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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Hikariyōbi, 31 de Viento Gris del 217


Cuando los invitados a la fiesta de bienvenida de Inuzuka Nabi fueron subiendo hasta el piso de Datsue, se llevaron una gran sorpresa. Quizá desagradable al principio, pero más que probablemente maravillosa al final. Se trataba de una simple nota, pegada en su puerta:

A todos los invitados a la fiesta de Nabi, yo, Uchiha Datsue, también conocido como Datsue el Intrépido o un Hermano del Desierto, lamenta informarles que la fiesta no podrá celebrarse en mi domicilio…

… porque en su lugar…

…se hará en…

…la JODIDA MANSIÓN DE LOS SAKAMOTO!!! Joder, ¡SÍ! ¡¡¡en la JODIDA MANSIÓN DE LOS SAKAMOTO!!! Habéis leído bien. Así que moved vuestros culos hasta aquí. No creo que tenga que poneros la dirección… pero por si acaso, está en el Barrio de los Pétalos. Es el del castillo enorme, no hay posible confusión.


• • •


Pasaban ya las ocho de la tarde, y el cielo había cobrado un tono anaranjado, mientras los últimos rayos del sol iluminaban la Villa. Allí, en el Barrio de las Flores —barrio donde se concentraban las casas más ricas y ostentosas— había una mansión que destacaba sobre el resto. Mansión, porque casa era una palabra que se le quedaba demasiado pequeña. Era enorme, estratosférica, casi parecía un castillo, al que se llegaba a través de un caminito de piedra que partía en dos un cuidado y colorido jardín. Los enormes portones de la entrada estaban abiertos, y dos jóvenes —rozando la treintena—, parecían custodiarla. Uno era de pelo largo, recogido en una sencilla cola de caballo y con una lanza entre sus manos. El otro, con una larga coleta que le llegaba hasta la cintura, tenía siete katanas. Tres envainadas a un lado de la cintura, otras tres al otro lado, y una última cruzada tras la espalda.

Ambos eran rubios y de piel blanca como la leche.

Entre ellos dos, un joven, que parecía haber acudido con sus mejores galas. Tenía los cabellos recogidos en un moño, con dos trenzas mohicanas en cada lateral, que nacían desde casi el borde del flequillo y bajaban en un arco descendente hasta rozar los hombros, dando un efecto rapado a los laterales de su cabeza. Un pendiente —un simple aro negro— en su oreja derecha. Como vestimenta, y huyendo de sus habituales chándales, un yukata. De color azul oscuro, y los dos abanicos característicos del clan Uchiha bordados en la zona de cada pectoral, de color blanco y rojo.

Ah, estos invitados míos… Siempre dando la nota y llegando tarde —se quejó, por lo bajo. Llevaba ya su media hora allí esperando, y tras ver que su conversación no cuajaba demasiado con la de aquellos dos hombretones, había decidido guardar silencio mientras esperaba la llegada del resto.
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¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



Grupo 0:
Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80

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#2
La joven iba a paso ligero por las calles de la gran y fría Uzushiogakure. Estaban en pleno Viento Gris y a ella no se le había ocurrido vestirse de otra manera, no sé, ponerse algún tipo de kimono largo o quizá una túnica de invierno. ¡Lo que sea! No, ella se tenía que vestir en plan veraniego, con un yukata de color carmesí con detalles negros en las mangas largas y anchas que llevaba, el símbolo de su villa brillaba en su espalda de un color rojo intenso, brillante, que parecía iluminar aquel trozo de la vestimenta de la chica. Llevaba unas medias que le llegaban hasta las rodillas, de color negro y unas sandalias oscuras. Sus típicas coletas ahora se encontraban recogidas en moños altos y el flequillo estaba suelto.

Había ido a casa de Datsue que casualmente no quedaba muy lejos de la suya, pero al muy cretino no se le había ocurrido otra cosa que avisar a última hora que la fiesta no sería en su casa, sino en la de los Sakamoto. Ella casi entraba en cólera por la noticia, pero se relajó y solo pensó en comida y bebida gratis.

Por eso ahora estaba a punto de torcer la esquina que daba a aquella mansión de dimensiones gigantescas muerta de frío y abrazándose a sí misma para conservar el poco calor que tenía en el cuerpo. ¿Cómo narices los Sakamoto habían montado semejante caserón en medio de la villa? Solo ellos lo sabían, Eri, por su parte, solo quería comprobar si tenían la chimenea puesta.

Por fin llegó a la entrada, donde Datsue esperaba, impaciente, a que los demás apareciesen.

H-hola Datsue... —dijo la joven entre tiritonas —. La próxima vez puedes avisar antes, bonito.
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—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
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#3
Tanto rollo con que un Uchiha no olvida ni perdona y esas mierdas, pues un Inuzuka no descansa tranquilo hasta que no se ha meado en tu felpudo tras haberle faltado al respeto y al honor. Y eso es exactamente lo que había hecho Uchiha Datsue, y esa es exactamente la que había sido mi respuesta, mearme en su felpudo, con ayuda de Stuffy, por supuesto. El cabrón no sabía ni de que iba la vaina pero le faltó tiempo para levantar la pata.

Todo esto cuando leí la nota de que la fiesta no iba a ser ahí, tampoco estoy tan incivilizado. Aún así, me supo a poco mearme en su felpudo y a medida que avanzaba hacia la mansión aceleraba el paso, hasta que empecé a correr, con un perro tuerto con la lengua fuera de la boca colgandole por un lado de la boca corriendo a mi lado felizmente.

Finalmente, llegué a la entrada derrapando hábilmente para frenar justo al lado de Eri, a quien había olido metros antes, muchos metros antes. Porque los Inuzuka vamos de ese palo.

¡Tú! ¿¡Qué tal la visita al ginecologo!?

Dije señalando tensamente a Datsue con el dedo indice, llevaba días esperando ese momento para poder soltarle esa coña. Y la paciencia no era mi fuerte, sobretodo cuando era una venganza verbal por haberme dejado colgado inventandose una cita al médico, pero si es un jinchuriki, hombre, eso no hay quien se lo crea. ¡Seguro que había quedado con una moza y no se acordaba y me pego toda la plantada! Lo que más me jode es que me mintió a la cara, el muy cerdo. Así que ahí tenía mi respuesta.

Stuffy bajó el ritmo lentamente hasta ir andando, entonces se acercó a Eri y se puso a dos patas, apoyando las delanteras en sus piernas, aunque casi le llegaba hasta la cintura ya. Le ladró amistosamente con la lengua fuera, esperando caricias por parte de la pelirroja.
Nabi
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#4
Dentro de la residencia Sakamoto todo parecía ser completamente normal. Las paredes ya habían sido restauradas hacía tiempo, los jardines volvían a estar repletos de flores y arbustos, las pequeñas fuentes de agua volvían a estar en pleno funcionamiento y ya todos los residentes iban y venían en su rutina habitual. Algunos con armas entre manos, otros con papeles, cajas, pergaminos, comida, etc. etc. lo normal entre sirvientes.

Pero había una sala en particular, bastante grande a decir verdad como para albergar a unas cincuenta personas sin problemas, la cual estaba decorada con motivos festivos.

La habitación constaba de una chimenea, justo delante una muy extensa mesa cubierta con un mantel blanco e infinidad de platos y cubiertos —nunca se les dio la cifra exacta de invitados— además de sillas bastante elegantes.

Todo en general estaba perfectamente limpio, los cristales brillaban, las telas blancas no tenían ni una sola mancha y los cubiertos parecían nuevos. Allí también, habían diez personas, cinco hombres y cinco mujeres, ninguno alcanzaba los treinta años y todos estaban uniformados, dejando en claro que ellos se encargarían del servicio, además, todos compartían ciertos rasgos, como la piel pálida, los ojos en general claros variando entre celeste, verde y amarillo, y el cabello en general rubio. Entre todos ellos estaba Maki, la criada personal de Noemi, quien había reemplazado a Koko cuando esta fue expulsada del clan.

Aunque claro, todos los invitados e incluso el anfitrión estaban fuera cuando… Deberían de entrar de una maldita vez. Pero claro, algo faltaba, y era que nadie jamás dio la indicación a los guardias de la puerta para que dejen pasar a determinadas personas.

No todos en el clan estaban enterados de la fiesta, entre ellos, cierta persona que Datsue había conocido. Fue así como dicha persona, con una caña de pescar y un balde pasó por la habitación donde la fiesta se desarrollaría sin comprender nada de lo que ocurría, pero sin prestarle mayor importancia. Se dirigió a la puerta, directo a los jardines que deberían de cruzar si pretendían alguna vez ingresar a la residencia y allí le vio, vestido de gala y acompañado de otras dos personas.


La joven de cabellos azabache iba vestida con un yukata negro con rojo, de mangas largas y una falda corta, pero tenía un pantalón que le resguardaba las piernas del frío.

—Señores —saludó con una sonrisa divertida, dirigida principalmente al Uchiha, al cual incluso le guiñó un ojo.

Prefirió seguir su rumbo, sin siquiera molestarse en presentarse ante ninguno de los dos desconocidos. Total, no la iban a volver a ver durante horas, o puede que por el resto de sus vidas.

Sea como fuere, unos minutos más tardes saldría Koko, vestida con un kimono de colores cálidos, con la simple intención de dejarles una indicación a los guardias aunque claro, se encontró con Datsue y un par de shinobis por lo que su atención se vio desviada.

—Ah, ya llegaron —dijo saludando con una reverencia dirigida principalmente a aquellos dos que no conocía—. Pueden ir entrando si quieren. Desde aquí van en todo derecho por el pasillo y ya llegan —les indicó a sabiendas que no sabrían cómo llegar a ninguna parte en la residencia.
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#5
La primera en llegar fue Eri, abrazándose a sí misma y tiritando. «Ah, mujeres… Siempre pasando frío para poder llevar ese conjunto que tanto les gusta», pensó, esbozando una pequeña sonrisa. De haber estado alguien con él en su apartamento, y de haberle leído el pensamiento, seguramente le hubiese llamado hipócrita. Media hora se había pasado frente al espejo, rechazando finalmente la idea de ponerse un gorro de lana blanco y una bufanda simplemente porque no combinaban bien con los colores del yukata.

H-hola Datsue... —dijo la joven entre tiritonas —. La próxima vez puedes avisar antes, bonito.

Ah, si Eri supiese… En aquella semana no había parado. Primero a Yamiria, en busca de sus frascos de la felicidad. Luego a Ushi, a sellarse en un pergamino un pequeño tanque de agua. De ahí a comprarse ropa para el largo viaje que pensaba hacerse con Aiko. Por eso, una nota en la puerta fue el método más eficaz y rápido que se le ocurrió para avisar, teniendo la agenda tan apretada.

Pero no quería aburrirla con tanta explicación, así que simplemente…

Tú sí que eres bonita —replicó, con guasa, guiñándole un ojo. A veces un halago en el momento idóneo hacía milagros: amainaba la tormenta antes incluso de que ésta se produjese—. Por cierto, me gusta ese nuevo peinado. Te queda bien —añadió, no fuese a quedarse corto, señalando los dos moños laterales que se había hecho en lugar de sus habituales coletas largas. Lo cierto es que le gustaba más así, pero tampoco había que pasarse de sincero, o un halago se convertiría en una crítica velada a su anterior peinado… y entonces ya la tendría liada.

Sin tiempo a añadir nada más, Inuzuka Nabi, el invitado de honor a aquella fiesta, hizo su aparición. No podía ser de otra manera que dando el cante, por supuesto, o aquel chico de cabellos marrones hubiese sido un impostor. Llegó derrapando y con la lengua fuera, cual perro exhausto, y lo primero que se le ocurrió decir fue…

¡¿Cómo?! —exclamó Datsue, sin saber si reír, avergonzarse o sentirse ofendido. Al final la mueca que compuso fue una mezcla rara de las tres—. ¿Ginecólogo, yo? ¡Ah! —se llevó una mano a la cabeza—. Por lo del otro día… Serás melón… —Suspiró—. ¿Qué? ¿No te mola el nuevo sitio que el papá Datsue te consiguió, o qué?

La última vez que se habían visto habían fijado el lugar de celebración en el apartamento del Uchiha, un cuchitril que no pasaba de los sesenta metros cuadrados, y de eso… ¡De eso pasaban a una jodida mansión! ¿No era para alegrarse?

Su rostro, sin embargo, parecía indicar lo contrario, y es que a sus espaldas venía...

—Señores.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal, mientras se le helaba la sangre. Era Katsumi, una de las tantas hermanas de Koko. Como todas las Sakamotos, tenían su parte de locura... pero ella era un caso exagerado. Por suerte, se alejó de ellos sin decir nada más, y poco después llegó Koko, quien les dio las indicaciones necesarias para ubicar el comedor. El Uchiha estaba a punto de emprender la marcha cuando de pronto vio a alguien acercándose.

Creo que ahí viene otro invitado… —murmuró, todavía pálido por la visión de Katsumi.

Efectivamente, así era. De la calle por la que habían venido ambos ninjas, ahora se veía a un tercero. Una chica, algo más alta que cualquiera de los tres, que tenía una melena larga y lisa, de color negro. Alejada de su habitual vestimenta ninja, cómoda y flexible para el combate, la kunoichi se había vestido también con un yukata, de falda corta y color violeta oscura, con finas franjas negras cruzándola tanto en vertical como horizontal. Tenía medias oscuras hasta algo más de las rodillas, casi negras. En definitiva, la kunoichi había optado —quizá adrede, o quizá por descuido también— por ropas veraniegas. Aunque parecía no tener tanto frío como Eri… o al menos lo disimulaba mejor.

Los chicos la reconocieron en seguida: se trataba de Aburame Plum.





Bien, pues a ver qué tal fiesta.

Os dejo una pequeña descripción de Plum, que se supone Eri y Nabi la conocen. Si se llevaban bien, mal o indiferente es cosa vuestra. Yo actuaré en función de la reacción de vuestros PJs al verla. El NPC lo creó Akame, por cierto, en esta misión de aquí.


De ojos verdes y expresivos, Aburame Plum es una chica de armas tomar. Muy bromista, exagerada y de humor sarcástico, pero con un fuerte carácter. No tiene miedo a las disputas y al enfrentamiento, y no es de las que se arrugan ante el peligro. No obstante, ello no le impide ser astuta. De hecho, es una de sus mejores cualidades. Eso, y la facilidad que siempre tuvo para manipular a la gente. Tampoco tiene pelos en la lengua: dice lo que piensa cuando lo piensa.

No es de mal corazón, y suele llevarse mejor con las chicas que con los chicos, a los que suele acusar de heteropatriarcas y marichulos opresores cuando la enfadan.

Otra cosa, al final solo pillé un NPC, porque sino va a ser un caos de diálogos. Os pediría que solo trajeseis a uno también (si no os apetece tampoco tenéis porque traer a ninguno, eso ya como queráis). Os refresco la lista de invitados restante que habíamos hecho Nabi y yo:

Uzumaki Cho; Senju Nobita; Akimichi Sora; Uzumaki Hanako.

No hay nada pensado sobre ellos. Lo único, Nobita aparece mencionado en la misión de Akame. Dos chicos le acusan de ser el típico abusón de la Academia.
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#6
Tú sí que eres bonita

Lejos de sonrojarse y comenzar a tartamudear por aquello, la chica puso ambos brazos en jarra y le dedicó una mirada entrecerrada, llena de falso dolor. No solía creerse nada de lo que salía de aquella bien dotada boca, pero aún así, levantó el mentón, orgullosa porque, aunque había elegido mal, sabía que le tenía que quedar bien. Al fin y al cabo lo había elegido para la ocasión. Pero eso nadie tenía que saberlo.

Luego sonrió a Datsue antes de que el añadiese:

Por cierto, me gusta ese nuevo peinado. Te queda bien

Veo que no has cambiado nada desde la última vez —respondió ella acercándose a él con una media sonrisa en su rostro —. Pero gracias, tus palabras siempre son música para mis oídos —alegó mientras apoyaba parcialmente su cuerpo en el del chico, más que nada porque él estaría calentito y ella estaba al borde de la hipotermia —. Ese color de yukata te favorece, por cierto. Y estás demasiado pálido, el frío no te sienta bien, eh.

Ella directamente le soltaba cuatro cosas que no hilaban ni con pegamento, pero bueno, el frío no la dejaba pensar con claridad, así que simplemente se quedó allí. Al ver como aparecía Nabi corriendo —con ropas típicas de un shinobi— y Stuffy a la par, se separó un poco, lo suficiente para poder recibir al perro y acariciarle tiernamente mientras los dos hombres que tenía al lado discutían a cerca de un ginecólogo.

No quería ni saber de qué narices hablaban.

Luego apareció una chica que pareció comerse a Datsue con la mirada, saludándoles, luego se marchó, tal y como había venido. La chica simplemente asintió con la cabeza a modo de saludo, tampoco es que le hubiese dado tiempo a más.

Luego apareció Kageyama Koko, vestida con colores que resaltaban sus rasgos femeninos. La joven les dedicó una reverencia y ella hizo lo mismo, presentándose como era debido.

Buenas noches, Koko-san, yo soy Uzumaki Eri, un placer.

Cuando por fin decidieron que era hora de entrar, Datsue y todos los demás allí presentes pudieron vislumbrar a una joven de cabello tan negro como la noche sin luna, con unos ropajes similares a los suyos, solo que ella parecía no sufrir por el tiempo.

Buenas noches, Plum —saludó la kunoichi cuando la Aburame se acercó lo suficiente para escucharla —. Ha pasado mucho tiempo —comentó con una sonrisa.

Por otro lado de la calle aparecía otra sombra, caminaba lentamente y parecía que no llevaba prisa, pero cuando su silueta se apreció bajo una de las farolas de la calle se pudo ver a un chico de dimensiones algo exageradas, con el pelo peinado pulcramente y recogido en una pequeña cola baja, con algunos mechones más cortos repartidos por delante de su frente. Sus ojos eran claros reflejos del mar, azules y brillantes.

Vestía un kimono sencillo de color marrón y unas sandalias de madera oscuras. Unas marcas rojas adornaban sus rechonchas mejillas, que se encontraban llenas de lo que podrían ser regalices bastante largos y de color rojo, sabor frambuesa. En su mano derecha reposaba un libro abierto.

Aquel chico era Akimichi Sora.

Qué hay, chicos —saludó al llegar.
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#7
. ¿Ginecólogo, yo? ¡Ah! Por lo del otro día… Serás melón… ¿Qué? ¿No te mola el nuevo sitio que el papá Datsue te consiguió, o qué?

Miré por primera vez la enorme mansión que se levantaba tras él, desde luego hay que ver lo fácil que es ser rico. Le miré a él y otra vez a la mansión.

Tio, si nos colamos ahí para hacer una fiesta nos van a quitar la bandana para meternosla por el...

No seguí porque estaba Eri por detrás y no parecía muy caballeroso hablar de sodomización con bandana shinobi con una damisela escuchando así que le hice un gesto con la cabeza a Datsue dando por entendido el resto de la oración.

Ahora que la cosa se había relajado, tanto él como la pelirroja podrían contemplar mi hermosa camiseta de manga larga, negra, con el simbolo de la villa a un lado y unos colmillos amarillos en la zona del corazón, así como una oración digna del mejor filosofo de color dorado, la oración, no el filosofo. Decía así "Dos perros pueden matar a un leon" y ya está, no era graciosa, había decidido subir un poco la dignidad para aquella ocasión especial. De pantalones llevaba un hakama color marrón doton y en los pies las sandalias negras shinobi normales.

Mientras esperabamos a los demás y yo cotilleaba todo lo posible sobre la mansión apareció una chica de dentro de la casa que no tenía ni idea de quien coño era.

—Ah, ya llegaron. Pueden ir entrando si quieren. Desde aquí van en todo derecho por el pasillo y ya llegan

¿Y tú quien eres?

Mi mente iba a otro ritmo, no parecía siquiera pensar en que igual estaba preguntandole de una forma que podía parecer demasiado directa, e incluso una falta de respeto y de educación, su identidad a una chica de la nobleza o por lo menos del lado rico de Uzushiogakure. Influencia era una palabra inexistente en mi diccionario, como logica, raciocinio, paciencia, inteligencia y tantas otras de ese estilo.

Poco pensé en ello pues entonces empezó a salir gente como si saliesen de debajo de la piedras justo cuando Datsue parecía listo para adentrarse en aquella fortaleza de dinero. En cuanto avisó que venía alguien más mi nariz se puso alerta, reconociendo el olor a bicho tan caracteristico.

¡Hey, Plum-chan! ¿Qué tal están tus bichos?

La saludé girandome y agitando el brazo para saludarla, me hubiera acercado, pero estaba un poco loca así que igual se ponía violenta ante mi presencia tan viril y perruna. La distancia me proporcionaba cierta seguridad así como más tiempo para reaccionar si me lanzaba algún shuriken.

De nuevo, mi mente pronto se olvidó de esa tensión con la aparición de otro integrante del grupo. Esta vez era un Akimichi, que se acercó leyendo un libro y comiendo regalices, corrí hacia él sin creermelo. Me paré a su lado y hundí mi indice en su barriga.

Tio, ¡has engordado! ¡Datsue! Me debes 100 ryos. ¡Te dije que era capaz de engordarse todavía más!

Solté mientras volvía a señalar al Uchiha. Si pensaba que me iba a olvidar de alguna de nuestras apuestas iba listo, podía olvidar los sellos de un jutsu que había usado cien veces pero Inuzuka Nabi nunca olvida una apuesta sobre obesidad infantil, ¡NUNCA! Mientras hundía mi dedo una y otra vez en las profundidades misteriosas de la panza de Akimichi Sora, de detrás suyo apareció una sombra que se convirtió en humano.

Hola

Una voz monotona y llena de amargura y soledad entró en mis oidos con una cercanía que hubiera conseguido que me mease encima si no fuera porque ya había descargado todo mi liquido sobre el felpudo de Datsue. De detrás del Akimichi salió una figura encogida, caminando ligeramente curvada con una mano levantada levemente como si saludase o algo. Vestía una camiseta de manga corta gris clarito y unos pantalones cortos de un gris más oscuro, y tenía una melena carmesí que el llegaba hasta media espalda, muy despeinada.

La invitación ha sido todo un detalle, pero la próxima vez no dejes el felpudo de tu casa lleno de pis, Datsue-san.

Parecía que le faltaba el aire cada vez que hablaba y su tono se volvía más monotono por segundos, como si lo perfeccionara con cada intervencion. Yo por mi parte pensaba que igual no era normal que el corazón hubiese dejado de latir unos segundos despues del susto que me había dado aquel Uzumaki, al mismo tiempo que recordaba, tarde, que aquel chico no olía a nada.

Una vez nos recogimos todos ante la puerta de la mansión solo faltaba que Datsue o la propietaria de la casa, fuera quien fuera y estuviera donde estuviera, diera paso a entrar. Al mismo tiempo que pensaba en como coño se me podía haber olvidado que Hanako no olía a nada, la idea de que tendría que haber duchado antes de venir tambien hizo acto de aparición, pero la deseché rapidamente.
Nabi
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#8
Solo Datsue pareció reaccionar ante la aparición espontánea de Katsumi, tal y como ella se lo había esperado, pues le había ridiculizado sin el más mínimo esfuerzo. De cualquier modo, así como apareció se fue, sin prestarles atención a los demás porque… No le correspondía, ni tampoco le interesaba.

Más tarde llegó Koko, quien dio un par de indicaciones y en respuesta recibió la presentación de una joven de cabellos rojos y ojos celestes, y luego, una pregunta un tanto más tosca de parte del chico de cabello castaño.

Alzó la ceja y lo miró de pies a cabeza, notando fácilmente que no iba muy arreglado en comparación con los otros, o incluso en comparación con los próximos en llegar, como la tal Plum y otros dos que no ubicaba de nada.

—Kageyama Koko, estaré deambulando para asegurarme que no se cargan nada —le dijo sin ningún reparo, bien poco le importaba lo que pudiera llegar a responderle.

Después de todo, su palabra y la de cualquiera de los Sakamoto iban a ser leyes incuestionables dentro de la residencia.

—¿Van a entrar? —preguntó dedicándoles un gesto a los guardias para que lo permitieran.

Solo esperaba que nadie decidiera practicar ninjutsu ahí adentro.
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#9
Datsue pasó un brazo sobre los hombros de Eri cuando ella se acercó en busca de calor, e hinchó el pecho, como un pavo real, tras ésta decirle que le favorecía el color del yukata. ¡Pues claro que le favorecía! Se había pegado media hora para elegirlo, ¡cómo para no hacerlo! No obstante, su breve momento de vanagloriarse pronto pasó, justo en el momento en el que ella resaltó su palidez. La achacó al frío, mas la kunoichi no podía estar más equivocada respecto a aquel asunto.

«Shukaku…» El monstruo que llevaba en su interior era el responsable de su actual piel pálida. Haberse pasado medio verano encerrado en el Valle de los Dojos tampoco había ayudado, claro. Apenas había tenido tiempo de tocar las blancas arenas de Uzu y ponerse al sol. Eso, sumado a que ahora casi no podía dormir, daban su actual resultado.

Pero no quería aburrirla ni preocuparla con todo aquello.

Por cierto… —añadió, en susurros, mientras Nabi corría hasta ellos—. Recuérdame luego que te pida consejo sobre algo.

Le guiñó un ojo, y no volvió a mencionar el tema. Las bromas con Nabi fueron sucediéndose, mientras Stuffy, claramente rencoroso, se iba directo hacia Eri, pasando olímpicamente de Datsue. Todavía debía tenerle guardada al Uchiha que éste se hubiese olvidado de su existencia, cuando hizo aquel desafortunado comentario en su apartamento. «Ay, Stuffy, Stuffy… El resentimiento no lleva a ningún lado, amigo mío»

Entremedias, Katsumi había pasado por allí. Koko había salido, quizá algo impaciente porque entrasen de una vez. Plum también había llegado, quien devolvió la sonrisa a Eri y la saludó de forma enérgica, con un gran apretón de manos y dándole un par de palmadas en el hombro. Con Datsue no fue tan efusiva, aunque también pareció alegrarse de volver a verle. Con Nabi… A Nabi le dedicó una larga mirada, como queriendo analizar si su comentario sobre los bichos era otra de sus bromas para meterse con ella o lo decía sin malicia. Pareció optar por lo segundo.

Están de puta madre —respondió, con el ceño fruncido—. ¿Y tú? Pensé que la Aldea ya se había deshecho de ti —soltó, en un tono ambiguo, sin dar mucho a entender si estaba bromeando o simplemente decepcionada. Decepcionado porque efectivamente no se hubiesen deshecho de él.

Segundos después, fue el turno de Akimichi Sora en aparecer. Datsue no pudo evitar fijarse en…

Tio, ¡has engordado! ¡Datsue! Me debes 100 ryos. ¡Te dije que era capaz de engordarse todavía más!

... justamente eso. El Uchiha se puso todavía más pálido. Primero, por lo mal que le estaba dejando quedar Nabi. Segundo, por los cien ryōs que acababa de perder. Especialmente fue por lo segundo.

Rio, pasando esta vez su brazo por los hombros de Nabi y dándole una sonora palmada en el pecho.

Ni caso, Sora. ¡Ya sabes lo bromista que es este tío! —exclamó, con una risita nerviosa, propinando a Nabi otra palmada en el pecho. «Maldito hijo de la gran… ¿¡Cómo se le ocurre decir esas cosas frente a él!?»

Pero la suerte quiso sonreírle en aquel momento, pues justo en aquel instante apareció Hanako. Aquel tío siempre le había dado algo de mal rollo. Siempre tan solitario, tan callado. De hecho, hubiese apostado mil ryōs a que no acudiría a la fiesta, y Datsue no apostaba por apostar.

Fue entonces cuando algo de lo más surrealista sucedió: Hanako soltó una broma. A Datsue casi le explota el cerebro. Aquello era como ver a un kusareño ganando un combate.

¿Qué dices, tío? ¿Cómo iba a…?

Es cierto, olía que echaba para atrás —agregó Plum, componiendo una mueca asqueada.

Datsue pasó la mirada de uno a otro, primero reticente, como si creyese que estaba siendo objeto de alguna broma, pero luego dudoso… Sus ojos fueron parar finalmente a Stuffy. Aquel perro… realmente se la tenía jurada por lo de la otra vez.

¡Stuffy! —rugió, señalándole con un dedo, acusador—. ¡No me digas que has sido tú por lo de la otra vez! ¡Nabi! —giró la cabeza como un rayo—. ¡¿Dejaste que se mease en mi felpudo, tío?!
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Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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#10
Por cierto… Recuérdame luego que te pida consejo sobre algo.

La joven asintió al mismo tiempo que desde la lejanía se podía ver una melena castaña moviéndose de un lado a otro sin permiso por la carrera de su dueño. La joven se separó y recibió a Stuffy mientras todos hacían acto de aparición.

El pobre Akimichi no sabía muy bien donde meterse después de que el Inuzuka le dijese que había engordado más. Nabi seguía con la misma lengua de trapo que antes, al menos podía tener un poco más de tacto. Sonrió un poco forzado antes de que una voz a sus espaldas dijese un escueto hola, y otro Uzumaki hizo acto de presencia en la fiesta, alegando poco después que el felpudo de Datsue olía a pis.

Eri frunció el ceño, ella no había olido nada por el estilo. Luego miró a Stuffy que aún estaba cerca de ella y creyó comprender qué había pasado.

¡Stuffy! ¡No me digas que has sido tú por lo de la otra vez! ¡Nabi! ¡¿Dejaste que se mease en mi felpudo, tío?!

La joven no pudo evitar carcajearse ante la situación. ¡Eso le pasaba por cambiar en el último momento el lugar de la fiesta! Luego miró divertida a los demás, Sora, por su parte; había ocultado parcialmente su cara por detrás del libro que leía para evitar que vieran su amplia sonrisa. «Cómo no» pensó la chica «Estos dos no cambiarán nunca.»

Miró de reojo a Koko, la verdad es que era hora de entrar por fin.
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—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
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#11
Estaba claro que si había algo que a Datsue lo sacaba de sus casillas era perder dinero, eso le pasa por apostar en contra de la obesidad de un Akimichi, es como apostar por la higiene de un Inuzuka, tirar los ahorros vamos. Vino a agarrarme y a pegarme disimuladamente mientras me daba por bromista, bromista mis peludos y asalvajados cojines. Obviamente, iba a replicarle ferozmente que podría ser muchas cosas pero nunca alguien que perdona una apuesta sobre grasa pero alguien se me adelantó.

Si esa oración hubiera salido de cualquier otra boca, todos hubieran pensado que se trataba de un chiste de mal gusto, sobretodo si hubiera salido de la mía. Para mi desgracia, salía de la de Hanako, el anti-humor. En ese preciso instante la mente de Datsue ató cabos, aunque su corazón aún se negase a creerlos.

¡Qué tarde se ha hecho! ¡Habrase visto con que presteza se acelera el paso del tiempo en buena compañia! Vamos a ir entrando pa dentro.

Usé mis mejores cartas para intentar obviar las palabras sobre pis que se habían vertido sobre esta hermosa tarde.

¿Qué dices, tío? ¿Cómo iba a…?

Es cierto, olía que echaba para atrás


¡Stuffy! ¡No me digas que has sido tú por lo de la otra vez! ¡Nabi!. ¡¿Dejaste que se mease en mi felpudo, tío?!

Igual debía replantearme mis dotes diplomáticos. Stuffy los ignoraba mientras se lamía los huevos, literalmente.

¡Sí, hombre! ¿Tengo que vigilarlo hasta cuando hago mis necesidades?

Definitivamente, las dotes diplomáticas acababan de suicidarse.

Tio, es que me meaba y vas y cambias el sitio a la otra puta punta de la villa. ¡Era cuestión de vida o muerte! Y Stuffy cuando ve a alguien aliviarse, siente la necesidad imperiosa de imitarle. Ya te compraré otro felpudo mucho mejor y más hogareño. Y que absorba mejor el pis, porque el que tienes ahora no ha absorbido nada, de hecho, diría que ha empezado a soltar más orina de la que yo le he echado.

Cerré la boca para hacerle un favor a todos los presentes ya que tenía pensado seguir un poco más en mi explicación de como se iba inundando poco a poco el piso y se hacía un pequeño rio en dirección a la puerta contigua del Uchiha, que fuere de quien fuera ahora tambien tendría pis en su recibidor. Y que esperaba que los dos mil sellos que le pone Datsue a su puerta incluyese uno de impermeabilidad y otro que impidiese que el olor se filtrase. Sino...
Nabi
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#12
Por un instante pareció que el dueño del perro iba a guiar a todos al interior de la vivienda, pero no fue así. Una vez más siguieron hablando de un felpudo meado y una apuesta que poco tenía que hacer con ella así que simplemente suspiró, intercambió una mirada fugaz con la pelirroja y con un leve gesto le indicó que si así lo deseaba podía seguirla al interior de la residencia.

Lo hiciese o no, la rubia se internó en los infinitos pasillos de la mansión Sakamoto donde no pudiese ser vista fácilmente desde la puerta de entrada.

Por otra parte, a los guardias poco parecía importarles lo que aquellos invitados hablaban, sencillamente permanecían allí, estáticos dando la sensación de que ni siquiera estaban respirando.
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#13
Eri carcajeándose, Plum riéndose todavía más alto, ¡y hasta juraría que el cabrón de Sora se sonreía tras el libro que casualmente tapaba ahora su rostro! No era para menos. De haber estado en su lugar, el Uchiha se hubiese reído el doble, mofándose incluso de la situación. Pero las cosas cambiaban mucho cuando era uno el objeto de broma.

Apretó los puños con fuerza y tensó la mandíbula, mientras el sharingan refulgía en su mirada, conteniéndose a duras penas de echarse sobre Nabi y liarse a golpes.

Sabes que me vengaré de esto, ¿verdad?

Y oh, cuando se trataba de venganzas, Datsue era implacable. Aunque sí era cierto que se le empezaban a acumular: Gouka, de la Ribera del Sur; Ayame, de Amegakure; Sakamoto Katsumi; y ahora, Nabi. Más le valía empezar a tachar nombres. «En cuanto resuelva lo de Aiko y la Marca del Hierro tengo que ponerme con esto seriamente. Con Ayame la primera», se juró. La muy maldita, no contenta con interrumpirle su primera vez, ¡le había robado a su pareja musical! Aquello ya no eran simples niñerías, se merecía una venganza a la altura.

Sacudió la cabeza, tratando de quitarse aquellos dramáticos pensamientos de la cabeza. Estaban a punto de celebrar una fiesta, y el Uchiha hacía tanto que no estaba en una que quería disfrutarla. Koko había encabezado ya la marcha hacia el interior de la mansión, y Plum, tras darle una palmada a Eri en el hombro, la siguió.

Tía, menuda mansión —susurró en el oído de Eri, para que nadie más la oyese—. ¿Te imaginas vivir aquí? Joder, creo que me perdería entre tanta habitación.

Datsue las siguió también, poniéndose al lado de Hanako y Sora.

Me alegro de veros por aquí, joder. Desde la graduación no os veo el pelo. ¿Cómo os va? —preguntó, interesado, y dándole estratégicamente la espalda a Nabi. No pensaba perdonarle así como así.
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¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



Grupo 0:
Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 1:
Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80

Grupo 2:
Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 5:
Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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#14
Paró de reírse en cuanto Nabi explicó que el primero en orinar sobre el felpudo de Datsue fue él y el perro lo imitó, no sabiendo si debería tomárselo a broma o como algo serio que debería mirarse. Aún así simplemente se apartó un poco y esperó a que todos decidiesen internarse en la mansión de los Sakamoto. Ella y Plum decidieron ir detrás de Koko, quien iba la primera de todos.

Tía, menuda mansión. ¿Te imaginas vivir aquí? Joder, creo que me perdería entre tanta habitación.

Y que lo digas... —murmuró ella, poniendo una mano al lado de su boca para intentar amortiguar su voz y que Koko no escuchase —. Además, ¿de dónde sacarán tanto dinero? ¿Venderán a los hijos?

Mientras las dos kunoichis intercambiaban chismorreos como normalmente hacían en la academia, sentándose juntas; Datsue iba detrás de ellas con Sora y Hanako. El Akimichi, algo nervioso porque estaban dejando a Nabi el último, se removía inquieto y se estiraba el cuello de sus ropas sintiendo el sudor corriendo por su espalda, aún estando en pleno invierno.

Esto... A mí me va bien... —respondió el chico guardando su libro bajo la manga derecha —. He hecho un par de misiones y me fui de viaje con mi madre, ya la conocéis, le encanta probar bocatas de diferentes lugares del mundo... —soltó una tímida risa, no muy alta —¿Sabéis lo mejor? Que me dejaron ordenar todos los libros de la academia, me regalaron unos cuantos...

Contaba el Akimichi, ilusionado.
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—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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#15
Sabes que me vengaré de esto, ¿verdad?

Los ojos rojos de Datsue no eran extraños para mi, aunque era una de las pocas veces que me miraba a mi con ellos, y joder, que mal rollo. Él era una de las pocas personas que podía ponerme los pelos de punta solo con sus palabras y una mirada, por lo menos en nuestra generación. Sin embargo, conocía bien a ese Uchiha, si no tenía que ver con dinero tampoco sería algo a vida o muerte. Aún así, hasta Stuffy sintió las malas vibraciones que desprendía Datsue y se rezagó para acercarse a mi, seguramente temiéndose lo peor.

Cuanto tiempo, desde que sentí un escalofrío, cuanto tiempo, desde que me hirvió la sangre de esa manera. El animal dentro de mi se removió y con la mirada aún clavada en él, incliné levemente el rostro hacia atrás, aceptando inconscientemente el reto.

Cuando quieras.

Veía sus ganas de lanzarse a por mi y deseaba que lo hiciera, y eso me perturbó. Tal vez Eri tenía razón y me había asalvajado más de la cuenta con aquel viaje. El tono sonaba agresivo y serio como nunca había salido algo de mi voz, algo en el carmesí de sus ojos excitaba lo carmesí de mi sangre. Por suerte, él mismo decidió dejar pasar el asunto y yo no iba a insistir.

El perro estaba interpuesto entre él y yo, intentando disuadirme de algo que ni siquiera yo sabía qué era. Suspiré y me rasqué la parte de atrás del cuello, despreocupandome y despreocupandole en el proceso. El truhán de Datsue se había ocupado de unirse a la marcha hacia el interior de la mansión llevandose a Sora y Hanako en el proceso, claramente en un intento por aislarme socialmente y que llorase. Pero lo que él no sabía es que podría quitarme a mis amigos pero jamás minar mi estupidez, digo, mi voluntad.

Stuffy y yo les seguimos a una distancia prudente para que no pudiesen oír muy bien las tonterías que decíamos, bueno, que decía, porque el can solo decidía mirar las cosas que yo le señalaba y soltaba un ladrido en respuesta. Siempre el mismo ladrido indiferentemente de mi comentario al respecto.

Hanako, que iba al lado de Datsue, no decía nada ni parecía dispuesto a hacerlo, más bien escuchaba y pensaba, sin llegar a culminar esas acciones con actos. La mayor respuesta que habían obtenido de él había pasado desapercibida por el follón, y había sido una mueca parecida a una sonrisa cuando todo el tema del pis salió a la luz. Pero las miradas le esquivaban más que a mi, lo cual era algo digno de mención, así, mientras el Akimichi contaba su historia, él se mantenía en silencio, escuchando y pensando.
Nabi
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