”¿Qué tipo de poesía?” Las orejas de Ranko soltaron nubecillas imaginarias de vapor y su mente entró en sobremarcha.

—Aaahm… Eeehm… Estee… Ah… —soltó, temblorosa, aunque en voz baja de biblioteca. El libro tembló entre sus manos unos segundos antes de que la chica comenzara a pasar las hojas hacia adelante y hacia atrás de manera casi desorganizada.

”¡Éste! Creo que queda a la perfección después de su poema maldito...”

En el borde de una página estaba escrito un haiku con caracteres blancos. La imagen, que esta vez rodeaba el texto en lugar de oponerse a él en la otra página, mostraba un bosque de bambú cubierto de gotitas, como si fueran perlas. Había una oscuridad extraña entre la madera, como si una sombra se alejara de aquellas plantas.


”¿Éste? No sé… Comparado con lo que él me mostró… Es tan pequeño, tan simple… Pero… Está bien. Él me enseñó un poema que le atraía, yo debo de hacer lo mismo ¿no? Hanamura-san no parece del tipo de persona que se reiría de los gustos de otro, pero…”

Sin decir una sola palabra, apartó un poco la mirada, dio la vuelta al libro y le mostró la página a Kazuma.

Ranko pareció estar un poco sorprendida por la solicitud de Kazuma; y aun así busco un poema de su gustar y se lo mostro tímidamente. Él se levantó un poco del asiento y se estiro para sostener en medio de la mesa aquel libro, al menos durante el tiempo suficiente para leer la página elegida y para no cansar las manos de su acompañante.

—Es un haiku bellísimo, es como lo que percibe alguien antes, durante y después de la lluvia, pero sin verla directamente.

Le agradaba aquel tipo de poesía, tan dedicada a la contemplación de la naturaleza. Creía que aquellos poemas serían capaces de expresar la sensación que daba cualquier sitio, incluso de un lugar tan lúgubre como Hanamura… Aunque no se imaginaba que allí, alguien alguna vez, hubiese contemplado la naturaleza física del lugar… Puede que fuese por la niebla.

—¿Te gusta eso, los poemas relacionados con la naturaleza? —pregunto con un rastro de emocióne e interes.

Al parecer, el chico había disfrutado de la breve lectura del haiku, y lo describió de manera similar a como lo había comprendido Ranko. Ella sonrió, inflamándose levemente de confianza. Asintió con fuerza.

—¡S-sí…! Creo que prefiero a-a… aquellos… Me gustan los poemas sobre la tierra. Las plantas, las flores, las estaciones… El mundo... S-siento que es todo muy hermoso como… como para… para no prestarle atención. Desde… desde el insecto más pequeño hasta el árbol más alto…

De repente se le ocurrió algo. Tardó en ponerlo en palabras, pues no quería meterse en un tema que pudiese poner incómodo a Kazuma, a pesar de que él se había expresado neutral al respecto.

—Ahm… Eh… Ha… Hanamura… El nombre de-de su pueblo es bonito. ¿Hay muchas flores? ¿C-co… cómo es su poesía?

Ranko tragó, y esperaba que el peliblanco contestase con la misma calma y buen humor que había mostrado desde el primer momento. Sin embargo, un pensamiento le hizo sudar.

"¿Hay muchas flores? Aaaaaah, ¡Ranko! ¡Es como preguntar si en Kusagakure no Sato hay mucha hierba! ¡Se va a reír de mi pregunta! ¡Qué tonta!"

—¡S-sí…! Creo que prefiero a-a… aquellos… Me gustan los poemas sobre la tierra. Las plantas, las flores, las estaciones… El mundo... S-siento que es todo muy hermoso como… como para… para no prestarle atención. Desde… desde el insecto más pequeño hasta el árbol más alto…

Kazuma le miro y sonrió con plenitud, aquella muchacha era agradable, pese a ser de motivaciones tan diferentes.

—Ahm… Eh… Ha… Hanamura… El nombre de-de su pueblo es bonito. ¿Hay muchas flores? ¿C-co… cómo es su poesía?

—En mi pueblo no hacen poesía. De hecho, a la gente le importa poca más que las actividades cotidianas —aclaro—. Pero sí que hay muchas flores, campos tan amplios que la mayoría de su cuerpo se pierde en la distancia, allá donde la neblina toca el suelo.

La luz de lámpara que colgaba del techo parpadeo un par de veces, como si ya se le estuviese acabando la vida. Pero Kazuma continúo hablando sin inmutarse:

—Aunque hay algo que suele resultar inquietante: todas y cada una de las flores que allí crecen son una especie única de amapolas, tan agresivas que cualquier otra flor es incapaz de compartir el suelo de la región con ellas, tan ajenas al mundo que las abejas les huyen, tan esquivas que son incapaces de crecer bajo la luz directa del sol, y solo prosperan en la permanente semioscuridad del Paraje sin Sol.

Escuchó con atención cómo Kazuma describía su pueblo natal. Supuso que, si el asentamienro era lo suficientemente pequeño, sería natural que el arte no estuviese dentro de sus prioridades. Sin embargo, la manera en la que el peliblanco lo decía lo hacía sonar demasiado… apartado.

—Tantas flores… S-sería un espectáculo verlas… Creo.

Ranko intentó imaginarse aquellos campos de flores, mas por alguna razón lo que se le vino a su mente fue una cueva. Una que bajaba lentamente, y cuyo interior estaba cubierto de amapolas que daban una impresión espectral. Como si cada una fuese una tumba.

Ranko suspiró en silencio y le dirigió una mirada curiosa a Kazuma.

—Aunque… A-a decir verdad… Su pueblo suena… suena mucho a u-uno de esos poetas malditos que mencionó, Hanamura-san… ¡N-n-no es mi intención of-fender! Sólo… Sólo digo q-que… tal vez Hanamura-san sea el primer poeta de… ahm… de Hanamura.

Sintió el impulso de bajar la mirada de nuevo, pero se obligó a no romper contacto visual.

”Vamos, Ranko, ¡tienes que aprender a hablar con alguien a como los dioses mandan! ¡Mirándose a los ojos! ¿No? ¿Así se hace?”

—Aunque… A-a decir verdad… Su pueblo suena… suena mucho a u-uno de esos poetas malditos que mencionó, Hanamura-san… ¡N-n-no es mi intención of-fender! Sólo… Sólo digo q-que… tal vez Hanamura-san sea el primer poeta de… ahm… de Hanamura.

Kazuma la observo por unos instantes, mientras procesaba aquello que acababa de escuchar con una sonrisa…, una idea interesante, ciertamente.

—Podría ser, pero en aquel lugar las personas son un poco indiferentes a la tristeza o a la felicidad… y creo que a otras emociones de los poetas malditos —reconoció, sabiendo que había algo de eso en su forma de ser—. Aunque ciertamente yo sería el primer poeta de allí…

No creía que de realizarse aquella idea tuviese gran trascendencia. Hanamura era un poblado que ni siquiera salía en los mapas, famoso (o infame en el relatar regional) solo por ser espelúznate y por no ser nada grato con los forasteros… Aunque el mismo no era de allí, era solo una excepción a un primer y único caso en particular. Quizás por eso siempre se consideró una oveja descarriada, pese a que reconocía semejante sitio como su hogar. Y, aun así, ahora que conocía un poco del mundo, de la libertad, no se sentía capaz de regresar, pero tampoco se sentía capaz de desaparecer lo que de Hanamura había en él.

—¿Qué hay de ti, Ranko-san? ¿Serás la primera poetiza en tu familia o tienes aspiraciones más guerreras? —pregunto, curioso por la extraña combinación de sensibilidad y porte guerrero que en ella colisionaban.

—N-no creo que sea raro que u-un poeta… que un poeta pueda servirse de la indiferencia… —Fue su primera respuesta.

Aunque parecía que Kazuma sopesaba la idea de ser el primer poeta de Hanamura, sus palabras le daban a Ranko la impresión de querer apartar a su aldea de sí mismo. Se le hizo un poco raro, entonces, que el peliblanco hubiese tomado para sí el nombre del lugar como su apellido.

La siguiente pregunta del chico le hizo sobresaltarse, pues nunca había considerado si al resto de su familia le interesaba siquiera la poesía.

—Mmm… Ambas, creo. N-no creo que ni padre ni madre se interesen en… ahm… en la poesía. Y Kuumi… mi hermana… mucho menos. Si yo f-fuese una… si yo hiciera poesía… Sí, creo que sería la primera. ¡Aunque no quita que quiera ser una guerrera legendaria!

Por un momento se infló de esperanza y deseos de combate, aunque después de un segundo recordó que estaba en la biblioteca de un evento de poesía, y que debía de comportarse acorde.

—P-perdón… —Pensó que tal vez a Kazuma le habría hecho gracia que, siendo tan tímida y penosa, tuviese un sueño así, mas no dijo nada al respecto —. M-me preguntaba s-s-si… Si después de to-todo esto… Si Hanamura-san ya ha… ya ha decidido participar hoy…

Se habían sumido tanto en una plática sobre la poesía misma que tal vez habían olvidado que habría un concurso en un tiempo. Ranko, gracias a Kazuma, ya no estaba muy nerviosa. Claro que la pena no se iba de su ser, ni el rojo de su rostro, pero se mostraba más animada y sociable. Un poquito, al menos.

Kazuma escucho con interés la forma de aquella frase, “guerrera legendaria”. Y se preguntó a si mismo si una persona como Ranko estaría bien con ello. Bien podía entrenar y fortalecerse hasta alcanzar una reputación que la precediese. Pero eso sin duda le traería una cantidad de enemigos proporcional a la magnitud de su fama. Y finalmente, puede que en aquel punto en donde se pasa de famosa a legenda, se encontrase con que todo lo hasta ahora había ganado implicase un precio demasiado alto.

Quizá, él en particular, veía a los héroes, mártires y legendas como figuras dignas de admiración y aprendizaje, incluso como modelos morales, pero no como caminos a seguir… La fama no le parecía algo suficientemente satisfactorio como para endeudarse con la vida por ella, aquellas penurias no lo valían… Aunque su concepto de vida era algo que se podía catalogar como aburrido por sus contemporáneos. El mismo no se consideraba un héroe, o un guerrero en toda regla. Él era, ante todo, una persona tranquila y discreta, aunque un poco extraña y curiosa.

—P-perdón… —Pensó que tal vez a Kazuma le habría hecho gracia que, siendo tan tímida y penosa, tuviese un sueño así, mas no dijo nada al respecto —. M-me preguntaba s-s-si… Si después de to-todo esto… Si Hanamura-san ya ha… ya ha decidido participar hoy…

—Está bien, es una meta interesante —respondió, dándole a entender que no tenía nada de qué avergonzarse… Y el mismo hubiese compartido su meta, pero supuso que conocer mucho y ser libre era algo demasiado vago e infantil—. Y, si, pienso participar a ver qué tal resulta… Creo que será interesante, divertido.

“Una meta interesante”.

Viniendo de alguien quien, al menos ante Ranko, tenía una perspectiva profunda de cosas como la poesía, aquella frase le llenó de esperanza. Aunque ignoraba la opinión completa de Kazuma, la chica le regaló una sonrisa enorme, pues se sentía honestamente inspirada por su calmada conversación.

El chico le confirmó que sí participaría, ante lo cual la chica amagó dos aplausos, pues no olvidó que se encontraban en una biblioteca.

—¡Me encantaría ver con qué participará, Hanamura-san! Aunque también sería interesante ver contra qué participará…

Quiso seguir enfocándose en el chico, pues ella seguía dividida. Una parte era un rotundo “NO. Ni te atrevas a participar”, mientras que la otra era un “¿será? ¿podría ser que participe?”. Por ello, no quería expresar su indecisión. La batalla de poesía sonaba sumamente interesante, pero la multitud que la escucharía (un par de jueces era sinónimo de multitud para Ranko) le intimidaba en demasía.

—Ya veremos cómo resulta —comento—. Hay que recordar que no se trata solo de la parte poética, sino que también de la marcial.

Y así era, a su declamación tenían que agregarle como acompañamiento alguna danza o movimiento de carácter combativo… Aquel era el elemento que servía para integrar las tradicionales artes marciales a las costumbres de los poetas.

Siguió leyendo algunos libros, tomando notas y transcribiendo los poemas que deseaba presentar. Fue justo cuando dio por terminada su preparación que sonó una campanada larga y aguda, que sin duda era la señal que indicaba el comienzo del verdadero concurso.

—Esa debe ser la señal de inicio, ¿estas preparada? —pregunto mientras se levantaba de la mesa.

La chica se llevó un dedo al mentón mientras alzaba la vista al techo. No había pensado que también necesitaría moverse de acorde con su poesía, tal como había hecho la señora Tano al inicio del evento.

—La parte marcial… Es raro que se incluya… —Esto lo decía solo por su experiencia, pues en su mayoría su contacto con la poesía había sido a través del medio escrito.

”Tal vez es como las imágenes en estos libros… Es un complemento para algo que no puede verse con los ojos…”

Kazuma siguió leyendo y escribiendo de vez en cuando algunos fragmentos de poemas, así que Ranko se dispuso a estudiar su libro de haiku. Después de un rato, sonó una campanada. El chico le preguntó si estaba lista, ante lo cual ella asintió, sonriente.

—B-bu-bueno, no pa-participaré —Su voz era baja, pero decidida —, pero ¡e-e-estoy preparada pa-para apoyarlo… Ha-Hanamura-san!

Se levantó de la mesa junto con él, y se dirigió a la mesita donde se dejaban los libros usados para depositar el suyo. Esperaría a que el peliblanco abandonara la mesa, e iría detrás de él. Por una parte, se le hacía de más educación seguirle si era él el competidor. Por otro lado, no sabía si el concurso sería en la misma habitación donde Tano Kiyomi había declamado.

—B-bu-bueno, no pa-participaré —Su voz era baja, pero decidida —, pero ¡e-e-estoy preparada pa-para apoyarlo… Ha-Hanamura-san!

—Eso también está bien. Gracias, Ranko-san.

El joven se levantó y comenzó a caminar de forma serena pero decidida, esperando que Ranko le siguiese a través del pasillo que llevaba hasta la salida de la biblioteca.

Los organizadores del evento habían aprovechado el tiempo debidamente, pues en la sala principal había multitud de mesas habitadas por los jueces auxiliares. Estaban separadas a intervalos regulares e iluminadas teatralmente por un potente foco para cada una. Los espectadores se reunían alrededor, mientras que los participantes se ordenaban en pequeñas filas, a la espera de su turno para ser atestiguados.

—Esto se ha puesto bastante animado, ¿cierto? —pregunto a su acompañante.

La de la trenza siguió al peliblanco de cerca, pues, al igual que cuando habían ido al jardín, Kazuma fungía de separador de multitudes. Al regresar a la estancia principal, Ranko vio la gran cantidad de mesas, a las cuales los participantes tendrían que acercarse para recitar y actuar sus poesías individualmente. A pesar de que ella no entraría en tal concurso, Ranko tragó saliva y se puso tan nerviosa como al inicio. Simplemente era demasiada gente, y, por alguna razón, sentía que absorbía toda la pena que los otros pudieran sentir.

”Es como si yo misma participara cien veces…” se dijo mientras su rostro se volvía un tomate por enésima vez. Tiempo después pensaría si su cabeza habría aprendido a bombear sangre también gracias a todos los sonrojos de su vida.

—Ha… Hana… Ha-H-Ha… Hana… Ahm… Eh… S-sí. M-m-muy a-anima… mado… Ha-Hanam..

Se mordió la lengua y se llevó una mano a la boca. Había estado muy cómoda charlando con Kazuma todo ese rato. Pero ahora, en medio de aquel gentío, incluso si nadie le prestaba atención a ella, sentía que su corazón estallaría. No podía ser la Ranko de hacía unos minutos rodeada de tantos individuos.

—Perdón. —susurraría, asiéndose de la espalda de la ropa de Kazuma, y siguiéndole como si fuese ella una niña pequeña.

—Perdón. —susurraría, asiéndose de la espalda de la ropa de Kazuma, y siguiéndole como si fuese ella una niña pequeña.

—No pasa nada —contesto amablemente—. Tomémoslo con calma y observemos un poco.

Ya había gente participando, quizás estuviesen esperando su turno desde el primer anuncio. Kazuma no sentía la ansiedad suficiente como para correr y terminar con todo cuanto antes; quería disfrutar del momento, saborear el ambiente y su ánimo. Camino durante unos minutos, asegurándose de que su paso no dejase atrás a Ranko; asegurándose, de vez en cuando, de poder sentir los suaves tirones de su mano en la túnica. Iba alternando entre las mesas, observando y estudiando la presentación de otros.

—Interesante… Observa a ese participante, Ranko-san —dijo, señalando hacia una curiosa presentación: aquel sujeto lucía un traje negro y una máscara simple e inexpresiva, pero sus movimientos y su declamación eran excelentes.

El chico intentó calmarla con palabras, instándole a observar a la multitud. Ella asintió, mas no pudo enfocarse en los participantes por mucho tiempo. Sentía que en cualquier momento la fulminarían con la mirada por interrumpirlos telepáticamente.

A diferencia de ella, Kazuma parecía prestar suma atención a los otros poetas, estudiándolos como un biólogo a una especie muy poco común de cocodrilo. Le señaló a un hombre de negro y máscara, aconsejándole con pocas palabras que lo observara.

Aunque se le hacía raro que alguien utilizara máscara en un lugar así, la interpretación de aquella persona era bastante buena. Sus movimientos no alcanzaban en habilidad a la señorita Tano, pero de igual manera eran notables.

”Sí, es interesante la disonancia entre su apariencia sencilla y opaca, y su declamación hermosa… La máscara debe ser parte de la actuación, como en el teatro.”

—In… Ehm… E-es… G… Genial —Alcanzó a decir con voz quedita y aguda, pues seguía sin recuperarse del impacto de ver la multitud. Se aclaró la garganta antes de continuar. Quiso preguntarle a Kazuma con qué tipo de poesía participaría, o qué tipo de interpretación estaba preparando, pero decidió que era mejor esperar a ver —. ¿L-l-lis… Listo, Hanamura-san? ¿Cu-cu-cuánto cree que t-t-tarde en ser su.. en pa… en ser su turno?

La chica no se soltaba de la ropa del peliblanco. Le daba la impresión de que, en el momento en que lo hiciera, se hundiría en un mar de personas desconocidas, con nada más que su ansiedad para asirse. La calma y casi frialdad de Kazuma contrastaba con el cálido sentimiento que Ranko había desarrollado al platicar con él.