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—No sé, me contaba muchas cosas. A veces eran días buenos, otros no tanto. Aunque durante el último par de semanas le he visto bastante contrariado. El por qué, tampoco no lo sé, supuse que habrían sido días de esos pesados que tenemos todos en el curro. Pero nunca me dijo nada acerca de ello. Ni de su jefe, ni nada. En principio, todo está bien. O estaba, visto lo visto...
Ya no me creía ni una sola palabra de aquella mujer, sus palabras parecían cuadrar, pero claro nada era lo que parecía en aquel asunto. Menos mal que nunca había dejado de sospechar de Mirogata. Y desde luego, ella podía ser una cómplice y estar simplemente mintiendo, quizás no eran uno ni dos, quizás eran toda una banda de ladrones. Pero una cosa estaba clara, y eso podía verlo hasta el menos espabilado, a aquella mujer no iba a conseguir sacarle nada más por mucho que la exprimiera. Tal vez si la torturaba, pero esos no era mis métodos, no por el momento.
¿Cuál era mi siguiente paso? Tendría que esperar noticias de los cuervos.
Los cuervos, con su buena vista aérea vieron algo que les llamo la atención. El hombre de la nariz torcida, cuya identidad era todavía desconocida, entrego un pergamino a Mirogata, con un símbolo que Yoru había visto antes: El logo del restaurante. Tal vez esa fuera la receta que Reiji buscaba. Pero había otro detalle, y es que aunque aún se encontraba lejos, Mirogata se alejaba en dirección a la salida de la aldea. Había que avisar a Reiji.
—Ve a avisar Yuki, antes de que huya, yo le sigo, si os perdéis, buscadme en el cielo.
— ¿Y el otro hombre?
—Ya confesara Mirogata, corre, avisa a Reiji.
El cuervo blanco asintió y dio media vuelta, en busca de Reiji.
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6/01/2018, 20:52
(Última modificación: 6/01/2018, 20:59 por Umikiba Kaido.)
A decisión propia, aquel par de elocuentes invocaciones decidieron tomar rumbos separados. Y qué suertudo tendría que ser Reiji de contar con aquellos pajarracos, que le permitieron tener ojos allá en donde su plano presencial no llegaría, no al menos que desistiese de interrogar a aquella mujer que, por más preguntas que le hiciera, parecía responder a la brevedad y con la aparente verdad. No. Ella, quizás, era un señuelo. El necesario para desviar las atenciones del verdadero causante de toda aquella tragedia.
Y es que, si Reiji lo pensaba bien y decidía poner los puntos sobre las íes, algo le decía que todas las pruebas que fue encontrando tendrían que haber sido fabricadas. La llave, la mujer, todo.
Mirogata debía ser el culpable. ¿Pero por qué? ¿Por qué robar un pergamino de una receta que ya él conocía de memoria? ¿por qué traicionar la confianza, además, de Yogaru? ¿No le era más sencillo tan sólo copiar en todo el proceso para preparar el plato insignia del restaurante en otro pedazo de papel y evitarse todo el embrollo?
La pregunta del millón era: ¿por qué tener que tomar el pergamino y fingir una escena del crimen?
Mientras se debatiera con su propias tribulaciones, Yuki llegaría hasta donde estaba él, luego de quince minutos.
. . .
Mirogata continuó caminando, mirando por sobre sus hombros con cada paso que daba. De un momento a otro, sintió la necesidad de ver a sus alrededores y lo primero que vio fue a un animal sobrevolando la zona. Era extraño, porque con aquel calor incipiente de verano, eran pocos los animales alados que preferían surcar los cielos a cambio de una deliciosa sombra bajo algún árbol de cerezo.
Pero, aquella conjetura no tendría peligro alguno de no saber él de los artilugios con los que contaba Reiji. Sí, Reiji tenía un maldito cuervo parlante a su disposición, así que a pesar de no saber con certeza de que se tratase de uno de ellos, él decidió tomar la decisión de... correr. Corrió tan rápido que apenas tuvo oportunidad, se metió en un callejón aledaño. Recto, avanzó a cuestas y esperó poder perder en algún momento a ese cuervo de los mil cojones.
*Haremos tiradas enfrentadas de persecución en cada turno. Entre el cuervo y Mirogata hay una distancia de cincuenta metros, con cada éxito que saques por encima de él, recortas 10. Para alcanzarle, la cuenta debe llegar a cero. Empezamos en el próximo turno.
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Entonces, mientras le daba vueltas a todo lo que tenía en busca del por qué había montado todo aquello y llegando a la conclusión de que lo mejor era preguntarle al propio Mirogata, apareció en el lugar el cuervo blanco, que me grazno lo que estaba sucediendo.
—Corre, Mirogata trata de salir de la ciudad, yoru le persigue, pero tienes que darte prisa. Están en esa dirección. —El cuervo señalo el lugar con su ala.
—Ok.— dije mientras me levantaba de la silla y metía en mi boca uno de los granos de maíz que antes había guardado en mi portaobjetos. Entonces le grazne algo a mi cuervo, en su idioma, la mujer no tenía por qué enterarse. —Tu quédate a vigilar a esta mujer, aun creo que está ayudando a Mirogata.
Entonces comencé a correr. No podía perderle, o mejor dicho, tenía que alcanzarlo antes de que Yoru le perdiese. La calle estaba abarrotada de gente, así que opte por la mejor opción de un shinobi, escale por la pared del edificio más cercano, y corrí por los tejados en la dirección que me habían indicado, buscando a Yoru con la mirada, pero sin detenerme.
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6/01/2018, 22:57
(Última modificación: 6/01/2018, 22:59 por Umikiba Kaido.)
Reiji, sin embargo, tendría mucho camino que recorrer. Alcanzarles no era una posibilidad salvo que Yoru lograse su objetivo: detener a Mirogata.
. . .
El aparente ladrón corrió como nunca lo había hecho antes, atravesando el umbral que iban dejando las gotas de lluvia en el camino. Por alguna razón, el vuelo directo de Yoru no era suficiente y teniendo en cuenta las condiciones climáticas, la pesadez en el aire y que, no paraba de llover; surcar los vientos de Ame no era tarea fácil. Pero él era un cuervo, con plumas y alas. Volar era su habilidad principal.
No obstante, Mirogata corría a través de un callejón. Y el callejón, a su vez, estaba minado de cualquier cantidad de obstáculos que evitaban el vuelo recto de Yoru. Le obligaban a realizar maniobras a las que sin duda no estaba acostumbrado. ¿Podría el cuervo novelero cumplir con su objetivo?
Resultado de tirada enfrentada: Éxito
Yoru logró evitar el primer cartel, atravesando uno de los agujeros entre las bisagras sin ninguna dificultad. Mirogata, un poco extenuado, perdió la distancia que había ganado antes.
Observó hacia atrás, en una de esas, y contempló como perdía la ventaja.
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La lluvia dificultaba el vuelo del ave. Yoru, sin embargo, que había convivido con Reiji, era un cuervo acostumbrado a las pesadas gotas de lluvia de amegakure, y había entrenado con él para aclimatarse al ambiente de la aldea. A fin de cuentas, ese sería su principal lugar de trabajo.
Persiguió a Mirogata por el callejón a alta velocidad, esquivando obstáculos con una gracilidad y una destreza envidiables. Incluso pasó volando entre el agujero que dejaban las bisagras de un cartel luminoso, acercándose cada vez más a su objetivo, que no quería detenerse. Si la cosa seguía así, Reiji jamás los alcanzaría, y el cuervo lo sabía. Tenía que acercarse lo suficiente para estorbarle y detenerlo, tal vez con picotazos o con las garras.
Pero había una cosa que Mirogata no sabía. El Cuervo tenía una increíble motivación. Pues creía que, si lograba realizar aquella tarea con éxito, sería muy bien recompensado, con horas y horas, capítulos y capítulos de su telenovela favorita.
—¡POR AMORES SHINOBIS REVUELTOS!
Graznó el nombre de su serie favorita mientras se esforzaba aún más por lograr su objetivo.
Por su parte, Reiji corrió y corrió por encima de los edificios de Amegakure, pero si Yoru no lograba parar a Mirogata, tal vez no lograra alcanzarlo.
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Aquel grazneo ininteligible hizo sacar de quicio a Mirogata, quien había perdido todo su pudor y tranquilidad habitual. Sabía que sus planes no habían salido tan buen como así lo hubiese querido, y que sus maniobras no habían confundido a Reiji. La única opción que tenía era la de escapar, o por tanto, entregarse.
Sin embargo, adelante vio una oportunidad perfecta. Y es que en vez de continuar su recorrido a través del largo callejón, se introdujo en uno de los pasillos izquierdos. Aquel pasillo, yacía repleto de carruajes de frutas y hortalizas ambulante que reposaban bajo la protección de algunas lonas. Apenas atravesó el primer par de carruajes frente a él, Mirogata movió sus manos y armó todo un altercado a su alrededor, tirando al suelo uno de los carruajes. Los lugareños se arremolinaron justo en medio, y cubrieron el espacio en su totalidad. Frente a Yoru, una marea de gente le hizo perder de vista a su perseguidor.
Resultado de tirada enfrentada: Éxito rotundo
Pero aquel par de ojos de cuervo se fijaron en un pequeño espacio entre el codo y la axila de un moro. Tuvo que afinar el vuelo y juntar sus alas al tronco de su cuerpo lo más que pudo, hasta que atravesó ese pequeño agujero como una centella.
Una vez al otro extremo, contempló a Mirogata tomando un respiro, pues pensó haber evitado que el cuervo continuara siguiéndole. Maldijo, para sí; antes de volver a correr.
*Yoru gana distancia y queda 20 metros de su objetivo.
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Mirogata, creyéndose más inteligente que un ave entrenada por y para los ninjas, se metió por una callejuela a la izquierda del callejón que recorría. Aquella callejuela estaba repleta de carruajes de frutas y vendedores ambulantes. El hombre, presa del pánico por ser apresado, incluso derribo uno de los carruajes.
Pero Yoru estaba al máximo. Quería su recompensa, la quería más que nada y estaba decidido a conseguirla. La gente se apelotonaba, tapándole la vista, pero eso no fue un problema, logro pasar justo por debajo del brazo de un hombre y entonces vio a Mirogata parado, tomando aire. Yoru no paro, no paro, no paro. Su novela lo valía todo. Solo necesitaba un último esfuerzo, un poco más. Ya casi podía saborear sus tardes de televisión.
En cuanto vio al cuervo, Mirogata reanudo la marcha. Pero no había nada que pudiera parar a un cuervo dispuesto a darlo todo por su telenovela. Nada podría interponerse entre sus tardes de serie y el.
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Al dejar aquel callejón, tanto Mirogata como el cuervo se encontraron ahora en plano abierto. Una larga pradera de concreto se abrió paso frente a ellos, que Mirogata no dudó en fraguar. Los pies de dolían, pero tenía que conseguir la forma de perder al cuervo o ...
Yoru agitó sus alas, más y más fuertes, y recortó los últimos 20 metros con suma velocidad. Reiji estaría orgulloso de él.
Pero entonces, Mirogata se le plantó cara. Comenzó a abanicar los brazos para golpear al cuervo. Queriéndolo, o no, aquel humano era más grande y más fuerte. ¿Qué haría para detenerlo?
. . .
Reiji se encontró de lleno con la trifulca generada en el pasillo de los carruajes de frutas y hortalizas. Algo le decía que estaba cerca.
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Y al salir de aquel callejón estrecho y repleto de gente, una explanada cubierta de nada. Mirogata empezó a atravesarla a toda la velocidad que pudo, pero el cuervo, motivado como estaba no tardaba en cogerle las distancias.
Entonces, Mirogata empezó a agitar sus brazos en abanico para intentar golpear al cuervo. Pero el cuervo no fue a por su cabeza, ni a por su pecho, no. El cuervo fue a atacar con su puco y garras a las piernas del hombre, justo por debajo de la rodilla. Si quería intentar golpearlo tendría que agacharse o utilizar sus piernas, y en ambos casos, eso le haría detenerse.
Al fin logre ver algo. Un callejón repleto de carros de fruta y vendedores ambulantes. Estaba hecho un desastre, había un carro volcado en el suelo. Ahí había ocurrido algo, y esperaba que el culpable fuese Mirogata y no Yoru. Seguí, corrí más si cabía, porque cuanto más tardase en darle alcance, más problemas tendrían mi cuervo para detenerlo. Aun así, confié ciegamente en las capacidades de mi cuervo.
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El cuervo fue lo suficientemente inteligente como para atacar la zona inferior de aquel hombre, que empezó a defenderse por lo alto. Sus brazos se agitaron inconformes y derrotados, sin atinar al ave emplumada; y recibiendo de lleno aquel par de picotazos en sus rodillas. No fue el mayor daño ni mucho menos, pero aquello le obligó a retroceder súbitamente. Trastabilló con sus propios pasos y de un momento a otro, cayó sentado de culo, soltando aquel pergamino que con tanto esmero tenía aferrado entre sus manos.
Entonces, le entró el pánico. Porque no sólo perdió aquello que había robado, sino que en el horizonte veía a Reiji acercándose. Al parecer, no tenía escapatoria. ¿O sí?
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Yoru estaba luciéndose. El cuervo sentía que merecía lo menos tres o cuatro semanas de maratón de telenovelas por su esfuerzo y dedicación. No solo había logrado alcanzar a su objetivo, sino que además, siendo más pequeño, había conseguido derribarlo. El hombre había soltado aquel pergamino con el dibujo del restaurante que todos buscaban. Era el premio Gordo, aquello era la cuarta o quinta semana de maratón. Se apartó del hombre para recoger el pergamino con sus garras.
Desde lejos lo ví. Cuando terminaba el callejón de la fruta y los vendedores ambulantes, se abría una enorme explanada, y allí estaba, Mirogata luchando por mantenerse en pie mientras Yoru atacaba a sus rodillas. No lo logró y calló al suelo. Entonces el cuervo se apartó de él un momento.
— ¡Quieto Mirogata! Si te mueves empeoraras las cosas para ti —Dije mientras corría hacia donde se encontraban él y el cuervo. Además, saque dos shuriken del portaobjetos, si intentaba huir, le apuntaría a las piernas. — No tengo ningún reparo en cortarte una pierna si es necesario para que dejes de huir, yo que tú me quedaría quietecito
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Decaído, aquel hombre que una vez aparentó ser un calmo y respetuoso souschef se había convertido de pronto en un malechor de poca monta que quedó para revolcarse en la tierra mojada. La lluvia caía a cántaros encima de todos los presentes, incesante, y aún así, parecía que incluso el agua que caía desde los cielos parecía evitar al mismísimo Mirogata, pues un mísero ladrón como aquel no merecía ser bendecido con las lágrimas de Ame no Kami.
En apenas un parpadeo, Reiji se percató de que tras él había un pequeño cúmulo de mirones curiosos observando la escena. Mirogata, a su vez, sentenció su huida con una susurrante perjura y sencillamente se embargó en un reconfortante silencio, mientras observaba al ninja con resquemor.
—Ya tienes el pergamino. Os lo explicaré todo, por favor, pero... no le digáis a Yogaru-sama que he sido yo.
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Tirado en el suelo y abatido, Mirogata daba algo de pena. Yo no la sentía.
La lluvia caía sobre nosotros como una bendición, pero hoy no era el día de aquel pobre ladrón. Su cara de odio y resquemor era más evidente con cada paso que me acercaba al hombre, pero me deba igual. Él era culpable de un delito y yo la persona que tenía que detenerlo. Por un lado le entendía, se había visto abrumado por un crio. Aunque yo hacía años que no me consideraba un niño. Cuando alcancé su posición, guarde los shuriken en el portaobjetos y saque un kunai y un par de granos de maíz del que había guardado antes. Los granos me los comí, el kunai lo use para apuntar a Mirogata.
—Ya tienes el pergamino. Os lo explicaré todo, por favor, pero... no le digáis a Yogaru-sama que he sido yo.
La gente se arremolinaba a mi espalda, pero me daba igual. Sus murmullos no acallarían ni mi voz ni la de Mirogata.
—Levantate. —Dije con un tono de voz serio mientras le apuntaba con el kunai —Me lo vas a contar todo, y luego decidiré que hacer, así que empieza hablar, y muévete, vamos a ir en dirección al restaurante mientras me lo cuentas.
No, yo no iba a contarle a Yogaru que Mirogata era el ladrón. Mirogata iba a confesarle sus pecados a su jefe, eso sí que iba a hacerlo. Aunque, en gran parte, tomaría la decisión en función de sus palabras, por que Mirogata era un mentiroso. Había estado mintiendo durante todo el día, y no solo a mí.
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Él se levantó, a regañadientes. Con mirada turbia y la verguenza carcomiéndole por dentro.
—Levántate —expresó el ninja—. Me lo vas a contar todo, y luego decidiré que hacer, así que empieza hablar, y muévete, vamos a ir en dirección al restaurante mientras me lo cuentas.
Ante su demanda, el contrariado comenzó a caminar y a soltar la lengua.
—No quería hacer ésto a Yogaru-sama, no quería. Pero lo que me ofrecieron... lo que me ofrecieron, Reiji-kun, ni tú mismo lo rechazarías. Pensé, realmente pensé que si las sospechas no recaían sobre mi aún y habiendo ultrajado el pergamino familiar de los Riya, aún podría continuar trabajando para él. Porque le estoy muy agradecido. ¡¿A quién le podía hacer daño que un pedazo de papel desapareciera, cierto?!
Bufó, y soltó un suspiro engullido.
—Además, iba a ser vendida a un emisario de las tierras lejanas del País del Agua. No nos iba a afectar en nada. Pensé... que no haría daño a nadie. ¡Pero tú, tuviste que meter las narices! ¡vi que no me descartabas de sospechoso, y tuve, ... tuve que usar el plan b. Y... la embarré más.
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—No quería hacer ésto a Yogaru-sama, no quería. Pero lo que me ofrecieron... lo que me ofrecieron, Reiji-kun, ni tú mismo lo rechazarías. Pensé, realmente pensé que si las sospechas no recaían sobre mi aún y habiendo ultrajado el pergamino familiar de los Riya, aún podría continuar trabajando para él. Porque le estoy muy agradecido. ¡¿A quién le podía hacer daño que un pedazo de papel desapareciera, cierto?!
—Tus excusas no sirven conmigo, Mirogata. —Dije mientras caminaba tras él y le apuntaba con el kunai. —Conozco a un chico que no tiene nada, apenas puede comer todos los días, tiene que pagar la medicina de su madre, que está en cama sin poder moverse y su padre murió hace muchos años ¿Sabes lo que hace él? Trabaja. No le roba a nadie.
—Además, iba a ser vendida a un emisario de las tierras lejanas del País del Agua. No nos iba a afectar en nada. Pensé... que no haría daño a nadie. ¡Pero tú, tuviste que meter las narices! ¡vi que no me descartabas de sospechoso, y tuve, ... tuve que usar el plan b. Y... la embarré más.
—¿No iba a hacerle daño a nadie? No te creo Mirogata.
No, toda esa sarta de palabrería que estaba diciendo no tenía ningún sentido. Si hubiera querido hacer eso que decía, Yogaru ni se habría enterado, no tendría por qué estar sufriendo. No, había ido a hacerle daño a Yogaru.
—Te sabes la receta de memoria, podrías haberla escrito en otro pergamino, sois los únicos que lo han visto, nadie hubiese sabido si era tu letra o la Yogaru, nadie se habría enterado, nunca. Sin embargo la robaste, porque sabias que su desaparición le haría daño a su dueño. Dime la verdad. Y empieza diciéndome quién te pidió que lo hicieras y quienes eran tus complices.
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