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El chico alzó la voz nombrando al dúo Inuzuka al darse cuenta de que estaban a su vera. Alegó que tuvo que meterse en el caudal del río cuando las llamas estallaron de la nada cuando se dirigía hacia el pueblo, lo cuál daba a entender que realmente las llamas habían surgido rápido. Así mismo, señaló un lugar donde el humo era mas oscuro. Según reflexionaba, las llamas podían haber alcanzado quizás las zonas habitadas. Pero, fuese como fuese, tenían un objetivo prioritario. Antes que buscar a culpables, o cualquier sentido de la amenaza inminente, debían evacuar a las posibles víctimas del incendio. Etsu no titubeó ante las palabras, él también lo tenía claro, y no faltaba mirar a Akane para saber que él también.
Kagetsuna inquirió que avanzaran, aunque claramente la velocidad no era una de sus virtudes, o bien estaba demorando por alguna otra razón. Etsu miró a Akane en ese mismo instante, y tras fijar sus ojos en éste y que éste correspondiese la mirada, miró hacia la aldea. Sin mediar palabra, Akane aumentó claramente la velocidad de movimiento, tomando una clara ventaja para con los genin. El chico asalvajado sería el primero en llegar, y dar un primer vistazo preliminar.
—Akane tomará un poco de ventaja, analizará la situación y nos dirá en cuanto lleguemos por dónde empezar a rescatar a la gente.
Entre tanto, el can en piel humana se había adentrado entre la humareda. El olfato había dejado de serle del todo útil, así como la vista... pero el oído comenzaba a ser en esos momentos su mejor y mas importante herramienta de trabajo. Toda una suerte que fuese también de sus mejores cualidades. Aunque con algunas dificultades, el can avanzaría por la zona, buscando a las victimas, y sobre todo, intentando encontrar a aquellos que no podían valerse de por sí para salir de ese embrollo.
Etsu y Kagetsuna avanzaron tan rápido como las piernas le permitían, y apena avanzaron comenzaron a sentir los primeros síntomas del incendio. El humo era asfixiante, y apenas dejaba ver con claridad. Debían darse prisa, y continuar con el jaleo que se les había montado sin comerlo ni beberlo...
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—Perfecto— Se limitó a responder ante el plan del par.
El humo si bien estaba compuesto por materia vegetal, era lo suficientemente intenso para causarles problemas al respirar, sin contar la poca visibilidad que tenían disponibles. Tal y cómo era de temer, el pueblo empezaba a ser devorado por el calor. Sin embargo, sus habitantes no estaban dispuestos a dejar que su lugar de origen fuera consumido sin dar pelea. El can shinobi no tardaría en dar con varias personas corriendo de un lado a otro, mientras los gritos de auxilio parecían interminables.
—¡Vamos, necesitamos más agua!— Se pudo escuchar la voz de un hombre maduro, dándoles órdenes a varios más. Los granjeros y padres de familia habían tomado baldes para sacar agua del río a toda prisa, pasando las cubetas de mano a mano con el fin de sofocar las llamas, aunque sin demasiado éxito. —¡Más rápido, más rápido!— Vociferaba, aunque se vio interrumpido por una sonora tos que le atacó.
—¡Hikashi, los niños se han quedado atrapados dentro del granero!— Llegó a decirle un hombre cuyo rostro estaba negro por las cenizas.
—¿QUÉ?— El sujeto no se lo pensó dos veces y de inmediato se lanzó de regreso al pueblo, desapareciendo su figura entre el danzante color naranja.
—¡Alto NO!— Quiso detenerle el sujeto polvoriento, pero fue inútil. —Un segundo— Por un instante se volteó y pudo divisar con suma dificultad a Akane. —Muchacho, ¿qué estás haciendo?— El pobre hombre no podía distinguir si era una cara conocida o no, pero antes de poder averiguarlo empezó a toser a tal punto que cayó de rodillas al suelo.
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El asfixiante humo llegaba a verse como el telón de un escenario bajando, tapando todo aquello que antes era vida y color en una gran gama de tonos llamativos —valga la redundancia— así como grisaceos. No era algo bonito, si no mas bien alarmante y a la vez sofocante. El mismo insípido humo llegó a los pulmones de Kagetsuna, que no tardó en toser incapaz de respirar en condiciones.
—¡Cought! ¡cought! ¡cought! —el rastas no quedaba muy alejado de la reacción del Isa, acudiendo con la mano diestra frente a su boca ante la tos.
El chico terminó se decidió por ir lo mas agazapado que podía en carrera, buscando evitar lo máximo posible la humareda. Así mismo, se llevó el brazo diestro hacia el rostro. Su bícep quedó al flanco diestro de su rostro, mientras que el antebrazo a su lado izquierdo, cubriendo gran parte de su boca y nariz. No podía cubrir sus ojos, pues entonces sí que iría dando palos de ciego...
Entre tanto, su compañero canino ya había llegado a la zona. Frente a él un hombre bastante grande había salido corriendo, mientras que otro se había quedado en el sitio en que le había dado indicaciones a éste. Preguntó al animal qué hacía allí, pero antes de recibir una respuesta terminó cayendo en seco al suelo. El hombre, aparentemente inconsciente, no pudo ni anteponer las manos a la caída. Cayó a plomo, como cuando se lanza al lago a cierta persona que no sabe mantener la boquita cerrada ante las autoridades.
Sin perder tiempo, el can corrió hacia el hombre, y lo tomó a pulso para colocárselo sobre hombros. Por suerte para él, no era un hombre demasiado corpulento. Una vez medio asegurado, Akane saldría corriendo hacia el río de nuevo, para pasado el mismo, dejar al hombre. Difícilmente las llamas atravesarían el río, era un buen lugar para dejar a la gente que pudiesen sacar.
En el mismo camino, terminaría por encontrarse a Etsu y Kagetsuna, sin mediar palabra, Akane señaló la dirección en que había salido corriendo el otro sujeto. Era casi seguro que había ido a por mas gente, y aunque no fuese así, si flaqueaba en algún momento, no sería mas que otra posible víctima.
—Vamos, Akane dice que por aquí necesitan ayuda —tradujo al Isa.
Y con las mismas, corrió hacia el lugar, acompañado por Kagetsuna.
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—Te sigo entonces—. Asintió con la cabeza mientras seguía al par Inuzuka.
Al llegar los tres al pueblo, las cosas no habían mejorado en lo absoluto. Los esfuerzos por sofocar las llamas en las casas no daban resultado, mientras los pastizales y cultivos sólo dejaban lugar a cenizas carbonizadas. Mujeres, niños y ancianos escapaban hasta el río, mientras la desolación seguía extendiéndose a lo ancho y largo del paisaje. "Aunque rescatemos a la gente, no podremos hacer mucho más..." Sin embargo, el Senju trató de reprimir esos pensamientos pesimistas para seguir adelante.
—¡Oigan!— Trató de llamar la atención de algunos de los pobladores que estaban acarreando agua. —Salgan de aquí, el incendio es demasiado grande— quiso persuadirlos para que se marchasen.
—¿Shinobis?— dijo un hombre al voltear a ver a los genin. —No podemos hacer eso, hay personas que quedaron atrapadas al otro lado de la villa. ¡Debemos apagar el fuego para abrir un camino y rescatarlos!— contestó mientras jadeaba por el calor y el esfuerzo.
—Etsu, esta gente apenas puede pararse, si no cooperan con nosotros tendremos que sacarlos por la fuerza— se volteó para ver al de Kusa, aunque le costase distinguirlo del perro. "Si tan sólo hubiera aprendido a sellar el fuego... Arg, es que seré inútil." Se lamentó para sus adentros. —Tal vez no necesitemos cruzar las llamas, debemos buscar un rodeo para llegar hasta el lugar dónde están aquellos que se encuentran aislados. Debe ser con presteza, pues con este humo es muy fácil que alguien muera asfixiado— Mientras hablaba, el Isa inspeccionaba con su mirada el panorama, aunque poco o nada podía alcanzar a divisar.
—¡Déjenme acompañarlos!— interrumpió nuevamente aquel hombre. —Este es nuestro hogar, no podemos marcharnos así cómo así—. aún con la respiración agitada y las lágrimas en los ojos, la voluntad del hombre no parecía quebrarse.
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Para cuando llegaron, Akane ya iba de vuelta, cargando con el hombre que había quedado aturdido. Mas que aturdido, desmayado, pero eso eran detalles menores a los que no debían prestar demasiada atención, al menos no hasta que todo estuviese medianamente bajo control. Akane siguió con su propósito, mientras que el otro par se adentraba un poco en el pueblo.
«Vamos, vamos...»
Pese a que Kagetsuna apresuró a implorar que abandonasen el pueblo a los allí presentes, los aldeanos aseguraron que no podían permitírselo. Con aplomo, dijeron que al otro lado de las llamas había aún gente, y al parecer luchaban contra las llamas no solo por salvar la aldea, si no para darles a esos que habían quedado atrapados una oportunidad de salir.
«Mierda... mi ninjutsu elemental aquí solo empeoraría las cosas... y por la fuerza dudo que podamos sacar a éstos, de seguro nos tachan de malhechores... por no hablar de que se resistirán con todas sus fuerzas... diablos...»
El otro genin por su parte sugirió que buscaran la manera mas ergonómica de cruzar la franja de fuego y cenizas. Obviamente, él también se dio cuenta de que el tiempo no estaba a favor de ellos, que debían actuar con presteza. Sin embargo, rodear las llamas no parecía ser totalmente... rápido. Por otro lado, el hombre que estaba allí dando la talla contra el fuego y guiando al resto, inquirió que debía ir con ellos. Eso podía ser de todo menos una buena idea.
—No —se apresuró a sentenciar Etsu —confíe en nosotros, vamos a salvar a los que están tras las llamas. Pero usted no puede exponerse mas, sería un lastre. Además, aquí está ayudando mucho mas a que si nos siguiese. Guíe a ésta gente para que abran una zanja en el muro de llamas, y así nos abrirán una salida para cuando pillemos a la gente que está atrapada.
»¡Vamos! —inquirió a Kagetsuna.
Con las mismas, Etsu hincó las manos en el suelo —no literalmente— y se erizó cual bestia. Sus pelos se libraron de la cola que los mantenían presos, las uñas le crecieron como si fueran garras, y los colmillos igualaron su estética a los de Akane. Si antes ya costaba diferenciarlos, ahora era casi imposible. Eran dos malditas gotas de agua, ni mas ni menos.
—¡Vamos a darlo todo!
Y sin mas, comenzó a correr rodeando las llamas. Buscaba a toda prisa alguna brecha en éstas, incluso ostentaba la posibilidad de tener que escalar algún edificio para saltar el muro de fuego. Sin duda, lo primordial era cruzar las llamas, ya luego buscarían alguna forma de salir...
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—Pero...
—Háganos caso, será lo mejor— Reafirmó mientras asentía con la cabeza. "Aunque me preocupa el regreso, no sabemos cuantas personas son." Si el alcanzar a los afectados era difícil, seguramente sería más complicado resguardarlos de las garras de las llamas. —Te sigo—. Respondió ante el apremio del ninja de Kusa.
—Está bien, confío en ustedes— se resignó aquel hombre.
Así, ambos se pusieron en marcha. El Inuzuka adoptó rasgos animales, los cuales aparentemente también le confirieron habilidades de este tipo. Kagetsuna no disponía de algo que le diera habilidades de ese tipo, por lo que la diferencia de velocidades entre ambos quedó aún más marcada que antes. No era mala voluntad de él, pero físicamente no daba la talla y más pronto que tarde se quedó rezagado. Por otro lado, pronto el ojiverde tendría una mejor perspectiva de la situación: una gran cantidad de viviendas se habían desplomado, formando básicamente una barricada que impedía llegar al otro lado del pueblo dónde se encontraban atrapados el resto de aldeanos. El olor del humo era intenso, aunque había un aderezo diferente en el mismo: olor a carne quemada. En su avance, llegaría a notar un cuerpo irreconocible, aplastado por maderos y con los brazos estirados; grabando en fuego el último instante de horror que sufrió.
Más adelante se encontraba quizás el único pasadizo libre: un grupo de casas derruidas, pero cuyos tejados de placas de barro se resistían a ser consumidos. La madera que les sostenía estaba por colapsar, era una apuesta arriesgada a tomar. No era posible observar que había del otro lado, pero al menos la cantidad de humo era muchísimo menor en aquella zona.
Entre tanto, el joven Isa corría y saltaba cómo mejor podía ante el intenso calor infernal, más cruel que el mismísimo sol del País del Viento. "Al final, creo que sirvió de algo" Siguiendo los pasos que él creía eran de su compañero, se aventuraba entre palos y piedras. No lo sabía, pero quedaba poco tiempo... menos de lo que creía.
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El hombre intentó instanciar en recurso legal hacia los portavoces de la justicia, pero su apelación fue rechazada de inmediato por Kagetsuna. El hombre quedó sin potestad alguna, y sin saber qué hacer o decir... El hombre tuvo que asumir que no podía hacer nada salvo quedarse en su sitio, plantado cual vegetal, o como mucho realizar lo encomendado por los shinobis. Fuese como fuese, lo principal era que no actuase y se pusiese en mayor peligro al que ya corría, que no era poco.
«¡Vamos, vamos, vamos... !»
Apenas Kagetsuna indicó que continuasen, Etsu salió disparado como una flecha. Pero no una flecha de esas de juguetes que apenas avanzan unos centímetros y caen, o de esas con punta roma que tras avanzar golpean y vuelven a retroceder casi tanto como habían avanzado...
UNA BUENA FLECHA.
Si, joder. Cortando el viento, con aerodinámica, y una velocidad casi comparable a la de un superhéroe. En apenas un suspiro ganó gran ventaja de distancia para con el compañero de equipo, pero eso no importaba. En éstos momentos no celebraban una competición, no competían entre ellos, si no que luchaban a contrarreloj por salvar vidas.
Pasó a sendos lados viviendas de madera, algunas en mejor estado que otras. Éstas oscilaban entre las dos plantas y las de una sola, siendo las primeras una de las mayores ventajas tácticas del momento. Pronto vería que no habían llegado a tiempo para salvarlos a todos.
«¡MIERDA! ¡JODER! ¡MIERDA!» el chico apenas pudo despejar su mente de lo que sus ojos le mostraban «¿¡COMO COJONES ALGUIEN DISFRUTA PROVOCANDO ESTO!?»
De pura ira, cerró los puños tan fuerte que hasta gotearon sangre. No pudo evitar que las lágrimas adornasen sus mejillas, pasando por sus tan pintorescas marcas color carmín. Con las mismas, y con mas ganas aún de hacer cuanto estuviese en sus manos, el chico continuó la carrera aún mas rápido. No había tiempo de miramientos, el tiempo corría en contra de ellos, y era un enemigo realmente difícil de encarar.
—¡Cought! ¡cought! —Etsu buscó tapar un poco su rostro mientras corría, pues el aire estaba manío, por no hablar de ese tóxico humo proveniente de la llamarada que crecía a cada segundo.
—¡AHÍ!
Al fin pudo divisar lo que llegaba a parecer la entrada al inframundo, un pasadizo recubierto de llamas donde la única manera de avanzar era por debajo de un montón de tajas a punto de desplomarse. Pero...
«¡A POR TODAS!»
No había otra manera, debía arriesgar. A tanta velocidad como su cuerpo le permitía, el Inuzuka salió disparado, dispuesto a atravesar el pasadizo hacia el otro lado. Era obvio que la madera que sostenía el tejado podía colapsar, pero no podía dejar escapar la oportunidad de pasar y poder ver la situación desde el otro lado.
Por su parte, Akane había terminado su tarea al otro lado, y se dispuso a reunirse con el grupo. Se encontraría entonces con Kagetsuna, al cuál se uniría en carrera, pues casi seguro conduciría hacia donde se encontraba Etsu.
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El Inuzuka no dudó ni retrocedió ante el desafío y el peligro. Gracias a su presteza cruzó en el último segundo, justo cuando las viviendas colapsaron detrás de él, a centímetros de aplastarlo. Del otro lado estaba su recompensa: Un paisaje dantesco, otrora pastoril, dónde los cultivos yacían calcinados dejando sólo cenizas ardientes en los alrededores. Más cadáveres eran visibles, algunos asfixiados por el humo mientras que otros intentaron revolcarse para evitar las llamas.
Al fondo del cuadro era visible un granero de enormes proporciones. El heno acumulado en su parte trasera parecía una hoguera para sacrificios, mientras su entrada se hallaba bloqueada por algunos restos de animales que murieron en el fuego. Para complementar la escena, nada era más adecuado que gritos y llantos, gritos y llantos de niños. Algunos golpes fuertes se escuchaban provenientes del interior del recinto, indicando que un buen grupo estaba atrapado en el interior de aquel lugar.
—¿Huh?— Mientras tanto con nuestro querida Isa, el joven iba bastante atrasado cuando al voltearse a ver, pudo ver al perro transformado que le alcanzó en el trayecto. —Vaya madre, ¿tan lento soy?— Se recriminó por su falta de agilidad, pero aún así no era motivo para tirar la toalla. —Oeh, Akane, Etsu está adelante— No sabía si el animal iba a entenderle, pero por sí las moscas señaló la dirección con su mano. —Falta poco— Dijo mientras trataba de acelerar el paso.
El principal problema que tenían Senju y canino, era que el camino que cruzó Etsu ahora estaba bloqueado por los edificios colapsados. "No quiero arriesgarme a pasar por encima, todo está ardiendo" Para su mala suerte, debían tomar otro rodeo antes de llegar con el ojiverde, el cuál se encontraría lidiando con el problema dle granero atascado.
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Fugaz, como un meteorito que amenaza la tierra en una película, el chico atravesó el pasadizo de maderos temblantes y fuego. Cual fue su suerte que apenas habiendo cruzado, los maderos cedieron y el techado de losetas de barro terminó cayendo. El estruendo fue enorme, y las cenizas se alzaron aún mas con ello. Sin embargo, no había tiempo de miramientos. Su vista no cesaba de buscar al frente a los posibles aldeanos a salvar, después de todo él era quien debía salvarlos, con o sin ayuda. No estaba dispuesto a dejar escapar mas vidas.
Su corazón se encogió como un puñado de pipas en la mano a mitad de una reunión social. Inevitable. Sus ojos se abrieron mas de lo habitual, mientras que sus orbes parecieron encogerse, acto reflejo del impacto que le ofrecía la vista. Todo a su frente era un mar de discordia, donde por suerte o desgracia, nadie nadaba. Todo eran restos de cuerpos calcinados, huesos con algún resto de carne muy hecha, e incluso cadáveres de gente que habían sucumbido a la asfixia.
— ¡Mierda, mierda, mierda, mierda! —se repitió a sí mismo una y otra vez.
Pero su oído le dio un atisbo de esperanza entre tanto caos. A lo lejos había un granero, o algún tipo de edificación típica de granjería. Sus puertas estaban saturadas de cadáveres de animales, pero allí entre tanta muerte habían aún personas luchando por vivir. Los golpes de éstos alertaron al chico, aún habían esperanza para algunos.
Pero, el susodicho edificio de madera andaba rodeado de heno, en montones alarmantes, aunque muy bien ordenados eso si. Lo que llamaba la atención no era precisamente el orden de éstos, la verdad. El heno parecía dispuesto como para dar castigo a una mujer dedicada a la hechicería en tiempos medievales. No daban para nada buena pinta.
Allí no había ninguna bruja, ¿no?
El chico corrió de nuevo, atosigado aún por la intensa humareda que había a su alrededor, y tedioso ante tanto calor como desprendía el incendio que tenía también rodeándolo. Se aproximó a la entrada del lugar, donde pudo ver que efectivamente los cadáveres de animales bloqueaban el paso. Los gritos de auxilio le hacían erizar la piel. Tenía que hacer algo, y rápido.
— ¡Tranquilos! ¡soy Inuzuka Etsu, genin de Kusagakure! ¡les voy a salvar! —aseguró, aunque no estaba seguro ni él mismo — ¡por favor aléjense de la puerta, voy a derribarla! ¡háganse a un lado!
Y, sin pensarlo demasiado, se antepuso a su gran obstáculo —la puerta— realizó una combinación de tres sellos manuales y tras ello acumuló en sus pulmones tanto aire que pareció que le iban a estallar. Su caja torácica se estiró tanto que daba miedo, pero ese susto apenas duró unos segundos. Tan rápido como había acumulado aire en sus pulmones, el chico exhaló una gran bocanada de aire en forma de bola. Casi parecía una bala de cañón, la cuál se precipitó sin miramientos contra la parte media-alta de la puerta. Su objetivo estaba claro, ya fuese derrumbada por completo o a medias, tendría una forma de entrar o de sacar a la gente allí atrapada. Los cadáveres de animales le servirían —aunque fuese asqueroso— de escaleras improvisadas.
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La bala de aire arremetió en contra de la puerta, dejando un agujero dónde debería estar la cerradura y rompiendo el madero que servía cómo seguro. Hubo unos cuantos gritos de susto por las astillas que volaron, pero por suerte estas no llegaron a lastimar a nadie. La fuerza hizo que el portón derecho se abriese, dejando una brecha para poder pasar. En cuanto Etsu se asomase al interior podría ver a dos mujeres de ropas campiranas, abrazando a un grupo de aproximadamente doce niños. Sin embargo, aquellos no eran los únicos atrapados ahí, ya que había un pequeño rebaño de ovejas de lana negra, amontonado alrededor del grupo.
—¡Por los dioses, gracias al cielo!— Dijo una de las mujeres, de cabello castaño y ojos grandes miel. —Shinobi-san, debemos sacar de aquí a los niños y a nuestros animales— Rogó con lágrimas y una sonrisa en el rostro.
—Niños, ¡tómense de la mano y no se alteren, vamos a salir de aquí!— Dijo la otra mujer, de cabellera rubia y ondulada con ojos negros y profundos. —Confiamos en ti para que nos guíes— Alzó su vista, buscando con la miarada y un semblante lleno de seguridad al joven Inuzuka.
No demasiado lejos de ahí, nuestro querido tuerto avanzaba entre el humo y las cenizas, tosiendo y respirando con dificultad, pero sin ceder en ningún momento ante la presión. "Maldita sea, lo último que necesito es ser más estorbo que ayuda." Reflexionaba mientras trataba de distinguir un camino ante su precario campo visual. "¡Ahí!" Una brecha dónde el fuego había disminuido, permitiendo el paso hacia la zona agrícola dónde ya se estaba efectuando el rescate. "Ya casi." Probablemente cuando el de cabellos bicolor llegase, el ojiverde ya abría empezado a movilizar a los afectados.
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Tal y como pensó, la esfera de aire golpeó con tanta fuerza el portón que éste terminó rompiéndose y cediendo. Los trozos de madera y astillas volaron en todas direcciones, lo cuál era un peligro, pero por suerte no terminó en algo mas grave de lo que ya de por sí era muy grave. La ocasión no hizo mas que desvelar hasta qué punto era una situación crítica. Dentro no había uno, ni dos, ni doce... si no doce niños. Además había un par de angeles guardianes, unas mujeres que habían velado por la seguridad de éstos hasta el momento. Pero ahí no acababa todo, no señor. También había alrededor de éste gran grupo un rebaño de ovejas.
SI, ovejas.
Bueno, en realidad tampoco era algo tan descabellado, la zona y edificio así lo acreditaban desde hacía tiempo. Para cuando Etsu quedó a la vista del par de mujeres, éstas aclamaron su ayuda para salvar a los niños, y obviamente a los animales. El Inuzuka quedó perplejo por un instante, ¿los animales tenían la misma prioridad que las vidas de esos niños? No, obvio que para él no. Lo primero era salvar a los chicos, y si algún animal hacía de las suyas y se descarriaba lo dejaría en el camino. Las prioridades claras.
—Venga, vamos —y con las mismas, ayudó a los niños a salir, así como a las mujeres —permaneced todos agarrados de la mano, somos un equipo, ¿vale? ahora vamos a salir de aquí.
Teniendo la situación, medianamente contenida, el Inuzuka comenzó a andar, alejándose de la bomba en potencia que era el maldito edificio cargado de heno. Sabía los caminos que estaban sepultados por llamas, así que se decidió por tomar en dirección contraria a por donde había entrado al circulo de llamas.
—¡Akane! ¡Kagetsuna! ¡estamos aquí! —anunció para los compañeros del improvisado equipo de salvamento.
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—¡Etsu!— Contestó eufórico al escuchar la voz del genin de Kusa, desde algún lugar de la humareda.
Se cruzarían pocos metros más adelante, dónde el camino de escombros dejaba espacio visible. Una de las mujeres iba más adelante, tomando de la mano a los niños y formando una cadena humana. Más atrás iba la otra señora, la cuál batallaba para que el rebaño de ganado ovino se mantuviese junto, lo cual se le volvía dificultoso debido a que los animales se alteraban ante las llamas y entraban en nerviosismo.
—Por Ame no Kami, creí que nunca iba a alcanzarte— Dijo el joven Isa, acercándose al grupo de rescate. —¿Ellos son todos los que deben ser rescatados?, ¿seguro que no queda nadie más?— inquirió mientras intentaba recuperar el aliento, aunque sabía que no era el tiempo para descansar.
Más pronto que tarde, pudo ver a la rezagada mujer que arreaba cómo podía a las ovejas. —¿Que hay de todo eso?— Señaló mientras alzaba la ceja.
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Ante la llamada del Inuzuka, el dúo no tardó en contestar —cada uno a su manera— y presentarse ante él. El rastas apenas podía controlar a la hilera de chicos, que por suerte al menos iban agarrados y por ello eran mas maleables. Sin embargo, el principal problema radicaba en las malditas ovejas de las que no parecían predispuestos a deshacerse. No les culpaba, pero perder la vida por ellas... era algo que no terminaba de comprender. Al menos no del todo.
Kagetsuna se quejó de su propia lentitud, mas no tardó en preguntar por el objetivo que tenían entre manos. Si, tal y como podía ver esos eran los chicos y mujeres que debían sacar del sitio. Audaz, tampoco tardó en darse cuenta de que no solo había que sacar de las llamas a todos los niños, niñas y mujeres...
—Así es... ésto son todos, pero tenemos ese problema... no quieren dejar al rebaño atrás, tendremos que sacar también a las ovejas —Etsu miró hacia detrás, justo al rebaño —¿podrías encargarte junto a Akane de ellas? es lo que mas nos puede costar sacar de aquí...
Entre tanto, no podían perder mas tiempo. Podían hablar y avanzar, justo lo que hacían. Cuanto antes sacaran al grupo de chicos y las mujeres del circulo de fuego, antes podrían respirar tranquilos. O al menos respirar, cosa que ya era de agradecer. El aire allí era cada vez mas ausente, estaba mayormente viciado por la combustión y los gases que ésta desprendía.
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