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—Bueno, tu los conoces a todos mucho mejor que yo. Haremos como tu dices. No te preocupes por Tokaro, le convenceré, estoy seguro. ¿Cuál de los dos me llevo?
—A cual tu quieras, Yotita-kun. Y ya luego de que logres convencer a Tokaro-san, acércate hacia aquella dirección, al final del claro.
Si Yota conocía su aldea, sabía que Yiruchi señalaba justo hacia el centro de entre la Torre de Ocio y el estadio de Bambú. Zona que generalmente no solía estar muy transitada.
—Nos vemos allá en una dos horas —Yiruchi infló los cachetes, algo inocente. Y le dio una caricia a MouKou. Luego, el perro se acercó al costado de Yota, esperando a que éste diera la señal para partir.
La verdadera misión estaba a punto de empezar.
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—A cual tu quieras, Yotita-kun. Y ya luego de que logres convencer a Tokaro-san, acércate hacia aquella dirección, al final del claro.
Mira la indicación de la Inuzuka. Claramente hizo referencia a la torre de ocio, o más bien al hueco entre la torre y el estadio. No era una mala elección. No tenía perdida y su afluencia de gente era más bien reducida, aunque habrían lugares mejores para celebrar una discusión de clan, pero bueno. Por lo menos no había perdida.
Asentí ante las indicaciones de la muchacha y le hice caso, cogiendo al primer cachorro entre mis brazos y acurrucandolo en mi pecho.
—Nos vemos allá en una dos horas esta vez se había dirigido a MouKou que ya estaba listo para ir a ver a Tokaro.
— Buenoooooo, pues vamos allá, muchacho. Nos vemos luego, Yiruchi-san
Si ella no tenía más que añadir empezaríamos a tomar el sendero hasta el hogar de Tokaro.
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El tan transitado sendero le llevó finalmente, y de nuevo; hasta la granja. Había sido un día bastante movido, sí, seguro que el pobre Yota habría perdido un kilo entero a lo largo de la mañana. MouKou le acompañó en el trayecto, pero el chucho estaba más atento del cachorro que yacía en las manos del ninja que del camino en sí, preocupado por el cómo reaccionaría su dueño ante la noticia de que iba a ser "abuelo" perruno.
Una vez llegasen a la casa, verían a Tokaro peinando con un enorme broche a una de las ovejas. Ahí, tranquilo y feliz; cumpliendo con su rutina.
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— No te preocupes, MouKou, todo va a ir bien. Tokaro-san lo entenderá
Le decía a mi fiel acompañante mientras acariciaba el cachorro, consciente de que su padre estaba atento a lo que sucedía entre mis brazos y avanzamos decididos hasta el lugar dodne vimos a Tokaro, el cual estaba acicalando a las ovejas tal y como había dicho antes.
— ¡Hey, Tokaro-san!
Alcé la extremidad zurda mientras con la diestra sostenía al cachorrito, saludando al anciano hasta que llegamos al corral para quedarnos cerca del viejo.
— Ya sé lo que le pasa a MouKou. Pero antes de decir nada necesito que hagas un esfuerzo para comprenderle, para él no es fácil todo esto — advertí antes de soltárselo todo — Pero estoy convencido que podrá comprenderle
En fin, qué maldito remedio. Debía comprender a su perro. tenía que hacerlo o la cosa acabaría mal entre ellos. Se veía al can muy ilusionado con sus cachorros y con su novia. Tan solo temía por que Tokaro se transformase en un ser desagradable e irracional cuando le dijese lo qué estaba pasando con MouKou.
«Por Rikudo-sama, que esto salga bien, por favor» pensaba mientras esbozaba una sonrisa.
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Finalmente, Yota se acercó como buenamente pudo —con un extraño cachorro en los brazos— y alegando saber qué es lo que sucedía con MouKou. Así, de entrada, el viejo tardó medio segundo en darse la vuelta probablemente por la poca movilidad de sus caderas y embargó su rostro de extrañeza, al escuchar tan repentina afirmación, y de además; ver a un perro nuevo sobre los brazos del genin.
Y es que no hacía falta ser muy inteligente para atar cabos. Tokaro miró a MouKou, MouKou miró a Yota, y Yota tendría que ver a Tokaro de vuelta.
Sin embargo, el viejo sólo carraspeó la garganta y habló con suma tranquilidad.
—A ver, eso ha sido rápido. ¿Y bien, qué es lo que le sucede? ¿y por qué has vuelto con un cachorro de perro, eh?
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Tokaro-san se dio la vuelta ante mi llamada y hubo un cruce de miradas entre todos los presentes además de un súbito interés por parte del anciano ante mis investigaciones y sobre todo, por mi afirmación. La verdad detrás del extraño comportamiento de MouKou.
— Bien, vamos allá pues
Estas cosas jamás se me habían dado bien. Capacidad de persuación, convicción... Escapaban de mi control pero le hice una promesa a la muchacha de los Inuzuka y debía dar el máximo de mí para que Tokaro aceptase aquellos dos cachorros.
— Bien, hay dos partes, la buena y la mala. empecemos por la buena así lo entenderás mejor, ¿Vale? Bueno, seguí a MouKou y me llevó hasta una casa, me llevó hasta dentro de un granero y ¿Sabes qué? Resulta que se ha echado novia. Bueno, o perra o perranovia o no sé como lo llaman los ninken. El caso es que se ha enamorado de otra perra y él es feliz con ello, pero tiene miedo de que no fueras a aceptar eso. Por eso te lo ha estado ocultando — tragué saliva y le ofrecí al cachorro para que lo acunase en sus propios brazos. — De su amor han nacido dos adorables cachorritos, este y otro más, ¡Son tan monos..! Vamos cógelo, es muy simpático
Esperaba realmente que todo aquello funcionase. No solo era importante para los perros, isno también para mí, incluso para la muchacha, se la veía realmente volcaba con los ninken. Pero... ¿Realmente funcionaría? Quedaba poco para descubrirlo.
«¿Cómo le estará yendo?»
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Finalmente, ante la impiadosa pregunta de Tokaro, Yota comenzó a hablar. Trató de explicar como mejor pudo un poco de la situación que les acaecía, no sin antes dejar muy claro que aquella historia que estaba a punto de contar tenía dos partes: una buena y una mala. Pero por lo que el experimentado y jubilado ninja pudo ver la vacilación y la dubitativa en Yota, aunque pudo saber que, tras cada frase, el moreno no hacía más que hablarle con la verdad.
Y aunque eso no le hubiera funcionado, siempre le podría echar una mirada resolutiva al can; quien a pesar de que Yota lo pintaba como una víctima, él trataba de mantenerse bien erguido. Él era consciente de que el problema no era de que tuviese una compañera perruna, sino a qué familia pertenecía ésta.
Y de eso Yota aún no había hablado.
Tokaro entonces cogió al cachorro con una mano, y comenzó a inspeccionarlo. Lo subió con ambos brazos, le tomó una de las patas y lo zarandeó un poco, jugueteando con él. Parecía querer ver que se tratase de una cría sana, fuerte; y así lo confirmó.
—Aprecio tu sinceridad, Yota-kun; pero yo conozco muy bien a MouKou. Es decir, entiendo que se haya enamorado, y hasta me alegra. Imagino que no debe ser muy divertido convivir sólo con un viejo como yo. Lo entiendo, sí. Pero a ver, ¿y qué es lo que tiene de malo? ¿Por qué me ocultaría algo tan bonito como tener un cachorro?
Mientras soltaba aquello, el cachorro —que en un principio pareció no verse muy cómodo en las manos del viejo Inuzuka— ya lucía mucho más cómodo. Como si hubiese sentido ese aroma familiar típico entre los suyos. Como sin haber dicho una palabra, Tokaro le hubiese hecho entender que no había por qué temer, que él era uno de ellos.
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El afable anciano escuchaba, con suma curiosidad, pues lo que iba a contarle era la liberación de todas las sospechas. La verdad de lo que ocurría con Moukou. el hombre, agarró el cachorro y parecía juguetear con él y sus patas delanteras al mismo tiempo que lo sujetaba. Quizás era algo típico entre los de su clan.
Y entonces surgieron las inevitables dudas. Lo del amor de MouKou estaba muy bien, pero aparentemente no había motivo para el cual esconder aquello. Si los humanos podían enamorarse, ¿Por qué los perros no iban a poder? Hasta ahí llegábamos todos. Pero bien es sabido que no todo es tan sencillo como parece.
—Aprecio tu sinceridad, Yota-kun; pero yo conozco muy bien a MouKou. Es decir, entiendo que se haya enamorado, y hasta me alegra. Imagino que no debe ser muy divertido convivir sólo con un viejo como yo. Lo entiendo, sí. Pero a ver, ¿y qué es lo que tiene de malo? ¿Por qué me ocultaría algo tan bonito como tener un cachorro?
— Dos cachorros, Tokaro-san, dos preciosos cachorros — le corregí — La mala noticia es... hmmm... bueno, en realidad no es tan mala. No hay nada que no tenga solución en esta vida. La familia de la novia de MouKou... Veamos... Usted los conoce, Tokaro-san, por eso MouKou se encuentra con ella a escondidas, ¡Pero yo sé que pueden llevarse bien! si hay intención, no hay nada imposible. Además... Los Inuzuka, tenéis un vínculo especial con los ninken, ¿Verdad? Si me permite el atrevimiento, creo que habría que hacer un esfuerzo por entenderse... por los ninken
Bueno, ya está. Ya lo había dicho y ahora quedaba todo en manos de Tokaro y del abuelo de la Inuzuka esa pero la verdad, a a cada segundo que pasaba lo veía todo cada vez más negro.
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— Dos cachorros, Tokaro-san, dos preciosos cachorros — le corregí — La mala noticia es... hmmm... bueno, en realidad no es tan mala. No hay nada que no tenga solución en esta vida. La familia de la novia de MouKou... Veamos... Usted los conoce, Tokaro-san, por eso MouKou se encuentra con ella a escondidas, ¡Pero yo sé que pueden llevarse bien! si hay intención, no hay nada imposible. Además... Los Inuzuka, tenéis un vínculo especial con los ninken, ¿Verdad? Si me permite el atrevimiento, creo que habría que hacer un esfuerzo por entenderse... por los ninken
Tokaro parecía no entender nada. Es que Yota no parecía muy diestro cuando se trataba de explicar algo de tan suma importancia al menos con un poco de coherencia. Que sí, que Tokaro había entendido perfectamente lo de que él conocía a la familia Inuzuka a la que la compañera canina de MouKou pertenecía, pero es que conocía a tantas. Entonces, echó una mirada fugaz a su perro y éste le respondió con un par de gruñidos ininteligibles para Yota pero que para Tokaro significaban algo.
Pero por el rostro del viejo Tokaro, éste sí que entendió aquel idioma perruno perfectamente. Entonces, su rostro se palideció un poco. Tanto que tuvo que sentarse.
—Oh no... entre tantas familias de nuestro clan, MouKou, tenía que ser la de esa mujer. ¡Es que tú, de verdad!
Entonces miró a Yota, mientras se frotaba el ceño.
—Bueno, Yota-kun. Te estoy muy agradecido por haber encontrado la verdad. Y de convencer a MouKou de venir hasta aquí a pesar de que... bueno, nos haya metido en éste embrollo. Verás, el padre de Inuzuka Yachara y yo fuimos grandes amigos una vez, y enemigos enfrentados por el amor de una mujer. Es cuento pasado, pero parece que su hija no ha sabido perdonar las rencillas del ayer. Yo... bueno, hubiese querido tener que evitarme éste asunto, pero no podemos dejar que este lindo cachorro y su hermano crezcan sin una familia, ¿no?
Luego miró al cachorro, que parecía haberse quedado dormido en su regazo.
—¿Sabe ella de ésto ya? ¿cómo lo ha tomado?
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—Oh no... entre tantas familias de nuestro clan, MouKou, tenía que ser la de esa mujer. ¡Es que tú, de verdad!
No pude evitar hacer una sonrisa de complicidad al mismo tiempo que me encogía de hombros y el viejo se acariciaba el ceño.
—Bueno, Yota-kun. Te estoy muy agradecido por haber encontrado la verdad. Y de convencer a MouKou de venir hasta aquí a pesar de que... bueno, nos haya metido en éste embrollo. Verás, el padre de Inuzuka Yachara y yo fuimos grandes amigos una vez, y enemigos enfrentados por el amor de una mujer. Es cuento pasado, pero parece que su hija no ha sabido perdonar las rencillas del ayer. Yo... bueno, hubiese querido tener que evitarme éste asunto, pero no podemos dejar que este lindo cachorro y su hermano crezcan sin una familia, ¿no?
— Vaya... ahora entiendo porque esa muchacha tiene tanto miedo... En cualquier caso, eso mismo es lo que dije yo, hay que hacerlo por los ninken
Pero el hombre me interrumpió para dar en el clavo.
—¿Sabe ella de ésto ya? ¿cómo lo ha tomado?
— Bueno, se debe estar enterando ahora mismo. Su hija ha ido a contárselo cuando yo venía de vuelta. Me dijo que fuéramos los dos bajo la Torre de Ocio y allí nos encontraríamos todos
Vi como el perro ya estaba completamente a gusto en los brazos de Tokaro, como si llevarán juntos años y fueran inseparables.
— Parece que le caes bien, sabía que no me equivocaría al traértelo y contártelo todo. MouKou es un afortunado de estar contigo
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—Afortunado seremos todos de que esa mujer no decida arrancarnos la cabeza, de uno en uno. Ella está en la cúspide de su carrera, es una kunoichi formidable. Agresiva como el can más descontrolado. No creo que se ablande por dos hermosos cachorros como lo hace éste viejo Inuzuka.
Suspiró, sabiéndose poco severo y afligido por la edad. Hasta la hacía ilusión la compañía, hacía un buen tiempo que no tenía a un cachorro cerca suyo.
Entonces vio a MouKou, y le sonrió tímidamente. Luego, a Yota.
—Llévanos, Yota-kun. Y esperemos que pase lo mejor.
La plaza cercana a la inmensa Torre yacía ligeramente desolada, salvo por algún transeúnte de paso que terminaba perdiéndose en uno de los callejones aledaño. A la camada Inuzuka y al propio Yota les habría tomado, quizás, unos diez minutos llegar hasta allá, dado el paso lento con el que Tokaro debía moverse. Hasta que dieron finalmente con un taburete, en el que el perro viejo tomó asiento mientras se sobaba la espalda.
Hasta entonces, no parecía haber rastro de nadie. Hasta que la nariz de MouKou, y así también la de Tokaro; comenzaron a moverse incómodas.
Sus olfatos super desarrollados les estaban advirtiendo de la aproximación de un aroma no muy amigable, después de todo.
Yota pudo ver el cómo una fiera humana atravesó un par de arbustos, destrozándolos con sus garras afiladas. Era una mujer alta, imponente, con un sólo colmillo transversal tintado cruzándole el lado derecho de la cara. Su bandana de servicio activo yacía amarrada en el brazo derecho, y evidentemente, tenía su chaleco de jonin bien ataviado por encima de sus senos de guerrera.
—¡Viejo Tokaro, enfréntate a mí y explícame esta aberración! ¡¿cómo es que tu can ha osado a enamorar a mi Kiriya, ah?! ¡ésto es imperdonable! —bramó, furiosa; con su instinto animal superponiéndose a su intelecto humano.
Por detrás de ella, yacía Yiruchi. Y también la novia de Mou, cargando a su otro cachorro.
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—Afortunado seremos todos de que esa mujer no decida arrancarnos la cabeza, de uno en uno. Ella está en la cúspide de su carrera, es una kunoichi formidable. Agresiva como el can más descontrolado. No creo que se ablande por dos hermosos cachorros como lo hace éste viejo Inuzuka.
El viejo sonrío y parecía estar totalmente dispuesto a llevar a cabo aquella locura temeraria en la que el raciocinio nos decía que como poco nos llevaríamos unos cuantos golpes.
—Llévanos, Yota-kun. Y esperemos que pase lo mejor.
— Bien, en ese caso no hay tiempo que perder, ¡en marcha!
Caminamos durante un rato al paso de Tokaro quien claramente se veía condicionado por su edad hasta que llegamos hasta los pies de la torre de ocio, donde habíamos acordado reunirnos con la otra parte de la familia. La parte complicada... Ahora solo quedaba esperar. Se trataba de una espera incómoda.
Hasta que sentí la incomodidad de MouKou y de Tokaro.
«Ya están aquí»
Y en efecto. Detrás de un arbusto, de forma violenta, apareció una mujer que en su mejilla tenía dibujado un colmillo y, tras ella, la novia de Moukou y el otro cachorro y la joven que me descubrió todo el pastel.
—¡Viejo Tokaro, enfréntate a mí y explícame esta aberración! ¡¿cómo es que tu can ha osado a enamorar a mi Kiriya, ah?! ¡ésto es imperdonable!
Bramaba, escudada en sus plenas facultades y su chaleco ninja que daba pistas sobre su veteranía y su experiencia en esto de ser kunoichi.
— Esto.. supongo que es algo que tenía que pasar. Además, Tokaro-san no ha tenido nada que ver en esto. Se ha enterado hoy mismo, tal y como lo hizo usted — dije dando un paso al frente y realizando en leve reverencia con tal de mostrar respeto hacia aquella mujer.
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— Esto.. supongo que es algo que tenía que pasar. Además, Tokaro-san no ha tenido nada que ver en esto. Se ha enterado hoy mismo, tal y como lo hizo usted.
Y aunque la mujer tenía sus ojos fijamente predispuestos sobre el viejo Tokaro, con la mirada asesina de un depredador que, de entre tantas presas; ya ha elegido a la que iba a morir bajo sus fauces esa tarde, no pudo evitar tener que voltear hacia la dirección de aquel muchacho, evidentemente desconocido para ella. Lo miró con rostro enervado y Yota pudo sentir en ese instante el cómo con su sola presencia, aquella Inuzuka causaba sensaciones encontradas.
Fueran por sus garras rebosantes, o aquellos colmillos perrunos que galantemente vestía su dentadura. A esa mujer había que tenerle cuidado, y Tokaro lo sabía.
—Y tú, ¿quién cojones eres? ¿qué mierdas pintas en todo ésto?
—Madre, ¡por favor!
Una soberana bofetada, y el rostro de Yiruchi voló.
—Deténgase, Inuzuka Yachara. Si necesita descargar su furia, hágalo conmigo, un cuerpo viejo y malogrado. No con la flor retoña de su hija, que aún tiene tanto por vivir. ¿Quiere matarme? hágalo, y veamos si después de todo, puedes vivir tranquila. Porque, a fin de cuentas, el rencor nunca desaparece.
—Tú lo has pedido.
Yachara voló a cuatro patas, y con dos zancadas caninas, se encontró muy cerca de Tokaro. Sus filosas garras más que dispuestas a darle el arañazo de su vida.
¿Qué haría Yota?
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Joder, cada vez estaba más cagado y cada vez tuve más claro que aquello fue un craso error. A medida que se iba acercando yo me iba haciendo más pequeño y de algún modo u otro Tokaro y yo pudimos compartir el terror que hizo florecer en nuestros cuerpos aquella mujer de dientes afilados. Quizás había puesto en peligro la misión... Tokaro no debía morir, ni Yiruchi ni... nadie. No sabría como explicarme ante mis superiores...
—Y tú, ¿quién cojones eres? ¿qué mierdas pintas en todo ésto?
— Sasag...
—Madre, ¡por favor!
Aquella perra en celo sacudió toda su ira contenida en la mejilla de la pobre Yiruchi que desde un principio solo quería ayudar. empezaba a entender la negativa inicial de la chica. El problema era aquella mujer, presa del demonio, decidida a saciar su sed de sangre y venganza.
—Deténgase, Inuzuka Yachara. Si necesita descargar su furia, hágalo conmigo, un cuerpo viejo y malogrado. No con la flor retoña de su hija, que aún tiene tanto por vivir. ¿Quiere matarme? hágalo, y veamos si después de todo, puedes vivir tranquila. Porque, a fin de cuentas, el rencor nunca desaparece.
—Tú lo has pedido.
¿Qué? ¿Tokaro había perdido los estribos por completo? ¡No! De ninguna forma iba a permitir aquella estupidez pero... La inuzuka se movió velozmente colocándose al lado de Tokaro-san y sus afiladas garras tenían el punto de mira en el cuello del anciano. Sentí miedo de cagarla y que no hubiese marcha atrás pero antes de cometerse aquella fatalidad, tuve que hacer algo. Me armé de valor.
— Yachara-san, ¿Está segura de querer hacer esto? ¿Matará a un compatriota y compañero de Kusagakure? No la conozco, es cierto, pero me aventuraría a decir que no será capaz de sobrellevar la carga que supone matar a Tokaro, aquí y ahora, ¿No cree? — En ningún momento me giré para mirarla a los ojos, todo lo contrario, seguía con la mirada fija en el suelo — Lo que si sé es que Tokaro-san no debe morir. Esto es culpa mía. Yo descubrí la relación de MouKou y Kiriya y quise arreglar las cosas de sus familias, por el bien de los perros, ¡Es una estupidez mantener esto en secreto!
Tomé aire con nerviosismo y los ojos cerrados.
— Por fa..vor.... supliqué
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Todo pasó muy rápido.
Yachara no se habría detenido, a pesar de que Yota intentó hablar a mitad de su embestida; pero de no ser por MouKou y Kiriya —quienes habrían hecho uso de sus habilidades combinadas, y detener ambos a la furia roja que hacía actuar a Yachara—. Tokaro probablemente hubiese recibido un zarpazo certero.
No obstante, ambos ninken se interpusieron y lograron detener el ataque de la kunoichi. El encontronazo los hizo salir disparados hacia atrás, y Yachara gruñó. MouKou y Kiriya también lo hicieron.
Justo ahí, fue que la mujer se detuvo a escuchar a Yota.
— Yachara-san, ¿Está segura de querer hacer esto? ¿Matará a un compatriota y compañero de Kusagakure? No la conozco, es cierto, pero me aventuraría a decir que no será capaz de sobrellevar la carga que supone matar a Tokaro, aquí y ahora, ¿No cree?. Lo que si sé es que Tokaro-san no debe morir. Esto es culpa mía. Yo descubrí la relación de MouKou y Kiriya y quise arreglar las cosas de sus familias, por el bien de los perros, ¡Es una estupidez mantener esto en secreto!
Fuera el discurso de Yota, o bien el que su propia perra se hubiese puesto en su contra, la dejaron estupefacta. Yachara respiraba agitada, víctima de un simple rencor del pasado, pero lo cierto es que el contexto de la situación le había obligado a meditar, en ese instante, todo lo que estaba sucediendo.
— Por fa..vor....
Aquella última palabra tendría peso en la kunoichi, quien ahora veía a Kiriya. Kiriya comenzó a gruñir sonidos ininteligibles para Yota, pero que para su dueña significaba mucho. Quizás, estaba explicándole todo desde su versión, intentando convencerla de que tendría que olvidarse de lo que fuera que hubiese ocurrido entre Tokaro y su padre, para darle paso a una realidad mucho más bonita y familiar. Pues, la abuela ahora era ella, con dos cachorros que cuidar. ¿No era esa una alegría mucho mayor?
—Lo de tu padre y yo fue sólo una rivalidad por el amor de una mujer, Yachara. Sé que te hizo pasar malos momentos durante tu juventud, y por eso me disculpo. ¡Pero ha pasado tanto! ¿por qué no le damos la bienvenida a los cachorros y hacemos las paces?
—Urh, maldita sea Tokaro. ¡Maldita sea! no va a ser sencillo, pero...
Miró a Yota, volteándole los ojos.
—Haré el jodido intento, por Kiriya. Es primera vez que se atreve a enfrentarme, y eso sólo lo hace una madre que defiende a sus cachorros. Sólo por eso, voy a dejarlo pasar.
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