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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
En su camarote, Daruu dormitaba boca arriba, con la nariz y el brazo izquierdo envueltos en vendas. Se había puesto ropa cómoda y había dejado sus útiles de ninja en la mesita de dormir. Quién sabe si algún día se sentiría digno para volver a llevarlos. Por el momento vestía una camiseta de manga corta blanca y unos pantalones cortos de color gris, anchos.

Maldito calor de mierda —murmuró para sí mismo. Desde que había llegado a Uzushiogakure no había dejado de sudar. Y parecía que hasta que no salieran del país y volvieran a la Tormenta, no iba a dejar de hacerlo.

El País de la Tormenta... cuánto echaba de menos su gran rincón del mundo, auspiciado por Amenokami y lejos de los pérfidos dioses de los uzureños; en especial la contraparte del mencionado: Susano'o.

Se giró hacia un lado, encarando a la pared. «Ese hijodeputa de Akame... ha estado en control de la situación todo el tiempo. No he sido capaz de hacer nada, nos ha manejado como a dos marionetas de tela.»

«Pero todo es culpa mía.»

«Y a todo esto, ¿la marca de la estatua de Sumizu Kouta, qué coño? Estoy seguro de haberla dibujado bien, no debería...»

Toc, toc, toc.

Alguien llamó a su puerta.

No contestó. No quería ver a nadie.
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#2
Toc, toc, toc

No hubo respuesta alguna. Kaido bufó por la nariz y maldijo para sus adentros, no le gustaba que le ignoraran en lo absoluto. Entonces, una vez más, volvió a tocar.

Toc, toc, toc

—Daruu, es Kaido. Deja de jalarte el ramen y ábreme la jodida puerta —dijo, con su voz estridente y su usual tono de reproche—. ¿o me vas a hacer licuarme para que me escurra por el piso? tú decides.

Entonces, esperó durante unos segundos una respuesta que no sabía si iba a llegar. Aprovechó ese tiempo sin embargo para organizar sus ideas, de practicar su discurso. Tenía tanto de lo que hablar con Daruu que no se le ocurría siquiera con lo qué empezar. ¿Una disculpa, tal vez? ¿mutua? ¿con un tío, bien hecho o algo similar?

Ya improvisaría. Lo primero era verle a la cara, y de ahí, tratar de levantarle el ánimo.
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#3
Daruu chasqueó la lengua con fastidio y bufó. Kaido. Otro al que había traicionado. Y ahora venía a cobrarse la deuda.

No se lo reprochaba. De veras que no. Pero en aquél momento, Daruu no quería saber nada de nadie. Ni de sí mismo. Desafortunadamente, los cerebros no tienen un botón de off.

No respondió a la llamada del Tiburón.
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#4
Y Daruu, tras esos largos segundos de deliberación, decidió no responder.

«Joder, lo que tengo que hacer por esta gente»

—Amedama Daruu —dijo, entre una sonrisa socarrona—. respeto tu privacidad tocando la puerta, pero reafirmo mi autoridad como amigo y colega entrando de todos modos.

¡Splasfh! sonó como si alguien hubiera echado un balde de agua al suelo. Luego, ésta pareció escurrirse por la hendidura inferior lentamente, como la meada de un chucho. Una vez dentro, las aguas se alzaron y se formó mágicamente en el cuerpo del Tiburón.

Kaido miró a Daruu, en silencio. De arriba a abajo. A sus vendas. A cada una de sus heridas. Pero lejos de recibir una reprimenda por aquello que ocurrió en las Rocas Ancestrales, Daruu se encontró con la solemne preocupación de Umikiba Kaido.

—Bien, mírate. En una sola pieza. Un poco magullado, eso es cierto, pero aún estas funcional —se acercó a él con paso cauteloso y le puso la mano en el hombro—. me alegra que estes en este jodido barco con nosotros, compañero. De verdad que sí.
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#5
Daruu giró la cabeza y miró a Kaido, con ojos tristes que ahora esgrimían un púrpura apagado. Tardó unos segundos en contestar, pensando en qué decir primero.

Ah, ¿pero de verdad te alegras? —dijo finalmente—. Porque la última vez que nos vimos, te traicioné. Os traicioné. A ambos. A ti y a Ayame. Me siento como una mierda, Kaido.

»Se que no vas a perdonarme, pero... lo siento. Da igual la bronca que quieras echarme: sé que vas a tener razón en todo. Soy un estúpido. He sido un estúpido mucho tiempo.
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#6
El gyojin negó con la cabeza. No estaba en la labor de hacerle la vuelta a casa más difícil a Daruu. Y realmente nunca la hubo, porque Daruu sólo había hecho lo que él consideraba correcto. ¿Cómo juzgarle por eso?

—No, hoy no habrá broncas ni reproches. Ahora que sé realmente lo que se cocía con Datsue y Aiko, entiendo mejor tu decisión. Después de todo, teniendo a un tiburón sediento de sangre al lado enfrascado en su venganza y una mujer ofendida mucho no ibas a poder mediar. Eso has querido, ¿cierto? arreglar las cosas antes de que todo se fuera a la mierda —más alzó los hombros, iluso. Evidenciando con un simple gesto que los esfuerzos habían sido totalmente en vano—. una labor muy noble. Lástima que la especialidad de Uchiha Datsue es hacerle perder el control a la gente.

Kaido le dio dos palmadas a su amigo, y buscó un asiento donde pudieran conversar tranquilamente.

—Quise ir a por ti cuando te arrojaste a por Ayame, pero todo pasó muy rápido. Y cuando os vi desaparecer a todos realmente temí lo peor. Pero estás a salvo. Los dos lo estáis, así que hoy, joder, estoy contento. No me lo cuestiones.

Luego, una mirada árida a su compañero. A sus heridas, nuevamente.

—¿Qué fue lo que pasó? ¿allá, a donde fuisteis a parar?
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#7
Daruu agradecería aún muchos meses más tarde la actitud del Tiburón, que, lejos de reprocharle todas las faltas que había tenido con los suyos, empatizó con él, y le aseguró que estaba feliz por verle sano y salvo. Daruu lloró, tan sólo unas cuantas lágrimas; el nudo en el pecho impedía lo demás. Al final, se sintió por fin en casa. Los suyos eran lo importante. Kaido era un buen amigo, un amigo de verdad. Él había estado perdiendo el tiempo con ese hijo de puta del Remolino que no valía más que una rata.

—¿Qué fue lo que pasó? ¿allá, a donde fuisteis a parar?

Concédeme un momento... tan sólo pensar en ese hijo de perra me hace hervir la sangre de nuevo —dijo—, y eso que soy perfectamente consciente de que es lo que me ha llevado a este estado, y casi acaba con mi vida.

»Por favor, toma asiento. Esto va a ser un poco duro de digerir. —Le señaló una silla del camarote, frente a la cama, y él mismo se reincorporó sentándose—. A ver, por dónde empiezo...

»Cuando el Sharingan de Akame, por decirlo de alguna forma, cambia de forma... le permite teletransportarse. Esto lo sé porque lo vi de cerca, más tarde... —Hizo una pausa—. Pero eso en otro momento. Bien, ¿te acuerdas que me eché encima de Ayame, allá en el estadio? Quería teletransportarla yo usando una técnica mía. Requiere de una marca dibujada con anterioridad. Pues resulta que la tengo en la nuca de la estatua de Sumizu Kouta, en el Valle del Fin. Y no funcionó. Algo ha borrado esa marca.

»Akame no necesita marcas, o esa es la sensación que me dio. Nos teletransportó a Eri, Ayame y a mi, junto con él mismo, a algún lugar en las Planicies del Silencio. Allí, juntos colaboramos y al final Eri consiguió retener a Ayame con una técnica de Fuuinjutsu. Hasta ahí bien. ¡Pero el hijo de la gran puta de Akame me metió en un Genjutsu con su Sharingan, me paralizó!

»Ordenó a Eri que me esposara. Y Eri cogió sus esposas y lo hizo, Kaido. Eri, yo la creía mi amiga. Sólo es una rata usuzia como todos los demás, ¡como todos los uzureños!

»Esto lo hizo después de que yo le dijera que después de esto las aldeas no iban a tener mucho Pacto que valga. Se lo tomó literal, la rata inmunda. Nos volvió a teletransportar al hospital, y mandó a Eri a avisar a Hanabi. Estoy seguro de que pretendía secuestrar a Ayame, ya te lo digo. Estoy segurísimo. ¿Por qué si no iba a esposarme? ¿Crees que yo iba a negarme a que curasen a Ayame? Es un hijo de puta, te lo digo. Afortunadamente Hanabi no tenía los mismos planes que él —explicaba, pero entrecerró los ojos—. Pero eso no lo hace mejor persona.

»Como comprenderás, estaba enfadado. Muy enfadado. Le dije a Akame de todo. Hanabi nos cerró en un despacho y (todo esto sin quitarme las esposas) nos hizo contar nuestra versión. Ya imaginas, Akame todo digno diciendo que trajo a la jinchuuriki para que la curasen, el muy hijo de chacal. Falso de mierda. Dijo "le engrilletamos por precaución, no iba a dejarnos llevarnos a la jinchuuriki al hospital". Claro, los cojones no voy a dejar que cures a mi novia y la salves de la muerte. Lo que quería era llevarnos de rehenes, y como Hanabi era partidario de soltarnos y el plan se le fue al garete, intentó poner excusas. Ese Akame es un enemigo de Amegakure, Kaido, debería estar muerto —aseguró—. En fin, yo le conté la verdad sobre lo sucedido, le dije que me leyesen la puta mente si era necesario y averiguarían la verdad. Pero al parecer le sentó mal que insultara a sus putos ninjas de mierda.

»Así que el hijo de puta de Hanabi va y se sube a la parra y me dice que sólo liberará a Ayame si yo me disculpaba ante Akame y si Shanise se disculpaba públicamente ¡de pensar que la habían secuestrado! ¿Pero estamos putos locos o qué? Liberar con condiciones sólo es una situación que se da CUANDO TIENES A ALGUIEN RETENIDO. ¿Soy el puto único que lo ve o qué? De verdad, que hijos de la gran puta. Qué hijos de puta...

»Y lo mejor de todo. "O aceptas u os matamos a los dos". Flipante, tío, flipante. Entonces... Entonces Akame empezó a hablar con Datsue por el comunicador, y yo... perdí los nervios, tío. Me avergüenzo, pero intenté matarlo ahí y en ese preciso instante. Me lancé a por él. Fue entonces cuando me rompió la nariz. Él tampoco quedó intacto, pero... A mí me envenenaron. Eso creí que iban a hacer. Matarme como prometieron. Pero se ve que sólo era un sedante.

»Lo siguiente que recuerdo, estaba en una habitación del hospital. Nos humillaron, Kaido. Querían humillarnos más. Qué hijos de puta, en serio. Por qué confié nunca en un ninja extranjero. Vosotros sois mi verdadera familia, mi patria. Mis amigos. No esas... esas... ratas.

Tomó aire durante unos segundos. Lo necesitaba.

Ahora Shanise está con Ayame, todo está bien. Pero aún así no me quedo tranquilo, quiero que vuelva y verla con mis propios ojos. Y disculparme también con ella... —dijo—. Dios, fui un estúpido. Daba igual que me hubieran matado a mi, pero si Hanabi hubiera cumplido sus amenazas, Ayame estaría muerta. Soy una desgracia. Ya sé que no es culpa mía que nos raptaran, lo sé, antes de que digas nada —paró—, pero aún así. No fui lo que debe ser un ninja. Debí haber esperado a tener las esposas fuera, entonces habría ido con Shanise y habríamos podido hacer otro plan, no sé. No sé, Kaido, qué asco de persona soy. Todo esto vino por ese hijo de puta de Datsue. Pero el otro no se queda atrás. Es una serpiente traicionera.

»Joder... qué mal trago, joder... —se lamentó, derrumbándose. Agachó la cabeza y se agarró la nuca, llorando—. Y es que yo tampoco tengo por qué arriesgar la vida tan tontamente, joder. Mi madre me dio sus ojos no para que los desperdiciara así, sino para que pudiera ver por muchos años más joder.
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#8
—A ver, por dónde empiezo...

Lo que vino después fue un relato vívido de todos y cada uno de los acontecimientos, contados de primera mano por uno de sus más importantes protagonistas. Amedama Daruu. La ponencia que le otorgó él acerca de todo lo sucedido antes, durante y después de la susodicha teletransportación —que ahora dejaba de ser una desaparición inusual y fantástica para convertirse en un reconocido poder ocular de Uchiha Akame—. llevó a Kaido a través de un viaje existencial donde un heroico trío colaboró codo a codo para lograr detener a su guardiana, que convertida en un monstruo bíblico de un poder inconmensurable, había perdido todo rastro de conciencia. Daruu, Akame y Eri; siendo ésta última la que diera el golpe final, habían salvado un montón de vidas con su esfuerzo conjunto. Aunque por alguna razón desconocida, los Uzujin tomaron la repentina decisión de sentenciar la de un solidario amejin en el proceso, al esposarle.

Kaido mantuvo un silencio sepulcral con lo que fue aconteciendo luego, pues no tenía intención alguna de interrumpir a su compañero. El Umikiba, que usualmente no era el tipo más solidario con el prójimo, estaba plenamente convencido de que la tarea de un buen amigo era la de permitir que Daruu se desahogara cuanto él quisiera.

Tenía tanto por dentro que Kaido no tenía el derecho de cortar su discurso, o hacerle callar.

Así que oyó. Oyó como un amigo debe hacerlo en los momentos de mayor necesidad. Y aquel instante, lo era.

Ahora Shanise está con Ayame, todo está bien. Pero aún así no me quedo tranquilo, quiero que vuelva y verla con mis propios ojos. Y disculparme también con ella... —dijo—. Dios, fui un estúpido. Daba igual que me hubieran matado a mi, pero si Hanabi hubiera cumplido sus amenazas, Ayame estaría muerta. Soy una desgracia. Ya sé que no es culpa mía que nos raptaran, lo sé, antes de que digas nada —paró—, pero aún así. No fui lo que debe ser un ninja. Debí haber esperado a tener las esposas fuera, entonces habría ido con Shanise y habríamos podido hacer otro plan, no sé. No sé, Kaido, qué asco de persona soy. Todo esto vino por ese hijo de puta de Datsue. Pero el otro no se queda atrás. Es una serpiente traicionera.

»Joder... qué mal trago, joder... —se lamentó, derrumbándose. Agachó la cabeza y se agarró la nuca, llorando—. Y es que yo tampoco tengo por qué arriesgar la vida tan tontamente, joder. Mi madre me dio sus ojos no para que los desperdiciara así, sino para que pudiera ver por muchos años más joder.


—¿Un asco de persona? ¿arriesgar la vida tontamente? ¿y por qué cojones, Daruu? ¿por haberle salvado la vida a tu novia, perder los estribos cuando la creías en manos de una jodida rata extranjera y, además, querer cobrarte la traición después al querer rajarle la puta cara al uzujin? pues, yo hubiera hecho lo mismo. Una y otra vez. Aún y cuando se hubieran desatado mil guerras. ¡Que se jodan! —escupió—. hiciste lo que creías correcto. Lo que tu puto corazón dictaba, y eso no te hace menos ninja. Estoy jodidamente orgulloso de ti.

»Y por ver, no te preocupes. Veremos grandes cosas de ahora en adelante, te lo aseguro. A Ayame domando a esa bestia que tiene en su interior para que ningún uzujin o kusajin pueda aprovecharse de ella y explotarlo como una debilidad, y a Kaido cazando a todo aquel que se atreva a ponerse en su camino. Te verás a ti mismo convertirte en un gran shinobi, y por qué no, liderar nuestra jodida aldea algún día
—Kaido sonrió—. aunque para ver, amigo, tienes que levantar la jodida cabeza y secar las lágrimas que te empañan la visión.

Kaido se levantó del asiento.

Ve, Daruu, ve.

Y se alzaba la vista.

Un puño cerrado yacía frente a él, esperando ser chocado.
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#9
Amedama Daruu era el protagonista de un monomito particular, e igual que podría decirse que la encerrona de Akame y la humillación frente a Hanabi habían sido, sin dudas, sus puntos más bajos, donde se había rendido, Kaido se estaba esforzando por hacerle resucitar. Por supuesto, no sería tan fácil. Pero sí que le hizo sonreir; fue una sonrisa seca y de medio lado, una sonrisa arrancada, pero una sonrisa al fin y al cabo.

Y Daruu alzó la vista. Y chocó el puño que un verdadero amigo ofrece a otro.

Sí que veo algo —dijo—. Algo feo y azul.

»Gracias, amigo. No te merezco.
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#10
Poc, un choque de nudillos que daba inicio a una alianza fraternal.

Sí que veo algo —dijo—. Algo feo y azul.

»Gracias, amigo. No te merezco.


—Desde luego. No muchos tienen la dicha de contar con tan valiosa amistad como la mía. Siéntete muy afortunado —dijo, dándose la vuelta y echándole una mirada al camarote—. Ahora, quisiera hablarte de otra cosa.

Torció el gesto, rebuscándose entre los bolsillos. Su semblante cambió súbitamente, pues los recuerdos de sus propios acontecimientos —ajenos al meollo del examen, de Ayame, y de lo sucedido en el hospital— ahora le invadían la cabeza y le nublaban los ojos. Daruu no había sido el único que habría tenido que pasar por una situación difícil, o tomar decisiones comprometedoras.

Él había tenido su propia cuota de drama, en el Estadio de la tercera prueba del Examen de Chunin.

—Cuando pasó todo aquello, que volvisteis y Eri regresó al Estadio, decidí enviar un Kage bunshin a seguirlos a ella y a Hanabi. Fue así como pude dar con que estabais todos en el Hospital. Fue así como te encontré inconsciente dentro, en el suelo, con Datsue viéndote como carnada mientras Shanise y Hanabi arreglaban sus diferencias. Habría podido ir yo mismo, pero antes de que Shanise desapareciera de la arena, ella dio una orden. Una directriz. Me pidió expresamente que me encargara de algo. O mejor dicho, de alguien.

Ahora que había tenido tiempo para atar los cabos, aquella orden se había ganado su sentido. Y es que había sido el mismísimo Datsue quien le habría dado la pista necesaria para entender que Keisuke era un jodido soplón. ¿Por qué otra razón le querría muerto Shanise? ¿Y cómo se hubiera enterado Datsue sino, de que Aiko yacía sellada en el fondo del lago?

—Quería que regresara al barco con el cadáver de Inoue Keisuke.

Luego, un silencio sepulcral. Si Daruu era astuto, diría que se trataba de un silencio de luto.
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#11
Daruu no tenía muchas ganas de hablar de otra cosa, sin embargo. Pero que esa otra cosa estuviese, aunque sea indirectamente, relacionada con él mismo, le cogió de sorpresa. Y al mismo tiempo, las palabras tenían un sabor amargo. Se le hizo un nudo en la garganta, y recordó como él mismo, hacía apenas unos días, había estado entrenando con Keisuke, y dándole ánimos porque el médico decía no sentirse suficientemente fuerte. No le había parecido entonces una mala persona, todo lo contrario.

Era extraño, pero se sentía un poco culpable. Había matado a otras personas de forma más directa, pero nunca se había sentido al otro lado del filo de una espada con tanta intensidad, sujetando la empuñadura con mano firme. Tragó saliva.

Osea, que él era el traidor. —Seguramente las palabras cogieran a Kaido por sorpresa. Daruu agachó la cabeza—. Inoue Keisuke tuvo una discusión con un chuunin, y Watasashi Aiko se metió por medio. El chuunin los reportó a ambos ante Arashikage-sama. Yui les ofreció volver a la Academia o disculparse, con la clara intención, imagino, de arrancarles la disculpa. La idiota de Aiko se negó a disculparse, y debió enfadar a Yui, porque le clavó una espada en el corazón —explicó—, sellándola después en el fondo del lago. Porque... es inmortal. —Desconocía hasta qué punto Kaido podría conocer aquella historia, pero tenía que poner las cosas en contexto—. De esto me enteré el día en el que me teletransporté con Datsue desde el círculo de piedras. Él me contó todo esto, pero sin decir nombres, supongo que para proteger a Keisuke, y probablemente para evitar que advirtamos al chuunin, al que imagino Datsue no le tendrá ganas más que de darle una buena paliza. O algo peor. —Clavó la vista en el suelo, sombrío—. Reporté esta información a Shanise hace unos días... Joder. Keisuke. Al final era él. ¿Cómo se le ocurre contar esa información a un ninja extranjero...? Puto idiota.
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#12
Cada paso que daba era un auténtico latigazo a sus costillas, pero Ayame no se detuvo. Sus pasos repiqueteaban débilmente contra la madera crujiente, y se veían acompañados por continuos jadeos de agotamiento. Con la frente perlada de sudor, Ayame posó la mano sobre la barandilla de seguridad del barco y apoyó el peso momentáneamente contra ella. La habían estado curando, según le habían contado había estado hasta medio día inconsciente, pero todavía sentía el aturdimiento de la anestesia, aún sentía alguna resaca de quemazón azotando todo su cuerpo y, sobre todo, aquella fatiga. Era como si siguiera en el combate contra Uchiha Datsue. Resollaba, sentía el cuerpo mucho más pesado de lo habitual, pero no quiso concederle mayor importancia.

«Puede que necesite algo más de tiempo para recuperarme.» Supuso, la pobre ingenua. Con un renovado suspiro, Ayame cerró los ojos y los nudillos de su mano se tornaron blancos cuando apretó el agarre sobre la barandilla. «Gobi. Sé que estás ahí. Sé que puedes oírme.» Hizo una breve pausa en su mente. En realidad no sabía bien si el bijuu podía escucharla de aquella manera; pero, pudiera o no, ella se sentía mejor verbalizando sus pensamientos. «No dejaré que esto vuelva a suceder nunca más. ¿Me has oído? No volverás a utilizarme.»

Ayame entró en el interior del barco, bajó las escaleras y siguió caminando a través del pasillo apoyándose de vez en cuando en la pared con una mano. Pese a su debilidad, su corazón comenzó a galopar con fuerza y cobraba intensidad con cada paso que daba. En contraposición, sus pasos se fueron haciendo más cortos, más lentos. Pasó de largo varios camarotes, entre ellos el suyo propio, y al final se detuvo frente a una puerta en concreto. Alzó una mano, pero esta quedó pendiente en el aire cuando escuchó una serie de voces al otro lado.

Daruu no estaba solo. Estaba con Kaido.

Y el más absoluto terror la invadió.

No podía hacerlo. No podía llamar a la puerta y pasar como si nada. Eran Daruu y Kaido. Daruu y Kaido. Su pareja y su mejor amigo. ¿Cómo iba a mirarlos a la cara? Más importante aún, ¿cómo iban a mirarla ellos? No podía. No podía hacerlo. Todo comenzó a girar a su alrededor a toda velocidad y Ayame retrocedió hasta que su espalda dio con la pared que quedaba tras ella, respirando entrecortadamente. Hiperventilando. ¿Cómo la mirarían? ¡Como a un monstruo! ¡Como el monstruo que había demostrado ser! No... No podría soportar esa mirada. No de ellos dos.

No podía... No podía...
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#13
Daruu, finalmente, le proporcionó a Kaido el último cabo suelto, y ese no era sino el papel que jugaría Keisuke en aquella enmarañada red de acontecimientos que culminaron finalmente con su muerte. Él, el chico de ojos color ámbar, había sido el soplón que habría contado lo sucedido con Watasashi Aiko a Datsue, en un efímero intento de salvar a su compañera y, que a fin de cuentas, le llevaría a su inmerecido final.

Ahora tenía sentido que Datsue le pidiera a su Kage bunshin que no lo matase. El Uchiha sabía que algo de culpa iba a tener si aquel fatídico destino acaba alcanzando a su chivato, y que con ello, las probabilidades de salvar a su amada se iban totalmente a pique. Era un perder y perder.

—Cometió un error. Y los errores en Amegakure se pagan a cuota fija —explicó, con voz sosegada—. sólo espero que su muerte lo reafirme lo suficiente como para otro puto loco que quiera ir a chivarle algo a un extranjero se lo piense, al menos, dos veces. Más aún en los tiempos tan jodidos que se vienen.

Aquello había sido una confirmación, desde luego.

—Espero no pienses mal de mi, pero fue una orden directa de un superior. No sé si en nuestra posición hay otras formas de interpretar una directriz tan... tajante, pero considero que no tenía muchas opciones más que la de cumplir con lo pedido, o dejarlo escapar. Entre él y yo...

Daruu conocía bien a Kaido. Sabía cuando se jactaba de las cosas por querer lucir sus méritos. Aquello, sin embargo, según lo fuera contando, no sonaba para nada ser algo que le hiciera sentir orgulloso. Keisuke no era un trofeo. Sino un, a lo que llaman algunos, desafortunado daño colateral.
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#14
Efectivamente, Keisuke había cometido un error, pero Daruu estaba seguro de que si volvía de entre los muertos y se le cuestionaba, habría vuelto a hacer lo mismo. ¿Quién podía discutírselo? Había sido, en cierto modo, su deber. Igual que el deber de Daruu habría sido intentar hacer lo mismo por Ayame, igual que ahora había sido reportarlo. Igual que el de Kaido, que tuvo el deber de segar su errada alma para el bien mayor de Amegakure no Sato.

No, no, Kaido, creo que hiciste bien —dijo Daruu—, sólo me da pena que haya tenido que... un momento —paró, de pronto, levantándose como un resorte y enseñándole la palma de la mano. Estaba seguro de que había oído algo detrás de la puerta. ¿Alguien de Uzushio? No, no habría podido colarse en el barco. ¿Estaba espiándoles otro ninja de Amegakure? ¿Y si interpretaba ponzoñosamente el luto por Keisuke? ¿Y si...?

Daruu se acercó a la puerta de dos grandes zancadas y la abrió.

¡¡Ayame!! —exclamó de alegría al verla a ella. Las lágrimas de tristeza se tiñeron de un tono muy alegre al tiempo en el que el muchacho se lanzó a por ella, fundiéndose en un abrazo—. No sabes lo que me alegro de verte. De veros. Escucha, yo... yo... yo...

»Lo siento, lo siento tantísimo. Tenías razón. No debí fiarme de nadie de Uzushio. No debí. Te quiero.
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#15
Antes de que sus doloridas piernas pudieran decidir por sí mismas y salir corriendo, la puerta frente a sus narices se abrió. Ayame se quedó completamente paralizada en el sitio, con los ojos clavados en Kaido y Daruu. No tardó ni un instante en fijarse en el brazo izquierdo y la nariz de su pareja, ambos fuertemente envueltos en vendas...

«He sido yo...» Supo, sin necesidad de formular una sola pregunta.

Y su corazón maltrecho se olvidó de latir durante un instante.

Pero lo que vio en sus ojos violáceos no fue reproche, ni miedo hacia ella, sino...

—¡¡Ayame!! —aulló Daruu, abalanzándose sobre ella. Y Ayame, congelada en el sitio como estaba, no supo cómo reaccionar cuando él la abrazó con fuerza. Fue la quemazón en el torso lo que la despertó, con un quejido de dolor—. No sabes lo que me alegro de verte. De veros. Escucha, yo... yo... yo... Lo siento, lo siento tantísimo. Tenías razón. No debí fiarme de nadie de Uzushio. No debí. Te quiero.

Ayame boqueó un par de veces como un pez fuera del agua, sin saber muy bien qué decir o qué palabras pronunciar. El nudo en la garganta se hacía tortuosamente doloroso, la angustia apretaba en su pecho retorciéndose como una serpiente y cuando sintió el tacto de las vendas y el olor a medicina que despedía la piel del chico, las lágrimas terminaron por escaparse.

Le había herido. Seguramente habría herido a más gente y aún podía dar gracias a Amenokami por no haber causado ninguna víctima mortal.

Y lo peor era esa sensación de no recordar absolutamente nada.

—¡Lo siento! —sollozó, desgañitándose, agarrándose con uñas a la camiseta de Daruu—. ¡Yo... Yo no... No quería perder el control así! ¡De verdad que no...! ¡Me resistí con todas mis fuerzas mientras el Gobi me hablaba y Datsue seguía atacándome! ¡Pero no pude hacerlo! ¡No pude...! Yo... ¡LO SIENTO MUCHÍSIMO!
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