Mientras Juro y ella intentaban llegar a un acuerdo y discutían sobre qué pareja iría mejor dentro, donde ya se empezaban a ver todas las intenciones de cada uno y la barrera de la confianza comenzaba a subir mientras el respeto caía por momentos de las cosas que salían a relucir, Nabi aprovechó la confusión como buen shinobi que era y escribió los nombres de Juro y Eri a traición.

Porque no se podía llamar de otra manera a aquello.

— Bien, pues en lo que tardemos en meter todos los nombres de los equipos en una urna para hacer el sorteo empezará el evento.

—¿Qué? No, espere... —pero ya era tarde para replicar pues la encargada había desaparecido, como si de un jutsu de teletransportación se tratase. Eri frunció el ceño y luego se giró a Nabi con los brazos en jarra —. Podrías haber consultado con nosotros primero...

— ¿Unos dangos antes de ganar 5.000 ryos?

—¡ARG! —a veces, lo mejor era sacar la rabia contenida que sentías dentro de ti y querías que saliese de alguna manera, a poder ser utilizando lo menos posible la violencia; así que Eri chilló y se llevó cada mano a una coleta diferente, estirándolas hasta que llegasen hasta la mitad de sus brazos. Luego tomó aire y lo soltó.

Discutir con Nabi nunca había servido de nada, y después de todo, tendría que trabajar con Juro para conseguir 2.500 ryos.

—Pero invitas tú —le señaló con el dedo, y luego se dio la vuelta en busca de alguna tienda donde vendiesen dulces.

Mientras ambos discutían, Nabi tomó la vía rápida y decidió por todos. Apuntó el nombre de Juro y el de Eri y se lo entregó a la mujer, que, aprovechando la oportunidad, lo dio por válido y se retiró. Juro se quedó sin saber que decir ante aquello.

Después, Nabi se dirigió a ambos con una sonrisa y una proposición más que inocente.

— ¿Unos dangos antes de ganar 5.000 ryos?

—¡ARG! — Eri se llevó las manos a las coletas y empezó a contorsionarse de forma satánica, liberando todo su dolor y su odio. Su mente parecía tratar de contener a su cuerpo para no desatar una masacre y asesinar a Nabi y luego a todos los habitantes del pueblo.

Finalmente, Eri abandonó su forma de dolor y volvió a ser la misma de siempre.

—Pero invitas tú

Juro soltó una carcajada. No podía estar enfadado después de ver eso.

— Venga, vamos a tomar algo. Guarda esa furia para cuando tengamos que destrozar a nuestros rivales, Eri — bromeó Juro, y luego se agacho, a la altura de Stuffy, y si el perro se lo permitiera, le acariciaria —.
Tu y yo habríamos hecho un buen equipo igualmente. Otra vez será.

— Podrías haber consultado con nosotros primero...

— Eri, Eri, Eri... Si algo nos ha enseñado nuestra querida Uzushiogakure es que cuando dejas a más de una persona decidir cosas importantes, todo acaba en una casi guerra civil. Lo mejor es que venga uno y haga las cosas como tienen que hacerse. En este caso, yo. De nada. Y no te preocupes, que no quiero el dinero, mi parte para ti también. Yo hago las cosas para verte triunfar en tu vida y algún día ser tu secretario cuando seas Kage.

Y que a gusto me quedé. Justo en ese momento apareció de detrás de un arbol, como si les hubiera escuchado, un señor vendedor de dangos con su puesto y todo.

— ¡Dangos! ¡Ricos dangos para agudizar el ingenio y motivar al cuerpo!

— ¡Mirad! Eso es Shiona-sama que nos augura el bien desde el más allá y nos manda dangos.

Stuffy se dejó hacer cuando el kuseño se acercó a acariciarle, pero ante la comida Juro perdía tanto interés que podría parecer un árbol en el que mearse por parte del can. Salió disparado en cuanto lo señalé y tuve que ir detrás suyo para que no se comiese al pobre vendedor.

Una vez estuve a una distancia razonable le pedí cuatro palos con tres dangos cada uno, así podíamos comernoslos mientras caminabamos y estudiabamos como ser los más mejores del torneo y llevarnos mucho dinero. Mientras volvía con los palos Stuffy ladraba una y otra vez.

— Que no te doy el tuyo, que esto está caliente y tú eres un ansias. Te vas a quemar y después voy a tener que aguantar tus gimoteos. Aquí tenéis, jovenzuelos.

Les pase un palo con tres dangos a cada uno, primero a Eri, con cuidado, y después a Juro. Me llevé uno entero a la boca cogiendo aire mientras lo masticaba porque estaba ardiendo y le tiré uno a Stuffy. El pobre dango no estuvo libre ni cinco milisegundos antes de ser devorado brutalmente por un perro volador. Y despues empezó a gimotear mientras respiraba deprisa porque se había quemado la lengua.

— Ansias.

— Venga, vamos a tomar algo. Guarda esa furia para cuando tengamos que destrozar a nuestros rivales, Eri.

Eri quiso fulminarle con la mirada, enterrarlo o clavarle alguna de sus cadenas, pero se contuvo, respiró hondo y contó hasta cinco. Bien, vale, ahora la cuestión era ganar ese pequeño torneo y llevarse algo de dinero a casa. ¿No estaba mal el plan, no?

De Nabi solo escuchó un bla, bla, bla constante, pues el enfado todavía nublaba sus cinco sentidos, y si ambos varones pretendían salir de una pieza de Tane-Shigai, lo mejor era no meterse demasiado con la Uzumaki.

— ¡Dangos! ¡Ricos dangos para agudizar el ingenio y motivar al cuerpo!

— ¡Mirad! Eso es Shiona-sama que nos augura el bien desde el más allá y nos manda dangos.

—Esperemos que sea Shiona-sama. — «Porque con la paciencia que me está dando no alcanzo a soportarlo todo...»

Nabi y Stuffy salieron corriendo hasta el señor vendedor, el cual le vendió con una gran sonrisa cuatro palos de tres dangos de colores diferentes: rosa, blanco y verde. Al volver parecía discutir algo con Stuffy sobre la comida, más concretamente sobre no darle el suyo por ser un ansias. Ladeó la cabeza y puso los ojos en blanco por un milisegundo. Aquellos dos no iban a cambiar nunca.

— Aquí tenéis, jovenzuelos.

—Gracias. —Agradeció mientras tomaba el suyo con cuidado. Lo miró varias veces, aún echaba humo, así que sopló con esmero y cuidado de que no se cayese ninguno al suelo y probó un bocado. Rápidamente su humor cambió a uno mucho más alegre y amable, incapaz de pensar mal de alguno de sus compañeros.

Aunque el pobre Stuffy se quedaría ciego si seguía comiendo dulce así.

—Creo que necesitaba esto, Nabi. Muchas gracias. —Agradeció esta vez con una amplia sonrisa en sus labios.

Nabi fue directo y comprobó suficiente comida para los cuatro presentes, incluyendo a Stuffy. Juro sonrió, satisfecho. La verdad es que aunque había comido hace poco, no le vendría mal algo de postre.

Eri se mantuvo callada y ligeramente enfadada. Nabi continuó hablando, aunque Juro no escuchó mucho lo que decía, puesto que iba en dirección a la pelirroja totalmente. En lugar de eso, se quedó mirando el cielo. Era bonito ese día. Había nubes blancas con diversas formas. Desde pequeño siempre le había gustado adivinar las formas con su hermana. Era divertido. Una tenía forma de perro. Otra parecía como un gato pero sin cabeza.

« Igual es un mal presagio » — reflexionó.

Cuando Nabi le fue a ofrecer la comida, Juro se espabiló y la cogió. Eri hizo lo mismo, y tras soplar — ahí ya vio que estaba caliente — pareció encontrarse de mucho mejor humor.

— ¡Gracias! — exclamó Juro, mientras hacía lo mismo.

Stuffy, a su lado, gimoteaba por haber comido demasiado rápido algo muy caliente. Juro decidió esperar un poco, soplar y probar el primer bocado. Delicioso.

—Gracias. —

— ¡Gracias! —

— Venga, chicos, solo estoy preparando a mis campeones para el gran torneo.

La cara de malas pulgas de Eri cambió radicalmente cuando probó el primero de los dangos. Me apunté mentalmente una de las maneras efectivas de aplacar la ira de la Uzumaki.

—Creo que necesitaba esto, Nabi. Muchas gracias. —

— Para eso estamos. En cualquier momento que necesites unos dangos, llámame, de hecho, podrías llamarme Dangoman de aquí en adelante.

Le sonreí mientras me llevaba otro dango a la boca. El movimiento por la plaza se fue haciendo cada vez más evidente. Hasta que tras unos minutos, se subieron al escenario una mujer y un hombre conocidos para ellos. Eran los organizadores del concurso. Parecía que había alguna hora acordada porque la gente empezó a sentarse en las sillas preparadas ante el escenario.

— Bueno, deberíamos ir yendo ¿no?

— Venga, chicos, solo estoy preparando a mis campeones para el gran torneo.

—No te diré que no... —mencionó antes de llevarse otro pedazo de dulce a la boca —. Si me dieran unos dangos cada vez que voy a hacer algo importante, no me pondría tan nerviosa al hacerlo.

— Para eso estamos. En cualquier momento que necesites unos dangos, llámame, de hecho, podrías llamarme Dangoman de aquí en adelante.

—Nabi te pega más, además; Dangoman suena a hombre que vende dangos, y de momento tu no los vendes.

Se llevó otra bolita a la boca, solo restándole uno en su palillito, mientras la plaza comenzaba a llenarse más y más de gente. Y tras un breve periodo de tiempo —pocos minutos más tarde— ciertas personas subieron al escenario, que no eran ni más ni menos que los organizadores del concurso. La gente comenzó a sentarse donde podía, y ella, mirando fijamente al escenario, terminó su comida.

— Bueno, deberíamos ir yendo ¿no?

—Vamos allá.

Y Eri fue la primera en acercarse.

— Venga, chicos, solo estoy preparando a mis campeones para el gran torneo.

Juro sonrió un poco. Al final, la tensión que había entre los tres se aplacó bastante. Ahora, estaban bastante relajados. Eri y él devoraban la comida, en busca de algo de estabilidad mental para participar en la competición.

Aun así, una frase de Nabi tras darle las gracias hizo que un escalofrío le recorriese la columna vertebral.

— Para eso estamos. En cualquier momento que necesites unos dangos, llámame, de hecho, podrías llamarme Dangoman de aquí en adelante.

«Ese nombre me trae recuerdos... » — murmuró, y de repente, los dangos ya no le supieron tan bien.

— Si, mejor olvidemos ese nombre — suspiró Juro, sin querer dar más detalles.

El paseo no les duró mucho, sin embargo. Esos cinco minutos se esfumaron a una velocidad alarmantemente rápida. De pronto, ya estaban ahí, en la plaza. Toda la gente estaba empezando a arremolinarse entorno a ella. Unas personas — quienes parecían ser los organizadores del concurso — se subieron a la tribuna, y la gente empezaba a sentarse. Era un claro indicio de que eso iba a comenzar.

Tanto Nabi como Eri lo señalaron.

— ¡Bien! — murmuró Juro, más preparado que nunca —. ¡Deséanos suerte, Nabi!

Y seguiría a la carismática Uzumaki. Al escenario, al infierno o dónde fuese.

Les despedimos calurosamente como se despide a un heroe shinobi cuando sale de su villa para una misión de rango S como pelearse contra bijuus o matar a otro kage. Despues fuimos a pillar asientos en primera fila mientras la pareja subía al escenario. Detrás de las dos mesas de los combatientes había más sillas para los que estaban esperando su turno. Por suerte, Juro y Eri eran una de las dos parejas que abrirían el evento.

— Bienvenidos, señoras y señores, una vez más, al legendario encuentro de todo fan de los shinobis. En su XVIII entrega, el Torneo de Preguntas y Respuestas sobre la cultura Shinobi se decantará por el tema de la villa oculta en la lluvia, ¡Amegakure! Como ya sabéis el tema se mantiene en secreto hasta el último momento para evitar que se pueda preparar.

— Exactamente, empecemos entonces con la primera ronda. Recordamos a nuestros participantes que después de que yo formule la pregunta tendrán cinco minutos para ponerse de acuerdo y escribir la respuesta en una de las hojas de papel que tienen, tras eso cada equipo mostrara su papel y el que más se haya acercado se llevará un punto, en caso de haber contestado perfectamente la pregunta se sumaran dos puntos.

En algún punto de todo eso habían presentado a Eri y a Juro y a los dos ancianitos contra los que se enfrentaban, pero Stuffy se abalanzó a por mis dangos y tuve que defenderme y ni me enteré. Para cuando volví a poner el oido, después de pelearme con mi perro por comida, ya estaban con las preguntas.

— Bien, hechas las presentaciones, aquí va la primera pregunta. De todos los hijos de Sumizu Kouta, ¿cual acabó gobernando Amegakure?

Sumizu Kouta me sonaba, ¿no era el que se había implosionado cuando mataron a todos los bijuus? ¿Había tenido descendencia? ¿Era de Amegakure? Cuantas decepciones en una sola tarde. Los ancianos empezaron a murmurar algo y en menos de un minuto escribieron algo, que logicamente, Eri y Juro no podían ver. Solo me quedaba esperar que la astucia y la inteligencia de nuestro equipo nos llevase a la victoria.

Eri acudió a aquel lugar rápidamente junto a sus otros dos acompañantes, y en algún punto que no entendió, vio que tanto ella como Juro parecían ser de las primeras parejas, junto a un par de ancianos que también se habían apuntado. «No vale, esos tienen ventaja y más años de experiencia.»

Escuchó atentamente y sin decir palabra a aquella pareja, aunque Amegakure no era su fuerte pues tanto ella como Juro no provenían de aquella villa, pero bueno, ¡tenían que dar lo mejor de ellos!

— Bien, hechas las presentaciones, aquí va la primera pregunta. De todos los hijos de Sumizu Kouta, ¿cual acabó gobernando Amegakure?

«¿Sumizu Kouta?»

Sí, había estudiado sobre él en la academia, también sabía que tuvo tres hijos, de los cuales el menor se alzó con la victoria aunque no durase mucho.

—Sumizu... Sé que empezaba por O, sí, Onoo... Onoorizu, no; imposible —meditaba en voz baja, muy cerca de Juro —. Venga, Juro, Onoo- algo, puede que ra, Onoora, no, eso no suena bien...

Estaba nerviosa.

Juro y Eri abrieron el concurso. Tras un discurso del presentador y mucha conversación, ambos fueron presentados. Ellos serían una de las parejas que abrirían el concurso, al parecer. Este consistía en que el presentador les diría una pregunta, y la pareja tendría que ponerse de acuerdo para escribirlo en el papel. Tras cinco minutos, ambas parejas les darían su papel, y quién más se acercase, ganaría.

Contra ellos, una pareja de adorables ancianitos. Juro no les deseaba ningún mal, pero esperaba que tuvieran artrosis o algo que les impidiese escribir.

« No podemos perder contra ellos. Venga, Eri »

— Bien, hechas las presentaciones, aquí va la primera pregunta. De todos los hijos de Sumizu Kouta, ¿cual acabó gobernando Amegakure?

Juro maldijo por lo bajo. ¡Historia de Amegakure! Sabía quién era aquel hombre, y sabía que había tenido tres hijos. Pero nunca se había molestado en memorizar los nombres. Le sonaba, claro que le sonaba. Pero en ese instante, no le saía ninguna palabra.

—Sumizu... Sé que empezaba por O, sí, Onoo... Onoorizu, no; imposible. Venga, Juro, Onoo- algo, puede que ra, Onoora, no, eso no suena bien...

Algo hizo click en Juro, tras las palabras de Eri. Si. ¡Si! ¡Tenía sentido!

— Esto... ¿Ononra? ¿Onoora? ¿Onnore? —meditó Juro. ¡Lo tenía en la punta de la lengua! —. ¿Onoora...? No, eso no. Onoo... ¿Onoori?

Juro casi da un respingo. No sabía cuanto tiempo había pasado — no cinco minutos aún, de eso estaba seguro — pero creyó haber dado con la clave.

— Creo que es Onoori. Sumizu Onoori — le susurró a la Uzumaki. Si estaba de acuerdo, lo escribirían.

Un extraño arrebato se apoderó de Juro, que escribió el nombre al ver que se les agotaba el tiempo. Sumizu Onoori, fue la respuesta escrita.

— Se acabó el tiempo. Por favor, denle la vuelta a sus respuestas.

Mientras que la respuesta de los shinobis era especifica a más no poder, con nombre y apellido, la de los ancianos era un simple "El hijo menor" y tan a gusto que se habían quedado.

— Vaya, hay un empate, interesante. Subamos la dificultad entonces.

— La siguiente pregunta es... ¿a qué edad murió Sumizu Onoori?

El silencio se volvió a apoderar del lugar mientras cada equipo se disponía a discutir su respuesta.

Tras escuchar la respuesta de Juro ambos escribieron el nombre. Una vez agotado el tiempo, tanto el chico como ella vieron que habían acertado la primera pregunta. Aliviada y nerviosa a partes iguales, esperó a la siguiente pregunta.

— La siguiente pregunta es... ¿a qué edad murió Sumizu Onoori?

«Mierda...»

Rápidamente se giró a Juro, agitada.

—Sinceramente, no tengo ni idea —argumentó ella, encogiéndose de hombros —. ¿Cuarenta, ochenta? ¿Cuánto de media suele vivir un shinobi? — solo esperaba que Juro tuviese una idea mejor, porque poco habían durado.

Afortunadamente, entre los dos lograron sacarlo. Sumzu Onoori, esa era la respuesta. Sin embargo, la pareja de ancianitos también, dando un empate, que de alguna forma tenían que arreglar.

— La siguiente pregunta es... ¿a qué edad murió Sumizu Onoori?

Eri se volvió hacia él, asustada.

—Sinceramente, no tengo ni idea. ¿Cuarenta, ochenta? ¿Cuánto de media suele vivir un shinobi?

Juro trató de hacer memoria. Al final, tuvo que negar energicamente con la cabeza.

— No me acuerdo exactamente, pero siempre me llamó la atención este en particular porque vivió muchísimo. Creo que superó los cien años y algo, como si fuese un Uzumaki — trató de explicar Juro. Era más una corazonada que una fundamentación real. La única razón por la que se acordaba era por eso —. Quizá llego a los... ¿ciento diez? ¿ciento once? ¿ciento doce? Recuerdo que fueron muchos.

Miró a Eri, pidiendo ayuda, aunque ya sabía que la chica no tenía ni idea. Si al final ella no le corregía, tendría que poner el número más alto que tenía.

Juro entró en pánico y escribió el numero más alto que tenía, nadie los contó, pero el numero básicamente tenía muchos nueves. Algo como 999999999999999999999999999999999. En su momento le pareció una buena idea, cinco segundos después cuando giró la hoja al público ya no tanto. Igual Juro debería empezar a especificar mejor lo que escribe y no dejarlo a la imaginación de un ente superior. Los ancianos habían puesto cien, sin más, cien.

— Vaya, parece que nadie lo ha acertado, pero los ancianos se han acercado más así que medio punto para ellos.

— Pasemos directamente a la siguiente pregunta, si vuelven a ganar los honorables ancianos se eliminará al duo de ninjas. ¡Qué emoción! Venga, chicos, mucho animo. Pero... esta pregunta... Bueno, va... ¿Cual es la edad de la actual Arashikage?

La mujer dudó mucho al leer la pregunta pero finalmente la hizo con unos sudores fríos cayéndole por las sienes, si Amekoro Yui se enteraba de eso igual acababan todos en el fondo de algún lago helado.