.

En cualquier caso, poco iba a durarle el examinar la pulsera. La mujer explotó en una breve neblina y su figura desapareció. Ante Toshio ya no había una pobre mujer embarazada esperando ayuda, ahora había un chico pelinegro de ojos verdosos y una sonrisa de oreja a oreja. Y lo primero que notaría del extraño, aparte de la suavidad con la que regalaba joyas, sería una patada frontal directa al pecho del ninja, esperando tumbarlo en el suelo.

Saliese bien la jugada o no, el extraño muchacho desenvainaria su katana, preparado para atacar.

— Ven aquí, perro.

Su espada sería reconocida con facilidad por el ojo herrero del pelirrojo, una Kodachi. Parecía más que usada, explotada. Tenía marcas en empuñadura y dorso, pero el filo parecía tan afilado como el de cualquier espada recien forjada. El chico vestía simple, una camiseta blanca con claras carencias de limpieza y un pantalon marrón. Tenía un cinto con varios pergaminos pequeños y la vaina de su Kodachi agarrado.

A pesar de la violencia que exhibía, no parecía tener maldad alguna. Su cuerpo, al igual que su espada, estaba curtido, con varias cicatrices y musculos tonificados por el entrenamiento. Su tez era morena y medía poco más de metro sesenta. Tendría una fuerza física similar a la de Toshio.

—¿Eh?

En el mundo ninja habían pocas cosas más preocupantes que un regalo. Especialmente cuando se trataba de una pulsera puesta a la fuerza en su muñeca. Apenas tuvo un segundo para observar tan amable regalo antes de que la mujer explotase en una pequeña nube de humo.

«Hija de puta».

Ladeando su cuerpo hacia la izquierda, Toshio evadió la patada hacia su pecho prácticamente por pura casualidad, pues aquel movimiento no era más que un pequeño esquive escondido en el desenvaine de su propia kodachi, que utilizó en un solo movimiento para intentar dar un corte preciso en el brazo que el chico estaba utilizando para desenvainar (18 PV corte, 12 PV corte superficial).

Inmediatamente después, el herrero retrocedería mientras cogía la vaina de su arma con agarre invertido.

—¿¡Desde cuándo los bandidos saben ninjutsu!? —Preguntó, prácticamente al aire.

Se ladeó lo justo para que la patada no le acertase y no contento con joderle la iniciativa a su contrincante, Toshio fue a cortarle el brazo con el que estaba desenvainando. Al igual que había hecho el pelirrojo, el moreno ladeó su cuerpo para no recibir el corte. Sin embargo, llegó a hacerle un corte superficial y sangró... agua.

—¿¡Desde cuándo los bandidos saben ninjutsu!?

El chico se licuó delante suyo y, al instante, un muñón de agua se dirigió a su barbilla a toda velocidad, convirtiéndose en un puño justo para golpear. Justo tras el golpe, volvió a licuar todo su cuerpo y a reconstruirlo al instante, dando un pequeño salto hacia atrás para poner distancia entre ellos.

— Desde que a los monos os dejaron coger katanas.

Ahora les separaban unos dos metros y desde donde estaba Toshio hasta el misterioso atacando había una zona encharcada por la técnica que había usado para deshacerse. De hecho, el joven no parecía tener corte alguno donde se suponía que le había cortado.

«¿Qué cojones?»

Durante toda su vida ninja, el Kurogane había llegado a cortar muchas cosas, pero esta sería la primera vez que cortaba algo tan limpiamente. No hubo sangre, ni tampoco resistencia. Solo agua y para colmo ahora se movía para golpearlo en la cara.

El chico levantó el brazo con la vaina que había cogido para bloquear un fuerte puñetazo que se formó del agua que salió disparada a su cara. La madera se agrietó y el chico miró a su contrincante, empezando a comprender la situación en la que se encontraba.

—¿Qué cojones ha sido eso? —Bueno, quizás no lo comprendía del todo.

Se mantuvo en guardia, apuntando al chico con su arma.

—¿Qué coño quieres?

—¿Qué cojones ha sido eso?
—¿Qué coño quieres?

— Dios, santisimo. ¿Qué es esto? ¿Qué pasa? — empezó a burlarse haciendo gestos con su mano libre como si estuviese hablando ella. — ¿Podemos... ya sabes... pelear?

Se encogió de hombros, esperando que Toshio simplemente reaccionara tras ponerse en guardia.

Toshio simplemente pestañeó un par de veces y miró a su contrincante, confundido.

—Pues... ¿no? —Respondió. ¿De verdad estaba sucediendo lo que estaba sucediendo?—. No me viene muy bien, la verdad. Tengo que hacer la cena y todavía no he hecho la compra.

Hablaba de forma casual, como si en verdad no estuviera en peligro.

—Pues... ¿no? No me viene muy bien, la verdad. Tengo que hacer la cena y todavía no he hecho la compra.

El chico parpadeó varias veces y alzó su espada.

— ¿Ves esta hoja? ¿Ves sus surcos? Incluso en el dorso. He tenido que ganarme cada una de sus imperfecciones. Miralos bien, cada surco, cada cicatriz es una vida que me he llevado y...

Su voz embelesó durante un breve instante a Toshio, que no podía apartar la mirada de la hoja que el muchacho le señalaba. Apenas un segundo es todo lo que necesitaba. Sus ojos sobre la hoja durante solo un segundo. Cogió uno de los escasos rayos de sol y lo amplificó con su chakra, devolviendole al pelirrojo un fuerte destello.

Recorrió los dos metros que los separaban en dos zancadas y con la Kodachi por delante, buscando apuñalar la mano con la que Toshio sujetaba su propia Kodachi. Tanto si daba como si no, buscaria seguir con una patada baja a su pierna diestra con la suya propia, buscando desestabilizar al ninja.

—¿Ves esta hoja? ¿Ves sus surcos? Incluso en el dorso. He tenido que ganarme cada una de sus imperfecciones. Miralos bien, cada surco, cada cicatriz es una vida que me he llevado y...

El chico ladeó la cabeza. ¿De verdad un chico como él tenía tantas víctimas a sus espaldas? Si no parecía mucho mayor que él...

—¡Ah, hijo de puta! —Un flashazo de luz lo cegó momentáneamente, forzándolo a cerrar los ojos.

Para cuando los volvió a abrir, la kodachi de su agresor ya estaba tan peligrosamente cerca de su mano que no le dio tiempo de realizar ninguna defensa más elaborada que bajar la mano y permitir que su arma desviase ligeramente la del Hozuki hacia un lado. Lo que no se pudo venir, eso sí, fue la patada que ocultaba su ofensiva.

Momentáneamente, Toshio fue desestabilizado, pero eso no le impidió soltar la vaina que tenía agarrada para intentar propinarle un gancho a las costillas al chico.

Sabía que, en caso de impactar, su puño atravesaría el cuerpo del chico sin hacerle demasiado daño, pero ese era el plan. Aprovechando que no sería detenido por el impacto, Toshio siguió de largo en la dirección del puñetazo, saltando a la cima de uno de los enormes hongos para evitar el contraataque que probablemente se le venía encima.

—¡Ah, hijo de puta!

Aún recibiendo la patada, Toshio soltó la vaina de la mano contraria para intentar golpearle. El moreno no era idiota, no iba a deshacerse en agua y dejarle escapar por cada ataque que hiciese, además, ¿era un simple puñetazo digno de ello? Claro que no. Bajó el brazo y bloqueó el gancho sin problemas.

Mientras, con la mano armada lanzó un buen corte sobre el brazo que estaba usando el pelirrojo para golpearle. Llegase tarde o no, tras ese brevisimo intercambio, el ninja huyó con el rabo entre las piernas. Como siempre.

El muchacho solo lo miró con el ceño fruncido.

— ¿Eso es todo? Aparece alguien que asegura ser un peligroso asesino, ¿y que hacen los ninjas? ¿Los grandes protectores de Onindo? Huir... Lamentable. No vale la pena decir más. Huye, no te voy a estar persiguiendo todo el día.

El chico se quedó abajo, sin intención alguna de subir, mirando fijamente a Toshio. Parecía bastante más serio que antes. La forma en la que peleaba Toshio le ponía nervioso, todo el rato contraatacando. Quería verle ir a la ofensiva solo una vez antes de matarlo. Sino, no sería digno.

Justo a tiempo, Toshio consiguió llegar a su objetivo, alejándose del agresor.

Allí arriba, el chico simplemente se sentó en el hongo con las piernas cruzadas, rebuscando en su portaobjetos mientras escuchaba al chico.

—¿Es que quieres que te mate o qué? —Preguntó, antes de inclinarse momentáneamente hacia atrás y llevarse algo a la boca, fuera de la vista del chico—. Porque no planeo hacerlo. Busca muerte en otro lado.

Clavó la kodachi a su lado, dejándola allí.

«No lleva ninguna bandana, así que no pertenece a ninguna aldea...»

Se rascó la cabeza un segundo. Parecía que tendría que intentar capturarlo.

—Eso no significa que te vaya a dejar ir así como así.

Desde allí arriba, utilizando la luz del sol para ocultarse, el Kurogane saltó Wakizashi en mano para intentar cortar al chico por la mitad de arriba a abajo.

O eso habría intentado, de no ser porque justo antes de llegar reventó al ser atravesado por una wakizashi real, que fue lanzada desde arriba por el verdadero Toshio y que ahora probablemente lo atravesaría a él también (30 PV).

Independientemente de si impactaba o no, un segundo más tarde Toshio caería blandiendo la vaina de hierro negro de la wakizashi con ambas manos para intentar golpear con fuerza directamente al arma de su contrincante (32 PV de desarme).

—¿Es que quieres que te mate o qué? Porque no planeo hacerlo. Busca muerte en otro lado.

— ¿Y ahora qué dice éste? — contestó para sí mismo.

—Eso no significa que te vaya a dejar ir así como así.


Tras su propio discurso motivador de él para él, Toshio saltó katana en mano desde el hongo gigante en dirección a donde estaba el moreno. Lo cual era probablemente la peor idea jamás usada. En cuanto el pelirrojo saltó, su rival simplemente dio un salto lateral breve para apartarse de su trayectoria. En cuanto cayese, lo podría dejar paraplejico minimo.

Sin embargo, una vez desde el lateral, pudo ver toda la treta con algo de asombro de que fuese casi tan mala idea como la original. Toshio había clavado su kodachi antes de saltar y ahora su otra katana volaba a través del clon señuelo. Espera, ¿señuelo?

Se giró a tiempo para bloquear al verdadero, que había buscado el choque de armas a proposito y su Kodachi voló de su mano contra... ¿una vaina? ¿Estaba usando su vaina para pelear?

— No esperaba que supieras moverte. — soltó mientras daba un salto hacia atrás y sacaba uno de sus pergaminos pequeños del cinto, desenrollandolo instantaneamente frente a Toshio.

El pelirrojo vería una compleja formula de sellado antes de ver... nada. Todo a su alrededor se había llenado de ardiente ceniza que no solo le impedía ver y respirar, sino que quemaba (10 PV).

Si salía de la nube de ceniza vería varias bolas de agua rodeándola y dirigiéndose hacia el centro desde la dirección en la que había desaparecido el Hozuki. Un total de cuatro bolas de agua atravesarían la nube de ceniza de lado a lado cubriendo toda la horizontal a escasa altura del suelo. (10 PV por bola) Si salía antes de que impactasen, todas curvarían su trayectoria ligeramente en su dirección.

Pero pronto se daría cuenta de que pasar desapercibido no era el plan de su contrincante.

— En fin, gracias por el cambio de arma, la verdad es que estaba mayor ya. — se jactó desde la posición que había ocupado Toshio hace un momento, recuperando la Kodachi que él mismo había clavado.

«No sabe protegerse de un desarme». Apuntó mentalmente Toshio, al darse cuenta de lo fácil que había sido desarmar al Hozuki.

Toshio no esperó a ver lo que salía del pergamino cuando su rival saltó hacia atrás para contraatacar. En su lugar tomó la wakizashi que había clavado segundos antes y saltó tan alto como pudo, dejando caer la vaina en el proceso.

—¡Tampoco peleas mal! —Dijo, mientras veía cómo unas esferas de agua eran lanzadas al lugar donde Toshio se encontraba segundos antes, pero eso no significaba que estuviera a salvo. Ahora lo estaban siguiendo.

De su portaobjetos, sacó un rollo de hilo shinobi que ató con prisas al mango de su espada con un nudo sencillo, antes de lanzar su arma con fuerza hacia el hongo en el que su agresor estaba de pie, clavándola con fuerza en la parte más alta de su pie para tirar del hilo impulsarse hacia el hongo.

Concentró chakra en sus pies para poder mantenerse de pie sobre el tronco mientras recogía la Wakizashi.

Una shuriken fue lanzada en parábola, rodeando el sombrero del hongo desde abajo para intentar golpear al chico desde su izquierda (12 PV corte/impacto, 8 PV corte superficial), mientras el herrero ascendía por el lado contrario para lanzarle un corte descendente en diagonal (22 PV corte, 18 PV corte superficial).