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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1

Esta trama la he situado antes de conseguir mi konaginata, así que no figura todavía en mi inventario.

Odiaba cuando sus primos se salían con la suya, sobre todo, si lo hacían mucho antes que él, y lo peor era que ambos, al mismo tiempo, habían coincidido en querer su primer arma. ¿Por qué todo el mundo en esta villa tendría una Kodachi como primer arma de filo? ¿Qué pasa? El creador de la kodachi tendría que estar enterrado en ryos a este paso, porque era increíble como las ventas de la espada se habían multiplicado con el tiempo.

Por ello, Hiroki se había encaminado a la ciudad de las armas por excelencia, sí, a Los Herreros. Con el dinero que le quedaba y sin haber dicho palabra a su abuelo, se había encaminado a las afueras de Uzushiogakure (¡y vaya afueras!) para conseguir un arma que fuera mejor que esa triste y débil kodachi, ¡porque él tendría el mejor arma de todas!

El problema residía en que él, como buen novato, no tenía ni idea de qué podría querer, así que allí se encontraba, frente a un cartel con numerosa publicidad frente a sus ojos y sin saber elegir dónde poder buscar el mejor arma de todos los tiempos.

Un arco... O quiza... ¿Unas garras? Demasiado Inuzuka, y un bokken es muy contundente. Una katana tampoco, es demasiado grande y parecida a una kodachi... —Se quejaba el joven en voz baja, levantando alguna que otra ceja en los transeúntes que pasaban por allí.
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#2

Edit para avisar que va con hueco de nuevos xDU

¿Que hacía el joven lobo lejos de su tierra? Pues no era nada más y nada menos que otra de sus visitas turísticas. De todos los lugares de Ōnindo, el de la Espiral era el único que no había pisado en su momento. Que sí, que había estado en el puente Kannabi, pero eso contaba únicamente como una frontera. Su destino de viaje se enfocó en el principal proveedor de armamento de mundo shinobi, la ciudad que se enorgullecía de una larga tradición de metal, sudor y sangre. Aunque ya viendo de reojo los negocios y puesto de venta, no encontraba algo que realmente destacase por ser especial ni nada por el estilo.

"Sólo son... cosas filosas, cosas que cortan..." Él provenía de Amegakure, siendo que su propio padre era uno de los principales desarrolladores de armamento tecnológico para su villa. Recientemente las gafas militares finalmente estaban en circulación dentro del cuerpo militar de Amegakure, aunque Rōga las lucía sobre sus ojos con mucha anterioridad, pues se le podría considerar un beta tester del producto final. Así pues, no le encontraba nada realmente práctico a lo que veía más allá del valor artesanal y durabilidad de los mismos. "Supongo que al final de cuentas, difícilmente alcanzarán el nivel tecnológico de Amegakure a corto plazo." Se enorgulleció de su patria, y sobre todo, del gran inventor que era su Minamoto.

El Yotsuki si bien no miraba a nadie en específico, sí que atraía los ojos de ciertos interesados. ¿Eran las cadenas en su cintura? ¿Los lentes oscuros? ¿Sus cabellos de tres colores? ¿La ropa negra de maleante? Sin duda cualquiera de esos aditamentos eran de por sí bastante llamativos, pero colgando en su espalda destacaba un artilugio que difícilmente ibas a poder encontrar en ningún sitio: Otome.

¿Un instrumento musical? ¿Un arma? Lo cierto es que aquella guitarra negra con filo de hacha era muy peculiar, no sólo por su aspecto, sino por las cualidades escondidas en ella. Oh, y él lo sabía, y por eso se pavoneaba caminando con ritmo para llamar aún más la atención, porque adoraba ser el aquel que diese un espectáculo. ¿Y que mejor lugar que la vía pública?

En aquella plaza llena de ventas, buscó algún punto céntrico donde pudiese pararse y no estorbar demasiado el paso. No le molestaba que le tomasen por artista callejero, además de que pocas veces podía dar un concierto fuera de su tierra natal.

No dijo nada, no se presentó, no era necesario por ahora. Simplemente, tomó su hacha-guitarra y empezó a sonar un misterioso sonido metálico que se amplificó sin que hubiese ninguna bocina cerca, como si alguna fuerza mágica lo estuviese produciendo.



Una vez todos volteasen a ver, con los ojos cerrados, como si recordase uno de sus propios recuerdos. ¿Qué era lo que escondía detrás de esas palabras?

Desplegada por el ancho horizonte
Mi vista alcanza el ocaso y no soy feliz
Un verdugo eres. ¡¡¡Tiempo me traicionas!!!
La dicha de mi pasado es tristeza hoy

¡Dime que hay algo más!, que el dolor no es inmortal
Si la muerte es el portal a la libertad, yo quiero cruzar... Una sonrisa en un sueño, una amarga confesión
Promesas con el corazón, y una traición.

Persiguiendo un rayo, un rayo de luna
En las ruinas de mi vida enloquecí

Dime que hay algo más, que el dolor no es inmortal
Si la muerte es el portal a la libertad, yo quiero cruzar

Una sonrisa en un sueño, una amarga confesión
Promesas con el corazón, y una traición.
Se caen los ladrillos, del castillo que fue una ilusión.

¡Dime que hay algo más, que el dolor no es inmortal!
Si la muerte es el portal a la libertad, yo quiero cruzar... Una sonrisa en un sueño, una amarga confesión
Promesas con el corazón, y una traición...

Remató nuevamente, con aquel sonido de las cuerdas de acero, agachando la cabeza y con la mirada ensombrecida, esperando la sorpresa de los presentes.
[Imagen: 7FT8VMk.gif]

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~Ausente los fines de semana~
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#3
No muy lejos de su posición, una melodía comenzó a ser entonada por un chico con unas pintas... pintorescas. Hiroki frunció el ceño y, dejando de lado su debate sobre armas, se acercó al lugar con curiosidad por saber qué era lo que estaba sucediendo y por qué había gente arremolinándose frente a él.

Para su sorpresa, era aquel chico de cabellos de colores diversos quien había llamado a la multitud con sus palabras entonadas bajo las notas que emitía con... ¿Un hacha? No, parecía una guitarra, o un hacha-guitarra. Hiroki no entendía bien qué era lo que utilizaba para crear aquello, pero sin duda, le había cautivado ligeramente.

Desplegada por el ancho horizonte
Mi vista alcanza el ocaso y no soy feliz
Un verdugo eres. ¡¡¡Tiempo me traicionas!!!
La dicha de mi pasado es tristeza hoy

Se cruzó de brazos entre un par de chicas que habían comenzado a murmurar casi por encima de él, y solo pudo bufar molesto ante el poco respeto que se mantenía por el arte que se llevaba a cabo delante de sus narices.

Dime que hay algo más, que el dolor no es inmortal
Si la muerte es el portal a la libertad, yo quiero cruzar

¿Tendrá algún problema? —preguntó una de las chicas, y Hiroki no pudo hacer más que chasquear la lengua, irritado, y moverse más cerca para escuchar mejor los últimos versos que cantaba el chico.

¡Dime que hay algo más, que el dolor no es inmortal!
Si la muerte es el portal a la libertad, yo quiero cruzar... Una sonrisa en un sueño, una amarga confesión
Promesas con el corazón, y una traición...

Para su sorpresa, se vio aplaudiendo junto a un par de personas más, mientras otras pasaban de largo o simplemente se marchaban sin ser capaces de felicitar el talento del chico. Hiroki había aplaudido sin dudarlo, pareciéndole realmente valiente ponerse a tocar delante de toda esa gente sin sentir nada de vergüenza o reparo por hacerlo, teniendo en cuenta que le cantaba al dolor.

Y no sabía si era buen momento para hacerlo.

Hola —saludó cuando quedaron pocas personas y se atrevió a poder dirigirle la palabra, aunque con algo de recelo por si recibía un hachazo o algo por la osadía—. Lo que has hecho ha sido brutal, ¿dónde has conseguido la guitarra?
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#4
El genin levantó poco a poco la mirada, observando a un muchacho que era más o menos de su misma estatura, aunque por la cara quizá tendría un par de años más que él mismo. Lo que si llamaba la atención, era que al igual que él tenía la gracia de presumir algún que otro mechón multicolor al igual que él. "Quizá encontré algo más interesante que esas espadas baratas." Se dijo a sí mismo mientras se erguía, dejando ver finalmente la placa de Amegakure en su cuello.

—Esta guitarra tiene nombre, y ese es Otome Aclaró antes de tomarla y clavarla en el suelo mientras seguía sujetando el mango con una mano. —La forjé yo mismo, con, un poco de ayuda de mi padre— En ese momento ensanchó su sonrisa, mostrando una blanca dentadura que reflejaba la luz del sol sin envidiarle absolutamente nada a los pulidos aceros que ahí se encontraban. —No verás nunca otra igual a ella.
[Imagen: 7FT8VMk.gif]

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~Ausente los fines de semana~
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#5
El músico se fue colocando, subiendo su rostro hasta dejar ver como los rayos del sol de invierno impactaban contra la placa metálica que residía en su cuello. «Amegakure...» Pensó en sus adentros, pero lejos de asustarse, le mantuvo la mirada mientras escuchaba atentamente la historia de su guitarra.

—Esta guitarra tiene nombre, y ese es Otome Hiroki se sorprendió al escuchar que el instrumento tenía nombre, algo que el moreno veía como personal ligándolo a su dueño. —La forjé yo mismo, con, un poco de ayuda de mi padre— El chico sonrió, mostrando una blanca sonrisa. —No verás nunca otra igual a ella.

Vaya... —dejó escapar un murmullo de admiración, quizá él no buscaba simplemente un arma, sino el arma, algo capaz de rivalizar con las espadas legendarias de antaño—. Debes ser muy habilidoso con tus manos, mis más sinceros respetos —asintió con la cabeza para darle énfasis a sus palabras—. Mi nombre es Hiroki, Tanaka Hiroki, de Uzushiogakure.

Sonrió tras su presentación, levantando su mano para estrecharla.

¿También puede usarse como arma? —Preguntó con curiosidad.
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