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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Yachi, aquella aldea situada prácticamente en la frontera del País de la Tormenta y de los Bosques, no solo era famosa por sus impresionantes paisajes, sino también por su producto local: la calabaza. Mamá me había hablado de ella y de la festividad de aquella época del año en una aldea cercana a su ubicación. Por lo visto tenían la costumbre de festejar el día de los muertos, donde recordaban todos aquellos seres queridos que se habían ido y ahora habitaban los dominios del Yomi. al parecer toda la aldea se disfrazaba para la ocasión y hacían una gran fiesta.

Nosotros teníamos a papá en el Yomi, después de todo lo que sucedió en el Valle Aodori, cuando firmé el pacto de sangre con las arañas. Por ello, decidimos viajar hasta allí y, en lo personal, la verdad es que tenía muchas de ver todo lo que rodeaba aquella festividad.

Tras dos intensos días de viaje, al fin llegamos y me quedé fascinado ante lo que pude ver. Las calles y las casas estaban decoradas por todas aquellas calabazas y por un aspecto algo fúnebre. En aquellas calabazas se esbozaban rostros de todo tipo; tristes, alegres, risueños... Sin embargo al ver corretear a los niños y a los habitantes, incluso los que habían viajado para la ocasión distaban de reflejar una sensación de miedo o tristeza, reían y se lo pasaban bien. Algunos niños incluso iban disfrazados; de bruja, de fantasmas, incluso algunos con calabazas en la cabeza como si fuera un casco o una máscara.

En cuanto a nosotros, lo primero que hicimos fue buscar un lugar en el que hospedarnos ante de empezar a disfrutar de la fiesta y, finalmente encontramos una habitación en un lugar llamado el viajero incansable. Estaba situado en el centro y muy cerca del punto de ebullición de la aldea.


— Esto es impresionante mamá

— Ya te dije que lo pasaríamos bien, Yotita — dijo, risueña

— ¡Incluso yo podría pasar desapercibida! — dijo Kumopansa, y la verdad es que no le faltaba razón.
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Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa
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#2

Me he tomado la libertad de ponerle nombre al pueblo... como no lo mencionas en ninguna parte, lo vi conveniente. Espero que no te moleste.

Daruu se ajustó la bota del traje con dificultad, que casi más parecía una zarpa, y se miró al espejo. «Ridículo», pensó. «Estoy haciendo el ridículo. Debí buscar otro traje diferente». El espejo le devolvió una imagen distorsionada de sí mismo, vestido con una túnica tan negra como la noche sin luna y unos guantes y unas botas con forma de patas de gato. Dos orejas puntiagudas adornaban lo alto de su cabeza, y llevaba maquillaje para los bigotes y para la punta de la nariz. Sus ojos, habitualmente púrpuras, vestían disfraces dorados, lentillas con la pupila rasgada. Las marcas de su mejilla habían sido pintadas de negro para la ocasión.

En compañía de su madre, Daruu había viajado a Yachi para hacer una limpieza general a la cabaña de vacaciones de la familia Amedama. Ahora que la mujer había recuperado los ojos, insistía en visitar su segundo hogar para, cita literal suya, "ver lo cochambroso que me has dejado el sitio". Tras un par de días dejando todo como una patena, los dos se habían puesto sendos disfraces para disfrutar de las habituales festividades de Viento Gris de Kabotaro, una aldea cercana. Pese a la negativa insistente de Daruu, Kiroe presentó un ejército de muecas tristes manipuladoras y de chantajes emocionales. Además de su arma secreta.

Contarle la idea a Ayame, e invitarla.

¡Ayame! ¿Cómo vas? —exclamó Daruu—. Ma... ¿mamá? ¿De qué vas tú?

¡De parca! —Kiroe apareció bajando las escaleras y con otra túnica negra, encapuchada, con el rostro pintado como si fuese una calavera y con un utensilio muy familiar asido firmemente en la mano derecha...

Mamá. ¿Eso es un rodillo?

¡De parca pastelera!


· · ·


A Daruu se le pasó enseguida la sensación de ridículo. Le habían contado que era una fiesta dedicada a los muertos, de modo que había pensado que la gente iría con disfraces algo más terroríficos. Pero en aquella fiesta primaba más el humor y una estilizada visión del horror que la representación de un inframundo real. Los niños corrían de un lado para otro con calabazas en la cabeza. Gente vestía con atuendos más cutres que los suyos, incluso había quien había manufacturado los vestidos.

Ay, si yo estuviera aquí con el carro de bollitos...

Bueno, mamá. Calma, tómate un día libre.
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#3
—¡Ayame! ¿Cómo vas? —escuchó la voz de Daruu al otro lado de la puerta.

—M... ¡Más o menos! —exclamó ella en respuesta, terminando de subir la cremallera de su costado—. ¡Enseguida salgo!

Con ojo crítico, se miró al espejo, girando varias veces sobre sí misma. Sus ropajes habituales habían sido sustituidos por un vestido negro con motivos azules que se ajustaba a su cintura, y después caía con un elegante vuelo hasta sus rodillas, y unas gruesas medias del mismo color oscuro que abrigaban sus piernas. Calzando sus pies, unas botas puntiagudas de talle alto y, completando el disfraz, un sombrero también puntiagudo para su cabeza y una escoba. Ella nunca había participado en una fiesta de disfraces, si dejaban aquella infantil pero divertida representación teatral que tuvieron que hacer en una de sus misiones, por lo que no tenía muy claro si estaba haciendo aquello bien. Sin embargo, sí tenía claro que uno de sus objetivos primordiales era ocultar su identidad, por lo que completó el disfraz con un antifaz negro que cubría la mitad superior de su rostro, a excepción de sus ojos.

«Técnicamente seguimos estando dentro del País de la Tormenta, pero...»

Demasiado cerca de la frontera entre los tres principales países. No quería arriesgarse a que alguien la reconociera y sembrar el pánico entre la gente.



. . .



Días atrás, la invitación de Kiroe de acompañarles a Yachi para ayudarles a limpiar su peculiar cabaña de vacaciones la había pillado completamente desprevenida, pero Ayame no necesitó más que un par de segundos para aceptar. Aunque una vez allí casi se arrepintió al recordar que ella había estado en Yachi hacía un año, y que había sido por aquellas mismas fechas cuando se había quedado encerrada en una suerte de terrorífica casa encantada con tres shinobi más.

«No pasa nada. Estoy con Daruu-kun y Kiroe-san. No tiene por qué volver a pasar nada malo... ¿No?» Se repetía una y otra vez, en su afán de quitarse el miedo del cuerpo. «Además, no estamos en el mismo Yachi...»

A lo que ayudó sin duda cuando vio a Daruu vestido de chico-gato y a su madre de una especie de Muerte con rodillo de cocina. Casi se atragantó al verles.

—¿Sabes a quién me recuerdas? —le comentó a su pareja, abrazándose el estómago entre risas inaguantables—. Al chico de esa serie tan mala de superhéroes de Uzushiogakure —Formuló, incapaz de aguantar las carcajadas—. Ya... ya sabes... La de la chica mariquita y el chico gato... ¡Ay! ¿Cómo se llamaba?

Y más risas. Lástima que con el antifaz no podía limpiarse las lágrimas.
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#4
— ¡Vamos, vamos, vayamos afuera!

Ya nos habíamos acomodado en aquel hotel y ardía en deseos de ver lo que se cocía en las calles, ver lo que hacia la gente en aquella festividad tan peculiar.

— Yo me estiraré un rato que estoy un poco cansada. Hazme el favor y no vuelvas tarde, ¿eh?

Hice un ademán con la mano.

— Sí, sí, vale. Veré qué puedo hacer al respecto — dije para tranquilizarla — Vamos, Kumopansa, vayamos a la calle

El animal dio un salto y se subió a mi cabeza, como siempre solía hacer. Minutos más tarde, cruzamos el umbral de la entrada de aquel sitio para mezclarnos con la muchedumbre. Lo que estaba claro es que resaltábamos. Y en aquella ocasión para tener una pinta normal. Raro era el que no iba disfrazado de algo aunque... Llevar una araña en la cabeza debería contar como disfraz, ¿no? en cualquier caso, no era algo que me preocupase demasiado en aquel momento.

— La gente es bastante hortera, ¿no crees?

— Solo son disfraces. Intenta disfrutar de la fiesta, anda
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#5
Y entonces, por el rabillo del ojo, Daruu detectó la presencia entre la multitud de una cabeza que destacaba por encima del resto. No por la araña, que pasaba desapercibida —entre los disfraces de la fiesta—, sino por aquella tez cetrina y aquellos ojos dorados que alguna vez había conocido.

¡Yota-kun! —ahogó una exclamación—. ¿Qué hace él aquí? —Desconfiado, apartó la vista y trató de acelerar el paso.

¿Quién es, un amigo tuyo?

Lo fue, pero es de Kusagakure. Y ahora mismo sólo podemos confiar en ninjas de nuestra aldea. ¡Rápido, alejémonos!
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#6
Sintió a Daruu tensarse junto a ella. Ayame le miró, extrañada, y al ver sus ojos violetas clavados en algún punto entre la multitud, siguió la dirección de su mirada. Y enseguida se percató del por qué de su sobresalto: un poco más allá, un muchacho de tez bronceada, ojos dorados y cabello platino recogido en una larga coleta trenzada se paseaba tranquilamente por las calles de Kabotaro con una araña sobre la cabeza.

—¡Yota-kun! —susurró Daruu—. ¿Qué hace él aquí?

—¿Quién es, un amigo tuyo? —preguntó Kiroe.

—Lo fue, pero es de Kusagakure. Y ahora mismo sólo podemos confiar en ninjas de nuestra aldea. ¡Rápido, alejémonos!

Y el trío de Amegakure se dispuso a tomar una dirección opuesta. En un gesto reflejo, Ayame se ajustó aún más el sombrero sobre la cabeza, hundiéndolo sobre sus ojos, y lo mismo hizo con el antifaz. Durante un instante casi lamentó no tener con ella su capa de viaje. Con ella se sentía mucho más segura.

—También combatió contra mí en el torneo —recordó Ayame, ladeando ligeramente la cabeza, con cierta curiosidad acumulada—. Porque estamos en esta fiesta de disfraces, que si no pensaría que esa enorme araña que lleva sobre la cabeza es de verdad. ¡Es terroríficamente realista! ¿Pero qué hará por el País de la Tormenta, según están las cosas entre las aldeas?
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#7
Pocas veces había visto tanta gente junta, olvidándose de todo y pasase lo que pasase, disfrutaban. Reían, se iban a los distintos puestos adaptados para aquella festividad y tomaban copas y algún que otro tentempié y de pronto...

¡Yota-kun!

Me detuve en seco. Podría reconocer con facilidad quién era el emisor que se escondía detrás de aquella voz que me resultaba familiar. Me giré, de golpe, buscando la dirección en la que venía pero no encontré más que lo que ya había visto antes, gentío y más gentío.

«¿Donde estás?»


— Oye, te acaban de llamar y, o bien tu madre se ha comprado una voz nueva o hay alguien conocido por aquí

— Vaya, no me digas — respondí, irónico — pero no le veo por ningún lado

Era extraño. Tanto yo como Kumopansa lo habíamos escuchado. En un primer momento pensé que estaba delirando, pero el arácnido hizo lo que estuvo en su mano para tirar por la borda aquella posibilidad.

«Mierda, necesito hablar contigo»

Si realmente el amejin estaba por allí, solo me quedaba una opción...




¡¿Dónde te escondes, Amedama Daruu?!




Aquel grito a pleno pulmón inundaría los alrededores.
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#8
Su nombre inundó la plaza, haciendo que tooodo el mundo se girase en dirección a Yota, y también haciendo que Daruu se erizara por completo, poniéndose rígido como una tabla.

«GILIPOLLAS GILIPOLLAS GILIPOLLAS GILIPOLLAS GILIPOLLAS.»

¿Pero qué...?

Daruu formuló el sello del Carnero y se plantó delante de Yota. Echó el brazo hacia atrás y le golpeó en la nariz con todas sus fuerzas.

¿¡Pero qué te crees que haces, pedazo de subnormal profundo!?

La gente cuchicheaba a su alrededor, formaban corrillos para comentar la disputa que acababa de formarse en el centro de la plaza. Kiroe cogió a Ayame del brazo.

Aaaay, ¡¿qué hacemos, Ayame, qué hacemos!?
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#9
Sin embargo, el sigilo de Daruu se vio truncado cuando un vozarrón inundó la plaza:



—¡¿Dónde te escondes, Amedama Daruu?!



Los tres se quedaron rígidos como tablas, congelados en el frío de la noche. Y no fueron los únicos. La multitud, extrañada ante aquel súbito grito, se habían detenido de repente y ahora miraban a Yota entre indiscretos cuchicheos.

—¿Pero qué...? —susurró Kiroe.

Y Ayame ahogó una exclamación cuando Daruu desapareció de repente de su lado. En lugar de hacerse el loco y disimular, su compañero no tuvo otra idea que plantarse precisamente frente al Kusajin y acertarle un puñetazo en la nariz.

—¿¡Pero qué te crees que haces, pedazo de subnormal profundo!? —le escuchó decir desde su posición.

Y Ayame sintió unos profundos deseos de golpearse la frente con la palma de la mano, si no fuera porque Kiroe la tomó del brazo y comenzó a exclamar:

—Aaaay, ¡¿qué hacemos, Ayam...!?

Ella no la dejó ni terminar: se abalanzó sobre la mujer y le tapó la boca con sus manos.

—¡CALLA! ¡Yo no soy Ayame! ¡No pronuncies mi nombre así como así frente a la gente! —le susurró, aterrorizada.
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#10
Aquello se me había ido completamente de las manos. Igual hubiese sido mejor buscar por mi cuenta en vez de alertar a toda la maldita aldea con aquel grito desesperado. Incluso Kumopansa se revolvió encima de mi cabeza, ahora eramos el centro de todas y cada una de las miradas de la gente de nuestro alrededor. No pude hacer otra cosa que soltar una risilla nerviosa al mismo tiempo que bajaba la mirada, muerto de la más absoluta vergüenza.

Pero de pronto algo se plantó como por arte de magia, digo de ninjutsu, delante de mis narices con el puño cerrado y moviéndose a gran velocidad hasta mi nariz.


— Daruu-kun

Una parte de mí estaba contenta de reeencontrarme, finalmente con el amejin, la otra trataba de evitar aquel golpe, pero mi cuerpo no iba a moverse a la velocidad deseable y no me quedo de otra que encajar aquel golpe, cayendome de culo hasta el frío suelo de Kabotaro.

¿¡Pero qué te crees que haces, pedazo de subnormal profundo!?

«¿Qué coño?»

— ¡Eh, gilipollas! Ten cuidado con quien te metes — bufó el arácnido que con mi caída, ella también cayó en el suelo, dando una vuelta completa sobre su cuerpo.

Sin embargo, bastó con levantar el dedo delante de sus narices para que el animal diese un paso atrás e hiciera alguna gilipollez.


— Cálmate, Kumopansa

Me levanté del suelo con una pequeña sangría bajo mis fosas nasales, el golpe había sido bastante contundente.

— ¿Qué narices te pasa, tio? ¿Ya no te acuerdas de los viejos amigos?

Apenas era capaz de reconocer a aquel Daruu. Incluso su aspecto era distinto. sus ojos ya no eran blancos. Era como si estuviese con alguien distinto a quien me encontré en el Valle de los Dojos.
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#11
Kiroe cayó hacia atrás y arrastró a Ayame con ella. Ambas dieron un topetazo en el suelo, casi llevándose a un niño que pasaba por allí vestido de esqueleto, quien lanzó un par de improperios antes de salir corriendo.

¡Pfón, pfefo dfe fofas frfms ncrfo qfe a nfie fe impfte, qfe sfafmof nf Yafhi, Afame! —trató de articular Kiroe, a la desesperada.

Daruu dio un paso atrás. Aquél muñeco de araña acababa de... ¿hablar? De pronto sintió un ligero mareo.

—Cálmate, Kumpansa.

Hostias. La puta araña era de verdad. Venga, no me jodas. ¿Gatos? Claro que sí. ¿Perros? Por supuesto. ¿Putos bichos? A al hoguera con un chorrito de gasolina, por favor.

Daruu dio un paso hacia atrás.

—¿Qué narices te pasa, tío? ¿Ya no te acuerdas de los viejos amigos?

¡Me pasa que intento pasar desapercibido y me encuentro a un idiota chillando mi nombre, eso es lo que me pasa! —susurró Daruu, acercándose a Yota—. ¡Te has vuelto majara! Mira, olvida que me has visto, ¿vale? Después de lo que pasó en Uzushiogakure, no quiero saber nada de ningún extranjero. Y ahora, déjame marcharme y no me sigas.

Daruu se dio la vuelta y trató de volver a la posición de Ayame y Kiroe, entre la confusa mirada de la gente. Esperaba que tras el susto inicial cada uno volviera a sus asuntos.
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#12
Fruto de su inesperada acción, la mujer cayó hacia atrás y Ayame cayó con ella. Un niño disfrazado de esqueleto las insultó cuando casi se lo llevaron por delante, y la pobre muchacha, roja de vergüenza, se deshizo en ininteligibles disculpas.

—¡Pfón, pfefo dfe fofas frfms ncrfo qfe a nfie fe impfte, qfe sfafmof nf Yafhi, Afame! —farfullaba Kiroe, con las manos de Ayame aún bloqueándole los labios.

Y a la muchacha aún le costó varios segundos comprender el mensaje que le había intentado mandar.

—¡Eso da igual! —respondió en un susurro—. Ya hemos visto a un Kusajin aquí, nadie puede asegurar que no haya más personas que estuvieron en el examen de Chuunin y que pudieran reconocerme. ¡Lo último que quiero es sembrar el pánico!

Retiró al fin las manos y se apresuró a levantarse y tenderle una mano a la pastelera.

—Siento haberte tirado... -murmuró.

Y después de ayudarla a levantarse se arregló el vestido y ciñó aún más el sombrero sobre su cabeza. Daruu se acercaba a ellas desde la lejanía, visiblemente molesto, y mientras tanto Yota...
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#13
¡Me pasa que intento pasar desapercibido y me encuentro a un idiota chillando mi nombre, eso es lo que me pasa!

Arquee notablemente mi ceja, jamás había visto a Daruu de ese modo y me costaba comprender todo lo que estaba pasando.

. ¡Te has vuelto majara! Mira, olvida que me has visto, ¿vale? Después de lo que pasó en Uzushiogakure, no quiero saber nada de ningún extranjero. Y ahora, déjame marcharme y no me sigas.

«Y una mierda»

Mi rostro había cambiado, ya no era una expresión de incredulidad y confusión, sino una de la más pura de la seriadades. Mi mano se movió rápido para apresar el brazo del amejin.

— Lo siento, pero me temo que eso no va a ser posible

Liberé de nuevo el brazo de Daruu.

— Precisamente de lo ocurrido en Uzushiogakure quería hablar contigo, ¿Ayame está bien?

— Amejin, escúchale. Kusagakure no es tu enemigo, eso es competencia de Uzushiogakure y de esa aldea podrida y corrompida por las ansias de poder

Incluso Kumopansa se puso sería que, volvió a subirse a mi cabeza, donde parecía que estaba la mar de a gusto. Raro era el día que no se posaba sobre mi cabeza.

— Por favor, Daruu-kun — supliqué, una vez más, con el objetivo de que estuviera dispuesto a escucharme.
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#14
Pero cuando Daruu estaba dándose la vuelta, la mano de Yota hizo presa en su antebrazo. Daruu estaba a punto, a puntito de cargar electricidad en ese brazo, precisamente, para darle un calambrazo al kusajin, pero sus palabras a continuación hicieron que se replanteara las cosas. No intentó moverse más.

«Maldita sea, voy a volver a caer, me voy a fiar de las dulces palabras de alguien que creo que es mi amigo y me la va a meter doblada. No debería hacer esto, no debería...»

Daruu se libró del agarre de un aspaviento y chasqueó la lengua con fastidio.

Está bien —concedió—. Sígueme y hablaremos. Pero por favor, no más gritos. No más escándalo. —Le siguiera Yota o no, caminó a paso rápido hacia donde se encontraban Ayame y su madre.

Kiroe apartó la mano de Ayame y consiguió hablar.

Pues... vienen hacia aquí —señaló.

Ayame, el idiota gritón este dice que quiere hablar con nosotros sobre lo que pasó en Uzushiogakure. Creo que no me va a dejar en paz hasta que le haga caso —espetó, sincero y cruel.
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#15
Mientras tanto, Yota había interpelado a Daruu una vez más y, tras un par de frases, ahora seguía sus pasos.

—Pues... vienen hacia aquí —señaló Kiroe.

—Oh, ¡venga ya! —resopló Ayame, cogiendo la solapa de su sombrero de bruja con el dedo índice y corazón y ciñéndolo aún más sobre sus ojos.

De todas maneras, fue inútil.

—Ayame, el idiota gritón este dice que quiere hablar con nosotros sobre lo que pasó en Uzushiogakure —dijo Daruu, al llegar a su posición—. Creo que no me va a dejar en paz hasta que le haga caso.

Pero Ayame, con la cabeza y los hombros caídos, tardó algunos segundos más en responder.

—¿De qué demonios sirve intentar pasar desapercibida cuando no te dejan en paz? —exclamó, extendiendo los brazos en un gesto brusco—. ¿Por qué no termináis de señalarme con el dedo y gritáis mi nombre a los cuatro vientos?

«¡Y ya lo rematáis con un: "¡Mirad, es Aotsuki Ayame, la jinchuriki del Gobi que se volvió loca en el examen de Chunin y casi nos mata a todos!"» Completó para sus adentros. La muchacha terminó por resoplar y cruzó los brazos sobre el pecho.
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