La vida de campo les había sentado de maravilla a Hana y Ren. Había pasado ya una semana desde el incidente en el que Ren había salvado a toda la población de una pequeña aldea de la malvada espada de control mental. Las aldeanas se despertaron confusas aquella tarde, recordando vagamente a una samurai morena que les liberó del yugo de un malvado espadachin bandido. Yukiko había desaparecido por completo para ir a ayudar a reconstruir aquel pueblo y Saori estaba más melancolica que nunca. Se mostraba alegre frente a las niñas, pero en cuanto se iban perdía aquella modesta sonrisa.

En cuanto al proyecto de su casa, ya estaba casi toda la estructura hecha. Sin embargo, faltaban todos los servicios como la luz, el agua... Aquello les tomaría algo más de tiempo, pero de mientras, Ren podía ir haciendo anexos o habitaciones extra. Tenían muchos planes, pero todos requerian de tiempo y recursos. Y, de todas formas, no era el momento de dejar a la pobre Saori sola.

Era de nuevo domingo y ambas estaban tiradas en la cama. Hana notó algo subirse a la cama y rápidamente asumió que se trataba de Lily, aunque había sido muy sigilosa.

— Ren, te toca dar de comer a la koala. — dijo Hana sin abrir los ojos.

Sin embargo, Ren lo que notaría no era a su pequeña Lily. Sino unos lametones en la cara de una cosa extra peluda. Si abría los ojos, vería a una pequeña lobezna tumbada a su lado, mirandola con grandes ojos azules. Su pelaje era del mismo dorado que las lobas que le habían ayudado.

Ren refunfuño un poco al notar el peso y luego cuando Hana le pidió que la alimentara.

— ¿Yo? Si todavía me duele el pecho de anoche — replicó con su humor completamente natural ya de primera buena hora de la mañana, mientras hacia un esfuerzo por abrir los ojos.

Cuando su mirada y la de la lobezna se cruzaron, Ren parpadeó un poco todavia con cara adormecida. Se quedó mirandola en silencio, y entonces resopló, pensando que todavía estaba dormida y agotada. Volvió a hacer un esfuerzo por abrir los ojos, encorvando la cabeza hacia delante y pasando esta vez a pellizcarse una mejilla.

— Ay — protestó al sentir el dolor.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que era real, y poco a poco su rostro paso a uno más despierto y mezclado con algo de sorpresa. Levantó una mano, para extenderla al animal y tocarle el hocico con suavidad.

El animal torció el gesto y se relamió el hocico ante el toque de Ren. Viendo que por fin había despertado, empezó a mover la cola con entusiasmo y se puso en posición de ir a saltarle solo para quedarse esperando.

— No digas esas cosas delante de la niña. — le reprochó Hana todavía sin abrir un solo ojo, ajena a lo que pasaba.

— Hay un pequeño problema, querida — al principio utilizaba mucho esos apelativos cariñosos porque avergonzaba a Hana y le gustaba como reaccionaba; a dia de hoy, solo era algo que acompañaba sus frases de vez en cuando cada vez que hablaba con ella. — Al final parece que Lily no es una koala; es una loba, bueno, una lobezna

Añadió acariciándole la cabeza al animal.

— ¿Qué dices? ¿Estás segura de que estas despierta? — dijo Hana girandose para encararla y abrir los ojos finalmente.

La lobezna se dejó acariciar y si en algún momento Ren se detuviese de acariciarla, empezaría a lamerle la mano hasta que volviese a acariciarla. Hana se quedaría mirando con una ceja levantada.

— ¿Qué demonios?

Ren paró un momento, para cuando empezara a lamerle la mano sonreir complacida, volviendo a acariciarle la cabeza.

— Lo siento Hana... No te conté todo lo que paso el otro dia en el bosque y... Bueno, no esperaba que lo descubrieras de esta forma... — dijo haciendose la dolorida y avergonzada a la vez, tapandose la boca con su otra mano y mirando a las sabanas con algo de tristeza.

Hana parpadeó lentamente mirando a la lobezna antes de volverse a Ren, completamente confusa.

— ¿¡Qué!? — dijo en un tono más alto.

Agarró al animal con sus manitas, levantandolo de la cama y la lobezna ni siquiera se resistió, solo empezó a lamerle las manos como podía a Hana.

— ¿¡Qué!? — repitió de nuevo.

La morena tan solo rio ante la escena, flexionando una de sus piernas y apoyando un brazo sobre esta para mirar a Hana.

— ¿Es Lily? ¿La enseñaste a usar el henge? Y si no, ¿cómo se nos ha colado hasta llegar a la habitación? ¿Nadie se ha dado cuenta en toda la casa?

Pasó a estirar entonces los brazos por encima de su cabeza, dejando que parte de su abdomen quedara algo visible y haciendo algún ruidito añadido con su estiramiento.

La lobezna giró la cabeza.

— No soy Lily, me llamo Tsubaki — dijo la can mientras intentaba rascarse la oreja con la pata trasera aún en las manos de Hana. — He entrado por la ventana del baño.

Hana abrió la boca, pero no dijo nada, solo se giró a Ren con una expresión aún más confusa.

La morena tan solo se encogió de hombros y apartó las sabanas para salir por la parte baja de la cama gateando un poco, dado que Hana seguía en el mismo sitio. Se dirigió al armario y buscó cambiarse de ropa, mirando un poco lo que tenía y buscando sobre todo algo simple como todos los días.

— ¿Eres de la camada de las otras dos lobas? Como se llamaban... — Hizo un pequeño esfuerzo de memoria, para después voltearse y mirar a la lobezna mientras terminaba de bajar la camisa que se había puesto. — Recuerdo que una se llamaba Yuki.

— ¡Sí! Mamá Yuri quería venir a verte y me dijo que esperase fuera porque yo no sé transformarme todavía, ¡pero yo quería entrar! — dijo acercandose al borde de la cama cuando Hana la volvió a poner sobre esta para que fuese libre. — Seguí el olor dulzón de la señorita rubia, pensé que ella sería la espadachina misteriosa, pero al llegar aquí recordé que mama Yuri dijo que se parecía a mama Saki, así que tenías que ser tú. ¡Soy la mejor detective de Onindo!

Hana no dijo absolutamente nada, ni se levantó de la cama. Se dedicó a seguir acariciando a la lobezna que daba coletazos a todas partes de la alegría.

— ¿Para verme? ¿Ha pasado algo? — Preguntó algo extrañada, y ligeramente preocupada. — Bueno, vas a tener que vestirte Hana, tenemos reunión de mamas.

Esbozó una leve sonrisa, para coger el resto de ropa y terminar de cambiarse de ropa detrás del biombo. Cuando volvió, tomó a la lobezna en brazos, pasando las manos por debajo de lo que serían sus exilas y después tomarla en brazos como si fuera un bebe.

— Al final, vas a tener que montar una guardería. No parecen de aparecer niñas con tu nombre. — se burló Hana mientras se metía en el baño a hacer su rutina.

Salió y se vistió con su tipico vestido blanco con un corsé de cuero. Era lo más sencillo y lo que le parecía más bonito junto a sus sandalias altas de cuero también.

— ¿Vamos? — preguntó mientras se ajustaba un poco su peinado de trenza en cascada, a pesar de que ya se veía perfecto.

Jugueteó un poco con el animal, y esperó a que su preciosa novia volviera tan deslumbrante como siempre. Esa ropa era bastante sencilla también, pero resultaba un poco insultante lo bien que le quedaba. Bajo junto a ella con la lobezna en brazos, andando delante.

— Tened más cuidado con las ventanas, se nos ha colado esta amiguita peludita — añadió en un tono un poco alto, pasando primero por la puerta que daba al salón y mirando para ver si había alguien allí y si no dirigirse hasta la cocina.

En el salón encontrarían a Saori con una señorita con un abrigo bien peludo y unos pantalones y camisa sencillos. La señorita en cuestión tenía una larga melena rubia y ojos esmeralda. Estaban en una de las mesas bebiendo bebidas calientes y comiendo galletas. La rubia se levantó de inmediato hacia la lobezna.

— Oh, mi pequeña Tsubaki, te dije que esperases fuera hasta que te fuese a buscar. — dijo antes de quitarsela de los brazos a Ren para sujetarla ella misma de la misma forma. — Ya sabes que te pones a ladrar y no hay quien te calle.

Esa ultima parte la dijo mirando fijamente a la lobezna a los ojos.

— ¿Woof?

— Eso mismo. — dijo sonriente volviendo a su sitio. — ¿No nos vas a presentar?

Miró a Ren, y Hana la imitó, esperando esa presentación.