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Reiji había negado a Juro, y el genin de Kusagakure había dejado su alma y todo su esfuerzo por convencer a aquel chico de permanecer juntos, pues todos se necesitaban aunque no confiasen los unos en los otros. Había hablado, había sido sincero con él y ahora era él, Reiji, Jin, el que debía decidir si fiarse de aquel chico.
Por su parte, los otros dos integrantes de aquel improvisado grupo más Jin debatían si subir arriba de una vez por todas y ayudar a Juro por si acaso se encontraba en apuros o idear un plan y atacar cuando viesen una oportunidad.
Jin permaneció callado mientras Riko y Ayame discutían sobre ir deprisa o despacio, hasta que, ya decidido que iban a ir sí o sí, habló en voz baja mientras se dirigía a la puerta.
— Chicos, ¿no creéis que si le hubiese hecho algo a Juro, no se lo habría hecho ya? Está indefenso, como nosotros —explicó el chico — . Aunque Ayame tiene su punto, por eso podemos ir despacio, pero aprovechando cada segundo, somos cuatro contra uno, al fin y al cabo.
Y después de soltar lo que pensaba, se adelantó y fue el primero en salir de la habitación, dirigiéndose a las escaleras. Tardaran lo que tardasen, subiendo los escalones que decidiesen subir, al final terminarían por encontrarse con Juro, y...
¿Otro Jin?
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1/02/2018, 21:47
(Última modificación: 1/02/2018, 21:48 por Sasaki Reiji.)
— Esta bien. Si después de decirte todo esto tu opinión no ha cambiado ni un poco, me apartaré. No voy a pelear contigo, Jin. Por mucho que parece que te esfuerzas en creerlo, no soy tu enemigo ni tu asesino. Pero antes, por favor, déjame intentarlo una última vez. Solo quiero hablar contigo, nada más. Dame un minuto más, y luego, haz lo que quieras.
No era mi asesino, pero solo por los pelos. Si hubiera confiado en él, su marioneta me habría atravesado el corazón con aquella. Asi que eso de que no era mi enemigo, era relativo al punto de vista. Desde luego no pensaba considerar un aliado a alguien que había querido asesinarme. Pero estaba claro que no se movería hasta que lo escuchara y no me apetecía pelear en mi estado, si al final se apartaba, me daba igual.
—Te escucho.
— Te pido solo que respires y pienses con claridad. Te vas. ¿Qué pasa luego? Olvida las piezas y que nos necesitamos. Estamos atrapados porque una banda de asesinados esta fuera de la mansión. ¿Crees que uno solo de nosotros puede sortearlos?
Ni uno, ni los cuatro. Habíamos entrado en esta casa para escondernos de ellos, pues parecía el único lugar seguro, y ahora había prisa por salir. ¿Salir a qué?¿ A morir? Ninguno de ellos había estado dispuesto a luchar antes ¿Por qué lo iban a estar ahora? ¿Por qué ahora Juro tenía armas para matar? Ese argumento no me servía de absolutamente nada.
— Ayame-san y Riko-san no parecen malas personas. Aunque no los conozca. No te pido que confíes en nosotros. Solo que permanezcamos todos juntos hasta conseguir salir vivos de aquí.
—¿Para qué?¿Para qué me volváis a abandonar cuando necesite ayuda? Ayame, esa a la que no consideras mala persona fue la primera en salir corriendo hacia la luz, luego todos la seguisteis, y me dejasteis allí, tirado, solo. ¿Para que quieres que permanezca con vosotros? ¿Para que te sea mas sencillo clavarme el cuchillo cuando te dé la espalda? O ¿vas a usarme para salir de aquí y luego me vas a matar o a dejar tirado de nuevo?— No, no iba a dejarle contestar a las preguntas, yo no había terminado. —Tus palabras están tan huecas como tu marioneta, vuestros actos ya han hablado lo suficiente por vosotros.
Me iba a marchar de allí en ese instante, pero de pronto, volvió. No la marioneta asesina de Juro, no Ayame o Riko. Tampoco los ojos violetas ni la voz de la casa. Lo que volvió fue el mono. Aquella maldita ansia que sentía por consumir maíz. Mi mente volvió a nublarse mientras mis tripas me exigían con violencia que les diera su comida.
Apoyé mi mano izquierda sobre la pared del pasillo, y puse la derecha en mi barriga, apretándola con fuerza. No servía de nada, pero por algún motivo era como una panacea. No aliviaba el hambre, ni calmaba mi ansia, pero era como decirles a mis tripas que se calmaran un momento, que enseguida encontraría el maíz. Aunque eso no era del todo cierto.
Caminé. Juro se había apartado, sin embargo, la cosa no iba a terminar como esperaba, por que, al parecer, alguien termino de subir las escaleras. Ayame, riko y… otro yo. ¡Genial! Como si no tuviera suficiente con todo el tema del maíz como para tener que tratar ahora con aquello. Sin fuerzas, sin ganas, sin voluntad y muy cansado de todo, todavía sucio y humedo. ¿Y ahora tenia que pararme a convencerlos de que yo era el autentico?
No, no me quedaban ganas para luchas. Yo solo quería comer maíz y si hacía falta iría a rastras a la cocina, o al comedor, o al sótano a buscarlo. Sin mi no iban a salir, pero si a ellos yo no les importaba, ellos a mi me importaban aun menos. Ademas, ya me habían encontrado un sustituto.
—No voy a tratar de convenceros de nada, yo soy el falso Jin —Dije moviéndome en dirección a las escaleras, tan rápido como mis fuerzas me permitieran y con una mano aun apoyada en la pared y la otra sobre el estómago. Con la cabeza agachada y el pelo, aun húmedo, cayéndome sobre la cara. —Dejadme en paz, por favor, solo dejadme en paz de una vez.
Yo solo quería ir a buscar mi maíz.
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2/02/2018, 14:36
(Última modificación: 2/02/2018, 14:37 por Eikyuu Juro.)
Juro se apartó a un lado, observando como sus palabras no hacían mella en el escudo impenetrable que Jin parecía haber creado en contra suya.
Ni si quiera le dejó contestar. Por supuesto que no le dejó contestar. Juro tenía argumentos, de hecho. Podía deducir que el momento en que Jin se había sentido abandonado fue cuando los tres corrieron hacia la luz y él no. El porque, ya no lo sabía. Pero había sido todo un malentendido claro.
«Ayame tenía miedo a la oscuridad y él lo sabe. Por eso corrimos. Fuimos en su ayuda. ¿No lo sabe? »
Cuando escuchó sus últimas palabras, lo tuvo claro.
« Sí que lo sabe. Claro que lo sabe. Solo lo esta usando de excusa. No sé lo que tiene en nuestra contra nuestra, pero es fuerte. Y va a usar cada motivo que le demos, por minúsculo que sea, para reafirmarse »
¿Por qué el odio de Jin era tan grande? Ya no hacia él. Odiaba a Ayame y a Riko también. Por alguna razón.
Dijese lo que dijese, haría palabras sordas. De eso estaba segura. No iba a funcionar. Por eso, no le paró ni hizo nada para que se detuviese.
Hasta que al menos, escuchó algo.
—No voy a tratar de convenceros de nada, yo soy el falso Jin. Dejadme en paz, por favor, solo dejadme en paz de una vez.
— ¿Eh? — Juro no comprendió. ¿Se había vuelto loco del todo ya? No. Había alguien en la puerta que acababa de abrir.
Corrió hacia ella, para toparse con quien imaginaba. Eran Ayame y Riko.
— ¡Ayame-san! ¡Riko-san! ¡Estais bien! — exclamó. Sin embargo, su alegría se fundió cuando vio a alguien más. Un tercer miembro. Era... —. ¿Q-Quién es ese? No puede ser...
Juro retrocedió, asustado. ¡Había otro Jin! ¡Otro más!
« ¿Un impostor? Pero entonces... ¿Qué me asegura que ellos sean los verdaderos también? ¡No puede ser! »
— ¿Hay dos Jin...? — murmuró, pegando la espalda contra la pared del pasillo. No se atrevía a acercarse a él. A ellos.
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Cuando Riko estaba dispuesto a salir corriendo en ayuda de Juro alguien le agarró firmemente del brazo impidiéndoselo, por lo que se dio la vuelta, mirando a Ayame, que era la que se había lanzado a frenarle con cara de no entender por qué. Estaba claro que tenían que ir en busca de Juro y no creía que ir despacio fuera la mejor situación, pero Ayame expresó su punto de vista y trató de explicarse lo mejor posible, por lo que al final, aunque a regañadientes, el peliblanco aceptó.
El tercer integrante de aquel grupo habló entonces.
—Chicos, ¿no creéis que si le hubiese hecho algo a Juro, no se lo habría hecho ya? Está indefenso, como nosotros. Aunque Ayame tiene su punto, por eso podemos ir despacio, pero aprovechando cada segundo, somos cuatro contra uno, al fin y al cabo.
Tenía parte de razón y había que reconocer que había cambiado mucho su actitud desde que habían entrado en aquella casa, ahora estaba mucho más cooperativo y aquello facilitaba las cosas.
— Está bien, vamos. — Añadiría Riko.
Siguió al chico, que se había adelantado aquella vez y los tres subieron por las escaleras hacia el segundo piso, el Senju caminaba con cuidado de no hacer ningún ruido para no llamar la atención de quien quiera que fuera el que estaba arriba y miraba a todos lados para que no les pudieran pillar en un ataque por sorpresa.
Cuando llegaron a su destino, la escena que se encontraron fue de lo más extraña. Como habían supuesto, una de las personas que se encontraba allí era Juro pero lo raro venía en que a segunda era...
— ¿Jin?
Aquello no tenía ni pies ni sentido, si Jin estaba con ellos, ¿quién era ese? ¿Cuál era el real?
—No voy a tratar de convenceros de nada, yo soy el falso Jin. Dejadme en paz, por favor, solo dejadme en paz de una vez.
El Jin que aseguró ser el falso trató de pasar de largo para marcharse, pero Riko se lo impidió, le colocó la mano en el pecho frenándole en su avance.
— Tú no te vas, al menos hasta que aclaremos esto. — Dijo con tono serio.
Por detrás de él apareció Juro, o al menos un supuesto Juro.
— ¡Ayame-san! ¡Riko-san! ¡Estais bien! ¿Q-Quién es ese? No puede ser...
El peliblanco notó la alegría en la voz del chico al reconocerlos y, a pesar de no valer de nada, le reconfortó teniendo en cuenta el problema que tenían entre manos.
— Tenemos que averiguar quién es el verdadero, y no nos sobra el tiempo. — Aseguraría, aún delante del Jin que intentaba marcharse para impedírselo.
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—Chicos, ¿no creéis que si le hubiese hecho algo a Juro, no se lo habría hecho ya? Está indefenso, como nosotros —intervino Jin—. Aunque Ayame tiene su punto, por eso podemos ir despacio, pero aprovechando cada segundo, somos cuatro contra uno, al fin y al cabo.
—Eso si es que es Juro-san el que está arriba... —replicó Ayame, hundiendo los hombros—. También existe la posibilidad de que ambos sean enemigos.
Fuera como fuese, al final el grupo salió de la habitación con Jin a la cabeza. Con paso lento y premeditado, pero no por ello pausado, los tres subieron las escaleras con todo el cuidado del mundo para hacer el menor ruido posible. Ayame, por su parte, trataba de afinar el oído, concentrándose en las voces que cada vez se escuchaban más y más cerca.
«Qué extraño...» Pensó, frunciendo ligeramente el ceño. Cada vez estaba más convencida de que Juro era uno de los interlocutores, hecho que la aliviaba, pero el eco de la segunda voz también le resultaba terriblemente familiar, y eso sólo acrecentaba su inquietud.
Fuera como fuese, nada podría haberla preparado para lo que vino a continuación. Efectivamente, Juro estaba allí, pero quien estaba con él no era otro que...
—¿Jin? —preguntaron Riko y Ayame a la vez, ambos igual de estupefactos.
Efectivamente, el mismo chico que estaba caminando junto a ellos y había estado ayudándoles escaleras abajo. Como activada por un resorte, Ayame giró sobre sus talones, separándose del Jin que los acompañaba y se pegó a la pared. Sus ojos, confundidos y temerosos, oscilaban entre los dos Jin buscando cualquier mínima pista que le permitiera encontrar una diferencia, por sutil que fuera, entre ambos. Pero era inútil, era como contemplar un espejo y tratar de discernir quién era el original y quién el reflejo.
—No voy a tratar de convenceros de nada, yo soy el falso Jin —habló el segundo Jin, extrañamente abatido, y para desgracia de todos su voz también sonaba idéntica a la de su hermano gemelo—. Dejadme en paz, por favor, solo dejadme en paz de una vez.
—No... no entiendo nada... —murmuró Ayame.
El segundo Jin pasó de largo ante ellos e intentó marcharse escaleras abajo, pero Riko le retuvo antes de que tuviera la ocasión de alejarse.
—Tú no te vas, al menos hasta que aclaremos esto.
— ¡Ayame-san! ¡Riko-san! —la voz de Juro sobresaltó a Ayame. Con la sorpresa de los dos Jin, se había olvidado momentáneamente de su compañero, pero al verle, aparentemente ileso y a salvo, el alivio la invadió. Pero ese sentimiento se vio enseguida eclipsado por la duda. ¿De verdad era él? ¿O sería otra réplica y el verdadero Juro se encontraba en otra parte de la casa, solo y en peligro? ¿Acaso habría una réplica por cada uno de ellos? ¿Existiría una réplica suya? Sea como fuere, él parecía tan confundido como todos ellos...—. ¡Estais bien! ¿Q-Quién es ese? No puede ser...
—Tenemos que averiguar quién es el verdadero, y no nos sobra el tiempo —intervino Riko.
«Pero tenemos un problema: no conocemos de nada a Jin... Así que no podemos hacerle una pregunta que sólo el verdadero conozca...» Meditó Ayame, llevándose una mano al mentón tratando de ignorar los alocados latidos de su corazón.
Allí estaban, juntos y a la vez separados por la discordia. Con el tiempo escurriéndose entre sus dedos. Como los granos de arena de un reloj de arena... Como las afiladas agujas de un reloj de péndulo que segara cada minuto de su vida. Se les escapaba el tiempo, y si no hacían nada terminarían encerrados en aquella casa maldita para siempre.
Fue entonces cuando reparó en la bandana que llevaba Jin al cuello. Amegakure.
Jin era de su misma aldea.
Entonces...
—Jin-san —habló, mirando a los dos, y tuvo que tragar saliva para deshacer el nudo que atenazaba su garganta—. ¿Cómo celebramos el otoño en Amegakure?
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El reencuentro entre todos fue el más extraño que sin duda el dueño de la casa presenció después de todas las veces que había jugado a ese juego. Jin —el verdadero— había rehuido a Juro, había negado su propia identidad y parecía que se daba por vencido, significando que acabaría con la vida de aquellos tres chicos y con la suya propia.
Los otros tres, indecisos y confusos, no sabían qué hacer, y sabían que se les estaba agotando el tiempo. Riko tomó a uno de los dos Jin y obligó a que se quedase allí, con ellos.
El otro de los dos simplemente miraba al otro Jin, sorprendido y anonadado, sin saber muy bien qué decir. ¿Aquello era una broma?
Ayame actuó rápidamente e hizo una pequeña pero muy importante pregunta, ¿cómo se celebraba el otoño en Amegakure? Aquello sería sencillo para él, pero desconocido para Juro y Riko. El Jin que la había acompañado todo el tiempo esperó pacientemente a que el otro hablase, y si éste lo hacía, él contestaría:
— Los Deseos Ahogados —murmuró, haciendo memoria — . Llenamos una urna con deseos y la dejamos en un barco, la echamos al mar y un rayo cae sobre el mástil, haciendo que se hunda la urna... —hizo una breve pausa — . Se dice que, si se reza, tu deseo logra hacerse realidad.
Ayame lo había intentado. Pero había solo una cosa que uno de aquellos sabía, solo una persona, y era el verdadero, solo el verdadero, el que lo sabía.
Él no era Jin.
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13/02/2018, 23:25
(Última modificación: 13/02/2018, 23:25 por Sasaki Reiji.)
—Tú no te vas, al menos hasta que aclaremos esto.
Riko puso una mano sobre mi pecho y me detuvo. Maldita fuera mi suerte. No tenia fuerza ni ganas de luchar, lo único que quería eran dos cosas: Maíz y alejarme de Juro, que había intentado asesinarme. Podía decir lo que él quisiera, pero sus acciones habían hablado por él, no solo no quería confiarle mi espalda, es que ni siquiera quería estar en la misma habitación que él.
—Tenemos que averiguar quién es el verdadero, y no nos sobra el tiempo —intervino Riko.
—Ya te he dicho que yo soy el falso, déjame marcharme, no quiero estar aquí
Intente zafarme de la mano de Riko sin éxito alguno. ¿Para que engañarme? Lo único que podía hacer era esperar y observar, en mi situación, estaba a merced de aquellos extraños. Que humillante ¿Por qué no podía valerme por mi mismo? ¿Qué pasaría en una guerra si escaseara el maíz? ¿Seria solo un shinobi inútil para mi aldea? ¿Me convertiría en un estorbo para los demás? ¿De qué sirve un genio cuando es un inútil incapaz de sobreponerse a algo tan estúpido como una adicción?
—Jin-san —Ayame me sacó de mis cavilaciones con su voz temblorosa, que parecía hablarnos a ambos —. ¿Cómo celebramos el otoño en Amegakure?
Me sabía perfectamente la respuesta. Tenia grabadas a fuego cada una de las palabras sobra la historia de Amegakure. Había pasado mas horas en la biblioteca que jugando con los demás niños, que, en mi caso, siempre eran mayores que yo. Sin embargo, no quería responder, quería irme de allí. Quería maíz, quería alejarme de Juro, y si respondía, no iban a dejarme en paz.
—¿Cuántas veces tengo que decir que yo soy el falso? Sois estúpidos si creéis que voy a responderos después de deciros tres veces que yo soy el Jin falso
Y desde luego, aquello no era una mentira. Yo nunca había sido Jin, por tanto, yo siempre había sido falso. Yo era Reiji, Jin era otra persona, otra persona que seguramente hubiera sabido manejar aquella situación mucho mejor que yo. Aunque jamás le desearía algo así a mi propio padre.
—Los Deseos Ahogados — Dijo de repente Jin —. Llenamos una urna con deseos y la dejamos en un barco, la echamos al mar y un rayo cae sobre el mástil, haciendo que se hunda la urna... —hizo una breve pausa —. Se dice que, si se reza, tu deseo logra hacerse realidad.
Aquella fue la bomba. No una bomba, en realidad, fue como un gancho. O tampoco eso. En ese momento, no sabía ponerle nombre a esa sensación, pero había estado siempre ahí, dentro de mí, clavada como una espina. Me pasaba desde siempre. Nunca había podido evitarlo, y eso me llevo a un par de desastres desagradables. Yo tenia que corregirlos a todos. A mis compañeros de clase, a mis profesores e incluso a mi padre. No podía evitarlo, era como un mecanismo que se accionaba solo. Y en esa ocasión, no tenia fuerzas para luchar contra él, pese a que no quería.
—Esa respuesta es correcta pero muy incompleta, si fuese un examen de una sola pregunta, te pondría un cinco. — Y yo no sacaba cincos. Nunca. —El nombre es correcto, la descripción no es completa. Se llena una urna “gigante” con deseos “Al dios de la lluvia”, la urna se coloca en un barco, pero no en un barco cualquiera, tiene que ser un barco con el mástil puntiagudo, los rayos no caen por que si sobre los barcos, la punta actúa de pararrayos. Entonces, como bien has dicho, el barco se hunde junto a la urna y si se reza con muchas fuerzas, entonces los deseos se hacen realidad. No me he inventado nada, esta todo escrito en un precioso libro ilustrado sobre las tradiciones de Amegakure que podréis encontrar en la primera planta de la biblioteca, sección A, segunda estantería, cuarta fila, tercer libro. La historia sobre los Deseos Ahogados esta entre las paginas treinta y cuatro y treinta y nueve.
Y cuando termino, el robot que había en mí se apagó. Por cosas como esas, me había ganado muchas enemistades en la academia, no solo con alumnos, pues a muchos profesores no les hacía ni pizca de gracia que les interrumpiera para corregirles. Pero no podía evitarlo, era como un autómata que dormía dentro de mí y que despertaba cuando algo no le gustaba.
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Ayame aguardó, con el corazón en un puño, la respuesta de los dos Jin. Había sido una pregunta más bien simple, pero dado que no conocía a Jin como para saber algo que sólo él supiera sobre su vida, había tenido que optar por preguntar algo sobre al aldea en la que ambos residían y que, al mismo tiempo, no comprometiera su seguridad. Por eso había optado por esa pregunta, porque era algo que sólo el verdadero Jin, como habitante de Amegakure, debería saber.
—¿Cuántas veces tengo que decir que yo soy el falso? —replicó el Jin al que estaba reteniendo Riko—. Sois estúpidos si creéis que voy a responderos después de deciros tres veces que yo soy el Jin falso.
—Pues precisamente porque estás afirmando ser el falso Jin —rebatió Ayame, irritada por la poca colaboración del chico—. Si fueras el falso Jin y pretendieras engañ...
—Los Deseos Ahogados —la interrumpió el otro Jin. Ayame, estupefacta, se volvió hacia él—. Llenamos una urna con deseos y la dejamos en un barco, la echamos al mar y un rayo cae sobre el mástil, haciendo que se hunda la urna... —hizo una breve pausa—. Se dice que, si se reza, tu deseo logra hacerse realidad.
Durante un instante había llegado a sospechar que el Jin que sujetaba Riko era el verdadero. Quizás por su persistente resistencia a colaborar, quizás por una corazonada; sin embargo, Ayame no podía cerrar los ojos a la verdad.
—Correc...
Y entonces, como si la respuesta de aquel Jin hubiera despertado algo en el otro, aquel comenzó a hablar:
—Esa respuesta es correcta pero muy incompleta, si fuese un examen de una sola pregunta, te pondría un cinco. El nombre es correcto, la descripción no es completa. Se llena una urna “gigante” con deseos “Al dios de la lluvia”, la urna se coloca en un barco, pero no en un barco cualquiera, tiene que ser un barco con el mástil puntiagudo, los rayos no caen por que si sobre los barcos, la punta actúa de pararrayos. Entonces, como bien has dicho, el barco se hunde junto a la urna y si se reza con muchas fuerzas, entonces los deseos se hacen realidad. No me he inventado nada, esta todo escrito en un precioso libro ilustrado sobre las tradiciones de Amegakure que podréis encontrar en la primera planta de la biblioteca, sección A, segunda estantería, cuarta fila, tercer libro. La historia sobre los Deseos Ahogados esta entre las paginas treinta y cuatro y treinta y nueve.
Y si antes se había quedado boquiabierta, en aquella ocasión poco le faltó para que la mandíbula se le cayera al suelo. Sin embargo, los labios de Ayame terminaron curvándose en una sonrisa aliviada, aunque algo tensa.
—Lo siento. Pero creo que eres el verdadero Jin —le dijo. Sin embargo, había algo que seguía incomodándola demasiado. Algo que no podía pasar desapercibido. Y por eso, con todos sus sentidos alerta por el temor a un inminente ataque, se volvió hacia el otro—. ¿Pero por qué lo sabes tú también? ¿Y por qué tienes la pieza del puzzle?
Nivel: 13
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—Ya te he dicho que yo soy el falso, déjame marcharme, no quiero estar aquí
Aún así la mano del peliblanco no se retiró ni por un momento, no estaba dispuesto a dejarle marchar así como así, tenían que salir todos juntos esa era la única condición que tenían para poder escapar del lugar por lo que aquello era lo más importante, tenían que averiguar cuál de los dos Jin era el verdadero.
—Jin-san ¿Cómo celebramos el otoño en Amegakure?
Ayame lanzó aquella pregunta tratando de que solo el verdadero conociera la respuesta, pero aquel al que Riko retenía respondió con la verdad, si pretendía hacerse pasar por el falso no respondería, por lo que no era una prueba válida, pero justo entonces el otro, el que llevaba un buen rato acompañándoles hablo, dando una explicación que, a juzgar por la reacción de Ayame era correcta.
Riko miró entonces al que tenía delante.
—Esa respuesta es correcta pero muy incompleta, si fuese un examen de una sola pregunta, te pondría un cinco. El nombre es correcto, la descripción no es completa. Se llena una urna “gigante” con deseos “Al dios de la lluvia”, la urna se coloca en un barco, pero no en un barco cualquiera, tiene que ser un barco con el mástil puntiagudo, los rayos no caen por que si sobre los barcos, la punta actúa de pararrayos. Entonces, como bien has dicho, el barco se hunde junto a la urna y si se reza con muchas fuerzas, entonces los deseos se hacen realidad. No me he inventado nada, esta todo escrito en un precioso libro ilustrado sobre las tradiciones de Amegakure que podréis encontrar en la primera planta de la biblioteca, sección A, segunda estantería, cuarta fila, tercer libro. La historia sobre los Deseos Ahogados esta entre las paginas treinta y cuatro y treinta y nueve.
Aquello le pilló por sorpresa, miró a la kunoichi, esperando una decisión y rápidamente supo que aquel que decía ser el falso no lo era, había acertado de pleno y Riko clavó su mirada entonces en el otro Jin.
—Lo siento. Pero creo que eres el verdadero Jin. ¿Pero por qué lo sabes tú también? ¿Y por qué tienes la pieza del puzzle?
El Senju cerró los ojos.
— La casa trata de enfrentarnos, está jugando con nosotros, tenemos que tener esto en cuenta hasta que consigamos salir. — Dijo el peliblanco tratando de calmarse un poco, ya que todo aquello le estaba empezando a desquiciar. — Jin, ¿aún conservas la pieza? — Preguntaría mirando al verdadero.
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Juro observó todo el escenario que se estaba formando ante él. Ayame y Riko — al menos, los que parecían ser Ayame y Riko — estaban ahí, junto a los dos Jin. ¡Dos Jin!
La paranoia empezó a invadirle. Él no conocía a Jin. Realmente no lo conocía. Así que nunca podría haber distinguido entre uno y otro. Uno le odiaba y otro no. Que él supiese, al menos. Quizá los dos le odiaban. Quizá todos le odiaban ahí. Si hasta su marioneta había intentado apuñalar a su propio compañero con sus medios.
Y tampoco conocía demasiado a Ayame y Riko. ¿Y si hubiese otra Ayame o otro Riko por ahí, paseando tan tranquilamente?
« Centrate. No tienes pruebas de que Ayame o Riko sean falsos. El único... »
El único era Jin. No es que fuese a bajar la guardia, pero ahora mismo, el problema que tenía delante era él. No solo reconocer al verdadero. Sino también convencerle de que les ayudase.
« Ellos no saben los problemas que he tenido, ni lo que ha dicho. Ni lo que ha pasado. Joder. Incluso podría ponerlos en mi contra. Sería su palabra contra la mía » — Y eso no le convenía. Después de todo, ambos conocían tan bien a Juro como a Jin.
Riko detuvo a Jin, impidiendo que este se marchase. Juro pudo respirar aliviado. Al menos uno de los problemas parecía ir mejor, ahora que esos dos estaban ahí.
—Jin-san ¿Cómo celebramos el otoño en Amegakure?
Juro miró a Ayame, asombrado. Eso fue una pregunta inteligente. Solo el verdadero podría...
—Los Deseos AhogadosLlenamos una urna con deseos y la dejamos en un barco, la echamos al mar y un rayo cae sobre el mástil, haciendo que se hunda la urna...Se dice que, si se reza, tu deseo logra hacerse realidad.
« Ya esta. ¿Estuve hablando con el falso todo este tiempo »
Y sin embargo, la sorpresa fue mayor cuando el otro habló.
—Esa respuesta es correcta pero muy incompleta, si fuese un examen de una sola pregunta, te pondría un cinco. El nombre es correcto, la descripción no es completa. Se llena una urna “gigante” con deseos “Al dios de la lluvia”, la urna se coloca en un barco, pero no en un barco cualquiera, tiene que ser un barco con el mástil puntiagudo, los rayos no caen por que si sobre los barcos, la punta actúa de pararrayos. Entonces, como bien has dicho, el barco se hunde junto a la urna y si se reza con muchas fuerzas, entonces los deseos se hacen realidad. No me he inventado nada, esta todo escrito en un precioso libro ilustrado sobre las tradiciones de Amegakure que podréis encontrar en la primera planta de la biblioteca, sección A, segunda estantería, cuarta fila, tercer libro. La historia sobre los Deseos Ahogados esta entre las paginas treinta y cuatro y treinta y nueve.
Juro observó al otro Jin, sorprendido. No había duda. Claro que no. Él Jin que se había mostrado desconfiado con ellos desde el inicio, y que había huido de él, llamandole asesino, era el verdadero. Ni la casa podría ser tan injusta.
Todas las miradas fueron en contra del Jin impostor. Incluso Riko dijo que era producto de la casa, quien estaba jugando con ellos. Juro se sintió aliviado al saber que había alguien que compartía sus opiniones y que no se estaba volviendo loco.
Riko le preguntó a Jin si aún conservaba la pieza.
— Yo... también tengo una pieza. La encontré en la habitación donde desperté... — repuso Juro, tímidamente. No sabía muy bien que decir en esa clase de situación.
Juro no le quitó ojo al impostor. Solo si no habría peligro, se atrevería a sacarla. Mientras, se mantuvo en la misma posición defensiva, apoyado contra el pasillo.
Hablo / Pienso
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El otro Jin terminó lo que quería decir, hasta que, tras su contestación, Reiji pasó a corregirle hasta el más mínimo detalle sobre la tradición. Ayame, Riko y Juro —éstos últimos desconociendo la fiesta en cuestión— contestaron sus dudas cuando el chico relató con pelos y señales todo lo que sabía.
Para su sorpresa, el Jin que había estado acompañando a Ayame y Riko no se inmutó, solo se encogió de hombros, afligido por lo que acababa de escuchar.
— Pero... Yo soy Jin —repuso él, con reproche — . Es decir, yo me siento Jin, pero no pasa nada, no os voy a obligar a creer en mí, yo sé lo que soy... Y si tengo que morir aquí, moriré.
Suspiró y metió ambas manos en los bolsillos, dispuesto a marcharse del lugar.
Pero antes de que nadie pudiese irse o moverse, las paredes, el suelo, y el techo de la mansión comenzó a temblar. Sus piernas temblaban a la par, y si alguno no se agarraba a algo probablemente acabaría temblando completamente en el suelo. Algunos cuadros que adornaban las viejas paredes cayeron y se rompieron en pedazos, algunas puertas se abrían y cerraban con rudeza, y una carcajada inundó el lugar.
En un momento determinado del temblor, el suelo se abrió como un agujero negro, sin fondo, sin nada. Y se llevó con él al falso Jin. Y cuando el agujero se cerró, la oscuridad reinó en todo.
Constantes temblores y la oscuridad eran sus acompañantes.
Pero al menos estaban los cuatro juntos de nuevo.
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—Lo siento. Pero creo que eres el verdadero Jin. ¿Pero por qué lo sabes tú también? ¿Y por qué tienes la pieza del puzzle?
Maldito seas una y otra vez Reiji. Tu y tu maldito impulso por corregir a los demás nos había enmarronado aún más. Con cada palabra de la boca de Ayame, con cada una de sus silabas, mi objetivo, lo que único que quería, parecía alejarse. Ellos jamás me ayudarían a encontrar maíz, todo lo contrario, llevaban tiempo impidiendo que yo lo alcanzara. Entre Riko y sus brazos que parecían de acero y no me dejaban avanzar, y el interrogatorio al que tanto Ayame como él me sometían, el tiempo parecía no pasar. Iba a volverme loco. Necesitaba ese maíz.
— La casa trata de enfrentarnos, está jugando con nosotros, tenemos que tener esto en cuenta hasta que consigamos salir. Jin, ¿aún conservas la pieza?
No, no era verdad. La casa no nos odiaba, la casa no intentaba enfrentarnos. ¿Por qué iba a decirnos la casa que confiáramos los unos en los otros si quería enfrentarnos? No era la casa, había un jugador más en aquel tablero al que no conocíamos aún. La casa intentaba ayudarnos, en mi caso me había salvado dos veces, había hecho por mi mucho mas que aquellas personas. De hecho, Juro había intentado matarme mas veces que la casa.
—Si, pero no la toquéis, las piezas están predestinadas, si tocas una que no es vuestra, os volveréis locos, como Juro en la cocina.
— Yo... también tengo una pieza. La encontré en la habitación donde desperté...
Y aunque había intentado matarme, parecía muy cuerdo, así que supuse que la pieza que tenia era su pieza y no la de nadie más. Básicamente, había intentado matarme siendo el mismo. Y encima tenia esa expresión tan inocente y esa voz que parecía asustada. No quería permanecer mas tiempo en la misma habitación que él. Si lo había intentado una vez, nada le impedía hacerlo una segunda.
—Pero... Yo soy Jin. Es decir, yo me siento Jin, pero no pasa nada, no os voy a obligar a creer en mí, yo sé lo que soy... Y si tengo que morir aquí, moriré.
Existía una sola persona en toda Amegakure que fuera prácticamente igual que yo. Solo una. Y esa persona era Jin, mi padre. Lo único que nos diferenciaba era la altura y el color de los ojos, tal vez incluso algunos rasgos faciales difíciles de distinguir para muchos. Pero en aquel estado, en aquel lugar y cubiertos de suciedad, tal vez era imposible distinguirnos, tal vez el fuese Jin, el autentico Jin. Mi padre.
—¿Padre…?
Lancé la pregunta al aire mientras se marchaba, pero entonces, todo empezó a temblar. ¿Era por la falta de maíz? ¿Me había vuelto loco del todo? Sin embargo, no tenía fuerzas para sostenerme, ni a la pared, ni a Riko, ni a nada. Caí al suelo y temblé junto a la casa. Los cuadros empezaron a caer al suelo, y me cubrí haciéndome un ovillo. Entonces, el suelo se abrió y se tragó a Jin.
—!Padre¡,!No¡
Grité, pero no tenia fuerzas para abalanzarme y tenderle la mano. No tenia fuerzas para ponerme en pie. Y ni siquiera estaba seguro de que él fuese el autentico Jin. Sin embargo, desde el momento en el que había dicho que el era Jin, que se sentía Jin, yo había sentido una fuerte presión en el pecho. Tal vez la falta de maíz me estaba haciendo alucinar. Pero no pude controlar mis impulsos.
El temblor no cesó, pero la oscuridad volvió a inundarnos y una risa estridente resonó por todo el lugar. Quería golpear el suelo, quería golpearlo hasta que me sangraran los nudillos, quería golpearlo mientras le gritaba que me devolviera a mi padre, pero ni siquiera tenía fuerzas para mantenerme en pie.
Nivel: 32
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—La casa trata de enfrentarnos, está jugando con nosotros, tenemos que tener esto en cuenta hasta que consigamos salir —respondió Riko—. Jin, ¿aún conservas la pieza? —concluyó, mirando al verdadero.
—Si, pero no la toquéis, las piezas están predestinadas, si tocas una que no es vuestra, os volveréis locos, como Juro en la cocina.
«"Las piezas están predestinadas..."» Meditaba Ayame, en silencio.
—Yo... también tengo una pieza. La encontré en la habitación donde desperté... —intervino Juro, y Ayame tuvo que reprimir las ganas que sentía de dar un salto de alegría, sobre todo porque el falso Jin aún estaba frente a ellos y revelar información sólo les perjudicaría. ¡Porque eso sólo significaba que les quedaban sólo dos piezas por encontrar!
—Pero... Yo soy Jin —protestó el falso Jin, ante la expectante mirada de los cuatro chicos—. Es decir, yo me siento Jin, pero no pasa nada, no os voy a obligar a creer en mí, yo sé lo que soy... Y si tengo que morir aquí, moriré.
Terminó por lanzar un profundo suspiro, Ayame supuso que cargado de dramatismo para hacerles dudar, y tras meterse las manos en los bolsillos se dio media vuelta para marcharse.
—¿Padre…? —dijo de repente el verdadero Jin.
—¿Qu...? —fue a preguntar Ayame, pero tuvo que interrumpirse a la mitad cuando todo comenzó a temblar con violencia. El suelo, las paredes, el techo... todo reverberaba como si el dios de la tierra se hubiese despertado de un largo letargo, y lo hubiese hecho con mucho hambre. Y es que parecía que la casa se iba a venir abajo en cualquier momento, los cuadros comenzaron a descolgarse y cayeron al suelo con un estrépito de cristales rotos y las puertas daban bandazos aquí y allá. Ayame, incapaz de moverse o sostenerse en pie por sí misma, se había visto obligada a agarrarse con todas sus fuerzas a la baranda de la escalera para no caer...
Tratando desesperadamente de ignorar las terroríficas carcajadas que acompañaban al estruendo y que le ponían los pelos de punta.
—!Padre¡ ¡No! —gritó Jin en algún momento, pero Ayame no supo qué estaba pasando.
Porque si no tenían ya suficiente, las luces habían vuelto a apagarse. Y Ayame se veía de nuevo a sí misma sumergida en la más profunda oscuridad.
—Otra vez... no... miedo... tengo... yo... —farfullaba como podía, entre sollozos, con la cara enterrada entre sus brazos y su cuerpo temblando sin control—. Quiero volver a casa...
Tenían que salir de allí cuanto antes. ¡Quería abandonar aquella maldita casa de una vez por todas! ¡Sólo quería volver a la seguridad de su hogar! ¡Refugiarse entre los brazos de Daruu, de su padre o de su hermano y desahogar todo el miedo que sentía! ¿Cuánto más iban a tener que pasar allí? ¿Conseguirían salir en algún momento o estarían condenados a quedarse allí para siempre...?
Nivel: 22
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Juro se quedó en silencio, escuchando aquel extraño juicio hacia el falso Jin.
—Pero... Yo soy Jin. Es decir, yo me siento Jin, pero no pasa nada, no os voy a obligar a creer en mí, yo sé lo que soy... Y si tengo que morir aquí, moriré.
Este, afirmó claramente que él era Jin. Que lo era y que lo seguiría siendo, dijesen lo que dijesen ellos. Después, se resignó y se marchó. Así, sin más. Con las manos en los bolsillos.
« No parece una mala persona »
Y eso era justamente lo que la casa querría que pensase. Se reprendió así mismo. No podía ceder ante aquello.
Entonces, todo se volvió a descontrolar otra vez.
— ¡¿Qué esta pasando!? — exclamó, en vano.
Las paredes y el suelo temblaron. Juro logró sujetarse a la pared, evitando que todos se desmoronase en ese instante para él. Se agarró y no cayó al suelo. Las puertas se cerraban y se abrían. Los cuadros se caían. El cristal se rompía. Las luces titilaban, sin control.
« Otra vez no. Otra vez no. Otra vez no... »
Otra vez, una horrible carcajada retumbó en el lugar. Juro sintió que se le erizaba el pelo. Trató de no ponerse a llorar ahí. No otra vez. Tenía que acostumbrarse, aunque fuese imposible.
—!Padre¡ ¡No!
Jin empezó a gritar cosas sin sentido. Algo como "Padre". Juro no supo que decía, pero parecía referirse al Jin falso que se acababa de marchar. ¿O era solo su imaginación? No lo supo, y no quiso saberlo.
El Jin falso desapareció. Y las luces.
Los cuatro quedaron solos e inmersos en la oscuridad, otra vez. Y todo empeoró.
—Otra vez... no... miedo... tengo... yo... Quiero volver a casa...
— Ayame-san... Aguanta un poco, ¿vale?— murmuró, consciente de que dijese lo que dijese, no iba a poder hacer nada por ella. Ella no necesitaba palabras ahora mismo. Necesitaba soluciones.
Juro sintió ganas de llevarse una mano a la cabeza. Ayame. El pánico que había sentido antes a la oscuridad. Casi lo había olvidado. Suspiró y trató de estabilizarse.
— ¡Riko-san! Tú estas bien ¿verdad? — exclamó, ya que Ayame estaba aterrada, y Jin parecía muy inestable en ese momento —. Ayúdame con esto. Si Ayame-san y Jin-san no se calman, no creo que podamos arrastrarlos a los dos.
Juro empezó a buscar freneticamente por las paredes, algo parecido a un interruptor. Lo que fuese a incender la luz.
— ¡Necesitamos un interruptor! ¡La luz calmará a Ayame, como la otra vez! — exclamó, siguiendo con su búsqueda. Pero no se olvidó de algo —. ¡Jin! ¿Me oyes? ¿Estas bien? No te vamos a abandonar como crees que pasó la otra vez, ¿vale? Quedate con nosotros hasta que encontremos el interruptor.
Juro prácticamente estaba gritando, puesto que no sabía donde estaba quien. Probablemente, tratar de hablar con Jin era como golpearse con una pared o esperar que esta le contestase. Pero al menos, no quería darle una excusa. Algo como "y volvisteis a abandonarme en la oscuridad". Juro sospechaba que era bastante dramático en ese aspecto.
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Para alivio del peliblanco y de todos los integrantes del grupo Jin no había perdido su pieza y, como sorpresa adicional, Juro había conseguido otra por lo que solamente quedaban dos y todo aquello terminaría y podrían salir sanos y salvos de aquel lugar.
—Pero... Yo soy Jin. Es decir, yo me siento Jin, pero no pasa nada, no os voy a obligar a creer en mí, yo sé lo que soy... Y si tengo que morir aquí, moriré.
El Jin falso entonces habló en un tono que, desde luego, daba mucho mal rollo pero no contentos con esto, el verdadero comenzó a hablar, llamando padre a aquel ser, todo cada vez era más extraño y, de repente todo comenzó a temblar, Jin cayó al suelo, el peliblanco fue capaz de sostenerse en pie gracias a apoyarse en la pared, Ayame y Juro consiguieron mantenerse en pie también y, de pronto, oscuridad.
«No me jodas....»
Sabía lo que se venía, sabía que Ayame quedaría paralizada y que o encontraban luz pronto o tendrían que cargar con ella, y después de todo lo que acababa de pasar no sabía si Jin estaría en su mejor momento.
— Jin, escucha, no te vamos a abandonar como crees, ¿entendido? Vamos a salir los cuatro juntos de ésta. — Dijo el peliblanco.
— ¡Riko-san! Tú estas bien ¿verdad? Ayúdame con esto. Si Ayame-san y Jin-san no se calman, no creo que podamos arrastrarlos a los dos. ¡Necesitamos un interruptor! ¡La luz calmará a Ayame, como la otra vez! ¡Jin! ¿Me oyes? ¿Estas bien? No te vamos a abandonar como crees que pasó la otra vez, ¿vale? Quedate con nosotros hasta que encontremos el interruptor.
El peliblanco asintió, pero rápidamente se dio cuenta de que no le podía ver.
— Sí, sí, yo estoy bien. — Aseguraría el joven. — ¡Estoy en ello!
Al decir esto, comenzó a caminar pegado a la pared, con ambas manos apoyadas en la misma palpándola tratando de notar algún interruptor que pudiera sacarles del apuro.
— ¡Ayame, Jin! ¡No os mováis, ¿vale?! ¡Ahora mismo conseguimos luz! — Diría tratando de calmarlos, aunque no sabía si tendría efecto.
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