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De pronto, el suelo bajo los pies de Yui comenzó a temblar. Quiso moverse, pero una fuerza mayor se lo impidió. Giró el rostro con dificultad a Hanabi, con una mueca de incredulidad, los dientes apretados entre sí. ¿Todo aquél poder venía de aquél mequetrefe tan enclenque?
¡Crack! La piedra se resquebrajó.
— ¡Uuuuaaahh!
— ¡Yui-sama!
— ¡Yuy... Yui!
Sin poder evitarlo, Yui se precipitó de espaldas sobre los trozos quebrados de mesa, y quedó así, brazos y piernas estirados en una burda imitación de una estrella de mar. Se puso roja de los pies a la cabeza, apretó la mandíbula y miró a Hanabi. En este punto, tanto el ANBU como Shanise se cubrían las caras con las manos.
— Ha... na... bi...
¡JAAAAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!
¡POR AMENOKAMI, QUÉ HOSTIÓN!
Yui se valió de una mano y de un codo para darse la vuelta y reincorporarse.
— ¡Oye, oye, rubiales! ¿De dónde te has sacado este chakra, cabronazo? —Yui, de un salto, se colocó al lado de Hanabi y le pellizcó el brazo con una de sus manos. Quizás demasiado fuerte para él—. Hostias, qué bueno, tío. A ver si quedamos pronto para medir nuestras fuerzas. ¡Eres la leche!
— Yui-sama...
— ¡Los adultos están hablando, Shanise!
— Pero mi Fuuinjutsu...
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¡Y aún por encima provocaba la caída de Yui! ¡Qué mala pata la suya!
Cuando ella se levantó, masticando su nombre, se produjo uno de esos silencios que un hombre o una mujer presenciaba, como mucho, una vez en la vida. Katsudon tragó saliva. La ANBU no sabía ya donde meterse. A Hanabi las tres pastillas para la ansiedad que se acababa de tomar le parecían pocas. Pues, ese silencio, era el silencio que se escucha cuando la guillotina cae sobre tu cuello. O cuando la bomba A que tienes en la mano se ilumina antes de…
¡JAAAAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!
¡POR AMENOKAMI, QUÉ HOSTIÓN!
La guillotina se quedó atascada a medio camino. La bomba tenía la pólvora mojada. Nadie supo exactamente qué había sucedido. Tan solo que acababan de presenciar un verdadero milagro.
Yui se le acercó sonriente y le dio un señor pellizco en el brazo, que le hizo esbozar una de esas sonrisas muy forzadas, en la que juntabas los labios para que no se viese los dientes apretándose los unos contra otros para contener un aullido. Si Kenzou era lo que se llamaba un tipo fuerte, Yui no se quedaba atrás.
— Estaré encantado, Yui-dono. Estaré encantado… —A Hanabi parte de la alegría ya se le había esfumado. Kenzou tenía razón: iba a tener que sacar la billetera para arreglar aquel desaguisado. Quizá no sería mala idea ofrecer también a los samuráis una caja de la nueva cosecha de vino tinto, por las molestias causadas. Sí, sería lo mejor— . ¡Oh, Shanise-dono! Todavía nos quedaba hablar de ese fuuinjutsu vuestro.
Casi se le había olvidado entre tantas distracciones. Casi.
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—Eeerhm... Bueno, sí. ¿Sí? —preguntó Shanise, echándole una mirada a Yui. La mujer la miró con cara molesta, pero no dijo ni una palabra. Sí—. Verán, como sabrán, todos los seres humanos tienen una imprenta de chakra propia. Cada chakra es de un color y tiene unos rastros... —Se aclaró la garganta—. Lo que he conseguido es crear un Fuuinjutsu de barrera al que se le puede alimentar con diferentes imprentas de chakra, y cuando alguien entra en el rango, pues... la técnica compara con todos los registros. Si los registros no coincidieran, la barrera detecta la intrusión... y el lugar de la misma.
»Actualmente sólo podemos proteger una habitación, pero con la ayuda de los expertos de todas las villas... —Estaba clarísimo que se refería a Uzushiogakure—. ...podríamos abarcar a toda una villa. A esto me refería con que no tendría que preocuparse por Amedama. Podría teletransportarse, sí. Pero lo sabría al instante. —Se acarició el pelo, evitando la mirada de Yui—. La barrera necesita mantenerse por varios ejecutores, que se pueden ir relevando para descansar. Probablemente haya que hacer turnos nocturnos para tenerla veinticuatro horas levantada... pero creo que es nuestra mejor baza para evitar intrusos.
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Y después de una peligrosa tensión que pareció haber estado a punto de saltar todo por los aires, la Arashikage se recompuso de la sorpresa con aquella fortaleza suya. Y no sólo no se sintió ofendida ante el poderío demostrado por el Uzukage, sino que la había sorprendido hasta tal punto que ahora le retaba abiertamente a ese duelo que tenían pendiente.
—Vaya... ¿con que dejando al anciano atrás? —suspiró Kenzou, con una risilla.
Entre el manotazo de Kenzou y ahora el pellizco de Yui, el pobre Hanabi estaba acumulando tantos moratones que cualquiera podría llegar a pensar que habían acabado a golpes en lugar de formalizar una pacífica Alianza.
—¡Oh, Shanise-dono! Todavía nos quedaba hablar de ese fuuinjutsu vuestro.
—¿Otro cachivache, quizás? —se aventuró Kenzou, ensanchando aún más su sonrisa como un niño pequeño que acaba de descubrir un juguete nuevo.
—Verán, como sabrán, todos los seres humanos tienen una imprenta de chakra propia. Cada chakra es de un color y tiene unos rastros... —comenzó a explicarse Shanise, aclarándose la garganta—. Lo que he conseguido es crear un Fuuinjutsu de barrera al que se le puede alimentar con diferentes imprentas de chakra, y cuando alguien entra en el rango, pues... la técnica compara con todos los registros. Si los registros no coincidieran, la barrera detecta la intrusión... y el lugar de la misma. Actualmente sólo podemos proteger una habitación, pero con la ayuda de los expertos de todas las villas... podríamos abarcar a toda una villa. A esto me refería con que no tendría que preocuparse por Amedama. Podría teletransportarse, sí. Pero lo sabría al instante. La barrera necesita mantenerse por varios ejecutores, que se pueden ir relevando para descansar. Probablemente haya que hacer turnos nocturnos para tenerla veinticuatro horas levantada... pero creo que es nuestra mejor baza para evitar intrusos.
Kenzou, que ya había vuelto a sentarse en su lugar, volvía a mesarse la barba con interés. No había resultado ser otro cacharro Amejin, pero no dejaba de sorprenderse. Como experto en técnicas de sellado que era, era perfectamente capaz de reconocer una técnica de alto valor como aquella.
—Interesante... muy interesante —murmuró. Una barrera así les permitiría no sólo protegerse de intrusiones, sino de cualquier amenaza que intentara derribar sus defensas—. ¿Pero eso quiere decir que tendríamos que... disponer de una muestra de esa impronta de chakra de cada uno de nuestros ciudadanos? ¿Y qué pasaría con la gente nueva que entrara y saliera de la aldea? Ya sabes, comerciantes y eso.
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Vaya, los amejines estaban demostrando poseer una gran imaginación para cualquier tipo de inventos: carros que se movían solos; cajas que transmitían la voz a kilómetros de distancia; e incluso se adentraban en la que, se suponía, era especialidad de Uzu, para sacarse un fuuinjutsu con reconocimiento de chakra de la manga.
Kenzou, experimentado y sabio como solo alguien de su edad podía serlo, desgranó rápidamente las problemáticas que podían surgir. Uno de ellos, los civiles. ¿Iban a tener que registrar a cada civil y comerciante que se adentraba en la Villa? Eso era una tarea titánica. Y seguramente todavía más en Uzu, cuyo puerto conectaba con las Islas del Té y solía estar plagado de gente nueva. Quizá también por eso mismo, se le infiltraba tanta gente con tremenda facilidad.
—Imagino que habrá que registrar en la entrada a cada comerciante que quiera pasar... —No había más remedio. A no ser...—. ¿O tienes otra idea en mente, Shanise-dono? —preguntó, convencido de que ya tendría la idea perfectamente medida y estudiada.
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(Última modificación: 27/01/2019, 23:29 por Amekoro Yui.)
—Hombre, no me dirán que les parece sensato dejar entrar a todo comerciante que quiera dentro de la aldea —dijo Shanise—. Idealmente, todo el que disponga un comercio dentro de la villa residirá en ella y será de confianza. Por supuesto, tendrá su imprenta. —Gente que nació de familias ninja pero que no quiso ser ninja. Shinobis retirados. Toda esa gente normalmente se dedicaba al comercio—. ¿Pero esos que traían las mercancías para nuestras tiendas? Tendrán que dejarlas cerca de la entrada, supongo. De todas formas, Kenzou-dono, Hanabi-dono, los comerciantes, si quieren dejarlos pasar... déjenlos pasar. Entran por la puerta. ¿No tienen las puertas vigiladas? —Shanise sonrió—. Se trata de proteger contra entradas subterfugias. No contra las evidentes. Para eso tenemos los guardias de las entradas.
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—Imagino que habrá que registrar en la entrada a cada comerciante que quiera pasar... —asintió Hanabi—. ¿O tienes otra idea en mente, Shanise-dono?
«¿Shanise-"dono".» Se sorprendió Kenzou, que alzó ambas cejas. «Vaya, sí que ha escalado en su escala.»
Y Shanise no tardó en responder a sus cuestiones:
—Hombre, no me dirán que les parece sensato dejar entrar a todo comerciante que quiera dentro de la aldea. Idealmente, todo el que disponga un comercio dentro de la villa residirá en ella y será de confianza. Por supuesto, tendrá su imprenta. ¿Pero esos que traían las mercancías para nuestras tiendas? Tendrán que dejarlas cerca de la entrada, supongo. De todas formas, Kenzou-dono, Hanabi-dono, los comerciantes, si quieren dejarlos pasar... déjenlos pasar. Entran por la puerta. ¿No tienen las puertas vigiladas? —sonrió la mujer—. Se trata de proteger contra entradas subterfugias. No contra las evidentes. Para eso tenemos los guardias de las entradas.
—Por supuesto que tenemos las entradas siempre vigiladas —replicó Kenzou, como si le hubiera ofendido la posibilidad de que estuviera afirmando lo contrario. Aunque, por supuesto, la sonrisa de su rostro indicaba que no lo estaba—. Sin embargo, parece que en los tiempos que corren, ciertas personas están encontrando cierta afición a colarse en territorios ajenos, y me temo que puedan llegar a hacerlo incluso disfrazados de comerciantes o con ideas similares. Desde luego, la idea es fantástica, Shanise-san, pero tendremos que extremar las precauciones y las vigilancias.
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Sí, ¡por supuesto que tenían las entradas siempre vigiladas! Eso no había sido suficiente para que le entrasen no uno, sino dos individuos en la Villa en el último mes. Esperaba de verdad que aquel fuuinjutsu le sirviese para remediarlo.
—Bien, bien —dijo Hanabi, más que satisfecho con el resultado de la negociación. Más allá de un par de deslices por su parte, que le iban a costar rascarse el bolsillo, estaba feliz. Muy feliz. Llegarían tiempos difíciles, seguro. Más reveses contra su Villa y la Alianza. Pero hoy habían dado un paso de gigantes en la dirección correcta—. ¿Algún tema más a tratar? —preguntó.
Él mismo dirigió su mirada hacia Katsudon, por si se le había olvidado algo. El Jonin negó con la cabeza.
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28/01/2019, 08:55
(Última modificación: 28/01/2019, 08:56 por Amedama Daruu.)
Shanise asintió enérgicamente.
—Sí, por supuesto. Hay que continuar con la vigilancia, más que nunca —dijo Shanise—. Espero que la Alianza y ese Vínculo Sanguíneo de Hanabi sirvan para dejar de perder energías sospechando entre nosotros y pongamos el foco en Kurama. Mi Fuuinjutsu, mientras, nos cubrirá las espaldas.
—¿Algún tema más a tratar?
Yui, todavía cerca de Hanabi, se dio la vuelta y extendió el brazo hacia la ANBU Uzumaki que acompañaba al Uzukage.
—Que alguien resuma los términos y que esta muchacha de aquí haga efectiva la Alianza de los Tres Kage —dijo.
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28/01/2019, 12:57
(Última modificación: 28/01/2019, 12:58 por Moyashi Kenzou.)
—Bien, bien —asintió Hanabi, aparentemente satisfecho con los resultados de la reunión—. ¿Algún tema más a tratar? —añadió, dirigiendo la mirada a su corpulento acompañante para asegurarse de que no se les olvidaba nada. Pero el Jōnin negó con la cabeza.
—Que alguien resuma los términos y que esta muchacha de aquí haga efectiva la Alianza de los Tres Kage.
Kenzou se aclaró la garganta y tomó la voz cantante. Relató, uno a uno, todos los acuerdos a los que habían llegado, y aquella vez se aseguró de que no tener ningún desafortunado descuido:
—La Alianza de las Tres Grandes se sustentará en los siguientes pilares:
»El primer punto es la ayuda de Uzushiogakure para revertir el sellado de Jinchūriki de Amegakure bajo la supervisión de Hōzuki Shanise. Dicha reversión se realizará aquí mismo, en el Valle de los Dojos, y Uchiha Datsue no podrá ser partícipe. A cambio, Amegakure entregará a Watasashi Aiko a Uzushiogakure y la muchacha no podrá almacenar ningún recuerdo acerca de su vida anterior como kunoichi de la Lluvia.
»El segundo punto es que se acabaron los secretos. Las tres aldeas compartirán de inmediato cualquier información relevante a los Generales, Kurama, los Bijū o la protección de los Jinchūriki. Para ello, todos los shinobi de todas las aldeas se compremeterán a colaborar a la hora de proteger a los Guardianes, sin importar su lugar de origen.
»También se creará un grupo de shinobi leales a la Alianza, Vigilantes o Protectores del Pacto, formados por shinobi de las tres aldeas, que se encargarían de protegerlo e investigar cualquier rastro de los Generales. Y, para garantizar su éxito estarían unidos por un Vínculo Sanguíneo. Vínculo que, a todas pretensiones, también unen a los tres Kage.
»Y el tercer y último punto sería la creación de ese... carro sin caballos, el comunicador a distancia, y el Fuuinjutsu de barrera destinado a evitar infiltraciones; con la colaboración de las tres aldeas para ayudar en las tareas pertinentes.
Kenzou ensanchó aún más su sonrisa y miró tanto a Yui como a Hanabi.
—¿Se le ha olvidado algo a este descuidado anciano, señores?
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29/01/2019, 01:36
(Última modificación: 29/01/2019, 16:44 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Hanabi creía que el primer punto era un trato llegado entre él y Shanise, ajeno a la Alianza en sí, pero no comentó nada al respecto. No hacía daño que estuviese ahí, desde luego, y era un buen acto para empezar aquella relación con buen pie.
La ANBU de Hanabi en seguida extendió un pergamino sobre un trozo de la mesa de piedra que todavía permanecía en pie. Con mano hábil, escribió los tres grandes puntos descritos por Kenzou sobre el papel. Luego, explicó al experto en fuuinjutsu de cada Villa —que parecían ser Shanise y Kenzou— el funcionamiento de aquella técnica y cómo lo harían: dibujaría las fórmulas de sellado dando forma a tres grandes círculos entrelazados, justo debajo del texto. Allí donde las líneas de los círculos se adentrasen en el área de otro, correspondía el lugar para la clave del sellado. Cada uno pondría la suya en un trozo de circunferencia distinto.
Para romper el sellado, harían falta las tres claves. Ni una menos.
—Por favor, realicen un pequeño corte en la palma de la mano y apóyenla dentro de una de las circunferencias —pidió Kuza, a los tres Kages, tratando de alejar los nervios del tono de su voz—. ¿Juráis respetar los tres grandes pilares de la Alianza de las Tres Grandes? ¿Juráis trabajar fielmente por cumplir todos y cada uno de los puntos aquí descritos, comprometiéndoos a no infringirlos jamás? Los que digan que sí, quedarán unidos por el Pacto de Sangre. —¿Vínculo de Sangre? No, aquello era otra cosa. Aquello era un pacto a tres, y su nombre debía hacer honor a eso—. Y quebrantarlo, costará la vida.
A medida que los Kages fuesen diciendo que sí, las complicadas fórmulas que dibujaban sus respectivos círculos se irían iluminando alrededor de su mano. La de Hanabi, de un rojo vivo. La de Kenzou, de un verde puro. La de Yui, de un azul intenso. Y allí donde los bordes de los círculos traspasaban áreas, compartiendo todos una misma zona, irían cobrando, poco a poco, un color muy especial. Uno que simboliza tanto, que no hacía falta ni ponerle nombre.
Era el color que representaba la unión.
El color de la eternidad.
El color de la pureza.
El color de... la paz.
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Con destreza, la ANBU de Uzushiogakure desplegó como pudo un pergamino sobre los restos aún supervivientes de la mesa destrozada. En ese papel redactó los tres puntos enumerados por Moyashi Kenzou y, debajo del texto, trazó tres grandes círculos entrelazados. Después de eso, se volvió hacia Shanise y hacia el Morikage para explicarles los entresijos de aquella excepcional técnica de sellado: las claves debían colocarse donde las líneas de cada círculo se adentraban en el área del otro, y cada uno de los tres debería grabarla en una línea diferente.
— Por favor, realicen un pequeño corte en la palma de la mano y apóyenla dentro de una de las circunferencias —pidió Kuza.
Kenzou esperó a que Yui y Hanabi cumplieran su palabra antes de extender su propia mano hacia Hana en silencio. La mujer no necesitó de ninguna orden hablada, sacó un kunai de su portaobjetos y con el filo dibujó una línea profunda y sangrienta en su palma. Pero él ni siquiera se inmutó, se acercó al pergamino y posó la mano sobre el círculo derecho.
— ¿Juráis respetar los tres grandes pilares de la Alianza de las Tres Grandes? —pronunció Kuza, solemne—. ¿Juráis trabajar fielmente por cumplir todos y cada uno de los puntos aquí descritos, comprometiéndoos a no infringirlos jamás? Los que digan que sí, quedarán unidos por el Pacto de Sangre. Y quebrantarlo, costará la vida.
— Sí, lo juro —pronunció Kenzou, a coro con los otros dos.
Los círculos se iluminaron alrededor de sus manos: Verde el de Moyashi Kenzou, azul el de Amekoro Yui y rojo el de Sarutobi Hanabi. Y en el área interna que compartían dichos círculos los tres colores se entremezclaron y difuminaron, hasta volverse de un blanco tan puro como la nieve. El blanco de la paz.
Kenzou fue el primero en retirar la mano.
— Bien, ¡pues ya está hecho!
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Después de que Shanise —su única experta en Fuuinjutsu— colaborase para añadir su propia clave al lado de Amegakure, era la hora de que Yui pusiera su sangre. Se cortó la palma con un kunai.
—Parece mentira que sea yo quien tenga que recordar poner por escrito este último punto —gruñó Yui, acercándose a los otros dos—. ¡Tú, chica! Escribe esto último:
»Los Tres Grandes Kage se comprometen a preservar la paz entre Uzushiogakure, Kusagakure y Amegakure mientras dure esta Alianza —Yui esperó a, y sólo a, que todos dieran por válido su último añadido al acuerdo y la ANBU de Hanabi lo dejase reflejado en el escrito. Entonces, sin dudarlo ni un instante, pondría la mano en el círculo—. Lo juro.
La compleja e intrincada fórmula de sellado brilló con los tres colores representativos de las aldeas, y se juntaron en el centro en un puro blanco que sellaba, al fin, una temporada oscura de paranoia y de relaciones diplomáticas adversas.
Yui se sacudió las manos.
»Bueno, bueno. Ahora, ¡a beber! Eh, Hanabi, venga, vente de juerga, hombre. ¡No se firma una Alianza así como así sin emborracharse juntos, eh!
—Yui-sama, esto es del todo imprude...
—¡Cállate, coño, estirada!
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Los tres Kages realizaron su juramento al unísono, y sus voces se entremezclaron en un:
—Lo juro.
Fue un momento trascendental, que marcaría toda una época y sería recordado para la posteridad. Hanabi, lejos de preocuparse por haber ofrecido su vida en aquel pacto a tres, se sintió súbitamente relajado. Fue un efecto mucho más potente e inmediato que cualquier pastilla para la ansiedad, por muy fuerte que fuese esta. Simplemente…
… fue como si se acabase de quitar un gran peso de encima.
—Bueno, bueno. Ahora, ¡a beber! Eh, Hanabi, venga, vente de juerga, hombre. ¡No se firma una Alianza así como así sin emborracharse juntos, eh!
Y, aún así, por mucho que se hubiese librado de una gran tensión que le llevaba agarrotando desde hacía meses, supo que aquello no era una buena idea. ¿Juntar a Yui, ya temperamental de por sí, con el alcohol? Mala no, pésima. Lo mejor sería estar lo más lejos posible cuando…
—¡Qué coño! ¡Qué no se diga que Uzu se ausenta de la tradicional celebración que toda buena alianza ha de tener! —Katsudon, que hasta aquel momento había albergado esperanzas de que su Uzukage se comportase como… eso, su Uzukage, negó con la cabeza mientras se llevaba una mano al rostro—. ¿Qué me dice de usted, Kenzou-dono? Conozco un sitio de muerte, no muy lejos, especialista en queimadas y postres flameados. —Los mejores de todo Oonindo. Tenían el sello de aprobado del mismísimo Uzukage.
»¡Invito yo a la primera ronda!
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29/01/2019, 17:14
(Última modificación: 29/01/2019, 17:14 por Moyashi Kenzou.)
La Alianza fue sellada, y los tres Kage habían quedado unidos bajo aquel inquebrantable Vínculo.
Ya liberados de cualquier tipo de negociación, la situación comenzó a relajarse.
—Bueno, bueno. Ahora, ¡a beber! —exclamó una repentinamente entusiasmada Yui—. Eh, Hanabi, venga, vente de juerga, hombre. ¡No se firma una Alianza así como así sin emborracharse juntos, eh!
—Yui-sama, esto es del todo imprude... —intervino Shanise, pero Yui volvió a despacharla.
—¡Cállate, coño, estirada!
—¡Qué coño! ¡Qué no se diga que Uzu se ausenta de la tradicional celebración que toda buena alianza ha de tener! —asintió Hanabi. Junto a él, el jonin fortachón se llevó una mano al rostro mientras negaba con la cabeza—. ¿Qué me dice de usted, Kenzou-dono? Conozco un sitio de muerte, no muy lejos, especialista en queimadas y postres flameados. ¡Invito yo a la primera ronda!
—¡Ya creía que pretendíais dejar a este anciano atrás! —bramó Kenzou en respuesta, dándose sendas palmadas en las piernas y levantándose de golpe—. ¡Y los alevines que se vengan también! Así se conocen entre ellos —añadió, señalando a los seis acompañantes de los Kage.
—Morikage-sama, yo no beb...
—¡Vamos, enróllate por una vez Hana! No te va a pasar nada porque pruebes unas gotitas de alcohol, muchacha. Por cierto, Hanabi-dono, chico —añadió, volviéndose de nuevo hacia el Uzukage con una divertida sonrisa y señaló con el dedo índice hacia abajo—. Acuérdate de pagar este estropicio también, ¿eh? —guiñó un ojo.
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