Lo bueno de los humanos es que podemos tropezar unos cientos de veces con la misma piedra y seguir haciéndolo unas dos cientas más. Es decir, somos predecibles, como tostadas de pan o el chocolate. Las tostadas siempre estarán crujientes cuando están recién hechas y el chocolate siempre sabrá a chocolate. ¿Y esa mierda de metáfora, Nabi? Tú eras un genio de las metáforas, todos sabíamos que en el futuro leerían tu obra y dirían "Este chico era un avanzado a su época". ¡Pues no puedo estar siempre a tope! Y aún menos por la mañana. La mañana era el tiempo de estar bajo mínimos.

Pues ahí andaba yo, con mi indumentaria habitual, acabándome una tostada untada en crema de chocolate mientras bajaba la calle funesta. La terrible calle donde vivía la bestia más peligrosa que había existido en Onindo. Y no me refería al animal sediento de sangre que esta bestia tenía sellado dentro de su cuerpo, no. El peligro del recipiente era varias veces superior al que representaba un bicho de chakra que puede sellar hasta el más inútil de los Fuinjutseros. Su nombre Uchiha Datsue.

Conectando con lo que decía antes de que me interrumpiera a mí mismo, predecible. ¿Cómo enterarme de los peligros inminentes a la villa y a sus habitantes? Vigilando las salidas y llegadas de Uchiha Datsue, el medidor de peligro por excelencia. Por suerte, soy Inuzuka, así que tengo un perro que puede comunicarse con otros perros. Fue tan sencillo como decirle a todos los perros de las cercanías de su casa que si veían a Datsue ladrasen como locos. Stuffy captaba la señal y me la transmitía y a la mañana siguiente, bueno, aquí estábamos.

Normalmente más que esperar en la puerta la echaría a abajo o me colaría por la ventana usando magia shinobi, pero seguro que el fuinjutsero de los cojones tenía dos cientas trampas en cada acceso que te tiraban cuatro cientas técnicas a cada cual más peligrosa que la anterior. Así que tocaba llamar a la puerta como un humano cualquiera.

— Recuerda que nada de cagarse en él, sé que te es difícil por ese odio que te carcome por dentro de que todos tenemos tres ojos menos tú, que solo tienes dos y tienes la necesidad de usar tu ojo trasero en cualquier intercambio de información social, pero contrólate porque ya tienes un tamaño y una mierda tuya empieza a ser de un tamaño preocupante. A partir de ahora, solo a enemigos de verdad. Y puede que a Juro.

Tras mi apasionado discurso sobre la no cagalización de uzuneses, Stuffy asintió mientras gruñía algo que debía ser una maldición perruna porque no llegué a descifrar todos los matices de ésta. Después golpeé con los nudillos la puerta de Datsue.

— ¡DATSUE! ¡¿Qué has hecho ya?!

La pregunta me valía para cualquier encuentro con él. Además tenía que preguntarle por cierto asunto con cierta cabeza de cierta estatua en cierto lugar. No había tenido ocasión pero todas las evidencias conducían irremediablemente a Datsue o al mal.

Nabi tuvo que esperarse unos largos segundos antes de que alguien le abriese.

—Nabi —Datsue vestía un pijama blanco con el símbolo de la espiral bordado en el pecho. Calcetines gordos de invierno, y un gorro de lana. Hacía frío en su apartamento, pues la calefacción era un gasto, y al Uchiha no le gustaba despilfarrar. Vaya que no—. Stuffy. Adelante.

Datsuse no tardó en recibirlos. Aunque con recelo. Dio un par de ladridos a Stuffy, como diciendo: estás en mi casa y aquí se siguen mis normas. Y se paseó meneando su cola con altanería a su alrededor. El Uchiha, mientras tanto, regresó a la cocina, donde había dos tostadas de mermelada y una taza y vaso vacíos.

—Justo te iba a ir a buscar. Hoy necesito de tu ayuda con algo —se sentó en la silla y continuó con su desayuno—. ¿Puegho ofghecegos algo? —preguntó, con la boca llena—. Ah —dijo, al acordarse. Seguía con la boca llena—. Egstamos en pegigro mogtal. La Viga está en aleghta roga. ¿Te entegaste? —Y si no lo estaba, ya se lo contaba él.

—Justo te iba a ir a buscar. Hoy necesito de tu ayuda con algo . ¿Puegho ofghecegos algo? Ah. Egstamos en pegigro mogtal. La Viga está en aleghta roga. ¿Te entegaste?

Le seguí y me senté en una silla vacía asín, sin un buenos días ni nada. El asunto que nos ocupaba tenía una importancia vital.

— Entiendo que me necesites, ¿quien no? Pero antes de enzarzarnos en una compleja y profunda narración sobre tus hazañas. Tio, la puta cabeza del kage de Amegakure. ¡Y no me dices nada! ¡Indignado estoy! ¡Indignado me siento! ¿Cómo se te ocurre? Aparte de que vas a provocar la tercera guerra shinobi, si es que ha habido otras dos, porque ya no me acuerdo de una mierda de lo que nos explicaban en la Academia. ¡Pero ese no es el tema! ¿Qué coño has hecho? ¿Y por qué no me avisaste? Podríamos haber acumulado heces de perro y haber cubierto toda la estatua en vez de cortarle la cabeza.

Le expuse mi punto manteniendo la compostura e ignorando su charla con la boca llena. Vale que tenía un entendimiento superior a la media, podía entender perros pero no a gente guarra que es incapaz de hablar sin comer. A esos no. A los perros sí. Nunca verás a un perro ladrar comiendo, no son unos maleducados.

En cualquier caso, estaba indignado y eso demostraba con mi postura de brazos cruzados y ceño fruncido. Indignación era mi definición. Hasta los cojones me tenían, siempre teniendo que ir detrás de la gente para enterarme de las cosas, yo también tenía sentimientos. Pocos y la mayoría genocidas, pero los tenía.

Fue oír cierta cosa, y a Datsue le entró la comida por mal sitio. Tos, lágrimas en los ojos, y palmadas en la espada por un Kage Bunshin momentáneo fueron lo que le separaron de la muerte. Bueno, quizá un servidor esté exagerando, pero el Uchiha lo pasó francamente mal.

—Y-yo no tengo nada que ver con eso —se defendió, más allá de que Nabi lo contase como una hazaña—. No recuerdo haberlo hecho, ¡y soy inocente hasta que —Akame— me digan lo contrario!

»Así que no vayas metiendo la duda por ahí, por favor te lo pido, que en suficientes problemas me he metido ya. —Nabi le había quitado las ganas hasta de comer.

—Y-yo no tengo nada que ver con eso. No recuerdo haberlo hecho, ¡y soy inocente hasta que me digan lo contrario!

A pesar del paripé que estaba montando con él mismo salvándose la vida de un atragantamiento de culpabilidad, me costaba creerle, sobre todo con la selección tan rara de palabras que estaba haciendo.

— ¿Cómo que no recuerdas haberlo hecho? ¡Claro! Seguro que ibas con un pedo que no te aguantabas de pie, mamón. A veces, me perturbas, Datsue.

»Así que no vayas metiendo la duda por ahí, por favor te lo pido, que en suficientes problemas me he metido ya. —

— Ni yo soy tan tonto de ir por ahí contando las locuras que haces. ¡Solo faltaba! Media villa vendría a por ti con antorchas y te colgarían de los huevos en el Jardín de los Cerezos.

Suspiré. Estaba claro que si había decidido declararse inocente incluso ante mí, no iba a sacarle nada más sobre ese tema así que pasé página, relajé la expresión y apoyé los codos en la mesa.

— Vale, diremos que eres inocente. Pasando a lo que me ibas a pedir, ¿qué me ibas a pedir? Y dime que no es un autógrafo, no estoy preparado para ser famoso.

El Uchiha suspiró, aliviado, cuando Nabi dejó pasar el tema. Cuando se ponía terco con algo, ya podía bajar la mismísima Shiona que él se mantenía en sus trece.

—Oh, sí, eso. —Permitiéndose respirar tranquilo, se terminó la tostada de dos grandes bocados—. Pues verás, Nabi. Como bien sabrás, soy un especialista en técnicas de sellado. Mi manejo sobre el Katon no tiene parangón, y mis técnicas ilusorias —a cada sobrada que soltaba, Datsuse parecía asentir con vehemencia, como si entendiese lo que su amo estaba contando—, oh, mis técnicas ilusorias. Esas son de otro planeta. Sé alguna que otra técnica de Fuuton y Suiton, pero aún así, Nabi, aún así, necesito más. Estuve practicando con mi sensei el otro día, y parece que mi cuerpo tiene cierta predisposición para el Doton.

»El problema es que… Bueno, digamos que estoy encontrando ciertas dificultades para… —carraspeó—, para dominarlo, vaya. Pensé que podrías echarme una mano. A ti no se te dan mal.

Tanto Stuffy como yo estabamos preparados para el combo, la andanada de autohalagos que Datsue dejó caer sobre nosotros como una lluvia sobre Amegakure, sin ningún tipo de sorpresa cuando alardeó de lo versado que era en, básicamente, todos los aspectos del arte ninja. Nuestra reacción fue al unisono, rodamos los ojos lentamente, acompasando su extenso discurso.

Hasta que dijo la palabra mágica. Doton.

»El problema es que… Bueno, digamos que estoy encontrando ciertas dificultades para… para dominarlo, vaya. Pensé que podrías echarme una mano. A ti no se te dan mal.

Alcé la mano con la palma abierta mirando hacia él para que se detuviese.

— Primero de todo, ¿"A ti no se te da mal"? Perdona, pero estás hablando con el maestro del Doton. El Doton y yo somos uno. El Doton es como un Stuffy más en mi estilo de combate. Así que cuando hables del Doton, hablas con respeto.

En algún momento del discurso me había levantado, apoyando ambas manos sobre la mesa, volví a sentarme. Ya más relajado, volví a la carga.

— Está bien, te puedo enseñar Doton. Pero, primero. ¿Por qué te interesa el Doton? Si sabes Fuuton y Suiton podrías versarte en esos elementos, claramente inferiores al Doton, o aprender algo de Raiton. Maldito Raiton. Y no me creo que solo porque te digan que eres afín a él te hayas decidido a aprenderlo. Nos conocemos, Datsue.

Oh, sabía que su última frase iba a picar. No la había soltado de manera inconsciente, ni mucho menos. Quería tocarle un poco en el orgullo, para que alardease de las bondades de su elemento y que estuviese más predispuesto a enseñarle cuán magnífico podía ser.

No obstante, Nabi quería saber el por qué.

—Bueno, he visto muchas técnicas de Fūton por mi Hermano. Y están muy bien, ¿sabes? Además alimentan las técnicas ígneas, lo cual me viene de perlas, y puedes hacer auténticos destrozos con eso. —Él lo había descubierto, para su mala suerte, en el enfrentamiento que habían tenido en el Valle del Fin—. Pero yo quiero marcar mi propio camino, distinto al de él. Y que quieres que te diga, no me llenan. El Suiton… Sí, está muy bien, no te lo voy a negar. Con sus Mizu Bunshin, sus tiburones creados a partir del agua. Pero siento que con las técnicas Suiton no estoy en mi salsa. No las siento como mías, ¿sabes? El Raiton… Bueno, bueno —al Uchiha se le hizo la boca agua—. El Raiton son palabras mayores. No descarto aprenderlo en un futuro. ¿Qué manejar tres elementos es de genio? Bueno, por algo me llaman Datsue el Intrépido, compañero. Pero ahora te preguntarás, ¿por qué Doton primero? Bueno, he estado reflexionando, y he estado en la biblioteca. Estudiándome pergaminos de los jutsus para principiantes. Y, joder, el Doton está hecho de otra pasta.

»No es como el Katon, que sirve para quemar o para quemar. Cien por cien ofensivo. No, con el Doton tienes técnicas de apoyo. Tienes cosas con las que jugar, ¿me entiendes? Un elemento no hecho para el ninja medio, eso está claro. Pero para las mentes privilegiadas como la tuya y la mía, oh, eso es una gozada. Tú serás el maestro Doton, Nabi, pero yo me declaro su fan número uno. Para mí el Doton es mi nuevo Dios, al que pienso adorar y rezar cada mañana al levantarme y cada noche al acostarme.

«Fiuuu... ¡Pues espero que le sirva como explicación!»

Lo realmente jodido de Datsue no era que te engañase. Eso estaba más que superado por todos sus amigos, conocidos y enemigos. Todos sabíamos de qué palo iba el Uchiha en cuanto le veíamos pestañear. El verdadero peligro era saberlo y aún así, no poder ignorarle por esa forma tan suya de ganarse tu interés. No es que me encandilase y memorizase a la perfección su discurso, sencillamente, le escuchaba. Lo llamaremos el superpoder de no poder ser ignorado.

— Tienes razón. El Doton te da juego, mucho más que otros elementos. La gente se piensa que el Suiton es versatil. ¿Pero qué hay bajo el agua? Exacto, roca. Pura y dura.

Hice una breve pausa, muy necesaria para dar el enfasis correspondiente a lo que iba a decir.

— Pero, cuando te saques algún invento tuyo y hagas una técnica de Doton capaz de partir la Luna en dos o de hacer diamantes chasqueando los dedos, tendrás que enseñarmela. Como pago a mis valiosas lecciones de vida.

A Datsue le pareció un acuerdo justo.

—Trato hecho —dijo, extendiendo la mano para estrechársela—. Además, sabes que en eso no soy tacaño. A Eri le enseñé los entresijos de mi fuuinjutsu favorito.

Luego le hizo un gesto con el brazo, indicándole que se acomodase en uno de los sillones del salón. En un apartamento tan pequeño como aquel, el salón compartía habitación con la cocina. No había paredes que las separasen, ni mucho menos puertas. Un sofá para tres personas pegado a la pared de la izquierda, y uno de una persona al frente, delante del ventanal.

El Uchiha tomó una taza y la rellenó con una botella de líquido negro que tenía en la nevera, y que desprendía un olor dulzón. Luego fue a tumbarse en el sofá libre.

—Antes de nada, quería agradecerte, Nabi, o más bien a Stuffy —dijo, desviando la mirada hacia el chucho—, que me salvaras de aquel ataque traicionero de Yota. No lo olvidaré —dijo, haciendo un gesto con la taza a modo de brindis y tomando un largo trago.

Datsue, al verse exigido de algo que no era dinero, aceptó gratamente mi propuesta. Mientras me ofrecía aposentar mi trasero en uno de sus modestos sillones que seguramente había recogido de la basura para no tener que comprarlo. Pero como a mi eso me resultaba indiferente, me senté alegremente.

—Antes de nada, quería agradecerte, Nabi, o más bien a Stuffy, que me salvaras de aquel ataque traicionero de Yota. No lo olvidaré

Levanté una ceja mientras él se daba un largo trago de aceite de maquinaria pesada.

— Un poco tarde para eso, ¿no? Bueno, aceptamos tu agradecimiento. Pero volviendo al tema importante, ¿tienes algo que contarme? Siempre que vienes de algún sitio has encontrado algún pellizco más de información o alguna puta locura como que un amenio puede aparecerse en la villa. Quiero asegurarme de saber de cuantas formas pueden jodernos el resto de villas. Así que dime que hay un kuseño que puede hacer aparecer un arbol que se comería el edificio del Uzukage o algo así.

Datsue negó con la cabeza.

—No, no. Nada de eso. Nada tan bestia como un kusareño comiéndose el edificio del Uzukage, al menos. Encontré algo, sí —admitió—. Pero es poca cosa. Seguramente te decepcionará —intuyó—. Nah —continuó, haciendo un ademán con la mano para quitarle importancia—, básicamente me encontré a Ayame de vuelta. El Gobi tomó posesión de su cuerpo. Al parecer se cruzó con una tipa que revertió el sellado. Una tipa que trabaja para Kurama, otro bijuu. Parece que quieren hacer lo mismo con el resto de jinchurikis y dominar el mundo. Ya sabes, lo típico —dio un rápido sorbo a su taza, pasando las piernas por encima del reposabrazos del sillón y acomodándose un poco—. El Gobi en cambio parece ir a su rollo. Que es un tipo pacífico, dice, el muy atrevido. Y nah, poco más la verdad. Reveló que yo era un Hermano del Desierto frente a Juro, y… Sí, de paso me reveló a mí que Juro era también jinchuriki. Del Siete Colas, nada menos.

»Y nada, por lo demás muy poca cosa la verdad.

Había unos momentos muy tensos en nuestra querida villa, momentos en los cuales, nuestro jinchuriki correría verdadero peligro de morir a mis manos si yo fuese un loco colérico y no tuviese el autocontrol extraordinario que me caracteriza. Estuve escuchando su discurso, monologo cómico más bien, donde se hacía el desinteresado por lo que decía. Mientras decía tranquilamente que Juro tenía un bijuu unas siete veces más poderoso que la mierda que teníamos nosotros y que Ayame ahora era el Gobi personificado.

Mientras hablaba, yo le miré serio, procesando la información, y unos segundos más tarde, sonreí. Cerré los ojos con fuerza mientras me restregaba las manos contra ellos sin dejar de sonreír.

— A ver si lo he entendido, porque tengo mis dudas. — empecé, mirandole de nuevo. — Te encontraste con Ayame, que se había cruzado con una "tipa" que le había revertido el sello haciendo que el Gobi la poseyese en plan espiritu maligno. Esa Ayame poseída que reveló que tú tienes algo más que mucha intrepicidad dentro y también que Juro, Eikyu Juro, el jounin kuseño, tiene otro bijuu dentro suyo. Pero además, todo eso está orquestado por un cuarto bijuu llamado Kurama. Porque ahora los bijuus se van poniendo motes.

Hice una breve pausa antes de continuar.

— Dime que era todo metaforico y que Gobi es el nombre del chulo de Ayame y que poseer su cuerpo era en un sentido legal y nada bijuual. Y lo de las siete colas de Juro, espero que eso no sea una metafora y de verdad tenga un bijuu.

Me levanté, sin saber muy bien por qué. Volví a sentarme pero justo volví a levantarme. Empecé a andar por la sala intentando comprender qué coño estaba pasando. Pero es que no tenía ni idea.

— ¿Quien coño es Kurama? ¿Qué cojones está pasando con el mundo?

Entonces me paré en seco y volví a mirar a Datsue.

— ¿Qué va a hacer Hanabi?

Datsue negó con la cabeza. Ojalá, ojalá fuese todo uno de sus cuentos. O tan siquiera una de sus exageraciones. Pero el Uchiha tenía la impresión de que, en aquella historia, hasta se estaba quedando corto.

—El mundo se viene abajo, Nabi. Y nosotros con él. —No estaba siendo dramático, sino realista.

Nabi le preguntó por lo que tenía pensado hacer Hanabi. El Uchiha tomó otro sorbo a la taza y sonrió.

—Eri le hizo llegar una carta de Aotsuki Ayame. Al parecer estuvieron juntas, charlando, antes de lo del Gobi. Una carta en la que pedía perdón por lo sucedido y esperaba que, en el futuro, las cosas se pudiesen solucionar. —Se puso serio—. Así que respóndete a ti mismo, Nabi. Porque en el fondo ya sabes la respuesta.

Me volví a sentar.

—Eri le hizo llegar una carta de Aotsuki Ayame. Al parecer estuvieron juntas, charlando, antes de lo del Gobi. Una carta en la que pedía perdón por lo sucedido y esperaba que, en el futuro, las cosas se pudiesen solucionar. Así que respóndete a ti mismo, Nabi. Porque en el fondo ya sabes la respuesta.

No tenía miedo, no estaba nervioso, tenía ansía. Un ansía más allá de lo entendible para que todo volviese a ser como antes. Para poder ir por el mundo sin tener cincuenta frentes abiertos, poder volver a confiar en la gente, ya no solo eran Amegakure y Kusagakure, es que el mundo entero parecía totalmente lógico e irracional. ¿Tan dificil era volver a usar la cabeza?

— Quiere la paz, así que ¿qué? ¿Iremos a salvar de nuevo a Ayame? Para que vuelvan a escupirnos en la cara, ¿no? Somos tan buenos que parecemos gilipollas, la verdad.

Chasqueé la lengua, molesto con el tema. Vivíamos en un circulo vicioso. Nos tomaban por tontos y nosotros, de buenos que somos, nos dejabamos tomar el pelo. Primero Zoku, luego ambas villas y ahora Amegakure de nuevo.

— ¿Y tú? No has dado tu opinión al respecto y hasta estás serio, ¿debería preocuparme?