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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
Kiroe volvió a reír, repleta de felicidad, y antes de que pudiera reaccionar Ayame se vio de nuevo atrapada entre sus brazos y siendo zarandeada como un mero pelele. Para cuando la soltó, ante la mirada incrédula de muchos de los clientes, la ruborizada Ayame se tambaleó peligrosamente antes de recuperar el equilibrio.

—¡Ayyyyy, qué cosas tieneeees! —exclamó la pastelera—. Aunque no te culpo. He oído las cosas horribles por las que ese tonto te hizo pasar. No, Ayame. No es un Genjutsu, tu propio padre te puede explicar los detalles, ¡yo ya he pasado página y ahora sólo puedo decirte que he-vuelto!

Y al compás de sus últimas palabras, Kiroe colocó una mano por debajo de su barbilla y otra sobre su cabeza. Ayame sintió el característico latigazo de una goma elástica alrededor de su cabeza y algo que se acomodaba sobre su coronilla. La muchacha lo palpó con una mano, aún confundida, y no pudo sino sorprenderse al notar una forma cónica con tacto de cartón, similar a los gorritos de colorines con la palabra "Reapertura" escrita en ellos que todos los demás comensales llevaban.

Y Ayame sintió unas extrañas ganas de llorar mezcladas con una inmensa felicidad instalándose en su pecho.

—Si fuera un Genjutsu, aparentaría ser un poco más feliz. No, mira, allí está, al fondo —intervino Daruu, que señalaba hacia uno de los rincones más apartados de la pastelería.

Allí, la inconfundible figura de Aotsuki Kōri devoraba bollitos de vainilla como si le fuera la vida en ello. Parecía completamente ajeno al oscuro aura que parecía emanar su acompañante, de brazos cruzados, el ceño sumamente fruncido y más malhumorado de lo que le había visto en un tiempo. Todo en Aotsuki Zetsuo contrastaba con el ambiente alegre y festivo de su alrededor, y es que el hombre no parecía nada cómodo vistiendo un gorrito que él debía de considerar casi humillante.

Ayame no pudo evitar reírse entre dientes.

—Comienzo a replantearme si debería acercarme a esa mesa... —le dijo a Daruu por lo bajini.

Pero lo hizo de todos modos. Y para cuando llegaron hasta ellos, Zetsuo alzó sus chispeantes ojos aguamarina hacia los dos muchachos.

—¡Ya era hora, joder! ¡¿Qué cojones estábais haciendo?! —bramó.

Y Ayame se arrepintió instantáneamente de haberse acercado.

—Lo siento, la culpa es mía. —Esbozó una sonrisa nerviosa, mientras tomaba asiento.
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#17
Daruu se acercó a la mesa de Zetsuo y de Kori con una sonrisa despreocupada.

Pues despertando a tu hija, qué voy a estar haciendo. Anda, relájate, hombretón, que todo el mundo está sonriendo menos tú. —Con una desagradable (para Zetsuo) desvergüenza más parecida a la que esgrimiría la propia Kiroe, Daruu agarró uno de los bollitos de la mesa y se lo llevó a la boca—. Me voy a ayudar a mamá. Disfrutad de la fiesta. —El muchacho se alejó tarareando una canción con la boca llena.

Kori giró el rostro y lo clavó en la espalda de Daruu.

Se ha llevado uno de mis bollitos —constató.
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#18
—Pues despertando a tu hija, qué voy a estar haciendo. Anda, relájate, hombretón, que todo el mundo está sonriendo menos tú. —respondió Daruu, con una despreocupación tal que a Ayame se le pusieron los pelos de punta al percibir el peligro emanando de cada poro de la piel de su padre como hiel.

Pero él no parecía ser consciente de ello. De hecho, dispuesto a hacer más amigos, el chico tomó uno de los bollitos de la mesa y se lo llevó a la boca.

—Me voy a ayudar a mamá. Disfrutad de la fiesta.

Y se marchó. Y Ayame, que se había quedado congelada en el sitio de la impresión, ni siquiera tuvo tiempo de sugerirle ayudar.

—Se ha llevado uno de mis bollitos —susurró Kōri, aunándose al enfado de su padre, con sus ojos escarchados clavándose en la espalda de su pupilo.

—Ese jodido Amedama, se le ha subido a la cabeza lo de ascender a Chūnin —masculló Zetsuo entre dientes—. Cuando le pille le voy a arrancar ese jodido pelopincho.

Ayame tomó asiento cuidadosamente, como quien mete los pies en una piscina llena de pirañas. Durante un instante sus ojos se detuvieron en el plato de bollitos de su hermano, pero El Hielo los protegía con fervor y no iba a ser ella quien metiera la mano en el nido de un búho.

—Pero... sigo sin entender nada. ¿Qué ha pasado con Kiroe-san? ¿Alguien ha donado sus ojos? —preguntó con delicadeza, aunque algo dentro de ella no paraba de repetirle que era demasiada casualidad que alguien hubiese donado unos ojos de su mismo exacto color.
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#19
—Bah —profirió Zetsuo, cambiando el peso del cuerpo de un codo a otro y clavando la vista en la pared—. Bah. —Con otro resoplido el doble de molesto, volvió a repetir el movimiento, esta vez encarándose a Ayame y mirándola a los ojos. Era extraño, pero parecía que no estuviese mirándola a ella, sino más allá. Ni siquiera que estuviese intentando leerle la mente. Era como... si estuviera pensando cómo decirlo sin estallar—. Si es que sigo pensando que ha sido muy temerario y una muy puta mala idea hacer lo que hemos hecho, pero me insistió ochenta mil veces y al final, fíjate. Rebajado a esto. Joder. Qué pesada, coño.

»Chikatsu Saisei no Jutsu —recitó, al fin—. Una técnica de regeneración corporal médica extremadamente avanzada. Estuvimos toda una puta semana realizándola para que esa idiota pudiera recuperar los ojos. Imprudente. ¡Imprudente! Podría haberse quedado peor de lo que estaba —dijo—. El porcentaje de éxito con un órgano tan complejo como los ojos, y no uno, si no los dos, era inferior al cinco por ciento. Pero insistió. E insistió, e insistió. También quiso ocultártelo por algún puto motivo inexplicable.

—¡Para no preocuparla, que sé cómo se pone! —Todos fueron sorprendidos por una voz juguetona a las espaldas de Ayame. Kiroe dejó otro plato repleto de bollitos en la mesa. Zetsuo gruñó y a Kori le brillaron los ojos—. Comparte con tu hermana, ¿eh, Kori-kun?

»Oye, Ayame... Gracias. Si no hubiera sido por ti, hubiera perdido toda la esperanza de volver a refundar esto. Si no me hubieras enseñado a ecolocalizar... —Kiroe abrazó a Ayame. Pero era un abrazo muy diferente al anterior.
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#20
—Bah —profirió Zetsuo, cambiando el peso del cuerpo de un codo a otro y clavando la vista en la pared—. Bah —repitió, y entonces sus ojos aguamarina se clavaron en los de Ayame, que se sobresaltó ligeramente. Aunque era como si no la estuviera mirando directamente a ella, sino a su través. La muchacha no pudo evitar preguntarse qué razones podría tener Zetsuo para intentar leerle la mente en aquel instante, pero enseguida se dio cuenta de que no era eso lo que estaba haciendo—: Si es que sigo pensando que ha sido muy temerario y una muy puta mala idea hacer lo que hemos hecho, pero me insistió ochenta mil veces y al final, fíjate. Rebajado a esto. Joder. Qué pesada, coño.

«Osea, que él también ha estado involucrado.» Ayame ladeó la cabeza ligeramente, alzando una ceja.

—Chikatsu Saisei no Jutsu —recitó, al fin, antes de comenzar la explicación—: Una técnica de regeneración corporal médica extremadamente avanzada. Estuvimos toda una puta semana realizándola para que esa idiota pudiera recuperar los ojos. Imprudente. ¡Imprudente! Podría haberse quedado peor de lo que estaba —bramó—. El porcentaje de éxito con un órgano tan complejo como los ojos, y no uno, si no los dos, era inferior al cinco por ciento. Pero insistió. E insistió, e insistió. También quiso ocultártelo por algún puto motivo inexplicable.

—¡Para no preocuparla, que sé cómo se pone! —intervino la juguetona voz de Kiroe de repente, antes de que la anodada Ayame pudiera articular palabra. La pastelera dejó otro plato rebosante de bollitos en el centro de la mesa y Zetsuo gruñó por lo bajo—. Comparte con tu hermana, ¿eh, Kori-kun?

Él se limitó a asentir como única respuesta.

—Oye, Ayame... —añadió la mujer, dirigiéndose hacia ella directamente—. Gracias. Si no hubiera sido por ti, hubiera perdido toda la esperanza de volver a refundar esto. Si no me hubieras enseñado a ecolocalizar...

Y entonces la abrazó. Y no fue un abrazo divertido y alegre como el anterior, fue abrazo cálido, agradecido. Ayame, con un pesado nudo en la garganta, se dejó rodear por los brazos de la mujer y terminó correspondiendo al abrazo.

—N... no tienes que darme las gracias, era lo que menos podía hacer.

Pero lo cierto era que, aunque no muchas personas fueran conscientes de ello, Ayame le había regalado algo verdaderamente preciado para ella: Una técnica de voz. Una de aquellas técnicas de las que tan orgullosa se sentía. Era probable que no lo hubiera hecho si se hubiera tratado de otra persona, pero aquella mujer, Amedama Kiroe, era lo más cercano a una madre que tenía. Y habría dado cualquier cosa por mejorar su calidad de vida después de un acto tan heroico como donar sus propios ojos a su hijo. ¡Si por ella hubiera sido, si la hubieran dejado hacerlo, ya habría ido a recuperar los ojos perdidos de Daruu y así Kiroe no habría tenido que hacer lo que hizo!

—¡Pero no tenías por qué exponerte a un riesgo así! ¿Y si... y si no hubiera salido bien? —se mordió el labio inferior, negándose a pensar siquiera en aquella posibilidad.

¿Qué habría pasado si no hubiera salido bien? ¿Qué habría pasado si, tal y como había afirmado su padre, hubiera quedado peor de lo que estaba? O, peor aún... ¿y si no hubiera sobrevivido a la técnica? ¿Qué habría sido de Daruu?

Y, hablando de Daruu:

—¿Y Daruu-kun sabía esto?
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#21
Kiroe tomó aire y suspiró, curvando la sonrisa en una sonrisa muy tenue.

Una vez más, tengo que pronunciar estas palabras. La lección que le di a Daruu-kun —dijo—. La lección que aprendí cuando mi marido me traicionó y me vi obligada a...

»Ayame, los días habrían pasado, y cuando hubiera aceptado que ya ha pasado y que sí o sí voy a tener que vivir con las consecuencias, sufriría bastante menos que imaginando situaciones imposibles que ya no iban a ser.

Le puso la mano en el cabello y se lo revolvió, con cuidado de no desajustarle el gorro.

»Igual que harías bien tú centrándote en que todo está bien y ha salido bien. Y el idiota de tu padre.

¡Cuida esa lengua, o...!

Respecto a Daruu, le envié a por fresas shiroshimo insistiéndole en que reabriría la pastelería aún estando ciega. Con el proveedor de vacaciones, fue... bastante entretenido para él. El tiempo suficiente.
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#22
Kiroe suspiró y sus labios se curvaron en una apenas perceptible sonrisa.

—Una vez más, tengo que pronunciar estas palabras. La lección que le di a Daruu-kun. La lección que aprendí cuando mi marido me traicionó y me vi obligada a... —Dejó la frase colgando en el aire, pero todos los allí presentes sabían muy bien cómo continuaba—: Ayame, los días habrían pasado, y cuando hubiera aceptado que ya ha pasado y que sí o sí voy a tener que vivir con las consecuencias, sufriría bastante menos que imaginando situaciones imposibles que ya no iban a ser.

Kiroe le apoyó la mano en la cabeza y revolvió sus largos cabellos, con cuidado de no estropearle el gorro.

—Igual que harías bien tú centrándote en que todo está bien y ha salido bien. Y el idiota de tu padre.

—¡Cuida esa lengua, o...! —masculló el aludido, pero Kiroe siguió hablando sin más.

—Respecto a Daruu, le envié a por fresas shiroshimo insistiéndole en que reabriría la pastelería aún estando ciega. Con el proveedor de vacaciones, fue... bastante entretenido para él. El tiempo suficiente.

Ayame soltó una risilla entre dientes, nerviosa. Desde luego, si Daruu hubiera sabido lo que su madre estaba tramando habría tratado de detenerla por todos los medios. Y, conociendo la cabezonería de la mujer, no lo habría conseguido. Y eso sólo habría servido para ponerle nervioso. Terriblemente nervioso.

Ayame tomó uno de los bollitos de vainilla y se deleitó en su olor antes de llevárselo a la boca. Cielos, hacía tanto que no los probaba que había olvidado lo buenos que estaban.

—Esa técnica es increíble... —musitó, haciendo referencia al Chikatsu Saisei no Jutsu—. ¿De verdad puede regenerar cualquier cosa? ¿Podría incluso... haber regenerado el Byakugan de Daruu-kun?
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#23
Kiroe sintió que la pregunta no estaba dirigida hacia ella, y tras dejar con su ausencia una casi inaudible risilla, siguió atendiendo a los clientes de su cafetería. La noticia de la reapertura había sido toda una alegría para los habituales de La Pastelería de Kiroe-chan, algunos de los cuales ni siquiera habían sabido, para empezar, de los motivos del cierre.

Pero centrémonos en la conversación que tenía lugar en la mesa.

No, me temo que no —gruñó el padre de Ayame—, de lo contrario esa entrometida habría sugerido la técnica para Daruu cuando sucedió. ¡Demonios! ¿Cómo consiguió siquiera la información sobre ella?

»Los Kekkei Genkai son demasiado complejos y... misteriosos como para regenerarlos a partir de otros tejidos del paciente.
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#24
—No, me temo que no —respondió Zetsuo, con un gruñido—, de lo contrario esa entrometida habría sugerido la técnica para Daruu cuando sucedió.

«No estoy tan segura... Y menos con tantos riesgos.» Meditó Ayame para sí.

—¡Demonios! ¿Cómo consiguió siquiera la información sobre ella? Los Kekkei Genkai son demasiado complejos y... misteriosos como para regenerarlos a partir de otros tejidos del paciente.

—Ya veo... —respondió Ayame, agachando la mirada y dándole otro bocado al bollito.

Nuevamente, el retrato de Naia volvió a dibujarse en su mente. Lo había observado en secreto tantas veces que podría perfilar cada peca que adornaba aquel rostro angelical que escondía el veneno de una serpiente de cascabel, sus largos y suaves cabellos dorados, sus ojos verdes esmeralda, aquellos labios... A saber cuántas atrocidades más habría cometido desde entonces, cuántas vidas habría destrozado.

Ayame había apretado las mandíbulas sin darse cuenta de ello.

«Algún día...»
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#25
Ayame, el rostro enrabietado, vio como el tiempo pasaba casi a cámara lenta a su alrededor. El típico momento de desconexión para enfrentarse a los demonios que una lleva dentro. Pero una mano firme llamó su atención posándose en su muslo izquierdo.

Ayame —la voz de su padre le sobresaltó—. ¿Qué te ocurre? Pareces molesta. Alegra esa cara, coño, que estamos de invitados.

Resultaba irónico que fuera Zetsuo el que dijese eso. El hombre, con el ceño fruncido, acabó por quitarse con rabia el gorro que llevaba encima.

»...pero estas tonterías sobran.

De pronto, alguien colocó una copa de cristal delante suya. Era Daruu, que aportaba al grupo un batido de chocolate con nata y con una cereza encima.

Esto de mi parte —dijo Daruu, que orgulloso vestía un delantal con la marca de la cafetería—. ¿Puedes creértelo, Ayame? ¡Es un milagro!

Daruu miró a Zetsuo. Su semblante adoptó un breve lapso de seriedad.

»Una vez más, Zetsuo. Gracias.
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#26
Una mano se posó con firmeza en su pierna, y Ayame volvió a la realidad con un brinco. Zetsuo se inclinaba ligeramente hacia ella:

—Ayame. ¿Qué te ocurre? Pareces molesta. Alegra esa cara, coño, que estamos de invitados.

Fue un visto y no visto. Ayame se sintió de repente como si estuviera caminando sobre unas ascuas, a punto de quemarse. Rápidamente, se obligó a apartar de un manotazo los pensamientos de su cabeza y a esbozar una sonrisa que aleteó en sus labios.

—¡Nada! —exclamó, con los hombros tensos—. Simplemente... seguía preocupada por Kiroe-san... ¡Menos mal que todo ha salido bien!

Zetsuo, con el ceño fruncido, terminó por arrancarse el gorro de la cabeza. Y justo en ese momento una copa se posó frente a la muchacha. Una copa de delicioso chocolate con nata, con una cereza encima.

—Esto de mi parte —dijo un Daruu tremendamente orgulloso, que vestía un delantal con la marca de la cafetería—. ¿Puedes creértelo, Ayame? ¡Es un milagro!

—No es un milagro. Es ciencia —replicó Zetsuo, malhumorado, antes de que la muchacha pudiera articular palabra.

Sin embargo, Daruu se volvió momentáneamente hacia él y su rostro adoptó una expresión seria cuando formuló:

—Una vez más, Zetsuo. Gracias.

—Bah, no me ha quedado otra. La pesada de tu madre es muy insistente cuando quiere —resopló.

Ayame tomó la copa entre sus manos y se llevó la pajita a los labios.

—¡Qué bueno! —exclamó, maravillada.

No se había dado cuenta de ello, pero ahora un pegote de nata adornaba la punta de su nariz...
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#27
Pese a que el tono y las palabras de Zetsuo eran sin duda más mordaces que nunca, Daruu estaba demasiado satisfecho con el devenir del destino como para tomárselas en serio. Por fin, después de mucho tiempo, algo salía bien. Él, al contrario que Ayame, se había olvidado por completo que sus ojos fueron robados por una kunoichi exiliada. O más bien, dichos recuerdos permanecían dormidos, ya que no requerían ninguna atención. Todo estaba bien. Ellos estaban bien. Allí, riendo, disfrutando de la comida de la cafetería de su madre. Disfrutando... de la cafetería de su madre.

Aspiró y se dejó embriagar por el olor de los dulces. Rio cuando se dio cuenta de que Ayame, nuevamente, se había manchado la nariz de nata con el batido.

Ayame, la nariz, por favor...

»Kori-sensei, hace un tiempo que no nos llamas para tomar partido en alguna misión. ¿Estamos de capa caída o qué?

»Por cierto, Ayame, ya esta bien, ¿no? ¡A ver si te presentas ya al examen de chuunin!
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#28
—Ayame, la nariz, por favor... —dijo Daruu entonces, y ella se volvió hacia él, confundida.

—¿Eh? —preguntó, llevándose la mano a la nariz—. ¡Ah! ¡Oh! —Sus dedos toparon con los restos de la nata que se habían quedado allí pegados y, roja como un tomate, la muchacha se apresuró a limpiarse con la primera servilleta que encontró.

—Kori-sensei, hace un tiempo que no nos llamas para tomar partido en alguna misión. ¿Estamos de capa caída o qué?

El Jōnin, silencioso, quizás porque llevaba medio bollito en la boca, alzó sus gélidos ojos hacia el muchacho.

—Por cierto, Ayame, ya esta bien, ¿no? ¡A ver si te presentas ya al examen de chuunin! —añadió Daruu.

Un golpe certero y contundente en la boca del estómago. Daruu había metido el dedo de lleno en la llaga que más le dolía en aquellos instantes, y Ayame se encogió sobre sí misma con una mueca, como si de verdad lo hubiera sentido. Aún sentada, intercambio el peso de una pierna a otra. Rehuía las miradas de todos y sus temblorosas manos comenzaron a juguetear entre ellas, nerviosa.

—Eh... S... sí... ya... —masculló, elusiva.

Zetsuo frunció el ceño, con los ojos peligrosamente entrecerrados y clavados en la muchacha.

—Justo a eso estamos esperando —completó Kōri.

Y Ayame volvía a esquivar la mirada. Igual que esquivaba aquel tema cada vez que salía. No era la primera vez que se lo sugerían, pero la muchacha aún tenía clavado en el alma lo que había ocurrido en Uzushiogakure. Bien era consciente de que no le había ido mal en las dos primeras pruebas; que su fallo había sido, precisamente, perder el control sobre el Bijū y causar tal catástrofe en mitad de una aldea llena de civiles y gente inocente. Pero la sola idea de presentarse ante Yui, Amekoro Yui, la Arashikage; y proponerle que le diera otra oportunidad de ascenderla habiendo pasado sólo tres meses desde lo de Uzushiogakure... Sentía que no tenía el derecho a hacer algo así...

Y la llenaba de absoluto terror.
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#29
Daruu observó a Ayame. La kunoichi siempre había sido transparente como el cristal. Pero ahora más que nunca, podía leer en su rostro el miedo que sentía a siquiera presentarse. Injustificado en gran medida. Infundado desde el examen de chuunin de Uzushiogakure. Daruu sabía que no habría discurso que la sacara de aquellas rumiaciones, pero más bien había aprendido a tratar con ellas de otra forma. El muchacho golpeó a Ayame en el hombro, empujándola suavemente, sacándola del ensimismamiento.

Oye, tú —dijo—. Que te presentes y punto.

»¿O vas a dejar que te siga ganando en otra cosa más? ¿Eh, carapapa?
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#30
Fue Daruu quien la sacó de su ensimismamiento con un suave golpecito en el hombro.

—Oye, tú. Que te presentes y punto. ¿O vas a dejar que te siga ganando en otra cosa más? ¿Eh, carapapa?

Ayame volvió la cabeza hacia él, con el ceño fruncido.

—Cállate, pelopincho —le espetó, y la comisura de sus labios se estiró en una sonrisa taimada—. ¿O debo recordarte lo que ocurrió la última vez que medimos fuerzas?

Todo fanfarronería, por supuesto. Ese combate había ocurrido hacía demasiado tiempo, y Ayame era consciente de lo mucho que había mejorado Daruu. Además, ese mismo enfrentamiento había ocurrido justo después de que el chico perdiera los ojos, por lo que ni siquiera se había habituado a luchar sin ellos. Aún así, Ayame volvió la mirada al frente y se metió otro bollito en la boca.
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