Extraño. Aquello era, cuanto menos, extraño. De pronto, Koko parecía que no quería que Datsue fuese a ver a Akame. Así lo dedujo por aquel funesto aviso que le dio. Un aviso que no le dio las otras dos veces que había hablado de ir a intentar hacer las paces con Akame. Varias teorías se formaban en su cabeza. Koko —al igual que su hermana—, era muy de hacer suposiciones y considerar algo como cierto sin siquiera confirmarlo. Por mucho que criticase a Noemi y a él mismo de aquello, ella hacía igual. Así, al menos, lo había hecho con el propio Datsue y su supuesta homosexualidad. Había estado convencida de ello durante meses, incluso cuando él se lo había negado primeramente.

«¿No será qué...?»

—Lo dudo —respondió el Uchiha, muy seguro de sí mismo—. Lo hubiese hecho hace dos noches, cuando se acababa de enterar de lo de la revista, ¿no crees? Ahora estará más calmado. Además —añadió, abriendo ya la puerta—, le diré que ya hice las paces con su novia. ¡Seguro que eso ayuda a que esté más predispuesto a dialogar!

—Como quieras.

Aquello fue lo único que salió de la boca de la kunoichi, quien no se movió de la cama ni tampoco se lo planteó. Ni siquiera al escuchar aquel comentario acerca de la supuesta novia de Akame.

No tenía por qué preocuparse, ni siquiera tenía por qué intentar detenerle ya que el otro shinobi probablemente no creería ni una sola palabra que Datsue le soltase. Estaba muy segura de ello ya que lo había visto el otro día cuando fue a buscar al Hozuki así que… Probablemente no le creería nada. O eso suponía ella.

Si así era como el Uchiha lo deseaba, le dejaría ser, que vaya a la puerta del tercero en discordia y le dijera todo lo que se le antojase, la rubia no haría absolutamente nada para detenerle y ya otro día iría a hablar calmadamente con él.

«Solo espero que no me mande al cuerno por todo este lío que se montó »Y si llegaba a ocurrir, probablemente terminaría llorando a hombros de Eri. Quien dicho sea de paso no tenía nada que ver.

Dasue subió las escaleras decidido a hacerlo. Cruzó el pasillo hasta la habitación de Akame embalado, más seguro que nunca. Levantó la diestra y cerró el puño, con la intención de llamar a la puerta. Y, entonces…

… las mismas dudas. Los mismos temores que al principio, cuando antes de haber visitado a Koko, se había pasado por allí. Entrar a la habitación de Akame le parecía como adentrarse a la boca del lobo. Un lugar al que se entraba con facilidad, pero cuya salida era mucho más peliaguda. Al menos, vivo.

¿Qué iba a decir? ¿Qué argumentos usaría para obtener su perdón? Si algo tenía claro, es que no iba a ser tan fácil de convencer como Koko.

«Mierda, joder…»

Por otro lado, también estaba su curiosidad. Quería confirmar las sospechas que se había forjado a raíz de la conversación con Koko. Pero, ¿realmente merecían la pena? Sí, quizá como sospechaba Akame y Koko se habían enrollado apenas al día de conocerse. Quizá incluso todavía no habían discutido si eran novios formales o no. Era normal, había pasado muy poco tiempo. Pero, ¿qué importaba si era cierto o no? Saciaría su curiosidad, pero no creía que fuese una noticia tan relevante como para poder vender decenas de periódicos con ella. Además, si en verdad quería tener las espaldas cubiertas en la Aldea… no creía que la mejor carta de presentación a Akame fuese con otra revista sobre sus amoríos.

Chasqueó la lengua, irritado, y dio media vuelta a su habitación. Ya resolvería lo de Akame... en otro momento.