— Supongo que deberíamos juntar a estos dos chicos. Uno tiene un gato y otro un perro, pero los dos adoran los animales y estan interesados en los hombres

— Pues dales el visto bueno, tampoco tenemos mucho con lo que comparar.

Viendo que solo me quedaban cuatro hojas me vine a arriba y cogí dos más, porque solo tenía dos manos, sino hubiese cogido las cuatro de golpe. La primera era una chica que era un chico y le gustaba el bricolaje, y la segunda una mujer verde, de las que le gustan las plantas y esas mierdas.

— Hala, ya he encontrado el alma gemela del salvaje ese que le gustan las plantas, estarás contento.

Emparejé a esos dos vegetales y entonces volví a por mi montón, obviando la chica carpintera, solo me quedaban dos, a ver qué salía de ahí. Ahí seguro que estaban todas las respuestas que había estado buscando. Ah, no, que esto no iba de eso. Da igual, tenía que acabar de ver todas mis fichas cuanto antes, era un imperativo moral.

Nabi pareció darle visto bueno a las dos parejas que había formado, y con eso, todo estaba resuelto. Solo quedaban las dos antítesis de la personalidad de Nabi, que Juro no pensaba juntar ni por todo el oro del mundo.

Finalmente, se encontraron con otros cuatro jovenes. Una adoraba las plantas, y otro, detestaba los animales. Joder, es que era perfecto.

Por otro lado, teniamos a una chica que parecía un hombre, adoraba la carpinteria y los trabajos manuales. Por otro lado, otra chica que le gustaban las compras y mirarse en el espejo.

— Mira, este niño no soporta a los animales. Pega con la mujer que tampoco los soporta — dijo Juro, y acto seguido los juntó —. Si, los dos de las plantas juntos. ¿ves como es mejor? Y ahora solo quedan dos.

Juro se quedó sin fichas, por lo que solo se mantuvo ahí, observando las fichas que Nabi sacaba, a ver si podían darle salida a esas dos mujeres.

Dos parejas bastaban para que terminasen aquel trabajo, cuatro fichas que tenían que relacionarse, ¿y si no encontraban qué podía ser aquello que las uniese? Las respuestas estaban bajo aquellas palabras, escritas por diferentes personas que buscaban tener compañía en aquella vida.

Nabi tomó las dos fichas que quedaban, ambas de dos chicos. El primero, de veinticinco años; se denominaba a sí mismo como don perfecto, el mejor de su estirpe. Rico y apuesto eran dos palabras que resaltaban, y no por ser él, sino porque estaban subrayadas.

La segunda parecía algo más normal. Era un hombre un tanto mayor, con barba —la cual se podía visualizar en la foto que había adjuntado — y amante de las hachas. Según él, tenía una habitación entera con vitrinas repletas de las mismas.

Habíamos llegado lejos, no gracias a mi equipo, sino más bien a mi, a mi pericia en cuanto a romántica se refiere y a toda mi larga carrera en este deporte que era hacer parejas. Estábamos en las semifinales. Cuatro contendientes y había que emparejarlos. Una gota de sudor cayó a cámara lenta por mi mejilla mientras le daba la vuelta a las dos últimas fichas, el público clamaba, habían vítores por todas partes. Y entonces, como ya sabía que pasaría, lo vi todo claro.

— ¡Es perfecto! ¡Es maravilloso! Es... raro de cojones. ¿Quien colecciona hachas hoy en día? Además, coleccionar herramientas es estúpido. ¡Úsalas! Que para algo se inventaron. En general, coleccionar es estúpido. Yo colecciono recuerdos y amistades que no morirán hasta que nos muramos.

Bueno, había que acabar de emparejar, aunque fueran bichos raros.

— Pues... el hombre mayor con la carpintera y los hermosos entre ellos, ¿no?

Admiré las parejas llevandome la mano a la barbilla.

— Yo creo que lo hemos clavado. Solo espero que los amantes de los animales sean felices.

Los demás podían arder en el infierno por infieles y mezquinos traidores hijos de un chacal.

Juro se inquietó un poco al ver a las parejas que quedaba. Un hombre coleccionista de hachas y otro al que le sobraba ego a kilómetros de distancia. Puede que no viese mucho la pareja del hombre y la chica que parecía un chico — solo tienen en común... ¿las hachas? —, pero los otros dos eran claros. Su ego les uniría.

— Esta bien, no queda mucho más por poner.

Juro se levantó del sitio y se estiró, ignorando los comentarios de Nabi. Ya estaba hasta acostumbrándose a sus tonterías. Su cerebro las detectaba y se escuchaba un pitido.

— Creo que hicimos lo que pudimos, ¿no? — murmuró, estirando los brazos —. ¿Qué dijo la anciana que teníamos que hacer ahora? ¿Volver con ella? Aqui creo que ya hemos terminado. Así que vamos.

Juro esperaría a Nabi, puesto que no tenía ni idea de por donde estaba el despacho.

Habían logrado lo que muchos seguramente utilizarían toda su mañana: emparejar a todas las personas que tenían que emparejar. Las tarjetas ahora reposaban en montones de dos por toda la mesa, aunque podían estar mejor colocadas, ciertamente.

Ambos declararon que ya habían terminado y que, al no recordar lo que les había dicho la mujer para cuando terminasen, se encaminarían de nuevo a su despacho. Juro siguió a Nabi gracias a que él no recordaba dónde estaba el despacho, lugar que se encontraba a dos puertas de su posición.

Una vez allí volvieron a encontrarse a la mujer en su asiento, esta vez rellenando unos papeles. Cuando levantó su cansada mirada, sonrió lentamente.

—¿Qué tal el trabajo, chicos? —preguntó irguiéndose en la silla y adoptando una posición mucho más recta —. ¿Dónde están las tarjetas emparejadas? Pensaba que las traeríais... Tengo que revisarlas, ya sabéis...

—¿Qué tal el trabajo, chicos? ¿Dónde están las tarjetas emparejadas? Pensaba que las traeríais... Tengo que revisarlas, ya sabéis...

— Eh...

Miré a Juro, Juro me miró a mi, yo miré a Stuffy, Stuffy miró a Juro y podríamos haber estado una vida entera antes de admitir que no teníamos las putas fichas.

— Usted no nos dijo nada de traer nada. Ha habido un vacío informativo clarisimo. ¿Y no confía en nosotros como para revisarlo más tarde? Total, mejor no lo vamos a hacer.

A veces, bueno, mayormente siempre, la sinceridad era un arma de doble filo, pero era mi arma y usarla o no estaba fuera de cuestión. Si pensaba cosas malas era por un buen motivo. Nos usa para hacer su trabajo habiendo curado ilegalmente a un kuseño y encima ahora no hace dar vueltas por su propio negocio. Intolerable.

— ¿Tenemos que ir a buscarlas?

Juro se quedó de piedra cuando la anciana les dijo que donde estaban las tarjetas. Y aún más, cuando Nabi le saltó a la yugular sin si quiera miramientos.

« A este paso, nos van a poner a trabajar aqui de forma permanente »

Juro quitó a Nabi de en medio.

— Lo siento, las olvidamos en el despacho. Ahora vamos a por ellas — dijo, con gesto de disculpa.

Si no pasaba nada más, cerraría la puerta del despacho y encararía al shinobi de Uzushiogakure. Más bien, al puto loco que quería enterrarles a los dos vivos en aquel lugar.

— Si, metemo que si. Así que ve delante y te sigo, que ya no me acuerdo de donde estaba.

Juro demostró un miedo a la señora esa que regentaba un lugar de citas que no había visto ni en los estudiantes de la academia que se dedicaban a abusar de los débiles al ver entrar a Shiona-sama. Una cosa era el respeto a los mayores, pero casi podía oler la caquita que se estaba haciendo encima el kuseño.

— Si, metemo que si. Así que ve delante y te sigo, que ya no me acuerdo de donde estaba.

— ¿Qué te pasa con la anciana? Ya hemos hecho lo nuestro, deberíamos ser libres, Juro, ¡libres! Y aún nos retendrá aquí esclavizados tras decir que las parejas no están tan bien. ¡Si iba a perder el tiempo revisándolo podría haberlo hecho ella!

Anduve hacía el lugar del crimen y cogería los papeles para volver de nuevo al despacho de la anciana. Golpearía un par de veces la puerta con los nudillos y pasaría.

— Aquí le traemos las parejas, como nos pidió, anciana-chan.

Dejaría los papeles sobre su mesa y me volvería para alejarme un poco antes de encararla de nuevo.

— ¿Algo más que usted requiera de nosotros?

La anciana esperó pacientemente a que ambos genin recogiesen las tarjetas con las parejas ya hechas y se las trajeran a su despacho, y no tardaron en hacerlo. Complacida por el buen trabajo que habían hecho, tomó las tarjetas y las echó una ojeada por encima.

—Vaya, vaya... —murmuró, aún sin levantar la mirada de los papeles —Habéis hecho un buen trabajo, chicos, estoy bastante satisfecha —dijo mostrando una sonrisa ladeada, dejando los perfiles en un rincón de la mesa.

Se apoyó sobre una de sus manos y los miró a ambos. Primero al del Remolino, de arriba a abajo, y se relamió los labios. Luego al de la Hierba, quedándose un par de segundos observando su pequeña figura. Algo que a Juro le dio seguramente terribles escalofríos.

—Con esto queda saldada mi deuda, chicos —anunció —. Pero... Si necesitáis algo que requiera nuestros servicios, no dudéis en pedirlo.

Les guiñó un ojo.

Ambos lograron por fin las dichosas tarjetas. Juro se limitó a poner los ojos en blanco ante el comentario de Nabi y a asentir ante lo que les dijo la anciana.

Al menos hasta llegar a cierta parte.

—Con esto queda saldada mi deuda, chicos —anunció —. Pero... Si necesitáis algo que requiera nuestros servicios, no dudéis en pedirlo.

Juro se estremeció un poco.

— La verdad es que tengo bastante prisa. Quizá otro día — murmuró Juro, rascándose la nuca —. ¿Tú que dices Nabi? ¿Quieres quedarte por aquí?

Juro rio un poco por lo bajo. Tenía que ser un buen compañero.

La anciana nos aprobó. Como si YO, un shinobi de la mejor villa del mundo, necesitara la aprobación de una gerente de un edificio arbol destinado unicamente al emparejamiento aleatorio de gente que busca algo parecido al amor pero que no tiene el valor de salir a buscarlo por sí mismos. Já.

Pero no dije nada, lo mejor era dejar pasar la tormenta que sino Juro se ponía tonto. Tras su aprobado, llegó una extraña insinuación que me hizo levantar una ceja, dudando de entender a qué se refería realmente, pero de cualquier forma mi respuesta sería la misma.

— Yo tengo que ir a ver a una compañera que se ha desmayado hace un momento, está con su hermano, del cual no me acabo de fiar. Sobretodo porque...

En ese glorioso momento, me paré a tiempo por primera vez en mi vida. Iba a decirle en su cara que no me fiaba porque conocía este sitio y eso hace notorio una falta de afecto que podía acabar pagando con el cuerpo inconsciente e indefenso de su supuesta hermana.

— Porque es la primera vez que lo veo y ella no ha confirmado que sea su hermano, así que resulta sospechoso. Así que si esta todo apañado, hasta luego.

Salí de ahí por patas y esperé a Juro en la puerta del edificio, ya empezaba a sospechar que no era muy inteligente, ni se acordaba de donde estaba el despacho se iba a acordar de donde estaba el hostal donde estaba Eri.

— Venga, Juro, vamos a ver a Eri antes de que explote de los nervios.

Le metería prisa en cuanto saliera y empezaría el trayecto hasta el hostal a menos que el kuseño dijese algo. Stuffy iría en cabeza, como siempre. El muy impaciento.

La anciana pareció desilusionarse ante las respuestas que le habían brindado los chicos. Sin embargo volvió a sonreír y les despidió con un suave movimiento de mano.

Y así los chicos saldaron su deuda con el Árbol del Amor, y con Madamme Vanilla.

Al salir encontraron un panorama distinto al que habían visto esa mañana. La gente venía e iba de diversos lugares, había aglomeraciones de gente en diversos locales y pequeños puestos de comida. Los bancos estaban ocupados por ancianos y bastantes niños corrían de arriba a abajo.

Serían las diez de la mañana.

Si ambos decidían ir a visitar a Eri solo tendrían que volver sobre sus pasos, pero no necesitarían ni llegar para encontrarse con la melena pelirroja de la kunoichi más despeinada que de costumbre discutiendo sobre algo que no lograban escuchar con su hermano mayor, éstos podrían deducirlo por la cara de enfado que llevaba la joven y su posición, con ambos brazos cruzados.

— Ryuusuke-san parecía de fiar. Pero bueno, aun así, tienes razón. Vamos — murmuró Juro —. Espero que Eri este mejor ahora.

Ambos se despidieron de la adorable e increíblemente lasciva anciana y emprendieron el camino de vuelta. Nada más salir, Juro pudo darse cuenta de que el sitio estaba mucho más lleno. Claramente, ahora ya no era tan pronto, y había mucha más gente despierta.

Cuando llegaron al hostal, pudieron distinguir a Eri, perfectamente despierta y de mal humor.

« Alguien se ha despertado con el pie izquierdo... »

Lo pudo apreciar mientras hablaba, con gestos furiosos, con su hermano.

— Parece que estamos ante una situación tensa de familia... — le dijo a Nabi, aún desde lejos.

— Parece que estamos ante una situación tensa de familia...

Eri, despeinada y con expresión de enfado de manual, discutía con Ryu sobre algo que obviamente los tenía a ambos enfrentados. Obviamente, lo primero que hice fue acercarme y ponerme al lado de Eri, para enterarme de qué estaba pasando y para protegerla en caso de que fuese necesario. Aunque Stuffy sería más rápido, como siempre, se colocó al otro lado de la pelirroja.

Gruñía, y si alguien más gritaba, ladraría.

— ¿Eri? ¿Qué ha pasado?

No diría más de la cuenta, que ya estaba más que espabilado en esos terrenos, sin tener información me limitaría a preguntas breves y observaciones obvias hasta que alguien me diese una información extensa y estudiable respecto a las circunstancias bajo las cuales se había producido aquel alboroto.