Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Cuando él quisiera, claro, porque Datsue no iba a tener problemas una vez que dejase el Molino Rojo. No, él no tendría que seguir siendo Seshu Sakyū. A Akame, sin embargo...
A Akame aún le quedaba un largo trecho, y si algo sabían de buena mano es que aquel jutsu finito, bajo ciertas condiciones, era un riesgo a correr demasiado grande. Y si Akame sabía de shōgi y menesteres similares, tendría muy pero muy en cuenta aquello. Pero, ¿y qué podía hacer? o; ¿qué podían hacer?
17/12/2017, 22:50 (Última modificación: 17/12/2017, 22:52 por Uchiha Akame.)
Los ojos del Uchiha se movieron, audaces e inquisitivos, de las manos de Shinjaka a los billetes, luego a la bolsa donde éste los metía, y finalmente hasta Meiharu. «No, esto no está bien». Akame entrecerró los ojos y se cruzó de brazos. No es que tuviese miedo de afrontar una partida de Hanafuda con los tipos más ricos e influenyes de Tanzaku Gai, ni que desdeñara la compañía de aquella apetecible dama. No señor. Tampoco era desconfianza en sus propias habilidades; se veía capaz de salir victorioso de aquel envite. Era, simplemente, que en su cabeza se había forjado un esquema completo de plan...
Y él no lo encontraba óptimo.
Datsue siempre había sido —indiscutiblemente— mucho más habilidoso que él con las relaciones sociales. «Y de eso trata esta partida», se dijo el Uchiha. Él, por otra parte, era considerablemente mejor en los interrogatorios. No porque fuese más diestro, locuaz o inteligente que su Hermano... Simplemente, porque carecía de su compasión.
Cuando Shinjaka anunció el siguiente paso y Akame ya pudo oler el embriagador perfume de Meiharu a su lado, el genin alzó la mano derecha con gesto autoritario buscando una pausa en el suceder de las cosas.
—Debe ser al revés —afirmó, sereno—. Si nos preguntan quién es mejor jugando a las cartas, entonces la respuesta es que yo lo soy... Pero, si la cuestión trata sobre quién es más habilidoso moviéndose en entornos sociales desconocidos —miró a Datsue—, entonces eso debe hacerlo mi Hermano. Nuestro objetivo aquí no es ganar dinero sino información, y la forma más eficiente de conseguirlo es que yo me ocupe del interrogatorio y Datsue-kun de la timba.
»Sólo sepan que su dinero no estará tan seguro —agregó, soltando una carcajada seca luego de su propio chiste.
Nada más terminar de hablar buscó las miradas de Datsue, Meiharu y Shinjaka —por ese orden— para intentar dilucidar cuánta aceptación había tenido en ellos aquel cambio de rumbo.
Por aquello era por lo que admiraba tanto a su Hermano. Y por lo que le odiaba. Y por lo que le quería. Por su… profesionalidad.
A veces, cuando las cosas se ponían tensas, no querría a nadie más que su Hermano para apaciguarlas. Otras, cuando estaba a punto de cometer alguna genialidad de dudosa legalidad para llenar sus bolsillos, y Akame le detenía por ir en contra de sus férreos principios ninja, desearía encajonarle la cabeza en un retrete hasta que se ahogase. Al muy cabrón le daba igual que Datsue pasase la línea roja, pero oh, cómo aquello pudiese perjudicar a la misión, por muy improbable y remoto que fuese, ya le estaba dando la tabarra. Sin embargo, había otras ocasiones, mucho menos frecuentes que las anteriores, en el que le admiraba. Aquella era una de ellas. Porque Uchiha Datsue, de haber estado en su lugar, jamás se hubiese sacrificado y propuesto de intercambiar los papeles. Por mucho que aquello beneficiase a la misión.
—Akame tiene razón —dijo, interrumpiendo los sellos del Henge. Fue la vez que más fácil le resultó reconocer públicamente que su Hermano la tenía. Con diferencia—. Además —continuó, mesándose la barbilla—, ahí arriba habrá que mantener el henge no jutsu. La técnica que nos permite transformarnos en otra persona —agregó, por si no lo sabían—. Eso quita mucha concentración, y no se puede mantener indefinidamente. Es como… —trató de buscar las palabras adecuadas para hacer entender a unos no-ninja el estrés que conllevaba aquella técnica—. Imaginaos que oyeseis una vocecilla en vuestra cabeza, pidiéndoos resolver ecuaciones matemáticas. No muy complejas, pero tenéis que dar la respuesta correcta continuamente, o la transformación se va al carajo. Estando plenamente concentrado es fácil, pero cuando al mismo tiempo tienes que hablar con desconocidos y jugar a las cartas… se vuelve jodidamente estresante.
»Pero —levantó un dedo, como un maestro que enseña a sus alumnos una valiosa lección—, conozco una técnica que me permite mantenerme transformado sin tener que concentrarme. El problema es que no dura demasiado, y tendría que ir al baño o algún sitio donde no me viesen para renovar el sello, pero al menos me permitiría centrarme al cien por cien en la partida y sus jugadores.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
No obstante, Akame tuvo una... revelación. Súbita y certera. Tan certera como para obligarle a levantar la mano e interrumpir sin tapujos el finiquito de aquella reunión. Meiharu le observó inquisitiva, y Shinjaka se mostró visiblemente impacientado. ¿Y ahora qué?
Entonces, El profesional se hizo explicar. Y es que creyó que de proseguir con lo planificado estarían pues cometiendo un grave error, porque aunque estaba claro que era él el más sabedor respecto a los menesteres de aquel juego de cartas, las habilidades sociales de Datsue superaban con creces las suyas. Y, percatándose de ello, Akame habría entendido que ese palmar de capacidades que él no poseía iban a ser requeridas.
Datsue, sin embargo, tenía un plan respecto a, quizás, lo más preocupante. La apariencia. Y es que teniendo que sumergirse en un ámbito tan concurrido de gente, con personalidades desconocidas y a los que además tendría que empapar de bien pensados y articulados discursos; sería toda una proeza ya de por sí sola, hacerlo mientras se tenía el henge activo era una locura. Pero él era Uchiha Datsue, no un shinobi excesivamente versado en el Katon, pero sí en...
El Fūinjutsu. Y en su vitrina de confecciones tenía una técnica que resultaba curiosamente adecuada para el trabajo, como anillo al dedo. ¿Por qué no lo pensó antes, antes de dejar que Akame se postulara primero?
Pero, rectificar es de humanos. Y ahora, cada pieza estaba debidamente en su lugar.
—Está bien, como veáis. Mientras logréis no levantar sospechas, que vaya el que quiera. Akame, te espero a dos cuadras abajo del Molino, no te tardes.
Shinjaka tomó rumbo hacia la puerta, le dio una palmada a su socio Datsue y dejó la habitación, esperando ser secundado por Akame luego de que éste tomara las debidas precauciones para salir. Y ahí sólo quedó Meiharu, la diestra mujer violeta; observando cálidamente a Datsue.
—Uhmm, algo me dice que cuidar de ti va a ser mucho más problemático, Datsue-kun —soltó, pícara.
18/12/2017, 16:56 (Última modificación: 18/12/2017, 17:06 por Uchiha Akame.)
Una sonrisa amplia y espléndida se dibujó en la mente de Uchiha Akame. No en su rostro, claro, que como mucho se contrajo en una comedida mueca de aprobación ante las palabras de su Hermano y la aceptación de los otros dos personajes ante el cambio de planes que había sugerido. Pero dentro suya, el uzujin experimentó una sensación de lo más placentera y adictiva. Era como un trago de alcohol para un borracho, como un cigarrillo para el fumador empedernido. Era la certeza de haber dado justo en la cabeza del maldito clavo y haberlo empujado hasta el fondo de la madera con un golpe seco y preciso. Podría parecer una tontería, pero Akame se tomaba muy en serio aquellas pequeñas victorias de su intelecto; de aquella salvaje autoexigencia y perfeccionismo provenía su profesionalidad. Y si de algo se enorgullecía el Uchiha, era justamente de eso. Del rasgo que le había valido un buen sobrenombre.
Así pues, cuando todos estuvieron listos y Shinjaka le indicó dónde se reunirían, abandonando después el cubil, Akame realizó los sellos del Henge no Jutsu y volvió a ser Kurusu Ashito. Sus ojos —ahora azules— pasaron rápidamente sobre los de Meiharu y se detuvieron en los de Datsue.
—Buena cacería —le dijo, torciendo los labios en lo que podía parecer una sonrisa. Luego le ofreció el antebrazo, esperando que se lo estrechase como gesto de camaradería sin par.
«Al lío».
Salió del romántico cubículo, dejando allí a Datsue y a la bella informante, y sin dirigirle la mirada a nadie en concreto caminó hacia las escaleras que bajaban a la planta inferior. Ya no llevaba su copa en la mano —la había dejado, casi entera, sobre la mesa de la habitación privada—. Si todo iba como él quería, Akame —Ashito— bajaría las escaleras hasta la sala oval y luego saldría del Molino Rojo. Todo ello acompañando a Shinjaka, claro.
Los arreglos se hicieron. Los detalles se concretaron. Todos aceptaron de buena gana, creyendo salir vencedores, mas Datsue era, objetivamente, el gran beneficiado de aquel cambio.
—Buena cacería.
Se estrecharon el antebrazo. Un característico saludo que, según había oído el Uchiha, había nacido junto al mecanismo oculto de kunai. Cuando los distintos líderes de clanes se reunían, se saludaban de aquel modo, para así asegurarse que no llevaban ningún arma escondida bajo la manga. Era una muestra de desconfianza absoluta, en realidad, pero el tiempo, como todo, lo había transformado en otra cosa.
Ahora, en irónicamente un gesto de camaradería.
—Feliz cacería —respondió a su vez.
La puerta se cerró tras su Hermano y solo quedaron él y Meiharu. Un escalofrío de pura emoción recorrió la espina dorsal del Uchiha.
—Uhmm, algo me dice que cuidar de ti va a ser mucho más problemático, Datsue-kun.
Cada palabra pronunciada por ella producía cosquillas en sus oídos. Datsue sonrió, ladeando la cabeza. Luego se señaló con un dedo.
—¿Yo? —preguntó, con voz inocente—. Qué va… Para nada —aseguró, pero la sonrisilla que tenía dibujada en el rostro más bien parecía indicar lo contrario.
»Entonces… —dio un pequeño sorbo a la copa, y notó un leve rubor en las mejillas. No supo si por el alcohol o por haberse quedado a solas con ella—, ¿crees que tenemos tiempo para ponernos al día, antes de esa famosa partida? Debería salir de aquí en el último momento, para no malgastar tiempo del sello —argumentó—. Y además, esto de ser hermanos de marca y apenas conocernos está feo, ¿no crees?
«Ya lo creo que lo está. ¡Muy feo!».
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Finalmente, los hermanos del Desierto cortaron el cordón umbilical y tomaron caminos separados.
Akame, por su parte, no tuvo problema alguno para pasar de nuevo por aquel concurrido pasillo. Se llevó las ya típicas miradas de curiosidad, ésta vez más minuciosas que antes; aunque completamente inofensivas. Poco después, estaría fuera del Molino Rojo, y el cielo ya estaría tintado de negro. La calle principal sin embargo estaba plenamente iluminada por un grueso camino de farolas que se esparcían equitativamente a lo largo de las plazas, caminos que le guiarían hasta las dos cuadras abajo en las que Shinjaka estaría esperándole recostado por sobre el espaldar de una banca de piedra.
Cuando vio llegar a el profesional, se alzó, cortando de lleno sus maquinaciones y comenzó a andar, esperando que su interlocutor lograra equiparar su paso.
—Datsue y tú —espetó, poco casual. Más curioso que nada—. parecéis muy unidos. "Hermano", te llamó, ¿cierto? —su voz melodiosa se tensó junto con una sonrisa extravagante que se encorvó súbitamente en sus labios—. eso me resulta muy curioso, sabes. Muy pero muy curioso.
Akame tendría que recordar que, ahí en donde veía a Shinjaka, también veía a un tipo conocedor. Conocedor del mundo en general.
. . .
Ella volteó los ojos, evasiva. Le echó un rápido vistazo a un reloj y giró de nuevo hacia Datsue.
—Tiempo... no, no lo hay. Pero hagamos un trato, tú y yo. Si logras saldar tu deuda con el Estandarte y salir ileso de todo esto, búscame. Te prometo que te haré el tiempo suficiente como para que podamos conversar plácidamente, de tu vida, de la mía, y de lo que nos aventuró a recibir el excitante beso de fuego.
Sus labios bebieron de la copa que Akame había dejado, sobre la mesa. Bebió, sorbo tras sorbo, dejando un tenue reflejo de la comisura de sus carnosos labios por sobre el frío cristal.
—Ahora, querido, pregunta. Pregunta lo que creas conveniente saber, que si yo lo sé, te lo diré. ¿Qué información crees que te será útil, Datsue-kun?
Akame deshizo su Henge después de reunirse con Shinjaka —previo cuidado de que nadie le estuviera viendo, incluso adentrándose un momento en algún callejón solitario si fuese necesario— y luego siguió los pasos del aprendiz de herrero. Se veía un tipo locuaz, muy parecido a Datsue en ese aspecto, y contrastaba brutalmente con la seriedad y serenidad del Uchiha. Akame lo prefería así; no es que le molestasen los silencios "incómodos" —para él no lo eran—, sino que prefería tratar con gente que hablaba mucho. Así era bastante más fácil saber siempre en qué estaban pensando.
Y el tema sobre el que estaba pensando Shinjaka en ese momento no gustó ni un poco al uzujin. Akame se aclaró la garganta, sin desviar la vista del frente, y se limitó a contestar.
—Cuando has acampado, combatido, sangrado y matado junto a un compañero, pasa a convertirse en algo más. Es un hermano, más que un simple colega de profesión —aseguró sin un atisbo de duda—. Entiendo que a alguien que no comparte nuestra profesión pueda resultarle extraño, pero te aseguro que no lo es. Cuando estás en el campo de batalla, sea cual sea éste, confiar en tus hermanos es lo único que impide que acaben matándote a la primera de cambio como a un perro rabioso —apuntó, mirando de reojo al aprendiz.
Esperaba con aquello haber dejado zanjado el tema, pues aquel camino no le gustaba un pelo y Shinjaka lo estaba recorriendo a toda velocidad. Akame dejó un par de segundos de silencio y luego cambió de tercio.
Datsue suspiró, abatido. No había tiempo para quedarse a solas, y pese a que Meiharu le puso la miel en los labios prometiéndole una especie de cita, solo se la concedería si terminaba aquel trabajillo de forma satisfactoria. Trabajo que, por otra parte, le convenía acabar por el bien de su bolsillo…
… y quizá de algo más que su bolsillo.
Desvió la mirada hacia la bolsa, rebosante de dinero. Sin poder evitarlo, se quedó encandilado por su forma seductora, por ese aroma a billete nuevo. Por un momento, se le pasó por la cabeza: fugarse con su amor prohibido, a la aventura. Pero, ¿cuánto duraría hasta que les pillasen? Shinjaka, sin duda, denunciaría el secuestro. Aunque él no le llamaría secuestro, sino robo. El robo de decenas de fajos de billetes.
Probablemente Akame sería el primero en dar con él. Le conocía demasiado bien. Sabría cómo seguir su rastro. Y cuando diese con su Hermano, tendría que elegir entre la amistad o el deber.
Datsue tragó saliva. Para Akame el Profesional ni tan siquiera existiría tal dilema.
—Pues a ver, repasando —empezó, quitándose aquellos pensamientos de la cabeza—. Antes de nada, imagino que en el tercer piso habrá algún cuarto de baño, ¿no? O alguna zona discreta donde pueda renovar el sello del Henge no Jutsu. También estaría bien saber la mejor ruta de escape posible una vez ahí arriba, por si… se tuercen las cosas —explicó. Tener una ruta de escape, o incluso dos, era de lo primerito que enseñaban en la Academia. O lo primero que se molestó en aprender él, al menos—. Después, ¿vendrás conmigo ahí arriba para que me dejen pasar? ¿Qué se supone que somos? ¿Amigos? —preguntó, quizá demasiado inocente—. Ah, y mi coartada. Había pensado en ser un diplomático del Daimyō del País del Viento por… diplomacia —Sí, sabía que no era demasiado elaborado—. Aunque abierto a posibles negocios personales. ¿Cómo lo ves? ¿Cuela para estos ambientes o me invento algo mejor?
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21/12/2017, 05:25 (Última modificación: 21/12/2017, 05:26 por Umikiba Kaido.)
Digno a la fidelidad de su lengua, Akame escupió un discurso de muy convincente para intentar explicar aquello a lo que Shinjaka le hubo increpado. El Aprendiz, no obstante, tan sólo se dedicó a seguir el ritmo de las frases con la parsimonia de un leve cabeceo, que se iba turnando a medida de que éste hacía más énfasis en las experiencias vividas, en las batallas libradas. Y, sobre todo, en su incapacidad de entender aquello por no ser él un shinobi. Joder. Tenía suerte el Uchiha de que su ahora interlocutor no fuera de mecha corta, porque seguro se habría ofendido. De hecho, vapuleó al Uchiha con una mirada bastante severa; que incluso podría haber hecho recular al Profesional si se lo hubiese propuesto. No obstante, no pasó a más. No pasó a más porque así lo quiso, y cuando Akame interpeló rápidamente con otra interrogante —para evitar así que él ahondara un poco más en un asunto que probablemente no iba a olvidar tan fácilmente, dado que los puntos conexos estaban bastante atados en ese sentido—, Shijaka le siguió la corriente.
—¿Qué información tenemos sobre el pipiolo?
—Se llama Yataru Katori. Un tipo joven, tendrá sus veinte años. Un civil de poca monta que vino de Minori a hacerse mejor vida en la capital. Más allá de eso, no sabemos mucho más salvo en dónde reside ahora mismo y que, en principio, tendría que tener alguna clase de formación militar como mínimo para, tu sabes, ser elegido para proteger a un tipo que no se siente seguro.
El aprendiz volteó a sus costados, en silencio, y oteó el área. Luego, volvió a hablar.
—Podemos empezar en su casa, a ver qué encontramos. Igual tendríamos que esperarle ahí, en caso de que quieras proceder de otra forma, porque no tengo idea de en dónde puede estar. ¿Qué quieres hacer?
. . .
Cuando Datsue comenzó a fraguar sus interrogantes, Meiharu aprovechó para tomar asiento. Cruzó sus piernas, esbeltas, y brillantes por sobre la otra y su vestido pareció abrirse a nivel del muslo, apenas aguantándose por sobre la piel.
Apenas él hubiera terminado de compartir sus inquietudes, ella volvería a hablar.
—Hay un tocador en el cuarto de mesa, sí, podrías usarlo para hacer ... eso que dices, de renovar tu disfraz cuantas veces puedas. Pero me temo que lo mejor será no torcer nada, querido, porque se sale y se entra sólo por una puerta. No hay alternativas en ese caso, corazón —volvió a beber de la copa, la pintura de sus labios casi había desaparecido por completo—. yo subiré contigo, claro, ya que te han visto acceder aquí arriba en mi compañía. Por lo general, los nuevos visitantes suelen agendarse de ésta manera, por lo que no parecerá extraño. ¿Qué somos? cliente, y consumidor. Oh, no me digas que... ¿sabes qué hacemos aquí, verdad? —el rostro se la mujer violeta, de pronto, se vistió de ligera decepción. Aunque apenas pequeña, fácilmente reparable para un diestro e intrépido Uchiha de Uzushiogakure—. Y, diplomático, bueno...
Su cabeza se torció de un lado a otro, como un péndulo. Dubitativa.
»Puede ser, siempre y cuando no te tomes demasiado en serio tu papel. Y que no permitas que te lleven a un punto en donde debas dar detalles en nombre de una figura tan importante —comento, sincera—. probemos algo.
Ella, de pronto, tuvo una idea.
Se alzó de entre su sofá, y taconeó seductora y lenta hacia Datsue. A paso de una cascabel, hipnotizando a su víctima con el sonido de su cola. Se detuvo sólo cuando hubo estado a apenas unos centímetros del rostro de Datsue, donde le miró con los ojos chiquitos.
»Dime: ¿quién eres? ¿de dónde vienes? ¿a qué te dedicas? —sí, esa era una buena prueba. La prueba de la lujuria. El aroma de Meiharu, la apenas curvada aunque bien sujeta línea del escote obligándole apartar la mirada de vez en cuando y de cuando en vez.
Si caía ante aquello, seguro que adentro le iba a ir peor. Mucho peor.
21/12/2017, 15:55 (Última modificación: 21/12/2017, 17:21 por Uchiha Datsue.)
«¿Un tocador?». Datsue se mesó la barbilla, pensativo. No era algo que un hombre soliese usar, desde luego. A ver qué excusa se inventaba para ausentarse en él. «Debí haberme transformado en mujer», se lamentó, demasiado tarde. Pero los inconvenientes no terminaban ahí, sino que Meiharu le aseguró que no había más escapatoria que la propia entrada.
Datsue alzó las cejas, sorprendido.
—¿Ni siquiera una ventana? —preguntó, estupefacto. No le gustaba para nada la idea de verse encerrado allí arriba. Como algo saliese mal…
Sacudió la cabeza. Mejor pensar en positivo.
Quiso aclararse con la relación que ambos tenían de cara al público, y le comentó su coartada para ver qué le parecía.
—¿Qué somos? cliente, y consumidor. Oh, no me digas que... ¿sabes qué hacemos aquí, verdad?
Dicho así, parecía insultantemente obvio.
—Claro que sí —replicó, herido en orgullo—. Pero un ninja debe asegurarse hasta de lo más obvio. Deformación profesional —se excusó.
Respecto a la coartada, Meiharu dio su aprobación, mas le aconsejó tener cuidado para no meterse en jardines de donde no pudiese salir. Como si no confiase en su capacidad para hacerlo, quiso ponerle a prueba. «Oh, no…». Por mucha labia que tuviese, Datsue nunca había sido muy bueno para defenderse de aquellas tácticas inmorales.
Tragó saliva, e hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para no caer en la tentación de dejar caer la vista en el escote de ella, que le atraía como la miel al oso. Pronto tuvo que resistirse también de besarla, cuando sus labios quedaron a apenas unos centímetros de distancia.
—Dime: ¿quién eres? ¿de dónde vienes? ¿a qué te dedicas?
Su aliento empalagó su olfato como el mejor de los perfumes, pero no le emborrachó. No iba a permitirlo. Él había estado con Noemi. Había sido el juguete de Aiko. Después de todas sus experiencias, no iba a dejar que aquella mujer jugase con él como un novicio, por mucho que le atrajese.
—Mi nombre es Seshu Sakyū —dejó la copa que todavía sujetaba sobre la mini-nevera, a la vez que encendía sus ojos con el color de la sangre. Tres aspas adornaron su pupila, mas aquella acción no había sido por adorno, sino por necesidad—, y provengo de la arena, del desierto… del País del Viento. —La mano que había dejado la copa empezó a deslizarse por el brazo de Meiharu, rozándola con apenas la punta de uno de sus dedos, hasta llegar a la muñeca. Clic—. ¿A qué me dedico? Bueno, depende a quién preguntes. Cada uno tiene su particular nombre para mi profesión, mas a mí me gusta considerarme… —Ahora, deslizaba su otra mano por el otro brazo de Meiharu, hasta enredar sus dedos con los de ella. Los atrajo levemente hacia un lado…—, un hombre con el poder de esposar con palabras...
Clic. El sonido del cerrojo de la otra esposa cerrándose. Sonrió. Había visto aquellas esposas entre el resto de utensilios de inequívoco uso, y aprovechando el movimiento de su mano al dejar la copa, las había tomado con disimulo. Por eso había activado el Sharingan. No para pavonearse, sino como distracción.
Tomó la llave de plata que había junto a las esposas, y retrocedió un paso.
—… y también de otorgar la libertad —agregó, sonriente, enseñándole la llave—. Un representante del Daimyō del País del Viento, vaya. ¿Alguna pregunta más, querida?
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Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
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«Yataru Katori», se repitió mentalmente el Uchiha.
Luego escuchó con atención la información que le ofrecía Shinjaka. «Parece un tipo listo, y tiene contactos, de eso no cabe duda». Hasta el momento, el aprendiz de herrero había demostrado que no estaba allí para jugar; tenía bien ubicado al objetivo, a las personas que se relacionaban con él y los lugares por los que se movía. Shinjaka había hecho un auténtico trabajo de reconocimiento y recolección de información, digno de un shinobi.
—Quizá deberías pensar en alistarte, Shinjaka-san —le dijo el Uchiha con tono mordaz—. Está claro que sabes ver, y sabes oír, dos cualidades esenciales para cualquier shinobi. Por algo se empieza.
Realizada la chanza —aunque también había algo de seriedad en aquel consejo—, Akame asintió con convicción. Tenían un hilo del que tirar.
—Vayamos a su casa entonces. Parece la mejor pista que tenemos ahora mismo.
—Quizá deberías pensar en alistarte, Shinjaka-san —le dijo el Uchiha con tono mordaz—. Está claro que sabes ver, y sabes oír, dos cualidades esenciales para cualquier shinobi. Por algo se empieza.
Shinjaka sonrió grotescamente ante semejante proposición. No era la primera vez que se lo ofrecían, y desde luego tampoco sería la última.
—No es lo mío, aunque te agradezco el consejo —sentenció.
Entonces, decidido, el Uchiha secundó lo evidente. Y es que lo más sensato sería acudir a donde fuera que éste tipo viviera para averiguar un poco más acerca de él. Shinajaka apresuró ligeramente el paso, y se buenaventuró por las confinadas y engañosas avenidas de la tupida ciudad de Tanzaku, abriéndose paso a través de algunas muchedumbres y un par de plazas hasta llegar a una zona residencial. Akame habría guardado el recorrido en su disco rígido, por si acaso: cuatro cuadras que surcaron en bajada sin interrupciones, dos cruces a la izquierda, uno a la derecha y a la derecha, otra vez. Del Molino rojo se encontraban a unos diez minutos a pie, aunque torcidos hacia el este de la capital.
Y, Akame era un tipo de buen ojo. También tendría que haberse percatado del cómo las edificaciones iban transmutando a enseres y urbanizaciones ligeramente más deplorables que los sectores aledaños. Zona Este era, quizás, el área menos cuidada y en donde existía una clara dicotomía con el resto. Vamos, el espacio popular que tiene toda ciudad, y más si se trataba de una tan concurrida como aquella.
No era necesariamente un barrio de mala monta, sin embargo, sino que tenía un contraste perceptible. Nada más.
—Es por aquí, socio —exclamó, moviéndose ahora con mayor cautela. Dio un último cruce al final del encaminado y adelante, a unos 15 metros, había una hilera de cabañas pequeñas tipo motel. La fila iba de la 543 a la 549—. La quinientos cuarenta y cinco. Esa es. Y no parece haber nadie todavía, mira, sin luz.
O eso podría creer él, al ver que de las dos ventanas adyacentes a la entrada, de cada lado, no parecían estar ataviadas de ninguna fuente de luz. A diferencia de dos de los anexos contiguos, que sí tenían.
. . .
... y provengo de la arena, del desierto… del País del Viento —ella asentía, cautiva, a medida de que su víctima iba explayándose a contra marea. Sus ojos fijos en los de él, que de pronto se habían convertido en un mar de sangre al que se sumergió ella, de cabeza. Embelesada, quizás, por los misterios que ocultaban cada una de las aspas que vestía la pupila de un niño no tan niño. Sonrió, y volvió a asentir. Prosigue, habría querido decir, pero dejó que Datsue continuara el curso de su respuesta—. ¿A qué me dedico? Bueno, depende a quién preguntes—Clic—. Cada uno tiene su particular nombre para mi profesión, mas a mí me gusta considerarme un hombre con el poder de esposar con palabras...
Clic.
La dama violeta, sin embargo, no derruyó su enfoque. Continuó firme en aquel juego de miradas, a pesar de saber lo que envolvían ahora sus muñecas. Y cómo no, si estaba acostumbrada a las caricias del frío metal. Al sonido del cerrojo encerrándole las manos y convirtiéndole en un preciado objeto para cuanto afortunado pudiera costearla. No, aquello era un juego de niños.
—… y también de otorgar la libertad —agregó, sonriente, enseñándole la llave—. Un representante del Daimyō del País del Viento, vaya. ¿Alguna pregunta más, querida?
—Ni una más, su señoría. Ni una más —alzó los brazos de melaza, seductora—. ahora libérame, querido. Se acabó tu práctica. El Juego está a punto de empezar.
El uzujin siguió a su improvisado y astuto guía por las calles nocturnas de Tanzaku Gai. En la gran urbe uno podía encontrarse con casi cualquier cosa a aquellas horas, pero el genin no tenía miedo a la mayoría de ellas. Al fin y al cabo, era uno de los Hermanos del Desierto. Había matado a un mismísimo Kage. ¿Qué tenía que temer de una recua de mercenarios ignorantes?
Apartó aquellos pensamientos de su cabeza casi al momento de producirlos. «Subestimar al enemigo es una forma rápida de acabar muerto», se recordó. No, daba igual que su objetivo fuese un jovencito desertor, soldado o lo que quiera. Él pensaba tomarse todo aquello como si estuviese, de nuevo, en mitad de una misión de rango S; y eso incluía carecer de piedad o contemplaciones con el enemigo.
Tras caminar un rato, Shinjaka le indicó que habían llegado a su objetivo. Ambos se detuvieron y Akame echó una visual del entorno. «Las luces están encendidas en las chozas contiguas, lo que significa que cualquier vecino podría enterarse si no somos suficientemente discretos».
—Hagámonos a un lado, Shinjaka-san —pidió el Uchiha mientras buscaba el resguardo de la oscuridad, apartándose del camino principal. Luego sus manos se entrelazaron en un sencillo sello—. Kage Bunshin no Jutsu.
Al instante, una copia idéntica al propio Akame apareció a su lado. «Primero, reconocer el terrano». El Clon de Sombras cruzaría entonces la calle para aproximarse a la cabaña quinientos cuarenta y cinco, siempre atento, siempre vigilante. Luego buscaría examinar la zona aledaña; ¿había alguna ventana más, aparte de aquellas dos? ¿Qué había detrás y en los laterales de la choza? ¿Podía escuchar algún ruido? Toda aquella información le sería de sumo valor.
—¿Liberarte? —preguntó, con una sonrisa que no le cabía en el rostro—. Pero querida, esto es recíproco, yo también debo poner a prueba tus habilidades —dijo Datsue, que más bien quería comprobar si todo aquel tonteo iba en serio o solo estaba jugando con él—. Además, como ya te dije, soy un político. Y a los políticos se les soborna, no se les pide sin dar nada a cambio —comentó, divertido, mientras jugueteaba con la llave, que a través del aro daba vueltas alrededor de uno de sus dedos.
Con todos los problemas que se le iban a echar encima en unos minutos, seguramente aquel coqueteo fuese lo más improcedente e inoportuno que había hecho en su vida. Pero Datsue, a diferencia de su Hermano, nunca había sido un profesional. Ni nunca lo sería.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80