5/10/2015, 20:03
Meditar. Hay quienes pueden y quienes no. También están los que les cuesta y los que alguna vez pudieron y ahora ya no. Este último es el caso de Satoru que, complicado, buscaba una solución a su problema; no poder meditar. Él conoce el causante de su problema; había dejado de creer en el mismo, pues empezó a dudar como cualquier adolescente. ¿Será que meditar es un efecto placebo? ¿Y si eso de ser Hijo del Bosque es todo un cuento? Sin embargo este no era su principal problema. Primero debía entender como funcionaba el mundo Ninja del cuál se aisló.
Un día, hablando con las vecinas chismosas de la esquina, escuchó que Akira, esposa de un tendero, estaba preocupada porque su hijo no era el mismo después de volver de una misión cerca de la Torre de Meditación. Satoru se intrigó y solicitó permiso a su asistente social para ir al lugar. Esta aceptó con la condición de que dejara su bandana en la aldea y que sus horas en la academia aumentarían. Aunque era peligroso dejar viajar a un diamante en bruto como era Satoru, con un Ninjutsu único, el grupo de gente detrás de él aseguraba que era necesario que el chico esté a gusto consigo mismo para que termine siendo un Shinobi ejemplar de Takigakure. Podían dejar que el chico se de el gusto de un capricho o dos.
Empacó y pagó un carruaje que tardó un día en llegar al destino. Nada más llegar acampó en el bosque, ignorando la sugerencia de su asistente social de pagar una habitación en una posada.
Cuando los primeros rayos del sol golpearon su rostro, Satoru levanto sus cosas, las coloco en su mochila y se acercó a la entrada a la gigantesca torre que se alzaba delante de él.
Un día, hablando con las vecinas chismosas de la esquina, escuchó que Akira, esposa de un tendero, estaba preocupada porque su hijo no era el mismo después de volver de una misión cerca de la Torre de Meditación. Satoru se intrigó y solicitó permiso a su asistente social para ir al lugar. Esta aceptó con la condición de que dejara su bandana en la aldea y que sus horas en la academia aumentarían. Aunque era peligroso dejar viajar a un diamante en bruto como era Satoru, con un Ninjutsu único, el grupo de gente detrás de él aseguraba que era necesario que el chico esté a gusto consigo mismo para que termine siendo un Shinobi ejemplar de Takigakure. Podían dejar que el chico se de el gusto de un capricho o dos.
Empacó y pagó un carruaje que tardó un día en llegar al destino. Nada más llegar acampó en el bosque, ignorando la sugerencia de su asistente social de pagar una habitación en una posada.
Cuando los primeros rayos del sol golpearon su rostro, Satoru levanto sus cosas, las coloco en su mochila y se acercó a la entrada a la gigantesca torre que se alzaba delante de él.