Era una calurosa mañana. El sol brillaba con fuerza, casi con ira, cociendo lentamente todo lo que no pudiera refugiarse de sus poderosos rayos. Los hongos del bosque despedían un olor extraño, vicioso e incluso sofocante, producto, sin lugar a dudas, de su exposición al astro rey.
La figura de un joven de cabellos morenos y ojos de color ocre oscuro podía ser vislumbrada sobre las copas de los hongos, saltando de "árbol" en "árbol" a gran velocidad. Vestía con un kimono blanco acompañado de un hakama negros. Era obvio que tenía calor: varias gotas de sudor se desplazaban por su frente, presas de la gravedad. Podría desplazarse a altura del suelo, eso lo protegería del sol, no obstante, la visibilidad era casi nula, le resultaba más complicado avanzar y además la miasma era mucho peor en ese nivel.
Se detuvo sobre un hongo especialmente grande, multicolor, miró a los lados y finalmente suspiró.
—¿Me he perdido? Ya debería de haber llegado a Tane-Shigai, creo —se dijo a sí mismo, su voz tintada de preocupación—. Hongos y hongos, mires hacia donde mires. ¡Puñeteros hongos!
Malhumorado, pisoteó con rabia la seta sobre la que se encontraba. De forma casi imperceptible, estimulada debido al brusco contacto exterior, la ya mencionada soltó una nube de esporas amarillentas en pos de defenderse. Ralexion las inhaló sin ser consciente de ello, y sin pena ni gloria, una extraña euforia comenzó a apoderarse de su psique.
—Ahora que lo pienso, algunos de estos hongos parecen una p... —no pudo terminar la soez afirmación, empezó a reírse y reírse, sin tener control alguno sobre ello.
En primera instancia, el Uchiha se rió de corazón, pero cuando comprobó que no podía parar unos pocos instantes más tarde, empezó a preocuparse -a pesar de que sus carcajadas no se detenían-.
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De vez en cuando me gustaba perderme por los bosques que protegían mi humilde morada, aquella que juré proteger en cuanto me convertí en genin. De una manera u otra, en mi cabeza se había instalado la idea de que debía conocerme los rincones del País como la palma de mi mano y días como aquel que no tenía ningún quehacer de gran importancia aprovechaba para meterme en los bosques — o mejor dicho, perderme por los bosques — con el afán de concoerlos más a fondo e ir reconociendo sus caminos y esperaba que llegase el día en que pudiera conocerme sus caminos con suma facilidad.
Eso hice aquel caluroso día de primavera. Mi objetivo era el bosque de hongos, pletorico en aquellos días del año. Momento que aprovechaban los propios hongos para reproducirse. en aquellos días del año el ambiente en el bosque estaba bastante cargado de aromas y más aromas. Algunos más intensos que otros y como no, la humedad, también presente. Aquella jodida humedad del demonio no iba a cesar ni uno de los 365 días que tenía el año.
Cuando ya estaba bastante adentrado en el bosque — quiero decir, bien perdido — algo me distrajo, captó mi total atención. Unas carcajadas. su origen no parecía ser muy lejano y en mi interior una sed de curiosidad despertó repentinamente.
Me moví rápidamente, saltando de rama en rama en dirección de aquellas carcajadas que no cesaban, de hecho, lejos parecían de hacerlo hasta que me encontré con un tipo, más o menos de mi edad, vestía un kimono blanco y encima de él un hakama azabache negro, del mismo color de su pelo y en la frente lo que parecía ser una bandana ninja de un rojo mate.
— No me jodas, tio, ¿Otro extranjero que se ha pasado de listo con la dosis de hongo? — me dije en voz alta.
Estaba mirando los hongos al mismo tiempo que se descojonaba y en cierta forma sentía lástima por él. Las próximas horas serían... intensas para él. bajé de mi posición en las alturas, pasando al lado de los hongos mientras me iba acercando hasta el chico.
— ¿Te has pasado de listo con la dosis, ¿Eh?
Simplemente trataba de captar su atención. Tan solo esperaba que no fuera como el del mes pasado y este pudiera oírme.
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La desesperada risa del genin, la cual estaba provocándole un interesante dolor de mandíbula, se fue calmando de la misma manera en la que había aparecido: sin motivo aparente. Ralexion tomó aire, más que sorprendido. Alzó la vista y comprobó que a su alrededor flotaban esferas de distintos colores -y que iban cambiando aleatoriamente, además-. El cielo también mostraba un tono distinto a su típico azul, se trataba de un violeta rojizo que le hacía daño en los ojos.
—¿Qué...? —no pudo decir más, se encontraba atónito.
Escuchó una voz no demasiado lejos de él. Le dijo algo así como "me encantan las sandías rellenas de estiércol". Las palabras sonaban algo distorsionadas. El Uchiha se puso en guardia, sorprendido de que se le hubiera podido acercar alguien sin haber sentido un solo indicio de ello.
Giró su campo de visión hacia la derecha, y junto a él encontró un "algo" que le aterró tanto que cayó de espaldas y se empezó a arrastrar con todo su cuerpo en pos de alejarse de aquel engendro del abismo.
Se trataba de un "humano", o al menos tenía aspecto humanoide, pero gozaba de tres cabezas, un sombrero de copa en cada una de ellas. Iba desnudo, o al menos lo parecía, ya que el pelo de su pecho -de tonalidades rubio platino- era tanto y tan espeso que le cubría todo el torso, la cintura y gran parte de las piernas -de las cuales tenía seis, extrañamente, y ningún brazo visible-.
El moreno se quedó paralizado, con los ojos como platos, una expresión de auténtico horror en su faz...
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El extranjero seguía en los mundos de yuppie pero de un modo u otro se percató de mi presencia. Menos daba una piedra, que dicen.
En cuanto nuestros miradas se cruzaron pude ver el horror dibujado en su rostro. Eso y sus ojos color avellana envueltos en un conjunto de vasos sanguíneos rojizos producto de aquellos hongos. Agora tenía la certeza. Iba colocado hasta las cejas y el muy cabrón probablemente ni fuera consciente de ello.
Volviendo a lo que nos atañe. El tio iba tan jodidamente mal que aún horrorizado por vete a saber la visión que estaba teniendo, alterada por aquella ingesta alucinógena que instantes previos hizo que cayó al suelo pero no fue un desplome. No señor. Fue intencionado y seguidamente, marcha atrás y caminando a gatas de forma invertida trató de alejarse de mí.
— Pffff
Saqué la petaca de mi bolsillo, la abrí y tomé el primero de los caramelos que vi en su interior. Luergo traté de acercarme. Pero el drogata no parecía tener intención de detenerse.
— Oye, tío, detente, no voy a hacerte daño. Solo estás drogado. Relájate anda — dije con el caramelo agarrado con la diestra y la zurda alzada con la mano abierta y los dedos juntos indicándole que se detuviese.
— ¡Te vas a dar con la cogorota contra ese hongo!
De hecho si seguía en su vano intento de huir acabaría golpeándose en la nuca contra la copa de un hongo de los pequeños, aunque su tamaño seguía siendo importante.
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Mientras tanto, en el fantástico mundo de las visiones alucinógenas, el Uchiha estaba pasando la mayor odisea de su vida. Se trataba de una experiencia con unas subidas y bajadas similares a las de una montaña rusa.
El extraño ser que se encontraba frente a él realizó un sonido peculiar, similar a una pedorreta. Del interior de la mata de pelo que le surgía del pecho sacó lo que parecía ser un gusano vivo, que procedió a llevarse a la boca de la cabeza central. Lo metió hasta la mitad, dejando que el trozo restante quedara a la vista y colgando de sus labios. Asqueado, Ralexion continuó alejándose sin ser consciente de que estaba muy cerca de golpearse con un hongo cercano o peor, caerse desde esa altura.
—Ahora te voy a contar un chiste y te va a encantar —aseguró el tricéfalo, alzando hacia delante uno de sus pies— ¿Por qué enterraron al bombero detrás de la colina?
El moreno se quedó quieto. De entre todas las cosas, no esperaba que una abominación tan horripilante se pusiera a contarle chistes. Era una situación tan surrealista que le picó la curiosidad.
—¡Porque estaba MUERTO!
En condiciones normales, no se habría reído. Pero no hace falta decir que no lo eran, ni mucho menos. Por algún misterioso motivo, su miedo se desvaneció, transformándose en otro ataque de risa, producto, quizás, de las esporas. Necesitó agarrarse el estómago por puro acto reflejo, retorciéndose en el suelo, sin parar de carcajearse.
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Algo dentro de mí me pedía a gritos que ayudase a ese pobre desgraciado, aquel que iba colocado hasta las trancas y lucía su bandana de Uzushiogakure. Parecía que al menos atendía a razones y justo antes de impactar de lleno contra el hongo con la nuca se detuvo. Mi voz de alarma había dado sus frutos. Seguía con el brazo alzado pero lo que vi a continuación me desencajó por completo. El chico del remolino en vez de hacer cualquier cosa que pudiera tener lógica lo que hizo es vovler a arrancar a reír, a carcajada limpia.
*Qué cojones..*
Mi expresión se desencajó por completo, con la ceja levemente alzada producto de la incoherencia de todo aquello. aunque claro, ¿Quién iba a esperar una reacción lógica y normal de un drogadicto?
— ¿Qué es lo que se supone que es tan gracioso..?
No sé ni para qué me moleste en preguntar. Se me iluminó la bombilla y me di media vuelta, igual había algo gracioso a mis espaldas, algo que por supuesto no llegaba a ver porque debía estar en mis espaldas. Pero no, no había nada.
Suspiré profundo. Me ayudaría a sobrellevar esa situación.
— Anda, acércate que no muerdo
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Por fin logró parar de carcajearse. Esperó, de corazón, no tener otro ataque de risa similar. Le dolía la mandíbula y las articulaciones. También se sentía algo mareado, pero eso era producto de las esporas, sin lugar a dudas.
Tomó una profunda bocanada de aire y alzó la vista. Miró de nuevo al monstruo de tres cabezas, pero ya no estaba allí. Sus ojos parpadearon varias veces, incrédulos. En su lugar se encontraba una despampanante rubia de tez morena, vestida con un kimono corto -MUY corto- de color negro, adornado con motivos florales.
—¿Te gusta lo que ves? —le preguntó con tono sensual.
Ralexion se puso rojo como un tomate. Si desarollara el Sharingan en ese instante, su faz seguiría siendo más carmesí que sus ojos. Su respiración se aceleró de manera más que perceptible. No sabía qué hacer, y en cuanto a cómo reaccionar, su cuerpo ya lo había decidido por él.
—Anda, acércate que no muerdo —afirmó, lamiéndose el labio superior.
—Yo-yo-yo-yo —repetió una y otra vez, como si su mente se hubiera quedado atrapada en un bucle.
Finalmente se desmayó. Ante tal asalto a los sentidos, incapaz de procesarlo todo, su joven mente optó por desconectarse. Eso sí, incluso en su desvanecimiento, sus labios mostraban una sonrisa.
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En un primer momento el extranjero parpadeó varias veces, como si no quisiese aceptar que era yo el que estaba allí o era producto de los hongos. Poco después sus mejillas se colorearon del color de la sangre como si sintiese ¿Vergüenza? Aquello era de juzgado de guardia. Pero empecé a preocuparme cuando su respiración se aceleró.
— Oye, oye, respira hondo, ¿Quieres? — le aconsejé antes de que fuese demasiado tarde.
— Tú, tú, tú.. ¿Qué?
Aquella fue la única pregunta ante aquel nervioso tartamudeo pero una nueva respuesta ni siquiera llegaría, pues se le fue el santo al cielo y cayó desplomado al suelo presa del pánico del momento. La verdad, o era un novato o se había pasado 3 pueblos con la dosis del canuto.
No tuve más remedio que acercarme a él deprisa, poniéndome de rodillas a su vera y empecé por darle algunos cachetes en su rostro, todavía iluminado de carmesí, aunque poco a poco aquel color intenso se iba disipando.
— ¡Eh, chaval! ¿Estás bien? — Joder, era evidente que no, vaya preguntas hacia — ¡Vamos, reacciona
Los intentos, aunque repetidos, parecían ser en vano y por mi cabeza no pasaba la idea de hacerle un boca a boca a un perfecto desconocido. A parte, tampoco conocía la técnica de aquella práctica de médicos y enfermeros.
*Vamos, despierta, maldita sea*
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Recuperó la consciencia fragmento a fragmento, como si se hubiera despertado de una mala pesadilla. Se sentía como cualquiera que se había recuperado de un síncope: dolorido y confuso. No reconocía los alrededores, ni recordaba lo que le había ocurrido antes de perder el conocimiento.
Tampoco lograba evocar al hombre de avanzada edad que se hallaba a su vera. Vestía con un uniforme de gala militar moderno de color verdoso, colmado de condecoraciones de guerra, una boina del mismo color cubría gran parte de su cabello gris, adornada con lo que parecía ser la insignia de un zorro con un cuchillo en la boca en su extremo izquierdo.
El veterano lo miró con seriedad y le dijo:
—La Li Lu Le Lo, La Li Lu Le Lo, La Li Lu Le Lo —entonó con un misticismo digno de una letanía—. Infíltrate en Zanzibar Land, ¡destruye el arma definitiva, Metal Gear!
El Uchiha se limitó a asentir un par de veces. Como si le estuvieran hablando en un estado de trance o semi-consciencia, nada se le antojaba extraño, lo daba todo por sentado. Trató las órdenes que ese coronel imaginario le estaba dando con la mayor sumisión; se trataba de otra misión, después de todo.
—Te contaré algo que me pasó el otro día. Estaba conduciendo de vuelta a casa, y vi una luz que se movía demasiado rápido, al este. De pronto, estaba en mi cama. ¿Qué crees que me ocurrió?
El genin hizo un amago de abrir los labios y responder al peculiar hombre, que por algún motivo sentía que estaba fuera de lugar, pero no tuvo tiempo. Un fogonazo de luz, invocado por las palabras del sujeto, lo cegó. Se retorció como un bebé en el vientre de su madre.
—Ngh... ¡Mamá... cinco minutos más...!
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24/03/2017, 16:53
(Última modificación: 24/03/2017, 19:14 por Sasagani Yota.)
Las cachetadas fueron subiendo de intensidad al mismo tiempo que con mi voz trataba de sacarle de aquel trance en el que se había metido con aquel desmayo pero fue totalmente en vano. Por qué no decirlo, estaba tenso, nervioso incluso y así lo reflejaban las gotas de sudor frío que nacían bajo mi bandana y resbalaban por la nariz y las mejillas.
— ¡Vamos, joder!
Puse mis manos, tensas como dos rocas, sobre sus hombros y lo sacudí durante unos segundos. si alguien viese ese se daría cuenta de que era la prueba definitiva. El último recurso para que volviese a la vida. Pero de nuevo, la respuesta fue el silencio. O mejor dicho, su débil respiración. Bueno, al menos no estaba muerto.
Suspiré una vez más. El enésimo suspiro de aquel día.
La situación acabó por superarme y caí sobre mi trasero, sentado sobre la húmeda hierba, desistiendo de cualquier intento para que el moreno de Uzu acabase por despertar.
— ¡DESPIERTA DE UNA PUTA VEZ! — grité a pleno pulmón.
—Ngh... ¡Mamá... cinco minutos más...!
Tras 5 escasos segundos tras mi grito el tipo parecía recobrar el sentido.
— ¿Mamá?
Mi mano diestra se abrió de par en par y viajó a tal velocidad que el caramelo que reposaba en mi boca acabó por caer y llenarse de barro en el suelo. Mientras tanto mi extremidad seguía volando a velocidad frenética hasta impactar en la mejilla ya mucho menos enrojecida del moreno.
¡PLAS!
¿Qué mamá ni qué niño muerto, pedazo de desgraciado? — lógicamente se trataba de una pregunta totalmente irónica — Tu mamá no está aquí pero el bueno de Yota sí
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Un agudo dolor en la cara le devolvió a la realidad con suma brutalidad. Sufrió una particularmente llamativa convulsión, abrió los ojos como platos y se incorporó cual resorte.
—¡¿PERO QUÉ COJONEEEEEEEEEEEEEEES?! —vociferó como un descosido, forzando sus cuerdas vocales al máximo.
Miró a los lados, al cielo y a su torso. Vio a Yota. Se llevó la siniestra al lugar donde le habían abofetado. Estaba caliente, producía un dolor penetrante y, aunque el Uchiha no podía apreciarlo, gozaba de una casi perfecta huella de los dedos del ninja de Kusagakure. Además, sentía que la cabeza le iba a estallar.
—¿Dónde estoy? ¿Quién eres? ¿QUÉ ME HA PASADO? —cuestionó sin pausa, claramente nervioso.
Apretó la mandíbula. El dolor de cabeza era incluso peor que el de la mejilla. También sintió una desagradable sensación de angustia proveniente de su estómago.
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25/03/2017, 02:41
(Última modificación: 25/03/2017, 02:42 por Sasagani Yota.)
—¡¿PERO QUÉ COJONEEEEEEEEEEEEEEES?! gritó el tipo con todas sus fuerzas sin dejar lugar a dudas, había despertado —¿Dónde estoy? ¿Quién eres? ¿QUÉ ME HA PASADO? preguntó finalmente mientras su mano acariciaba la mejilla recién golpeada.
Me aparté un poco ante los gritos. Sí, había hecho unas preguntas, las típicas de cuando no sabes ni quién narices eres, pero eso no le impedía seguir chillando y taladrando tímpanos ajenos.
Emití un carraspeo antes de decir nada, así podría pensar un poco más y relajarme para no soltar nada más que improperios.
— ¿Donde estás dices? Te lo podría decir pero digamos que estás en mis dominios. A la pregunta de quién soy también podría contestarte pero mejor mira esto — señalé mi bandana en la frente con el índice derecho al mismo tiempo que emitía una sonrisa débil — Sobre lo que ha pasado... Aquí ya no puedo ayudarte tanto, eso tendrías que decírmelo tu pero apuesto a que te has tomado demasiado hongo y literalmente se te ha ido la olla por completo, tanto que posiblemente hayas tenido un ataque de ansiedad producto de la sobredosis y por eso te has desmayado. No voy a decirte que está mal drogarse, cada uno que haga lo que le salga de las santas narices, pero al menos conoce tus límites, joder
— Y ahora me toca a mí, ¿Se puede saber qué haces en mis dominios? Mira, te seré sincero, no me gusta que se cuelan en mis tierras, menos aún extranjeros drogadictos como tú así que será mejor que me des una buena respuesta
Santo Dios. ¿De donde narices me había sacado un bulo como ese de la nada? Mi capacidad creativa mejoraba por momentos, tendría que usar ese don para inventarme técnicas que nadie se haya inventado aún, eso me haría no solo original, sino que más poderoso, algo que necesitaría el día que me enfrentase con el hijo de puta que se había cruzado en mi camino unos años atrás.
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Con cada palabra que afirmaba Yota, la expresión de incomprensión del Uchiha se acrecentaba. Su mensaje podía dividirse en dos partes bien concisas: en primer lugar, se encontraba en lo que el rubio llamaba "sus dominios", ya que el parecer era un ninja de Kusagakure, en segundo lugar, que Ralexion se había drogado. A decir verdad, ninguna de las dos partes le cuadraban.
—¿Cómo que tus dominios? ¿Y CÓMO QUE ME HE DROGADO? —se llevó la mano derecha a la cabeza, que le palpitaba con fuerza— Nngh... joder como duele... Solo recuerdo que iba de camino a Tane-Shigai... y algo sobre hongos... ¿Hongos...? Sí, hongos...
Miró a su alrededor. Se encontraba en un extraño lugar lleno de hongos tan grandes como árboles. Recordaba que le habían hablado sobre ese lugar antes de comenzar su travesía. Eso explicaba sus crípticos recuerdos sobre hongos, pero poco más.
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—¿Cómo que tus dominios? ¿Y CÓMO QUE ME HE DROGADO? —se llevó la mano derecha a la cabeza, que le palpitaba con fuerza— Nngh... joder como duele... Solo recuerdo que iba de camino a Tane-Shigai... y algo sobre hongos... ¿Hongos...? Sí, hongos...
— ¿Dominios? Yo no he dicho tal cosa, chaval — Sentía que podía jugar un poco con la confusión del ninja del Remolino. Incluso era divertido — Yo no diría tanto. Tan solo estamos en el País del Bosque, y como deducirás por la bandana, se trata del País que me vio nacer, nada más y anda menos
*aunque ponerse a deducir en tu estado debe ser complicado de narices*
En efecto, el tipo no hacia ni por asomo buena cara y un poco de descanso le iría de perlas. Recuperaría el sentido común si es que había un ápice de eso en él y la entereza física y mental.
— Pero el caso es... ¿Qué narices se te ha perdido aquí? Estos bosques son muy traicioneros y ni por asomo me parece un buen lugar al que retirarse para fumarse un porrete. Es más, estoy convencido de que en Uzushio hay algún lugar solitario donde practicar dicho menester
Había escuchado que disfrutaban de unas playas realmente hermosas. Quizás allí, en algún lugar donde solo los lugareños conocerían podría haberlo hecho. Pero no, tuvo que venir hasta aquí.
— En cualquier caso, deberías descansar un poco, en tu estado actual no llegarás muy lejos. ¡Ah!, ¿Tane-Shigai dices? No está muy lejos de aquí — igual se sentía aliviado si sabía que no estábamos demasiado lejos de la civilización — ¿Podrás caminar media horita?
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Se llevó la mano a la frente. Se apretó las sienes, tratando de suavizar el dolor. Ayudaba, pero de igual manera se sentía como si le hubiera pasado por encima una manada de elefantes. Además, las asunciones de Yota se le estaban haciendo irritantes. No tenía ni mucha idea de lo que el ninja de Kusa le estaba diciendo, pero sabía que no era así.
—Mira, no he venido aquí a drogarme. No sé qué me ha pasado —expresó, malhumorado—. ¿Estos hongos son venenosos o algo?
Se volvió a echar. Por muy cerca que estuviera Tane-Shigai, no sentía que estuviera en condiciones de dar un solo paso.
—Creo que voy a descansar un rato aquí, sí...
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