La lluvia siguió su curso, de forma implacable arremetió contra mí, no pude hacer nada más que terminar mi tratamiento lo más rápido posible para luego acudir en la brevedad posible a mi compañero.

Tras recorrer las calles del pueblo llegué a la casa del cliente, ahí debía estar Mogura, mi sorpresa fue encontrarme a Manase en las afueras de la vivienda, ¿Aún no había entregado el encargo? Era una de las posibilidades...

Una vez estuve a su lado pregunté. —¿Por qué estás aquí afuera? Fue la mi primera incógnita. —¿Entregaste la Cauda draconis?— Recordé la hierba por la cual nos habían contratado.

El cliente confirmó que la mercancía recibida era la correcta y, palabras de alabanza de por medio, entregó un pergamino a Mogura. El pergamino era la prueba de que su misión había sido un éxito, no podía pedir la cabeza de nadie ni una pluma con la sangre de la víctima así que ese documento era lo mejor que podía esperar para certificar el cumplimiento de su deber.

Y así, quedó solo en la tormenta. To Do no se molestaría en ofrecer refugio al muchacho durante el temporal.

Hemos terminado la misión.

Respondió enseñándole el pergamino a su magullado compañero.

Busquemos un lugar donde pasar la noche, Keisuke-san. Mañana podremos arrancar el camino de regreso cuando la tormenta haya pasado.

Dijo para luego comenzar a caminar en dirección a la zona comercial del pueblo, debería haber aunque sea una sola posada abierta a esas horas.

¿Cómo te encuentras?

Observé el pergamino, la misión terminó más rápido de lo que había esperado. —Y yo que quería saber que uso le darían...— Expresé con sinceridad. —¿Tú sabes que efecto tiene?— Pregunté.

—Sí, es buena idea, esta tormenta parece que no va a cesar y bajar al acantilado me ha agotado bastante.---- Comencé a caminar en dirección al puerto. —¿Has visto por aquí una posada?— Era la segunda vez que pasaba por esa calle y no recordaba haber pasado por algún hostal.

A la final, Mogura terminó recordando el patético estado en el que quedé tras arriesgar mi vida en el acantilado. —Ahora estoy bien, la palma mística es milagrosa jeje.— Reí.

Seguí caminando, no sabía exactamente para donde pero en algún lugar de ese pueblo debíamos encontrar donde pasar la noche y resguardarnos de la lluvia.

—Y yo que quería saber que uso le darían... ¿Tú sabes que efecto tiene?—

Mogura se lamentaba un poco el desconocer los fines para los que la Cauda Draconis podía llegar a ser utilizada, pero si llegaba a haber un poco de tiempo tomaría el libro que había traído y lo estudiaría un poco.

—¿Has visto por aquí una posada?—

Era una buena pregunta realmente, Mogura no recordaba haber visto ninguna posada en particular cuando iban yendo hacía la residencia de To Do. Pero no podía ser muy complicado encontrar un lugar donde pasar la noche en un sitio comercial como podía llegar a ser Coladragón... ¿o si?

—Ahora estoy bien, la palma mística es milagrosa jeje.—

Mogura no pudo evitar desviar su mirada ligeramente hacía un lado, si Keisuke no hubiese demostrado ser un idóneo escalar esa noche, probablemente lo hubiese intentado tirar de nuevo por un acantilado. ¡Que mal chiste!

¡Por allá!

Señaló entonces un edificio a lo lejos, las aberturas dejaban escapar luz, invitándolos a pasar por ahí y buscar refugio en la galería.

No perdamos tiempo, vamos.

Comandó para luego dirigirse en esa dirección.

No sabía a donde caminábamos, y Mogura tampoco dijo nada respecto a la planta medicinal por lo que asumí que él tampoco sabía su uso.

De la nada Manase señaló un edificio, seguí con mis ojos su indice y encontré el supuesto lugar. —¿Tienes algún problema con el tiempo?— Pregunté primeramente. —Siempre crees que lo estamos perdiendo...— Terminé agregando para justificar la incógnita.

Sinceramente estaba cansado de escuchar esa frase por parte de mi homologo, ¿acaso tenía algún tipo de trauma por ello?

Finalmente llegué al portal de lo que posiblemente sería el hostal, tenía la puerta abierta y la luz prendida ¿qué otra cosa podía ser? Una vez pasamos el umbral que estaba iluminado por un único bombillo, vimos una sala un poco más grande y oscura, un olor característico se manifestó, la iluminación era un poco más tenue, mesas y sillas por doquier, una barra y una cuantas personas se encontraban cómodas y con un tarro de cerveza en la mano. Algunos más ebrios que otros y otros con pinta de pocos amigos, ¿sería la gente que vimos antes en el puerto?

—Es un bar.— Terminé aclarando lo obvio, lo único positivo es que se sentía cierto calor y la lluvia ya no nos azotaba. Busqué una mesa libre y rápidamente encontré una. —¿Tomamos algo?— Propuse, después de todo afuera seguía el diluvio.

—¿Tienes algún problema con el tiempo? Siempre crees que lo estamos perdiendo...—

Mogura llevó su mirada hacía donde estaba Keisuke, buscó sus ojos antes de siquiera contestar nada. Un par de segundos pasarían y finalmente contestaría.

El tiempo no utilizado es tiempo perdido, hay que evitar siempre hacer un malgasto de los recursos.

Dedicó entonces una ligera sonrisa.

Seguiría al pelirrojo hasta el interior del negocio y vería prácticamente lo mismo que él. La sugerencia del muchacho sería recibida y consultada, finalmente una respuesta sería aprobada por la comisión directiva que era él mismo.

Con el clima así sería agradable un poco de sake caliente, pero estamos en servicio. Quizás en otra ocasión, un té será más que suficiente.

Contestaría con un tono bastante calmado, el clima realmente ameritaba un buen sake, pero no podía ser.

Pide lo que quieras, Keisuke-san. Yo invito esta vez.

"No pensé que Mogura tomase sake..." Pensé sin darle mucha vuelta al asunto.

Tras la aprobación de mi compañero, me desplace por las mesas del bar hasta llegar a una que estuviese desocupada. La mesa estaba prácticamente en un rincon, estaría bien para pasar de desapercibidos, o simplemente charlar sin ser interrumpidos.

Pide lo que quieras, Keisuke-san. Yo invito esta vez.

—¿Lo que quiera?— Repetí, aquello era una buena propuesta, pero el lugar en sí no demostraba que la comida fuera su fuerte, por lo que Manase no gastaría mucho.

Y luego escuché aquella palabra, sonreí, era la primera vez, o mejor dicho la segunda vez que me llamaba por mi nombre, pero tampoco se lo iba a demostrar, después de todo prácticamente me dejó caer por el acantilado y seamos sinceros... ¿Cuánto tiempo pasó hasta que se digno a hacerlo?

Tomé asiento y me puse cómodo. —Supongo que un té será lo mejor.— Concordé con mi homólogo. —¿Que beberá Manase-san?— Lo dije haciendo énfasis en el apellido de éste, mi intención era quizá confundirlo y jugar un poco con él.

No tardaron muchos minutos cuando un hombre, que deduje sería el mesero, se acercó a nosotros con un lapiz y libreta en mano dispuesto a anotar nuestras peticiones.

—Buenas noches, yo quiero un té de manzanilla con miel y limón.— Miré a mi compañero para que éste pidiese su bebida.

Keisuke consultaría por las palabras de Mogura, como queriendo saber hasta que punto estaba dispuesto a dejarle al pelirrojo fundirle la tarjeta de crédito, si es que el médico de cabello azabache cargaba con una.

Se limitó a asentir con un gesto de la cabeza.

Ambos tomarían asiento y como parecía empezar a ser una tendencia, Mogura tenía razón. Lo mejor que podían beber en ese momento era té. El tono de su compañero, sin embargo, habría cambiado un poco.

Nada de otro mundo, sospecho que no tampoco hay mucha variedad.

Se limitó a contestar para esperar entonces a que el mesero se manifestara delante de ellos. Cuando eso sucedió, Keisuke pidió un tipo de té que conocía, pero dudaba un poco que estuviese disponible.

Yo voy a tomar té verde.

—Buenas noches, no disponemos de té con miel y limón.—

El mesero cortó de una todas mis ilusiones de beber un cálido té cítrico, suspiré y busqué entre mis opciones. —¿Té negro?— Pregunté en busca de la aprobación del trabajador.

—Perfecto, un té verde y un té negro entonces.— El señor se retiró.

—Tienes que hacer más ejercicio Mogura, tomar vitaminas que se yo.— Comenté mientras recordaba el precario estado físico de mi acompañante. Suspiré y traté de dejar el tema de lado, no era mi intención incomodarle o algo por el estilo, pero lo dicho dicho estaba...

—Por cierto, aquí entre nos... ¿No crees que el cliente tenía una actitud un tanto... rara?— Buscaría la aprobación de mi homologo.

El mesero se manifestaría y tomaría la orden de ambos shinobi. En el entremedio que recibían sus ordenes, Keisuke recomendaría a Mogura que hiciese un poco de ejercicio o que consumiera vitaminas.

Podría ser, tendría que hacerme un poco de tiempo para entrenar. Veré que puedo hacer.

Comentó con una ligera sonrisa en el rostro y usando un tono un tanto jocoso haciendo su mejor intento de darle una respuesta de que le dejase satisfecho y pasar a otra cosa. Y a otro cosa pasaron con el comentario del pelirrojo.

Considero que no es oportuno comentar sobre las actitudes del cliente, Keisuke-san.

No estaba siendo paranoico con la idea de que alguien le estuviese siguiendo pero la última vez que se cayó de un techo, alguien buscó su paraguas por él.

Quizás cuando entreguemos la misión podremos comentar sobre el tema...

Miró entonces por la ventana para ver como estaba el clima.

Sugiero que bebamos el té y luego descansemos un poco antes de salir.

Considero que no es oportuno comentar sobre las actitudes del cliente, Keisuke-san. Quizás cuando entreguemos la misión podremos comentar sobre el tema...

"Aguafiestas..." Me dije desviando la mirada, observando un poco mis alrededores, pero no encontré nada que llamase mi atención. Estábamos rodeados de posibles pescadores que bebían cerveza en tarros y alguna otra cosa más, simplemente no quise ni pensar en ello.

Sugiero que bebamos el té y luego descansemos un poco antes de salir.

—Será lo mejor...— Dije sin ánimos, realmente estaba aburrido de esa situación. Mogura no parecía querer entablar una conversación amena y estaba empezando a creer que haber partido directamente a la aldea hubiera sido lo mejor.

—Sus bebidas.— Manifestó un tercero que apareció con una bandeja pequeña en la cual estaban dos vasos de vidrio con bebidas cálidas, las dejó en la mesa y se marchó.

Nada más al poner mi mano en el cristal pude sentir la calentura del líquido, era agradable, acerqué el té hacía mis labios y le dí un breve sorbo.

—Lo único que quiero es volver a casa.— Comenté con franqueza.

Keisuke parecía un poco decepcionado de la actitud de Mogura, pero no había mucho que el joven médico pudiese hacer en ese momento para ser un poco más ameno al hablar, sumado a eso, la misión aún no había terminado y era poco ético hablar mal del cliente. Si el pelirrojo quería cuchichear, tendría que esperar a que las cosas terminen.

Al recibir la bebida, Mogura estiró una de sus manos para tomar el recipiente y comenzar a dar pequeños sorbos teniendo cuidado de no quemarse.

El clima no era la gran cosa, nada que en Amegakure no se pudiese ver en algún momento. Pero era de noche, y de noche viajar no era una posibilidad.

Keisuke comentaría que deseaba regresar a su casa, Mogura asintió ligeramente con el borde de la taza en su labio.

En unas horas podremos arrancar el viaje.

El joven médico de cabello azabache se tomaría su tiempo con el té, una vez este estuviese en su estomago, se reclinaría ligeramente sobre la silla y se echaría una siesta. A menos que Keisuke golpease a Mogura, sería imposible despertarle e incluso así, el golpe tendría que causarle daño de verdad.

Miré el té y esperé algunos segundos entre trago y trago, realmente Mogura repetía palabras obvias, lo único que faltaba era que dijera que no perdiera el tiempo tomando el té, sí eso sucedía podría responderle de mala manera, después de todo fue él quien mató la conversación o por lo menos yo lo vi de esa manera, agregando que no hizo nada más por alargarla.

No respondí nada a su comentario y me senté de costado a la espalda, seguí dando breves sorbos al té que me reconfortaba por dentro, ciertamente seguí empapado pero no hacía tanto frío, era una suerte que al estar acostumbrado al clima del país sufriéramos menos de infecciones respiratorias.

Tras terminar el té me fui percatando que cada vez eramos menos, los clientes en específico, y teniendo en consideración el tiempo que había pasado dudaba que hubiese amanecido ya, fue entonces cuando volteé a ver a mi acompañante, Manase estaba plácidamente dormido.

—Mogura.— Llamé primeramente, su figura estaba en una posición no muy cómoda, pero parecía que había logrado conciliar muy bien el sueño porque no tuve respuesta ante el primer estímulo. —Mogura.— Repetí con un tono más alto, más no hubo reacción.

—Moguraaa.— Me levanté y con un poco de atrevimiento moví su cuerpo levemente, no quería ser descortés, sin embargo, la situación se estaba volviendo pesada. ¿Tendría un sueño profundo como yo? —MOGURAA.— Terminé pellizcándole el brazo, sí no despertaba con eso debía considerar algo más... ¿doloroso?

Mientras Keisuke perdía tiempo en el mundo real, Mogura pasaba un buen momento en el mundo de los sueños.

El sueño del joven médico de caballo azabache era de lo más normal, se encontraba sentado leyendo un pergamino cuyo contenido no podría recordar porque al prestarle atención las letras se escaparían. Cuando menos se diese cuenta le tiempo habría volado y frente al pergamino aparecería una porción de pastel de fresa, su favorito.

Esto era, claramente, un reflejo de que el shinobi no había cenado nada y con la llegada de las luces de un nuevo día, su estomago le pediría comida.

En el mundo de los vivos, Keisuke llamaría a Mogura varias veces. Pero su ataque era muy poco eficaz. ¡Mogura estaba dormido como un tronco!

No obstante, ante mi poco esfuerzo, Mogura no volvió en sí del mundo de Morfeo. La situación me estaba irritando y volví a observar hacia el resto del local, quedaban dos personas más en la barra y algunos de los meseros estaban recogiendo los vasos y ceniceros de las mesas, las limpiaban y acomodaban las sillas.

—Coño Mogura, despierta!— Emití con tono de molestia, aunque no muy alto. Le dí otro pellizco en el mismo lugar haber sí hacía algún efecto pero al parecer el estímulo era muy vago.

"Supongo que tendré que recurrir a otros métodos..." Sonreí maliciosamente.

Tomé una aguja metálica con la diestra, la agarre por el cuerpo de la misma con una sola mano como sí de un cuchillo, o daga, se tratase y con uno de sus extremos hacía abajo y con un veloz movimiento de mi brazo la clave en su muslo, un lugar con masa muscular suficiente y evitando un vaso sanguíneo, lo tenía todo planificado. Justo después aquel ataque me separé un poco de él, no sabía que reacción iba a tener.

Una vez que mi compañero reaccionase, o no, podría verme ahí con una risa que me delataba, se podría decir que era mi "venganza" por lo que ocurrió en el acantilado.