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En aquella ocasión la sorpresa había venido directamente de Kusagakure. Uzushiogakure parecía saber ya su pequeño secreto, aunque era más que obvio que lo harían después de que hubiese sido precisamente Uchiha Datsue el que había acompañado a su Juro en aquella loca aventura con el Cinco Colas. Pero no podía decirse lo mismo de Amegakure, a cuyos integrantes poco les faltó para que sus mandíbulas dieran con el suelo. Por supuesto, Amekoro Yui ya había colocado el pie sobre la mesa y le señalaba con un dedo acusador.
—¿¡QUÉ!? ¡¡VENGA, HOMBRE, SÍ CLARO!! ¿¡Y CUÁNDO PENSABAS DECÍRNOSLO, EH, VIEJO!?
Kenzou sintió que Hana se tensaba junto a él, pero la apaciguó con un simple gesto apaciguador de su mano.
—Yui-sama, por fa... —murmuró Shanise, pero su líder la cortó de inmediato.
—¡Ni por favor ni por favar! ¡Pero bueno, y el Pacto que teníamos qué! ¿¡Desde cuándo tenéis al jinchuuriki!? ¡Si no llegamos a hacer la reunión no habrías dicho nada, eh! ¡¡QUE NOS CONOCEMOS, KENZOU!! ¡¡NOS CONOCEMOS!!
—Por favor, calma, Yui-dono —alentó Kenzou, mostrando las palmas de sus manos en un gesto conciliador—. Todo tiene una explicación.
Kenzou, visiblemente más relajado de lo que la situación requería, inclinó ligeramente la cabeza y volvió a mesarse la perilla con gesto pensativo.
—Mmmhhh, desde hace poco. Relativamente poco —Casi un año, en realidad. Pero aquel no era un dato importante para la situación en la que se encontraban, y decir la verdad sólo serviría para crisparlos aún más. Por eso tendría que desviar la atención hacia otro punto—. Tendréis que disculpar la memoria de este humilde servidor, pero la edad comienza a pasar factura. Además, no tuvimos más remedio que hacerlo. ¡De sólo pensar en la cantidad de vidas que se habrían perdido de no haberlo hecho...! ¡Tantos niños y civiles!
»¡Pero esto ya es cosa del pasado! Las Bestias están bien atadas, y así han de seguir, y las tres aldeas vuelven a unirse por un bien común. ¡Desde luego este será un día de celebración para la posterioridad!
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Sinceramente, no le sorprendía la reacción de Yui. La había estado esperando, incluso, pues lo que había hecho Kenzou era gravísimo. Ocultar la existencia de un Jinchuuriki… Con eso no se jugaba. Pero podía llegar a entenderlo. Más si, como estaba diciendo, había sido cosa de hacía relativamente poco. Con todo el caos que se formó en el examen, con todas las dudas y rencillas que se generaron, era una conclusión lógica pensar que lo mejor era ocultar aquella información por un tiempo. O, más bien, en demorar la noticia. Una conclusión muy equivocada, en opinión de Hanabi. Pero una conclusión a la que se podía llegar.
Mención especial a su modo de capear el temporal. Kenzou no se agarraba a ningún mástil. Kenzou simplemente surfeaba las olas con una camisa de estampados, gafas de sol y la sonrisa de un niño pasándoselo bomba.
—Es mejor que dejemos este desliz atrás. Estoy contigo en esto, Yui-dono, en serio. Pero no sacaremos nada poniéndonos a discutir ahora sobre esto. Eso sí —avisó—, nos tiene que servir para aprender de los errores del pasado. —El antiguo Pacto, según se veía, tenía sus resquicios. Unos resquicios que Shiona se había encargado de taponar hasta su muerte, pero sin ella...—. A este nuevo Pacto le vendría bien un par de cláusulas para impedir semejantes olvidos. —La ANBU de cabellos rojos desvió la mirada brevemente hacia él—. O para que no salgan... gratis.
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Yui miró a Kenzou. Yui miró a Hanabi. Yui miró a Kenzou. A Hanabi. A Shanise.
Yui bajó el pié de la mesa.
—¡BAH! Bah. —Se dio la vuelta y puso marcha camino al bosque—. ¡Shanise! Completa autoridad. Estaré en el templo de Amenokami... tranquilizándome. Si no vuelvo antes de que acabe la reunión, búscame allí.
»Señores... excúsenme. —Y su grandiosa silueta desapareció tras los troncos de Hokutoumori.
—Ais... —Shanise suspiró y enterró el entrecejo entre el pulgar y el índice de la mano izquierda, pellizcandolo con paciencia. Por una parte, agradecía que Yuyu se marchase. Era una líder fuerte y carismática que sabía hacerse respetar, levantar terrores y pasiones. Pero en cuanto a las relaciones exteriores, era una total negada, y hasta ella tenía que saberlo. De lo contrario, no le dejaría medrar en su nombre con tanta libertad.
No era la primera vez que sucedía, por supuesto. Pero Yui estaba mucho más susceptible desde lo sucedido en el examen de chuunin. Y aún más desde que revirtieron el sello de Ayame. Quizás eso podría decirse de los tres. Aunque... Miró a Kenzou. No. Nunca se podía estar seguro con él. Parecía la mar de tranquilo, como si estuviera... disfrutando.
Por otra parte, la marcha de Yui era un problema para ella. Como Amegakure tuviera que hacer alguna concesión más, a la vuelta, sería ella quien cargaría con toda la ira de Yuyu. Por supuesto que podía con ella, porque la Arashikage tenía unas... debilidades especiales con Shanise. Pero era un trago que no quería pasar.
Si había turbulencias en las olas, un buen capitán no sacaba el barco del puerto.
—Ahem. Bueno... estoy de acuerdo con Hanabi. ¿Una sanción económica, quizás? Y... sería mejor que llevásemos un orden de temas a tratar. Primero, déjenme contarles... Vamos, Taro-senpai. Sácalo. —El ANBU, que seguía con la mirada perdida en aquél punto del bosque donde Yui había desaparecido, dio un respingo, e imitando el gesto de su homónima de Kusagakure, sacó un pergamino y lo desplegó encima de la mesa. Con un sello, el ANBU reveló lo que parecía ser un aparato rectangular con una multitud de botones. Unido a un cable se encotraba una pieza alargada que enganchaba en la base—. Hasta ahora... verán. No sé si han visto uno de estos antes. En Amegakure los tenemos desde hace unos años... le llamamos teléfono. Con él, marcas un identificador numérico y puedes... hablar con alguien a distancia.
»Lo que ofrecemos es exportar esta tecnología, como ya hemos hecho otras veces, a Uzushiogakure y Kusagakure. Para todos los usos. Pero además, la construcción de una línea directa bajo tierra, secreta. Entre los despachos oficiales de los Tres Kage. Con esto... por supuesto, puede que hubiera un retraso en la llamada de un segundo o dos. Pero... sería un gran avance, ¿no creen? —Shanise sonrió—. Lo siguiente que les mostraré es el Fuuinjutsu del que hablé al principio de la reunión, pero antes quizás estaría bien que discutiéramos ese par de cláusulas que sugiere Hanabi.
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—Es mejor que dejemos este desliz atrás —concedió Hanabi, para satisfacción de Moyashi Kenzou—. Estoy contigo en esto, Yui-dono, en serio. Pero no sacaremos nada poniéndonos a discutir ahora sobre esto. Eso sí —añadió, a modo de aviso—, nos tiene que servir para aprender de los errores del pasado. A este nuevo Pacto le vendría bien un par de cláusulas para impedir semejantes olvidos.
A Kenzou no le pasó desapercibido que la ANBU de cabellos de fuego que acompañaba al joven Uzukage se volvía momentáneamente hacia él.
—O para que no salgan... gratis.
—Por supuesto, Hanabi-dono. Por el bien del Pacto no pueden repetirse descuidos tan desafortunados como este en el futuro —se excusó Kenzou, inclinando la cabeza de forma sumisa.
Pero no todos parecían tan satisfechos con el tema. Amekoro Yui parecía incapaz de soportar la situación por más tiempo, no sin saltar al cuello del alguno de los presentes al menos. Por lo que optó por una completa retirada y dejó todo el poder de decisión en las manos de su subalterna. Kenzou la despidió alegremente, alzando una mano.
—Ais... —Shanise se pellizcó el puente de la nariz, buscando una paciencia que en aquellos momentos escaseaba en el bando azul. Pero no tardó en reponerse—: Ahem. Bueno... estoy de acuerdo con Hanabi. ¿Una sanción económica, quizás?
Kenzou alzó una ceja. Algo le decía que el joven Uzukage no se estaba refiriendo, precisamente, a una sanción económica.
—Y... sería mejor que llevásemos un orden de temas a tratar. Primero, déjenme contarles... Vamos, Taro-senpai. Sácalo.
Tras un breve sobresalto, el ANBU de Amegakure se adelantó; y, de forma similar a como había hecho Hana, sacó un pergamino que dejó y desplegó sobre la mesa. Un sello, y una pequeña nube de humo dio lugar a una especie de aparato electrónico circular con una infinidad de botones y que estaba unido por un cable a otra pieza de forma alargada.
«Oh, ¿otro aparato Amejin?» Se preguntó Kenzou, sumamente interesado en el extraño artefacto.
—Hasta ahora... verán —comenzó a explicar Shanise—. No sé si han visto uno de estos antes. En Amegakure los tenemos desde hace unos años... le llamamos teléfono. Con él, marcas un identificador numérico y puedes... hablar con alguien a distancia. Lo que ofrecemos es exportar esta tecnología, como ya hemos hecho otras veces, a Uzushiogakure y Kusagakure. Para todos los usos. Pero además, la construcción de una línea directa bajo tierra, secreta. Entre los despachos oficiales de los Tres Kage. Con esto... por supuesto, puede que hubiera un retraso en la llamada de un segundo o dos. Pero... sería un gran avance, ¿no creen?
—Oh, ¿una especie de comunicador a grandes distancias? —preguntó Kenzou.
—Lo siguiente que les mostraré es el Fuuinjutsu del que hablé al principio de la reunión, pero antes quizás estaría bien que discutiéramos ese par de cláusulas que sugiere Hanabi.
—Antes de eso, y si me disculpa, Shanise-san. Déjeme hacer una pregunta: ¿Cuánto se tardaría en hacer esas... líneas bajo tierra? ¿No malgastaríamos demasiado tiempo? La distancia que separa nuestras aldeas no es precisamente pequeña, y hay accidentes geográficos por todas partes.
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Que Yui se fuese tan solo era una buena señal. Agilizaría las negociaciones y liberaría parte de la tensión que se producía con cada mala nueva. A Shanise pareció costarle unos momentos asimilar la marcha de su Arashikage, pero en seguida se recompuso. Propuso una sanción económica a la cláusula sugerida por Hanabi, y aunque este tampoco lo veía mal, aquello no era lo que tenía en mente. Ni mucho menos.
Pero no la interrumpió, consciente de que las cosas irían más rápido si tan solo se centraban en un único tema al mismo tiempo. Fue entonces cuando su ANBU reveló un aparato rectangular con botones, que al parecer, se llamaba teléfono, y que permitía comunicarse a largas distancias. ¡Aquello era maravilloso! Una especie de comunicador sin límite de batería ni distancia, como bien había puntualizado Kenzou. Había que reconocérselo a los amejines: en cuanto a tecnología, eran muy ingeniosos. Y siempre iban dos pasos por delante que el resto.
El único problema era que esos teléfonos necesitaban ser conectados por líneas bajo tierra. Kenzou en seguida hizo ver el problema: ¿cuánto tiempo tardarían en unir las tres Villas? No eran pocos kilómetros, precisamente. Imaginó que Shanise ya había hecho un estudio y un plan para conocer ese dato.
—Sea mucho o poco, es una inversión de futuro que sin duda apuesto por hacer —incidió—. Una infraestructura así nos vendrá de perlas para cualquier urgencia que surja. —Ya no solo hablaba de Kurama y los Generales, sino de cualquier otra nueva amenaza que pudiese llegar en el futuro.
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22/01/2019, 14:25
(Última modificación: 22/01/2019, 14:25 por Amedama Daruu.)
—Antes de eso, y si me disculpa, Shanise-san. Déjeme hacer una pregunta: ¿Cuánto se tardaría en hacer esas... líneas bajo tierra? ¿No malgastaríamos demasiado tiempo? La distancia que separa nuestras aldeas no es precisamente pequeña, y hay accidentes geográficos por todas partes —indicó Kenzou.
—Sea mucho o poco, es una inversión de futuro que sin duda apuesto por hacer —repuso Hanabi—. Una infraestructura así nos vendrá de perlas para cualquier urgencia que surja.
—Eso es, es una utilidad que nos convendrá a todos —asintió Shanise—. Pero sí que es cierto que supondrá cierto esfuerzo. Si lo llevo a la reunión es porque es evidente que las tres aldeas tendríamos que aportar mano de obra y financiación... Con una correcta planificación, podremos juntar las tres líneas en algún punto cercano al Valle del Fin en... cuatro, quizás seis meses. —Shanise se tomó unos segundos para tomar aire—. Si se me permite, tengo una idea para ayudar en la financiación, quizás en la mano de obra: los jefazos. Los Señores Feudales. Seguro que nos los podemos camelar un poquito. Ya sabéis, todos los Señores querrán enganchar su línea telefónica también. Para llamarse y jugar a las cartas, o lo que sea que hace esa gente cuando no trabaja, que es la mayor parte del año, vaya.
»Hay... otro proyecto tecnológico destinado a camuflar el primero —dijo—. Se haría al mismo tiempo, y de aceptarse probablemente elevaría el coste a más de diez veces el inicial y tardaríamos un año entero. Pero íbamos a presentarlo igual antes de que... nuestras aldeas encontrasen diferencias. —Dirigió una breve mirada a Hanabi—. Quizás anime a limar asperezas, y además para este sospecho que tendríamos mecenazgo de más de un ricachón. Pero prefiero discutirlo luego. Se nos acumulan los temas.
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Hanabi parecía tan o casi más interesado que el propio Kenzou acerca del curioso artefacto amejin.
—Sea mucho o poco, es una inversión de futuro que sin duda apuesto por hacer —incidió el Uzukage—. Una infraestructura así nos vendrá de perlas para cualquier urgencia que surja.
—Eso es, es una utilidad que nos convendrá a todos —asintió Shanise—. Pero sí que es cierto que supondrá cierto esfuerzo. Si lo llevo a la reunión es porque es evidente que las tres aldeas tendríamos que aportar mano de obra y financiación... Con una correcta planificación, podremos juntar las tres líneas en algún punto cercano al Valle del Fin en... cuatro, quizás seis meses.
Los sonrientes labios de Kenzou se torcieron ligeramente. De cuatro a seis meses, y eso si no surgían imprevistos. Y todos sabían que siempre surgían imprevistos. Era mucho tiempo. Demasiado.
—Si se me permite, tengo una idea para ayudar en la financiación, quizás en la mano de obra: los jefazos. Los Señores Feudales. Seguro que nos los podemos camelar un poquito. Ya sabéis, todos los Señores querrán enganchar su línea telefónica también. Para llamarse y jugar a las cartas, o lo que sea que hace esa gente cuando no trabaja, que es la mayor parte del año, vaya.
—Por eso no creo que haya problema, Shanise-san. Todos conocemos a esos peces gordos: les presentas un juguetito nuevo y se convierten en niños —habló Kenzou, divertido.
—Hay... otro proyecto tecnológico destinado a camuflar el primero —añadió Shanise—. Se haría al mismo tiempo, y de aceptarse probablemente elevaría el coste a más de diez veces el inicial y tardaríamos un año entero. Pero íbamos a presentarlo igual antes de que... nuestras aldeas encontrasen diferencias. —Dirigió una breve mirada a Hanabi—. Quizás anime a limar asperezas, y además para este sospecho que tendríamos mecenazgo de más de un ricachón. Pero prefiero discutirlo luego. Se nos acumulan los temas.
—No desearía ser un aguafiestas al respecto —Kenzou tomó la palabra—. Pero, señores, creo que estarán de acuerdo conmigo en que lo que estamos buscando ahora mismo es una solución inmediata a nuestros problemas de comunicación. En cuatro o seis meses, los Generales tienen tiempo de sobra para dar caza a nuestros jinchuriki. Y ya no hablemos de un año si se pone en marcha ese misterioso asunto del que acabas de hablar, Shanise. El Gentōshin no Jutsu nos permitiría comunicarnos rápidamente, lo sabemos, pero dependemos de cuando nos citemos para reunirnos. Y ante un improvisto repentino dudo que podamos esperar hasta la siguiente reunión para informarnos. Por no hablar de los mensajeros, aún mucho más lento.
»Y eso me da cierta idea... aunque es probable que no nos agrade demasiado. ¡Ni siquiera a mí me gusta la idea, vaya! Pero, Shanise-san... ¿no has dicho que tienes un shinobi capaz de teletransportarse incluso a grandes distancias?
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Shanise dirigió la vista a Kenzou con una elocuente mirada. Tras meditarlo un minuto, contestó. Pero no le dedicó las palabras a Kenzou.
—Hanabi-dono, soy consciente de que han pasado muchas cosas entre nosotros, y no quiero que se entienda desafío ni burla en mis palabras —dijo—, pero para contestar a nuestro Morikage me voy a valer de un pequeño ejercicio de imaginación. Hanabi-dono, ¿enviaría usted a Uchiha Datsue a entregar un mensaje a Yui-sama?
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Hanabi no tuvo que tomarse más de un breve momento para responder a aquella pregunta.
—Me gustaría poder responder que sí en un futuro —dijo, sincero—. Pero no, no lo enviaría.
Había demasiadas cuentas pendientes entre ellos dos, y ambos habían demostrado tener poca o nula capacidad para refrenar sus emociones. Era como dejar caer un sello explosivo en una hoguera y esperar que, por algún raro milagro, no estallase. Aunque opinaba que en su caso era diferente. Él sí había demostrado temple, cuando Daruu había tratado de asesinar a Akame frente a sus narices.
No obstante, ¿se podría decir lo mismo del propio Daruu? Aquel último pensamiento fue lo que terminó de convencerle.
—A falta de una idea mejor, creo que no nos queda más remedio que optar por el Gentōshin —dijo, deseoso de seguir moviéndose hacia adelante en el tratado—. No obstante, ¿por qué reunirnos entre nosotros? Seamos realistas, la mayor parte del tiempo —esperaba no ser gafe con esto—, será para comunicarnos que no hay nada nuevo. Deleguemos en nuestros ninjas —propuso—. Un equipo de tres, con un cuarto de reserva, por Villa, y que se vayan turnando para las comunicaciones. Una cada ocho horas creo que sería suficiente. —Un turno de mañana, otro de tarde, y un último de noche. Parecía lo óptimo—. Que cada uno traiga a dicho equipo cuando quedemos para revertir el sello de Ayame, para que se conozcan y puedan usar el Gentōshin entre ellos, y listo.
»Si te parece bien, Kenzou-dono. Y a ti también, Shanise-dono, sigamos avanzando. Por favor, no te preocupes por las cláusulas que comenté, creo que será mejor dejarlo para el final. ¿Por qué no nos hablas de ese otro proyecto tecnológico destinado a camuflar el primero? –sugirió. Le había dejado verdaderamente intrigado—. Además, se me está ocurriendo una pequeña idea para la mano de obra de las líneas.
Oh, sí. Definitivamente se le estaban empezando a acumular temas.
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Como esperaba, la respuesta de Hanabi llegó casi inmediatamente:
—Me gustaría poder responder que sí en un futuro —dijo, sincero—. Pero no, no lo enviaría.
Shanise asintió, y miró a Kenzou.
—Yo tampoco me arriesgaría a enviar a Amedama Daruu a Uzushiogakure para nada durante un tiempo. Al menos, durante un tiempo. —Y así, Shanise se valía de una analogía bastante simple para dar a entender cuál era el mayor problema de la sugerencia de Kenzou—. No obstante, esto tiene otro problema, Kenzou-dono. Escuche, Daruu podría viajar a Kusagakure y a Uzushiogakure para informar de cualquier problema que ocurriese en Amegakure, pero si un problema ocurriese en sus villas, ¿cómo avisarían ustedes?
»Exacto, no podrían.
—A falta de una idea mejor, creo que no nos queda más remedio que optar por el Gentōshin —coincidió Hanabi. Pero el Gentoushin, como ya habían hablado, entrañaba otra serie de complicaciones. No obstante, como Hanabi bien apuntó, podían organizar comunicaciones periódicas para informarse.
—A mí lo de los turnos me parece estupendo, pero creo que bastaría con uno o dos al día —dijo—. Nuestros países están muy lejos, ¿tan urgente podría ser la emergencia? —No necesitó más de un segundo para rectificar—: Bueno, sí, tienes razón, tienes razón.
»Si te parece bien, Kenzou-dono. Y a ti también, Shanise-dono, sigamos avanzando. Por favor, no te preocupes por las cláusulas que comenté, creo que será mejor dejarlo para el final. ¿Por qué no nos hablas de ese otro proyecto tecnológico destinado a camuflar el primero? –sugirió. Le había dejado verdaderamente intrigado—. Además, se me está ocurriendo una pequeña idea para la mano de obra de las líneas.
Shanise se reclinó hacia atrás, estirando los brazos por encima del cuerpo. Aunque educada, estaba claro que el protocolo no les iba ni a ella ni a Yui.
—Buuff, es... difícil de explicar. A ver... —comenzó, buscando con cuidado las palabras—. ¿Se imaginan un carruaje que se mueva... sin caballos? —dijo—. Ahora, imaginen. —Shanise se inclinó hacia adelante, hacia ellos, casi tumbando medio cuerpo en la mesa—. Imaginen un carruaje que transcurra sobre unos caminos. Vías. Una serie de carruajes en fila, que como una ristra de hormigas transporte materiales y gente a través de todo Oonindo.
»Suena útil, ¿verdad? Y... beneficioso para el comercio. ¿Cuánta gente creen que pagaría por tener algo así? ¿Cuánta inversión extranjera recibiríamos?
»Además, como dije, un proyecto camufla a otro. Esta tecnología es extraña fuera de nuestra aldea. Nadie sabe qué necesita para funcionar exactamente, excepto nosotros. Compartiremos toda dicha información con Uzushiogakure y Kusagakure si aceptan intentar llevar a cabo el proyecto. Eso quiere decir, que, no se extrañarán de ver cables de cualquier tipo siendo enterrados... por debajo de las vías. Nadie sabrá que el teléfono conecta también a las Tres Grandes, o al menos, no será evidente que estamos planeando conectarlas. La infraestructura será competente para cuando se diesen cuenta.
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La respuesta de Shanise, sin embargo, fue dirigida de forma directa a Hanabi:
—Hanabi-dono, soy consciente de que han pasado muchas cosas entre nosotros, y no quiero que se entienda desafío ni burla en mis palabras, pero para contestar a nuestro Morikage me voy a valer de un pequeño ejercicio de imaginación. Hanabi-dono, ¿enviaría usted a Uchiha Datsue a entregar un mensaje a Yui-sama?
Hanabi no necesitó ni dos segundos para contestar a aquella pregunta:
—Me gustaría poder responder que sí en un futuro. Pero no, no lo enviaría.
Y Kenzou no pudo evitar echarse a reír. ¿Cómo no hacerlo? ¡Por todo lo que estaba escuchando, aquellos dos shinobi eran un verdadero dolor de cabeza con respecto a las relaciones entre villas! Algo así como Sasagani Yota, se tuvo que recordar para sus adentros.
—Yo tampoco me arriesgaría a enviar a Amedama Daruu a Uzushiogakure para nada durante un tiempo. Al menos, durante un tiempo —coincidió Shanise—. No obstante, esto tiene otro problema, Kenzou-dono. Escuche, Daruu podría viajar a Kusagakure y a Uzushiogakure para informar de cualquier problema que ocurriese en Amegakure, pero si un problema ocurriese en sus villas, ¿cómo avisarían ustedes?Exacto, no podrían.
El Morikage se llevó una mano a la barbilla al comprender la dificultad que entrañaba su idea.
—A falta de una idea mejor —continuó Hanabi—, creo que no nos queda más remedio que optar por el Gentōshin. No obstante, ¿por qué reunirnos entre nosotros? Seamos realistas, la mayor parte del tiempo, será para comunicarnos que no hay nada nuevo. Deleguemos en nuestros ninjas. Un equipo de tres, con un cuarto de reserva, por Villa, y que se vayan turnando para las comunicaciones. Una cada ocho horas creo que sería suficiente. Que cada uno traiga a dicho equipo cuando quedemos para revertir el sello de Ayame, para que se conozcan y puedan usar el Gentōshin entre ellos, y listo.
—Oh, qué aguafiestas, mi buen amigo Hanabi-dono —comentó Kenzou, limpiándose una lágrima rebelde del ojo—. ¡Era una buena oportunidad para hablar entre los Kage! Ya sabéis, contarnos nuestras batallitas, nuestros cotilleos... esas cosas.
—Si te parece bien, Kenzou-dono. Y a ti también, Shanise-dono, sigamos avanzando. Por favor, no te preocupes por las cláusulas que comenté, creo que será mejor dejarlo para el final. ¿Por qué no nos hablas de ese otro proyecto tecnológico destinado a camuflar el primero? –sugirió el Uzukage—. Además, se me está ocurriendo una pequeña idea para la mano de obra de las líneas.
Shanise echó el cuerpo hacia atrás y estiró los brazos por encima de la cabeza en un gesto que podría denominarse de cualquier manera menos protocolario. Desde luego, aunque aquella mujer era infinitamente más fácil de tratar que su superiora, las formalidades no iban con Amegakure.
—Buuff, es... difícil de explicar. A ver... ¿Se imaginan un carruaje que se mueva... sin caballos? —comenzó a explicar.
Y Kenzou alzó una ceja con extrañeza.
—¿Sin caballos? ¿Con chakra, quizás?
Pero Shanise no le respondió de forma directa:
—Ahora, imaginen. —Shanise se inclinó hacia adelante, hacia ellos, casi tumbando medio cuerpo en la mesa—. Imaginen un carruaje que transcurra sobre unos caminos. Vías. Una serie de carruajes en fila, que como una ristra de hormigas transporte materiales y gente a través de todo Oonindo. Suena útil, ¿verdad? Y... beneficioso para el comercio. ¿Cuánta gente creen que pagaría por tener algo así? ¿Cuánta inversión extranjera recibiríamos? Además, como dije, un proyecto camufla a otro. Esta tecnología es extraña fuera de nuestra aldea. Nadie sabe qué necesita para funcionar exactamente, excepto nosotros. Compartiremos toda dicha información con Uzushiogakure y Kusagakure si aceptan intentar llevar a cabo el proyecto. Eso quiere decir, que, no se extrañarán de ver cables de cualquier tipo siendo enterrados... por debajo de las vías. Nadie sabrá que el teléfono conecta también a las Tres Grandes, o al menos, no será evidente que estamos planeando conectarlas. La infraestructura será competente para cuando se diesen cuenta.
Aunque igual de sonriente que al principio, Kenzou se había quedado de piedra. Y el Morikage intercambió una mirada con Hanabi para comprobar si el Uzukage estaba tan estupefacto como él. Lo que estaba describiendo Shanise era difícil de imaginar. Muy difícil de imaginar. Pero al mismo tiempo...
—¡Es maravilloso! —se carcajeó—. ¡Desde luego que los Amejin sois realmente ingeniosos con todos esos cacharros vuestros! ¿No cree, Hanabi-dono? Además podríamos poner a nuestros shinobi para ayudar con las obras, eso desempolvará a nuestros genin más jóvenes.
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Lo que Shanise expuso a continuación dejó a Hanabi boquiabierto. ¿Unos carruajes… sin caballos? Kenzou dio voz a sus pensamientos. ¿Funcionaría con chakra? ¿Cómo sino? Por mucho que tratase de imaginárselo, no entendía cómo era posible. A decir verdad, ni entendía cómo esos teléfonos podían transportar una voz a tantos kilómetros de distancia.
Simplemente, no le encontraba lógica alguna.
—En efecto, Kenzou-dono. Hay que reconocer que la inversión que hace Amegakure por traer siempre nuevos y grandes artilugios que mejoran la vida del ciudadano medio es inmensa. —Las baterías hidroeléctricas; líneas de comunicación; ahora aquello… ¡Las familias feudales se pegarían por llevarse aquellos carruajes autónomos a su territorio! ¡Era un nuevo hito histórico! ¡Una revolución, que cambiaría el comercio y el turismo tal y como lo conocían!—. Y estos… carruajes, ¿qué tan grandes pueden ser? ¿A qué velocidad pueden ir? —preguntó, más que intrigado—. Sin duda, Uzushiogakure se apunta al proyecto.
Y, siguiendo en la línea que Kenzou había marcado, proponiendo que los genins más jóvenes se ocupasen de parte de la tarea, Hanabi soltó la idea que había dejado entrever antes:
—Me gustaría proponer una cosa al respecto. —Sus ojos crepusculares se movieron del uno al otro—. Hay algo muy importante, de lo que ya se habló, en este Pacto: y es el compromiso de que nuestros ninjas protejan a los Jinchuurikis, sin importar de que Villan sean, por el bien mayor. No obstante, yo me pregunto: ¿cómo se compenetrarían si se diese dicha situación de riesgo? Creo que la respuesta es muy dispar. Unos bien, otros rematadamente mal —se imaginaba un par de casos en los que irían peor que mal—. Pero, ¿y si pudiésemos hacer algo para mejorar este índice? Pienso fervientemente que jugaría a nuestro favor. Ya saben lo que dicen: planta una semilla, y quizá florezca; planta una piedra, y no te esperes una flor. —En realidad se la acababa de inventar al vuelo, pero le servía para lo que quería explicar.
»A lo que voy, es que creo que deberíamos potenciar las misiones conjuntas, entre las Villas —concretó—. No voy a pedirles que compartan vuestros mejores clientes, no, pero hay ciertas misiones, como por ejemplo la vigilancia u obra de las vías, que perfectamente se podría hacer en equipos mixtos. —Trabajando todos por un objetivo común—. Creo que ayudaría a estrechar lazos, a trabajar en equipo, y, en definitiva, a prepararnos para lo peor. Sí, soy consciente de que podría surgir alguna problemática. Pero es que lo prefiero así. Prefiero que se produzcan roces en misiones controladas a que surjan en medio de la protección de un Jinchuuriki, haciendo que cada uno libre la batalla por su cuenta y terminen todos mal.
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Tanto Kenzou como Hanabi se maravillaron ante la propuesta de Amegakure. Shanise se sonrió a sí misma detrás de su aparato respirador. El ANBU, a su lado, se movió con inquietud, y echó una miradita al bosque. El chico no pudo evitar preguntarse qué tan diferente sería el trato con los altos mandos de la aldea si Shanise estuviera al mando.
—Y estos… carruajes, ¿qué tan grandes pueden ser? ¿A qué velocidad pueden ir? Sin duda, Uzushiogakure se apunta al proyecto.
—De momento, sólo hemos construído prototipos —admitió Shanise encogiéndose de hombros—. Pero Hanabi-dono. Decenas de personas. Quizás una centena. Al menos el doble de rápido que un shinobi, y si va por vías, salvando el terreno difícil...
»Sin duda será una revolución.
Quedando conformes en ese aspecto, era el momento de pasar a otro asunto. Hanabi lanzó una propuesta relacionada con la realización de misiones conjuntas. Quizás, como había sugerido Kenzou, estaba bien empezar precisamente por las tareas de construcción de las vías y de la instalación de la red telefónica.
—No veo ningún problema con ello, Hanabi-dono. Me parece... bien. —Shanise echó un vistazo a la arboleda de detrás, esperando que Yui apareciese en cualquier momento para protestar. Suspiró—. Hanabi. Sé que Yui es difícil. Yo creo que intenta hacerlo lo mejor que puede y quiere la paz tanto como tú —señaló, tuteando al Uzukage por primera vez—. Subió al poder aupada por el pueblo tras acabar con un intento de golpe de estado. Es una mujer fiera, una mujer que se desenvuelve bien en un entorno en el que hace falta... mano dura.
»Quizás ha llegado la hora de que Amegakure deje de estar tan alerta. Pero eso ella no lo concibe. No está hecha para tiempos de paz. Creo... que hasta ella misma está empezándose a dar cuenta.
El ANBU a su lado comenzó a temblar violentamente de nuevo.
»Les voy a ser sincera, y espero que esto quede entre nosotros. Estos últimos años, incluso todavía, hemos tenido varios intentos de sublevación, y grupos terroristas internos. La mayoría, miembros de nuestro mismo clan. Y esa es la única razón por la que he podido convencerla de que no abdique... en mi.
»No sé cuánto durará en el cargo, pero incluso si cede el sombrero, espero que se quede en la aldea, porque si un Zoku sube al poder... bueno, Hanabi, creo que ya sabes qué traen ese tipo de mentalidades, ¿eh? —Shanise movió los hombros haciendo círculos, relajándose. Quizás decirlo en un momento como aquél había sido del todo inapropiado, ¿pero con quién más podría compartir algo así? Yui era un perro viejo, casi tanto como Kenzou. Pero desafortunadamente, Yui no era Kenzou, ni era Shiona. Ella estaba empezando a dejar de representar al grueso de Amegakure. Había tanta distancia entre ella y alguien como Daruu, o como Ayame, o como Karamaru, o como Reika, o como Roga... Quizás no tanto con Kaido. Pero Kaido... quizás ya no formase parte de de Amegakure tampoco—. Por mi parte, siento más orgullo que nadie por la Lluvia, pero también creo que deberíamos cuidar más las relaciones con Uzushiogakure, como cuando Shiona estaba al cargo. Veo en ti buena voluntad, y siento que si dejamos que el resentimiento sea muy grande, llegará un momento que la brecha sea insalvable. Y alguien explotará. —Ayame, Daruu o Datsue: eso seguro.
»Si forzar a nuestros ninjas a colaborar puede hacer que el peligro de un futuro conflicto entre nuestras naciones se levante, entonces cuenta también con la voluntad de los Hijos de Amegakure, uzujin. —Se permitió quitarse la máscara, y mostró una sonrisa similar a la de Yui. Una sonrisa con los dientes afilados como una sierra. Hanabi y Kenzou ya habían visto varias veces este rasgo, quizás se estaban empezando a preguntar si sería una genética típica de la Tormenta.
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Hanabi no pudo más que mostrarse de acuerdo con la afirmación de Kenzou. Desde luego, por muy grandes que fueran las brechas que separaran a aquellas dos aldeas, no podían negar una verdad como aquella.
—Y estos… carruajes, ¿qué tan grandes pueden ser? —El Uzukage planteó una nueva pregunta—. ¿A qué velocidad pueden ir? Sin duda, Uzushiogakure se apunta al proyecto.
Y Kenzou asintió enérgicamente, mostrando su apoyo y su curiosidad al mismo tiempo.
—De momento, sólo hemos construido prototipos —respondió Shanise, encogiéndose de hombros—. Pero Hanabi-dono. Decenas de personas. Quizás una centena. Al menos el doble de rápido que un shinobi, y si va por vías, salvando el terreno difícil... Sin duda será una revolución.
—¿¡Decenas o centenas de personas!? —exclamó el Morikage, absolutamente anonadado, apoyando ambas manos sobre el tablero de la mesa—. ¡Pero eso sería como desplazar a un pueblo pequeño entero!
—Me gustaría proponer una cosa al respecto —añadió Hanabi, desplazando la mirada de sus ardientes ojos de uno a otro—. Hay algo muy importante, de lo que ya se habló, en este Pacto: y es el compromiso de que nuestros ninjas protejan a los Jinchuurikis, sin importar de que Villan sean, por el bien mayor. No obstante, yo me pregunto: ¿cómo se compenetrarían si se diese dicha situación de riesgo? Creo que la respuesta es muy dispar. Unos bien, otros rematadamente mal. Pero, ¿y si pudiésemos hacer algo para mejorar este índice? Pienso fervientemente que jugaría a nuestro favor. Ya saben lo que dicen: planta una semilla, y quizá florezca; planta una piedra, y no te esperes una flor.
—¿Qué pretendes sugerir, Hanabi-dono? —preguntó el Morikage, que volvía a mesarse la perilla con gesto pensativo.
—A lo que voy, es que creo que deberíamos potenciar las misiones conjuntas, entre las Villas. No voy a pedirles que compartan vuestros mejores clientes, no, pero hay ciertas misiones, como por ejemplo la vigilancia u obra de las vías, que perfectamente se podría hacer en equipos mixtos. Creo que ayudaría a estrechar lazos, a trabajar en equipo, y, en definitiva, a prepararnos para lo peor. Sí, soy consciente de que podría surgir alguna problemática. Pero es que lo prefiero así. Prefiero que se produzcan roces en misiones controladas a que surjan en medio de la protección de un Jinchuuriki, haciendo que cada uno libre la batalla por su cuenta y terminen todos mal.
—No veo ningún problema con ello, Hanabi-dono. Me parece... bien —respondió Shanise, y Kenzou le dio la razón.
Entonces sucedió algo inaudito. Tras echar una breve ojeada a la arboleda por la cual había desaparecido la Arashikage, Shanise comenzó a hablar sobre ella, sobre lo difícil que era aquella curiosa mujer y las razones que la habían impulsado a ser así. Kenzou ya conocía muchos de aquellos detalles, después de todo la conocía desde que había subido al poder como Arashikage (si no antes) y conocía el carácter explosivo de la mujer. Quizás por eso le era más fácil lidiar con ella que el joven e inexperto Hanabi. También ayudaba su don de gentes, todo había que decirlo. Pero Shanise no se quedó ahí, llegó a admitir delante de las otras dos aldeas que no sería extraño un escenario en el que Yui abdicase, y que si no lo había hecho aún había sido debido a problemas internos con grupos extremistas, muchos de ellos de su propio clan.
Y entonces se quitó del rostro aquel respirador que siempre, siempre llevaba consigo, dedicándoles una afilada sonrisa similar a la de la misma Arashikage.
Kenzou se cruzó de brazos y se volvió hacia Hanabi. Después de todo, era a él a quien se había dirigido abiertamente.
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Un transporte que podía llevar a un centenar de personas, y el doble de rápido de lo que viajaría un shinobi medio. Pero, ¡aquello era inmenso! ¡Iban a ver el nacimiento de una nueva era en Oonindo! Ya se veía a zonas como el País del Viento frotándose las manos. El turismo y el comercio siempre había sido complicado con ellos, dado el gran obstáculo que presentaba su interminable desierto. Y no solo les serviría para enriquecerse, sino que quizá también mejorase la calidad de vida de muchos de ellos.
Algo de tal envergadura era la oportunidad perfecta para poner a sus shinobi a trabajar juntos. Hanabi así lo propuso, y la respuesta fue favorable por parte de ambos. Shanise fue a más, asegurando que Yui quería la paz tanto como él. «Vaya, ese sí es un gran ejercicio de imaginación…» Si la quisiese tanto como él, no dejaría que su orgullo y temperamento se interpusiesen en cada nueva propuesta para el Pacto. Aunque, ¿quizá ere ese orgullo y ese temperamento el que le había servido para mantenerse donde estaba? Por lo que siguió revelando Shanise, así podía parecer. Lo cual no quitaba que…
…siguiese siendo un gran ejercicio de imaginación.
Pero sin duda, si algo jugaba en otra escala, eso era…
— Un Zoku es lo peor que le puede pasar a Oonindo —concedió, dándole la razón a Shanise. ¿Qué traían ese tipo de mentalidades, había dicho? Estaba más que claro:— . Un Zoku es lo que trajo a las Antiguas Cinco a desaparecer.
» Aprecio mucho estas palabras, Shanise —dijo, cuando ella terminó y, en un acto simbólico, se quitó la máscara— . Sé que tuvimos nuestras diferencias, y os agradezco también, a los dos —dijo, pasando la mirada de Shanise a Kenzou— , la comprensión que mostrasteis tras lo sucedido con Zoku. Feo asunto, aquel. Muy turbio, y teníais todos los motivos del mundo para darnos la espalda después de aquello.
» Y sin embargo, aquí estamos. Que nuestros ancestros te oigan, Shanise —dijo, emocionado, tuteándola a ella también— . Y que hoy sirva no solo para prepararse contra Kurama, sino para forjar un Pacto a tres más largo y próspero incluso que el anterior.
» El Pacto de los Tres Grandes.
Hanabi estaba emocionado por cómo se estaba desarrollando todo. Si le hubiesen preguntado cómo quería que saliese la reunión, hubiese descrito exactamente lo que estaba sucediendo. No, incluso estaba superando sus mejores expectativas. Estaba emocionado, sí, contento como no lo había estado hacía mucho tiempo.
Sus labios sonreían.
Su alma sonreía.
Su chakra sonreía.
Su… ¿chakra?
¡Crass! Las tacitas de té estallaron en añicos al unísono, incapaces de soportar la tremebunda presión que sobrecargó el ambiente, como si de repente la fuerza de gravedad se hubiese multiplicado por cien. Una presión provocada por un poder colosal, tan asfixiante que podía derretir un glaciar, y que hasta entonces había estado eclipsado y escondido en un cuerpo de apariencia frágil y ojeroso. En el cuerpo del...
...líder de Uzushiogakure no Sato.
— ¡Oh, disculpadme! —se apresuró Hanabi a exclamar, alarmado, volviendo a opacar su chakra, que bien podía ser el de un bijuu, en lo más profundo de su pecho— . ¡Me vine demasiado arriba por la emoción! —se excusó, mientras se rascaba la nuca y esbozaba una tenue sonrisa, avergonzado por su desliz. Ah, ¡él que había avisado a sus jonin de no mover un dedo y al final era él quien la cagaba!
Esperaba que aquello quedase en eso: en una anécdota.
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