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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
El moreno asintió repetidas veces.

Sí, la noche está bien, al fin y al cabo aquí no paran sea la hora que sea.

La siguiente pregunta del calvo llevó al Uchiha a mostrar una ligera expresión de confusión. Se llevó la diestra al mentón y quedó pensativo durante unos instantes, finalmente se encogió de hombros.

¿No te dieron un mapa, Karamaru-san? —preguntó con cierto tinte de irritación— Bueno... siempre puedo copiarlo a mano si tienes algo sobre lo que escribir, o te puedo dar un trozo de pergamino, llevo uno encima.
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#17
—Pues entonces estamos... listos— se dio cuenta que no fingió su voz. Sólo esperaba no olvidarlo cuando estuviesen en un momento crucial. Dedujo entonces que su mejor opción era la de usar la voz normal con sus compañeros y agudizarla sólo en presencia de alguien más.

Se levantó y trato de revisar nuevamente que todos sus artilugios estaban en orden, incluso el dichoso paraguas. Pero, antes de que pudiesen partir, su compatriota recalcó que no poseía un mapa, lo cual era sumamente extraño pues creía que a todos los integrantes les habían dado los mismos documentos.

—¿Huh?— Observó que el pelinegro parecía algo disgustado al escuchar que el calvo probablemente había olvidado traer el bendito papel. —Un segundo— Habló mientras dejaba caer al piso el paraguas con el fin de registrar su obi con mayor facilidad, sacando de este un pergamino. —No es necesario que te molestes en replicarlo, yo puedo prestarle mi copia si es necesario— Extendió el pergamino dónde se divisaban distintas marcas de sello, y al colocar su mano sobre una de estas, otro pergamino se hizo visible, siendo este el ansiado mapa. —Cómo nosotros dos vamos a trabajar en pareja, sólo necesitamos uno. Considero entonces que no hay problema en que se lleve este— Le extendió la mano con el manuscrito a Karamaru para que lo tomase. —Sé que no hay tiempo límite, pero aún así deberíamos evitar cualquier retraso por menor que parezca.
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#18
La pregunta del Uchiha lo puso en duda al calvo; no sabía si el tonto era él por no pedirlo o del jonin que le explicó la misión por no dárselo. Sin embargo, y por suerte para él y para la mano de Ralexion, su compañero ahora compañera si fue lo suficientemente inteligente de traer el mapa a la misión.

Gracias. Parto entonces, nos vemos al anochecer en la madriguera del conejo.— dijo una vez más para dejar bien en claro el punto de encuentro.

Y así el cenobita dio media vuelta y comenzó a alejarse de sus compañeros de misión, comenzando a pensar que preguntas podía hacer y qué tan bien podía actuar como un aprendiz de escritor. Tal vez hasta el título le ayudaba en su falta de conocimiento, ser aprendiz puede ser una gran excusa.

Primero lo primero— se habló a sí mismo mientras cruzaba la entrada norte— A comprar ese lápiz y anotador sin falta.

Karamaru se internó, entonces, de una vez por todas en las calles de la ciudad.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"  
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#19
Gracias a la preparación de Kagetsuna, Karamaru podría hacer uso de un mapa de alta calidad preparado por las autoridades de la aldea, sin duda mejor que lo que podría haber copiado a mano alzada el Uchiha. Ralexion no puso pegas, el tuerto tenía razón, con que la pareja de "novios" dispusiese de uno era suficiente.

Así quedó acordada la hora de reunión y el calvo se dispuso a partir el primero.

Allí nos veremos.

El moreno lo observó marcharse con semblante serio. Según veía al genin de Amegakure acortar la distancia que le separaba de la primera calle de la ciudad, el Uchiha no paraba de reflexionar sobre la misión, hilando ideas y planes de acción. Tras unos minutos de abstracción se giró para encarar a Kagetsuna.

Será mejor que nos pongamos en marcha también —internó sus manos en los bolsillos del pantalón— ¿Qué crees que deberíamos de hacer primero? ¿Reservar una habitación en el hotel, o pegarnos una vuelta por la ciudad?

Entonces, sin motivo aparente, se sonrojó. Se vio obligado a tocar un tema que habría preferido no mencionar...

¿Y crees que... deberíamos de ir cogidos de la mano o algo...? —preguntó con claras dificultades.

Mientras tanto, el primer hecho notable que se presentó frente a Karamaru era la cantidad de gente en las calles. Ya en las afueras, los individuos y los grupos de gente se hacían patentes, yendo y viniendo. El muchacho pudo observar que había gente de todo tipo: personas aparentemente normales, gente bien elegante, así como sujetos de aspecto intimidante, tanto mafiosos como simples delincuentes. Era un popurrí que discurría en aparente armonía.

La zonas colindantes al centro estaban más dedicadas a tiendas normales, lugares de hospedaje y tabernas; ahí mismo era donde el calvo podría dar con lo que buscaba. A su vez, el centro estaba plagado de burdeles, casinos y similares. Pero independientemente de la zona de Takemikazuchi en la que uno se encontraba, la fiesta, la venta de sustancias ilícitas y la posibilidad de ser víctima de un crimen eran omnipresentes.
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#20
—Suerte— Se limitó a decir mientras enrollaba nuevamente el pergamino, escondiéndolo nuevamente en su lugar. —Sí— contestó a secas ante las apremiantes palabras del Uchiha.

Estaba comportándose algo recatado, ahorrándose la mayoría de comentarios que tenía, guardándoselos en el pecho. Pero ¿por cuanto tiempo más? Suspiró pesadamente mientras recogía el paraguas, esperando escuchar recomendaciones por parte de su compañero, aunque no pudo evitar alzar una ceja cuando hizo una pausa notoria al hablar, acompañada de un sonrojo.

—¿Eh?— Fue ahí cuando el Uchiha sacó a relucir el tema complejo. —Ay, por Ame no Kami...— El Senju se llevó la palma a la cara, cubriéndose el único ojo visible mientras negaba con la cabeza. "¿Que diría mi abuela?" La mujer, recta y soberbiamente culta, probablemente indicaría que era vergonzoso que una pareja se mostrase afecto en público. Pero cómo el joven Isa era más un caso perdido cómo el padre, siempre se pasaba las costumbres por los huevos. —Joder, que me has agarrado en curva porque no estoy muy seguro en realidad—. Se rascó la cabeza. —Supongo que ir de la mano será suficiente para que sea creíble— dijo mientras desviaba la mirada al pueblo, evitando ver a la cara a Ralexion.

"Mierda, si los dos nos ponemos nerviosos se nos puede dar vuelta la tortilla." El plan ya no parecía tan bueno viéndolo desde esa perspectiva. —Cómo sea. Una vez lleguemos al pueblo creo que la prioridad es el hotel, para luego no andar pariendo hospedaje cuando debamos reunirnos con Karamaru. Luego ya sí eso inspeccionar la ciudad con el pretexto de buscar sitios de interés, ya sabes, zonas turísticas con afluencia de personas y que mueven dinero—. La teoría sonaba fácil, pero la práctica es otra cosa. —Por el tipo de lugar, más temprano que tarde podríamos dar con alguien de los bajos fondos que pueda suministrar pistas útiles— Su padre suele decirle que nunca hace falta un bocón de más.

—Si ha quedado claro, mejor irnos ya antes de que graznen los cuervos. En cuento lleguemos a la ciudad, actuaremos cómo tórtolos y ya—. Hizo una pausa para tomar aliento y relajarse, no debía arruinar el disfraz. —¿Correcto?— remató mientras daba una vuelta de trescientos sesenta grados sobre sí, poniéndole un tono dulce a la voz.
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#21
Karamaru caminó un buen rato con los brazos apretados al cuerpo, esquivando gente, evitando gente, y mirando cosas que tal vez no debía mirar. El crisol y contraste de la ciudad parecía ser, en sus pocos minutos allí, absolutamente inmenso. Un lugar donde los acaudalados gastan su dinero, donde los comerciantes se lo sacan por una increíble cantidad de productos diferentes, y donde los criminales se lo sacan a la fuerza.

«Espero no perderme, va a ser difícil orientarme con tanto tumulto.»

De tanto en tanto, el calvo se dirigía a un local menos transitado para poder sacar el mapa y, con el dedo índice recorriendo las calles, encontrar su posición y tratar de ir recordando el camino. Era una tarea difícil, pero si podía acordarse bien de las cosas se movería como si fuera su propia ciudad.

Disculpe.— le hablaba al dueño de un pequeño puesto de comida callejero— ¿Sabe donde puedo comprar cosas escolares?

Ya sabe, hojas, lápices, y demás.
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#22
Correcto... —afirmó el muchacho con toda la decisión que pudo amasar. No fue demasiada.

«El hecho de que sea tan convincente es lo que más me perturba del asunto...». Torció el gesto. La "pareja" de jóvenes comenzó a caminar hasta la ciudad. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, el Uchiha inhaló todo el aire que pudo y, sin pensar, tomó a Kagetsuna de la mano. Estaba tan nervioso que la cantidad de sudor en la palma de su mano debía de ser obvia para el contrario.

El moreno avanzó apresuradamente, esquivando a la gente y prácticamente arrastrando a su compañero de misión. Nadie les hizo caso, demasiado ocupados con sus propios asuntos. El joven no paró hasta estar frente a las puertas de la Madriguera del Conejo. El hotel disponía de dos pisos. La fachada del edificio estaba construida en madera y piedra, pintada con colores llamativos. Desprendía un aura de opulencia palpable.

Ralexion entró, topándose de bruces con la recepción. Se trataba de una sala cuadrada de dos metros de alto y dos metros de ancho. A mano derecha habían varios asientos forrados en cuero, al fondo estaba el mostrador, mientras que a la izquierda discurría un pasillo que debía de llevar a las habitaciones. Una mujer de buen ver, cabellos azules, vestida con un kimono de lujo, esperaba tras el mostrador. También había un tipo de pie, con los brazos cruzados, ataviado con una camiseta negra de tirantes y unos pantalones largos de color arena, rematado con unas sandalias; llevaba su cabello moreno rapado al raso. Sus brazos estaban tatuados de principio a fin. Enarbolaba una cara de pocos amigos que dirigió al dúo tan pronto entraron. «Seguridad», pensó Ralexion.

El pelinegro se plantó frente al mostrador. La mujer los saludó llevando a cabo una reverencia.

Bienvenidos a La madriguera del conejo. ¿En qué puedo ayudarles?

Hola, necesitamos habitación para esta noche.

Por supuesto, señores clientes. ¿Cuánto se van a quedar? —preguntó, sonriente.

Todavía no lo sabemos. ¿Podemos pagar noche a noche?

No hay ningún problema. El precio por noche es de 50 ryōs. Deberán anunciar su marcha del hotel antes de las 11 de la mañana del día en cuestión, o me temo que tendrán que abonarlo —el "guarda" rió por lo bajo.

Ralexion le dedicó una mirada furtiva, de reojo. «Sí, estoy seguro de que te ocupas de que la gente pague...».

Vale, pues aquí tienes los 50 ryōs de esta noche —anunció.

Sacó del interior de su chaqueta un par de monedas y se las tendió a la mujer, que las tomó y las guardó en un lugar indeterminado tras el mostrador. De ese mismo lugar tomó una llave que llevaba atada a sí, usando un cordel rojizo, un pequeño trozo de madera que llevaba el número 21 pintado sobre este.

Muchas gracias, señores clientes. Mi compañero, Jinkuro, les llevará hasta su habitación, está en el segundo piso —les dedicó otra reverencia.

El hombre, sin mediar palabra, echó a andar. Ralexion lo siguió a través del pasillo, dejando atrás varias puertas con números inscritos en ellas. Al final del corredor habían unas escaleras que, tras subirlas, los llevó hasta el segundo piso. El llamado Jinkuro, perfecto arqueotipo de yakuza, se detuvo en la segunda.

Nada de hacer más ruido de la cuenta ni dañar las instalaciones —les dijo a los dos muchachos, mirándolos fijamente—. No queremos problemas y vosotros tampoco.

Sin añadir nada más, se fue por donde había venido, de vuelta a la recepción. El dúo se quedó solo. Ralexion suspiró y se dispuso a abrir la puerta. La "suite" no estaba nada mal, tal y como testificó su expresión al poner un pie dentro de ella. Gozaba de una cama de matrimonio enorme de aspecto más que cómodo, un cuarto de baño con una bañera en la que podían caber dos personas, una mesa de comedor con cuatro sillas y un balcón que daba a una de las concurridas calles de Takemikazuchi.

¡Vaya! Casi es una pena que no estemos en una escapada romántica de verdad, ¿eh? —bromeó.

Ya hacía un rato que había soltado a Kagetsuna —al ponerse a hablar con la recepcionista— y había vuelto a la normalidad.

Fue hasta al balcón y se apoyó en la barandilla. Su mirada no tardó en perderse entre el ejército de luces que cubría la calle. «Si no fuese por lo podrida que está esta ciudad, sería hasta bonita...», se dijo, poético. Nunca había visto nada semejante, y la verdad era que le gustaba. Pero vivir en un ambiente atestado de crímenes y criminales... eso ya no le agradaba tanto.

¿Por dónde deberíamos de empezar a buscar al objetivo, Isa-san? —preguntó en alto con semblante distraído.

***

La actitud de Karamaru había levantado alguna mirada curiosa, pero por el momento nadie se había interpuesto en su camino. Cuando le preguntó al dueño del puesto, un hombre larguiducho con un mostacho alargado, sudoroso y mal vestido, este le miró como si hubiera pedido algo extremadamente extraño.

¿Material escolar? ¿Estás drogado, chico? —rió entre dientes— Quizás en la tienda general de Magero... pero no estoy seguro. Ahora, si no vas a comprar nada, ¡vete!

En una ciudad cualquiera sería impensable preguntar tan abiertamente por algo como sustancias estupefancientes, sin embargo, en esta los roles se veían invertidos y a sus residentes se les hacía inesperado que un extranjero viniese buscando algo tan trivial como papel y lapiz.

Karamaru podría encontrar la tienda en su mapa sin mayores dificultades. Se encontraría un establecimiento extremadamente humilde, que destacaba entre las otras edificaciones más modernas debido precisamente a ello. En el interior pudo encontrar, casi literalmente, de todo. La tienda estaba dispuesta en dos pasillos, y tanto a la izquierda como a la derecha de cada uno de estos habían estanterías y más estanterías, plagadas de objetos de todo tipo. Estos dos pasajes finalizaban casi en la pared de la tienda contraria a la entrada, frente a la que había un pequeño mostrador. El dueño aguardaba tras este, un hombre bien entrado en edad que usaba lentes de culo de botella y vestía con una toga de color verde apagado.

Todavía no se había percatado de la presencia del calvo y seguía sentado tras el mueble de madera, leyendo un tomo más grueso que su brazo.
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#23
La operación comenzaba, para su desgracia.

Él estaba más o menos sereno, pero esa templanza se vería perturbada por su compañero. Le vio de reojo en el momento que le tomó de la mano, pues su actuar apresurado le desconcertaba, sumado al sudor que pronto empezó a a empañar la mano del joven Isa. "Puahg, sudor." Estaba más incómodo por el nerviosismo del Uchiha que por mantener el disfraz. Añadiendo más problemas al asunto, el pelinegro se lo llevó entre la multitud de manera brusca y con prisa. "Pero será animal..." Sí esa era la actitud con la que él Uchiha trataría a su novia, Kagetsuna iba a sentir lástima por esa pobre chica.

Una vez llegaron al hotel pudo relajarse, no de su actuación, sino del jaloneo del kusagakureño. Una vez dentro de la recepción dejó que Ralexion se encargara de pedir su habitación, mientras él esperaba callada. No pudo evitar sentir la mirada del guardia, cómo si quisiera intimidarlos de alguna forma. El Senju tenía una necesidad de encararle para demostrar que no se iba a dejar amedrentar, pero su disfraz de señorita educada le obligaba a mantener la cabeza gacha y a evitar contacto visual, atento únicamente a su compañero y la recepcionista.

"Espero que este gorila no quiera estorbar nuestro camino."

El guarura les llevó hasta su habitación, dónde por fin podrían tener algo de paz. —Entendido, no debe preocuparse por nosotros. Muchas gracias por sus indicaciones, señor—. Reverenció con sus manos adelante. "Ay de ti, putaso." Actuaba dócil, imitando a su hermana, reprimiendo sus ganas de decir nada. Sólo porque tenía la cabeza baja el otro no podría verle apretando los dientes.

Una vez entraron a su habitación no pudo evitar alzar una ceja, sorprendido por el lujo de cuarto del que disponían por aquel módico precio. Incluso el de ojos negros se dio el lujo de soltar un chistesito.

—Claro que sí nene— dijo socarrón —No es por ser ave de mal agüero, pero me huele a que hay truco en esto— Con la referencia que tenían del lugar no sería de extrañar.

Mientras su colega se dirigía al balcón el pelimorado aprovechó para ir al lavamos y limpiarse así la pegajosidad de las manos, siendo que al regresar escucharía las inquietudes del muchacho que parecía tener la mente perdida en el paisaje.

—Hay dos opciones que venía cotejando— indicó mientras se secaba con una toallita. —Primero están los bares o centros de entretenimiento nocturno del pueblo, son los típicos lugares cliché de dónde sacar información. En segundo lugar, quizás indagar en los arrabales de la ciudad, por ser los sitios dónde un fugitivo de bajo calibre cómo Mokosaki podría establecerse con más facilidad y así no llamar tanto la atención de perseguidores que quisieran buscarlo en zonas con mayor exposición— dejó la toalla tirada a un lado y caminó hasta el balcón, parándose a la par del Uchiha pero manteniendo la vista en la ciudad. —En el caso de las periferias podríamos usar la excusa de que por ser unos recién llegados nos hemos perdido buscando algo que no es. Si bien se nos dijo que era débil en combate, no sabemos que tan astuto sea. Si ha logrado mantenerse oculto hasta la fecha será por algo—. sentenció mientras contemplaba la vista del pueblo. —Tenemos tiempo de sobra hasta la hora que nos toque reunirnos con Karamaru, dejo a tu criterio si quieres que salgamos a investigar ahora mismo o si prefieres aguardar un tiempo para descansar de la caminata que hemos tenido.
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#24
El calvo se sobresaltó ante la respuesta de aquel hombre. Tal vez era de esperar, por lo que veía de aquella ciudad cualquier respuesta era válida, pero aún así uno no se prepara lo suficiente para el momento del impacto.

«Vaya, parece que no tienen academias acá. Mejor voy yendo a eso de Magero.»

Gracias.— contestó mientras se alejaba a un lugar un poco menos ocupado para poder abrir su mapa con tranquilidad y buscar su destino.

Pocos minutos después se encontró con un edificio que pudo reconocer fácilmente, que al instante pensó "Debe de ser ese" aún sin ser de ni conocer la ciudad. Esperaba allí encontrar de una vez por todas lo que buscaba, y poder empezar con su cuento del escritor de una vez por todas. Golpeó la puerta, por mera educación, y entró para caminar hacia el fondo mientras recorría con la mirada las estanterías.

Buen día, usted debe de ser Magero.— trató de llamarle la atención para sacarlo de su lectura.

Soy un escritor, bueno, un intento de ello, y es mi primera visita a esta ciudad. Nunca estuve con tanta gente alrededor por las calles, soy más rural, y he de decir que he perdido un bolso con algunas pertenencias.— Karamaru rio de sí mismo.

Me han dirigido hasta aquí, y lo que más me concierne de lo perdido es un lápiz y un anotador que había preparado para esta ocasión. ¿Por casualidad no tendrá uno de cada a la venta?

El monje iba de frente, lanzando lo que quería sin estirarse de más. Después de todo, el quería salir a actuar, aquel hombre debía de querer seguir leyendo, y por sobretodo, si el cliente no habla y pide el vendedor no puede hacer mucho más que esperar.
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