Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
"Y si eso significa nuestra extinción, así habrá de ser".
«¿Qué cojones?»
De entre todas las cosas que había escuchado de Kintsugi, aquella tenía que ser con diferencia la más loca de todas. ¿Cómo podía uno estar tan en desacuerdo con un sistema político como para decidir que era más sensato sacrificar a todo el mundo bajo su mando? Era definitivamente una locura a la que Shanise simplemente no podía darle explicación. Esas ideas eran peligrosas. No solo para los demás, sino que también para los suyos.
La Arashikage entrelazó las manos bajo su barbilla y decidió simplemente escuchar de momento. Sabía que Datsue acabaría respondiéndole de alguna manera, y no tardó en hacerlo. En Uzukage habló sobre la democracia y los problemas del feudalismo, pero más importante que eso les comentó sobre lo que estaba sucediendo en el País de la Tierra. Aparentemente los civiles allí no habían notado la diferencia en el cambio de régimen, y eso era lo más terrorífico de todo.
Shanise probablemente le dedicaría un pensamiento a las palabras de Datsue antes de dormir, quizás, pero lo cierto es que ahora estaba más ocupada pensando en qué cojones podrían hacer en caso de que Akame y Zaide apareciesen con una bijuudama directamente en cualquiera de las villas. Con el sello que había creado Shanise seguramente podría detectar a los Uchiha apenas apareciesen, pero para entonces ya sería demasiado tarde. Incluso si pudieran poner una cantidad infinita de guardias en cada punto de la villa ya sería demasiado tarde, pues ya estarían jodidos desde el momento en el que la supuesta alianza entre Dragón Rojo y Kurama se teletransportase dentro de cualquiera de las villas. Entonces ¿cómo podían detenerlos?
La respuesta era sencilla: no podían. Lo estaban enfocando mal.
La Arashikage miró al Uzukage un momento, recordando su reacción cuando leyó sobre el Transportista de Bijū, y entonces creyó encontrar la clave justo ahí, en su reacción. Dragón Rojo eran serpientes. Los veías cuando te atacaban, no antes, no después. Por eso no habían tenido ningún éxito rastreándolos hasta el momentos. Simplemente no los podían encontrar, así que su mejor posibilidad para atraparlos era hacerlos atacar en el momento equivocado, y Shanise creía tener una idea de cómo hacerlo, pero aquel no era el momento de compartirla.
De momento, la Arashikage solo callaría y observaría mientras pensaba en su siguiente estrategia.
La chica forzuda y musculada aclaró a Siete que en efecto, Dragón Rojo era esa banda de maleantes que tiempo atrás liaron un gran escándalo. Bueno, más que un mero escándalo, armaron un pitoste de la hostia, y mataron e hirieron a cientos de personas. Nadie ni nada pudieron hacer para evitar esa masacre, y eso que ahí se encontraban en su día los tres kages.
—Entiendo... —Respondió a Ranko.
Y conforme las palabras iban fluyendo, el Senju fue un poco más consciente de la gravedad del asunto. Si ya de por sí esa banda era peligrosa, el tener entre sus miembros a un Uchiha capaz de teletransportarse a cualquier parte del mundo era... LA GUINDA DEL PASTEL. Además, eso explicaba el porqué aún no habían podido lidiar con ellos: En cuanto los localizas, pueden esfumarse en unas décimas de segundo. Si unían fuerzas con Kurama, podía ser de todo menos gracioso. Y precisamente, no es que ya fuesen sobrados en la guerra contra ese zorro.
Fuese como fuese, aunque no tuviesen que afrontar en ese mismo momento la amenaza, era un peligro potencialmente mortal. Pero más mortífera era aún la incapacidad cerebral de la líder de Kusagakure. La tiparraca mariposa esa era todo y más de lo que Datsue le había avisado. No era peligrosa y demente, era lo siguiente a ello.
El diccionario había de modificarse...
Demente:
1. adj. Loco, falto de juicio.
2. adj. Med. Que padece demencia (Deterioro de las facultades mentales).
3. comp. Situación mental parecida a Kintsugi. Requiere visitar a un psiquiatra urgentemente.
¡La madre que la trajo!.
¿De verdad para ella era más aceptable sacrificar a toda la villa antes que cambiar un sistema político? Si bien Siete pensaba que era una puta mierda, que no le gustaba en absoluto ese sistema, de ahí a dejar morir a cientos de personas por enfrascarse en no cambiar su pensamiento... ¡JODER! ¡ESTÁ COMO UNA PUTA CABRA!.
Datsue fue el primero en dignarse a contestar a ese MONSTRUO, y lo hizo con una calma, sosiego, y carisma como se podían esperar de un buen Kage. Siete la habría mandado a freír espárragos, sin duda. Y tras las palabras de Datsue, Siete quiso suspirar, pero se tuvo que contener. No era nadie en esa reunión, y eso bien lo sabía pese a tener el apoyo del Uzukage.
—Siento interrumpir, pero... —Hizo un inciso, incapaz de ahogar sus pensamientos. —¿Por qué iniciar la mecha de un explosivo que tenemos en las manos?. Son criminales, y con ellos no se debe cumplir exigencias normalmente, pero no tiene porqué ser cierto del todo. ¿Tanto cuesta hacerles pensar que se va a implementar ese sistema político?. Se puede aparentar, mimetizar la situación en lo que afrontamos el mayor problema, y tras ello volver a la normalidad y afrontar a ese grupo.
»Hay más tonos entre el blanco y el negro. Ser radicales nunca solucionó problema alguno.
En esos momentos, Siete quiso echar en cara el juramento que todo kage hace para su villa, pero en vez de eso calló y apretó con fuerza su pierna con la zurda. De haber tenido algo de fuerza, seguramente hasta se habría hecho daño. Por suerte o por desgracia, tenía menos fuerza que un tornillo bañado en shinobi-pepsi.
Daruu quedó callado un largo rato. Mirando a unos y a otros, aunque a alguno con más dificultad. Pero no tuvo más remedio que intervenir.
—Estoy seguro de que Uzushiogakure ha adoptado la democracia bajo sus propios términos y con los tiempos apropiados. Yo no tengo claro cuál es el mejor sistema, pero —dijo—, cualquier concesión al hijo de la gran puta que mató al hermano de Yui es un insulto a su memoria.
»Por otra parte, Datsue, estoy seguro de que puedes venderle las bondades de la democracia a cualquiera. Pero no es menos cierto que el contexto cultural de cada uno es distinto, y basta con abrir un libro de historia para darse cuenta de por qué tan solo sugerirle eso a Kusagakure es una afrenta.
»Zaide no busca transformar el mundo. Busca la sumisión y la humillación. ¿En que se diferencia de lo que quiere Kurama, si quiere imponer un modelo por la fuerza? No veo que nadie haya sugerido "pretender" que nos rendimos a su supuesto Imperio. Parece que eso es inaceptable para todo el mundo.
El resto de presentes en la reunión no estaban conformes con su respuesta. Lo sabía, y desde el principio había sabido que la reacción sería algo similar a lo que estaba presenciando: en la ceja alzada del Uzukage, en el tenso silencio de la Arashikage... Pero no le importaba. Sus razones, y las de su gente, eran ajenas a todos los que se encontraban allí.
—Quizá un día le sorprenda ver lo bien que funciona la democracia en la Espiral —se atrevió a decir el Uzukage, y Kintsugi frunció el ceño en su dirección—. Aunque reconozco que es pronto para decirlo. Sea como sea, ni se me ocurriría deciros cómo debéis regir vuestro país, claro. Aunque, me gustaría dejar una reflexión. No sé cómo fuisteis elegidas Kages, pero tengo bastante claro que no fue por ser hijos de nadie en concreto, sino por méritos propios, como me sucedió a mí. El problema con el feudalismo es que sucede lo primero, y si tienes suerte con el primogénito pues genial, pero si te toca la oveja negra de la camada…
»La contacto que me reveló la situación en el País de la Tierra me contó una cosa que me indignó mucho en el momento, pero que ahora, cada vez que lo pienso, más que enfadarme, me aterra. Hayato estaba presente, puede dar fe de lo que digo. Cuando le pregunté a mi contacto, casi dándolo por hecho, si el pueblo apoyaría la revolución contra Kurama desde dentro… Bueno, me vino a decir que muchos no. Que había gente de a pie tan disgustada con el Daimyō anterior, que tenían la sensación de que el cambio estaba siendo a mejor . Me dijo, incluso, que algunos ni siquiera notaron el cambio de régimen. No notaron la diferencia —repitió, como si ese mensaje fuera a suponer algún tipo de diferencia en la opinión de Kintsugi—. —En fin, no quiero abrir un debate sobre esto. Con que le dediquéis un pensamiento a lo que implican mis palabras antes de dormir, me doy por más que satisfecho.
—Siento interrumpir, pero... —intervino el invitado del Uzukage—. ¿Por qué iniciar la mecha de un explosivo que tenemos en las manos?. Son criminales, y con ellos no se debe cumplir exigencias normalmente, pero no tiene porqué ser cierto del todo. ¿Tanto cuesta hacerles pensar que se va a implementar ese sistema político? Se puede aparentar, mimetizar la situación en lo que afrontamos el mayor problema, y tras ello volver a la normalidad y afrontar a ese grupo. Hay más tonos entre el blanco y el negro. Ser radicales nunca solucionó problema alguno.
Aquella vez fue Kintsugi quien alzó una ceja.
—¿Fingir un cambio político? ¿Qué clase de tontería es esa? —Kintsugi plantó la mano en la mesa, furibunda—. ¡No voy a organizar un circo sólo para satisfacer el ego de un psicópata!
—Estoy seguro de que Uzushiogakure ha adoptado la democracia bajo sus propios términos y con los tiempos apropiados —intervino de repente el Hyūga—. Yo no tengo claro cuál es el mejor sistema, pero cualquier concesión al hijo de la gran puta que mató al hermano de Yui es un insulto a su memoria. Por otra parte, Datsue, estoy seguro de que puedes venderle las bondades de la democracia a cualquiera. Pero no es menos cierto que el contexto cultural de cada uno es distinto, y basta con abrir un libro de historia para darse cuenta de por qué tan solo sugerirle eso a Kusagakure es una afrenta. Zaide no busca transformar el mundo. Busca la sumisión y la humillación. ¿En que se diferencia de lo que quiere Kurama, si quiere imponer un modelo por la fuerza? No veo que nadie haya sugerido "pretender" que nos rendimos a su supuesto Imperio. Parece que eso es inaceptable para todo el mundo.
Kintsugi tenía que admitirlo, aquella intervención le había sorprendido. Después de tener a todos los integrantes en su contra desde la primera intervención, que alguien de otra aldea le brindara algo de apoyo era, cuanto menos, algo refrescante.
—No voy a intentar convenceros de qué sistema político es mejor o peor. Y tampoco espero que entendáis o apoyéis mi decisión de mantenerme fiel al modelo que prácticamente nos devolvió a la vida después de una intensa crisis. Pero espero que entendáis que no pienso doblarme a las exigencias de un criminal —Kintsugi se reincorporó lentamente en su asiento y le hizo una señal a Ranko para que hiciera lo mismo—. Creo que está todo dicho. Sólo quería informaros sobre los últimos movimientos de Dragón Rojo, no organizar un debate alrededor. Ahora, si nos disculpáis.
Con una última inclinación de cabeza, Kintsugi volvió a colocarse el sombrero de Morikage sobre la cabeza, y se dio media vuelta para abandonar el lugar.
Datsue tomó el sombrero de Kage y se lo colocó encima de la cabeza. Todavía no se había acostumbrado al tacto, aunque tenía que reconocer que le venía de maravilla para no mojarse el pelo. La reunión había concluido, con más puntos positivos que negativos. Se quedó con la espinita de no haber podido sacar un último tema. Bueno, más que tema, proposición.
«Esta me la debes, Datsue»
«Lo sé, lo sé. Pero, ¡ya viste que se fue de pronto! Lo iba a hacer, te lo juro».
—Tengo curiosidad, Shanise. He oído que los amejines tienen por costumbre correr desnudos bajo la lluvia. Pero, ¿literalmente desnudos? ¿O en bragas? —Honestamente, no se imaginaba a Daruu y Ayame corriendo en bolas por la calle. Quizá a Kaido sí. Ese tío estaba loco.
»Me quedaré el resto del día dando un paseo por la Villa, si no le importa. Hayato —dijo, dirigiéndose hacia su genin—. Hora de irse.
Sin más dilación, el Uchiha abandonó la sala con la sensación de haber sobrevivido a su primera gran reunión.
Datsue out
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Pese al intento de varios por tratar de poner una tirita al crítico problema de Dragón Rojo, quedó claro que la Morikage tenía sus propias ideas, y no iba a cambiar de parecer. Al igual que el de orbes blancos, que incluso comparó la situación con la de Kurama. Aunque había una pequeña diferencia: Dragón Rojo quería una república, mientras que el Zorro quería ver a todos muertos. Pero Dragón Rojo era un problema del que simplemente había avisado la Morikage, y quizás ya buscarían solución más adelante. Lo primordial ahora mismo, era la guerra que tenían a las puertas. Ese era el verdadero motivo por el que estaban todos allí, aunque al final hubiesen unas sorpresas entre medio.
Fuese como fuese, Kintsugi sentenció que ya estaba todo dicho, y fue la primera en volver a ataviarse con el sombrero. Con un gesto avisó a su acompañante de que había llegado la hora de irse, y sin preámbulo se puso en pie despidiéndose ante todos con una reverencia. Datsue por su parte hizo un comentario de lo más singular. Hayato quedó helado ante el comentario, la idea de que los Amejines pudiesen ir de un lado a otro corriendo bajo la lluvia despelotados. Sobre todo porque luego tendría un rato para pasear por las calles, en lo que el Uzukage se reunía con el chico de orbes blancos y la acompañante de la Morikage. Podía ser un poco espeluznante...
¿Quizás solo bromeaba, no?.
Datsue apenas dejó tiempo de respuesta antes de anunciar que evidentemente iba a pasar el día por las calles de Amegakure, así como anunció a Siete que era hora de irse. El segundo en ponerse nuevamente el sombrero fue Datsue, y seguidamente sendos Uzujines abandonarían la sala. La reunión parecía haber acabado, y después de todo, nadie había resultado herido.
Bueno, salvo la mesa.
Lamentablemente, luego tendría que negociar con Datsue para ver quién la pagaba. Ambos parecían compartir ese cariño legítimo a no desprenderse de las monedas...
Ranko sintió bastante altanería viniendo de Hayato, pero antes de que pudiese contestarle, Kintsugi le respondió, mucho más alterada de lo normal, cosa que sorprendió bastante a Ranko.
—M-mi Señora... —susurró Ranko.
La castaña se levantó cuando su Morikage y, cuando ella estaba por salir, se dirigió a los demás.
—Ha s-sido un placer conocerles. —dijo con su usual cortesía.
Luego fue tras de Kintsugi, apresurando el paso para no quedar detrás. Quería decirle algo para que no estuviera tan molesta, pero no se le ocurría nada. Sólo podía estar junto a ella.