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Hanabi chasqueó la lengua, irritado. No con Yui, sino por la situación.
—Lo sé. —Maldita Kintsugi. ¿Por qué tenía que complicarlo todo aún más? Y volvió a chasquear la lengua, ahora sintiendo una pequeña ansiedad en el pecho, cuando se dio cuenta que Datsue tarde o temprano acabaría cruzando la frontera también—. Pff… Me hará caso… por un tiempo. Por un tiempo.
Apoyó la frente en la palma de una mano, y arrugó el ceño, con parte de la larga cabellera rubia cubriéndole el rostro. Pero al Uzukage no le dio tiempo a sumergirse en sus pensamientos, porque en seguida Yui le sacó de allí con una bomba.
Levantó la cabeza, apartando algunos mechones rebeldes.
—¿Umikiba Kaido? ¿El que ahora era miembro de Dragón Rojo, no? —«Y el ninja con el que se vio por última vez a Uchiha Akame…»—. ¿Y qué pasó?
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Yui asintió.
—Pasó que averiguamos que Dragón Rojo le está comiendo la cabeza con un Fūinjutsu —espetó Yui, casi con asco—. Es el tatuaje del dragón que lleva tatuado. Ayame dijo que su voluntad se quebró durante unos minutos mientras luchaba contra él. —La Arashikage tuvo que controlarse para no dar un puñetazo a la mesa—. Envié a Kaido a infiltrarse para eliminar a la banda, y esos hijos de puta lo han esclavizado.
»Creo que deberíamos empezar a tomarnos esta amenaza en serio. Ese viejo hijodeputa de Umigarasu fue quien pidió que los eliminase, pero cuando le envié mis disculpas porque mi shinobi había fracasado, no obtuve respuesta alguna. ¿Sabes lo que todo esto significa, no, Hanabi? Umigarasu ya tiene compradas a otras muchas bandas en el País del Agua, y conozco traidores de mi Villa que ahora trabajan para él. Hasta ahora Dragón Rojo era una competencia indeseada para él, pero...
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—…pero ahora pudo haber visto en ellos una alianza poderosa —completó por Yui.
¿Una alianza poderosa? No, Hanabi se estaba quedando corto.
—Y si se confirma que Uchiha Akame también se unió a sus filas, eso significará que esos hijos de puta pueden teletransportarse a mi Villa en cualquier momento. ¡Joder! ¡Mierda, hostia! —exclamó, dando una palmada sobre la mesa y reteniendo a duras penas su poder, que exigía desahogarse como el vapor acumulado en una olla a presión—. ¿Así que ese sello los controla? Esto… esto es gravísimo, joder. En el pasado envié a espías allí. No por Dragón Rojo, sino por Umigarasu. —Y ahora se daba cuenta de cuán acertado había estado—. Me preocupaba, ya desde hacía un tiempo. ¿Cómo es que cada vez nos solicitaban menos misiones? El flujo de peticiones podía haber pasado a tu Villa o Kusa, claro, pero… Pero no creíamos que fuese el caso. Llegó a un punto en que la mayor parte de solicitantes provenían de las islas menores. Hace mucho que ni tocamos la capital. Todo eso me empezó a oler a chamusquina. —Suspiró—. El problema es que hace tiempo que mis espías no reportan de vuelta. Es como… como si se los hubiesen tragado la niebla.
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Hanabi captó lo que Yui quería decir al vuelo, y por primera vez le gsutó la actitud que adoptó. Al menos estaba en perfecta sintonía con Amegakure durante un breve lapso de tiempo. La Arashikage se acarició la barbilla, sin saber muy bien qué decir. Menos mal que Shanise siempre intervenía para aquellos asuntos más complicados.
—Démonos cuenta también —dijo— de que Umigarasu no asistió ya al último Torneo de los Dojos. Y tampoco al Examen de Chūnin. Tampoco va a asistir al Torneo de los Dojos de este año siguiente.
—Así que el hijo de puta ya no necesita ni plantearse contratar a nuestros ninja —espetó Yui, dando un puñetazo en la mesa—. ¿Qué planea entonces, utilizar a Dragón Rojo? Si son unos simples traficantes de poca monta.
—Unos simples traficantes que han conseguido robarnos a un par de ninjas muy poderosos, de lo cual podemos deducir que ellos mismos no andan cortos de recursos —corrigió Shanise—. No sabemos cuántos más del Libro Bingo estarán con ellos ya.
»Sugiero darle la importancia que se merece a la presencia creciente de esta banda. Aotsuki Ayame desbarató una fábrica en la que ocultaban omoide dentro del pescado en Coladragón. Ese lugar está ya asegurado y vigilado. Deberíamos hacer lo mismo con todos los puertos importantes del continente, al menos fuera de los dominios del País del Agua.
Yui asintió.
—Osea, que agarremos por los cojones a los demás Señores Feudales y les metamos un poco de miedo. Deberíamos esparcir algunos jugosos rumores... quizás que el País del Agua está metido de lleno en una campaña expansionista. Quizás, simplemente, maquillar un poco la realidad. Que quiere desestabilizar las capitales de otros países introduciendo la adicción al omoide.
—Cortarles el flujo de capital a esos cabrones en la medida de lo posible —explicó Shanise.
—Y luego, apapelar toda Oonindo con los caretos de todos los miembros que conozcamos, con el tatuaje de Sekiryū. "Comuníquele a las autoridades si ve a alguien con este tatuaje". Cualquier cosa, lo que sea. Que se sientan con nuestros ojos en su puta nuca.
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Hanabi asintió, totalmente en sintonía con las propuestas de Yui y Shanise.
—Cuenten con todo mi apoyo —dijo, plenamente consciente de la urgencia del asunto—. Incluso podríamos ofrecer alguna especie de recompensa para quienes nos facilite información relevante sobre la organización, sus miembros o alguno de sus negocios. Que no solo sientan nuestros ojos en su nuca, que teman relacionarse con cualquiera de afuera. Que desconfíen hasta de sus socios de toda la vida. Que sientan que cada entrega de producto es una posible emboscada.
»Les aislaremos. Les pondremos contra las cuerdas. Contra el mundo entero —desvió la mirada de Shanise a Yui, con los ojos encendidos—. Y pronto se darán cuenta que fueron unos ilusos al creer que podrían echarnos un pulso.
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Yui dio otro puñetazo en la mesa. Shanise y Kurozuchi dieron un bote en el sitio de nuevo.
—¡Eso es, coño! ¡Eso es, Hanabi! ¡Me gusta como hablas, ahora sí, joder! —bramó, luego dio una risotada y puso una cara algo confundida—. Un momento.
»Hostia puta, ¡el Torneo de los Dojos! ¿¡Cómo vamos a celebrarlo con Kusagakure como está!?
—Desgraciadamente, no deberíamos... —Shanise suspiró.
—¿Desgraciadamente por qué? No se hace y ya está.
—Quizás tu hermano lo entendería. ¿Pero y el resto de Señores Feudales? Recuerda que ya hablamos esto cuando estábamos... en peores términos con Uzushiogakure. El Torneo tendrá que celebrarse, o les contrariaremos.
Yui chasqueó la lengua.
—O quizás hasta mi hermano me discutiría, el tocapelotas de los cojones —masculló, apoyando el codo en la mesa y la cabeza en la mano—. Por joder, es capaz de decirme con rintintín que si no le recuerdo yo siempre que hay que ser valiente y no se qué. Este Jinza... ya sabes que las decisiones importantes las tomamos juntos, pero él es el Señor Feudal, si le da por algo...
Hanabi conocía al hermano de Yui, el Señor Feudal, pero Jinza era sólo un apodo cariñoso de su hermana. Su nombre completo era Amekoro Jinzaemon. Reservado, pocas veces había abandonado los muros de Shinogi-To para reunirse con otros señores en eventos como el Torneo de los Dojos. Pero obviamente, como Rasen, su propio Daimyō, era de un interés económico enorme que al menos los Señores Feudales de otros países sin villa se fijasen en el poderío de sus ninjas.
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Pues… Pues Hanabi no opinaba igual.
—Pues yo creo que, tal y como estamos, el torneo no nos pudo venir mejor —dijo, totalmente opuesto al pensamiento de Yui y Shanise—. En serio, pensadlo. Ahora que la Alianza de las Tres Grandes se ha roto, no hay mejor momento para demostrar al resto de países que es en la Tormenta-Espiral en quienes más pueden confiar para sus encargos. Si Kintsugi quiere ir por libre, que se atenga a las consecuencias.
Oh, sí. Hanabi podía ser el más pacífico y dialogante de todos, pero eso no quería decir que no mirase por lo que más convenía a Uzu.
—Además, este año querían dividirlo en dos categorías, ¿no? Normalmente enviamos a genins a este tipo de torneos, pero quizá sea buen momento para hacer una excepción a la regla y enviar a varios de nuestros pesos pesados. Y ahora que Kintsugi ha quedado en una posición de mayor vulnerabilidad, le conviene hacer un buen papel en el evento. Y yo digo... —miró a Yui, y esbozó una sonrisa divertida—, yo digo que se lo arruinemos. Qué coño, hagamos que muerdan el polvo. ¿Qué me dices, Yui? ¿No quieres ver su cara desde el palco cuando eso suceda? Porque yo he de reconocer que sí.
Con esto, Hanabi quería conseguir dos cosas. La primera, estaba claro que a Yui era imposible quitarle una idea de la cabeza. Si quería joder a Kintsugi, lo iba a hacer. Incluso apuntándola en su Libro Bingo. Pero lo que sí era posible era desviar esas ganas de revancha. Lo que pretendía, en definitiva, era trasladar esa ansia de sangre hacia un espíritu competitivo más sano y regulado como podía serlo un torneo, donde todo quedaba en el ring. Y lo segundo era que, aunque no le gustaba en absoluto haber roto la Alianza de las Tres Grandes, no podía por ello descuidar a su villa. Ahora que habían separado caminos era todavía más importante hacer buenos contratos para dejar a Uzu en una posición segura y estable.
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El acabose. Hanabi tampoco estaba de acuerdo con la delegación de Amegakure. La verdad es que Shanise no habría cambiado de opinión de ninguna manera, pero a quien sabía navegar a contracorriente no le costaba encontrar una serie de torbellinos sobre los que acercarse a las costas de la Tormenta. Shiona siempre lo había hecho, y ahora la segunda al cargo de Amegakure reconoció la misma maniobra en las palabras del Uzukage. La mujer entrecerró los ojos: esta vez, era una voluntad bienintencionada. Pero no le hacía ninguna gracia que, cada vez más, todos mangonearan a Yui apelando a su sentido del orgullo. Su protegida era una persona que causaba un gran impacto en los demás, pero al mismo tiempo, cada vez se daba cuenta de que su mayor debilidad era precisamente su volatilidad.
—¡Coño, pues claro, joder! —exclamó Yui llena de júbilo, alzando el brazo en alto—. Demostrémosle a esos lechugos quién manda aquí, sí señor. Eh, eh, ¿y te imaginas que nuestros jinchūriki se petan a todos los kusareños del torneo? ¡Qué maravillosa visión sería esa!
Shanise no estaba segura de si cabrear más a Kintsugi era buena idea. La Morikage ya había roto la neutralidad de Hokutōmori amenazándoles con aquellas mariposas. Quizás en el estadio y bajo el atento juicio del Jūchin, la líder de la Hierba se tomara más en serio las reglas del Valle de los Dojos. Si no, podría desencadenarse una guerra. Y eso sin contar con las posibles acciones individuales de algún kusareño envalentonado.
No, el torneo no era una buena idea. Pero era una idea a todas luces imparable, más ahora con Yui metida hasta el fango.
»Ah, los bijū... —suspiró la Arashikage, sonriéndole a Hanabi—. ¿Quién nos diría, eh, Hanabi? ¿Se plantó Uchiha Datsue también en tu despacho para decirte que había liberado al Ichibi?
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14/02/2020, 23:28
(Última modificación: 14/02/2020, 23:43 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Hanabi rio, incapaz de negar que dicha visión no tendría cierta belleza kármica.
—No estaría mal, desde luego que no —dijo, risueño.
Quizá en el momento, si se daba, no lo llegase a disfrutar tanto. Seguramente no. Por el temor y la ansiedad de que a Kintsugi se le fuese la cabeza e hiciese algo indebido. Ya habían visto cómo no había tenido reparo en usar las mariposas contra ellos, ubicándolas bajo sus ropajes, listas para hacer lo que fuese que hiciesen en cualquier momento.
De hecho, ahora que lo analizaba, probablemente fuese una buena idea mantener a un ANBU vigilando a Uchiha Datsue durante la celebración del torneo. Por si las moscas. «Por si las mariposas», pensó Hanabi, más específicamente.
—Oh, no. Ojalá me lo hubiese contado en el despacho, pero no —respondió a lo de Datsue y el Ichibi—. No, yo me enteré a veinte metros del suelo, mientras recobraba la conciencia, con una zarpa de tanuki sujetándome por el cuello del uwagi y una cara monstruosa y demoníaca a dos palmos de la mía. Una experiencia que no se la deseo ni a mis peores enemigos, dejadme deciros.
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La delegación de Amegakure estaba escandalizada. Bueno, Shanise y Kurozuchi, claro. Yui estaba descojonándose.
—¿Me estás diciendo que te atacó? —dijo—. Si a mí me ataca mi jinchūriki de esa manera le arranco la cabeza a la de cero.
Menos mal que Ayame había adoptado un enfoque un poco más... diplomático. Shanise tragó saliva, e intercambió una significativa mirada con Kurozuchi.
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Hanabi rio, completamente convencido de que lo que Yui decía no era una exageración, sino la más pura verdad.
—No lo dudo, Yui. No lo dudo. —Aunque eso no era exactamente lo que había pasado—. Aunque no, no es que me atacase. Verás, Datsue y yo estábamos teniendo un combate. Nos habíamos prometido hacía tiempo un duelo, así que un día, de esos en los que el papeleo me dio un respiro, yo… Bueno, decidí salir de la villa en una pequeña aventurilla.
—Más bien te fugaste de la villa sin decir nada a nadie —apostilló Katsudon.
Hanabi esbozó una sonrisa de circunstancias.
—Pues sí, no puedo negarlo. Y, eh, ¡no veas que bien me sentó! Ah, ¡te recomiendo hacer lo mismo al menos una vez al año, Yui! ¡No veas la de estrés que me quitó de encima!
Si no fuese porque después se encontró a un General, y descubrió que los bijūs estaban colaborando con ellos, y que Ayame había “liberado” a Kokuō... Ah, no, la verdad es que no se había quitado mucho estrés, no.
—Total, que yo me vine muy arriba y quedé exhausto por el gasto de chakra. Cuando recobro el conocimiento, Datsue me está llevando en volandas por el cielo, con esa forma bestializada, ¡y un puto General tratando de hacernos polvo! —No era de sus recuerdos más felices—. Honestamente, si no fuese porque Ayame y Daruu acudieron en nuestra ayuda, creo que me hubiesen hecho papilla.
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¡Anda! ¡El incidente del General! ¡Así que fue ahí cuando Hanabi descubrió la relación de Datsue y el Ichibi, eh! ¡El mismo día que...!
—¡Aaaah, jajaja, síiiii! —Yui dio un par de palmadas, como aplaudiendo—, cuando Ayame y Daruu os salvaron el culo, ¿eh, Hanabi-kun? ¡Se podría decir que ahora Uzushiogakure le debe a Amegakure un favorcillo, eh!
Shanise carraspeó y le dio un codazo suave a Yui.
»Va, va, no haré sangre, no haré sangre —dijo, conciliadora, mostrándole a Hanabi las palmas de las manos—. En fin. ¿Queda algo de lo que hablar formalmente o podemos irnos ya a por la kimada esa?
—Lo que descubrió Amedama sobre los Gebijū.
—Ah, coño, cierto. Ugh. Hanabi, ¿recuerdas lo que hablamos por teléfono sobre esas bestias que llevan un tiempo causando revuelo por ahí? Al final el nombre que les pusimos, Gebijū, no va muy desencaminado de la realidad. Nuestro Hyūga asegura, de hecho, que vio el mismo tipo de chakra durante la pelea contra ese General que contra uno de esos monstruos. El chakra de Kurama.
—No se puede descartar que Kurama esté atacándonos por ese otro frente. Dado que el objetivo no siempre ha sido un jinchūriki, creo que está empezando a ampliar sus objetivos. Es preocupante.
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Hanabi aguantó, con una sonrisa estoica, el regocijo de Yui por el hecho de que ahora estuviese en deuda con ella. O con Amedama Daruu y Aotsuki Ayame, al menos. No obstante, hubiese preferido mil bromas sobre ello a lo que oiría a continuación.
—No... me… jodas.
—Pero, ¿es que Kurama no tiene límite?
Ahora resultaba que los Gebijū eran obra también de Kurama. Para causar el caos y la destrucción. Otro problema más a apuntar en una lista que ya se hacía interminable.
—Me cago en todo, joder. Dragón Rojo, Umigarasu, Kurama, ahora los Gebijūs... y Kintsugi solo preocupándose por su particular venganza. Qué puto desastre, hostia. —Sí, Hanabi estaba empezando a agobiarse un poco—. Y al otro lado de la balanza la Tormenta-Espiral. Espero que sea suficiente —suspiró—. Tendrá que serlo.
O sino, el mundo tal y como lo conocían estaba a punto de desaparecer.
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(Última modificación: 17/02/2020, 12:39 por Amedama Daruu.)
Yui suspiró.
—Suficiente o no, no hay más remedio que hacer todo lo que esté en nuestra mano para proteger a los nuestros —dijo—. Cuando no hay opción posible, no cabe la duda, sólo la acción. Cuando no hay camino, hay que caminarlo una misma por primera vez. Cuando no hay salida... revientas la pared. —La Arashikage miró a Hanabi a los ojos—. Shiona fue una buena amiga, y me enseñó muchas cosas. A gestionar en tiempos de paz cuando yo sólo era una vengadora, Hanabi. Una mujer de acción. Pero ahora que las aguas están revueltas, espero estar a la altura y saber navegar en la Tormenta.
»Con ella, aprendimos también lo que fue la auténtica paz y estabilidad. Trabajemos para mantenerla, nos echen lo que nos echen encima. Tú y yo juramos mantener la Alianza. Pues mantengámosla. Con Kenzou o sin Kenzou. Con Kusagakure o sin Kusagakure. Contra nuestros enemigos, nuestra amistad.
»...contra el Caos, nuestro Orden.
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Hanabi se levantó, envalentonado por las palabras de Yui. Cruzó la distancia que les separaba con tres largas zancadas y el mundo a su alrededor vibró, sofocado por un nuevo sol. Un sol de tormenta.
Extendió una mano y se la estrechó a Yui, con fuerza.
—Yo también espero estar a la altura de ella. Me enseñó todo lo que sé. A templar mi corazón. A limar mi genio de joven. También a luchar. También a sobrevivir. Y lo haremos. No podrán con nosotros. No podrán.
»Contra el Caos…
—…¡nueshhtro…! ¡Hip! ¡Nueshhtro Ojden! —exclamó, borracho perdido.
Estaban ya en el famoso local de kimadas, celebrando la nueva alianza Tormenta-Espiral. Hanabi había perdido la cuenta de cuántas llevaba encima. Katsudon, a su lado, había tomado al menos tantas como él, pero al cabrón no se le subía tan rápido. Kuza se había negado a beber nada, con o sin alcohol.
—Eh, Yui. Un día… ¡hip!... un día tú y sho deberrríamoshh quedarr —dijo, risueño. Risueño hasta que creyó sentir cierta mirada en su gaznate. De pronto le entraron unos calores muy malos—. Para tener eshe sparring que nosh habíamosh prometido —añadió, intentando arreglarlo.
No estuvo muy seguro de si lo había hecho.
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