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—Una buena oportunidad es todo lo que necesitamos, compañero —dijo, tratando de infundirle un poco de animo a Keisuke.
—No creo que les resulte tan sencillo; es más, decir que será difícil seria caer en un eufemismo —comento el sabio, manteniéndose al tanto de todo lo que les decía—. Con los de su clan no funciona el deshabilitar su vista; pues son capaces de percibir el calor a su alrededor, una especie de sexto sentido térmico. Tanto es así que bien podrían encontrar un ratón a cien metros durante una ventisca… Además, el fuego común resulta ineficiente contra ellos, solo las llamas alimentadas con chakra son capaces de evitar el factor congelación de su espacio personal.
Con aquello dicho, el plan inicial de Keisuke quedaba bastante lejos de ser realizable: la bomba de humo solo conseguiría entorpecer su propio proceder, mientras que el enemigo sabría en donde estaban a cada momento. Y también estaba el hecho de que tratar de encenderlo en llamas sería casi imposible.
—Ya veo… —dijo, pensativo, mientras arrojaba una mirada al interior de la casa.
Sepayauitl yacía acurrucada en un rincón, temerosa de verse involucrada en semejante conflicto. Aquello le pareció extraño: el que perteneciese a una tribu de clase bélica en donde la batalla y el estatus guerrero eran tan importantes. Resultaba una rareza, pero quizás fuese ese modo de ser el que la impulso a tratar de buscar la paz, aun a riesgo de su vida. El joven de ojos grises no pudo evitar sentirse un tanto avergonzado; pues aquella chica menor que él había necesitado de mucho valor para hacer algo que se planteaba mucho más difícil de lo que ahora tenía entre manos. No podía permitirse a sí mismo, dudar o ser menos en la medida del valor.
—Le enfrentare directamente… —sentencio por fin, mostrando una expresión llena de determinación—. Necesitaremos mantener el combate a la distancia más conveniente, cubrirnos el uno al otro y buscar la posibilidad de un golpe crítico…
»No se me ocurre mucho más, el combate a corta y media distancia es lo que mejor se hacer. ¿Tú que piensas, Keisuke-san?
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Koutetsu se manifestó de acuerdo con mi idea, ambos nos dábamos ánimos, incluso sabiendo que iriamos, prácticamente, a una muerte segura, no obstante, el guardián del conocimiento no estaba totalmente de acuerdo con lo antes dicho y era su deber decir la verdad, por muy desalentadora que fuera.
—No creo que les resulte tan sencillo; es más, decir que será difícil seria caer en un eufemismo. Con los de su clan no funciona el deshabilitar su vista; pues son capaces de percibir el calor a su alrededor, una especie de sexto sentido térmico. Tanto es así que bien podrían encontrar un ratón a cien metros durante una ventisca… Además, el fuego común resulta ineficiente contra ellos, solo las llamas alimentadas con chakra son capaces de evitar el factor congelación de su espacio personal.
Sus palabras derrumbaron todo el plan que había creado, realmente no era mucho el esfuerzo, pero sí la ilusión de que sirviera, sobre todo por la motivación en sí que él podía infundarnos, que ahora no nos infunda...
—Ya veo… —dijo ensimismado en sus pensamientos.
Miré el interior al igual que Koutetsu, no sabía exactamente que miraba, pero quería recordarle que a nuestra espaldas estaba el guerrero, no obstante pude observar la imagen de la princesa escondiendose en un rincón del ático
—Le enfrentare directamente… —dijo con seguridad, su voz así lo demostraba—. Necesitaremos mantener el combate a la distancia más conveniente, cubrirnos el uno al otro y buscar la posibilidad de un golpe crítico…— Comentó su plan,aunque no era realmente un plan en sí. ¿Cómo le ganaríamos?
—No creo que nuestro rival sea muy paciente, será mejor empezar ahora que ya me estoy arrepintiendo de haberme quitado la chaqueta jeje.— Bromeé, pero sí froté mis brazos para darme un poco de calor.
»No se me ocurre mucho más, el combate a corta y media distancia es lo que mejor se hacer. ¿Tú que piensas, Keisuke-san? — Preguntó buscando un poco de apoyo o alguna otra magnifica idea de mi parte, idea que no tenía.
—Digo que si no hay nada más que hacer lo hagamos de una vez, no dilatemos más esto... Si vamos a morir lo haremos, si vamos a salvarnos lo haremos, pero el destino será el mismo unos minutos más o menos....— Aseguré como sí hubiera enfrentado la muerte antes, cosa que nunca había hecho, pero la situación me estaba angustiando mucho más de lo que pensaba.
Me puse de pie en la ventana. —Será mejor que tomes un par de botellas de queroseno, por sí alguno de esos cadáveres se levanta...— Sugerí mientras me lanzaba directo a la nieve.
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El Hakagurē tomo unos cuantos frascos con queroseno, y descendió hasta la entrada con un gran salto.
El enemigo se veía cruel y relajado, completamente seguro de que sería sencillo el darles una muerta rápida y terrible. Ni siquiera se tomó la molestia de ponerse en guardia cuando Kōtetsu desenvaino su espada.
—¡Ahí voy! —declaro.
Comenzó a caminar hacia su oponente, acumulando chakra en su arma y coraje en su corazón. El Seltkalt percibió la densidad que se acumulaba en la katana, y entonces se preparó. El joven de ojos se grises se abalanzo contra él a gran velocidad, deteniéndose solo cuando el enemigo estuvo dentro del alcance de su técnica; que se manifestó como una arremolinada nube de chakra, que se comportaba como si estuviera hecha de cientos de cuchillas. El ataque avanzo aullando como multitud de almas atormentadas; para encontrarse con un muro de hielo que se hizo añicos pero que protegió por completo a su frio creador.
El enemigo se mostró en absoluto sorprendido o intimidado. Alzo su pálida mano, y en la misma comenzó a formarse una lanza de hielo que tenía planeado usar contra el peliblanco, quien yacía retrocediendo.
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Una vez entre la blanca nieve miré con determinación al guerrero, no había escapatoria ni otra opción, batalla a muerte, lo bueno quera no no estaba sólo, Koutetsu cayó unos segundos después de mi, le miré de reojo, ahora él tenía su espada en la mano.
"Ya se me había olvidado que tenía una espada..."
—¡Ahí voy! — Anunció mientras empezaba a caminar en dirección al albino.
Repentinamente el moreno empezó a correr con decisión hacia él, no sabía exactamente que iba a hacer pero le seguí de cerca por sí el surgía un imprevisto. Entonces se detuvo y blandió el hierro en dirección al rival, una ráfaga de chakra densa se manifestó del filo como una onda expansiva con un murmullo bastante peculiar, aterrador, que hizo que mi piel se erizara aún más...
"Suena a... desdicha, desgracia... ¿Qué clase de técnicas ocultas?"
Sin embargo, un potente bloque de hielo detuvo el ataque terrorífico del peliblanco, nuestro rival estaba intacto de pies a cabeza sin un rasguño; el muro, por otro lado, estaba reducido a escombros...
—Tratemos un ataque combinado, pero mi elemento no nos favorece...— Expresé —¡Cuidado está preparando su ataque!— Exclamé alarmado al ver como la lanza gélida se creaba en su mano.
Agudicé mis sentidos y empecé a moverme en zigzag. —Tengo una idea, puede ser arriesgado, debemos acercarnos...— Me mantuve en movimiento mientras seguía moviéndome de un lado a otro, deshaciendome de los metros que nos separaban.
—Prepara tu ataque.— Busque en mi porta objetos dos estrellas metálicas y las lancé directamente a sus ojos, justo después de enviar los dos proyectiles metálicos, saqué una pequeña bola de papel que arrojé justamente a sus pies, la cortina de humo debía esparcirse rápidamente y sus sentidos deberían mermar un poco.
Rapidamente hice una breve secuencia de sellos con mis manos, mientras la niebla negra camuflajeaba nuestras acciones. —Ahora!— Emití para luego terminar de formular la técnica, posé mi diestra alrededor de mis labios y entonces escupí una oleada salvaje de agua que debía arrasar con él; pero era mera distracción para que Koutetsu lograse cargar nuevamente su espada y enviara otro ataque igual a ese.
Una vez hubiera lanzado mi ofensiva elemental retrocedería un par de metros, me haría con un kunai y estaría pendiente para actuar.
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Kōtetsu se supo en posición perfecta para recibir el ataque del guerrero nativo; pero por suerte, Keisuke se encontraba allí apoyándolo: rápidamente acorto las distancias y arrojo dos shurikens hacia su oponente; estos se encontraron con una lanza recién formada, cuyo roce basto para reducirlos a mero oxido congelado. Continúo su ofensiva con una bomba de humo, que poco afecto el tan desarrollado sentido térmico del enemigo, que le percibió en todo momento; y sin embargo, aquello no le permitió ver la enorme ola que se le acercaba hasta que la tuvo encima. El Seltkalt toco la masa de agua con la punta de su delgada y rudimentaria lanza, y esta se congelo al instante, formando un medio domo de hielo.
Para aquel momento, el Hakagurē ya había cargado de nuevo su técnica. Volvió a liberar la tempestad de almas en pena que prometían arrasar con su enemigo; pero el mismo decidió no defenderse en esta ocasión, sino hacerle frente: alzo la mano y exclamo algo ininteligible; de la misma escapo una ráfaga de aire presurizado tan frio y feroz como la muerte. La ventisca blanca y la nube gris chocaron en medio de una cacofonía atormentante. La tierra se sacudió por el enfrentamiento, y la nieve recién alzada entorpecía la vista.
Antes de siquiera poder reaccionar, el pálido ser dio unas cuantas zancadas y se colocó justo al frente del peliblanco. Este alcanzo a levantar su espada, pero recibió un rodillazo en su estómago, tan fuerte que le hizo retroceder varios metros.
Sintió una extraña combinación de frio, dolor y ardor. Se incorporó mientras su oponente se mantenía quieto, luciendo imponente y confiado. Se tocó el abdomen y comprendió que aquel golpe había sido tan frio que había quemado un poco de su piel…, y casi que también el musculo y la sangre que yacían debajo. Todo aquello con un solo golpe, del cual aún no se recuperaba.
—¡Es tu oportunidad, Keisuke-san! —grito, mientras juntaba sus manos en un sello.
De pronto un sonido desgarrador, como el de la más brutal de las tormentas aullantes, lleno el espacio alrededor del guerrero nativo. El genin de Uzushio había dejado tras de sí una certera y oportuna bomba de sonido. El enemigo no tuvo más opción que cubrirse los oídos en un intento de resistir una ofensiva que no se esperaba y que jamás había experimentado.
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Un sonido de cristalización se escuchó potente luego de que mi ola de agua fuese a su dirección, la respuesta era más que obvia, había congelado el líquido, realmente esa era mi intención, distraerle; miré a mi compañero y entonces blandió nuevamente su espada. "Espero que esté lo suficientemente cerca para que no lo pueda esquivar." Me dije mientras miraba en dirección a la cortina de humo .
Un gruñido desde el interior se manifestó y una ráfaga gélida se alzó para el encuentro con la técnica del peliblanco, hubo una gran colisión que hizo sacudir la tierra, la nieve y temblar mis pies, para luego sentir una capa de escarcha en mi cuerpo, había bastantes copos níveos descendiendo lentamente.
"Fallamos" Maldije por dentro, mi idea lejos de ser eficaz había fracasado.
Repentinamente el guerrero salió expelido hacia Koutetsu como una flecha y fue en cuestión de segundos que clavó su rodilla en el cuerpo del moreno, enviandolo varios metros atrás por la fuerza de su ataque. Me moví rápidamente hacia su encuentro, para apoyarle antes de que muriese ante las manos de la parca de las nieves...
—¡Es tu oportunidad, Keisuke-san! —gritó.
Entonces un pequeño pitido llegó a mis oidos, pero no era nada comparado con la sensación que debió sentir nuestro enemigo que tuvo que llevar sus manos a sus orejas para tratar de calmar el dolor y bloquear la onda sonora.
"Bien" Me acerqué más rápido haciendo unos sellos manuales y fue en cuestión de segundos que otro chorró de agua salio de mi boca, pero este era pegajoso y viscoso, caería directamente en la posición en donde estaba el pálido, dejando sus pies adheridos a su superficie.
"Ahora verás!" Después de usar mi técnica, corrí directamente a su posición por su retaguardia y una vez estuvimos lo suficientemente cerca alcé mi puño para encajarlo directamente en su nuca, pero no era un puñetazo normal y corriente, no, iría potenciado con toda la fuerza de chakra que podía imprimirle al mismo. Tal golpe debía hacerlo volar unos cuantos metros de distancia.
Luego me acerqué al peliblanco. —¿Estás bien?— Pregunté al ver la herida en su abdomen.
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El pálido ser no pudo evitar el ataque del pelirrojo; por lo que sus pies quedaron adheridos a la superficie por un espeso manto de líquido. Trato de congelar aquella masa de agua, pero la consistencia de la misma le impedía hacerlo como quería. Lo único que consiguió fue empeorar su aprisionamiento.
El golpe de Keisuke fue veloz y certero, pero la experiencia del guerrero helado era un factor que le otorgaba demasiada ventaja: justo antes del impacto, creo sobre su pálida piel una gruesa cubierta de hielo que le protegió de tan poderoso golpe. Pese a que resultó ileso, el impulso provoco que saliese despido y rodase varios metros, dejando un surco en la nieve.
—Estaré bien, solo debo tener más cuidado con su golpes —aseguro el peliblanco, soportando la extraña combinación de ardor y frio que aquejaban la zona golpeada.
Estando ambos a una distancia prudencial, observaron como el nativo se levantaba con cierta dificultad: se había protegido bien del ataque, así lo demostraba aquella pálida piel sin rasguños; y sin embargo, se le veía un poco aturdido. No les resultaría difícil el suponer que se trataba de un guerrero con un chakra poderoso, pero con una resistencia no tan destacable.
De momento se habían ganado un respiro, uno corto y poco gratificante: aquel ser enemigo se incorporó lentamente y giro su vista hacia ellos, arropándolos con una expresión casi tan pétrea como la primera que les mostro, acaso con un deje de odio. Sin que su frio lenguaje corporal le delatase, se movió como un rayo hasta encontrarse a tan solo unas zancadas de los muchachos. Sus reflejos les permitirían evitar el primer zarpazo de aquellas manos que portaban la muerte; pero aquel solo era un amago para poder asestar un poderoso y letal agarre al chico de ojos melíferos. Ante la expectativa de que su compañero pasaría a ser polvo helado, Kōtetsu solo pudo recurrir a atravesar su arma entre ambos. El enemigo ni siquiera se molestó en tratar de evitar el filo, pues estaba más que seguro. Sin embargo, cuando su mano rozo el borde de Bohimei esta permaneció indiferente al cruel destino que habían sufrido otras armas de acero.
Aprovechando el desconcierto que le mantenía atrapado, el Hakagurē retiro la cubierta protectora de su arma y la deslizo con plena intención de cercenar cuantos dedos le fuesen posibles. El nativo aulló mientras retiraba su mano justo a tiempo como para solo sufrir un corte que, aunque profundo, no comprometía su capacidad de matar. En un acto reflejo, arrojo una fuerte patada al muchacho, con fuerza suficiente como para mandarle a volar y desarmarle.
Pudo seguir con el ataque, pero la rara oportunidad de ver su propia sangre le tenía completamente sobrecogido y absorto.
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Momentos previos a que mi puño besara la nuca del pálido, una cristal gélido de consistencia dura se formó para defender a su creador, no obstante, el cristal se vio destrozado y finalmente mi objetivo fue logrado, el guerrero salió expedido varios metros de distancia. Teníamos un punto en el marcador a nuestro favor.
—Estaré bien, solo debo tener más cuidado con su golpes —aseguró el peliblanco, por otro lado yo no estaba del todo seguro, pero teníamos problemas más grandes a un par de metros de distancia, el nativo se incorporaba con un poco de dificultad, parecía algo mareado, como con vértigo y es que en la zona en dónde había recibido el impacto del golpe era un área bastante sensible y con miles de nervios a su alrededor como para traer cualquier tipo de consecuencia, o quizá se estaba agotando por la gran cantidad de chakra que había estado usando, no solo ahora sino a los cientos de cadáveres que estuvo manipulando.
—Parece que si acertamos un par de golpes más podríamos dejarlo en la lona...— Me atreví a decir.
Tuvimos unos cuantos segundos de descanso, pero no más de eso... Nuestro rival ya se había estabilizado y sus orbes buscaban a su presa, o sea, nosotros. Se movió ágil como un felino y amenazó con su mano la integridad del peliblanco, realmente era rápido porque en cuestión de milisegundos estaba a nuestro lado, y su amago sirvió, me quedé viendo como intentaba asestar el golpe al moreno pero irremediablemente para mi, su mano terminó por agarrarme; afortunadamente Koutetsu respondió rápidamente colocando el filo de su espada entre ambos, extrañamente el acero del moreno no se congeló, era algo bastante bueno pera mi, considerando la situación en la que me encontraba.
Mi compañero no dudó en arremeter en contra de los dedos de mi atacante y en cuestión de segundos estuve totalmente liberado del agarre, un potente alarido se escuchó y la sangre corrió por la nieve; no permitió que la amenaza siguiera en su cercanía y le propinó una potente patada al moreno.
Sin embargo, algo raro ocurrió cuando el pálido se quedó absorto viendo su herida, parecía ver su propia sangre con un poco de sorpresa, y ese era mi momento para volver al contrataque; justo en ese lapso que él parecía sorprendido por el líquido carmesí, le propiné un potente puñetazo recargado con chakra en su mejilla, seguramente saldría expedido, por lo que aproveché esa brecha para acercarme y hacer rápidamente una corta secuencia de sellos, fue cuestión de segundos para que de mi boca saliera un potente chorro de agua que iría dirigido a su cuerpo, con la intención de hacerle daño o que gastara más energía congelando el agua.
—Buena salvada!— Comenté a Koutetsu mientras mantenía la guardia en alto.
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La brecha estaba abierta; y Keisuke aprovecho aquello para atacar a su oponente. El golpe cargado de chakra dio de lleno contra el pómulo del guerrero, retorciendo su rostro en una terrible mueca antes de arrojarlo por los aires. El enemigo quedo aparentemente inmóvil a unos metros de distancia.
Kōtetsu comenzó a levantarse, un poco mareado y con mucho frio. Su vista se había tornado un tanto borrosa, pero pudo ver con claridad como el guerrero nativo comenzaba a removerse con dificultad. Entonces supo que no tardaría mucho en recomenzar su ataque.
El genin de Amegakure se adelantó a tal suceso; y comenzó una secuencia de sellos que terminaría en una considerable masa de agua que tenía como objetivo golpear al caído… Pero este se levantó y, con una furia indescriptible, elevo desde el suelo una pared de nieve que avanzaba en dirección contraria. Su técnica fue tan rápida que en un segundo absorbió por completo la ola de agua, y un segundo después estaba sobre el muchacho de ojos melíferos. La avalancha lo tomaría y lo zarandearía sin compasión hasta golpearlo contra el suelo.
El Seltkalt se tambaleo y el genin de Uzushiogakure aprovecho para correr y tomar su espada. Cargo cuanto chakra pudo en la misma, y se acercó rápidamente hacia su objetivo. Sabía que tenía que actuar rápido, tomar la ofensiva antes que su oponente… Pero ya se le estaba haciendo tarde: el pálido dio forma a la nieve circundante y creo cinco bestias que, veloces como la avalancha, se arrojaron con malicia y rencor hacia la posición de Keisuke. Kōtetsu visualizo la trayectoria de sus objetivos y realizo cinco cortes en el espacio frente a él, cinco cortes que expelieron un chakra gris y espectral con forma de medias lunas que emitían bramidos coléricos. Las bestias fueron alcanzadas, y el enemigo observo con paciencia, replanteándose que tan enserio debía tomarse aquel combate.
—De seguir así, terminaremos todos muertos —sentencio el anciano.
—¿Tan fuerte es ese monstruo? —pregunto aterrada su asistente.
—No es que sea demasiado fuerte, para los estándares de su tribu, es que estos muchachos carecen de experiencia… Y pensar que ni siquiera ha hecho uso de sus armas más peligrosas.
»Creo que podría tener un plan para ganar esta batalla, pero el que funcione o no dependerá de cuanto puedan aguatar ellos y de que si oponente siga arrogante.
El anciano comenzó a dar órdenes a su asistente, y a una temblorosa Sepayauitl que se movía torpemente. Mientras afuera se libraba una batalla a muerte, ellos se ponían en marcha con un plan desesperado, esperando que el tiempo les alcanzase.
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Mi puñetazo dio de lleno en la mejilla del guerrero y entonces salió impulsado por la fuerza del golpe, y del chakra, a unos cuantos metros de mi posición actual, sin embargo, el hecho de aprovechar esa brecha para intentar asestarle un segundo golpe con mi chakra elemental no fue tan efectivo como el primero, mi rival logró incorporarse y una pared nívea se manifestó entre el chorro del agua y mi objetivo, y no todo terminaba ahí porque la nieve parecía absorber el agua como sí se estuviese bebiendo un vaso de agua...
"Un momento..." Me dije a la par que abría mis ojos, no era una pared de nieve lo que había hecho, sino una avalancha que ahora había crecido en tamaño y se acercaba a mi de una forma amenazante, intenté retroceder unos cuantos pasos, pero fue demasiado tarde, la ola nívea me atropelló y me revolcó directamente contra el suelo. —Auch...— Musité mientras quitaba las toneladas de nieve que me habían sepultado, estaba tratando de salir a la superficie nuevamente.
Una vez logré salir de mi ataúd congelado, pude escuchar como unos pasos se acercaban a gran velocidad hacia mi, y no era precisamente un solo ser el que se movía hacia mi, sino cinco fieras heladas que venían a mi, y yo estaba agotado, las bestias las tenías practicamente encima de mí, lo único que pude hacer fue interponer mis brazos como escudo para protegerme un poco, y entonces esperé el impacto; pero este nunca llegó, más bien mis oídos captaron los alaridos y gritos de desdicha que colisionaron con cada una de los proyectiles dejando como rastro una lluvia de copos de nieve a mi alrededor.
"Ya le debo unas cuantas..."
El frío empezaba a calar en mis huesos y mi cuerpo empezaba a pesar un poco más, mi respiración se había agitado, mi corazón latía a mil por minuto como sí fuera a salir de mi pecho en cualquier momento. Tragué grueso y miré la localización del guerrero, relamí mis labios y volví a tragar. ¿Qué iba a hacer? No tenía ningún plan, no tenía tanto chakra para seguir desperdiciandolo sin ninguna idea.
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—Esto no pinta nada bien… —le confió Kōtetsu a Keisuke.
Era la verdad de la situación: el encajar un golpe por cada tres que recibían era un camino que conducía a una derrota segura, allí y en cualquier parte del mundo. Tampoco era como si tuvieran un abanico de opciones, pues estaban luchando por su vida como mejor podían. La proximidad de su derrota era un asunto desagradable, pero no era algo que pudiesen evitar pensar.
De pronto, desde la ventana destrozada, la vos de la rabiosa mujer les alcanzo:
—El señor Shinda tiene un plan, pero necesitan que aguanten hasta que estén listos los preparativos.
—¿Qué te parece? —pregunto, dejando escapar una leve y serena risilla—. Lo dice como si fuera fácil. Bueno, no es que tengamos otra opción.
El Hakagurē afirmo con fuerza su espada y se preparó para acercarse y atacar. Si resultaba cierto que Bohimei no se congelaría —y estaba bastante seguro de ello—, tendría cierta oportunidad en un combate cuerpo a cuerpo: aquel ser no debía de estar acostumbrado a pelear contra un oponente armado, pues siempre destruía los filos enemigos; sin duda, aquello le obligaría a estar bastante atento, fuera de su área de comodidad, al lidiar contra la katana del joven. Y aun así… estaba el factor de su agarre helado; si aquellas manos lograban aferrarle aunque sea un segundo seria el fin del combate.
—Pero no hay más opciones —se dijo a sí mismo en voz baja y gélida—. Ahora, mi misión es el conseguir todo el tiempo que haga falta, y para ello tengo que resistir lo que sea necesario.
Tomo aire con fuerza y se abalanzo contra el pálido ser, esgrimiendo su espada con letales intenciones; pero sin exponerse demasiado, manteniendo prudencial distancia de aquellas armas letales que tenía por manos. Su enemigo era rápido, y el aire que yacía a su alrededor ardía como el infierno en los pulmones de quien lo respirase; pero la mayoría de su atención estaba en la indestructible arma que blandían contra él, y él estaba a la espera de una brecha, un poco de cansancio, en los movimientos del peliblanco.
El combate se mantenía cerrado con esquives y envites, pero el tiempo jugaba contra el joven. Solo la pronta asistencia de su compañero en un cuerpo a cuerpo podría nivelar el campo de batalla.
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—Esto no pinta nada bien… — Admitió el moreno en un ataque de sinceridad.
—Y que lo digas...— Resoplé sin ánimos.
Ahora ¿qué? El mismo Koutetsu se daba cuenta de la situación, el enemigo parecía recobrar la compostura y el frío seguía calando en mí, en cualquier momento podría desfallecer ante la temperatura que me rodeaba.
Repentinamente una voz fémenina y chillona se manifestó desde las alturas de la casa, directamente desde la ventana.
—El señor Shinda tiene un plan, pero necesitan que aguanten hasta que estén listos los preparativos.
"Finalmente puso a trabajar a sus neuronas para salir de esta situación... Imagino que se habrá dado cuenta de que él tiene la llave..." Me dije un poco más satisfecho por la declaración por parte de su ayudante.
—¿Qué te parece? —preguntó con una sonrisa leve—. Lo dice como si fuera fácil. Bueno, no es que tengamos otra opción.
—Espero que no se tarden mucho...— Admití con un poco de preocupación por el tiempo que pudiera llevarse los preparativos. —Por lo menos tenemos un plan.— Dije tratando de sonar optimista, aunque realmente ninguno de los dos sabía cual era la estrategia, por lo que solo quedaba confiar en un señor que acababamos de conocer.
Koutetsu fue el primero en atacar, se tiró con su espada en mano directamente hacia el pálido guerrero. "Aquí vamos" Suspiré y entonces corrí directamente hacia nuestro rival, a pocos pasos del peliblanco. El espadachín empezó a lanzar cortes al cuerpo del oponente con la intención de picarlo en dos o más partes, pero éste no se dejaría así nomás nuevamente hizo gala de su gran agilidad y escapaba con cierta facilidad del filo del moreno.
"Espero que esto funcione"
Uní mis manos y luego tres yo idénticos al original, estaban a mi lado, ahora eramos cuatro Inoue Keisuke, ¿él sabría cual era el real? Indistintamente el cuarteto se lanzó por cada uno de sus puntos cardinales, aunque no todos ibamos al unisono nos acercabamos con decisión a él, sería cuestión de tiempo para hacerle una encerrona conjunto al filo de Koutetsu, y que inevitablemente terminara comiendose un espadazo o otro de mis puñetazos, sí es que todo salía como lo tenía mentalmente planeado.
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Aun sabiendo quien era clon y quien era real —gracias a su desarrollado sentido térmico—, el Seltkalt dejo que Keisuke continuase con su hacer, con su ostentoso acercamiento. Su atención se mantenía principalmente enfocada en el muchacho de ojos grises, a la espera de que cometiese algún error. Aquello era lo que deseaba, que su presa cometiese un error fatal por cuenta propia; deseaba no forzarlo, sino verle cuando se equivocase y preservar en hielo y muerte aquella expresión.
Su defensa se abrió mientras el de ojos melíferos se escurría en su guardia. De hecho, parecía que lo habían atrapado con las defensas desarmadas; y que incluso habían forzado tal acción… Pero en realidad solo era una cruel y voluntaria oportunidad, una actuación para darles esperanzas.
En cada mano del nativo se formó un pequeño escudo de hielo. Su izquierda intercepto el sablazo del Hakagurē, mientras que su derecha detuvo el puñetazo del Inoue. Ambos detenidos con suma facilidad. Los escudos estallaron en una dolorosa ventisca que hizo retroceder al par unos cuantos metros.
Aquel guerrero ni siquiera se estaba tomando aquel combate enserio, eso era obvio para el anciano que observaba desde el edificio… Era como un lobo de la tundra: era capaz de usar toda su fuerza para abatir a las grandes bestias astadas; pero también era capaz de jugar con las presas que consideraba insignificantes, curiosear sobre que tanto daño podía hacerle la mordida de un zorro, comprobar cuanta fuerza era necesaria para abatir a una liebre sin llegar a matarla. Eso eran para él: una liebre blanca y un zorro rojo.
Antes de que los muchachos pudiesen recomenzar su ataque, aquel ser hundió las manos en el suelo y envió su chakra a través del hielo en el mismo. El suelo se agito, y en toda el área a su alrededor se levantó un ejército de columnas de hielo, rápidas y contundentes. Kōtetsu trato de retroceder, pero uno de los pilares le golpeo desde abajo, llevándolo consigo hasta las alturas. Keisuke bien podría tratar de evadir algunas cuantas de aquellas columnas, pero eran tantas y estaban tan subordinadas a la voluntad del enemigo, que alguna terminaría por golpearle con su toda su fría dureza.
Nivel: 16
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"Lo tenemos" Canté victorioso al ver a nuestro objetivo acorralado contra nuestras poderosas ofensivas, levanté el puño en alto y con cierto orgullo por aquella hazaña, ahora empezaba a creer que el viejo Sarutobi se habia equivocado y que posiblemente sí tendríamos oportunidad, por lo que lancé mi ataqué con una sonrisa.
Sonrisa que se transformó en un ceño fruncido cuando mis nudillos chocaron contra el escudo de hielo, el mismo se resquebrajó y fue suficiente para que mi cuerpo se viese impulsado a unos cuantos metros hacia atrás, con la consiguiente desaparición de mis falsos cuerpos en una ligera cortina de humo.
—Rayos... No salió como esperaba.— Admití adolorido, era la segunda o tercera vez, o no sabía cual de todas las veces que estaba contra el suelo, para mi fortuna o desgracia la nieve amortiguaba mi caída, pero el frío cada vez era peor, incluso empezaba a ver como mis manos palidecían y dolía por las bajas temperaturas.
Con un poco de dificultad y cansansio me puse nuevamente de pie, ¿cuánto tiempo podríamos hacerle frente a aquella bestia de chakra? ¿Acaso su aguante había mejorado? ¿Tenía más chakra del que pensaba? Ciento un dudas recorrieron mi mente, y todo parecía empeorar cuando vi que sus palmas buscaban el suelo.
"Genial... ¿Ahora que?" Pensé resignado, seguramente este sería otro de sus ataques, ¿volvería a crear las bestias gélidas y comenzaría la cacería?
El suelo empezó a temblar y mis pies comenzaron a moverse, no quería quedarme como un espectador esperando el golpe, aunque que me desplazase no haría mucha diferencia, cientos de pilares de hielo concreto empezaron a subir rápidamente, pude esquivar un par de ellos, pero inevitablemente uno me golpeo de lleno, no podía evadirlos todos y todo mi sintió la embestida de aquella columna.
—Coff coff.— Tosí violentamente por el golpe, la columna me había dado justo en el pecho y mi respiración se había cortado por unos segundos, mi corazón latía ahora más violentamente y mi cuerpo parecía no querer seguir luchando, por lo menos sin un descanso...
Hablo - "Pienso" - Narro
Color de diálogo: Limegreen
Byakugo no In: Inicio 19/04/2018
Nivel: 10
Exp: 396 puntos
Dinero: 1950 ryōs
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Por mera suerte, el ataque había tenido una mayor propiedad aturdidora que dañina. El joven de ojos grises se reincorporo, para encontrarse inmerso en un pequeño y frio bosque, cuyos arboles eran traslucidas columnas de hielo. Atreves de aquellos cristales pudo localizar a su enemigo, de pie en el centro de todo.
Comenzó a moverse con prisa, pasando de un pilar a otro mientras buscaba rodear al nativo, quien parecía estar esperando por un poco de acción.
—Pagaras caro esa irrespetuosa confianza —declaro con serenidad.
Se colocó justo frente a uno de los carámbanos, como si quisiese cubrirse con el mismo. Su enemigo era consciente de sus movimientos, y sabía que tendría que descubrirse para poder atacarle. Se acercó hasta encontrarse justo en el lateral de su objetivo, quien secretamente le ignoraba a propósito. Cargo chakra en su arma y procedió a hundir su espada en el hielo frente a él, dejándola aprisionada. El nativo escucharía un suspiro fúnebre mientras que el extendido filo de Bohimei se acercaba hacia su cuerpo, penetrando todo lo que estuviese en medio. Su vista periférica le advirtió del peligro demasiado tarde: el filo, extendido por aquel chakra gris, se había visto oculto por las dos columnas de hielo que había atravesado para llegar a su carne. Evadió la estocada al rostro; pero esta logro darle en el hombro, ensartándole durante los instantes que duraría la técnica.
El Seltkalt se removió un poco, tratando de congelar el filo que le había apuñalado; pero era incapaz de congelar el chakra puro.
El Hakagurē elevo una corta y desesperada plegaria a los dioses sin nombre del campo de batalla, para que su compañero aprovechara aquella diminuta ventana, esa pequeña oportunidad de atacar.
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