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— Qué extraño —susurro mientras paseaba su vista por toda la extensión del elegante pergamino—. ¿Estás segura de que está dirigido a mí, y no al maestro?
— Definitivamente, mi señor —respondió la criada con una inclinación desde la entrada de la habitación—, en la sede postal me han confirmado que debía de ser entregada a Hakagurē Kōtetsu. Además, su nombre está grabado en el paquete.
Volvió a leer el contenido de la carta que le había sido enviada.
Saludos, mi estimado joven y próxima fuente de inspiración.
Mi nombre es Nishijima Satomu, y soy un escultor. Soy consciente del escaso tiempo que llevas de vida y de que debo ser un absoluto desconocido para ti, pero no te preocupes por eso, pues pretendo que nos conozcamos bastante bien a su debido tiempo.
Por la presente, me gustaría ofrecerte que fueras mi invitado y que pasarás una temporada en mi hogar, con la esperanza de que tal experiencia sea sumamente benéfica para ambos. A estas alturas te has de estar preguntando sobre el porqué te he escogido a ti por sobre aquella infinidad de posibles candidatos. Por ahora, solo necesitas saber que no ha sido al azar y que eres uno de los pocos que cumple con los requisitos necesarios y que reúne las cualidades que necesito.
En tus manos está el decidir si tomaras esta oportunidad única en la vida, una oportunidad por la que muchos harían y darían lo que fuera. Si aceptas, encontrarás junto con este mensaje un pasaje para un viaje desde la ciudad más cercana hasta Kōtai y un pase que te permitirá hospedarte en cualquier posada del pueblo mientras esperas el que me contacte contigo, además de otros bienes que te facilitaran el largo viaje.
Sin más a que hacer referencia, me despido confiando en que has de tomar la decisión correcta y que, por tanto, he de verte pronto frente a las puertas de mi hogar.
Atentamente,
Aquel que le confiere a la piedra humanidad
— Pero es que sigo sin entender… —dejó a un lado el mensaje y reviso el resto del contenido del paquete—. Unos pasajes, unos mapas, algunos documentos y suficiente dinero como para un largo viaje… Todo dentro de una elegante cajita de madera con mi nombre grabado en ella.
» Me sigue pareciendo todo muy misterioso.
— Mi señor, si me permite… —dijo la muchacha, esperando que el joven le concediera permiso para entrar en su habitación.
— Adelante, Naomi —ordenó, haciendo un gesto para que pasara.
— Me he tomado la libertad de investigar un poco sobre este hombre llamado Nishijima Satomu.
— Bien, ¿Qué has encontrado?
— Si es quien dice ser, es uno de los más famosos artistas de todos los tiempos y no hay nadie en el mundo del arte que no lo conozca, pues se ha convertido en parte importante del mismo, siendo el máximo exponente en lo que a esculpir se refiere.
— Imagino que el maestro ya sabe de esto, ¿no te ha dicho nada al respecto?
— Según lo que se me contó, Nishijima ha salido de su retiro hace poco y se sabe que ha estado buscando a algunos jóvenes por todo el continente con el fin de inspirar sus próximos trabajos. Aseguró haber tratado con Satomu en el pasado, y que le conocía como alguien con una manera misteriosa de actuar. Pero… No me ha dicho si sabe bajo qué criterios se realizó la selección o el porqué usted ha sido seleccionado.
— Ya veo… —aseguro mientras se desperezaba, tratando de disimular lo confundido que estaba—. ¿Y qué opina al respecto?
— Ha dicho que le parece una excelente oportunidad, pero que por su seguridad, si decide aceptar, debo de acompañarlo y velar por que todo se desarrolle de la mejor manera posible.
« Vale… Si al maestro le parece bien, supongo que está bien —se dijo, convencido por lo escuchado—. Además, ya llevo tres días tratando de entender qué puede querer aquel escultor de mí… Es que… no sé; yo quería salir y conocer el mundo, pero esto es demasiado repentino y me asusta un poco. Aun así..., es una gran oportunidad»
— No tiene caso el estar aquí preguntándome el porqué de las cosas. —Se levantó y se quedó mirando hacia el horizonte, hacia el sol mañanero que se alzaba por sobre el mar—. La única forma de averiguar qué quiere realmente de mí aquel hombre es aceptando su invitación.
» Cuanto tiempo necesitarías para hacer los arreglos necesario para el viaje —preguntó a la muchacha.
— Para mañana a esta hora tendría todo arreglado para nuestra partida, mi señor Kōtetsu.
— Bien, entonces dejo los arreglos a tu cuidado.
— Entendido, mi señor. Dígame, ¿hay alguna otra cosa que necesite para el viaje?
— Si, Naomi: Necesito un diario en blanco para tomar notas y… algunos libros sobre la historia de la escultura y similares. Si aquel sujeto me conoce, entonces es justo que yo también lo conozca un poco.
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Saludos, mi estimado joven y próxima fuente de inspiración.
Mi nombre es Nishijima Satomu, y soy un escultor. Soy consciente del escaso tiempo que llevas de vida y de que debo ser un absoluto desconocido para ti, pero no te preocupes por eso, pues pretendo que nos conozcamos bastante bien a su debido tiempo.
Por la presente, me gustaría ofrecerte que fueras mi invitado y que pasarás una temporada en mi hogar, con la esperanza de que tal experiencia sea sumamente benéfica para ambos. A estas alturas te has de estar preguntando sobre el porqué te he escogido a ti por sobre aquella infinidad de posibles candidatos. Por ahora, solo necesitas saber que no ha sido al azar y que eres uno de los pocos que cumple con los requisitos necesarios y que reúne las cualidades que necesito.
En tus manos está el decidir si tomaras esta oportunidad única en la vida, una oportunidad por la que muchos harían y darían lo que fuera. Si aceptas, encontrarás junto con este mensaje un pasaje para un viaje desde la ciudad más cercana hasta Kōtai y un pase que te permitirá hospedarte en cualquier posada del pueblo mientras esperas el que me contacte contigo, además de otros bienes que te facilitaran el largo viaje.
Sin más a que hacer referencia, me despido confiando en que has de tomar la decisión correcta y que, por tanto, he de verte pronto frente a las puertas de mi hogar.
Atentamente,
Aquel que le confiere a la piedra humanidad
Kaido tuvo que leer el contenido de aquella nota un par de veces para entender que se trataba de una invitación dirigida única y exclusivamente a su persona. Los detalles más básicos los percibió al instante, desde luego; como el hecho de que no era el único elegido — aunque sí uno de los pocos, sin embargo—, para realizar el viaje hacia el pueblo en donde el tal Satomu residía, pero en su cabeza aún retumbaba constantemente el tan importante "por qué".
Lo que quería el hombre para consigo era, desde luego, un misterio. Decía ser un escultor, pero Kaido desconocía que se tratase de uno de los más famosos de ōnindo. Y en todo caso, ¿qué podría hacer el escultor con su presencia, más allá de tener que comprar tinta azul para poder decorar una estatua suya, dado el caso que esa fuera su futura obra maestra?
—Que le den, yo no voy a ir a ningún lado —dijo, antes de arrojar la carta sobre la mesa. Le importaba tres santos cojones todo, lo que menos quería en la vida era malgastar su tiempo libre con un posible pedófilo en ciernes —. si tanto le interesa hacer una escultura de ésta belleza marina, bien puede venir hasta aquí y lamerme los cojones cara a cara. Y en mi tierra, además.
—El señor Nishijima es lo suficientemente importante como para considerarse una figura pública respetada y conocida en onindo, por lo que la credibilidad de éste asunto no puede ponerse en duda. Me sentiría más tranquilo si no fuera así, sin embargo, porque...
—¿Uhmmm?
—Porque el Consejo no lo habría considerado una amenaza, y por tanto, podríamos dejarlo pasar tal y como lo has sugerido —le arrojó una mirada furtiva a su protegido, y Kaido entendió por donde iban los cantos—. pero ahora que sabemos que conoce de tu condición, hay que averiguar el qué tanto. Y no hay otra forma que la de seguir la corriente, lo cual te obliga aceptar la invitación.
Kaido bufó sin mediar palabra, evidentemente contrariado. El culo le pesó de pronto unos cuantos miles de kilos, y el tener que levantarse de aquella silla le resultaba imposible. Pero todo era por lo tedioso que pensaba iba a ser el viaje, el verse inmerso en semejante situación, y además, tener que guardar las apariencias. Porque si de algo estaba seguro, era de que sabiéndose como es, primero le causaría un infarto al viejo escultor antes de que pudiese siquiera moldearle los pequeños y afilados dientes de piraña que llevaba por dentadura.
—Está bien, no me puedo negar; supongo... aunque imagino que vienes conmigo, ¿no?
—Desde luego. Si te dejo ir solo, es muy probable que te agarres la pasta que te ha dado el viejo y te lo gastes en unas bonitas vacaciones en el país del agua. Después de todo, ese es tu sueño, conocer Mizu no Kuni, ¿verdad?
—¡Joder! pero que bien me conoces, Yarou-dono.
***
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«¿Un artista? ¿Escultor? ¿Cómo habrá llegado hasta mí este personaje? Y, más importante... ¿De qué inspiración podría servir un ninja como yo?»
Aquellos habían sido los primeros pensamientos de Akame cuando su cartera, la amable señora Hirukata, le había hecho entrega de la misteriosa nota en una soleada mañana de Primavera. Claro, un gennin tan estudioso y profesional como él nunca se había planteado la posibilidad de verse envuelto —ni de cerca— en nada que tuviese que ver con el mundo del arte. Akame tenía otras aficiones además de su profesión, claro, pero éstas no iban más allá de pasear por el Jardín de los Cerezos, tumbarse a leer un buen libro o echar una partida de shogi. Además, desde que se había graduado, tenía considerablemente menos tiempo libre.
Sin embargo, el Uchiha de Tanzaku era un chico curioso. Muy curioso; y por tanto no pudo resistirse a indagar un poco más sobre todo aquel asunto del escultor Nishijima. Un par de visitas a la biblioteca de Uzushiogakure bastaron para ponerle sobre la pista correcta. El Remolino siempre había sido una Aldea históricamente pacífica, y en sus largas épocas de bonanza, sus habitantes habían tenido la oportunidad de cultivarse en otros aspectos de la vida además del militar. Por eso mismo no le faltó información —tanto de libros como de lugareños— durante su investigación, que finalmente le llevó a donde quería... Más o menos.
Sabiendo los antecedentes del misterioso artista, Akame no pudo sino tomar el dinero y los pasajes, armar su bolso de viaje con lo imprescindible y alguna que otra muda de repuesto y echarse al camino. Por suerte para él, Kotai se ubicaba entre los frondosos bosques de Hi no Kuni, país vecino de la Espiral.
¿Qué sorprendentes aventuras le aguardarían allí? Pronto tendría oportunidad de descubrirlo...
“Que no molesten” dijo cierta rubia antes de refugiarse bajo las cobijas que adornaban su acolchado y de donde no parecía muy dispuesta a salir.
Se había corrido el rumor de que cierto artista sumamente prestigioso había estado buscando alguna fuente de inspiración, alguna que fuese lo suficientemente llamativa para que este hombre decidiera volver a hacer aquello por lo que se convirtió en alguien reconocido y muchos en la vivienda de los Sakamoto estaban desesperados por conseguir llamar la atención de este escultor pero ninguno lo había logrado y Noemi si bien codiciaba ser una de dichas fuentes, rápidamente se resignó al ver que dos de sus hermanas que habían sido aceptadas por su padre también tenían ese interés, lo que significaba que ella corría con absoluta desventaja al ser inferior en prácticamente todo aspecto por lo que no tenía sentido luchar en una batalla que ya estaba perdida.
Por eso la rubia decidió seguir su rutina diaria que constaba de dormir una generosa cantidad de horas en plena tarde, supuestamente se trataba de una siesta de belleza pero nadie con dos dedos de frente se creerá que dormir dieciséis horas diarias realmente sirviese para tal cosa.
De cualquier manera, Noemi estaba ya en el quinto sueño cuando su sirvienta personal, Koko, llegó a la habitación sumamente tranquila y con una mueca de terror tomó por el brazo a la bella durmiente para intentar despertarla a base de sacudidas leves.
—Noemi-sama, le han enviado una carta supuestamente importante. —Decía la pecosa con un tono algo bajo para no alterar a la mayor.
—¿Ah…? ¿Quién la mandó? —Se quejó al rato la kunoichi tras removerse bastante bajo las sábanas pero sin abrir los ojos, estaba demasiado cómoda con la cara pegada a la almohada.
—El sobre dice que es de un tal Nishiijma Satomu. —Respondió la menor demostrando su absoluta ignorancia.
Y a diferencia de Koko, la dormilona al instante reaccionó abalanzándose sobre la criada para arrebatarle la carta y leerla desde ya encima de ella. ¿Por qué allí? ¡Porque no tenía tiempo que perder! ¿Qué? ¿No es obvio?
Así fue como en menos de una hora Noemi se enlistó con ayuda de Koko —Por no decir que esta última se encargó de armarle las valijas—y tras una corta despedida partió con el dinero en mano y el pasaje, aunque lo que no sabía era que no sería la única de su villa en emprender exactamente el mismo viaje hacia Kōtai. Aunque había algo en ese texto que probablemente al toparse con otras personas necesitará de alguna confirmación adicional…
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13/02/2017, 16:32
(Última modificación: 15/02/2017, 03:28 por Hanamura Kazuma.)
—Ya hemos llegado a nuestro destino, mi señor —Aviso Naomi, con una voz que denotaba cierto cansancio que, por cuestión de modales, se negaba a mostrar abiertamente.
—No sabes cuánto me alegra eso, Naomi —aseguro mientras se desperezaba en la montura del caballo, casi dormido por el cansancio.
—Hasta aquí les acompañó jóvenes viajeros, ya he cumplido con mi trabajo —les dijo el guía, un hombre de aspecto serio y desaliñado—. Fue interesante el viajar con ustedes, espero consigan en este lejano pueblo de Kōtai aquello que buscan, al igual que lo hice yo.
Aquel que los había llevado hasta aquel sitio se despidió con una amplia sonrisa que no habían visto con anterioridad, lleno de júbilo ante la cuantiosa cantidad de dinero que habrían de pagarle por los servicios prestados.
—¿Por qué no habrá querido aceptar ningún dinero de nosotros, Naomi? —preguntó con inocencia.
—Estoy segura de que ya hay una buena compensación monetaria esperando por él, mi señor. Si, deberá de ser un buen pago, tomando en cuenta todas las dificultades que tuvo para traernos sanos y salvos.
En principio el viaje pintaba como algo sencillo y emocionante. Si, también se presentaba como largo, pero con pocas probabilidades de ser problemático… Pero pensar así solo demostró una gran falta de experiencia en lo que ha recorrer los caminos de Ōnindo se refería.
Llegar a Yamiria les había tomado tres días de recorrido. Allí se quedaron a descansar una noche, para la mañana siguiente partir hacia Tanzaku Gai, la cual estaba a unos cinco días a caballo. En ese lugar localizaron la agencia de viajes guiados a la cual hacían referencia algunos de los documentos enviados por Satomu. Les recibió un hombre que ya estaba esperándolos y al cual no necesitaron dar instrucción alguna sobre a donde tenían que ir o como llegar. Después de un día de descanso, partieron hacia el noroeste.
“Y solo hasta entonces, el viaje se mantuvo como algo normal”
Al principio recorrieron regiones similares a las que ya habían cruzado en su viaje hacia la capital del fuego, pero a medida que pasaban las horas los accidentes geográficos se mostraban cada vez más hostiles hacia los visitantes. En algún punto, Naomi comparó aquel territorio con un enorme jardín de rosas: Aquella naturaleza salvaje relucía con una belleza conmovedora solo comparable con lo descrito en los mejores libros de fantasía. Pero, como todo jardín de rosas, también tenía sus espinas: Los bosques densos y calurosos, con las bestias que por ellos rondaban y que ocasionalmente se acercaban a dar caza a las pobres monturas. Los enormes y altos riscos de los cuales se desprendían rocas que amenazaban con arrojarlos a abismos que parecían no tener fondo. Y numerosos ríos de aguas enlodadas y furiosas que trataban de impedir que cualquiera cruzará cuando su cauce se desbordaba. Lo complicado del terreno, sumado a lo intrincado del camino, con sus muchas vueltas y desviaciones, provocó que la parte final de la travesía les tomará ocho días.
—A los caballos les falta poco para caer muertos por el agotamiento… y nosotros no es que estemos mucho mejor —aclaro mientras acariciaba el cuello de su montura—. Sin embargo, creo que el solo llegar ha hecho que nuestro periplo valga la pena. Quién diría que un pueblo tan hermoso yacía escondido en un lugar tan recóndito.
“Quien diría que habría un lugar casi tan precioso como mi querido Odayakana”
Desde la loma del camino real veían como el pueblo se asentaba frente a ellos, maravilloso e idílico a la luz del atardecer. Posado en el fondo de un valle formado por riscos, envuelto en un uniforme bosque de pinos y atravesado por un enorme río de aguas cristalinas.
—Me gustaría ir y explorarlo un poco.
—Eso sería agradable, mi señor —reconoció Naomi, quien también deseaba ver de cerca la hermosura tradicional de aquel sitio—, pero lo primero en nuestra lista de pendientes es dirigirnos a un lugar en el cual podamos descansar.
»Debemos de ir a la posada de “El sauce cambiante”. Según lo que dicen las indicaciones que venían con la carta, es el sitio donde debemos hospedarnos mientras esperamos a que Nishijima se comunique con usted.
Kōtetsu quería hacer más que solo irse a dormir, quería ver el pueblo de cerca, pero la noche estaba próxima y el cansancio que pesaba sobre sus cuerpos no era cosa de juego. Se puso de acuerdo con su guardiana y se encaminó hacia el edificio que buscaban, lo cual no fue difícil pues estaba ubicado en la calle principal, justo a un lado del río.
Ya era noche cerrada cuando llamaron a la puerta de la casa. De la misma, salió a recibirlos una mujer mayor de aspecto amable y con un rostro arrugado que mostraba mucha expectación. Naomi le mostró el pase y la anciana les hizo pasar.
—Bienvenidos sean a la posada de El sauce cambiante. —Tenía un tono alegre y cordial—. Pobrecillos, miren como están. Ese viaje debió de ser muy duro, ¿cierto?
—Ni se imagina, señora —respondió el Hakagurē, dejando escapar un profundo suspiro.
—Ya veo —asintió—. Ya comenzaba a preocuparme, pues me avisaron que debía de recibir a unos cuantos visitantes, pero fue hace tantos días que temía que ninguno llegase.
—¿Quiere decir que las otras personas citadas por Nishijima Satomu también han de hospedarse aquí? —inquirió Naomi.
—Sí, pero hasta ahora son los únicos que han llegado.
»Esta residencia está preparada para recibirlos: tenemos cuatro alas privadas para cada uno de los invitados. Los llevare a una de ellas y hay podrán esperar hasta que llegue el resto.
Aquella era una señora de caracter agradable, que con certeza se ocuparia de buena manera de cualquiera de los jovenes elegidos que debian de llegar a las puertas de su posada, un edificio cuya bonita decoracion lo convertia en un sitio relativamente facil de encontrar.
"Cierto, no soy el único que ha sido invitado... Me pregunto, ¿quienes seran los otros? ¿Que tal les esta yendo en su travesía?"
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El trayecto hacia la ciudad de Kotai fue, en resumen; extenuante. Poco acostumbrado a surcar caminos tan amplios y durante tantas horas de viaje, para Kaido fue sin duda una tortura que probablemente no querría repetir nunca más; a no ser que el beneficio fuera mucho más certero de lo que lo era en ese momento.
Porque: ¿qué certeza tenía el escualo de que, el aceptar una extraña invitación de un hombre cuyas proezas se encontraban hundidas en las arenas del tiempo, fuera a recibir nada?...
Ninguna. Simplemente, ninguna.
Ganaba más su clan al conocer las intenciones de Satomu para con su cualidad genética — puesto que era sensato asumir que, esa era la razón más clara para que el Hozuki fuera elegido, entre tantos—; que lo que él recibía. Y por ello, llegar hasta allá fue difícil. Para todos.
Pero con el pasar de los días, de las horas; y de los alrededores, la inminente llegada a Kotai se hacía cada vez más clara. Aunque por irónico que luciera, la también claridad que ofrecían los amplios bosques y riscos del país del fuego se iba haciendo cada vez más tenue, a medida de que se adentraban en trayectos más adversos. Hermosos ante los ojos del desconocimiento, de quien nunca había transitado por sus frondosos y vivos bosque, aunque igual de amenazantes para el ingenuo desconocedor de sus alrededores.
Yarou-dono, sin embargo, creía conocer la ciudad. Aunque dubitativo ante sus nublosos recuerdos, no quiso comunicárselo a su protegido. Pero creía de alguna manera haber estado allí, en algún momento de su lejana juventud.
—Hemos llegado —dijo, y Kaido abrió sus ojos inmediatamente. Alzó la cabeza y dejó salir el pescuezo por fuera del carruaje, dejándose ver el camino de pinos que guiaban organizadamente el paso de tierra hacia las calles principales del pueblo —. será mejor hospedarnos cuanto antes. Y... buscar agua.
El gyojin no quería admitirlo, pero estaba tan cansado que poco se había molestado en hidratarse. Su termo había estado vacío por horas, y horas; y su cuerpo comenzaba a pagar el precio. Tenía los labios partidos y la garganta reseca, y los ojos salidos como un pescado fuera del agua.
***
La puerta principal del Sauce Cambiante se abrió en súbito. Y de ella salió despedido el joven Kaido, quien, descolorido; dejó que su cara dejara saber a quien diablos se encontrara allí adentro lo que le estaba sucediendo. Yarou ingresó detrás de él, levemente avergonzado, con rostro de pocos amigos y con la mirada clavada en la nuca de su pupilo. ¿Por qué siempre tenía que ser tan grosero, y ruidoso?
—¡Agua, por las tetas de Yui-sama! —gritó—. ¡dadme agua, coño!
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20/02/2017, 23:23
(Última modificación: 20/02/2017, 23:23 por Uchiha Akame.)
—¡Agua, por las tetas de Yui-sama! ¡Dadme agua, coño!
Aquellos gritos, y el portazo que les precedió, casi consiguieron que Akame se tirase el té caliente por encima, pues alguna de las Fortunas —la más chistosa, probablemente— había querido que en ese preciso instante tuviese en los labios la humeante taza de barro que sostenía con ambas manos. «¡Por todos los demonios del Yomi! ¿¡Pero qué le pasa a este tip...!?». La voz interior que pronunciaba aquellas blasfemias calló tan pronto como los ojos negros y duros del Uchiha identificaron al ruidoso recién llegado.
—Por las tetas de Amaterasu... —masculló, en voz quizás demasiado alta.
«¿Es un hombre... Pez? ¿Qué tipo de criatura extraña tengo ante mí?»
Más que un pez cualquiera —carpa o esturión— aquel muchacho tenía unos rasgos escualos. Piel azul, branquias y colmillos afilados por dientes. Akame cerró la boca con un movimiento seco cuando se dio cuenta de que la tenía vergonzosamente entreabierta. Había leído muchas historias sobre todo tipo de criaturas singulares, pero nunca había visto una con sus propios ojos. «¡Vaya por donde! Sólo por esto el viaje ya ha merecido la pena». ¡Y menudo viaje! Incluso guiado por el ayudante del señor Nishijima, llegar hasta Kotai había sido más difícil de lo que el joven gennin pensara en un principio.
Incómodo, se revolvió en su asiento. Ocupaba una mesa pequeña y ligeramente apartada del resto. Su mochila de color verde militar descansaba sobre el piso, apoyada en una de las patas de la mesa. Contenía sus preciadas y únicas posesiones —sus artículos ninja y el Lamento de Hazama—, algo de ropa y un par de libros, porque Akame no tenía idea alguna de cuánto podía durar su estancia en Kotai. Él vestía una camiseta de mangas largas, de lino blanco y con el cuello ligeramente abierto surcado de cordones; pantalones color azul oscuro, largos también, y sandalias ninja. No llevaba sobre los hombros su capa de viaje, que reposaba, doblada, en su regazo.
Y, por supuesto, la bandana de Uzushiogakure no Sato, que lo identificaba como ninja del Remolino, ceñida al brazo derecho.
El viaje había sido bastante más largo y atroz para la kunoichi de lo que jamás se hubiese esperado, había pasado días enteros caminando por causa de aquella carta que la citaba allí y seguramente cualquiera de sus hermanas la habría pasado mucho mejor, pues con la experiencia que tenían habrían tomado mejores decisiones que Noemi aunque había una que realmente había que reconocerle y fue la de traer a Maki, otra de las tantas sirvientas de los Sakamoto que si bien, reunía los rasgos más característicos de las féminas de la familia, tenía unos ojos de un color cobrizo y un cuerpo bastante más robusto que el de la joven kunoichi, aunque no dejaba de ser atractiva a la vista. Ella era la que se encargaba de llevar todas las posesiones de Noemi cosa que realmente no parecía afectarle en lo más mínimo.
—Debe ser ahí. —Diría con serenidad la sirvienta que le llevaba unos cuántos años a su ama.
—¿Tú crees…? —Consultó no muy convencida de lo que le habían dicho, aunque estaba bastante cómoda siendo llevada como saco de papas por la contraria.
Pues sí, durante el viaje la menor se había puesto caprichosa y en pleno berrinche Maki decidió cargarla sobre su hombro para llevarla y terminar de una maldita vez con ese desastroso viaje.
A la distancia la sirvienta podía ver perfectamente un par de figuras acercándose a un edificio cuyo letrero ponía en claro “Sauce cambiante”, la posada en la que deberían de hospedarse hasta terminar con todo eso relacionado al artista. Pero de todas formas, incluso suponiendo que se trataba de otro de los citados prefirió mantener distancias hasta el momento en que ingresó sin molestarse en bajar a Noemi que estaba más entretenida mirando el horizonte, hasta que vio pasar el umbral de la puerta.
—¡Pero bájame antes de meterte! —En cuanto gritó la chica comenzó a removerse y patalear en un intento por liberarse que al final sería efectivo, aunque solamente porque la otra así lo quiso dejándola caer sin más a un lado de su robusto cuerpo. —¡Por amor a dios! —Se quejaba Noemi mientras se levantaba algo adolorida del suelo, esperando que no hubiesen demasiados testigos de su no tan brillante entrada.
Lamentablemente para la kunoichi, allí habían varias personas entre las cuales, uno que se le hacía conocido, demasiado para su gusto.
«Me cago en la puta. »Pensó al reconocer a Akame, bastante cómodo tomando su té como toda su vida había hecho al menos dentro de Uzushiogakure. A los otros sí que no los reconocía.
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El Sauce cambiante era, por lo general, un lugar silencioso y lleno de paz, pues habían sido pocas las personas que llegaron a hospedarse en aquel gran edificio de varias alas, pero aquel día estaba resultando mucho más ruidoso y animado de lo que se pudiese esperar.
Todo era a causa de los invitados que debían de ser recibidos allí por orden del señor Nishijima, quien hubo alquilado la totalidad de las instalaciones con el fin de recibir a su jóvenes seleccionados. El primero en llegar fue Kōtetsu, que aun permanecía descansando su agotado cuerpo del largo viaje realizado. El segundo en llegar, uno o días después, fue el Uchiha, que ahora se encontraba tomando un poco de té, y luego el aparecieron el joven y la señorita restantes.
—Parece que por fin han llegado el resto de invitados, sean tan amables de recibirlos —dispuso la anciana dueña de la posada, mientras, placida y elegantemente, disfrutaba de su té en la sala común.
Sin demora, un grupo de unas cuatro doncellas se acerco a la entrada para recibir a los recién llegados. Al igual que con los otros dos muchachos, no les hizo falta el pedir algún tipo de identificación para verificar quienes eran, pues ya tenían una acertada descripción de la apariencia de quienes se hospedarían allí. Sin embargo, eso no quito que miraran con cierto asombro y curiosidad los peculiares rasgos de las personas que yacían en la puerta.
Luego de los habituales, y no tan necesarios, saludos formales, las jóvenes se dispusieron a atender las necesidades de los visitantes. Lo primero que hicieron fue llevarle agua al joven de piel azulada; depositaron frente a él un balde enorme, esperando que la bebiera, si es que era para eso que la necesitaba. También socorrieron la chica rubia que parecía haberse golpeado contra el suelo, a la espera de saber si necesitaba alguna atención médica.
Con las necesidades más inmediatas de sus clientes cumplidas, las criadas se encargaron de guiar a cada quien a su respectivo habitáculo. El Sauce cambiante estaba conformado por cuatro alas y un área central que las conectaba a todas. Sin embargo, cada una era independiente; pues tenían sus propios baños, cocina, sala, habitaciones y jardín, de manera que los que allí se hospedaran pudiesen tener todo lo que necesitasen sin necesidad de pasar por el área común y ver a los otros que también se quedasen allí.
Estando ya reunidos los cuatro jóvenes, solo quedaba proseguir con el plan que estaba pautado: Luego de darles un día de descanso, serian citados en el comedor del área central, para una cena donde se harían las presentaciones pertinentes y donde se les comunicaría las siguientes instrucciones de aquel que les había convocado. Se prepararía gran cantidad de alimentos, más que suficientes para satisfacer cualquier hambre atrasada que pudiesen tener. Todo en un ambiente agradable que invitase a socializar, y a escuchar lo que la encargada tuviese que decirles.
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Para su suerte, no pasó demasiado tiempo para que los sirvientes tuvieran la amabilidad de saciar su sed. Sin embargo, tampoco pusieron demasiado esfuerzo en su recepción, siendo que resultó ser inmediata la petición a los huésped para que se movilizaran cada uno a sus respectivas alas privadas, donde contaban con todos los servicios necesarios para tener una noche más que placentera.
Kaido, por supuesto, pasó de todo los lujos y apenas encontró una cama lo suficientemente cómoda como para recostar su trasero; se durmió. Yarou hizo todos los deberes, como era usual en su hogar allá en la ahora lejana aldea de Amegakure.
A la mañana siguiente, la invitación más inmediata clamaba por la asistencia del escualo al comedor del área central, donde se realizaría una cena especial en la cual, probablemente, se darían más detalles acerca de la misteriosa invitación. Si no fuera, sin embargo, por todos aquellas excentricidades, y que además, eran gratis, Kaido probablemente habría vuelto a casa en un santiamén. Su paciencia, no obstante, no era infinita. Mientra más pronto saldaran sus dudas, menos eran las probabilidades de que el tiburón se convirtiera en un verdadero problema, y no en la musa que se esperaba para revivir los tiempos de gloria del señor Satomu.
El gyojin llegó a la sala, vistiendo sus ropas habituales. Su cabello se encontraba suelto, reposando como cascada sobre su espalda, y no había signos de su bandana por ningún lado. Y aunque Yarou-dono le instó a que dejase en la habitación todos sus utensilios shinobis, el escualo no dejó pasar la oportunidad de ser precavido y de llevar consigo —y lo más oculto posible, atado en uno de los costados de su cinturón, por dentro— un kunai.
Si lo iba a necesitar o no, eso ya estaba por verse.
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La noche trascurrió sin más sucesos destacables, pues los empleados de El Sauce Cambiante se apresuraron, diligentes, a solventar cualquier tipo de incomodidad que pudieran sufrir sus huéspedes. Akame no pudo evitar admirarse de la disciplina y efectividad de la que hacían gala aquellos hombres y mujeres; eran organizados, obedientes y rápidos, y se movían con una técnica casi militar. Aquello, unido a lo lujoso del sitio, no hizo sino acrecentar la curiosidad del joven Uchiha. «Ese tal Nishijima debe ser un hombre de muchos recursos... De lo contrario, ¿cómo podría permitirse pagar la estancia a más de media docena de invitados en un sitio como este?». Pese a todo, aún no había encontrado respuesta para las muchas preguntas que le surgieron antes de empezar tal viaje —y temía que todavía tuviese que esperar—.
Así fue. Esa misma noche el maestro artista ni siquiera hizo acto de presencia, sino que los sirvientes del establecimiento les acompañaron a todos a sus estancias. Akame quedó maravillado del lugar, que a él se le antojaba lujoso en extremo. Quizás no fuese más que su precaria experiencia en alojamientos refinados, o su desmedida imaginación a la hora de atribuir toda clase de adjetivos fantasiosos al lugar... Pero aquella noche el Uchiha durmió como un bebé.
Durante el día siguiente, Akame se dedicó a comer en abundancia, pasear por los jardines del lugar y beber un té verde no tan bueno como al que se había acostumbrado a tomar en Uzushio.
Cuando cayó la noche, el Uchiha se dio un buen baño caliente y luego, previo aviso de que se celebraría una cena, decidió vestirse con sus mejores galas; que no eran gran cosa. Una camisa de manga larga, de color blanco marfil, pantalones negros también largos y sandalias ninja. Sobre la camisa, pese al calor de la Primavera, optó por llevar una chaqueta de color carmesí con el símbolo de Uzushiogakure cosido en la espalda. Había sido un regalo de su maestra, Kunie —más parecía una broma pesada—, pero era una prenda elegante en comparación con el resto de su armario.
Por cuestión de etiqueta dejó sus armas en la habitación, y tan sólo llevaba el mecanismo oculto de kunai, cargado, bajo la manga derecha. También lucía su bandana del Remolino, atada en torno al cuello. Por último, recogió su pelo color azabache en una cola corta y baja, que le llegaba apenas un poco más allá de la nuca.
Poco después de que ella ingresase al local junto a su querida sirvienta, una parda de empleados del lugar entraron de golpe como una oleada y se encargaron de atender a cada uno de los invitados, al escualo, al Uchiha y a la Sakamoto que inclusive exageraron respecto de las preocupaciones y casi más la envolvieron en vendajes por si las moscas.
De cualquier manera, cada uno de los allí presentes fue guiado a una habitación diferente, cada una con sus respectivos baños e incluso cocinas, algo extraño incluso para la rubia pero no se le ocurrió en ningún instante cuestionar nada de lo allí presente, pues estaba feliz con tal recibimiento pero claro que resultaba extraño proviniendo de un completo desconocido.
Claramente Noemi aprovecharía lo que restaba del día en sus diversas costumbres supuestamente embellecedoras, que claro, en realidad no servían para nada pero ella permanecía convencida de que sí. Y así se consumió el resto del día para luego echarse a dormir en medida de lo posible, hasta pasado el mediodía del día siguiente de no ser porque Ruri insistió con que se levantase a atender el llamado general seguramente dedicado a todos los invitados.
Aunque había llegado con todas sus armas, la rubia decidió bajar sin ninguna encima, ni siquiera llevaba su portaobjetos, tan solo llevaba su bandana y obviamente su atuendo habitual azul. Total, no suponía necesario tener que defenderse de ninguna manera.
Y así fue como la chica bajó completamente sola, pues su sirvienta se había quedado en la habitación cuidando todas las pertenencias de la primera. Para su sorpresa, casi podría afirmar que era la última en llegar a excepción del propio artista que los había llamado en primer lugar.
—Hey, Akame. —Llamó Noemi alzando una mano en señal de saludo mientras se acercaba a él. —Curioso encontrarnos aquí, ¿no? —Agregaría con un tono neutro.
Era al único que realmente reconocía, siendo sinceros, y tampoco estaba del todo cómoda estando completamente sola entre absolutos extraños.
Nivel: 10
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El día se había pasado lentamente para el joven Hakagurē, que se había limitado a descansar y a leer uno de los libros de arte que había llevado consigo. Para cuando cayó la noche, y el momento de asistir a la cena pautada, se sintió aliviado de dejar a un lado aquellas letras que mucho le decían sobre la escultura pero que poco le hablaban sobre Nishijima Satomu.
«Me incomoda el estar aquí sin saber absolutamente nada de nuestro anfitrión. Bueno, seré optimista; es posible que nos sea presentado durante la cena.» pensó mientras se arreglaba, con ropas simples y sin rastro alguno de su bandana o Bohimei.
Hallándose modestamente vestido, se despidió de Naomi y procedió a abandonar su ala para dirigirse al área común.
«De seguro allí están el resto de invitados —Sentía cierta ansiedad creciendo en su ser—. ¿Qué tipo de personas serán? ¿Tendremos algo en común, algo que haya determinado nuestra selección?»
Grande fue su sorpresa en cuanto llego a la sala, pues reconoció sin problema alguno al joven de cabellos negros. Se trataba de Uchiha Akame, un compatriota con el cual había trabajado en el pasado y con quien compartía el don de tomarse las cosas con calma y serenidad.
—Qué pequeño es el mundo, ¿no? —dijo mientras se acercaba a una de las pequeñas mesas individuales—. Esperaba muchas cosas, pero no encontrar a un conocido en este remoto pueblo.
»De todas formas, es agradable el volver a verte Akame-san.
Saludo con una leve reverencia, y se sentó. De pronto, se hizo consciente de que había dos personas más haciéndoles compañía: Una era una agraciada chica rubia que portaba la bandana de la espiral, y que también se le hacía muy familiar, sin estar seguro del porque. El otro era un muchacho que, en el más amable de los términos, solo podía ser descrito como extraño; Tanto su piel como su cabello eran de un color azul, su melena de uno oscuro y su tez de uno más claro.
«Interesante…» pensó, fijando su curiosa y serena mirada en aquellos dos jóvenes, alternado entre uno y otro.
—Me alegro de que todos los invitados estén aquí reunidos —confeso con cordialidad la anciana encargada del Sauce cambiante, mientras entraba a la sala—. El viaje era tan largo y peligroso que temí que alguno no pudiese llegar.
Mientras se sentaba en la quinta mesa, un grupo se sirvientes entro, portando variedad de platillos. La forma en que estaban distribuidas las mesas, cinco pequeñas y una grande central, recordaba el estilo de las comidas de negocios, más que el de las de bienvenida. Los empleados se movían en silencio y con agilidad, para no perturbar el buen ambiente que acababan de crear. La comida lucia muy tradicional, y por su presentación se podía ver que eran las recetas típicas de aquella lejana región.
—Permítanme presentarme —les dijo mientras se levantaba—, mi nombre es Mikuriya Hiroe, y soy la propietaria y encargada del Sauce cambiante.
Realizo una cordial reverencia y se volvió a sentar.
—Ya tenía conocimiento de sus nombres, pero sería agradable si también pudiesen presentarse. Sí, eso sería lo adecuado para la ocasión.
—Yo… —Kōtetsu era el primero en atender el llamado de cortesía—. Es un gusto, mi nombre es Hakagurē Kōtetsu. ¿Puedo hacerle una pregunta?
—El gusto es todo mío, Kōtetsu-san.
»Y a pesar de que no tengo todas las repuestas respecto a la presente situación, pueden preguntarme lo que sea.
—Bien, ¿Cuándo vendrá el señor Nishijima? —pregunto con serenidad.
—Lo verán en las debidas circunstancias, pero no aquí y no ahora —contesto con absoluta amabilidad—. Esta es solo una parada de descanso que dispuso para sus invitados, que seguro estarían agotados luego de semejante viaje.
»¿Alguna otra inquietud? pregunto, dirigiendo su lánguida mirada al resto del grupo.
Nivel: 28
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Kaido se mantuvo ajeno a los otros presentes, quienes parecían conocerse; pues entablaron conversación entre ellos apenas tuvieron la oportunidad. El escualo, por su parte, no tenía recuerdo alguno de haber visto a los otros tres jóvenes en algún lado, así que dejó que cuchichearan lo que tuvieran atravesado en la garganta, pues no le interesaba demasiado lo que nadie tuviese para decir salvo por el mismísimo Nishijima...
Quien, por lo visto, tampoco iba a estar durante la velada.
No obstante, fue una mujer la que tomó las riendas del encuentro, dándose a conocer como la encargada del Sauce Cambiante. Su nombre era Mikuriya Hiroe. Durante su presentación, un séquito de sirvientes se adentraron en la habitación, y con proeza fueron dejando los distintos platos sobre las mesas, con el protocolo que probablemente se les había inculcado antes de trabajar para ellos.
Kaido tomó asiento en una de las mesas, y cogió el primer plato que vio. Comenzó a comer por su cuenta, aún y cuando la presentación del tal Hakagurē Kōtetsu no había terminado. Y, suponiendo que su tan ruidoso masticar atraería la atención de los presentes, aprovechó para zanjar su presentación.
—¡Ehhhh! mi nombre es Kaido, y... tengo una sola inquietud —dijo, mientras probaba otro bocado—. es que vuestra comida está desabrida, así que sería de gran ayuda que me traigáis un tarro con un poco de sal, si sois tan jodidamente amables.
Aunque, en vista de la cantidad de comida que había sobre la mesa, no tuvo reparo en continuar con su propio banquete. Hizo un pequeño y molesto gesto con la mano, como pasándole la batuta de presentación al siguiente. Bien fuera el otro tipo, o la mujer de tetas enormes: le importaba un cojon y medio.
Nivel: 30
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Una voz sobresaltó al Uchiha, como el dulce canto de un ave nocturna que le sacó de sus pensamientos. Akame buscó, recorriendo con la mirada aquella sala, hasta encontrar a nada más y nada menos que...
—Sakamoto Noemi-san —devolvió el saludo, sonriente—. Curioso, sí. Pero tengo que admitir que tu presencia es muy refrescante —añadió, haciendo una leve reverencia—. Estaba empezando a pensar que todo esto no era más que una broma de mal gusto.
No sabía por qué, pero el hecho de que hubiera allí alguien más —y de su propia Aldea— atendiendo a la excéntrica llamada del escultor le infundía cierta tranquilidad. Más de una vez, durante el trayecto e incluso la noche anterior, al Uchiha se le pasó por la cabeza que todo aquello no fuese más que un engaño, una estafa... Pero claro, ¿quién invertiría tanto tiempo y dinero en una broma pesada?
—Sea como sea, espero que obtengamos respuestas esta noche —rubricó, y luego tomó asiento, invitando a la joven Sakamoto a compartir mesa.
Pero las sorpresas no acababan ahí. Al poco Akame pudo distinguir otra cara conocida; esta vez, la de Hagakure Kotetsu, otro compañero de Villa. Kotetsu era un chico hábil y tranquilo, disciplinado, de esos que solían encajar en el molde que Akame había asignado al adjetivo de "buen shinobi".
—Lo mismo digo, Kotetsu-san —respondió con una tranquila sonrisa el Uchiha, a la que acompañó de una leve reverencia.
«Así que somos nosotros tres y... Ese chico» reflexionó Akame, lanzando una mirada disimulada al cuarto invitado, que no era otro que el niño-pez que tan ruidosamente había irrumpido en la posada la noche anterior. En aquel momento comía sin el menor reparo, desgarrando trozos de carne asada con sus dientes afilados como cuchillas, en un lugar apartado de los tres ninjas de la Espiral.
No hubo tiempo para más reflexiones porque la dueña de El Sauce Cambiante hizo acto de presencia. Akame no pudo evitar una mueca de decepción se adueñase de su rostro cuando aquella anciana les dijo que tendrían que esperar todavía más para conocer al maestro artista.
«Así que Kaido, ¿eh?»
Una vez el misterioso y azulado muchacho se presentó de una forma tan peculiar como podía esperarse juzgando su aspecto, Akame decidió tomar el turno.
—Mi nombre es Uchiha Akame, gracias por su hospitalidad —anunció, poniéndose en pie y dedicándole una queda pero cortés reverencia a la dueña del lugar—. Y mi pregunta es... ¿Qué estamos haciendo aquí?
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