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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
País de la tierra, día 26 de Viento Gris, invierno del año 202.



El día era cálido, el cielo estaba despejado y el sol brillaba con fuerza. Por un sendero pedregoso se desplazaban dos personas a caballo, ambas con las vestimentas típicas de los viajero en busca de aventura. Habían tomado una de las rutas más difíciles y solitarias para llegar hasta las Escaleras al cielo.

Puede que hubieran subestimado el recorrido que el mapa, una carta de navegación de la parte sur del país de la tierra, les presentaba. Los caminos se mostraban como líneas suaves e ininterrumpidas, aparentemente era una caminata sencilla. Pero cuando se encaminaron, la cosas demostraron ser muy distintas; la ruta tenía constantes subidas y bajadas que desgastaban tanto a las monturas como a sus jinetes y el terreno estaba lleno de piedras de todos los tamaños, la mayoría sueltas y estorbando.

Está deber ser la ruta más difícil —exclamó mientras subía a un promontorio que estaba al lado del camino—, pero sin duda la vista es magnífica, ¿no es cierto?

Se tomó un momento para respirar aquel aire puro y para apreciar los alrededores, caminos y montañas hasta donde alcanzaba la vista. Se llevó los dedos hacia la boca y dio un fuerte soplido. Un gran silbido escapó de sus labios, alejándose para luego volver en forma de un eco difuso. En lo alto del cielo azul, un águila dorada chilló con fuerza y de forma dominante, como advirtiendo a todo visitante que aquel era su territorio.

En un paisaje hermoso y pacífico, mi señor, pero también se siente... desolado —Para alguien criado en la ciudad, aquel ambiente tranquilo y deshabitado resultaba un tanto sobrecogedor—. Según el mapa, ahora estamos a unos setecientos metros por sobre el nivel del mar y a poco más de medio día de nuestra próxima parada.

Bien, pongámonos en marcha, Naomi —Apuro a su corcel para que comenzara el trote—, el invierno se acerca.

De acuerdo, mi señor. —La Miyazaki se vio tentada a aclararle a su protegido que ya estaban en invierno, pero la prisa y el decoro se lo impidieron.

Se mantuvieron a paso constante durante el resto del día, solo parando para descansar, comer y ocasionalmente disfrutar del paisaje. El sol comenzaba a caer en el horizonte cuando a lo lejos divisaron el fin del camino, señalado por un puesto fronterizo cuyas numerosas luces aseguraban que estaba habitado.

Hemos llegado, allí comienzan las Escaleras al cielo —aseguro mientras se quitaba la capucha de viaje y dejaba libre su blanca melena—. Naomi, ¿Qué distancia crees que nos separa de aquel sitio?

Yo diría que unos cien metros, mi señor. —Aquel tramo era recto y de tierra lisa y compacta, por lo que determinar la distancia era cosa fácil.

¿Te apetece una carrera? —preguntó con una sonrisa de complicidad.

Mi señor… No sé, no deberíamos. Es que… —Pero antes de que pudiese terminar de hablar el joven espadachín espoleó su montura y se lanzó a la carrera.

La Miyazaki era una dama tranquila y recatada, por lo que sentía que no debía incurrir en actividades tan agitadas, pero por otra parte… Tenía un enorme espíritu competitivo y le resultaba difícil el no involucrarse en cualquier actividad que les juntara a ella y a su señor, sobre todo si se trataba de algo divertido y poco usual.

¿Por qué no? —Se dijo a sí misma mientras se retiraba el capuchón y dejaba libre su larga cabellera negra.

La joven se puso en marcha a toda velocidad, alcanzando pronto a su protegido. Este le recibió con una sonrisa y continuó galopando. Ambos con sus cabellos agitados por el viento y con grandes sonrisas en sus rostros. Ambos con el sol poniente a sus espaldas y con una estela de polvo tras ellos. Ambos… Emocionados y expectantes por el nuevo viaje que acababa de comenzar.
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#2
Ni siquiera había logrado llegar a la mitad del camino, el velo que cubría sus cabellos ya parecía no ser necesario mientras el sol a lo lejos se despedía. Pero el calor no era algo que le preocupara desde hacía algunos minutos, sino la idea constante de no poder subir hasta la cima en un sólo día.

De vez en cuando miraba hacia la cima, buscando el final del camino difuso en la distancia, y era entonces cuando volvía la fe << Ahí está el Cielo. Se ve tan cerca. >>

El camino no podía ser recto hacia la cima, de alguna manera se habían ingeniado para construir uno en medio de un enorme vacío, en tal caso sería mucho más simple arribar a Sora; aquello hacía que la curiosidad de Maar aumentara por conocer alquél lugar, si es que costaba tanto tendría que haber algo importante al final. Sabía que no podía ser simplemente una ruta más como cualquiera en todo el mundo. Había un sentimiento casi solemne que tiraba de ella, de su voluntad, hacia el final del recorrido.

<< Un par de horas, tal vez, me tomará terminar. Pero debería descansar un rato. >> Miró hacia sus pasos andados y sintió satisfacción << Jumm no está mal. Pero tengo que entrenar más mi estado físico, estoy hecha polvo. >>

Durante algún tiempo se detuvo y del morral que colgaba de su hombro izquierdo sacó una botella llena de agua, casi la bebió toda en tres tragos y remojó un poco su mano diestra para limpiarse el rostro. << La vista es magnífica, la brisa, la temperatura no está tan mal... >> suspiró profundamente << Tengo que entrenar más. >>

Guardó la botella casi vacía de regreso y sacó un libro de recetas, no tan comunes, del mismo morral y este último lo puso a su lado tras sentarse en uno de los escalones.

La niebla alrededor gobernaba el vacío y cubría las bases de los gigantescos pinchos de tierra que rodeaban las escaleras. El paraje estaba casi desierto y no tenía muchas fuerzas para continuar su ascenso. Descansaría un rato mientras repasaba algunos de los manuales de venenos que tanto había leído ya, pero que no se cansaba nunca de leer.

El cansancio no sería obstáculo para conocer Sora y esclarecer los rumores que escuchó, por árido que fuera ese lugar sabía que en algún punto encontraría lo que buscaba.
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#3
Ambos habían sido bien recibidos en aquella gran cabaña, les ofrecieron un establo para amarrar a sus caballos y un lugar en donde pasar la noche. También les facilitaron alimentos, hicieron un enorme caldero de sopa con carne y vegetales y mucho pan de trigo, y pusieron a su servicio una gran tina de leña donde se podrían dar un buen y merecido baño. Kazuma no podía evitar el sentir curiosidad del porque tanta hospitalidad en un sitio tan desolado como aquel y porque era tanta la insistencia en que pasaran la noche allí.

Siendo ya noche cerrada y teniendo cubiertas sus necesidades, salió al exterior a tomar un poco de aire para equilibrar el calor que le había dado en el baño. Allí había una hamaca colgando, prácticamente invitándolo a descansar mientras se mecía en la fría y seca brisa nocturna.

Esto es bastante agradable, pero hubiese preferido continuar con el viaje —exclamó, mientras bostezaba. Se acomodo buscando la postura más cómoda, con las manos detrás de la cabeza y con una pierna colgando a un lado.

Permitirles marchar en plena noche hubiese sido una irresponsabilidad de nuestra parte —respondió uno de los hombres que estaban saliendo en aquel momento.

¿Porque lo dice? —El sujeto se quedó en la entrada y le indico al otro que le acompañaba que encendiera dos antorchas a los lados del camino.

Las Escaleras al cielo son un sendero difícil y ocasionalmente traicionero —aseguro con los ojos entrecerrados mientras se acicalaba la canosa barba con los dedos—. De noche, un mal paso podría enviarlos al fondo del mar de estacas.

Tenemos las monturas adecuadas para dicho terreno —respondió, incorporándose y sintiéndose un poco subestimado.

Sí, pude verlo, los caballos de merens son ideales para la travesía que hacen —en su rostro se dibujó una sonrisa que demostraba lo mucho que ignoraba el joven—, pero con la carrera que les hicieron dar al llegar aquí, es seguro que sus patas están bastante cansadas y temblorosas.

Aquellas monturas les habían costado un buen dinero en la frontera, pero valieron la pena por completo; Eran unos caballos rústicos de montaña y no de meseta, así que su paso era bastante firme y seguro sobre aquellos terrenos accidentados y engañosos. Por otra parte, resultaban muy resistentes a las inclemencias del tiempo y a la falta de alimento, por lo que eran el caballo ideal para ese tipo de viajes. Pese a estas grandes cualidades, eran pequeños y de cuerpo fuerte y macizo, por lo que un simple trote, ni hablar de una carrera, bastaba para acabar con sus fuerzas.

Cierto… fue una suerte el encontrar este sitio para descansar, gracias, Ojii-san —se volvió a recostar y comenzó mecerse—. Por cierto, ¿Qué hace un grupo de guardias en un lugar tan inhóspito como este?

El viejo medito un poco antes de responder.

Podría decirse que somos una especie de grupo de guardabosques —la ligera armadura de cobre y el aspecto curtido lo hacían parecer más un soldado que un gerente de albergue—. Este sitio parece desolado solo para quien viene de afuera, pues al otro lado de las Escaleras al cielo se encuentra Hanmoku, un pueblo que yace en la base de Sora, y que es nuestro hogar. Nosotros solo nos encargamos de darles a los aventureros un sitio en donde recuperar sus fuerzas y donde planear el siguiente paso en su viaje.

»Por cierto, ¿Qué hace un par de jóvenes como ustedes en lugar como este? —Ahora correspondía su turno de preguntar y de obtener una respuesta.

Podría decirse que estamos explorando, y queremos escalar el Sora y ver el famoso espectáculo del mar entre el cielo y la tierra —Se podía notar el ánimo en su forma de hablar—. Aunque… puede que el invierno nos dificulte un poco las cosas.

Si... El invierno se acerca —el anciano conocía bien el impacto de las estaciones en aquellas tierras—. Podrán partir mañana temprano. Recorrer Las escaleras al cielo toma unas treintaicéis horas a pie. Con sus caballos podrán hacer el recorrido en la mitad del tiempo.

El jefe de los guardabosques hizo una seña y su subordinado terminó con los fuegos guía que estaba preparando. Se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia el interior, su turno había terminado y quería descansar.

Será un viaje difícil y problemático, muchacho —dijo de repente—, estoy seguro que las primeras nevadas ya cayeron en Sora e imposibilitaron la ruta principal… Por lo que puede que les toque subir por el camino difícil, y eso solo si llegan antes de comience a nevar de verdad.

Estoy al tanto de eso, y creo que esta bien —en su rostro se dibujó una sonrisa confiada—. Las dificultades son parte de la aventura, el descubrimiento y el aprendizaje.

Se echó a dormir, pues a la mañana siguiente continuaria con su travesía y para ello necesitaba estar en buenas condiciones, pues ahora le esperaban las Escaleras al cielo.
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#4
Había descansado lo suficiente para recuperar el aliento y retomó su caminata en ascenso.

A medida que la luz del sol se hacía más tenue la visión comenzaba a hacerse más difícil. La genin había desconocido desde el principio el peligro que significaba avanzar en las actuales circunstancias por aquél sendero, sin tener en cuenta que no tendría soporte de nadie si llegaba a suceder algún imprevisto durante su avance. Parecía como si hubiese dado por hecho que el camino era seguro, que no pisaría en falso ni caería al vacío por falta de visión.

Pero entonces, sólo entonces, se percató de todos los peligros que estaban latentes a su alrededor. Cuando se vio a sí misma en medio del paraje desconocido, por primera vez desde que había empezado su viaje, ya no se trataba de lo que quería encontrar al final del camino, sino de la idea de llegar a salvo allí. << Debo encontrar la forma de iluminar o estaré perdida cuando el sol se vaya. Aún hay suficiente luz. >>

De su mochila había sacado una libreta con anotaciones dispuestas en todas direcciones y garabatos que sólo la autora reconocería, tomó una hoja y la bola en su mano diestra, arrugándola y comprimiéndola hasta que parecía casi una piedra. << Si, espero que con esto sea suficiente. >> Con un poco más de calma, ató el trozo de papel su shuriken y a este ató a su vez un hilo que le serviría para recuperarlo en caso de fallar.

Se preparó el shuriken a un costado del vestido antes de lanzar una técnica katon con la que despidió una bocanada de fuego hacia arriba, por encima de la gigantesca escalera, como si quisiera continuar el camino por la kunoichi, luego a través de su propia técnica hizo atravesar al arma y aterrizó más adelante, clavándose débilmente en uno de los escalones y dejando una pequeña estela de fuego que dibujaba su trayectoria.

Maar sonrió satisfecha por su logro, el que estaba a sus pies ahora era un camino más o menos legible y sintió que podría continuar, sólo hasta que el trozo de papel se consumió y el hilo dejó de brillar en la completa oscuridad que la consumió de repente. << ¿Quién no trae cerillas ni luces a una excursión? ¿Cuánto tiempo pasó desde que dejé de viajar? Me siento como si nunca hubiese salido de casa. Algún tipo de excursionista primitiva. Qué insensata. >>

La joven de Amegakure no tendría otra opción durante la noche. Se resignó a quedarse sentada en medio del frío, la soledad y la oscuridad, en un mundo nuevo y desconocido.
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#5
La noche se presentó como una dama fría y solitaria; El sendero era oscuro, y difícil era, casi imposible, el determinar donde terminaba y este y comenzaba el abismo de las estacas de piedra. La luna brillaba por su ausencia, y en su soledad, las estrellas permanecían ocultas tras un manto de gruesas nubes, silenciosas pero amenazantes, como si no tuvieran deseos de indicarle a nadie la dirección que debían de seguir.

Es tan opresivo y liberador… ambas cosas al mismo tiempo —susurro, mientras escuchaba como la corrientes de aire eran cortadas por los filosos colmillo de piedra.

A paso lento, pero firme y seguro, dos jóvenes se desplazaban por aquel camino agreste y traicionero. Pese a andar por un sendero de sombras, uno se mantenía tranquilo al respecto, y la otra se mantenía confiada acerca de alcanzar su objetivo. Más allá de una arrogancia funesta, pese a las advertencias del anciano guardabosques, era la luz de aurora boreal que él mismo les había entregado los que les iluminaba el sendero: Antes de partir, aquel sujeto de carácter sabio y amable, les había hechos algunas preguntas extrañas, y luego les entrego una especie de farol de mano cuyo cristal era iridiscente.

Ha sido una verdadera fortuna el que nos permitieran usar este extraño artefacto. —El camino iba siendo iluminado con una aurora que se mantenía por delante de ellos y parecía envolverlos al mismo tiempo—. No sería exagerado decir que proporciona tanta claridad como el día mismo.

Ciertamente, mi señor —aseguro Naomi, quien aun estaba impresionada por el colorido espectáculo—. Debo aceptar que, al ver que era una lámpara sin mecha, y que no tenía por donde verterle el combustible, pensé que se trataría de una especie de broma de mal gusto.

Permitan que la aurora nocturna les enseñe el camino —había dicho el guardabosques.

Yo también pensé lo mismo, pero bastó con que le imbuyeras un poco de tu chakra para que comenzará a irradiar una cálida luz de siete colores. —Llevaba el farol frente a su montura, colgada de una larga caña y un largo sedal, como si estuviera pescando sombras—. ¿Cómo era que se llamaba?

Nijirantan, es la forma en cómo le llamaba aquel hombre.

Se encontraban a medio camino, y a media noche, cuando en el inicio de uno de los muchos recodos, pues había vueltas y curvas por montón, algo llamo la atención de la Miyazaki.

Mi señor, creo que algo se ha movido entre las sombras —dijo, con voz baja y llena de cautela.

El Ishimura detuvo la marcha y se llevó una mano hacia la katana, era un lugar inhóspito y de geografía muy accidentada, pero los salteadores de camino seguían siendo una plaga casi omnipresente allí donde fuera. Ambos se quedaron en silencio, y silencio fue lo único que percibieron. Kazuma trazó un gran arco mientras balanceaba la nijirantan, iluminando una gran extensión de las escaleras. Lo único que pudo ver fueron rocas y espacio vacío y algo más… Una especie de figura acurrucada a un lado del camino, tan quieta y envuelta sobre sí misma que era difícil el saber si era humana o animal o algo más. Tanto así, que incluso era imposible saber si siquiera seguía con vida.

Veamos de qué se trata —dijo, mientras bajaba del caballo y dejaba a un lado el farol, cuyo brillo menguó hasta alcanzar la fuerza de una pequeña vela, como si extrañara a su nuevo portador.

El de blanca cabellera se acercó con pasos lentos y sigilosos, y con la guardia en alto por si las cosas se llegaban a torcer. Al estar a tan solo un metro, pudo captar algo, el tenue sonido de una respiración cálida y profunda. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, pudo darse cuenta de que se trataba de una persona, aunque no llegaba a distinguir nada más por la poca luz que había.

Es un sitio peligroso para dormir; si no te giras en sueños y caes al precipicio, la hipotermia te habrá helado para cuando el sol te encuentre —advirtió con serenos susurros.

No parecía haber respuesta, por lo que utilizó su dedo índice para pinchar a la persona que yacía frente a él.
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